Porque Soy (Bibiana Fader)

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Cuando trabajás con monstruos,

tené cuidado de no convertirte en uno de ellos.

Mamá.

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Porque Soy Lago Puelo, Chubut 2017

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Quiero ponerte un nombre, para que todos te llamen... Quiero que entiendan mis decires… Que son los decires de todos, que parten y vuelven a mi… Quiero cobijarte, parirte, darte vida… Ponerte mi corazón, mi cabeza, y mi instinto… Para que te vuelvas grande y fuerte…. ….Sos mi vida escrita y prolongada por mi mano… Sos lo que brota de mí y se expande en el éter… Sos mi eón de energía mágica-positiva... …a veces sos triste, a veces alegre, dulce tierno o amargo… Sos así porque sos yo… Y también sos un resumen de todos. ..Te doy la vida por mi terca voluntad de hablar… Te estoy pariendo con dolor y felicidad... Tal vez llegues lejos, tal vez no, pero no se te puede negar... Existís, sos, soy, existo, y te estoy pariendo… Libro…hijo de papel en mi alma… Te lanzo al mundo para que te conozcan, te quieran, Te odien, te amen, te abandonen, te destruyan... También a mi la vida me ha zarandeado bastante. …pero lo que nadie podrá negar, hijo de mi pluma, Es que ambos, vos y yo, en algún lugar de la memoria Existimos para siempre.

Bibiana

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Pájaro-Libertad Había una vez…en algún lugar, no importa donde, pero si importa que sucedió y esto fue. Nadie sabe cómo ni porque nació de dos seres humanos una niña pájaro. Ante el asombro de sus padres y a pesar de ser tan diferente esta niñapájaro vivía entre los humanos, alguno ni siquiera se daban cuenta que era diferente, pero cada vez que ella intentaba estirar sus alas, sus padres corrían

apresurados

a

plegarlas

de

nuevo

y

ajustarle un poco más el corset especial que le habían confeccionado para que nadie notara sus alas. Más, lo que nadie pudo hacer, fue evitar que su mente y su corazón fueran de pájaro. De nombre le pusieron libertad. La niña creció a pesar de todo. Cuando sus padres notaban que poco a poco sus ojos se iban poniendo melancólicos

y

lejanos,

que

aun

sin

querer

miraban el cielo y el horizonte, que su piel tiritaba, que sus manos sin pensarlo formaban un 7


ademan de súplica, entonces, sin que nadie se diera cuenta, la llevaban a un lugar lejano de los ojos de los hombres, para que pudiera volar a su antojo. La niña pájaro-libertad aguardaba con paciencia mansa y callada esos momentos y en sus ojos se leía el agradecimiento por permitirle aunque mas no fuera a solas y a escondidas ser un rato ella misma, poder ser humana y pájaro a la vez. Cuánta felicidad, desplegar las alas, abrir los brazos, anchos, sin censura alguna, permitir que el viento agitara su pelo y lagrimearan sus ojos, cuánta felicidad sentía. Sus padres, con los pies muy en la tierra,

la

miraban

preocupados,

tensos,

sin

entender ni compartir esa felicidad, pero sabiendo que debían dejarla volar, porque de lo contrario moriría de pena. Y sucedió que en uno de esos vuelos, la niña-pájaro se poso sobre la cima de una montaña, miro el horizonte y quiso conocer el mundo, volar lejos, ver hasta donde la llevarían sus alas. Sin mirar atrás, sin decir adiós, sin permiso de nadie, se lanzo a volar, las nubes le dieron la bienvenida, el sol calentó su frio, la brisa refresco sus calores, las estrellas le dieron su luz y la

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guiaron, la luna, con su cara llena y redonda la miró, comprensiva y sonriente. En su vuelo conoció y vio muchas cosas, algunas las entendió,

otras,

no

le

interesaron,

aprendió

idiomas distintos, pero sobre todo trato de entender a los seres humanos, hablo con ellos, vivió con ellos, y ellos le enseñaron a llorar, pero las lágrimas no eran humanas, de sus ojos brotaban perlas de sal. En un país donde todos dijeron quererla mucho, notaron esa cualidad especial, la encadenaron y ya no pudo volar a su antojo, cuando su pena fue muy grande tanto, que ya no podía contenerla, de sus ojos brotaron lagrimas de perlas de sal. Entonces los humanos envasaron sus lágrimas, le pusieron etiquetas de colores y las vendieron como producto regional. Paso el tiempo, la mujer-pájaro-libertad, ya no pudo llorar más, sus grandes ojos tristes se secaron y no hubo más negocio para los humanos, la tristeza quedo dentro suyo y cubriendo su cuerpo con las alas se dispuso a morir en soledad. Pero un humano, tendió su mano y abrió la jaula para sacarla de su cautiverio, la llevó a su casa, la abrigo, curó sus heridas del cuerpo y con torpeza y ternura trato de aliviar el dolor de su alma, tanto 9


