Puerta del cielo de Christopher Okigbo

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PUER TA DEL CIE LO CHRISTOPHER OKIGBO


Mangos de Hacha | Poesía

Puerta del cielo Primera edición, 2015 Coedición: Mangos de Hacha / Consejo Nacional para la Cultura y las ArtesDirección General de Publicaciones © Christopher Okigbo © Laura Petrecca por la traducción © Obioma Ofoego por la traducción © Michael J.C. Echeruo por el ensayo final D.R. © 2015, Editorial Mangos de Hacha, S.A. de C.V. Calzada de los Leones 171-102, Col. Las Águilas, Delegación Álvaro Obregón, C.P. 01710, México D.F. www.mangosdehacha.org mangosdehacha@gmail.com D.R. © 2015 Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Dirección General de Publicaciones Avenida Paseo de la Reforma 175, Col. Cuauhtémoc C.P. 06500, México D.F. www.conaculta.gob.mx Diseño: Radjarani Torres Flores ISBN: 978-607-96406-9-9, Mangos de Hacha ISBN: 978-607-745-306-2, CONACULTA Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores. Impreso en México / Printed in Mexico


PUERTA DEL CIELO



Christopher Okigbo

Puerta del cielo Traducción del inglés de Obioma Ofoego y Laura Petrecca



Agradecimientos Arturo Carrera, Diana Ardissone, Familia Ofoego, Obiageli Okigbo y la Fundación Christopher Okigbo, Profesor M.J.C. Echeruo, José Luis Bobadilla y a todos los que contribuyeron para hacer posible esta publicación.



Puerta del cielo


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I El Pasaje Frente a ti, madre Idoto,* estoy desnudo; frente a tu presencia de agua, un prodigio apoyado sobre una copaiba perdido en tu leyenda. Bajo tu poder espero descalzo, guardián de la palabra en la Puerta del cielo; desde las profundidades mi grito: presta atención y escucha…

* Arroyo. La copaiba, la tortuga y la pitón son tótems destinados a la veneración de la madre Idoto.

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Aguas turbias del comienzo. Rayos violetas y breves, perforando la penumbra, anuncian el fuego que se sueña. Arcoíris a lo lejos, arqueado como una boa al ataque, anuncia la lluvia que se sueña. En el invernadero la soledad invita, al pájaro lavandera, para contar un cuento enramado; a un pájaro sol, para llorar a una madre de espuma. Lluvia y sol en un solo combate; en una pata sostenido, en silencio en el pasaje, el joven pájaro en el pasaje.

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Caras silenciosas en la encrucijada: festividad negra… Caras de negro como una larga columna negra de hormigas, detrás del campanario, hacia el jardín caliente donde los senderos se unen: festividad negra… Oh Anna frente a los picaportes del panel oval, escúchanos en la encrucijada frente a las grandes bisagras donde los organistas en su galería ensayan viejos encantadores fragmentos, solos— melodías de hojas de naranjo impresas en las páginas, pálidas por la luz de los años guardada entre cueros: Estamos en los campos de maíz escuchando entre los músicos del viento, Oyendo al viento balanceándose sobre su fragmento más encantador…

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II Iniciaciones Cicatriz del crucifijo sobre el pecho, infligida por un filo rojo por un ardiente filo rojo, en el costado derecho atestigua el misterio que yo, iniciado, recibí apenas desnudo sobre las aguas del génesis de Kepkanly.* Elemental, unida en una visión de presente y de futuro, la línea pura, cuya inocencia niega las inhibiciones. En confluencia de planos, el ángulo: el hombre pierde al hombre, pierde la visión; así viene Juan el Bautista con un cuenco de agua y sal predicando la jugada: vida sin pecado, sin vida; que aceptada, conduce por la pendiente hacia un centro evitando decisiones. * A medias serio y a medias cómico maestro de escuela primaria de fines de los años treinta.

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O bien forma un cuarto ángulo— deber, obligación: el cuadrado da vida al idiota, a los fanáticos y curas y papas, a los funcionarios y gerentes de partidos; aún mejor, el rombo — a hermanos y diáconos, a políticos liberales, a egoístas interesados — a todos los que son buenos haciendo nada de nada; el cuadrángulo, al resto, a mí y a ti…

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Misterio, que salvo los errores de la representación atestigua el ardiente filo en el costado derecho la cicatriz del crucifijo. Y la mano cayó con Haragin,* Kepkanly que manejaba el filo; con Haragin y la luz de Dios entre ellos: pero la soledad en mí recuerda a Kepkanly…

* Se dice que Kepkanly murió de alegría cuando pudo finalmente cobrar los salarios que se le adeudaban, gracias a la Comisión Haragin de 1945.

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Y así cantaba Jadum,* (Dime si conoces por el olor del incienso una aldea donde vive en el corazón de los pastizales un juglar que canta) a los pastores, con un laúd en su labio: No camines entre las hojas, después de las luces, hurgando descalzo en las madrigueras, para asar a la víbora viva, con un perro echado panza arriba en el pasaje curvo… No escuches por las cerraduras, después de las luces, para oler desde otros cuartos, después de las luces — Así canta Jadum de la Tierraderroca, después de las luces. Y aquí están los errores de la representación…

*

Juglar del pueblo medio loco.

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Y así decía Upandru:* Protege tus pensamientos de recámara con lentes de sol, quién pudiera sorprender tu mirada, tu mente-ventana, Y yo dije: Profeta sólo el poeta. Y él dijo: Logística. (Que es lo que la poesía es)… Y él le dijo al carnero: Desarma. Y yo dije: Salvo desenraizando, ¿quién podría arrancar los tubérculos de ñame? Y aquí están los errores de la representación…

*

Ilustrador del pueblo.

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III Figura de agua Ojo abierto en el mar, ojos abiertos, del prodigio; hacia el cielo se disparan desde donde caerán estrellas. Secreto que no conté a ningún oído, salvo a un hueco en el suelo, para guardarlo, no para ahogarme con él — Secreto que tramé con arena de playa ahora rompe espuma blanca de sal en las piedras y en mí, y langostas y almejas con olor a yodo — figura del vacío-de-sal, sofisticada y cremosa, cuyo secreto cubrí con arena de playa… Sombra de la lluvia en la playa apaleada por el sol, sombra de la lluvia sobre hombre con mujer.

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Brillante, con el resplandor de la axila de una leona, ella responde, vistiendo luz blanca a su alrededor; y las olas la escoltan, a mi leona, coronada con luz de luna. Tan breve su presencia — una llama de fósforo en el soplo del viento — tan breve con espejos a mi alrededor. Hacia abajo… las olas la destilan; una cabellera de oro hundiéndose entreabierta. Figura de agua del vacío-de-sal, grandes son los oídos del secreto.

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Y yo aquí abandonado, cuento la arena lavada por el latigazo de las olas, cuento su bendición, mi reina blanca. Pero el agotado mar refleja desde su rostro espejeante no a mi reina, sino a una sombra quebrada. Entonces yo que cuento en esta isla los momentos, cuento la hora que traerá a mi reina perdida con cenizas de los ángeles en el viento.

