En El toro de Hiroshima, Antonio Ochoa juega con dos posibilidades retóricas: por un lado, frases que dan título a los poemas de su libro y que parecen tomadas del guión de la famosa película Hiroshima, mon amour de Marguerite Duras; y por otro, una serie de experiencias personales que se van anudando y ocultando en los devaneos de un lenguaje inusualmente poético. Así, al mismo tiempo que estamos viendo la película de Alain Resnais, estamos soñando la trama de la propia vida y confrontando una serie de enigmas que se nos presentan en calidad de lenguaje.