cariño puso en la tarea que se enamoró de ella y ella poco a poco plegó sus alas y volvió a sonreír. Por amor a él, se quedo en la tierra, por amor a el aprendió a convivir con los hombres, por amor a él durante mucho tiempo no pudo volar, por amor a él cambió su jaula con barrotes por otra con ventanas y puertas. Pero a pesar de todo su amor, no pudo nunca olvidar su esencia de pájaro. Tal vez, algún día, cuando la primavera llama a la puerta de la madre tierra cuando la brisa sea un beso cálido en la frente, cuando el sol sea un vestido cálido y de oro sobre su piel y el cielo se despliegue celeste-rosa-oro ante sus ojos, tal vez entonces, su nostalgia sea mayor que todo y abra sus alas sin pensarlo, nada mas sintiéndola felicidad de vencer la tierra con sus alas, de vencer el egoísmo del amor encadenado y vuelva a ser libre para ser lo que en verdad es mujer-pájaro-libertad.

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Sinceridad Te escribo, porque decirlo personalmente, no tiene el mismo sentido, la sinceridad, no es la virtud que más gusta en el ser humano, porque generalmente, duele, como el amor, aún en el mejor momento, en su más alto vuelo, tiene como un dejo de dolor subyacente. Así, la sinceridad gusta, pero duele. Como ser sincera, sin herir, porque es sabido, que lo que es bueno para uno mismo, no lo es para el otro. ¿Qué siento por vos actualmente? ¿Cómo definirlo en su justa medida?, para entenderlo, que me entiendas y aceptes. Empecemos por lo que fue, tal vez de esta manera se pueda entender mejor el hoy. Fue una llama, fue la luz, fue la primavera y el verano ardiente, una fogata en la noche, la luz del sol, la lluvia en la tierra reseca, fue todo lo que es sin explicación, por lo que se siente con la piel, difícilmente pueda ser traducido en palabras. Luego, se fue transformando, allí donde hubo luz, fue oscuridad, siguió el invierno, el frío, la lluvia, el barro espeso donde uno apoya confiado los pies

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y se hunde sin remedio y queda atrapado, la soledad, la pena, el desvarío, la locura. Y allí donde la llama brillaba gratificante y buena, se convirtió en un incendio que arrasó con todo, hasta transformar todo en devastación y negrura. ¿Qué es hoy entonces? ¿Que quedó en pie de semejante terremoto?, ¿nada? No, aún en la nada se encuentra algo si se sabe buscar. Tal vez, de entre las cenizas, puede brotar alguna llamita pequeña e insegura, pero hay que tratarla con suma delicadeza, pues un viento demasiado fuerte, puede apagarlo y demasiado combustible, transformarlo otra vez en un fuego peligroso y difícil de controlar. ¿Hasta dónde hemos aprendido de la experiencia vivida? ¿Somos capaces de lograr un justo equilibrio sin penas, para ninguno de los dos? ¿Es amor todavía? ¿Es deseo? Es simplemente aceptar lo que quedó, por falta de coraje para cortar en seco, si el deseo es amor, en una relación muere por falta de nutrientes, entonces no es más que deseo, y si es amor, ¿por qué no quiero que estés conmigo?

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¿Qué clase de relación es ésta, que se nutre de olor a quemado y oscuridad? ¿Qué la mantiene? A pesar de todo. Siento que estoy de vuelta de casi todas las cosas y ya nada me sorprende, pero si me duele, yo se donde estoy parada, ya no te pido que compartas mis ideas, mi idealismo, no te pido nada, salvo lo que vos

querés

dar,

aceptándolo

como

es,

sin

discusiones, pero también sin ilusiones y si no se ponen ilusiones y proyectos en una relación, ¿hasta donde dura? ¿Tiene perspectivas de crecer? ¿De hacerse fuerte? ¿O de morir de muerte lenta? A lo mejor, la realidad del verdadero amor es ésta, no tener expectativas, con respecto al otro, para, de esa manera no sentirse lastimada. Sería como cerrar una puerta cuando se sabe que va a venir un viento fuerte, entonces, no se siente tanto el frío, porque uno lo ve a través del vidrio de la ventana, al resguardo donde nada nos perturba, pero a la vez, nada nos emociona demasiado. ¿Cómo hago para que creas lo que yo siento? Si siempre que he tratado de explicarte mi realidad, como no es lo que vos querés que sea, no lo crees, te 13