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Las estrellas han partido, el cielo con un monóculo contempla el mundo de abajo. Las estrellas han partido, y yo — ¿dónde estoy? Estírense, estírense, oh antenas, para tratar de aferrar esta hora, completando cada momento en una rota monodía.

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IV Lustros Entonces iría a las colinas otra vez entonces iría donde brota la fuente para sacar agua desde ahí Y a lo alto de la colina treparía cuerpo y alma lavado en el rocío de luna para ver desde ahí Entonces iría despejando la bruma entonces iría a través de la neblina lunar hasta la cima para la purificación Aquí hay un huevo recién puesto aquí una gallina blanca en la mitad de su gestación.

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La flor llora bajo, sin moretones, por el que fue silenciado cuya venida celebran con campanas en luz tenue y canción de vino: El Mesías vendrá nuevamente Después de la discusión en el cielo El Mesías vendrá nuevamente… Dedos de penitencia traen a un bosquecillo de palma ofrendas vegetales con cinco dedos de tiza…

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Estruendosos tambores y cañones en el bosquecillo de palma: el espíritu está en ascenso. He visitado; en una palma de madera impreso mi pentágono — He visitado, el prodigio… En el bosquecillo de palma, tambores-largos y cañones: el espíritu está en ascenso.

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V El recién llegado Tiempo para venerar— suavemente cantan las campanas del exilio, el ángelus, suavemente canta mi ángel guardián. Una máscara sobre mi cara— mi propia máscara, no es ancestral— me persigno: memoria del calvario, y de una edad de inocencia, que es de… Tiempo para venerar: Anna de los paneles ovales, protégeme de esos jodidos ángeles; protege mi casa de arena y huesos.

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Para Georgette

En el aliento fresco del despertar del día, viene el recién llegado, cuando el tendero de mayo vendió los finos trajes verdes, y las laderas maquillaron sus rostros, y los jardines, con una sonrisa pintada en sus caras: tal sintética bienvenida en la tercera sirena del gallo; cuando detrás de los juncos despertando, en los dientes de la fresca mañana de mayo, viene el recién llegado.

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Estoy de pie sobre el mediodía, Arriba de la cabeza del puente, Escuchando la risa de las aguas que no saben por qué: Escuchando el incienso— Estoy de pie sobre el mediodía con mi cabeza por encima de él; Bajo mis pies flotan las aguas La pleamar las empuja desde abajo …

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LĂ­mites


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Límites I-IV Límites de Sirena I De repente volviéndome locuaz como un ave tejedora Llamado a las afueras de un sueño recordado Entre sueño y andando, Dejo las cáscaras de huevo Para ti en el bosquecillo de palma, En cuyas torres de bambú Cuelgan, goteando vino de ayer, Una máscara de tigre y una lanza desnuda… Reina de la húmeda medialuz, He recibido mi purificación, Emigrante con la nariz alzada, El cabro en celo.

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II Porque él era un arbusto entre los álamos, Necesitaba más raíces Más savia para crecer hacia la luz del sol, sediento de luz del sol, Un crecimiento lento en el bosque. Al alma Los sí mismos extienden sus ramas, En los momentos de cada hora viva, Tanteando una audiencia Tensándose entre los ecos; Y desde la soledad Voz y alma en sí mismos se unen, Cabalgando los ecos, Jinetes del apocalipsis; Y coronado de sí mismo El nombre despliega su follaje, Colgando lentamente Una nube verde sobre el bosque.

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III Orillas de juncos. Montañas de botellas rotas. & el mortero no está todavía seco… Silenciosa la pisada, Suave como palma de gato, Enfundada en piel de terciopelo, Luego debemos ir, con la neblina nocturna sobre los hombros, Polvo de sol del combate, Con una marca extinguiéndose en el límite de la mano & el mortero no está todavía seco… Entonces debemos cantar, atados de lengua, Sin nombre ni audiencia, Logrando una armonía entre las ramas. Y este es el momento de crisis, El momento crepuscular entre el sueño y la vigilia; Y la voz que renace transpira, No a través de los poros en el pellejo, sino a través de la espina del alma. Bajen pronto— Por el arco de la puerta— Bajen pronto

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arroyitos hacia el lago; Bajen pronto — Por el mercado de ceniza — Bajen pronto en la estela del sueño; Bajen pronto — Hasta las rocas de Cable,* Para tirar de la soga al gran elefante blanco… & el mortero no está todavía seco & el mortero no está todavía seco; Y el sueño despierta la voz se desvanece En la húmeda medialuz como una sombra, Sin dejar rastro.

* Cable Point en Asaba. Muelle sagrado con un acantilado rocoso y punto de llegada de una tradicional peregrinación quinquenal.

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IV Una imagen insiste Desde el asta del corazón; Su imagen distrae Con la crueldad de la rosa… Leona de cabeza oblonga — Ninguna armadura es obstáculo para ella — Hiéreme, oh alga Rostro, blindado como una bóveda — Distancias del perfume de su axila Se vuelven el cloroformo justo para mi paciencia — Cuando hayas terminado & cosido mis puntos, Despiértame cerca del altar, & este poema estará terminado…

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Límites V-XII Fragmentos del Diluvio V Sobre un sarcófago vacío tallado en alabastro, Una rama de hinojo sobre un sarcófago vacío… Nada sugiere un accidente donde la bestia Termina su reposo… Humo de ámbar y de azul ultramar Flota sobre los campos después de Las lluvias bajo la luz de la luna, de un árbol a otro El brillo de un rey se destila… Podrías ver la nueva rama de Enkidu; Y eso tampoco es algo nuevo…

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VI Se paró en medio de todos y apareció en su forma verdadera, Los encontró borrachos, no encontró ningún sediento entre ellos. ¿Quién aportaría para tu estatua, O en tu aldea te aceptaría? Los alimentó con granos envueltos en maravillas; Lo consideraron una tabla de valores, Hombre sin inocencia, Y no había ningún sediento entre ellos. Lo fundieron en un molde de hierro, Y le pidieron que taladrara— Hombre desde la inocencia— Taladró con campanas alrededor de él. Y ellos quitaron la llave y escondieron la llave de… Para que nadie pudiera entrar. Y le sacaron los calientes trofeos a la batalla Y compartieron los calientes trofeos entre ellos: Fincas, entre ellos; Y eran los elegidos, razas mestizas,

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Eslogan en mano, de adivinación ganada‌ Y hablas de la gente: No hay ningún sediento entre ellos.

