#42 Duelo (2a parte)

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Publicación Gratuita ISSN: 2007-3119

Abril-Mayo-Junio 2018, Año 10 Número 42

Revista oficial de la uanl a través de la Facultad de Psicología


No. 42

Una publicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León Ing. Rogelio Guillermo Garza Rivera Rector M.A. Carmen del Rosario de la Fuente García Secretaria General Dr. Juan Manuel Alcocer González Secretario Académico Dr. Celso José Garza Acuña Secretario de Extensión y Cultura Lic. Antonio Ramos Revillas Director de Publicaciones Dr. Álvaro Antonio Ascary Aguillón Director de la Facultad de Psicología Mtra. Magaly Cárdenas Rodríguez Subdirectora Académica Mtra. Nora Isela Macías Nuñez Subdirectora Administrativo Dr. Guillermo Vanegas Arrambide Subdirector de Proyectos Educativos y Asistenciales

“Duelo (parte 2)” CONTENIDO EDITORIALES: 1- “Carta del editor” Por Mtro. Omar Méndez Castillo 2- “La despedida de papá” Por Dr. Ernesto Colomo Magaña 4- “La melancolía como síntoma del malestar social” Por Walter García TEMA CENTRAL: 8- “Desaparecidos, la imposibilidad de poder morir” Por Mtro. Eduardo Azamar Rosario 12- “Trabajo de Duelo” Por Nora J. Ortega López

Dr. José Cruz Rodríguez Alcalá Subdirector de Posgrado

LA ENTREVISTA:

Dr. Carlos Sánchez Sosa Subdirector de Investigación

14- “Entrevista a Fundación Elisabeth Kübler-Ross” Por Equipo Sui Generis

Mtro. Omar Méndez Castillo Director y Editor responsable Iris Reyes Escobedo Co-editora responsable Luis Orlando Coronado Alonso Jefe de redacción Christian Alanis Contreras Ivan Guerrero Vidales José Vieyra Rodríguez Baruch Martínez Comité editorial Nelly Deyanira Garza García Axel Alejandro Herrera Salazar Veronica Lorena Hernandez Ribbon Equipo de Redacción Ramiro Ruiz Castillo Diseño Alfredo Rodríguez 'Jarch' Diseño de Portada

DOSSIER: 17- “De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens” Por Leny Andrade Villa MAKTUB: 23- "El día que decidí dejarte de amar" Por Jorge Curiel 23- “Querido olvido” Por Jorge Curiel EN CONSTRUCCIÓN 24- “Diecisiete tesis sobre desaparición forzada” Por Baruch Martínez Treviño

SUIGENERIS SUI GENERIS, Año 10, Nº42, Abril, Mayo, Junio 2018. Es una publicación trimestral, editada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, a través de la Facultad de Psicología. Domicilio de la publicación: Dr. Carlos Canseco y Mutualismo No. 110, Colonia Mitras Centro, Monterrey, Nuevo León, México, C.P.64460. Teléfono: +52 8183 33 7859 ext. 510. Fax. +52 81 83337859. Editor Responsable: Omar Méndez Castillo. Reserva de derechos al uso exclusivo No. 04-2010-030514053000-102. ISSN 2007-3119 ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Licitud de Título y Contenido No. 14,927 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro de marca ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial: II83057. Impresa por: EDIREY, Narciso Mendoza 4024, Col. Niño Artillero, Monterrey, Nuevo León, México. Fecha de terminación de impresión: 30 de Junio de 2018, Tiraje: 1,000 ejemplares. Distribuido por: Universidad Autónoma de Nuevo León, a través de la Facultad de Psicología, Carlos Canseco y Mutualismo No. 110 Colonia Mitras Centro, Monterrey, Nuevo León, México, C.P.64460. Las opiniones y contenidos expresados son responsabilidad exclusiva de los autores. Prohibida su reproducción total o parcial, en cualquier forma o medio, del contenido editorial de este número. Impreso en México Todos los derechos reservados © Copyright 2016 suigeneris.fapsi@uanl.mx


Editoriales Carta del editor Por Mtro. Omar Méndez Castillo

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as pérdidas se relacionan con el dolor, con la tristeza, implican misterio e incertidumbre, confirman la certeza de que algo o alguien no está y que, al no estar, se extrañe, se eche de menos y que justamente, todo eso, devenga en un proceso quizás largo, quizás sinuoso, quizás difícil y entre todo, muchas veces desconocido. Dicho proceso ha sido nombrado de muchas maneras desde diversas teorías/ciencias/ conocimientos, sin embargo, convergen en que ese proceso es un combate, un enfrentamiento, una disputa, un encuentro, un duelo. El duelo se dimensiona de manera intrínseca con la metáfora de la muerte, con el acercamiento a la espiritualidad y con lo cruel de la realidad, con esa realidad que nos ha tocado, nos toca o nos tocará, de manera inevitable; en este

sentido la lectura sobre el duelo es la invitación hacia el conocimiento teórico y académico de un hecho que sin ser vivencial, desatará la empatía, el temor y el análisis sobre los recursos psicológicos para el afrontamiento de las pérdidas y los procesos de duelo. El duelo es el tema que abordamos, por segunda edición, en nuestra revista Sui Generis, considerando que, al ser un tema descriptivo, teórico y vivencial, tuviera un interés mayoritario, así fue. Recibimos grandes y variadas aportaciones, mismas que provocaron que se elaborarán dos tomos en torno al tema y que culminarán en el ejemplar que usted tiene entre sus manos. Referencia de imagen: Metamorfosis [Dibujo]. (s.f.). Recuperado de https://i.pinimg. com/564x/e6/a2/60/e6a26018b3372ba950612a8f00f7b5c9.jpg

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Editoriales: La despedida de papá

La despedida de papá

Por Dr. Ernesto Colomo Magaña ernesto.c.magana@hotmail.com Twitter: @ErnestoColomo

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abía que el tiempo, ese compañero impasible en la vida, no jugaba a su favor. Pronto debería partir, dejar atrás esta vida y lo que más quería en ella, su pequeña Alma. No siempre hay explicación para todo. A veces la rueda de la fortuna decide escogerte sin más. Ni un mal hábito, ni un riesgo concreto. Simplemente estar vivo es suficiente motivo para poder contraer un cáncer. Los médicos le confirmaron que la metástasis se había propagado por los principales órganos. Ya no había más que hacer. Decidió agradecer el esfuerzo y abandonar el tratamiento. Quería marcharse entre los suyos, cerca de los que le seguían dando motivos para sonreír. Cercana ya su partida, decidió emplear las pocas fuerzas que le restaban en pasar unas horas con Alma. La pequeña, decidió escoger la playa como destino. Pocas cosas se pueden comparar a la paz que produce ver y oír las olas del mar. Padre e hija tenían ante sí la inmensidad del cielo y del mar, tocándose en un horizonte infinito de tonalidades azules. La libertad embriagaba con aroma a sal el lugar. Allí, la eternidad se antojaba un deseo ferviente por alcanzar. Alma se agarró a la mano de su padre. Clavó sus ojos en su progenitor mientras dibujaba una tímida media luna en su rostro. Pocas cosas hay más valiosas que la alegría de una sonrisa, la

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ilusión de una mirada o el amor de un abrazo. Alma hablaba sobre nubes con forma de escalera que se perdían en el cielo. Él no apartaba la mirada de aquella bella criatura. Hacía tanto que no se sentía tan vivo. Justo antes de marcharse, Alma tiró con fuerza de su padre y le condujo tras de sí. Algo había llamado su atención en la orilla. Se agachó con cautela y observó la arena con detenimiento. Una caracola yacía a sus pies. La cogió con delicadeza y recuperó la verticalidad. Sus ojos, brillantes como estrellas, no paraban de recorrer el laberinto en espiral de aquella concha. La pequeña no preguntó qué era, sólo quería saber para qué servía. Para Alma no era importante el origen, si no lo que podía llegar a ser. Sabedor de su curiosidad, su padre intentó impresionarla. Se sumergió en las profundidades de sus conocimientos, buscando recuerdos sobre las caracolas. Conocedor de su desmesurado interés, le dijo que estas son las guardianas del sonido del mar. Su asombro no se hizo esperar. El padre cogió su mano, donde reposaba la concha marina, y la acercó a su oído. Una sonrisa brotó en su pequeño rostro. Llevó su dedo índice a los labios y cerró los ojos. El tiempo pareció detenerse mientras la pequeña permanecía embelesada a pocos metros del mar. Alma le tendió la caracola y le animó a que probara. Una sensación de paz invadió sus sentidos. Se colocó de rodillas y permaneció con los ojos cerrados. Aun con miedo a perder la magia del momento, decidió dirigirse a su hija con todo el cariño del mundo.


Editoriales: La despedida de papá

- Debes aprender a creer en ti misma Alma. Al igual que la caracola, puedes saber tus limitaciones, pero también conoces tu potencial. Si a pesar de ser tan diminuta es capaz de guardar el sonido del mar, imagínate todo lo que tú puedes llegar a hacer. Todo depende del deseo y esfuerzo que pongas en ser tu mejor versión. Debes hacer como ella y nunca olvidarte de lo que eres capaz. Acarició la mejilla de la pequeña y suspiró. El dolor y el aliento de la muerte flanqueaban su horizonte, por lo que decidieron marcharse. Dejaron allí la caracola. Alma pensaba que ese tesoro debía ser compartido. El regalo de oír el mar no puede ser propiedad solo de algunos. La posibilidad de ser mejores, tampoco. Apenas unos días después, su luz se apagó. La muerte le sorprendió soñando con su pequeña jugando en la playa. Falleció dulcemente abrazado por el calor de ese recuerdo. Pese a que el dolor por la pérdida de su padre quemaba en el corazón de la pequeña, su recuerdo inundaba de cariño cada despertar. Una breve carta, escrita justo antes de partir, se convirtió en la lectura diaria que Alma hacía cada mañana al despertar. Era la mejor forma de seguir junto a su padre y poder cumplir con cada uno de los consejos que le dejó. Un nuevo amanecer la traía del mundo de los sueños al de los vivos. Cogió la cuartilla, amarillenta y arrugada por el tiempo, y empezó a leer. «Tengo que marcharme pequeña, pero nunca dejaré de estar a tu lado. Recuerda siempre estas palabras. Busca el equilibrio en todo lo que hagas porque los extremos nunca son buenos y te llevarán

a fracasar. Cuida y da cariño a tu alma, es el mayor tesoro que tienes y se merece el mejor de los tratos. Nunca dejes de ser tú misma siempre que sea algo bueno para el mundo, ya que no puedes ser feliz si actúas y vives como otra persona. Realmente hay personas que merecen la pena en la vida, no permitas que se marchen. No dejes de luchar por lo que sueñas. Aunque rendirse sea la opción fácil, la vida es para los valientes, sólo así podrás cambiarte a ti misma para después transformar el mundo. Valora el brillo en los ojos de las personas porque no siempre hay que convertir en palabras lo que se siente. Aprecia los pequeños detalles que son los que guardan la magia de la vida. Aprende también a leer los silencios, porque suelen atesorar las verdades más profundas. No dejes de contemplar el cielo, el mar y las estrellas; es un regalo que merece ser disfrutado a diario. Llora siempre que lo necesites, pero intenta que sea de alegría. No hay lágrimas más dulces que las que se mezclan con una sonrisa. Recuerda que nunca sabes cuándo llegará el final, así que aprovecha cada segundo para vivir con amor. Disfruta cada día como si fuese el último y haz felices a los que te rodean. Vive como si no hubiera mañana y sueña como si fueses eterna. Y nunca dejes de tener la gratitud de sonreír. ¡Brilla con toda tu luz! Siempre estaré contigo, en tu corazón. Te quiero cariño.» Dejó el papel en la mesita de noche y saltó con energía de la cama. Tocaba vivir un nuevo día, tocaba brillar de felicidad.