negás y cegás para convencerte de tu realidad, sin creer en la mía. No sé qué es esta relación, a que lleva, o que deja a cada uno de nosotros. Es como una planta, sin los nutrientes necesarios para crecer, pero, que tampoco le alcanzan para morir, entonces queda ahí como desesperanzada, ni siquiera poniendo un algo de esfuerzo, sus raíces no alcanzan a alimentarse para florecer y crecer en la próxima primavera, ni el agua que la riega para no morir de sed. ¿Qué somos? A lo mejor, si pudiéramos hablar, vos, podrías ayudarme a contestar mi pregunta.

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¡¡¡Anda a cagar!!! Vulgar

expresión

del

género

humano,

vulgar,

porque realmente no tiene nada de “paquetería” ni de

educación,

pero

reconozcamos

que

suena

expresivo. El ser humano, con bastante poca lógica, como es su habitual conducta, considera que mandando a una

persona

a

sentarse

en

el

trono,

lo

esta

mandando al mas horrendo y espantoso de los destinos. La pregunta que me sugiere el tema es ¿por qué? Si nos tomamos el trabajo de pensar lo que estamos diciendo,

nos

encontraríamos

con

que

en

definitiva, lo estamos mandando al único lugar de la tierra en el cual uno no tiene que fingir, ni sentarse como Dios manda. Por

otra

parte,

el

hablando, esta bien

ser

humano

físicamente

construido y lo que no

aprovecha de lo que ingiere, a algún lado debe ir, esto es al exterior, pasando raudamente por la tripa gorda, eso si no hemos tenido la brillante idea de comer uvas verdes, entonces el llamado de la entraña es superior a cualquier otra urgencia. 15


Por eso, cuando mandamos a un político a cagar, en su interior, o, tal vez públicamente, ese señor debería darnos las gracias, ya que en definitiva lo estamos enviando a un merecido descanso donde seguramente nadie intentaría sacarle una foto, o, preguntarle el precio de los fideos moñito. Otra ventaja notable que produce el vilipendiado acto, es el abono. Nótese la cantidad de hectáreas cultivables que producimos y que serviría para abonar las cosechas, florcitas, y demás vegetales. Indudablemente,

estaríamos

ecológicamente

hablando haciendo “fuerza” todos juntos por el futuro alimento de la humanidad. Otra de sus ventajas sería, que, cuando alguien se le pone espinosa la conversación, o, lo que lleve entre manos en ese momento, es aprovechar la famosa frase y retirarse cumpliendo rigurosamente el mandato y que lo dejen de joder por un rato, aunque no tenga ganitas, en ese momento serviría para fumarse un pucho sentado en la tapa del inodoro

y

volver

a

la

discusión

totalmente

renovado... ¿Qué madre no ha sentido, más de una vez, que el acto

produce

un

descanso

tremendo

en

sus

neuronas? Cuando el tesorito de la casa esta en 16


pleno descubrimiento del mundo y esa pobre y sacrificada

mujer

que

lo

pario

debe

estar

continuamente alerta salvaguardando el florero que le regalo la tía Porota, las cacerolas, la plasticola, las fibras de sus hermanos mayores, en fin innumerables andanzas del pequeñín y ¿que decide esa mujer? Que el nene debe hacer popó y lo incrusta con suavidad y ternura, pero con un hilillo de baba corriendo por el mentón, en la querida pelela, regalo de la abuelita que tiene dibujada en el fondo a Mickey sonriendo, para que su quede quieto por lo menos durante un rato. Y todo esto ¿gracias a que? ¡A que el nene se fue a cagar! Como vemos el acto de mandar a cagar a alguien, no debería considerarse una ofensa, mas bien una preocupación del que nos manda, por nuestra salud. Hasta seria muy conveniente que todos nos fuéramos a cagar a una misma hora, para que nos dejáramos de joder mutuamente, por lo menos, durante un rato ¿no?

