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SOÑAR EN VOZ ALTA

Soñar en voz alta

La que había sido su casa desde que la pisaran, la gran mayoría de ellos, con apenas 3 años en Infantil, empezaba a decirles adiós ya con cada nuevo viernes que iban despidiendo. ¿Tendrían ellos también sueños pendientes por cumplir? ¿Estarían a punto de quedarse JOSÉ MARTÍNEZ VILAS para siempre, con ideas escolares en el tintero? No lo sabía, sinceramente, pero si así fuese no lo podía permitir.

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El Profe Pepe, como le gusta que le llamen, es natural de San Fernando (Cádiz). Diplomado en Magisterio de Primaria por la Universidad de Cádiz. Apto para la Enseñanza Bilingüe  Máster Interuniversitario en Cultura de

Paz, Conflictos, Educación y Derechos

Humanos, por las Universidades de Granada, Cádiz, Córdoba y Málaga.  Experto/Especialización en Comunidades de Aprendizaje

Amante de la Animación a la Lectura, la Innovación Pedagógica, TICs, los Proyectos Interdisciplinares y Tareas Multicompetenciales, la Educación en Valores a través del Aprendizaje Cooperativo Experiencial, y el uso didáctico del Material Manipulativo, ha sido nominado al Premio Educa Abanca al Mejor Docente de España 2019 (categoría Primaria).

Contacto:profepepe.edu@sptartessos.net

Me fui a la cama una noche con una pregunta rondándome la cabeza: ¿Qué me hubiese gustado hacer a mí en mis años de colegio, antes de marcharme al instituto? ¿Tuve acaso -y no lo sabía- un sueño pendiente por cumplir en mi etapa escolar?

Por aquel entonces era tutor de un sexto, los mayores del centro.

Nos íbamos de vacaciones de Semana Santa, como todos los cursos, sin embargo, para “mis niños”, el que venía sería el último trimestre de sus vidas entre aquellos muros, pasillos y escaleras.

LA FÁBRICA DE SUEÑOS

Nació entonces un proyecto pequeño y a todo correr. Me puse en contacto con varios amigos y conocidos de diversos ámbitos para crear un montaje que les sirviera de inspiración, como cabecera y lema del proyecto que les iba a presentar. Y poder lanzarles un mensaje: “Sueña, inventa, crea.” Y a la vuelta de las vacaciones se lo proyecté en clase con la intención de dejarles clara una cosa: que intentaran.

El vídeo nos puso los vellos de punta. Compañeros míos de la Facultad de Magisterio como Joselu Marassi, que ya tenía su propio disco de música, y compaginaba su profesión de maestro con dar conciertos, o compartir videoclips con cantantes nacionalmente conocidos como Julia Medina (Operación Triunfo); o Luis G. Lucas, y Álvaro S. Tello, también ahondando camino en el panorama musical. Éste último, a su vez, junto a Sara Medina llevando a cabo talleres de teatro con todo tipo de personas, incluyendo -importantísimo esto- a grupos con diversidad funcional.

Y muchos otros, como Cristina Muñoz, amiga de la

adolescencia que se encontraba en aquel momento realizando un voluntariado médico en Ecuador. O Juanjo Ramos, piloto de motos de competición y que, tras multitud de caídas, lesiones y curvas -nunca mejor dicho- había conseguido dedicarse a lo que siempre había soñado. O, por último, Lenny Acosta, gran amigo mío, amante y profesional de la fotografía que había decidido formarse recientemente en el manejo de drones para poder grabar las espectaculares secuencias de los videoclips de algunos artistas del mundo del Hip Hop, así como el uso del croma y otras técnicas de efectos especiales similares a las que, como él les dice en el vídeo, “vosotros veis en los videojuegos a los que jugáis o las series que os ponéis en casa”. Todos ellos, referentes para un público preadolescente que fue bombardeado a través de los cinco sentidos con un mismo mensaje que se repetía continuamente: “Ten un sueño, y apuesta por él.” Se prendió la llama, sí señor.

Y así, con mis alumnos y alumnas extasiados y la motivación saliéndole hasta por los poros, quedó inaugurado nuestro proyecto LFDS “La Fábrica De Sueños”. Se habilitó en nuestro blog digital, herramienta con la que veníamos trabajando durante todo el curso, un espacio exclusivo para ello, que les dio la bienvenida con el siguiente mensaje:

Y un poco más abajo, además de colgar el vídeo de presentación para que todas sus familias pudieran disfrutarlo también, les expliqué la idea esencial del proyecto:

“Este es un nuevo espacio en el que, por medio de los comentarios, podréis aportar vuestras mejores ideas e iniciativas. Deben ser talleres, experimentos o sugerencias que os ilusionen y que os gustaría realizar.