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Editoriales: La melancolía como síntoma del malestar social

Sobre el autor: Ernesto Colomo Magaña Doctor en Educación. Máster en Cambio Social y Profesiones Educativas. Licenciado en Pedagogía y Diplomado en Magisterio. Profesor en Universidad Internacional de Valencia. Autor de diversas publicaciones (artículos, libros, capítulos de libros y comunicaciones) en temas como la educación en valores y la pedagogía de la muerte. Referencias de imágenes: Angel llorando. [Imagen]. (sf). Recuperado de: https://de.pinterest. com/explore/dictionary-of-symbols/ Arbol torcido. [Imagen]. (2017). Recuperado de: https://wall. alphacoders.com/big.php?i=672336&lang=Spanish Hombre tocandose la cabeza. [Imagen]. (2017). Recuperado de: http:// www.espacioacupuntura.com/la-acupuntura-otro-abordaje-sobre-lossintomas-de-la-fibromialgia/ Carta. [Imagen]. (s/f). Recuperado de: http://www.proyectum. lat/2016/07/27/cuatro-pasos-para-crear-un-caso-de-negocio/

La melancolía como síntoma del malestar social Por Walter García

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a depresión es un cuadro que afecta a más de 300 millones de personas alrededor del mundo (Organización Mundial de la Salud, 2017). El diagnóstico de depresión que emana de referentes como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales se fundamenta en la presencia de una determinada cantidad de manifestaciones sintomáticas a lo largo de un periodo de tiempo, algo que, si bien tiene ventajas en el diagnóstico y el tratamiento médico, trae consigo diversas problemáticas en el orden de lo subjetivo y lo social (Infante, 2011). El diagnóstico de depresión (así como el de numerosos trastornos mentales) da primacía a factores neurobiológicos, dejando a menudo sin lugar a la subjetividad. Por otro lado, la melancolía, término utilizado desde la antigua Grecia, evoca no solamente el estado de tristeza profunda que hoy se diagnostica como depresión, sino que porta también con el poder evocativo de una condición existencial, esto es, algo ligado íntimamente con la subjetividad y el lugar del sujeto en relación con el otro. En

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este texto exploro la idea de la melancolía en una de sus manifestaciones contemporáneas, no únicamente como un estado de tristeza profunda, sino como un síntoma del malestar de la cultura contemporánea de consumo. Tradicionalmente, la melancolía se ha entendido como un estado de humor asociado con sentimientos de decaimiento y tristeza profundos. Darian Leader (2011), distinguiendo a la neurosis de la melancolía, apunta que en la primera los sujetos cargan con sentimientos de insuficiencia en el orden del tener (apariencia, trabajo, posesiones, etc.), mientras que en la melancolía la queja es del orden del ser, una problemática existencial en que el núcleo mismo del sujeto es percibido como algo malo e indigno que lo llena de un sentimiento de culpa. Para Lacan, el melancólico es aquel sujeto que es culpable «de la única culpa justificable en psicoanálisis» (Kehl 2011, p.92), que es ceder en la vía del propio deseo. El deseo en psicoanálisis es siempre deseo de otra cosa, y por definición es inconsciente. El deseo está dado por una falta que no es saciada, de manera que los humanos somos seres siempre en falta. Del mismo modo, la falta, y por tanto el deseo, es estructuradora de la subjetividad, de manera que la relación del sujeto con su deseo determina los modos de vinculación con el Otro (y viceversa). En este sentido, el compromiso con el propio deseo equivale a asumir la propia


Editoriales: La melancolía como síntoma del malestar social

subjetividad, mientras que ceder en el deseo puede compararse con un acto de traición hacia lo que uno mismo es. Rita María Kehl (2011) escribe que “la culpa de ceder en su deseo supone una condición subjetiva particular (…): la condición de que la verdad del sujeto esté en desacuerdo con lo que su medio social estableció como «el bien»” (p.94). La culpa del melancólico, su percepción de sí mismo como malo e indigno, está enraizada en el hecho de que su propio deseo esté en contra de aquello que la sociedad concibe como «el bien». La misma autora apunta que, en las épocas previas a la modernidad, el bien y el deseo del sujeto no necesariamente eran incompatibles, pues el sentimiento de pertenencia a una tradición daba sustento al deseo mismo del sujeto, dándole un lugar en el mundo. Actualmente vivimos en tiempos que han sido descritos como «líquidos» (Bauman, 2015) e «hipermodernos» (Lipovetsky, 2016). Una de las principales características que estos autores adscriben a esta época es la de la importancia que en la sociedad contemporánea tiene la individualidad, la cual ya no es solamente un ideal, sino, como señala Zygmunt Bauman (2015), “una tarea que la propia sociedad de individuos fija para sus miembros” (p.31). Este auge de la individualidad es resultado de la progresiva pérdida de la posición del ser humano en su universo simbólico a lo largo de la historia. Ante la pérdida de certezas absolutas, el individuo se ve forzado a colocarse como centro de su propio universo referencial. A falta de un Otro

que dé cohesión al discurso intersubjetivo, hoy vemos como consecuencia el debilitamiento de los lazos sociales y la pérdida de sentido. Durante la Edad Media, la cohesión social estaba dada a través de un discurso principalmente religioso, en que el Otro (Dios) exigía de sus fieles devoción y actos de fe (incluyendo actos de contrición) para ser salvos. Actualmente, el dios del monoteísmo ha perdido parte de su presencia y poder simbólico, pero esto no significa que el Otro haya desaparecido de nuestras vidas, manifestándose ahora de formas más variadas y atractivas, pero menos explícitas. Otra diferencia radica en lo que éste exige de los sujetos: ser individuos autónomos, ver, tocar, comprar, consumir. Como señala Kehl (2011), «lo que el otro exige del sujeto contemporáneo es que él goce, y mucho» (p.111). Esta exigencia se traduce como una tendencia hacia el exceso, aquello que desborda y que no tiene límite, de manera que el sujeto se transforma a su vez en objeto de goce del Otro. El sujeto desaparece para hacerse objeto. Abriré aquí un paréntesis para abordar un punto relacionado con esto. Como se ha señalado, las condiciones sociales se han transformado radicalmente desde los tiempos en que Freud formuló la teoría psicoanalítica. Esto implica necesariamente un cambio en la manera en que los síntomas clínicos se manifiestan en la actualidad. El psicoanalista italiano Massimo Recalcati distingue entre dos modelos de la clínica psicoanalítica: la «clínica de la falta», basada primordialmente en la neu5


Editoriales: La melancolía como síntoma del malestar social

rosis, y la «clínica del vacío», que corresponde a los llamados «nuevos síntomas». La clínica de la falta parte de la estructuración del sujeto alrededor de una falta que configura su deseo; la clínica del vacío, por otro lado, habla acerca de una inconsistencia subjetiva producto de la disociación de la falta y el Otro. Esto trae como consecuencia estructuras subjetivas que no presentan síntomas clásicos de las neurosis, sino estados de angustia que no pueden ser puestos en palabra (Recalcati 2003, pp.12-13). Como ejemplo de estas estructuras subjetivas, podemos mencionar la «personalidad normótica» que describe Christopher Bollas (1991). El sujeto normótico es, de acuerdo con este autor, alguien «anormalmente normal», alguien que ha logrado separarse de su subjetividad y los malestares que conlleva, resultando en una persona» demasiado estable, segura, tranquila y socialmente extravertida» pero que «se desinteresa de la vida subjetiva» (p.168). El normótico se apasiona por los datos y por los objetos, pero no como herramientas o instrumentos para la creatividad, sino solamente como cosas que no implican trato personal ni afectos profundos, así como él mismo se siente seguro formando parte de círculos o agrupaciones donde el trato sea impersonal y superficial. Naturalmente, esta descripción es un hombre de paja que no describe la realidad absoluta de personas reales, pero sirve como punto de referencia para el tipo de individuo que es ideal en la sociedad de consumo: alguien que se ha desconectado de su subjetividad, y por tanto de su deseo, y que se vuelca sobre los objetos del mundo para ser como ellos. Los sujetos de la sociedad de consumo no necesitan forzosamente entregarse al consumismo, entendido como la compra y utilización de productos o servicios. Kehl (2011) escribe que un rasgo distintivo de la sociedad de consumo «no es el hecho de que todos compren incesantemente (…) sino que todos estén de acuerdo con la idea de que el sentido de la vida social es dado por el consumo» (p.114). Es de esta manera como el imperativo de gozar no se circunscribe solamente a una acción, sino a toda una posición 6

subjetiva en que se coloca al consumo y la objetivación como ideales a alcanzar. Es desde esta posición que se desubica el sujeto melancólico de la sociedad contemporánea. La melancolía, como se señaló en un principio, está tradicionalmente asociada con un estado profundo de tristeza. Su transformación en la depresión psiquiátrica ha traído como consecuencia que el malestar subyacente a esta tristeza no pueda ser colocado en palabras, gracias a la intervención de psicofármacos que permiten paliar sus síntomas y devolver al sujeto a la «normalidad». En la sociedad de consumo, la queja existencial que invade al sujeto melancólico, su juicio de sí mismo como indigno y malo, está ligado con su incapacidad para responder al imperativo de gozar que rige a la sociedad. El melancólico es aquél sujeto que no puede gozar como los demás. Aquí se revela la otra cara de la


Editoriales: La melancolía como síntoma del malestar social

melancolía como síntoma, mostrándose como una expresión de un malestar inconsciente. El melancólico está desubicado respecto al imperativo de gozar que impone el Otro, y esta desubicación trae un sentimiento de abandono y sinsentido. La culpa que embarga al sujeto melancólico no es ya la culpa de ceder en su deseo, sino de no estar alineado con la idea de bien que sostiene la sociedad de consumo. El melancólico es culpable de no gozar lo suficiente. Sin embargo, esta desubicación abre la posibilidad al sujeto para asumir su propio deseo. El discurso del consumismo pone a nuestra disposición medios cada vez más efectivos de goce, los cuales nos vemos impelidos a adquirir y consumir (Infante, 2011). Esta situación crea efectivamente una sociedad en que la falta deja de estar presente debido a que estar en falta equivale a colocarse en una posición en que se revela la propia vulnerabilidad, la propia incapacidad para gozar como los demás «individuos». Sin embargo, y como apunta Bauman (2015), «cuando la individualidad es un «deber universal» (…) la única acción que haría a alguien diferente y auténticamente individual sería que intentase no ser un individuo» (p.28). En nuestro contexto, esto equivale a decir que, cuando la sociedad establece la individualidad como imperativo, el verdadero movimiento hacia la individualidad es a través del no-ser como los demás individuos, no buscando la individualidad. Lo mismo puede decirse del imperativo de gozar. A pesar de que no es posible pasar por alto el hecho de que los tratamientos farmacológicos responden a necesidades reales de salud mental, la crítica que numerosos autores han hecho de este abordaje en la depresión y otros trastornos (Infante, 2011; Kehl, 2011) es necesaria, pues pone en evidencia las implicaciones sociales e individuales de las intervenciones que no dan un lugar a la subjetividad. El silenciamiento de la subjetividad a través de una saciedad indiscriminada, así como el imperativo a convertirnos en individuos autónomos cuyo valor es medido en cuánto puede uno consumir, es un peligro constante no solamente para la salud mental, sino para vida humana en la Tierra.