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Estado de Alma Tratando de salvar lo que queda de un alma, o mente, o persona, como sin quererlo vuelve a mi, de no se dónde, eso, que los humanos llamamos inspiración y que yo uso para conservar la lucidez y la cordura, no se lo que de buenas a primeras puedo expresar en palabras, porque nunca he encontrado algo tan escurridizo y fugaz como una idea, un pensamiento que quiero atrapar de golpe, con palabras que expresan a medias, una forma de sentir. Palabras, hay tantas que no dicen nada y que nos dejan la ilusión de haber sido claros y no han sido, en realidad, mas que un gastadero de saliva

inútil

y

aparatoso

con

pretensión

de

sabihondos. Pero

mi

alma

necesita

decir

cosas

y

desgraciadamente los humanos hemos perdido la capacidad del gesto y la mirada, hemos perdido el instinto de sentir, sin destruir todo, hablando. Cómo expresar pues sin romperlo, la fragilidad infinita de un pensamiento, pues, pensando y dejando que mis dedos corran ciegamente por el teclado, sin que intervenga el sonido, sin que otro 18


ser humano venga a interponer su parecer que no es el mío, sobre lo que yo siento, y que a la vez necesita ser expresado sin pérdida de tiempo, porque poco a poco ya no me siento “humana”. Me voy desprendiendo del compromiso

directo de

ofrendar mis ideas e ilusiones a mis congéneres. Tal vez quiera que alguien lea esto, pero no quiero su opinión. Cada vez que alguien da su opinión sobre los

sentires

del

prójimo,

invariablemente

lo

destruye y a la vez construye su propio nido de palabras, para que lo defiendan y amparen. Si, quiero escribir y no ser juzgada. Quiero sentir las palabras que brotan de mis manos, sin sonido, hacia una hoja de papel que me refleje sin condicionamientos, sin preguntas, sin respuestas tal vez. Mi estado de alma, por qué no tenerlo si todos nos preguntamos el estado de salud o de ánimo, mi estado de alma, necesita urgente ayuda. Esta herida. Pero nadie ha podido nunca medicar un alma con pastillas, ni ponerle una curita, y sin embargo los remedios están en manos de todos. Todos somos doctores del alma, pero nadie los usa. No vaya a ser que la dosis no sea la adecuada, o tal vez, que la mezcla de amor y paciencia no sea la correcta, 19


podría

mejorar

el

resultado

algunas

gotas

de

comprensión y silencio compartido. Pero ¿quién es el encargado de brindar este alivio? Este bálsamo invisible y gratuito. No es otra que la humanidad toda, la gente, los hombres, los seres humanos, los individuos, los seres terráqueos, ¡Cuántos

nombres!

¡Cuántas

definiciones

para

catalogar un pobre insecto que agoniza de soledad y tristeza! Sólo por no saber usar sin medida, sin dosis alguna todo lo que no es comprable, lo que no es material, lo que no tiene valor comercial, todo lo que es capaz de brindar sin que le cueste un peso, pero no... Sería demasiado terrible, catastrófico diría yo, mostrar el lado bueno, ponerse y repartir amor, comprensión, amistad, respeto, así a manos llenas, como quien reparte volantes, repartir vida. Hasta sería gracioso parar por la calle a otro y decirle “no llores”, secar sus lágrimas a besos, y terminar riendo abrazados en plena calle, sin pudor, sin miedo y sin temor. ESA es la gran palabra TEMOR, al ridículo, a la crítica, a que los demás nos vean locos, por mostrarnos sin pudor, sin avaricia, pero, DÓNDE se ha visto generosidad de tamaño calibre, mostrar lo que de sano y bueno tiene el ser humano. 20


Podemos mostrar sin avergonzarnos, jactándonos de ello,

nuestro

crueldad,

rencor,

violencia,

nuestra mentira,

mediocridad, deshonestidad,

vicios, malhumores, corrupción, en fin que la lista sería interminable, tantas otras cosas ignominiosas, hasta mostramos el cuerpo que nos desnuda con sus gestos cerrados sin poder evitar que nos descubran, las manos apretadas, sin poder expresar nuestro desaliento, nuestra pena, ni nuestra alegría. Y en definitiva, no permitimos en nuestras lenguas hablar sin mentir, a nuestro cuerpo expresarse libremente, y nuestra mente chapalea en medio de la mediocridad y en sí mismo sin límites, nuestra alma, pobrecita, sangra sin remedio, abandonada, olvidada,

despreciada,

solitaria,

remendada,

tapada, dormida, sin alimento alguno. Por esto dicho, me voy convenciendo poco a poco que no quiero pertenecer a la raza humana. Si cada vez que abro la boca, los que me rodean gritan más fuerte para callarme, si cada vez que estiro mi mano abierta en gesto conciliador, me responden otras manos agarrotadas, cerradas, silenciosas y atemorizadas de tal temeridad, si cada vez que libero mi cuerpo de sus trabas, se hace a mi alrededor

el

silencio

y

los

brazos

cruzados 21


apretados contra el cuerpo me rechazan y me tildan de persona poco seria. Tal vez estoy un poco loca y no lo sepa, tal vez a la estrella que caía del cielo trayendo mis genes se le acoplo

