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JUSTO AMABLE GARROTE SANTOS

Artista Surrealista Cubano

@justoamableofficial uando naces en una familia de campesinos con piso de tierra, es muy probable que esa humildad te persiga toda la vida.

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Mi nombre fue la primera de las ironías de mi vida y se lo debo a la ingeniosidad de mis abuelos que decidieron unir los nombres de dos tíos sin preocuparse por la combinación que causaría con los apellidos, a saber: Justo Amable Garrote Ramos.

Por esta vez, nací en Güines, un pueblo ubicado a 50 kilómetros de la capital, en Cuba, el 24 de febrero de 1966, convirtiéndome así en el hijo de José Dionisio Garrote Cobas, quien era músico aficionado y vendedor de muchas cosas, y Camelia Ramos Rojas que hasta el sol de hoy es costurera. Mis padres tuvieron un matrimonio muy pobre y a mis dos años terminaron separados.

Al cumplir un año comenzó mi larga vida de encierros. Parece que lo heredé del abuelo paterno porque me contaron que vino desde España en barco, metido en un barril de manteca huyendo de la guerra civil. Así mismo fui internado en un círculo infantil desde el lunes hasta el sábado durante cinco años. Creo que es la única vez en la historia de la humanidad que ocurre esto. Recuerdo la irritación que provocaba el jabón en la nariz cuando me bañaban, el trato de madera enchapada y la ausencia de los brazos de mi madre…

EN 1983, DE 32 ALUMNOS APROBAMOS SOLO CUATRO PARA INGRESAR EN LA ACADEMIA DE ARTES PLÁSTICAS SAN ALEJANDRO, SUCESO QUE HIZO QUE MI VIDA DIERA UN VUELCO DE 360 GRADOS.

La enseñanza primaria fue otro encierro. Desde entonces y por 5 años íbamos a las clases en la mañana y al campo por las tardes; era obligatorio cumplir normas de diez surcos interminables. Teníamos que guataquear, sembrar tomates, recoger papas, arrancar hierbas con las manos, echar abonos… en condiciones lamentables. Tomábamos agua en las zanjas del regadío y los pies metidos en el fango hasta el tobillo; a ello le debo una enfermedad en las uñas que se resiste hasta hoy, 45 años después.

Mi hermano mayor, Roberto Garrote Ramos (1965-2015) era considerado como el pintor y restaurador de los cuadros de la familia, a él le regalaban acuarelas y pinceles y yo desde mi silencio envidiaba aquello con todas mis fuerzas.

En 1982 mi padre abandonó el país y la familia, dejando huellas imborrables en nosotros. A consecuencia mi hermano terminó recluido en un hospital psiquiátrico por una aguda crisis nerviosa.

Mi rendimiento académico era pésimo y casi todas las semanas me hacían consejo de disciplina, lo que trajo como resultado que me expulsaran de dos escuelas. La primera vez por robar una bandeja de dulces para llevarla a los dormitorios a mis amigos y la segunda por tirar un par de sillas desde un cuarto piso para ver como caían encajadas en el fango. Gracias a ello fui a parar, en noveno grado, a una escuela no interna por primera vez y allí, ingresé en la Escuela Vocacional de Arte, recién fundada, donde recibí mis primeras clases de dibujo y pintura. En 1983 de 32 alumnos aprobamos solo cuatro para ingresar en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro, suceso que hizo que mi vida diera un vuelco de 360 grados.

Nunca había tratado con intelectuales de esa magnitud. En la academia todos los maestros resultaban ser muy curiosos. La manera de hablar, las referencias culturales, la personalidad, el trato; todo eso me impresionó tanto que en unos meses ya no era el mismo y motivado por este ambiente terminé leyendo mi primer libro “Un hombre de verdad” de Iván Turgeniev. Desde entonces mi interés por la pintura se despertó tanto como por la lectura, terminando esta última por derribar a la primera. Me gradué alzando el premio compartido de la tesis de grado y leyendo doscientas páginas diarias. Todos los clásicos de la literatura, desde los poetas anónimos griegos hasta los ensayos de Foucault, Humberto Eco, poesía china, teoría de la cultura, semiótica, psicoanálisis, Freud, Jung, Lacan, guiones de cine, filosofía. Visitaba la Biblioteca Nacional desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche. Una vez terminé leyendo un Tratado General de Medicina.

En 1986 me ubicaron a cumplir el servicio social en la Isla de la Juventud, otra provincia de Cuba, como profesor en una escuela de arte. Me había casado dos años antes y mi situación económica no me permitía continuar los estudios universita-

PARAFRASEANDO A STEPHEN HAWKING, MI META ES SIMPLE, REPRESENTAR LA ESTRUCTURA DEL UNIVERSO.

rios. Un año después nace mi primer hijo Yamil Garrote Palau y dos años más tarde mi hija Mónica Garrote Palau; al año de vida sobrevivió una operación de corazón abierto por haber nacido con una afección cardiovascular.

Los próximos 12 años los pasé como profesor en escuelas de arte, impartiendo clases y talleres de pintura, dibujo, escultura, talla en madera, y en ocasiones asignaturas teóricas, estética, diseño teatral, metodología de la enseñanza, asesoramiento de tesis… hasta que Cuba fue asolada por el llamado período especial, cuando Rusia retiró la ayuda económica y nos vimos en una situación muy desesperada. Un gran aliciente ante todo esto fue mi relación amorosa con la soprano Bárbara LLánes, que se extendió por cinco años hasta que un día decidimos perdernos de vista.

Abandoné la enseñanza artística en busca de mejoras económicas; me fui a vender cuadros a los alrededores de la Catedral de la Habana. El primer día vendí una pinturilla que cubría dos veces mi salario como maestro, lo que impulsó mi estadía por varios años como pintor callejero. Desde allí preparé exposiciones personales en Melbourne, Los ángeles, California Y mis cuadros formaron parte de colecciones privadas.

Alternando con la pintura escribí mi primer guión de cine obteniendo el Premio Nacional de Guión compartido con Eduardo del Llano. Con ese premio metálico compré la cámara de vídeo con la que filmé varios cortos de ficción

En el 2002 me convocaron a ocupar la subdirección de una nueva escuela de artes plásticas en San Antonio de los Baños, allí conocí al pintor Vicente Hernández quién me presentó a la galería de Cernuda en la Florida, con ellos trabajé por dos años. A partir de entonces me he dedicado exclusivamente a la pintura.

En el 2006 me mudé a casa de mi madre en el municipio de Guiñes, allí conocí a Lihen Betancourt un apasionado y controvertido amor que se ha extendido por diez itinerantes años.

En el 2010 me trasladé a vivir en la Ciudad de la Habana, y comienzo a comercializar con éxito mis cuadros en la galería Forma. Mi obra se ha ganado la aceptación de un público heterogéneo y exigente. Como suele ocurrir junto al éxito el universo me dio un profundo golpe que cambiaría totalmente mi enfoque emocional ante el mundo, desperté con la terrible noticia de que mi hermano se había quitado la vida convirtiéndose en el evento más dramático de mi vida y regalándome una compasión, sensibilidad y altruismo sin antecedentes.

Hoy trabajo con la galería Arte1010, que organiza y subvenciona eventos de exhibición en la ciudad de Mérida, Yucatán. Así como participaciones en exposiciones en la CDMX.

Parafraseando a Stephen Hawking, mi meta es simple, representar la estructura del universo.

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