La labor del profesionista de la salud mental no radica únicamente en el diagnóstico y el tratamiento, sino también (entre otras cosas) en el ejercicio de reflexionar acerca de las nociones mismas de salud, enfermedad y normalidad. Las condiciones sociales no son las mismas hoy que en tiempos de Freud. Vivimos hoy en tiempos más complejos, y el reto del presente es abordar desde su misma complejidad a aquellos fenómenos y problemáticas que nos convocan, intentando comprender cómo nosotros, siendo sujetos, estamos constituidos desde lo biológico, lo psíquico y lo social. Pero, sobre todo, que también hay algo de irracional en nosotros que clama por un lugar en nuestra vida. Sobre el autor: Walter García Químico Bacteriólogo Parasitólogo por la Facultad de Ciencias Biológicas de la UANL y actualmente es estudiante de sexto semestre en la Facultad de Psicología de la UANL, trayectoria clínica psicoanalítica. El autor ha escrito acerca de temas relacionados con el esoterismo, religión y espiritualidad, apareciendo en publicaciones internacionales. Referencias de imágenes: Botticelli, S. (1496). La abandonada [Pintura]. Roma, Palacio Pallavicini-Rospigliosi. Munch, E. (1896). Melancolía [Pintura]. Bergen, Museo de Arte de Bergen. Van Gogh, V. (1890). En las puertas de la eternidad [Pintura]. Otterlo, Museo Kröller-Müller. Bibliografía: Bauman, Z. (2015). Vida líquida. México: Espasa/Paidós. Bollas, C. (1991). La sombra del objeto: Psicoanálisis de lo sabido no pensado. Buenos Aires: Amorrortu Editores. Infante, D.P. (2011). Psiquiatría, ¿para qué y para quién? En: S. Fendrik y A. Jerusalinsky (eds.), El libro negro de la psicopatología contemporánea (pp.121-133). México: Siglo XXI. Kehl, M.R. (2011). La actualidad de las depresiones. En: S. Fendrik y A. Jerusalinsky (eds.), El libro negro de la psicopatología contemporánea (pp.85-125). México: Siglo XXI. Leader, D. (2011). La Moda Negra: Duelo, melancolía y depresión. México: Sexto Piso. Lipovetsky, G. (2016). De la ligereza. Barcelona: Anagrama. Organización Mundial de la Salud. (2017). Depresión: nota descriptiva. Disponible en: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs369/es/ Recalcati, M. (2003). Clínica del Vacío: anorexias, dependencias, psicosis. Barcelona: Editorial Síntesis.

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Temática central:

Desaparecidos, la imposibilidad de poder morir Por Mtro. Eduardo Azamar Rosario

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n México, desafortunadamente ya no es raro hablar de desapariciones, de fosas clandestinas con cientos de cadáveres, de cuerpos olvidados, de la violencia ejercida tanto por el estado como por grupos delincuenciales, y si bien dicho fenómeno no es nuevo, no podemos dejar de puntuar que en los últimos doce años la violencia en nuestro país ha dejado más víctimas que las contabilizadas en un campo de batalla. Es evidente que el tema de las desapariciones es ya un asunto harto tratado, pero considero que nunca será suficiente hablar de lo que merece no ser callado, por un lado, podemos llevarnos la vida intentando descifrar el enigma del «¿dónde están?» y por el otro, como muchos, voltear la mirada y hacer como si en nuestro país no pasara nada. Mi intención en este escrito si bien no es esta última, tampoco estoy aquí para dar claridad sobre la ubicación de tantos y tantos que al parecer se han esfumado, sujetos que por su condición de desparecidos nos dejan en la incertidumbre de saber si están vivos o si han muerto, mi pregunta se centra en la imposibilidad de poder morir. Cuando hablamos de la muerte, hablamos de la pérdida, del lugar que ese sujeto dejará vacante, vacante que a diferencia de la postura que tiene Antígona, por ejemplo, con respecto a la pérdida y al reemplazo que se podría efectuar de un hijo o un esposo mas no de la de su hermano, nunca podrá ser llenada; el sujeto perdido, en estos casos desaparecido, deja una marca imborrable en el otro quien lo busca, el deseo de verlo con vida en ocasiones es sustituido por el deseo de un cadáver, de un cuerpo que por fin ponga un alto a la incertidumbre en la que se vive, los significantes de la vida y de la muerte se fracturan, la muerte se vuelve el significante que ronda el día a día de los sujetos en duelo, un duelo sin cuerpo.

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Freud nos dice en el texto de 1926 Inhibición, síntoma y angustia que «el duelo se genera bajo el influjo del examen de realidad, que exige categóricamente separarse del objeto porque este ya no existe más» (Freud, 1992, pág. 160). Retirar la libido del objeto, la investidura que le hemos dado a dicho objeto, en el caso de los desaparecidos es inviable, el examen de realidad falla, el objeto categóricamente no ha dejado de existir simplemente se encuentra ausente: ni vivo ni muerto. Los rituales funerarios sirven al sujeto para poner a prueba este examen de realidad, las ceremonias luctuosas ayudan a los deudos a desasirse del sujeto en tanto que dicho sujeto ha muerto, la pérdida se vive entre la negación y el examen de realidad, la presencia del cuerpo y los rituales de separación posibilitan en la mayoría de los casos que el duelo sea tramitado. A menudo escucho a la gente llamar locos a los familiares de los desaparecidos, y digo locos por decir lo menos, los escucho decir, «para qué los buscan si bien saben que ya están muertos», «se lo merecían, en algo andaban metidos», «claro, ya se veía venir», «bueno, son grilleros de una comunidad que nadie sabe de su existen-


Tema central: Desaparecidos, la imposibilidad de poder morir

cia», «para qué se hacen tontos, que reciban la partida federal por reparación del daño», etc. Los familiares de los desaparecidos lo único que piden es no llorar a un muerto sin sepultura, y si bien podríamos identificar una certeza cuasi psicótica en los deudos de desaparecidos no creo que esto sea material suficiente para lanzar juicios de «salud mental» ni mucho menos juicios éticos de quien vive un duelo imposible de tramitar. Retomando nuevamente a Freud, el examen de realidad indispensable del duelo, en estos casos carece de elementos para poder construirse, por lo tanto, mientras no aparezcan serán eternos, sin un cuerpo no hay muerto sin un cuerpo al cual dejar ir, la posibilidad del duelo se vuelve, en la mayoría de los casos, imposible. Los familiares de los desaparecidos, en ocasiones sólo piden un cuerpo que termine con la desesperación de buscar a alguien a quien quizá nunca se le podrá encontrar y así, poder darle un lugar, ofrecerle la fiesta y homenaje que nuestra cultura exige. El desparecido se vuelve una existencia que la mirada no percibe, que los sentidos apenas recuerdan, pero cuya presencia por siempre será sentida, la condición del mismo en más se volverá la de un recuerdo, la de una voz, la de una imagen evanescente, la de un espectro. Si recordamos la tragedia de Antígona no podemos dejar de reconocer que dicha tragedia pareciera pintar de manera extraordinaria la

situación que se vive actualmente en nuestro país, ya sea por el lado del estado o de los grupos denominados de delincuencia organizada, las leyes se han impuesto por algunos, se han encarnado en grupos que sin idea de las misma leyes, operan y manejan a conveniencia lo que ellos creen que es lo mejor para todos, recordemos a Lacan y el seminario de la ética del psicoanálisis diciendo «¿Quién no es capaz de evocar a Antígona ante cualquier conflicto que nos desgarre en nuestra relación con una ley que se presenta en nombre de la comunidad, como una ley justa?» (Lacan, 2007, pág. 293) Siguiendo la línea de la tragedia, no perdamos de vista a Creonte quien considerando que con su actuar protegería a Tebas, firmó su sentencia, desafortunadamente pareciera que en nuestro contexto no corremos con la misma suerte que Antígona, quien, a pesar de haber sido muerta en vida, consiguió tal vez por gracia divina que Creonte recibiera su castigo. Creonte al final de la pieza muestra su arrepentimiento, arrepentimiento que los verdugos de esta nuestra historia y del motivo de mi escrito no muestran, la ley en tanto encarnada no aplica para todos, sólo para quienes han decidido como Antígona defender lo que otros por miedo o desinterés prefieren olvidar. El fenómeno de las desapariciones pareciera tener dos vertientes, por un lado los llamados daños colaterales provocados por la guerra contra el narco y por otro todos aquellos que por defender sus ideales son impunemente sometidos, como se ha documentado, a un sinnúmero de torturas, en este punto ya no basta hablar de los levantamientos cometidos por los grupos de narcotraficantes que al pelear por una plaza infunden así el miedo en sus rivales, pues tomemos en cuenta el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa entregados al crimen organizado por los mismos mandos policiales siendo éste no el único caso en nuestro país, ahora no sólo el crimen sino también quien se dice procura el bienestar del pueblo atenta contra el mismo. La crisis desprendida de éste y muchos otros acontecimientos no hacen más que evidenciar que el actuar del estado promueve una vida en 9


Tema central: Desaparecidos, la imposibilidad de poder morir

silencio, donde expresarse puede ser pagado con la vida, Janine Puget en el texto Violencia de estado y psicoanálisis, coordinado junto a René Kaës y en el que abordan la violencia ejercida por el autoritarismo en Argentina nos dice que el «orden sostenido por la muerte y la censura , la prohibición de pensar, la corrupción, la información-desinformación, son los parámetros del terrorismo de estado, (…) la represión política tuvo como efecto en Argentina el silencio, [el sujeto llegó a considerar que] el silencio es salud,(...) la violencia ejercida por el estado es el paradigma de la violencia social, puesto que aquellos encargados de proteger e imponer la ley son justamente quienes detentan un poder mortífero» (Puget & Kaës, 2006, págs.21-26).

Sin embargo no todo es silencio, no todo puede ser controlado, no todo puede ser callado; en nuestro contexto, la marcha como el coro de la tragedia se convierte en el sentir del pueblo, en el grito y llanto del espectador, como dice Lacan, «aunque no sientan nada el coro habrá sentido por ustedes» (Lacan, 2007, pág. 303), es la voz de aquellos que por miedo a decir, permanecen en silencio, la marcha y la consigna social transparentan lo que todos, aunque en ocasiones muy en el fondo, tenemos ganas de expresar, los jóvenes desparecidos, los periodistas asesinados, los activistas torturados, todos y cada uno de aquellos que decidieron no callar y que han sido abatidos ya sea por el estado o por el crimen se han vuelto eternos, inmortales, simbólicamente imposibles de olvidar. Aun cuando la misión del estado es la de neutralizar al parecer todo acto de pensamiento, la marcha resiste, algunos han decidido nunca 10

más olvidar, nunca más ser parte de un orden que detenta un poder aniquilante y que lo único que espera de la sociedad es que calle y no pregunte más. En nuestros días quien comete un delito no se arrepiente, la figura del otro, del semejante se encuentra en ocasiones borrada, los vínculos pareciera que se han fracturado, el discurso imperante sólo responde a la ley del más fuerte, nada más extraño en una sociedad donde lo que se espera a través de distintos medios es el reconocimiento del otro. Lacan nos ha hablado de la muerte, por un lado la muerte física y por otro lado la simbólica, la segunda muerte; Jean Allouch nos dice al respecto: «la muerte física de un cuerpo no señala el final del difunto, dicho final lo efectúa su ‘segunda muerte’ cuando ya no subsistirá nada suyo que le sea atribuible o atribuido» (Allouch 2009, p,10), cuando deje de ser pensado, cuando escape al recuerdo, cuando ni una lágrima más repita su nombre. Podemos hablar de la primera y segunda muerte, pero ¿cómo hablar de ellas cuando no tenemos un cadáver, un cuerpo al cual olvidar? En nuestro país, ¿cómo hablar de muertes cuando en muchos casos con lo que nos encontramos es con desapariciones? Ni siquiera Antígona sufrió tal dolor, su hermano, aunque muerto y condenado a ser un cadáver en el exilio y sin sepultura, al final de cuentas era eso, un cadáver, un cuerpo, por el que Antígona luchó, pudo no ser enterrado, pero aun cuando su cuerpo hubiera sido devorado por aves de rapiña, ese cuerpo, como cadáver, existía. Antígona no pasó días, semanas, meses, una vida entera buscando el cuerpo de su amado, esperando verlo cruzar por la puerta, recordando cada segundo de su vida el momento en el que aún estaba con vida. Los desaparecidos, no olvidemos que son alguien, que son un otro con nombre y rostro. En ocasiones considero que el problema radica en que, para algunos, estos desaparecidos nunca tendrán ni un nombre, ni un rostro ni una causa, que la calidad de sujetos se las han arrebatado entre la primera plana y cualquier medio de