El objetivo de esta sección es conocer lo que os hace ilusión hacer para poder ayudaros a hacerlo. Cualquier cosa, mientras esté en nuestras manos, o sea más o menos factible, será válida para La Fábrica de Sueños. ¿A qué esperas? ¡Vamos!”

Y funcionó, afortunadamente. Como yo mismo era quien les impartía la asignatura de 6º Cultura y Práctica Digital, y estaba enseñándoles a utilizar el correo Gmail, les pedí que fuesen enviándome mensajes por dicha plataforma contándome qué ideas, por muy locas que les pareciesen, le gustaría llevar a cabo antes de marcharse del cole. Recibí varias, y tuve que cribar y descartar unas cuantas, bien por requerir de recursos a los que no teníamos alcance de ninguna manera, o por ser demasiado peligrosas. Pero, con todo, conseguí quedarme con alguna que otra interesante y factible.

Las programé en un calendario para lo que nos quedaba de curso, y reservé el aula de informática, la biblioteca, el salón de usos múltiples y

el patio para cada una de las sesiones en las que los íbamos a necesitar. A continuación, pueden ver cuáles fueron los distintos sueños proyectados,

pero por cuestiones de espacio solo les desarrollaré uno de ellos. Si algo debían tener en común, era una sola cosa: que el dueño de la idea en cuestión fuese quien impartiera o liderara la actividad cuando ésta se fuese a realizar.

Les hablaré ahora de José Manuel, y de su taller de creación de videojuegos. Estamos ante un alumno creativo, simpático, muy respetuoso pero altamente introvertido. De estos alumnos geniales que siempre deseas que sus propios compañeros conozcan más y mejor, porque sólo tú eres consciente de todo lo maravilloso que tiene por compartir con los demás, pero que prefiere no abrir la boca o destacar para no hacer ruido.

Me llegó un correo, de los primeros que recibí tras lanzar el proyecto LFDS, que decía “Hola profesor, soy José Manuel…. -tal y tal- como sé manejar la plataforma SCRATCH podría enseñarles a todos cómo fabricarse su propio minijuego.” A mí me dio un vuelco el corazón. Ya no porque estaba

respondiendo justo a lo que el proyecto intentaba incitar en ellos, que era que soñasen en voz alta, o que un taller de videojuegos en esa edad, justo antes de abandonar el cole fuese un éxito asegurado. Sino porque había sido idea de él, y se ofrecía él mismo a enseñarle a sus compañeros, a abrirse, a integrarse, a convertirse en modelo por un día al compartir con ellos algo que los demás desconocían y ansiaban conocer. Y así ocurrió.

El taller fue un bombazo. José Manuel estuvo en todo momento cómodo y suelto, resolviendo dudas por aquí, dando consejos por allá, y girando en el centro de un huracán de preguntas, elogios y admiraciones. Y a mí, disculpen la expresión, sentado como un alumno más en otro de los ordenadores del aula de informática, literalmente se me caía la baba.

La Fábrica De Sueños les marcó. Me hablaron mucho durante la fiesta de fin de curso sus padres y madres sobre aquella iniciativa. Incluso en sus mensajes, correos y comentarios en redes sociales, de un verano en el que las hormonas y el salto al instituto hacían estragos en sus estados de ánimo, se repetían insistentemente los agradecimientos por haber podido dar cabida, entre exámenes de Lengua y de Mates, esas últimas semanas de calor asfixiante en pleno corazón de Sevilla,

a ideas personales que, de otra manera, se les habrían quedado por cumplir. Objetivo conseguido. LOS JUEVES MANDAMOS NOSOTROS

Años más tarde mi interinidad me acerca bastante más a casa. Llego al CEIP Sancti Petri de Chiclana de la Frontera con el cuerpo a medias, en lo que a la creatividad se refiere. Un contrato a voces corto, que se prevé que finalice antes incluso de navidades. Le digo a todo el mundo en mi círculo de confianza que para este destino no pienso sacar los pies del tiesto, metodológica y profesionalmente hablando. Que para lo poco que me queda en el convento… no me salgo del sota, caballo y rey del libro de texto. Que de programar talleres más moviditos de la cuenta, ni hablar. Que no merece la pena.

Y no solo fui incapaz de cumplir semejante autocensura didáctica, sino que, para más inri, conforme se fue alargando mi contrato allí, más y más proyectos, actividades, y aventuras fui llevando a cabo con mi grupo de alumnas y alumnos. En otras palabras, que acabó siendo, con mucha diferencia, el curso en que más trabajé y en el que mayor cantidad de material alternativo creé, o metodologías diferentes empleé de septiembre a junio. ¡Este curso me dio tanto, señoras y señores! El artículo anterior en el que hablaba del aprendizaje cooperativo, tuvo lugar en dicha clase. Y aquel blog educativo que creé para compartir un Proyecto Interdisciplinar sobre un viaje por la Historia (“La Máquina del Tiempo”), también lo desarrollamos allí. El sistema de puntos y trivials de refuerzo, afianzamiento y evaluación, del que estuve hablando como ponente al alumnado del Máster al que fui invitado hará poco más de un mes, ¡también tuvo lugar en aquella clase! ¡Y esperen! Sí. Adivinan bien. El grupo de alumnos responsable de mi nominación a aquel Premio Educa-Abanca a mejor docente de mi especialidad, fue justamente aquel. Mi 4ºB del Sancti Petri de Chiclana, ¡un tesoro!