un

rayo

marciano

incomprensible

y

absurdo, o tal vez, por no haber permitido que me civilizaran el alma, tratando de conservar mis sueños y mis verdades, ya no pueda convivir en medio de mis hermanos, los hombres. Y muchos se preguntarán, ¿y la amistad? ¿No es capaz de redimir tanto pecado por omisión e incoherencia? Si algún mago, duende, elfo o bruja, pudiese explicare

en

qué

medida

el

hombre

puede

brindarse sin anteponer e interponer sus límites, de acuerdo a su mucha o poca entendedera, entonces sí, la AMISTAD podría salvar al hombre. Pero aún no he encontrado a ese ser excepcional y galáctico, que sepa, sin palabras, donde y cuando terminan sus derechos y comienzan los del otro. Cuando no se abusa, se mezquina o se abusa, sin pensar, como si lo que se da entre dos seres con vivencias distintas, de procedencias separadas y dispares, fuese una cosa que se puede estirar y doblar al antojo de cada cual. Nadie piensa en el otro, PERO 22


PENSAR EN SERIO, dando vuelta la situación, nuestros actos, por aquello de “no debemos hacer lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros”. Y cuando la pelota se da vuelta hacia el agresor, es mucho, pero mucho más fácil, enojarse, resentirse, pelearse, por aquello de “¿viste lo que me hizo?”. Y no se es jamás capaz de mirar atrás y descubrir en nuestras propias acciones la respuesta del otro. Y ahí se termina la amistad. Y empieza el largo y triste camino del rencor, de la mirada dura, de la boca apretada, del gesto airado y agresivo, de la murmuración, de la incomprensión, sí, porque una de las partes no habla porque está dolida, y la otra porque no es capaz de preguntar el por qué del silencio, anteponiendo a todo el famoso ORGULLO. Algo tan enorme como una montaña, que nos inculcan desde chiquitos, ORGULLO, cuando hay unas inmensas ganas de llorar y preguntar por qué. Pero allí, es cuando el idioma, la palabra, serviría para entendernos, cuando las palabras serían nuestras aliadas, para desenredar una madeja de malos entendidos absurdos, no se usa, se calla, se mastica, se roe, se muerde, y toda la pena por la pérdida queda atragantada dolorosamente, para arrastrarla con nosotros por siempre jamás, como un 23


avaro su oro, despreciando por orgullo la amistad y la comprensión. ¿POR QUÉ es tan difícil compartir, soñar, sentir, abrirse al diálogo verdadero, sin irrumpir en el otro?,

¿POR

QUÉ

no

aceptar

que

sólo

somos

parecidos, no iguales, que cada individuo tiene sus propias reacciones, y creer que si no son iguales a las del otro, deben ser destruidas o cambiadas? Ya no quiero hablar con la gente, nadie dice nada, sólo hablan, produciendo sonidos sin un valor real de adentro y convenciéndose mutuamente que todo está bien así, que el mundo marcha como debe. Se parecen mucho a los títeres de mi infancia, haciendo cortesías y disparates, movidos por un hilo invisible que algunos llaman Dios, pero, que al nombrarlo, encierran sus almas en una cajita, con los costados pegados con Sintex, para que no pueda huir, para que no estornude siquiera si tiene frío, para que no pueda escaparse de su cautiverio por siempre jamás, sin poder liberarse para ir al encuentro de otra alma liberada, y charlar al solcito de una tarde de invierno. ¿Estoy sola? Me siento sola... el resultado es el mismo.

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Siento que extiendo mis manos al vacío, mi mente divaga y se habla sola, mi cuerpo se encoje y mi siento que se achica y desaparece, mi pobre alma aletea y se da contra las paredes cerradas a cal y canto de una suciedad de seres, hombres, insectos que revolotean sin sentido, perdidos en sus cuerposjaulas. Escucho frases grandilocuentes que me hablan de paz y nadie la practica, me hablan de amor y lo condicionan según los cánones y leyes escritas y distribuidas por todos los canales de televisión. Me hablan de valentía y mandan a sus hijos a morir por el honor, olvidándose de darles trabajo a los que vuelven maltrechos y rotos, con los ojos vacíos, y no los llenan con vida, no, los llenan con cenizas de olvido. Me hablan de ayudar al prójimo, y sólo se dan las sobras, para tranquilizar su conciencia sucia y satisfecha, ¿cuántos de los que hablan de dar al prójimo son capaces de desprenderse de algo que aún les sirva, de algo que les sea útil todavía?, muy pocos, demasiado pocos. Sólo un puñado de seres convencidos de lo que hacen, tan pocos que permanecen aislados entre la mayoría NORMAL, sin encontrarse, tal vez, nunca. No hablo aquí de usar ropajes extraños, ni cargar con cruces ajenas, 25