Tema central: Desaparecidos, la imposibilidad de poder morir

desinformación, que su vida no vale nada, es increíble ver cómo, de sujeto a sujeto, hemos olvidado la condición de semejantes. ¿Cómo morir para los otros cuando simplemente se está ausente? ¿Cómo alcanzar la segunda muerte cuando la primera es incierta? ¿Cómo hablar de una muerte más allá de la muerte, una muerte para algunos difícil de alcanzar y que para otros será imposible? ¿Cómo poder ser olvidado cuando ya no sólo se es recordado por algunos, sino que la o el desaparecido se vuelve lucha para un pueblo, estandarte, consigna? ¿Cómo morir simbólicamente cuando nos están volviendo eternos? El desaparecido en más no sólo será recordado por sus familiares, por sus amigos, por la gente más cercana a su grupo; el desaparecido, no es un número, no es una cifra, es un nombre, es una cara, es un hombre o una mujer, el desaparecido, es, fue y será para algunos esperanza, para otros el error de una verdad mal articulada y desafortunadamente para algunos no serán nada. Maren Ulriksen-Viñar nos dice que «nombrar a los muertos y darles un lugar en el combate sociales es un acto de inscripción simbólica, acto de reconocimiento de una existencia humana y de su facultad de ser pensante y deseante» (Puget & Kaës, 2006, pág. 127).

Nombrar a los muertos es no dejarlos morir. Sobre el autor: Mtro. Eduardo Azamar Rosario Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de México unidad Xochimilco (UAM X), Maestro en Teoría Psicoanalítica por Dimensión Psicoanalítica AC, se ha desempeñado como coordinador de grupos de reflexión con jóvenes de 15 a 18 años, actualmente en formación en distintos espacios dedicados a la clínica y al saber del psicoanálisis. Referencias de imágenes: Violencia en México [Imagen]. (s/f). Recuperado de: http://altonivel. impresionesaerea.netdna-cdn.com/assets/images/Estructura_2016/ Actualidad/violencia-mexico.jpg Rosa negra [Imagen]. (s/f) Recuperado de: https://sepimex.files. wordpress.com/2012/03/duelo.jpg Desaparición [Imagen] (s/f). Recuperado de: http://zona3.mx/sites/ default/files/desaparicion_2.jpg Desaparecidos [Imagen]. (s/f). Recuperado de: http://www.hijosmexico. org/public/photos/18e17d6a74dc555ea395b70d04142c66.jpg.

Bibliografía: Allouch, J. (2009). Contra la eternidad. Buenos Aires: el cuenco de plata Freud, S. (1992). Obras Completas, Presentación autobiografica, inhibición, síntoma y angustia, ¿Pueden los legos ejercer el análisis? y otras obras, Vol.XX. Argentina: Amorrortu. Lacan, J. (2007). ; El Seminario 7.La Ética del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. Puget, J., & Kaës, R. (2006). Violencia de Estado y Psicoanálisis. Buenos Aires: Lumen.

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Tema central: Trabajo de Duelo

Trabajo de Duelo Por Nora J. Ortega López

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ivimos rodeados de pérdidas; toda la vida parece ser un largo camino de despedidas, unas pequeñas y necesarias que son parte de la vida; y las que nos irrumpen con violencia y son contra nuestra voluntad. En este pequeño artículo me quiero enfocar a las segundas. Comúnmente escuchamos hablar sobre «Duelo» y frecuentemente lo relacionamos con la muerte, o cuando un suceso termina. Pero poco sabemos realmente lo que pasa cuando hay un trabajo de duelo, desde las emociones hasta los cambios que se viven en el aparato psíquico. El duelo es un derrumbe al «Yo», lo destroza, es un suceso que fue contra su voluntad; y él tratará con todas sus fuerzas de no creerlo, de manifestar mecanismos de defensa que le ayuden a asimilar la terrible verdad a la cual se enfrenta. Pero nada va a dar resultado hasta que no se acomode de vuelta a la «Realidad». Freud define el duelo como «la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.» El duelo no es sobre la pérdida, sino acerca de lo que la persona hace para enfrentarla, para vivirla, y acomodarse. Esto es lo que Freud (1917) llamó «Trabajo De Duelo». «Duelo» no es solo cuando alguien muere o algo se va; sino también cuando el objeto o suceso no se va, pero cambia el vínculo con él. Suele suceder frecuentemente, cuando se termina una relación de pareja y por diferentes motivos, es necesario seguir viendo a esa persona, pero ya con una relación muy diferente (tal vez cuestiones de trabajo, como padres, etc.) Me ha tocado presenciar y acompañar a personas que están realizando un trabajo de duelo, ya sea causado por la muerte de un ser querido, o también, y es en lo que tengo más experiencia, en personas que acaban de ser diagnosticadas con una enfermedad crónica. El término «pérdida», y «trabajo» quedan muy pequeños cuando a uno le toca colaborar en este tipo de procesos. El duelo realmente es un trabajo muy duro, y conlleva mucho dolor, que pone a prueba

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todo nuestro aparato psíquico, y en algunas ocasiones, se lleva de encuentro nuestro estado biológico. Prácticamente todo nuestro organismo, en todos los sentidos, está realizando un fuerte trabajo. Y corremos un gran riesgo cuando este proceso es atrofiado, interrumpido o no llevado a cabo. Para hablar de duelo también se tiene que mencionar al «Dolor» que, por excelencia, es la primera señal de que un duelo comienza. Dice Darian Leader (2014) que «el duelo consiste en la larga y dolorosa labor de separarnos de lo amado que hemos perdido. El duelo es diferente del dolor, el dolor es nuestra reacción a la pérdida, pero el duelo es cómo procesamos este dolor.» Cada experiencia nueva o ligada con aquello que se fue debe ser revivida y confrontada con la realidad de que se ha ido para siempre. Y aquí vienen mis reflexiones y cuestionamientos, ¿realmente le damos tiempo y espacio a este trabajo de duelo? ¿Reconocemos que estamos en medio de un proceso? ¿Nos damos espacio de hablarlo y sentirlo? ¿Qué tanto nos ayuda o perjudica la sociedad? De manera breve puedo mencionar que vivimos en una cultura en donde es mejor no reconocer un proceso de duelo, donde no es bien visto llorar, sentir tristeza, donde no podemos faltar muchos días al trabajo, y donde, principalmente, queremos soluciones muy rápidas y compradas. El dolor no es bienvenido, es todo lo contrario: es lo más indeseable que cualquier persona pudiera sentir, pero justo sentir ese dolor es lo que puede ayudarnos a sanar. Lamentablemente, en esta sociedad que vivimos se prefiere medicar que permitir fluir libremente al dolor y permitirle que nos transforme. Además de esto, la sociedad es importante para poder realizar un verdadero trabajo de duelo. Leader insiste mucho en la parte en que los otros, quienes nos rodean, nos ayudan en dos formas:


Tema central: Trabajo de Duelo

primero para compartir con ellos nuestros sentimientos y vivencias; y segundo, para confirmar que es real lo que pasó, para autentificar el suceso. Ya que es un suceso tan doloroso, nuestro Yo se aferra a no creerlo y pone en marcha mecanismos defensivos, entre los cuales resalta, por excelencia, la negación. Necesitamos de los «Otros» para comprobar que fue «Real». En muchas ocasiones, el analista puede bien fungir este rol y ayudar al Yo en el proceso de una verdadera remodelación (interior), para después estar listo en un reacomodo en la sociedad. Este reacomodo puede incluir continuar con la vida sencillamente, otros abren paso a la creatividad y crean: palabras, narrativas, obras de arte, etc. A esto me refería cuando dije que podemos permitir que el dolor nos transforme, tenemos los claros ejemplos de Miguel Ángel, Mark Twain, Eric Clapton o Frida Kahlo, todo ellos vivieron grandes pérdidas y las reflejaron en su arte. Cabe mencionar que no todos los duelos tienen este final, otros terminan con nuevos síntomas en el cuerpo, en duelos patológicos, melancolía, entre otros. Finalmente, quiero terminar este escrito preguntando acerca del final de este trabajo, ¿Realmente tiene un final el trabajo de duelo? Yo, especialmente, creo que No. No es como «superar» algo y listo, pero dependerá también de lo perdido.

Otros autores psicoanalíticos han mencionado que el duelo es para toda la vida, Freud también mencionó que cuando nos hallamos frente a una pérdida nunca podrá ser por completo compensada. Además, como ya mencioné, llevar un proceso de duelo es tener una transformación interna, aparte del trabajo de duelo por lo perdido, también lo hacemos por nosotros mismos. Nunca nos volveremos a encontrar igual. Les comparto esta frase, del libro La Moda negra, de Leader (2008): «Cuando hacemos duelo por nuestras perdidas también hacemos duelo, para bien o para mal, por nosotros mismos. Como éramos. Como ya no somos. Como ya no seremos en absoluto algún día». Termino compartiendo que yo, viviendo con una enfermedad crónica, puedo decir que un duelo no termina nunca, acomodas tu pérdida a tu vida, pero para mí, un duelo comienza y se renueva cada día de mi vida, tratando de ajustar mi pérdida a todas las realidades a las que me enfrento todos los días. Como dije, puedes transformar tu pérdida y tu dolor en Crear, sin olvidar que detrás de esto hubo un camino que recorrer, un trabajo de duelo que hacer y mi propio análisis. Sobre el autor: Nora J. Ortega López Licenciada en psicología y maestría en Psicología con orientación en psicoanálisis, en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Posgrado en Educación en diabetes. Trabaja en Medtronic, como Especialista clínica, y consulta privada. Con 5 años de experiencia en atención psicológica a pacientes con enfermedades crónicas (especialmente diabetes tipo 1) Referencias de imágenes: Buonarroti, M. A. (1499). La piedad. Recuperado de: https:// educacion.ufm.edu/wp-content/uploads/2014/06/Michelangelos_ Pieta_.jpg Kahlo, F. (1944) La columna rota. Recuperado de: http:// culturacolectiva.com/wp-content/uploads/2015/07/columna-rotafrida.jpg

Bibliografía: Freud, S. (1917) Duelo y melancolía, Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires. Leader, D. (2008). La moda negra, Duelo, melancolía y depresión. España. Editorial Sexto Piso.

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La Entrevista Entrevista a Fundación Elisabeth Kübler-Ross Por Equipo Sui Generis

1.- ¿De dónde surge la idea y a qué se dedica la fundación Elisabeth Kübler-Ross? La idea surge cuando empiezo a investigar técnicas y recursos para acompañar al enfermo y su familia para que todos pudieran tener un cierre sano y sin tanto dolor. La inquietud apareció por una experiencia personal que fue algo que marcó mi vida y a lo largo del tiempo comprendí que el que me ayudó mucho a sobrellevar su enfermedad y muerte fue el mismo enfermo, mi papá. Esta experiencia la enfoco en la Fundación para desarrollar cursos, diplomados y talleres donde pueda compartir lo aprendido y lo puedan aplicar en sus vidas. Y con esto defino la columna vertebral de la Fundación, que es dar el apoyo y acompañamiento a las personas de bajos recursos que están pasando por un duelo y no pueden pagar los costos a través de grupos de apoyo para quienes están viviendo alguna pérdida de cualquier tipo y una red de apoyo con terapeutas, tanatólogos y psicólogos capacitados y muy bien preparados para dar el servicio a precios muy bajos o sin costo cuando el caso lo amerita. Poco tiempo después surge el programa de voluntariado con el cual estamos presentes en varias instituciones: la Clínica 33 del IMSS, la Clínica 25 UMAE de especialidades, el Hospital Zambrano Hellion y estamos por iniciar en la Clínica de Ginecología y Obstetricia del IMSS.