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VII Y desde el marco de hierro, Y en molde de hierro… El se comió al león muerto, & estuvo dentro de su cadáver— Lo cual no es el punto; Y quién dice que importa En qué sentido fluye el halcón, Siempre que el movimiento esté Alrededor de un mercado en llamas — Y los lirios Crecidos en suelos de rosas, Achiras, Como lápidas de asfalto; Y a la cruz en el vacío vinieron los peregrinos; Vinieron, flotando con velas ya extinguidas; Pasando el huerto del pueblo donde Flannagan* Predicaba el mensaje del Papa, Hasta donde las monjas ahogándose suspiraban, Preguntando por la palabra clave de la piedra; & él dijo: Para sembrar la semilla de fuego entre la hierba, *

Muy conocido sacerdote irlandés de los años cuarenta.

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& miren, para conservarla hasta que se extinga… VIII Pero el pájaro sol repite En la sombra de una copaiba: ‘Una flota de águilas, en la sombra de una copaiba, Mantiene el cuadrado bajo la maldición de su aliento. Picos de bronce, alas de fieltro bruñido, Los halcones fluyen sobre hombres-montañas, Empinadas murallas de voces, horizontes; Las águilas deslumbrantes surcan las voces Con alas como Peinadas en el cabello del viento Desde la soledad, la flota, Desde la soledad, Intangible como un hilo de seda de luz, Las águilas cabalgan bajo, Deslumbrantes…deslumbrantes; Y pequeños pájaros cantan en las sombras, Moviéndose bajo sus huesos…’

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IX Y, agachado, Un perro ciego* grita a su madrina: Eunice** en el pasadizo, Arrullando a la luna para que se duerma sobre las colinas Eunice en el pasadizo‌ No le den silla, dicen, Al cochero del alba, Cabalgando con las estrellas enojadas Hacia el gran sol.

*

Conocido por su poder profĂŠtico.

**

Mi niĂąera de infancia conocida por su lirismo.

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X Y hacia nosotros vinieron— Maldiciones, maldiciones, más de diez— Y treparon a la ceiba Y mataron al Pájaro sol. Y observaron el bosque de copaibas, El acercamiento; contemplaron sus ramas altas… Y entraron en el bosque, Y pasaron por el bosque de copaibas Y encontraron a los dioses-gemelos*… Y las bestias huyeron— Maldiciones, maldiciones, más de diez— Y la ráfaga del alba gruñó, Avivando el bosquecillo Como un hombre espantamoscas, Como una sirvienta de bailarines, Avivando sus ramas. Sacaron sus garras de la funda, En los troncos, como en arcilla refractaria, Afinaron sus picos; Y extendieron como águilas sus alas de fieltro, Y descendieron sobre los dioses gemelos de Irkalla Y los ornamentos de él, *

La tortuga y la pitón.

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Y las mostacillas alrededor de su cola; Y el caparazรณn de ella, Y su materia, dividieron.

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XI Y los dioses de cuerpo presente Y los dioses de cuerpo presente Sin su tambor. Yacen sin ser celebrados, Velados solamente con moho, Detrás del santuario. Los dioses crecen y envejecen abandonados: Y así también ellos…

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XII Pero en la ventana, afuera, una sombra: El pájaro sol canta de nuevo Desde los límites del sueño; El Pájaro sol canta de nuevo Donde la caricia no llega, de Guernica, En cuya paleta de sangre, Las hendiduras de su lengua se aferran al pegamento… & la desaparición es completa.

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Silencios


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Silencios Lamento de las Hermanas Silenciosas I Pregonero:

Ahí está...Ciertamente… Como en una fiebre de mar glóbulos de fresca [angustia inmensos huevos dorados vacíos de clara se hunden en nuestro balcón…

Cómo se dice no durante el trueno…

Porque en las febriles rompientes del mar [brújula o cruz hacen una diferencia: ciertamente no es una escalera de escape…

¿Dónde hay para nosotros un anclaje? Una caña por una jarcia, un doble arco—

Coro: Peinan la tarde los carroñeros En busca de perfumadas sombras sobre la [maleza— Pregonero: La cruz hacia nosotros todavía la llamamos [para nosotros, En este baile alegre sobre la carroña…

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II Coro:

Esta sombra de carroña incita y en ritmos silenciosos Nos apura; reúne nuestra rota oculta pluma-de-vuelo, En grito angustiado de Moloch:

¡Esos pasos de hierro fundido bajando en [cascada hacia el valle forjados todos en truenos de tanques; Y esos detonadores encañonados en astillas de [fuego, en este baile alegre de luciérnagas! Pregonero: Lo golpearon en una oreja lo golpearon en un [ojo; Revolvieron sus huesos para escarbarlos: Coro:

Y seguirán yendo al pozo, Hasta que destrocen sus calabazas.

Pregonero: Entonces, uno hunde su lengua en el océano, [y empieza a gritar contra el hongo del cielo:

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III Coro:

Campanas fuera de las puertas En vacíos paisajes marinos sin memoria, [llevamos Cada uno de nosotros una urna de tierra Nativa, un doble puñado antiguamente [reunido. Y por bocas de sal por amarillas Riberas de arena salpicadas de memoria, [desperdigamos En los aires nocturnos nuestro silencio, Inundado en esta fragancia de diversas [melodías: Pregonero:

Esta es nuestra canción de despedida Esta es la quietud de nuestros sentidos:

Coro:

Llevamos en nuestros mundos que florecen Los mundos que han fallado…

Pregonero:

Esta es nuestra canción de despedida Este es el suspiro de nuestro espíritu:

Coro:

Sombras ocultas como vientos de largos dedos Arrancan de nuestras cuerdas Este chillido, la música del cielo…

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IV Alternados Pregonero/Coro: Veo muchos colores en los dientes de sal de la espuma Que no es lugar para enfrentarse bajo la media luz El arcoíris está lleno de armonías dicen ellos Daremos una vuelta gris para enfrentarlo. Vientos salvajes gritan contra nosotros Tendremos nuestro corazón en el estómago Más arrugas en la cara de sal del vidrio La escoba de los vientos barre solamente la superficie. Oigo muchas voces a nuestro alrededor Vestiremos el hábito verde de las nueces El martín pescador reúne sus cuerdas en la distancia El agua salada reúne a los remos hundiéndose, a los [inconstantes delfines El agua salada los reúne.

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¿El agua nos recibirá en su aposento sibilino? ¿Se desvanecerán nuestros silencios entre antílopes galopantes?

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V Alternados Pregonero/Coro:

Imágenes amarillas: Voces en la quietud de los sentidos…

Arcos punzantes: Piezas en forma de pera…

Ángulos, filamentos: Multitudes de arlequines en las sombras:

Y Judas barbudo, Resplandeciente entre los bailarines…

Escucho el sonido, dicen, como Un adorador oye las flautas—

La música suena así en el alma No puede escuchar nada más—

Escucho armonías pintadas Desde el hongo del cielo—

Silencios que son melodías Oídas mirando atrás:

¿Y cómo decir no ante el trueno?

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Uno hunde su lengua en el ocĂŠano; Acampa con el coro de los delfines, Inconstantes en orillas de arena Salpicadas de memorias; Uno extiende sus ramas de coral, Extiende las ramas en el silencio de los Sentidos; este silencio destila melodĂ­as amarillas.