ni padecer un largo calvario para salvar a la humanidad. Si me miran de afuera nadie pensaría que soy distinta, pero, si miran el fondo de mis ojos, entonces, pensarán que soy una marciana, y si lo piensan, entonces, estoy de nuevo sola. Pero no esta bien decir “sola”, alguien que se tiene a sí misma, nunca está sola. Siempre hay la posibilidad de mirar hacia dentro, hurgar un poco, raspar otro poco, y encontrar lo que de bueno hay en mí y conservarlo. Tal vez debería ser más compasiva con los demás, pero no he encontrado nadie compasivo, sólo los que dicen ser compasivos con los animales. Se me tachará de destructiva, pero quien

haya

convivido

tratando

hasta

la

desesperación de comprender al ser humano me entendería y correría conmigo al cabo de un tiempo a esconderse en lo más profundo de una cueva y convencerse a sí mismo que NO pertenece al género humano, y entonces, tal vez... logre que los animales que allí vivan no lo saquen a mordiscones de allí también.

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Agua del Cielo Llueve,

agua,

tibia,

fría,

collares

de

perlas

transparentes y sutiles que desgrana el cielo para ligar con la Tierra, agua fría y transparente que llora a través de mi ventana. Día nostalgioso, donde el único sonido es el silencio de los pájaros. Mi alma calla y recibe su baño bendito, mi alma reseca por el sol, reseca de tanto vivir, de tanto esperar y soñar. Bienvenida lluvia que haces que me meta dentro mío y escarbe, saque la mala hierba y como buen jardinero riegue y siembre para volver a cosechar y florecer. Bienvenida agua pura que desde los confines del universo infinito riegas la tierra para que yo pueda existir, agradezco tu existencia que moja mi pelo, que pone lágrimas en mis mejillas, compensando así esas lágrimas que no puedo derramar. Pero tu llanto en mi cara es dulce y tenaz, agua buena, que lavas mis manos vacías de abrazos y las llenas de gotas cristalinas, ahuecándolas para retenerte conmigo ya dejan de estar vacías. Agua del cielo, quien pudiera tener el coraje de desprenderme de abrigos mundanos para que bañes mi piel, para que en cada polo de mi 27


cuerpo penetre una gota de lluvia y así sentirme purificada de tanta humanidad vencida. En cada charco

de

renacimiento.

lluvia Cada

existe

la

piedra

esperanza lavada

del

se

va

empequeñeciendo bajo tu caricia eterna. Ante tu caricia lenta, sin perdón, los hombres huyen y se refugian, tiritan, lloran sin saber, pobres, que tu presencia es necesaria, porque sin ti, el sol no tendría valor. Tu eres parte de una jugada infinita de la naturaleza, un ciclo que debe cumplirse para que el universo quede balanceado. No reniego de ti, abro mis brazos y mi mente, para que me laves, me bendigas, y me hagas más buena a mis ojos. Purifica la Tierra toda, madre lluvia, tal vez algún día los seres humanos que buscan refugio ante tu presencia lloren cuando con los labios cuarteados de sol, recen, cuando sus cuerpos calcinados por las mentiras, pidan piedad. Entonces te amarán y te bendecirán. Tal vez yo esté para verlo, tal vez, solamente sienta mi alma, que estás regando una solitaria margarita que crecerá sobre mi tumba.

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Obsesiones ¿Qué

es

una

obsesión?

Según

el

diccionario:

“Persistencia anormal de una idea o una situación emocional en algunos individuos”. La mayoría de las veces lo pensamos como un personaje de ojos desorbitados, baba colgante y manos engarfiadas, sin darnos cuenta que ese personaje aúlla dentro de nosotros constantemente. Cuántas cosas diarias, como casuales, diría yo, con el correr del tiempo, se van transformando en obsesiones, que, cuando los demás no las cumplen, el loco nos sale de adentro y nos dan unas ganas terribles de aullar como el Hombre Lobo. La pasta dentífrica, por ejemplo –si bien no hay estadísticas que indiquen que ha sido causa de asesinato-, se rumorea que ha sido la causa de divorcios y alejamientos varios. ¿Cuántos de nosotros no tienen la obsesión de que este tubito recalcitrante conserve su silueta hasta el fin, enrollando prolijamente su envase, a medida que se va usando? ¿Y cuántas veces, sobre todo a la mañana, cuando las defensas mentales andan medio dormidas, nos encontramos con el famoso tubo, con la cintura partida o la columna vertebral a punto de quebrarse? Si alguna 29


