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La Economía Circular (EC) ha pasado de ser un brazo opcional de la Responsabilidad Social Empresarial, a una implementación necesaria para "subsistir", por muy exagerada que se escuche la palabra. Si en la década de los 70 referirse a la preservación del medioambiente, bajo una estrategia de marketing buscaba ser atractiva y atraer simpatía, en la actualidad, ya no más se trata de una decisión optativa, sino de una obligatoriedad más allá de conseguir solo adeptos para una marca.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por la ONU en 2015, han sido en la actualidad, el norte por el cual empresas y sociedad caminan para tratar de llegar al 2030 con algo más que buenos deseos para el planeta. Son 17 los planteamientos mismos, que persiguen alcanzar de manera equilibrada tres dimensiones del desarrollo sostenible: el económico, social y ambiental.

Justo el económico, materia de este contenido, representa uno de los más desafiantes pendientes porque para los analistas, desafía el romper ya, con el modelo económico que, con algunas variantes, prácticamente se ha reproducido desde la revolución industrial del siglo XVIII. Esto es: hacer dinero a costa del bienestar social, de la salud del planeta, de todo…

La llamada economía lineal, con su proceso de extracción, fabricación, utilidad y eliminación de los productos, no puede seguir operando, sobre todo, por el daño medioambiental que ha dejado a su paso al apoyarse del uso desbordado de los recursos naturales, el capital humano y los combustibles fósiles.

Hacia la economía colaborativa

Una de las respuestas al dilema es la llamada economía colaborativa. Se trata de un modelo económico que se vuelve a lo social, cultural e inclusive legal para sostener una economía con enfoque humano. Se respalda por una serie de valores de cuidado del entorno y uso de materiales frente a los despropósitos sobre los cuales se ha establecido el modelo de producción que aún persiste y que, si bien ha dado resultados, hoy parece caracterizarse por generar constantes crisis debido, entre otros factores, a su predominante enfoque por obtener ganancias, casi sin importar el cómo.

La economía colaborativa apuesta por lo social. Sin embargo, los analistas hacen hincapié en que no debe perderse de vista, por lo menos en el mediano plazo, que sea aprecie como un sustituto al sistema capitalista actual, sino como un complemento. Esto porque a la par del establishment, abre nuevas oportunidades, desde la inversión en el campo laboral, a lo cultural y tecnológico, la planeación con eficiencia y desde luego, al cuidado de la ecología al observar entre sus principios, los temas del reciclaje y la circularidad.

La Economía Circular, una foto instantánea

La EC es un modelo de consumo y producción sostenible para mantenerse en el tiempo. Por eso propone la reducción del consumo de materias primas, obtener beneficios de los recursos que ya se tienen y aprovechar los residuos para reciclarlos o transformarlos y dar una nueva vida a los productos que sea posible.

En México, hay distintos ejemplos de empresas que ya implementan estrategias de EC. Como la cadena de tiendas OXXO, que el año pasado instaló biorecicladoras en tiendas de la Ciudad de México y Monterrey.

Estas recolectan hasta 12 kilogramos de PET y 15 kilogramos de aluminio. Se planteó la recolección de más de 9 millones de envases durante su primer año, que equivale a más de 187 mil kilogramos de dióxido de carbono (CO2), esto, mediante la reincorporación de los materiales recolectados a los procesos industriales.

Bio Pappel por su parte, creó un modelo de economía circular llamado “Bosque Urbano”. Su propuesta es producir papel y productos del mismo de alta calidad a partir de materia prima 100% reciclada. Con ello desacopla la continua fabricación del papel y sus derivados, provenientes de la extracción de recursos naturales vírgenes. El objetivo es extender el ciclo de vida justo del papel.

Ikea, es una tienda de muebles que ha puesto en marcha su programa Circular HUB. Consiste en ofertar a un precio menor, muebles que no puede vender a precio normal por estar descatalogados, ya no estar en exhibición en tienda, son de segunda mano o tienen pequeños desperfectos, entre otros. Con ello, su inventario decrece y los muebles consiguen más de una oportunidad de permanencia ayudando a una producción más moderada.

El gigante Coca-Cola FEMSA, también ha hecho lo propio. En 2019 inauguró su planta EOS – REPARE en San Juan del Río (Querétaro). Se planteó, antes de cambiarlos por completo, revisar los componentes de los viejos enfriadores en puntos de venta. El fin ha sido aprovecharlos a través de la recuperación, reparación, reutilización o reciclaje.

Según informes de la compañía, con ello, la planta ha logrado manejar hasta el 99% de los componentes de los refrigeradores que han llegado al final de su vida útil. Esto es, una reutilización de más de 57 mil piezas de enfriadores en 25 mil equipos nuevos. Esta acción ahorró, en ese entonces, más de 1.8 millones de toneladas de CO2.

También destaca la organización Red Circular. Fue creada por 14 empresas mexicanas dedicadas a la producción, transformación, distribución y reciclaje de plásticos. Su fin es implementar sistemas eficaces de acopio y reutilización de los plásticos con base en un esquema de EC.

El proyecto está alineado con los ODS y el Acuerdo Nacional para la Nueva Economía de los Plásticos que se firmó en diciembre de 2019 con la finalidad de encontrar soluciones a la contaminación por residuos plásticos. De esta forma, Red

Circular busca fomentar el uso de materiales renovables y reciclados.