Lic. Alicia Hinojosa Ayala Tiene 15 años dedicándose a la tanatología, se tituló de la carrera de Psicología en la Universidad de Monterrey (UDEM), cuenta también con una maestría en Educación Preescolar. Debido a una experiencia personal inició su interés cursando diferentes diplomados en tanatología, una especialidad en Cuidados Paliativos en niños en San Antonio, Texas, así como Psico-oncología. Fué también voluntaria en la Clínica de Especialidades UMAE #25 del IMSS siguiendo el legado de su madre, así es como decide acercarse a Elisabeth KüblerRoss Foundation con la idea de representarlos en México. En mayo del 2006 en conjunto con tres personas además de la Lic. Hinojosa se inaugura la Fundación Elisabeth Kübler-Ross México A.C, oficialmente la primera institución con atención tanatológica en el país.

2.- ¿Cuáles han sido algunos de los logros y obstáculos que ha tenido la Fundación? 14

Logros han sido muchos, pues, aunque tenemos en la comunidad 10 años de existir como Fundación tenemos apenas 6 meses y ya las personas nos identifican y nos buscan como institución porque a través de toda la gente que hemos apoyado nos recomiendan. Obstáculos: principalmente y desde siempre el concepto erróneo de la tanatología lo que genera escepticismo entre doctores y personal de la salud que se muestran un poco reacios a aceptar la intervención de un tanatólogo (a). Otro muy común es gente que toma algún curso o diplomado y se auto nombra tanatólogo y al no estar suficientemente preparado no ayuda como espera la gente y se quedan con una mala imagen de la tanatología, como algo que no es de ayuda para procesar el duelo. Dentro de los proyectos de la Fundación está seguir luchando para que se profesionalice la tanatología y la vean como algo serio y profesional, aún y que a veces se haga un trabajo voluntario como en los hospitales que estamos actualmente. 3.- ¿Qué es el duelo desde esta perspectiva y cómo explican sus variantes y su elaboración? El duelo es el proceso que todos experimentamos cuando perdemos algo o a alguien y esta pérdida además de estrujar nuestro existir, sentimos que «nos mueven el tapete» y cambia todo, desde nuestra forma de vivir y percibir la vida hasta la forma de relacionarnos con nuestro entorno. Las variantes están en los diferentes tipos y la cantidad de pérdidas que tenemos a lo largo de nuestra vida, unas pequeñas


La Entrevista: Elisabeth Kübler-Ross

y otras devastadoras. Las pequeñas pérdidas la mayoría de las veces las podemos manejar bien y no nos causan tanto conflicto con nuestro diario vivir. Inclusive hay quienes ni las identifican como tal, es cuando se presentan pérdidas más graves o significativas como un divorcio, la pérdida de un miembro del cuerpo, de la salud, o llegar hasta la muerte y éstas si nos desestructuran y sentimos que el mundo se nos viene abajo, no sabemos cómo manejarlo o nos sentimos muy angustiados hay mucho dolor y se vienen síntomas de tristeza (que confundimos con depresión) o esas sensaciones de ahogo y desesperación que no comprendemos y se trata de la elaboración de tu proceso de duelo. Cuando algunos de estos signos o síntomas de agudizan o alteran algún aspecto de nuestra vida es mejor buscar a un tanatólogo para evitar caer en medicaciones innecesarias o problemas de salud graves por no atender el duelo. 4.- ¿Qué se considera el duelo patológico y cómo se puede tratar? El duelo patológico es el duelo en donde la persona ya lleva más de 3 años en esa tristeza profunda y no puede salir de ella afectando gravemente su salud mental, emocional y física, así como las relaciones con su entorno familiar, laboral y social. Esta tristeza se puede convertir en depresión profunda y es mejor buscar a un especialista que pueda tratar estos tipos de casos que por falta de atención pueden derivar en trastornos mentales graves y/o permanentes. 5.- ¿Desde este enfoque, cómo se trabaja con los pacientes con enfermedades crónicas y terminales y sus familiares? Un buen psicoterapeuta y tanatólogo(a) cuenta con varias herramientas y técnicas para trabajar con el paciente y su familia ya que lo que funciona para algunos puede ser que para otros no. De ahí que el acompañamiento es importante ya que en la mayoría de los casos el desconocimiento de la enfermedad genera angustia y ansiedad que impide dar una cali-

dad de vida al enfermo y la familia como cuidadores principales bloquean su propio duelo pudiendo causar con esto más complicaciones a la situación ya difícil de por sí. Saber, preguntar y tener una buena comunicación es lo primordial, en estos trances además de ir con el corazón en la mano para estar abiertos a lo que nos quieran decir sin hacer juicios. 6.- ¿Cuál es la diferencia de este enfoque con otros que trabajan temas similares? Creo que el enfoque lo da el psicoterapeuta dependiendo a quien tengas enfrente para acompañar, el perfil del paciente y sus recursos son parte esencial de su recuperación y una aclaración muy importante es que el tomar un diplomado en Tanatología no te hace tanatólogo ni terapeuta en duelo por lo que hay que mostrar ética y moral reconociendo que hay ciertos casos en los que es necesario un equipo multidisciplinario que incluya tanatólogo, psicólogo y médicos ya que la prioridad siempre es el paciente. 7.- ¿Cuál es la preparación que se sugiere que debe de llevar un profesional de la salud que trabaja con estos temas? Estudiar una maestría en psicoterapia y también tener estudios de tanatología, cuidados paliativos y en duelo, pero básicamente la experiencia, el estar y acompañar a las personas te va enriqueciendo y te mueve a seguir preparándote y buscando más recursos para servir, apoyar y acompañar. 8.- ¿Se puede hablar de que existe otra manera en cómo se vive el duelo y la muerte actualmente a diferencia de otra época? (Tomando en cuenta que ahora hay gente que anuncia su suicidio en redes sociales, nos encontramos imágenes fuertes sin censura, los perfiles en memoria en Facebook, etc.) Lo que yo he observado es que la gente sigue sin querer hablar de muerte y mucho menos reconocerla como parte de la vida e inevitable, sigue siendo incómodo hablar de un fallecimiento y el tema de las causas en algunos casos 15


La Entrevista: Elisabeth Kübler-Ross

es tabú, como el suicidio, y se organiza un funeral exprés o cremación directa y alguna misa para terminar con todo rápido y darle vuelta a la página, creyendo que con eso también se irá el dolor, pero solo lo bloquean y mientras no lo reconozcan ni lo validen, ahí sigue hasta la siguiente pérdida y cuando la persona se da cuenta de esto empieza a hacer cosas o actividades para «distraerse» y lo único que hace es alargar el duelo porque no lo vive en su momento. 9.- ¿Desde este enfoque, cómo se trabaja con los pacientes con enfermedades crónicas o terminales y cómo se trabaja con sus familiares? Principalmente acompañándolos para que conforme vaya surgiendo las dudas e inquietudes propias del proceso poder apoyarlos con nuestra experiencia y conocimiento haciéndolos conscientes de lo inevitable para que puedan aprovechar los últimos meses, disfruten mutuamente de su compañía, resuelvan pendientes y puedan vivir lo que la vida nos regala todos los días, tomarlo y hacerlo propio. Vivir en el aquí y el ahora, porque el mañana no sabemos si lo viviremos.

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Dossier De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens Por Leny Andrade Villa | leanvy@hotmail.com

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Antecedentes

a Generación de medio siglo, a la que se adhiere Josefina Vicens, se centró en la crítica de asuntos relacionados con la moral familiar y la Modernidad. Muchos de sus integrantes se inclinaron por el análisis de las realidades dobles, como las de la política y los valores tradicionales (Sáenz Valadéz, 2011: 156), o la moral y la religión de carácter católico. Los escritores de esta generación, buscaban una razón para ser y existir guiados por los cuestionamientos de las reglas convencionales de su entorno. La novela de Los años falsos se publicó en 1982, sin embargo, la autora retomó los asuntos de análisis de la generación a la que se le adscribe; por ello, el ambiente y los personajes se desenvuelven en la atmósfera de los años 50 y 60. En esta, Vicens cuestionó la doble moralidad, la política y el llamado «núcleo de la sociedad», que era el sostén de la sociedad y del país: «La familia es una realidad muy poderosa. Es el hogar en el sentido original de la palabra: centro y reunión de los vivos y los muertos, a un tiempo altar, cama donde se hace el amor, fogón donde se cocina, ceniza que entierra los antepasados. La familia mexicana ha atravesado casi indemne varios siglos de calamidades […]. La familia ha dado a los mexicanos sus creencias, valores y conceptos sobre la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, lo masculino y lo femenino, lo bonito y lo feo, lo que se debe hacer y lo indebido. En el centro de la familia el padre» (Paz, 1997: 330). Con la familia se implantaron los valores prodigados por ella; la santidad, la fecundidad, la vida urbana y la concepción de los hijos, propia

de las urbes. Los vástagos se percibían como objetos de reproducción de la vida y los anhelos paternos. Pocas veces, los padres pensaron en ellos como sujetos capaces y dueños de su propio destino (Sáenz Valadéz, 2011: 155). Lo anterior, se plasma en la atmósfera familiar de «Los años falsos», lo que permite ver cómo el amor deviene en odio, y cómo se manifiestan en Luis Alfonso, protagonista de la obra en estudio, de manera gradual; esto tiene su antecedente en la adoración del padre durante su infancia y adolescencia, pero empieza a fraguarse a raíz de la muerte de éste (lo cual implica que el odio es una transformación o alteración del amor prodigado al padre), pues no puede superarla. A lo que sucede la des-idealización del mismo, el revivirlo, en su mente, por amor y por odio, insultarlo y enojarse con los demás, en la medida en que contribuyen a la disolución de su personalidad y le imponen la de su padre, alias Poncho Fernández1. La hipótesis de la presente investigación, es que el amor y el odio se manifiestan a través de varios niveles discursivos, para esto pondré énfasis, en el aspecto psicológico a través del legado de Sigmund Freud. Este artículo tiene su sustento en el deseo de investigar uno de los aspectos que han sido poco estudiados en la obra de Vicens, la relación amor-odio, que me parece fundamental, pues de ahí se pueden evidenciar los demás temas que los críticos o estudiosos de la autora tabasqueña han abordado con insistencia.