vez en lugar de mirar con cara de lunáticos el tubo nos mirásemos al espejo, que generalmente tenemos delante, nos daríamos cuenta que en ese momento nos empiezan a salir los colmillos y los pelos por toda la cara nos transformamos en un OBSESIVO. Entre puteadas por lo bajo y con la parte trasera del cepillo de dientes tratamos de devolver al tubo una imagen más atrayente. En el proceso, mientras lo hacemos, ni se nos pasa por la cabeza, que somos obsesivos. Pero hay obsesiones más profundas, más graves, más íntimas, que quizás no nos transformen por fuera, pero sí por dentro, por ejemplo, el querer comunicarse a toda costa, obsesivamente, con los seres que nos rodean, tratar por todos los medios de hablar el mismo idioma, aunque parezca absurdo, no me estoy refiriendo al aprendizaje del inglés ni del ruso ni de ningún otro idioma, sino lograr que las palabras y decires de uno lleguen al otro como quisieron ser, pero cuántas veces nos pasa que, a pesar de nuestras ganas de ser claros, no logramos que nos entiendan y comienzan con los distintos rótulos: Intelectuales, raros, idealistas, soñadores, difíciles, snobs, en fin, hasta el infinito. Y todo porque hemos querido hablar, pero no gastando saliva, sino diciendo cosas que a lo mejor no deben 30


decirse y tal vez tengan razón, tal vez sería mejor para todos que uno se tragara sus ganas de ser sinceros y hablara del tiempo y la salud de la parentela, abuela incluida, por supuesto. Pero la obsesión por llegar al género humano se transforma en una lucha por decir, y de ello nacen distintas castas de obsesivos: Los escritores, los pintores, los cantantes, y autores de todo tipo, no podemos dejar de decir. A mí, me salen las palabras por los poros, me chorrean de las teclas, me hierven en el cerebro, aparece la obsesión, porque escribir es como un gusanito que se te mete dentro, que crece, que produce ideas, si no tengo papel a mano, puedo usar las servilletas, o las paredes, hasta en los puños de la camisa o sobre la piel. Y cuando logro expresar lo que he querido, mi manía se adormece hasta el próximo ataque. La mayoría de las obsesiones se las hacemos sentir al más próximo a nosotros y le damos el nombre de “manías inofensivas”. Claro, desde ya nunca nos hemos tomado el trabajo de preguntarle al de al lado si la situación le molesta. Cuando son obsesivos del orden y la limpieza, a quienes

más

de

una

vez,

el

que

tiene

que

aguantarla no habrá fantaseado con ahorcarla con

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un trapo rejilla o envenenarla lentamente con algún oloroso lustra mueble. ¿Y los obsesivos que ponen todo derechito y en fila como si fueran soldaditos? ¿Quién no ha sentido la tentación de desordenar, despatarrar ese escritorio tan prolijo, sólo para darse el gusto, aunque más no sea una sola vez, de ver echar al obsesivo espuma por la boca? También está el obsesivo que habla de cerca, que no sabe guardar una distancia prudente con su interlocutor, nos van acorralando de a poco en medio de gestos varios para enfatizar sus palabras, el que escucha empieza a recular, pero el otro no afloja, se adelanta un poco más, y generalmente el triste escucha que ha caído en la trampa pierde en toda la línea si encuentra a sus espaldas una pared o algo que le impida seguir retrocediendo, debe aguantar con ganas de llorar, además de la charla, el hecho de que el obsesivo desconoce las virtudes del desodorante bucal. Tenemos el obsesivo del “cuerpo a cuerpo”. Es aquél terriblemente simpático que para hablar empieza a palmear al escucha, o le hunde un dedo en el hígado, o le zamarrea el cuello, como si uno le hubiera 32

dicho

que

tiene

contracturados

los


músculos. Hablar con un obsesivo de esta clase requiere una destreza especial en el interlocutor, porque ni bien se lo ve venir, uno trata de poner distancia

y

esquivar

tanta

simpatía,

ante

el

encuentro inevitable debe poseer reflejos dignos de un boxeador, para esquivar el dedo o la trompada amistosa en el hombro, la amistosa trompada directa al bazo, el abrazo estrangulador, el beso tipo sopapa descompuesta que nos deja a todos babeados y total que, entre tanto esquive y deporte variado, se pierde totalmente el hilo de lo que se está hablando y uno se va sin haber logrado enterarse de nada, y totalmente exhausto por el encuentro. Están los obsesivos del naturalismo ¡HORROR! Que no entienden que los demás no están de acuerdo, que quieren que se los deje de joder con tanta chaucha y legumbre variada, pero igual insisten en que nos enteremos la cantidad de porquerías y gérmenes varios que nos comemos en un inofensivo cacho de carne, como uno tiene algo de imaginación logran amargarle al prójimo el único cacho de carne que pudo comprar en el mes, para no hablar de la cantidad de microbios y bichos repelentes que uno traga cuando comparte un humilde mate con los amigos, como ellos lo 33