Pues sin mayor presentación que esta, y en el auge de tantas y tantas dinámicas que vamos llevando a cabo semanalmente en dicho contexto, me planteo repetir La Fábrica de Sueños. Pero en aquella ocasión le cambiamos el nombre. De hecho, creo recordar que no fijamos ninguno propiamente dicho, así que titularemos nuestro programa como “Los jueves mandamos nosotros”. ¿Por qué? Pues porque cada jueves del curso, desde el momento en que nos pusimos en marcha, había un hueco en el horario justo antes del recreo, para que el invitado o encargado en cuestión nos deleitase con su respectivo taller. Y disfrutamos y aprendimos de lo lindo. Les cuento:

Creo recordar -si estás leyendo esto y fuiste uno de los protagonistas y me he equivocado, ruego que me perdones- que inauguró el programa mi alumna María. De nuevo chica creativa, con un millón de cosas que aportar a grandes y a pequeños, pero con una timidez más grande que ella misma. Hasta que dimos con la tecla. Descubrí -en mis propias carnes como docente- que a María

le encantaba y se le daba terriblemente bien “trolear”.

Para los que no estéis muy familiarizados con el término, es algo así como engañar, dar coba, pero en situaciones que acaban desembocando en risas. No es meterse con nadie, ni es reírse de nadie en la connotación cruel o despectiva ni mucho menos. Es algo así como gastar bromas un tanto traviesas pero sin faltar al respeto ni que sean peligrosas. ¡Y a ella se le daba genial! Así que inauguramos un primer jueves del taller “Trolleando con María”. Y así, cada jueves, traía un supuesto experimento o desafío con el que retaba a diversos compañeros y a mí mismo, y que parecían prácticamente imposibles de resolver, hasta que ella con un truquito y una facilidad pasmosa, lo desvelaba delante de todos. ¡Una crack!

A la clase le encantó la idea, el ambiente y la expectación que se formaba cuando sonaba la sintonía que había elegido para dar entrada al taller cada jueves de programa. Así que no tardaron en llegar más propuestas, todas de índole diferente, por parte de otros compañeros y compañeras. Así nacieron “Los animales más raros del mundo”, presentado por Alberto, donde nos enseñaba cada vez que tocaba “sintonizar” su taller, un animal nuevo diferente, y jugábamos a estimar sus dimensiones, su velocidad y ferocidad, y los enfrentábamos de manera hipotética ante diversas situaciones conflictivas, a modo de debate, para consensuar si saldrían victoriosos o no dependiendo de sus características y cualidades. ¡Una chulada!

En tercer lugar, llegaron Antonio y Elvira casi a la par. Uno con enigmas para resolver entre toda la clase, y la otra con una colección de platos disparatados provenientes de los distintos continentes. Si te despistabas un jueves y casualmente tocaba en el programa taller de uno u otro, lo mismo acababas haciendo las veces de Sherlock Holmes que de George de la Jungla. Entrenamos de lo lindo el pensamiento lógico, la escucha activa y, por supuesto, hackeamos el paladar entre tanto bicho, picante y condimento estrafalario. Dos talleres divertidos, didácticos ¡y muy interesantes!

Por otro lado, Ariadna, nuestra delegada de clase, nos trajo una idea al programa absolutamente fantástica. Buscó e investigó acerca de juegos tradicionales propios de cada parte del mundo, tanto por países como por etnias, y los organizó en una preciosa presentación que incluía hasta la música típica del lugar que estuviésemos viendo. Como la gran enamorada de la literatura y de la cultura que es, en honor a Julio Verne tituló su taller “La vuelta al mundo en 80 juegos”. ¡Y menudo viaje!

Por último, tuvimos una sesión muy especial. La he dejado para el final para que la comparación con aquel taller sobre videojuegos que impartió José Manuel, años atrás, en mi cole de Sevilla, se haga más sencilla. Y estén atentos, por favor, porque la historia se repite. Había un alumno en aquel grupo de 4ºB de Chiclana, llamado Álvaro. Fenómeno, por descontado, pero con ciertas habilidades sociales por pulir, para con el grupo, por supuesto. En el trato personal conmigo, maravilloso.