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Lamento de los Tambores I Valiente bosque de cedros, gónadas para el trueno, Incluso si están muy lejos, nosotros los invocamos: Dennos nuestras cabezas vacías de tambores… Antílopes hacia el bosque de cedros, mensajeros más veloces que el destello de un faro, nosotros los invocamos: Escóndannos; líbrennos de nuestra desnudez… Cañaveral de muchos dedos, exilio para nuestra risa, Incluso si estás muy lejos, nosotros te invocamos: Ven; calienta nuestros crudos cueros de antílopes… Trueno de tanques de enormes pasos de hierro de detonadores, Resguardo del claro, nosotros te imploramos: Estamos afinados para un festín-de-siete-almas…

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II Y los tambores una vez más Desde nuestro cuarto de hollín, Desde la torre cenicienta Hacia el abarrotado claro; Tambores, nosotros alertamos Como un chillido de incienso, Al ignorado chillido oscuro Del carnero fúnebre: Líquidos mensajeros de sangre, Como urgentes telegramas, Jamás fuimos desplegados para un festín de antílopes… Y a lo Distante — ¿cómo iremos? ¡Los ladrones nos cortarán los pies! Porque olfateamos Con nariz de perro una captura babilónica, El martirio Mezclado en ese antiguo cáliz; Y saboreamos El incienso y en botas, Como una red De voces desgarradas por las jabalinas. Siete vientos distantes nos invitan a nosotros y a nuestros cañones A calentar las membranas para un baile de elefantes…

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III Están pescando hoy en las aguas turbias Donde el marinero termina su reposo… Palinuro, solo en una cárcel caliente, mantendrás Despierto al mar muerto con tu canto nocturno… Plata de riachos por este lado del puente, Cascadas de risas cobardes, Pliegue sobre pliegue de azul, violeta puro— ¿Qué memoria tiene el mar de su amante? Palinuro, abandonado en tu catacumba vacía, Te desgastarás solo, con los años… No queda nada, sólo humo después de la tormenta— Alguna extraña Celeno y su tripulación de arpías, Cargadas de noche y del excremento de su vientre, Profanan todo con pies curvos y fétidos dientes— Máscaras y máscaras de mendigos sin edad ni sombra: Pequeños dioses rotos cuya visión se ha disuelto… Todo terminó, Palinuro, al menos para ti, En tu asfalto de noche y de rocío de fiebre; Lágrimas de gracia, no de dolor, partidas En dos, claman tu imagen inviolable; Y las aguas sofocantes, tocadas por el sol, Heredan tu palidez que reina, resignada

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Como aceite de palma cobijado en un antiguo cuenco; Un nombre medio olvidado, como un estornudo contenido… Pescadores ahí afuera en la oscuridad— Tú Que rastrillas las olas o cazas su estela— Teje para él una sombra de tu risa Para que un niño mudo pueda esconder su desnudez…

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IV Y los tambores Una vez más y como bailarines enmascarados, Sobre el naranja— Amarillento mito de las arenas del exilio— Tambores desArticulados, con los tendones sangrientos, Como tarántulas Vaciadas de sus venenos más amargos, Y a lo Distante — ¿cómo iremos? Los ladrones nos despojarán del trueno… —Así que, como una carta muerta ignorada Nuestro coro rococó de insectos es Cacofonía nula Y tan inválido como un reclamo de deuda A un arruinado; —Sin embargo la antifonía, clamando aún, En trémolo, Como una tarde, por las sombras; Y los vientos Los siete cañones distantes nos invitan Al resonante Lamento de Ishtar para Tammuz:

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V Para los aislados hay llanto: Para los que han sido trasladados; Para los Distantes… El llanto es para los campos de cosechas: El lamento de los tambores es: No crecen… El llanto es para los campos de hombres: Para las casadas estériles; Para niños que mueren… El llanto es para el Gran Río: Sus guardianes barrigones lo Saquean….

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Distancias


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Distancias I De carne a fantasma sobre la piedra horizontal yo fui el único testigo de mi regreso… Luces serenas en el otro balcón: fuentes perfumadas que abundan en señales— ¿Pero qué promete mi celebración divina? ¿Un cuenco de incienso, un nido de luciérnagas? Yo fui el único testigo de mi regreso… Porque en la inflorescencia del aposento blanco, una voz, desde lo más lejano cantó, y el aposento acompañó el cumpleaños de la tierra, me llevó a casa remando a través de algún laberinto oscuro, de la risa al sueño. Minero en mi soledad, voz encarnada del sueño, tú irás conmigo como tu seguidor principal, otra vez al hormiguero… Yo fui el único testigo de mi regreso…

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II La muerte estuvo acechando esa noche en esa isla; la voz buscó su eco esa noche en esa isla. Y el ojo perdió su luz, la luz perdió su sombra. El viento, eterno pretendiente de hojas secas, desató sus vendas al mejor nadador… Fue una noche sin carne ni esqueleto; una noche sin campanas de plata en su cuento; sin linternas, una noche sin banderines; y fue una noche sin edad ni memoria— estamos hablando de lugares comunes, y en el umbral de acontecimientos tan grandes… Y en los tubérculos glaciales del aposento blanco, ojos que habían perdido su calor animal caos de ojos de rayos incandescentes, me clavaron, frío, a la camilla de marfil, hasta que mis ojos perdieran su sangre y la sangre perdiera su olor, y el fuego eterno de la ventana oval olvidara el gusto de cenizas en la médula del aire: angustia y soledad… Apagado, mi disperso

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grito, los bailarines, perdidos entre sus propias trampas; las caras, las manos agarradas cautivas; los entrespacios enrojeciéndose de sangre; y detrás de todos, vestida de algodón blanco, la Muerte misma, la celebrante principal, en una nube de incienso, recortándose las uñas… A sus pies iban rodando las cabezas como frutas cortadas; a su alrededor cayeron miembros cortados, como langostas. Como un pedazo de madera partida secándose, las desmembradas articulaciones de los ministros se apilaron. Se mojó las rodillas en la sangre de los participantes; el vestido en entrañas de ministros…

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III En la línea desparramada de los peregrinos destinados a Shibboleth en mi mano el crucifijo la rasgada rama el incensario En la línea dispersa de peregrinos desde Dan hasta Beersheba alcanfor yodo cloroformo éter me hacen arder Sobre los escalones de piedra sobre el mármol más allá del balcón profetas mártires locos como el avance del anochecer En el claro dantini en el jardín dillettanti; vendedores príncipes la negritud políticos en el bosque alto…

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IV Y en la arcada un dintel triangular de alabastro sólido encerrado en un cuadrado inscrito en un círculo con un centro vacío, encima de la arcada bostezando sin persianas como pinzas celestiales como un vasto rostro: el único camino para tomar a través de la arcada de mármol hasta el pingpong catatónico de la aureola evanescente… Y más allá de la arcada como orbes pentecostales resplandecientes lejos distantes en el vacío intangible un crucifijo inmenso de mantos fosforescentes: después de que formamos sólo entonces las formas se formaron y todas las formas se formaron después de nuestra formación…