Por su parte la petroquímica mexicana Braskem Idesa, ha presentado la primera resina de polietileno de alta densidad (PEAD). Está elaborada a partir de material reciclado postconsumo compuesto de 30%, 50% y 70% de reciclado y resina virgen. Con ello, la empresa aprovecha los recursos naturales en la producción, amplía el ciclo de vida del plástico y genera un impacto ambiental y social positivo.

Gracias a sus resultados, se ha visto que es un material potencial ejemplo para luchar contra el cambio climático. Logra la disminución de 2.1 kg de CO2 eq/kg de resina promedio de consumo nacional a 1.8 kg de CO2 eq/kg de resina PEAD. También, con su empleo, ha conseguido reducir en un 80% su huella de carbono.

Natura es una marca de cosméticos de gran reconocimiento en México. De origen brasileño, con su estrategia “Circularidad completa de envases”, ha alcanzado la plena circularidad de sus embalajes para que sean reutilizables, reciclables o compostables. También utilizar más de 95% de ingredientes renovables o naturales y mantener más del 95% de sus fórmulas biodegradables.

El 70% del PET que Natura emplea en sus productos es reciclado. Además, desde 2007 la empresa es carbono neutral, lo que significa que las emisiones netas de gases efecto invernadero expedidas al ambiente por la producción de sus productos equivalen a cero, lo cual le ha generado impactos sociales y ambientales positivos.

La fuerte Heineken por su lado, se subió al tren de la sustentabilidad al invertir 7,350 millones de pesos para su planta en México. En ésta, el 100% de los residuos son tratados o reciclados, y se maximiza el uso de las energías verdes. Los vidrios de la planta tienen celdas fotovoltaicas que captan, aproximadamente, el 12% de la energía; el resto, proviene de energía eólica.

La empresa también cuenta con una planta de tratamiento de aguas residuales, permitiendo utilizar el biogás en calderas y reutilizar el agua tratada para los servicios generales de limpieza de áreas comunes y el riego de áreas verdes. Meoqui es la planta más eficiente dentro del sistema Heineken a nivel mundial: únicamente se emplean 2 litros de agua por 1 litro de cerveza producido. Con ello, se reduce el 50% del uso de energía térmica y el 30% del uso de agua.

Producir para generar más que ingresos

Una de las principales bases de la Economía Circular es justo el ser sostenible con la sociedad. Debido a ello, busca la generación de más empleos y asegurar la preservación de los recursos naturales, la ecología y el medioambiente. Esto, mediante acciones que involucren a la sociedad y a las organizaciones en, por principio, políticas de reciclaje y reutilización y, educación medioambiental.

A pesar de los honrosos ejemplos citados antes, que son solo eso, algunos, la realidad y según analistas económicos, la realidad es que nuestro país, sus industrias, aún se encuentran en una fase de desarrollo, bien por desconocimiento, falta de liquidez para invertir en nueva tecnología, miedo al cambio o, por franca indiferencia porque “falta todavía para llegar al 2030”...

Los especialista coinciden en que, aunque parezca un proceso desafiante, la transición hacia la Economía Circular puede instrumentarse partiendo de iniciativas que no necesariamente tienen que ser costosas, más, si se considera que, con su enfoque, se pretende beneficiar no solo a la empresa u organización que la implementa, sino a su zona donde opera, su cadena de valor y su zona de influencia.

El ecodiseño es un principio. Consiste en diseñar productos circulares que faciliten la reutilización y el reciclaje, para así, disminuir el consumo de materias primas y recursos económicos. Si la empresa se dedica a los servicios, promover el home office, trazar rutas de citas para menos traslados, invitar a los colaboradores a utilizar solo la energía eléctrica necesaria en oficina y mantener un uso racional del agua y el papel, por ejemplo, son prácticas con las cuales se puede decir, se está buscando inscribirse en la circularidad.

Cabe recordar que, en octubre de 2019, las autoridades crearon una iniciativa para la Ley General de Economía Circular en la Ciudad de México, hoy ya echada a andar. Su propósito es tener un marco normativo general para utilizar eficazmente los recursos naturales, económicos y humanos. El pasado 14 de febrero, por unanimidad, el pleno del

Congreso de la entidad, la aprobó, con gran expectación y deseos porque prospere.

Es la primera ley de EC a nivel nacional y global. Plantea la transición hacia un modelo económico circular y sustentable, e ir más allá de la gestión de residuos y establecer las bases para la construcción de alternativas económicas.

Por su parte, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) impulsa el programa Cero Residuos. Consiste en aprovechar todos los recursos a través de bancos de materiales que pueden ser utilizados en almacenes de alimentos, manufactura, plantas de composta o de generación de energía y reciclaje.

Así, la iniciativa privada y el ámbito gubernamental, con distintas acciones como las aquí descritas, están demostrando su interés por transitar hacia allá, aunque aún falta mucho por andar. Sobre todo, cuando hay pendientes como el que en las grandes ciudades se establezcan políticas que miren hacia el aprovechamiento de los residuos orgánicos que las más de las veces, terminan en la basura y no como insumos útiles para algún proceso de producción.

Hasta este punto, parece haber solo una verdad incuestionable para todos: la EC ha dejado de ser moda, y ha llegado para quedarse. ¿Alguien podrá dudarlo?

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