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En busca de Ramíro

Por Gloria Peña*

Hola, soy Gloria, improvisadora y escritora, y llevo 8 meses viviendo en el campo.

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No espero aplausos, ni sorpresa, ni un ¡Hola, Gloria! coreado por ustedes, queridos lectores. Ya no. Ahora que no cuento con su validación en tiempo real, me estoy acostumbrando a recibir (si mi internet lo permite) reacciones o risas con una diferencia de 0.8 segundos en zoom y apapacho del público que se acaba en cuanto se cierra la videollamada.

En este confinamiento en el campo (después de vivir en la CDMX) ya también me acostumbré a escuchar el canto de pajaritos que me despiertan en la mañana. Yo, feliz de respirar aire fresco y tener despertador natural.

Todo iba bien hasta que un día los pajaritos no cantaron más. En su lugar había un silencio sospechoso y una luz gris entraba por mi ventana. Parecía que de la noche a la mañana había cambiado de locación. Me asomé al balcón buscando respuestas y lo que obtuve fue:

—¡CRRRRRAWC! ¡CRAWC-CRAWC! ¡CRRAWC!

No era un graznido. Era el graznido de cuervo más poderoso, desafinado, desparpajado y con menos complejos que he escuchado en mi vida.

El cuervo insistía: ¡CRAAAWC! ¡CRAAAWC! y cada vez que graznaba me daba más risa, porque lo que yo me imaginaba al escucharlo era a un cuervo Godín en su primer día de trabajo, con su corbatita, gafete y tuppers. Seguramente había mentido para obtener la chamba de cantante diciendo: ¡Claro que sé cantar! Háblele a mi tío Jilguero Martínez. Era falso, Ramiro el cuervo no tenía tíos jilgueros, pero los Coyotes de recursos humanos tenían que preparar el intercambio de Navidad y no tenían tiempo de revisar referencias.

Pensar en la historia de Ramiro el cuervo me dio demasiada risa (sí, demasiada, ya a un nivel preocupante) y me mantuvo sonriendo todo el día, lo cual me hizo plantearme en ese martes a las 3:35 de la mañana la siguiente posibilidad: ¿estoy enloqueciendo? Para salir de dudas me fui a la raíz: ¿de dónde viene la risa?

Una de las funciones que cumple la risa es liberar estrés. Esta fórmula es usada por guionistas, dramaturgos, comediantes, publicistas y todo tipo de personas tramposas que contamos historias: construimos un escenario de angustia y estrés para después liberar a la audiencia con un chiste o una situación cómica que rompa la tensión. Esa risa no tiene que ser sofisticada ni particularmente pensada: es oxígeno que le regresa la vida al espectador.

Y es que, aunque suena idílico esto de jugarle a Blancanieves en el bosque, estoy consciente de que la pandemia sigue, la incertidumbre laboral y económica crece, ya se subió de peso, le di la bienvenida a mis dos primeros ataques de ansiedad, soy freelance (así que de chamba ni hablamos), me he peleado con personas cercanas por el uso de cubrebocas, creo que tengo covid-19 al menos 3 veces al día y sé que como en kermés de primaria: ¡habrá muchas sorpresas más!

Ahí está mi respuesta: Ramiro es solamente una válvula de escape.

¡Atención! Antropomorfizar animales no es la única salida. Tal vez para usted Ramiro es una película, un meme, una piedra, puede ser lo que sea. Damita, caballerito, encuentre a su Ramiro y pierda pendiente: no estamos enloqueciendo, estamos tratando de respirar.

¡Qué alivio! ¡No estoy loca! Le conté, feliz, a Ramiro el cuervo mientras jugábamos ajedrez y tomábamos té en la terraza.