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V Sudor de una pezuña en el gesto ascendente — cada paso es el paso de la mula en el abismo — la arcada el óvalo el panel oval hacia ese santuario en el fundido vientre de la tierra para la música zurcida en la rosa funeraria el agua en el túnel su risa efervescente la risa abierta de la uva o de la viña la pregunta en el tintero la respuesta en el monóculo la incontestable pregunta en el silencio del tabernáculo — Incensarios, desde la cuna, de una religión sin nombre: cada suspiro es la quietud del tiempo, en el abismo… Emparejados y sellados, en un orgulloso sacrificio, hermanos del silencio y de las rocas errantes; con la carga del peón, sobre la piedra fundida, y la cicatriz del beso y de las dos espadas. Sudor de una pezuña en el abismo inmóvil: cada suspiro es la quietud del beso…

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VI La estación la estación el bosque alto el claro la estación la estación los pasos de piedra el sueño Ven a mi caverna, Sacude el moho de tu pelo; Deja que tu oído escuche: Mi boca llama desde una caverna… Miren, es la misma sangre que fluye… Sombras distancias laberintos violencias, Oblongo esqueleto de mi conciencia, yo te recibo en mi perforada boca de extranjero vacío de sentido, piedras sin jugo — la cabra todavía conoce su forraje, los leopardos en sus huellas — Porque es la misma sangre, a través de los mismos orificios, las mismas ramas temblando entrelazadas, y las mismas caras en los intermedios. Y es el mismo aliento, líquido, sin acólitos como hongos invisibles sobre la piedra.

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Y en este instante casto de angustia delimitada, la misma voz, insistente, brillante con la diosa inextinguible, amarilla, oscureciéndose en el camino como un grito de lobo sobre casas derrumbándose — despoja al sueño, descubre las entrañas; y en el invernadero de inmensos pasillos, yo lavo mis pies en tu cabeza pura, oh sirvienta, y camino a lo largo de tus febriles, solitarias costas, buscando, entre tus dientes multicolores, el nardo de mi risa putrefacta: He comido del tambor He bebido del címbalo He entrado en tu aposento matrimonial; y miren, Yo soy el único testigo de mi regreso.

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Postdata Camino del Trueno


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El Trueno puede estallar Fanfarria de tambores, campanas de madera: sala capitular de hierro; Y nuestros aires divisorios encuentran su casa. Este día pertenece a un milagro del trueno; El hierro ha persuadido a la audiencia Con gestos formales. El trueno habló, No dejó ninguna firma: rotos Muros sólo cuentan un cuento dispersado por el viento. Montaña o torre a la vista, mira, tus rehenes— El hierro hizo, lamentablemente, obras maestras— Estatuillas de héroes legendarios — pájaros de hierro Aferrados — frutos de vuelo; Encerrados en orfebrería de hierro un milagro enjaulado. Sáquenlos decimos, sáquenlos Caras y manos y pies, Las historias detrás del mito, la trama Que el ritual realiza. El trueno puede estallar — Tierra, sujétame bien— Obstinación, la enfermedad de los elefantes.

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Elegía del Viento

luz blanca, recíbeme a mí, tu viajero; oh vía láctea, deja que yo te sujete a mi cintura; Y que mis mudos tonos de atardecer Rompan tu puerta de hierro, la carga de varios siglos, en gemelos y temblorosos cotiledones…

Hombre de garganta de hierro — porque yo divulgaré con un cuerno-eunuco de siete válvulas— Seguiré el viento hasta el claro, Y con pasos acallados aparentemente sin aliento romperé el silencio el mito de su puerta. Porque he vivido el brote estallado del suelo de la vieja vegetación; Me he abierto paso por una masa de antiguas noches hasta clorofila; O me he apoyado en una rama marchita, Un ciego mendigo apoyado en una galería. He vivido el oráculo seco sobre la cuna de una nueva generación… El ciclo que se crea a sí mismo se apoya en una galería, la [rama se disuelve en brasas, Las cenizas resuelven sus momentos De gotas-gemelas de rocío en una hoja: Y así como del movimiento a la tranquilidad mi celebración [es divina El hombre encarna al niño El niño encarna al hombre; el hombre se acuerda de La canción de los inocentes,

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De los que no son circuncidados a la vista de la navaja llameante— El sacerdote principal del santuario ha pronunciado las palabras encantadas; El falo sangrante, Goteando fresco de la carnicería clama por la hoja medicinal… Oh viento, infla mis velas; y que mi bandera corra al curso de aguas más amplias: El niño dentro de mí tiembla frente al elevado estante en la pared, El hombre dentro de mí se encoge ante el estrecho cuello de una calabaza; Y el canto, ya puras alas, sigue En su circuito de marfil detrás de los nubarrones, La ruta escurridiza de la serpiente emplumada…

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Venga el Trueno Ahora que la marcha triunfal ha entrado en los últimos rincones, Acuérdense, bailarines, del trueno entre las nubes… Ahora que la risa, partida en dos, cuelga trémula entre los dientes, Acuérdense, bailarines, del relámpago más allá de la tierra… El olor a sangre ahora flota en la niebla-lavanda de la tarde. La pena de muerte está al acecho por los pasillos del poder; Y una cosa grande temida arrastra ahora los cables del aire libre, Una nebulosa inmensa e inconmensurable, una noche de [aguas profundas— Un sueño de hierro sin nombre e irreproducible, un camino de [piedra. Las cabezas adormecidas de las vainas en tierras áridas lo atestiguan, Las casas abandonadas en el incendio forestal de este siglo lo [atestiguan: La multitud de ojos de mazorcas abandonadas en granjas [incendiadas lo atestiguan: Pájaros mágicos con el milagro del relámpago sobre sus plumas… Las flechas de Dios tiemblan en las puertas de la luz, Los tambores del toque de queda consienten un baile de muerte; Y lo secreto en su jadeo Amenaza con máscara de hierro La última antorcha prendida del siglo…

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Viva el Trueno ¿Qué le pasó al elefante?— Viva el trueno— El elefante, tetrarca de la jungla: Con un gesto de su mano Podría derribar cuatro árboles; Sus cuatro patas de mortero machacaron la tierra: Donde pisan, La hierba estuvo prohibida. ¡Ay! el elefante ha caído— Viva el trueno— Pero ya los cazadores están hablando de zapallos: Si comparten la carne déjenlos recordar el trueno. El ojo que mira hacia abajo verá seguramente la nariz; El dedo que encaja debería servir para metérselo en la nariz. Hoy — para mañana, hoy se vuelve ayer: Cuántos millones de promesas pueden llenar una canasta… Si no aprendo a cerrar la boca iré pronto al infierno, Yo, Okigbo, pregonero, junto a mi campana de hierro.