Problemática Uno de los términos, acuñados por el psicoanálisis, es el del complejo de Edipo, que se 17


Dossier: De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens

describe como «el conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño (y la niña) experimenta respecto a su padre», puede ser «positivo» o «negativo» (Laplanche y Pontalis, 2004: 61 – 66). En su forma negativa, en un primer momento, que es la que aparece en la novela, es contraria a la historia del Edipo rey de Sófocles, o sea: amor hacia el progenitor del sexo opuesto; aunque ambas formas se encuentran, en diferentes grados, en la forma plena del complejo de Edipo (Domenella, 1995: 85-86). El sentimiento del odio tiene su precedente en el amor, pero más que en un simple amor paterno, se traduce en un enamoramiento o adoración hacia padre, pues en su niñez-adolescencia, el niño experimenta el deseo de eliminar a la madre y a sus hermanas para gozar de la exclusividad de Poncho Fernández. Para él, aquéllas fungen como un obstáculo entre el padre y él. Lo que hizo durante este periodo de enamoramiento del progenitor, le causa grandes secuelas de culpabilidad ya que después de su muerte le resulta imposible acercarse a su madre y a sus hermanas, y reconciliar la ruptura que existe entre el machismo de los hombres y la sumisión de las mujeres. En la relación que refiere Luis Alfonso con su padre existe un cambio de papeles entre la madre y el hijo con respecto al progenitor, el hijo adopta un papel hasta cierto punto femenino, pues se siente celoso de ser suplantado por su madre y sus hermanas. En el padre, los celos, con respecto al cariño que pueda experimentar el hijo, operan de igual manera. Poncho Fernández, al igual que el hijo, desea su exclusividad recíproca, uno frente al otro. Amenazada la preferencia del padre por Luis Alfonso, ante la llegada de sus hermanas gemelas, busca una escapatoria en la emulación de las palabras de la madre, él fingía quererlas, en esta actitud se encuentra una escapatoria por el lado de la feminidad, pues Luis Alfonso tiende a ponerse más bien en el lugar de la madre y adoptar su papel de objeto de amor ante el padre. «Yo estaba horrorizado con la llegada de esas dos niñas tan flacas, tan feas y tan iguales, pero como todos opinaban que eran preciosas, que parecían dos muñecas, empecé a temer que me 18

suplantaran. Entonces, para evitar que tú las quisieras yo fingía quererlas. Sólo cuando estabas presente, y con verdadera repugnancia, las besaba y les decía las mismas palabras tiernas que mi madre les dedicaba. Ahora comprendo que obedecía a un instinto oscuro, turbio, femenino, para provocar tus celos. Y lo lograba. — ¡Deja en paz a esos monigotes! — No les digas así, papá, pobrecitas. — Estás igual que tu madre. Vámonos a dar una vuelta. El corazón me latía apresurado. En ese momento me hubiera lanzado a tus brazos y te hubiera confesado que detestaba a las niñas. Sin embargo, haciendo un esfuerzo, me atrevía a seguir el juego. — ¿Las llevamos? Te enfurecías, que era precisamente lo que yo deseaba con todas mis fuerzas. — ¡Qué somos viejas, o sus nanas, o qué! ¡Ándale, vámonos! Antes de salir, disimulando mi felicidad, lanzaba a las pobres niñitas una mirada de gratitud. Eran mi instrumento para lograr tu atención exclusiva y tu compañía» (Vicens, 1985: 21-22). En «Los años falsos», el padre tenía un papel dominante frente al hijo, éste tiene un papel pasivo, como el de la madre y las hermanas, de ahí sobreviene otra complicación encubierta: la homosexualidad. Esto puede apreciarse en Luis Alfonso, primero, con su enamoramiento hacia el padre, explícito en sus actitudes y acciones. A propósito de esto, el protagonista refiere las largas horas en las que se quedaba admirando y escudriñando el rostro de Poncho Fernández. Otro episodio sucede cuando, en su infancia, en una excursión le da un beso a Manuel, su compañero de clase: «Aquella vez que el maestro nos llevó de excursión y que pasamos la noche en el campo, yo me acosté al


Dossier: De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens

lado de Manuel, y cuando se quedó dormido le besé levemente la boca» (Vicens, 1985: 63). En un segundo momento, en la relación con Elena, puede observarse el Complejo de Edipo en su forma positiva, en tanto que Luis Alfonso adquiere la personalidad de Poncho Fernández y las facultades que ello implica, entre otras poseer a Elena, quien es el objeto de disputa entre Luis Alfonso y el padre (que está en la mente del protagonista). En esta parte de la novela se observa la tendencia a la bisexualidad. Según Freud, con respecto a la personalidad de Dostoievski: «[…] una fuerte disposición bisexual se convierte en una de las condiciones o refuerzos de la neurosis. […], y una de sus formas posibles de existencia (homosexualidad latente) se muestra en el valor que tuvieron […] sus amistades con hombres» (Freud, 1992). El duelo es otra de las disposiciones enfermizas que experimenta Luis Alfonso, lo cual es idóneo para que salga a la luz la ambivalencia de los vínculos de amor-odio2 , ya que se observa la presencia de estos sentimientos, dirigidos hacia el padre, a través del joven en el cuarto aniversario luctuoso de Poncho Fernández: «Sería preferible que cantaran una canción ranchera para ti, y para mí una de esas románticas y desesperadas en las que el amor y el odio se mezclan tan naturalmente» (Vicens, 1985: 85). En la novela, puede observarse que la oposición amor-odio se materializa en varias de las imágenes y símbolos. El simbolismo del número dos3 alude a lo siguiente: «El número dos ejemplifica el conflicto: símbolo de oposición, de conflicto […] Es la cifra de todas las ambivalencias y todos los desdoblamientos. Es la primera y más radical de las

divisiones (el creador y la criatura, lo blanco y lo negro, lo masculino y lo femenino, la materia y el espíritu, etc.) de donde se deducen todas las demás. […] entre sus temibles ambivalencias, puede ser el germen de una evolución creadora tanto como de una involución desastrosa. […] El dos expresa pues un antagonismo, primero latente y luego manifiesto; una rivalidad, una reciprocidad, tanto en el odio como en el amor; una oposición que puede ser contraria e incompatible, tanto complementaria y fecunda. Una imagen doble en la simbólica, […] muestra con el desdoblamiento las divisiones internas que lo debilitan» (Chevalier y Gheerbrant, 1984: 426-427). La bugambilia que aparece entrelazada en la tumba de Poncho Fernández, puede simbolizar esa ambivalencia de sentimientos del personaje principal. Asimismo, la «lucha» por librarse de la imagen del padre. El simbolismo del número dos alude y refuerza la idea de la oposición de sentimientos y las relaciones conflictivas del protagonista, por ejemplo, las gemelas sirven como dobles perfectos, que Luis Alfonso jamás podrá imitar con relación a su padre, la duplicación de la enunciación también sirve como doble del conflicto que opera en el personaje; en tanto que la fantasía de la muerte, con la mamá de Manuel, es el doble del mundo real y denota la neurosis de Luis Alfonso y la tendencia a la duplicidad, misma que él encarna cuando imita a su padre en todo, lo cual desemboca en una personalidad escindida. El reflejo del personaje en el espejo, indica la percepción doble que tiene de sí; en primera instancia, muestra el vacío y el desamparo en el que ha quedado su persona: «Yo sólo veía en el espejo una cara grotesca, sin vida, haciendo muecas absurdas ¡[…] sólo veía la cara ansiosa de un joven que te buscaba, papá, que te buscaba!» (Vicens, 1985: 26). En segundo lugar, se deduce que el joven necesita del padre para construir su personalidad, por eso lo busca en él mismo y realiza las mismas muecas y gestos que hacía el difunto, lo cual muestra el anhelo de reproducirlo: «Entonces iba de prisa a mi cuarto, cerraba con llave la puerta y me sentaba ante el espejo a 19


Dossier: De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens

escudriñarme, a analizar minuciosamente mis rasgos y a imitar tus expresiones que recordaba tan bien: sonreía, reía, me pasaba la mano por la barba, contraía el entrecejo, entrecerraba los ojos con picardía, adoptaba un gesto de preocupación, me frotaba la nuca como si estuviera cansado, soltaba una carcajada imprevista, simulaba que me estaba rasurando y tarareaba o chiflaba las canciones que a ti te gustaban tanto» (Vicens, 1985: 26). Este simbolismo aparece, de forma preponderante, en la fragmentación del ser que se opera en Luis Alfonso; por eso, en su conciencia se cuela la voz del padre, quien se impone. Así, en la novela, por medio del protagonista se reproducen algunas expresiones e inflexiones de la voz de Poncho Fernández, mezcladas con las de su hijo: «Sin embargo, dialogaba con él, con ese aliado inútil, esperanzadamente: — Ya no lo recuerdo ni lo necesito. Ahora no es más que un montón de huesos y gusanos. Residuos, basura. ¿Te interesa a ti la basura? — No, no me interesa. — A mi tampoco, aunque esa basura sea él, aunque esos residuos sean de él. ¿Te interesa a ti que sean de él? — No, no me interesa. — No vamos a permitir que vuelva. — No, no vamos a permitir que vuelva. — ¿No puedes decir algo tuyo? ¿Vas a pasarte la vida repitiendo lo que yo digo? Y para no repetirlo, guardaba silencio» (Vicens, 1985: 76). El conflicto que se genera en el joven le impide relacionarse con los demás. El padre rompe con las posibilidades del amor del hijo; como por ejemplo, la relación con su madre, con sus hermanas y con Elena. Poncho Fernández aparece por medio del recuerdo en ellas y en él, principalmente porque «para él no están claros los límites entre el que habla y el que no puede escuchar, entre él y su padre, entre vivir y morir» (Lorenzano, 2006:93). Esto provoca la crisis interna que se exterioriza en el conflicto con los demás; por esto, no le es permitido el cariño de la madre, de las hermanas ni el de 20

Elena. Para una precisión, propongo los esquemas siguientes: a) Relación con la madre: Padre

Luis Alfonso

Madre

Escisión con lo materno b) Relación con las hermanas: Padre

Luis Alfonso

Hermanas

Distanciamiento fraterno c) Relación con Elena: Padre

Luis Alfonso

Elena

Perturbación del amor entre hijo y amante Los sentimientos hacia ella, Elena, y hacia el padre transcurren en un oscilar constante, entre el amor y el odio, puesto que su mente ha transfigurado el mundo: ha revivido al padre en su persona por amor, pero por odio desea su aniquilación, lo cual le resulta absurdo, pues el padre se encuentra muerto. Las emociones que embargan el ser de Luis Alfonso son padeci-


Dossier: De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens

das y entre más intenta alejarse de ellas cobran más fuerza. Esto puede verse en los constantes sueños que padece el protagonista, en donde su conciencia hace que se manifieste el padre como una forma de asirse a su imagen y otra como un medio para destruirlo y alejarse definitivamente de él, por eso sufre su ausencia, pero también anhela su muerte: «padecer los amaneceres vacíos después de un sueño lleno de ti; […] sufrir la nostalgia iracunda; a soportar tu ausencia y tu presencia tenaces, pegajosas, casi impúdicas, porque se posaban de continuo como una mirada, en todos mis pensamientos, hasta en aquellos que premeditaban tu muerte total» (Vicens, 1985: 77). El odio hacia su amante también se presenta acompañado del amor; en cuanto a la primera, es reflejo de lo que siente Luis Alfonso; pero en cuanto a la segunda, se da por tener que compartirla con el padre y porque no puede ser él mismo cuando se encuentra íntimamente con ella. Al grado de no ser capaz de expresarle su amor, debido a que el padre se encuentra presente en él y aquél nunca proferiría esas palabras a una mujer. «Yo sólo puedo hablar de mis amores y mis odios: es lo mismo. De los que te tengo a ti, papá, por muerto y por vivo; del que me tengo a mí, por las mismas causas de muerte y vida, y del que le tengo a Elena por tuya y por mía, por el inefable, delicioso horror de compartirla» (Vicens, 1985: 99). La actitud simuladora de Elena, que comparte con la madre y las hermanas, esa que le hace creer que goza con él de los momentos íntimos, también desata el repudio del personaje principal por ella: «¡Ah, cuánto dolor, ternura, remordimiento y repugnancia — todo mezclado, revuelto, como un guiso plebeyo— me causaban sus esfuerzos para improvisar, para sorprenderme y

retenerme con actitudes que ella suponía eróticas y que le resultaban nauseabundamente infantiles!» (Vicens, 195: 83). En la novela que me ocupa, puede apreciarse que los sentimientos del amor y el odio son afecciones que tienen su origen en la memoria, pues parasitan al individuo que la siente y, lejos de que el afectado se deshaga de ellas, anidan en su psique, sin posibilidad de deshacerse de ellas. Por eso, Luis Alfonso, no se puede librar de la imagen del padre, a quien revive y «mata», en su mente, por amor y por odio. Asimismo, la imagen del odiado, Poncho Fernández, se introduce en Luis Alfonso sin posibilidad alguna de desaparición, ni siquiera con la muerte de aquél, porque su imagen vive mientras éste viva. Después de muerto Poncho Fernández, Luis Alfonso toma su sitio. Sí, está muerto en vida, porque el progenitor le ha robado su «ser», su identidad, por ello, él busca una imagen a la cual anclarse: la del padre, aunque sea por medio del recuerdo. Lo cual lo deja ante la oscilación de la carga moral de llevar a cuestas una muerte simbólica que deseó, y la actuación ante sus familiares, en donde las decisiones las «toma él», gracias al poder impostado del padre al morir4. En esta vertiente, el deseo de muerte de Luis Alfonso es producto de la represión de sus emociones, entre ellas la del odio, el cual no descarga contra sus familiares ni contra las personas que lo rodean; por eso la agresión reprimida se torna hacia su propia persona, al imaginarse muerto y en el lugar del padre: «[…] me desnudé y me tendí en la cama, estirado como un muerto. Coloqué las manos en la misma posición que tú las tenías, y en un lento, lentísimo recorrido, me puse a observar mi cuerpo pensando en las transformaciones que habría sufrido el tuyo. Me gustaba imaginar que me iba yo descarnando, como tú, y seguía el proceso eliminando poco a poco, como si quitara la cáscara a una fruta, la materia que cubría mis huesos. Casi veía mi esqueleto, íntegro, ordenado, tendido en los despojos de la caja» (Vicens, 1985: 71). 21