Tuvimos -me incluyo porque al fin y al cabo soy yo quien le acompaña en su camino en el aula como tutor- nuestras idas y venidas, subidas y bajadas. Detectamos juntos algunas cosillas que debía cambiar para mejorar su relación con la clase, evitar conflictos triviales, y en definitiva, aprovechar el tsunami de ingenio que tenía dentro esperando para compartir. Mientras tanto, solía refugiarse en sus dibujos. Hasta que un día, justo entre esas páginas garabateadas, encontramos la manera.

Álvaro era, es, y será un artista gigantesco, a pesar de que su estatura en la foto que ahora ven pueda despistarles. Tanto, que durante el curso consiguió participar en una Master Class del dibujante profesional Salva Espín, conocido autor de las ilustraciones de cómics mundialmente famosos como Dead Pool. De hecho, acababa de entrevistarle La Resistencia por sus trabajos para MARVEL. Y lo dicho, Álvaro estuvo aprendiendo y dibujando con él.

Como todos y cada uno de los alumnos que ha tenido el Profe Pepe saben perfectamente que el peor profesor del mundo dibujando soy yo, hablé con Álvaro y con su familia para configurar un taller en clase mediante el cual nos contara su experiencia en aquella Master Class, nos explicase un poco acerca del cine Anime y de sus característicos dibujos Manga muy atractivo además para el alumnado de esas edades-, ¡y de paso nos enseñase a dibujar un poco!

Y dicho y hecho. Álvaro se “curró” un taller como pocos se han visto. Trajo una presentación totalmente descriptiva y visual, narró su experiencia, sus nervios, sus seguridades, y los puso al nivel y al alcance de todo su grupo de iguales. Que era lo que yo perseguía. Nos repartió a cada uno una ficha-guía, con su correspondiente cuadrícula y un dibujo clásico de Goku repetido en varias secuencias, paso por paso.

Fuimos acompañándole, lápiz en mano, para ir elaborando poco a poco aquella ilustración, intentando poner en práctica las nociones básicas que nos acababa de explicar, así como los truquillos que él nos iba mostrando en directo en la pizarra. Salió fenomenal, nos divertimos una barbaridad y aprendimos -yo el primero- muchísimo. Álvaro tuvo que lidiar con la paciencia, afrontar diferentes ritmos de aprendizaje, dar ánimos a aquellos que se frustraban, aconsejar a los que se perdían, y felicitar a los que iban consiguiendo que su cuadrícula se fuese pareciendo cada vez más al simpático personaje de las “ondas vitales”.

No sé cuántos ámbitos de la inteligencia emocional se pudieron trabajar al mismo tiempo en aquel taller, señoras y señores, pero les aseguro que fue un éxito rotundo. Para mí, para Álvaro, y para sus compañeros. Como con el resto de talleres del programa, salimos todos ganando. Los alumnos por sentirse protagonistas, docentes, modelos por un día. Y el maestro, que suscribe, por poder observar, aprender y hasta evaluar una cantidad de cosas que las situaciones tradicionales del día a día en el aula no son capaces de ofrecerte.

VOZ Y VOTO

Y así, alternando unos y otros, como si fuese la programación de una cadena de la tele, se nos pasó el curso volando, de jueves a jueves, imaginando la mar de nerviosos con qué nos sorprendería el siguiente la próxima vez. Expectación, expresión, reconocimiento del esfuerzo, refuerzo positivo, valoración, empatía, admiración, entusiasmo, motivación, superación, y un largo etcétera de valores, cualidades, actitudes y competencias varias podrían completar una tabla de todo lo bueno que conseguimos trabajar con el programa. Siempre de manera natural, dando voz y voto al alumnado. Esto es la Escuela Democrática, ¿saben? No hace falta pensar en los extremos de una educación a la carta como si de un bufé libre se tratase para cada niño/a. Ni, por favor, conformarse con reproducir plenos del Ayuntamiento en clase para la parafernalia de elegir al delegado o delegada y sanseacabó. Escuchar sus inquietudes, sus gustos, sus aspiraciones. Darles respaldo logístico dentro de las posibilidades personales y del centro, confianza y un espacio físico y temporal en el que poder desarrollar sus ideas y sueños, es la clave. Lo demás viene solo, se lo aseguro.

Así que ya saben ustedes, compañeros docentes que me estén leyendo. Ya tienen el público, veintitantos; el cole está plagado de dóndes, y el horario, de cuándos. Denles rienda suelta a sus pequeños artistas, científicos, investigadores, informáticos, o lo que sea que sueñen ser detrás de sus pupitres. Sáquenlos al centro de la clase. Es más, ¡salgan de la clase! Y siéntense a escuchar, a ver, a aprender y, sobre todo, a disfrutar. Y no olviden nunca una cosa: en un aula no hay veinticuatro cabezas aprendiendo cómo gira un mundo, hay veinticuatro mundos diferentes girando al mismo tiempo.

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