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Elegía para Tambor-hendido Con acompañamiento de maracas Condolencias…de nuestros labios hinchados cargados de condolencias: El fabricante de mitos nos acompaña Las maracas están aquí con nosotros condolencias de nuestro decir partido del tambor hendido condolencias una lengua llena de fuego una lengua llena de piedra— condolencias de los labios-gemelos de nuestro tambor partido en condolencias: la pantera ha parido una liebre la liebre se pone a brincar la pantera ha parido una liebre la pantera está por saltar— condolencias ahora en fuga bajo la carga de este siglo: el parlamento se ha tomado licencia los diputados están bajo fianza el parlamento está a la venta los votantes al acecho— condolencias para acariciar los párpados hinchados de los que [lloran el gabinete se ha ido al infierno las maderas están en llamas

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el gabinete que se vendió a sí mismo los ministros están ahora en la cárcel— condolencias oscilando ante el trono de hierro de un nuevo conquistador: el fabricante de mitos nos acompaña (la Garza vino y se fue) Okigbo nos acompaña el oráculo nos enciende el Búcero está ahí otra vez (el Búcero se ha bañado) Okigbo nos acompaña las maracas nos iluminan— condolencias con el milagro de la luz del sol en nuestras plumas: Ahora el General…ahora el General…mandamientos… ahora el General ahora el General ahora el General— condolencias de nuestros picos-gemelos y plumas de [condolencias: el General está cerca del trono una máscara de hierro le cubre la cara el General se los ha ganado a todos los morteros están lejos— condolencias para apaciguar la fiebre de un velorio entre tumbas [caídas el elefante ha caído los morteros han ganado el elefante ha caído ¿merece su destino? el elefante ha caído ¿podemos recordar la fecha?— Tanques de la jungla bombardean el último combate británico—

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el elefante devasta la jungla la jungla está poblada de serpientes la serpiente le dice a la ardilla yo voy a tragarte la mangosta le dice a la serpiente yo voy a mutilarte el elefante le dice a la mangosta yo voy a estrangularte el trueno tala los árboles abre un sendero el trueno los aplasta a todos — condolencias… El trueno que ha golpeado al elefante el mismo trueno debería llevar una pluma — condolencias un fabricante de rutas fabrica rutas la ruta se transforma en trueno ¿lo podemos azotar con una vara por talar un árbol? — [condolencias… El trueno que ha golpeado al elefante el mismo trueno puede dejar un moretón — condolencias: deberíamos olvidar los nombres deberíamos enterrar la fecha los muertos deberían enterrar a los muertos — condolencias desde nuestros labios morados del tambor vacío de [condolencias: tronco del árbol de hierro gritamos condolencias cuando rompemos, cáscaras de mar abierto gritamos condolencias cuando [temblamos…

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Elegía para Alto Con acompañamiento de tambores

y el cuerno ahora puede patear el aire despidiéndose aullando… Porque las águilas están a la vista: Sombras en el horizonte—

los ladrones están aquí en negros repentinos pasos de lluvias,

las águilas han venido otra vez, Las águilas llueven sobre nosotros—

de orugas—

los políticos están de vuelta en enormes pasos escondidos

de obús, de detonadores—

las águilas descienden sobre nosotros, Bayonetas y cañones—

los ladrones descienden sobre nosotros para despojarnos de nuestra risa, de nuestro trueno— las águilas han elegido su presa, Se han llevado a nuestras concubinas — los políticos están aquí en este baile de hierro de morteros, de generadores — las águilas de repente están ahí, Nuevas estrellas del alba de hierro; Entonces que el cuerno patee el aire despidiéndose aullando… Oh madre madre Tierra, desátame; que esto sea mi último testamento; que esto sea Del carnero el deseo escondido en la espada de la espada

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la secreta oración en la funda—

los ladrones están de vuelta en negros pasos escondidos de detonadores — porque más allá del estruendo de las tardes de sirenas, más

[allá de las caravanas; Más allá de las voces y de los días, de los ecos de las carreteras: [más allá de lo latente de nuestros aires disonantes; a través de nuestros ojos velados, a través de nuestro sueño cerrado, en nuestras identidades olvidadas, en nuestras imágenes rotas; más allá de las barras de los mandamientos y de los edictos, más allá de las tablas de [hierro, más allá de la legendaria paciencia del elefante, más allá de su busto de bronce inviolable; más allá de nuestras torres que se deshacen—

más allá del camino de hierro siguiendo a toda velocidad el

[mismo camino transitado—

el destello de un sueño queda ardiendo en una cueva, junto a los pájaros mortalmente heridos. Tierra, desátame; que yo sea el prodigio; que esto sea del carnero el último rezo antes del amarre…

una vieja estrella parte, nos deja aquí en la ribera

Mirando hacia el cielo la llegada de una nueva estrella; La nueva estrella aparece, anuncia su partida Frente a un ir y venir que sigue eternamente…

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Christopher Okigbo y América latina El primer acercamiento de Christopher Okigbo a la poesía en español se produjo entre 1960 y 1961, su primer año como asistente de bibliotecario en la Universidad de Nsukka en Nigeria. Pero Okigbo no fue asistente de nadie ese año: en realidad, fue el único bibliotecario del lugar. Algunos de nosotros, estudiantes de literatura, nos sentíamos felices de haber sido convocados por Okigbo —un amigo, por cierto— para preparar los pedidos de libros de literatura inglesa, francesa y norteamericana. ¡Qué época feliz: todo lo que nosotros recomendábamos, Okigbo lo pedía, siempre que fueran libros de tapa blanda! A medida que los encargos comenzaban a llegar, nosotros también íbamos recogiendo nuestros propios ejemplares. No pasó mucho hasta que la biblioteca —que contaba con una librería— y también nosotros, contrajéramos una gran deuda. Okigbo no tenía la disciplina del bibliotecario; se veía a sí mismo como un lector más, el lector más entusiasta. Trataba de leer casi todo lo que le interesaba de lo que pedíamos y prontamente, empezó a llevar sus volúmenes favoritos de literatura, arte y religión de la biblioteca a su vivienda en la universidad. En los primeros lugares de su lista, estaban los estudios de teatro clásico griego y latino, así como también los poetas nuevos que ya publicaban Penguin, Pelican, Grove Press y New Directions. La mayoría de estas ediciones, incluyendo todos los libros sobre literatura española, latinoamericana y francesa, se presentaba en formato bilingüe, con los poemas originales en verso y las traducciones inglesas en prosa. Incluso si Okigbo no leía ni escribía en francés o en español, tenía los conocimientos de latín suficientes como para seguir buena parte de los textos originales con ayuda de las traducciones. Okigbo llevaba una carpeta en la que guardaba transcripciones de los versos o de las frases de críticos que más