Dossier: De amores y odios en «Los años falsos» de Josefina Vicens

Conclusión

El presente trabajo permite ubicar, someramente, el contexto literario de la década de los 50 con la finalidad de encontrar los motivos literarios en boga, y precisar cómo influyen éstos en el conflicto amor-odio que se desencadena en el protagonista de la novela «Los años falsos», Luis Alfonso, de Josefina Vicens. Lo cual, me llevó a distinguir un ámbito externo y otro interno, en los que se desenvuelve el personaje central; donde corresponde a lo exterior lo familiar y lo social; y a lo interno el ámbito de las emociones en relación, fundamentalmente, con el padre. El desarrollo de las concepciones de Freud respecto al odio al padre y el duelo, me permitieron contemplar a Luis Alfonso en su aspecto emocional que desembocó en el conflicto de amor-odio. Esta investigación me dio la pauta para señalar que el odio no es algo voluntario, sino que el padecimiento del mundo exterior es una correlación del mundo interno del personaje con sus vivencias. Es así como se presenta el conflicto de amor-odio, el cual surge a partir de pares contrapuestos, como lo son aceptación-rechazo, cariño-imposición, niñezadultez, masculinidad-feminidad. Sobre la autora: Leny Andrade Villa Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco. Licenciada en Letras Hispánicas por la UAM-I; Especialista en Literatura Mexicana del Siglo XX por la UAM-A. Bibliografía: Chevalier, J. y Gheerbrant A. (1986). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder. Domenella, A. R. (1995). «Muerte y patriarcado en Los años falsos», en López González A. (coord.). Sin imágenes falsas, sin falsos espejos. Narradoras Mexicanas del siglo XX. México: El Colegio de México, pp. 78-97. Freud, S. (1992). «Dostoievski y el parricidio», en Obras completas, tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 171- 191. Laplache, J. y Pontalis, J.B. (2004). «Diccionario de psicoanálisis». Buenos Aires: Paidós. Lorenzano, S. (2006). «Josefina Vicens: sobrevivir por las palabras», en Nueve escritoras mexicanas nacidas en la primera mitad del siglo XX, y una revista. México: Instituto Nacional de las mujeres de El Colegio de México, pp. 83-95. Paz, O. (1997). «El laberinto de la soledad». México: Fondo de Cultura Económica. Piñero, E. C. (2010). «Josefina Vicens: entre la obsesión del vacío y los años perdidos», en Patricia Rosas Lopátegui, Transgresión femenina: Estudios

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sobre quince escritoras mexicanas (1900-1946). California: Floricanto, pp. 93-127. Sáenz Valadez, A. (2011). «Una mirada a la racionalidad patriarcal en México en los cincuenta y sesenta del siglo XX. Estudio de la moral en Los años falsos de Josefina Vicens». México: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Programa Integral de Fortalecimiento Institucional/ Plaza y Valdés. Vicens, J. (1985). «Los años falsos». México: Martín Casillas.

Referencias: 1- Estas características corresponden a la forjación del odio, desde la parte interna y externa del personaje. En cuanto a las primeras, cuyo origen son las emociones y que desembocan en su parte más profunda, la mente: la adoración del progenitor durante su infancia y adolescencia, la resucitación del padre por amor y por odio; en lo que atañe a las segundas, entiéndase lo familiar y lo social, correspondería la disolución de su personalidad por comodidad de la madre y conveniencia de los amigos. 2- La ambivalencia, dentro del personaje, se hace presente en la oposición «material» amor-odio, que se dirige a un mismo y único objeto. Véase (Laplanche y Pontalis, 2004: 21). 3-Para Ana Rosa Domenella (1995: 87-88), existe una tríada en la novela que caracteriza desde las religiones como la católica y la hinduista; asimismo lo correlaciona con los personajes, ejemplificándose con Luis Alfonso, en donde encuentra una triangulación que opera en el personaje central, que va de la esclavitud al adueñarse y de ahí al sentirse Dios, operándose un movimiento de acuerdo con el sentir del personaje. Para este artículo que presento considero pertinentes dos aspectos, entiéndase una ambivalencia o una diada, compuesta por los sentimientos amor-odio, presentes tanto en la enunciación, como en la simbología implícita del discurso narrativo. 4-Para Carmen E. Piñero (2010: 113): «la segunda novela de Vicens aborda el tema de la muerte, desde un ángulo original que expone con genial maestría en todo su dramatismo: el de la muerte en vida, o, para hablar en el lenguaje vicensiano el de la vida en muerte. La vincula con aspectos psicológicos sobre la suplantación y la pérdida de identidad entre un padre finado y su hijo adolescente que, por razones de la más bizarra política del compadrazgo deberá sustituirlo en su puesto, personificándolo en su actuar». Referencias de imágenes: Andrade, L, (S.F) Dibujo 1 [Siluetas] Andrade, L, (S.F) Dibujo 2 [Familia] Andrade, L, (S.F) Dibujo 3 [Dos personas y una cruz]


El día que decidí dejarte de amar

Querido olvido

Por Jorge Curiel

Querido olvido ¿Me recuerdas? Sentado en el sillón Pensándote ¿Hasta cuándo llegaras? Si los buenos momentos se van Y las horas se quedan Corren de mí Al ritmo de las lágrimas Que antes caían sobre sus pies.

Por Jorge Curiel

¿De qué me sirves olvido? Si regresas en un descuido Como mis latidos Y al tiempo te vas Y regresan los recuerdos. El día que decidí dejarte de amar Recupere el aliento Salí de mi desierto El día en que se me secaron las lagrimas Volvieron mis sueños Porque al irte lo perdí todo, Pero solo hasta que te marchaste Supe que había tocado fondo Pues lo que abrazaba ya era solo tu ceniza. Después de haber muerto en vida Entendí que El día que decidí dejarte de amar Volví a nacer. 20/01/16 Referencia de imagen: Beksiński Z. (S.F). [Imagen dos cuerpos abrazados]. Recuperado de: http://3.bp.blogspot.com/_EcfQTb3MMxw/SgNwwuUX_1I/AAAAAAAAGiY/_AqYV9l_8zg/s400/Zdzis%C5%82aw+Beksi%C5%84ski.jpg

Escucho a los bomberos Apagar el fuego Tratando de rescatar Las pocas cenizas que hoy se diluyen Como el papel sobre mis dedos Trato de volar Alcanzar las estrellas Que creo merecer Pero hundo mis pies Y siento en lo que soy Y el olvido no llego. Solo me responde con su ronca voz Aprende a vivir con ese amor. 25/09/15 Referencia de imagen: Beksiński Z. (S.F). [Imagen de un busto sin rostro]. Recuperado de: http:// culture.pl/en/article/the-cursed-paintings-of-zdzislaw-beksinski

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En construcción Diecisiete tesis sobre desaparición forzada Por Baruch Martínez Treviño

I

-El cuerpo es la verdad, en su temblor se conjugan los verbos para proyectar sus tramitaciones afectivas. No hay verdad sino a través del cuerpo que resuena.

II

-Resonar es temblar desde fuerzas externas, límites; es ser la frontera que reestructura territorios. Es la fuerza soberana que escribe las líneas del adentro y el afuera. Estas fuerzas son tan íntimas que por eso ese signo del afuera haló un temblor soberano.

III

-La materialidad del cuerpo se cubre de la materialidad simbólica signante que atraviesa los cuerpos encontrados al nacer palabras de luz. Sólo así es posible existir como vida. La vida da sus múltiples aperturas por los cuerpos que encontrados vuelven presente el pasado que se actualiza en cada instante. Así los instantes del tiempo discontinuo no tienen resonancias sino por la cercanía y la lejanía de los cuerpos que algo pueden decir.

IV

-Cuando al cuerpo lo desaparecen las materialidades simbólicas lanzan ondas del reducto en nada consistente. Este resto es nuestra constitución que hace un corto-circuito a todo orden, sistema, axioma, postulado. Este resto es la vía regia al final último desde donde todo fundamento se traga a sí mismo.

V

-Las consecuencias del acto necesitan el acto. Una acción negadora que se niega a sí misma para positivizar la inocencia de un lapso de vida enviado al olvido, como si el recuerdo que valiera fuera el de la Justicia, niega también espacios de tiempo de acción.

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Así, desaparecer personas es el acto que niega la misma existencia de quien comete tan atroz crimen. Luego, la impunidad es el nombre que se le da a la otra parte cómplice del acto, quien viene a dudar de la veracidad del acto, a poner en acto la duda.

VI

-La octava tesis de Walter Benjamín empieza «La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de emergencia’ en que vivimos, es la regla1». O como en otras lecturas resumen: el estado de excepción es la norma. Normados en la excepción. La excepción es otra cosa que la decisión o la indecisión, es abrir el acto sin claridad jurídica ni política; es donde se muestra una fuerza irreverente a todo estatuto; también podría ser el ropaje para una conceptualización. Por lo tanto, la desaparición forzada es la excepción de nadie para devolver la ausencia de fundamento de cualquier postulado político: sin cuerpo resuena la vida como vínculo singular.

VII

-Dicen que la desaparición forzada es «un vacío de sentido», esto sólo muestra que no sabemos escuchar, que el oído fue duramente educado para discriminar tonos, volumen, fuerza. La desaparición forzada es un exceso de sentido que se teje desde el cuerpo de quienes buscan. Si pudiésemos escuchar desde otros horizontes.

VIII

-El capitalismo pone la mercancía como el corte comunitario o vincular. Dice Jameson «sólo el capitalismo constituye una formación social (es decir, una


En construcción: Diecisiete tesis sobre desaparición forzada

la desaparición forzada es la aporía fundamental por la reacción primigenia.

multiplicidad organizada de personas) unida por la ausencia de comunidad, por la separación y por la individualidad6». Así entendido, pasar a valor de cambio como objeto en el umbral del nomos, de lo normado, del efecto de fuerzas, pone sobre el texto la desmitificación ética de la existencia para volvernos muerte en la mercancía del nomos primordial: la confrontación producto de fuerzas anulantes. La primera fuerza anulante es la reificación como proceso mitológico al convertirnos en valor de cambio. La segunda fuerza anulante es el narcisismo exacerbado por la ausencia de límites. La tercera fuerza anulante es el proceso del falseamiento representativo de las instituciones de seguridad. La cuarta fuerza anulante es la apariencia de universales carentes de crítica, llámese seguridad, bienestar, justicia o igualdad. Es en los vértices de estos encuentros que el cuerpo es menos que mercancía, sino sólo grasa para las tuercas de la gran maquinaria anulante del mercado ilegal.

IX

-La ponzoña reactiva por lo extraño, ese gesto que expulsa lo otro, ese gesto que emerge por temor a la aniquilación de uno mismo -no conceptualizable: por eso el acto reactivo--, llamado también miedo. Ese gesto es la síntesis a priori moral que dirige relaciones. El saber es una producción reactiva ante el miedo a la muerte, en este sentido, y desde varios frentes, el síntoma de

Ya sea por el combate a una planta que era considerada «nociva» no por normalidades científicas, sino por temor en la percepción fenoménica de sus efectos. En el peor de los casos, la regla que mide su nocividad está en función de la productividad del obrero, viéndose menguada -o no- por aquellos productos naturales o sintéticos. Quien desaparece puede ser el murmullo sostenido en sordina por el mismo límite marcado con el gesto-trazo del miedo a lo irracional del acto. Transversalmente la escritura es una reacción en sí misma en un campo de batalla para extender la impresión de atrocidades: entre la grilla de una escritura académica y la libertad de la prosa poética, escribir es también la resonancia del cuerpo queriendo significar lo irrepresentable.

Bis. X

-Las violencias ahondan, como golpe constante, nos hunden el paso. Luego caminamos de bajada en el cráter. A veces ya no se distingue el horizonte, a veces caminar en el fondo por esta penumbra podría parecer la cotidiana espesura del vacío. Y sólo cuando sudemos, nuevamente, el ardor de las bombas, temblaremos lo que dejamos de hacer para que eso no suceda. Y para que no vuelva, hay que seguir andando, subiendo hacia nuestro afuera donde reconstruiremos todo.

XI

-El resto es el todo. A los años del olvido del objeto, de la cosa, de su desnudez sagrada, las buscadoras llevan en su canto el manto del primer y último ropaje para nuestro ser. Por eso el resto, como trabajo que sobra en la ganancia de cualquier mercantilización, tiene latiendo la luz oscura como la parte sin la cual el espacio no adquiere profundidad: para que la vida resalte, sus sombras son nuestros necesarios imperdibles. Esto es, el relieve de la vida es el propio proceso en la muerte que nos cobija con sus rituales, sus duelos, sus monumentos, sus memorias, sus fantasmas. Estamos alcanzando la verdad del cuerpo sin vida para darnos vida en el ciclo, que cobijen los rituales, como si fuéra25


En construcción: Diecisiete tesis sobre desaparición forzada

mos caminando a su encuentro, del cuerpo, una vez encontrada la verdad vemos que el pasado y todos los momentos descolocados se entretejen y cubren desde nuestros pasos dados el manto sagrado del cierre. Lluvia que fertilice nuestra memoria será la verdad del cuerpo que habrá de reverdecernos nuestra digna vida por amor. Así, el resto es el todo porque este no cierra sin el desliz, constante, del sobrante. Sobrante en la vida. Si eso es la desaparición forzada, sólo nos queda ir por él. Buscar la verdad es el cuerpo, desde el cuerpo. Irrepresentable, la memoria que se agolpa sin materia, la mediación es un error, la unión de lo inanimado es la vida representada en el sonido que escupe la tierra al caer las rodillas con el llanto. El llanto: nacimiento.

XII

-Habiendo la nada en el fundamento de la formación política la desaparición forzada es el hoyo negro de toda la existencia. Todo lo escrito que da lugar a la ficción de un acuerdo; todas las mediaciones; todos los orígenes; todas las palabras. Todo esto carece de consistencia. En el momento de escriturar un deber, un hacer, un enlace representativo, en ese momento hemos perdido algo. La fuerza que debió asentar una marca. Al fundamento se le fija con sangre: es la única manera de marcar su origen. Sangre que penetra la tierra volviendo sombras espectros por deudas no asumidas. La deuda se transfigura en la misma mediación como el más en lo imposible, esto es: la deuda es un más en el intento de representar la existencia. Pero este más es ajeno a la necesidad: es la misma forma de la sangre derramada para solidificar el fundamento del existir. Ahora bien, la sangre corresponde a vencidos olvidados, pero, la actualización del fundamento esta transversalizado por otras producciones que le impiden matar en ausencia del llamado a su nada fundamentada. ¿Qué hace para solidificar su tótem? La respuesta es endeudarse. Endeudado el fundamento tiene un más que es imposible de llenar. Es en ese intento de llenado que algo muestra la producción del más, es

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que la nada no se puede sumar y lo único que provoca es un más nada (+N). Ese +N es lo que endeuda el fundamento sin mandarlo a la nada, es su desdoblamiento: de su firme y constante proceder, de sus prácticas institucionales que cortan fronteras para recorrer todo volviéndonos una esfera sin ventilación y con ruido y prisa constante; ese desdoblamiento es el espacio virtual del +N. Y lo único que es +N es el capital financiero. Es ahí, en ese +N a donde son enviados toda la existencia para pagar esa deuda, no sólo del capitalismo por el mercado ilegal de las drogas, sino por el mismo reflejo en el fundamento endeudado. Este es el corto-circuito total a cualquier fundamento y su deuda: más seguridad más más nada ((+S)+(+N)) que resulta sino un fundamento que se come a sí mismo llenando ese +N. Ahí, llevarse cuerpos, esa violencia de la desaparición forzada, es por mucho no sólo la sangre de los muertos, es llevarse al espacio succionado en +S + +N toda certeza material. La desaparición forzada ha eliminado la frontera amigo-enemigo: desaparecer, sin embargo, trenzó el movimiento de las fuerzas que buscan, nuevamente, el fundamento inmanente del deseo para volver al desear. Por eso, la desaparición forzada es la muestra del vacío primordial a dónde y desde dónde el agujero busca sus bordes para rehacer vida. Por eso, que alguien, cualquier existencia deseante vinculada sea llevada a la no existencia es por el (+S) + (+N) que fundamenta su propia extinción.


En construcción: Diecisiete tesis sobre desaparición forzada

Lo único que se suma a estas dos fórmulas es la vida, por eso, la aritmética del fundamento ha perdido toda referencia al infinito y sin embargo hizo de él la muerte del presente: en el infinito de la deuda sólo nos queda invertir los términos.

XIII

-Si la verdad es el cuerpo que llama al encuentro para dar tierra a la idea dispersa, que nos inunda, que nos ensombrece los pasos hasta llegar al lugar del encuentro, si la desaparición forzada lo que genera es un exceso de no-idea sin referencia específica, es sólo hacerse espacio en la materia donde podremos marcar el signo de la vida como proceso continuo. Por esto, aquí lo que se estima propicio es la responsabilidad de las atrocidades y no las culpas enduedadas por fundamentos olvidados, es otro tipo de deuda, es la deuda al por-venir. Es como cuando los familiares signan el espacio como la grieta visible que nada podrá cubrir, es esa grieta la muestra de la fuerza que le pone la máscara oficial a la razón de la política como institución: es más nada más seguridad, esto es, la inversión de los términos para terminar en el punto donde somos el más imposible de representar.

Por eso, cambiar la fuerza reactiva por una activa que llama a la responsabilidad por una deuda al por-venir es totalmente distinto al rencor nihilista de la reacción. La reacción ha sido ejecutada y mirada en su flecha que arroja el fuego a la muralla del vacío. Entonces, fuerzas activas que por deseo encuentran vida.

XIV

-El espacio del más nada siendo «dominado» por el capitalismo está en disputa justo por la apertura que dejó al descubierto al resonar el hueco del fundamento de la vida que vale como vida, más bien, de la existencia por encima de la vida. ¿Cómo algo va a existir excluyendo la vida, excluyendo a quienes pueden dar existencia a lo demás? ¿Será que la exclusión de la vida es la vida sin fundamento, sin conciencia de sí misma, sin confrontación con un otro que le de sustento? Pero este espacio es un lugar límite, una brecha que muestra la imposibilidad del afuera y justo el punto desde donde todo parece resquebrajarse: lo más cercano al afuera, donde no hay posible escritura sino la del cuerpo que signa las siguientes menciones de un trauma que es psicopolítico: cuerpo-alma-deseo.

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En construcción: Diecisiete tesis sobre desaparición forzada

XV

-El acto que se consolida como negación de sí mismo es el límite de la fuerza gravitacional hacia el vacío. Es como hacer y negar el hecho, pero en este hacer hacemos hacia el otro que deja de ser otro para ser sólo residuo de un mercado que oscurece el firmamento con sus postulados. Por eso, acercar a esta tesis la mención de Roudinesco3 sobre Lacan y Antígona, nos da un lugar como la borradura del crimen y «la desaparición de toda huella del cadáver» (comentando a Sade), esa «entre-dos-muertes» de Antígona, la de ella y la de su hermano imposibilitado por un Estado que niega su estar en el mundo del vínculo: otro acto que niega el acto. Entonces es el acto que se niega a sí mismo como la total implosión de la existencia llevándose consigo lo que esté en su cercanía, a su mismo motivo de actuar. La desaparición forzada si bien es extensiva del Konzentrationslager Auschwitz es como si, una vez ocupándonos de la «cesura» del Holocausto, nos alcanzara por la espalda, por las sombras, por las esquinas, mientras los juicios prendían sus luces y nos indignábamos ante la cúspide de la modernidad -parafraseando a Bauman- y fragmentada. No habíamos dado cuenta que cada posible inexistencia nos habita y ahí, en ese acto de negar el acto encontramos un obrar puramente humano [pero de un hacer humano con límites se difuminan en las manos, somos verdugos de un astro que enfría la sangre y nos muestra el metal dorado en el frente como único motivo].

XVI

-El acto que se borra a sí mismo sólo puede ser sostenido en el límite por otra fuerza que empuja desde las tinieblas la posibilidad de ver, de un ver que es acto del cual encarna una filosofía de la vida.

Este confín del acto que se niega a sí mismo, en este estela cargada de incomprensión que se traga el entendimiento; en esa brecha de ilimitada fuerza gravitacional, nos decimos ser el aliento en el límite nuestro. Aquí, entonces el acto que se niega en su fundamento y por lo tanto en el ser de lo humano, nosotras sostenemos en nuestro cuerpo el imperceptible movimiento del límite (desde donde es-siendo posible mover la 28

marca como ley grabada en piedra). Es, no «otro punto de vista»: es el punto ciego donde puede ser posible la vista-acto, es el punto donde nace la vista, desde la mayor ceguera por la fuerza del resentimiento que se traga el acto consigo mismo, ahí, una fuerza de vida da lugar a la luz que nos muestra sus destellos.

XVII

-El último acto que nos queda, a toda la memoria de la vida como posibilidad vincular, es doblegarnos ante nuestros imposibles y salir, del corte, la posibilidad ética de existir. Y la fuerza de la vida es la única múltiple re-organizada que vuelve a escribir desde la materialidad del horizonte nuestro siguiente paso para seguir buscando vida. Referencias:

1-Benjamín, W. (1940) Tesis de filosofía de la historia. PP., 5. Recurso en línea: http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Benjamin-TesisDeFilosofiaDeLaHistoria.pdf 2-Jameson, F. (2013) Representar el capital. PP., 29. Fondo de Cultura Económica, Argentina. 3-Roudinesco, E. (2012) Lacan, frente y contra todo. PP., 110. Fondo de Cultura Económica, Argentina. Referencias de imágenes: Nos faltan 43 [Fotografía] (s/f). Recuperado de: http://vsco.co/tuer/ media/547178f324561598438b45bb Secuestro [Fotografía] (s/f). Recuperado de: http://vsco.co/sharontool/ media/55cfaafe24331ea4018b457a


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