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le gustaban. Lamentablemente, usaba la misma carpeta para sus propios escritos y borradores. Corregía, enmendaba y borraba constantemente, no sólo sus propios borradores, sino cualquier frase garabateada que encontraba y guardaba. Solía mezclar dos o más versiones en una, luego volvía a separarlas o a insertarlas en otros fragmentos donde parecían encajar mejor o tener más sentido. La mayoría de estos borradores y fragmentos no llevaban título, ni fecha, ni nombre de autor, ni referencias de fuentes. Y como hacía tantas correcciones, a menudo, tenía que destruir las primeras para concentrarse en las últimas. De tanto corregir, Okigbo y sus fuentes ya no podían distinguirse. Así, la traducción de J.M. Cohen del poema de Miguel Hernández “El amor ascendía entre nosotros” se convirtió en “Love Apart”, y con revisiones y correcciones constantes, “Love Apart” terminó siendo la parte final de “Lament of the Lavender Mist,” la cuarta de las “Four Canzones” de Okigbo. Su temporada como bibliotecario en la Universidad fue breve. Dejó ese cargo para ocupar el de Representante de África del Oeste, en Cambridge University Press. Su residencia era la ciudad universitaria de Ibadan, de donde se había graduado en 1956. Allí reanudó el contacto con sus compañeros del movimiento literario y artístico Mbari y, a través de ellos, se vinculó con un círculo más amplio de escritores y artistas africanos. Su trabajo en Ibadan terminó en 1966. Primero, sobrevino el colapso del golpe militar del 15 de enero de 1966, que habría intentado liberar al líder yoruba Obafemi Awolowo (el Palinuro del “Lamento de los Tambores”). Luego, hubo olas de progromos anti-igbo en el norte de Nigeria, así como en ciertas zonas del oeste, y Okigbo se vio obligado a regresar a Enugu en tierra igbo. Cuando estalló la guerra entre Nigeria y Biafra en julio de 1967, Okigbo se unió al combate como oficial voluntario en el ejército de Biafra. Pero no fue el único en dar su vida por la causa de Biafra. Hubo centenares de jóvenes, hombres y mujeres, con espíritu patriótico, muchos

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de ellos profesionales y miembros de la universidad, que también combatieron y murieron por Biafra. Aunque en realidad Okigbo no estaba obligado a portar armas, lo hizo por su propia voluntad, y ese no fue su único gesto temerario en la guerra. Murió en combate cerca de la ciudad universitaria de Nsukka, en agosto de 1967. En reconocimiento a su valentía, fue póstumamente galardonado por su servicio, distinguido con la Orden de la República de Biafra. Si bien Christopher Okigbo comenzó a escribir poesía poco después de dejar la universidad y algunos de sus poemas se publicaron en la revista universitaria The Horn, nunca fue un escritor muy prolífico: era demasiado exigente y no muy organizado. Se sentía atraído por la obra de los poetas “modernistas” europeos y norteamericanos. En la práctica, Okigbo solía añadir fragmentos de una gran cantidad de textos de otros escritores y fuentes porque quería hacer, precisamente, lo que Eliot y Pound habían hecho con notoriedad: establecer un linaje y una tradición poética propia de un escritor de mundo. La revista Poetry fue la guía inicial de lo que se escribía y valoraba en el mundo modernista internacional. Presentó sin éxito dos secuencias de poemas a esa publicación; pero una reseña de Heavensgate hecha por (el entonces) LeRoi Jones sugería que la poesía de Okigbo, con sus numerosos ecos de los versos más conocidos de Eliot y de Pound, todavía no había encontrado su propia voz. La publicación de Límites en 196263 le dio mucho reconocimiento como poeta “modernista” africano, y él supo valorar la atención que se le prestaba. Comenzó a hablar con seriedad y audacia sobre su poética y sobre su misión, postura pública que lo llevó a rechazar el Premio de Poesía en el Festival Mundial de Artes y Culturas Negras en Dakar en 1966, manifestando —así como lo había hecho Countee Cullen en su momento— que no quería ser conocido meramente como un poeta “negro” o africano.

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Okigbo tiene una enorme cantidad de seguidores en África no solo como poeta y profeta, sino también por su posición nacionalista y, especialmente, por ser un héroe de Biafra. Sus palabras resuenan en muchos poetas, incluidos jóvenes afroamericanos que continúan evocando sus líneas y moldeando su propia personalidad poética a partir de la suya. Su reputación en la comunidad mundial es igualmente alta ya que muchos estudios poscoloniales de la literatura africana ven en su poesía, a veces con excesivo fervor, el sello de hibridación que conlleva la idea de un mundo posmoderno afín a dichos estudios. Sin embargo, su imagen cosmopolita significaba más un logro intelectual y cultural que una cuestión de popularidad internacional. No viajó mucho fuera de Nigeria, salvo a fines de los años 50 mientras se desempeñaba como funcionario del gobierno nigeriano. Sin embargo, desde el punto de vista intelectual y espiritual, Okigbo se sentía cómodo en el mundo moderno, particularmente en su relación con Latinoamérica. Creo que los ecos de poetas latinoamericanos en esta traducción serán entendidos (y con razón) por haberle permitido a Okigbo “tender su mano y tocar” un mundo de escritores con el cual solo podía relacionarse a través de una larga distancia temporal y espacial. Tomemos, por ejemplo, la alusión que hace Okigbo, en su “Lamento de los Tambores”, al líder yoruba Obafemi Awolowo, su Palinuro. El contexto literario es, por supuesto, la Eneida de Virgilio y la muerte accidental aunque fatal del gran marinero en la víspera de la culminación del largo viaje patriótico de Eneas. Pero Okigbo le da un giro argentino al poema al retomar la versión inglesa en prosa del poema de Silvina Ocampo “Palinuro Insomne”, que se encuentra en el Penguin Book of Spanish Verse de Cohen. Okigbo prefiere los “inconstant dolphins” de Cohen a los “flickering dolphins” de Dudley Fitts, para su “Lamento de las Hermanas Silenciosas”. Fue también de Cohen que Okigbo tomó la frase “seaward

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face”en Límites de Sirena. (“Sea-ward” es una mala transcripción de “sea-weed”, que aparece en el verso anterior, en el texto de Cohen.) Los lectores argentinos familiarizados con Ocampo quizás reconozcan frases de Silvina en esta traducción de los poemas de Okigbo. Es importante para esos lectores saber que a Okigbo también lo seducía el cosmopolitismo cultural de los escritores argentinos de esa época (liderados por la hermana de Silvina, Victoria Ocampo) que homenajeaban a poetas no europeos como Rabindranath Tagore, cuya trayectoria anterior y posterior al Premio Nobel, Okigbo siguió de cerca. Esta traducción de los poemas de Okigbo, estoy seguro, va a dar testimonio de sus conexiones estilísticas y temáticas con escritores latinoamericanos, especialmente en lo que hace al naturalismo y al neopaganismo que marcaron cierto distanciamento de Latinoamérica respecto del viejo continente. Esta traducción de la poesía de Okigbo requiere que se le preste atención a una sustancial (aunque reconocida) deuda con la poesía mexicana: la secuencia Distancias, publicada en 1964, está íntimamente relacionada con el poema de Bernardo Ortiz de Montellano “Segundo Sueño” (“Second Dream” en inglés), editado en 1942 y reeditado en 1947 en la edición bilingüe Anthology of Contemporary Latin American Poetry, a cargo de Dudley Fitts. En sus “Apuntes después de la anestesia”, Ortiz de Montellano describe cómo “una máscara de cloroformo, verde y olorosa a éter” cae sobre su “cuerpo angustiado, horizontal, sobre la mesa de operaciones erizada de signos”. (“Ether” no aparece en mi Concordancia de los poemas de Christopher Okigbo porque mantengo el error de transcripción o de imprenta — ignorado por los correctores— que cambió “ether” por “either”: “camphor iodine chloroform / either sting me in the bum,” v.67-68). Okigbo también describe su poema, en su “Introducción a Laberintos”, como un texto “escrito después de su [sic] primera experiencia de anestesia general”. No hay duda alguna de que Okigbo no sólo sabía de

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la existencia de este “Segundo Sueño”, sino que tuvo acceso al poema. A juzgar por la numerosa cantidad de frases presentes en los poemas de Okigbo y en la traducción en prosa de la antología de Dudley Fitts, hubo algo más que un uso ocasional de esta última durante la larga gestación de Distancias. Por cierto, el famoso estribillo del poema “Fui el único testigo de mi regreso” es una ligera variación del de Ortiz de Montellano: “Soy el último testigo de mi cuerpo”. Okigbo debe de haber leído también las “Notas biográficas y bibliográficas” de Fitts sobre Ortiz de Montellano, según las cuales el poeta mexicano buscaba “trazar la relación entre fetichismo y surrealismo contemporáneo…” “De hecho, continúa Fitts, su sondeo de la mente y del contenido de la conciencia produce un tono lo suficientemente parecido al de T.S. Eliot como para hacer de él un traductor ideal del poeta anglo-norteamericano, y no nos sorprende que haya publicado una versión de Ash Wednesday en 1938.” En muchos sentidos, Christopher Okigbo era muy latino, en sus modos y en su métrica. Virgilio fue su primer y último amor, y en su corta vida de escritor, intentó componer en un estilo pastoral verdaderamente virgiliano en vez de hacerlo en el verso heroico inglés. Okigbo pasaba muchas horas procurando que sus sílabas inglesas acentuadas se aproximaran al verso escandido de la poesía lírica latina. Desplazaba versos o agregaba espacios y guiones a fin de que su escritura se asemejara al ritmo del latín que estaba en su cabeza. Su mecanógrafo no tenía idea de lo que sucedía y se sentía muy frustrado al mecanografiar una y otra vez las mismas palabras, cuando los únicos cambios consistían en la posición vertical de la primera palabra de cada verso. Y si bien el resultado final le gustaba mucho (Okigbo leía sus poemas en voz alta a quienes lo visitaban), se podía escuchar el metrónomo dactílico palpitando su tiempo implacable en su sien. Leía sus propios poemas en inglés e igbo sin gracia, pero sus fragmentos latinos, impecablemente.

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Christopher era además católico y romano. El latín era la lengua de sus primeros rituales religiosos. Sus sentimientos religiosos más profundos se expresaban en frases litúrgicas católicas tradicionales y en oraciones al uso del Antiguo Testamento, sobre todo en la veneración de la Virgen Madre. Puerta del Cielo es un poema de la secuencia pascual transformada en una súplica a la Madre Idoto. Catolicismo significaba bautismo, confesión y salvación. Detrás de Idoto, patrona elegida, estaba la Virgen María, no una Musa, sino la Reina misma: la Mediadora de todas las gracias. El “Audi et exaudi” y el “Miserere” con los que concluye el primer movimiento de ese poema —el primer gran poema que escribe— son una súplica abreviada del antiguo canto ritual católico, “Obsecro te, Domina Sancta Maria Mater Dei”: “Audi et exaudi me dulcissime Virgo Maria, Mater Dei, et misericordiae.” Es que la Pascua, en cuanto liturgia, le ofrecía a Okigbo una estructura formal de palabras y de gestos con los cuales pudo empezar a expresar sus ritos paralelos. Su infancia católica y su formación en literatura clásica se combinaron en su celebración de la secuencia pascual iniciada el Viernes Santo, con un lustro romano pagano y un ritual igbo de iniciación y de consagración que pide el sacrificio de “una gallina blanca en la mitad de su gestación”. Por lo demás, el indigenismo fue su lengua vernácula, como lo fue también en esa especie de filiación intercultural propia de la vida y del pensamiento hispanoamericanos de fines del Siglo XIX y comienzos del XX.

Prof. Michael J.C. Echeruo

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Puerta del cielo

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LĂ­mites

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Distancias

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Postdata. Camino del Trueno

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Christopher Okigbo y AmĂŠrica latina Prof. Michael J.C. Echeruo

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Junto con el dramatugo Wole Solyinka, y el narrador Chinua Achebe, Christopher Okigbo, poeta, forman el trío más relevante de escritores de la literatura nigeriana del siglo XX. Okigbo nació en 1930, en el pueblo de Ojoto. Asistió al University College de Ibadan, para estudiar medicina, pero en el segundo año decide pasarse a literatura clásica. Por ese tiempo, siendo un dotado pianista, colabora con Solyinka en actuaciones en vivo. Comenzó a publicar su obra en 1956, en la prestigiosa revista Black Orpheus. Es autor de Limits (1964), Silences (1962–65), Lament of the Masks (que conmemora el centenario del natalicio de W. B. Yeats, 1964), Dance of the Painted Maidens, además de Path of Thunder (1965–67), aparecido póstumamente en 1971, donde se incluye Labyrinths, su trabajo con mayor reconocimiento. Durante los últimos años de su vida, promovió la independencia de Biafra. Murió en 1967.



Mangos de Hacha | Poesía

Truong Tran, Polvo y conciencia Lu Chi, Wen Fu, Sobre el arte de las letras Robert Creeley, Pedazos Charles Olson, Los poemas de Maximus Ronald Johnson, Maleza de luz. Antología poética Eduardo Milán, Donde no hay Antología Poética, Renacimiento de la poesía inglesa Christopher Okigbo, Puerta del cielo



Si bien Christopher Okigbo comenzó a escribir poesía poco después de dejar la universidad y algunos de sus poemas se publicaron en la revista universitaria The Horn, nunca fue un escritor muy prolífico: era demasiado exigente y no muy organizado. Se sentía atraído por la obra de los poetas “modernistas” europeos y norteamericanos. En la práctica, Okigbo solía añadir fragmentos de una gran cantidad de textos de otros escritores y fuentes porque quería hacer, precisamente, lo que Eliot y Pound habían hecho con notoriedad: establecer un linaje y una tradición poética propia de un escritor de mundo.

ISBN: 978-607-96406-9-9

Profesor M.J.C. Echeruo


Puerta del cielo de Christopher Okigbo se terminรณ de imprimir en 2015, con un tiraje de 2,000 ejemplares.


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