único que ingieren es té o agua, nos fuerzan a tomar el vil brebaje hasta que nos sale por los viles agujeros de nuestro pecaminoso y contaminado organismo.

Están

los

que,

cuando

nosotros

le

hablamos, y contamos nuestras cuitas varias, tienen la manía de intercalar cada segundo y medio “claro, sisi, claro”. Uno sigue hablando hasta que comienza a notar como en su cerebro de mosquito el “claro” se antepone o pospone a cosas que de claro no tienen un carajo, y sospecha que esa persona, o bien tiene unos lentes de contacto buenísimos para ver todo tan claro, o simplemente, no nos está escuchando.

Para

saber

esto

hay

un

método

infalible, tan garantizado como el kerosene para los piojos, y es intercalar en lo que se esta hablando frases tales como: Me dijeron que sos cornudo/a, o, me gustaría darte el diploma de tarado/a, según corresponda, si la persona no acusa recibo y continúa con la cantinela, nos quedan varias reflexiones, ES cornudo o cornuda asumida, o bien es tarado o tarada, o como suponíamos, le importa un bledo lo que le estamos contando. La solución sería irse, quedarse callado, o bien compartir la manía y mandarse un dúo de “claro, sisi” a dos voces. 34


Tenemos también el obsesivo de la “pelusita”. Ese con el que uno está tratando de comunicarse y notamos de pronto como ensimismado en alguna parte de nuestra anatomía, cuando uno no sabe ya en qué pensar, el obsesivo nos saca la pelusita del saco o de donde estuviere. Más tranquilos, seguimos charlando animadamente, cuando notamos otra vez, la mirada fija, ahora no es una pelusita, es un poco de caspita que el obseso procede a quitar con sendos palmazos en nuestros hombros. La solución para este caso es portar un cepillo de ropa en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, y dárselo al obsesivo cuando le ataque, él quedará chocho de cepillarlo de arriba a abajo y usted recontra prolijo, sin una pelusita en la ropa. De todos los ejemplos observados, y soy consciente de que hay muchísimos más, se desprende que todos somos portadores de una pequeña e inofensiva obsesión. Yo por suerte no tengo ninguna, pero... Por favor, si viene a mi casa, al entrar, se pone patines, y la caspa del saco me la deja afuera, que esta es una casa limpita y libre de gérmenes asquerosos, gracias.

35


Para que sepas... Escribo esto como homenaje y reconocimiento a un conjunto de seres que rodean y tratan de convivir con un ser muy especial, casi humano, llamado “policía”. Le escribo a la familia, específicamente a las esposas e hijos de esos hombres que forman parte de sus hogares pero no por su presencia, sino por su ausencia. También les escribo a ustedes, policías, para que tomen consciencia, si no lo han hecho ya, de quien está detrás de ese uniforme lavado y planchado, hasta quedar de un azul indefinido,

de

esos

borceguíes

lustrosos,

que

regresan llenos de barro, cansancio y lejanía, a un hogar que espera su regreso con impaciencia y paciencia

a

la

vez.

Impaciencia,

para

poder

compartir con papá-esposo, la cena, los deberes de la escuela, y paciencia porque sabemos que la hora no cuenta, el tiempo adquiere una dimensión propia y la cena se enfría, comemos solos, en los deberes nos ayuda mamá, es tarde y hay que ir a dormir, mañana, quizá mañana... Y pasan los días, los meses, los años... Cuando volvés a casa los chicos se trepan a vos, te ahogan a besos 36


y aturden de palabras, quieren decírtelo todo junto, se aferran a vos, a tus piernas, como para no dejarte ir nunca más. Y la casa se llena de ruidos, alegría, juegos y murmullos nocturnos. Tratamos de detener el tiempo, las horas aprovecharlas, estrujarlas, vivirlas,

porque

sabemos

que

en

cualquier

momento el timbre... suena sin remedio y en ese momento

quedamos

como

detenidos,

porque

sabemos que otra vez, papá-esposo-policía se tiene que ir, el juego, la comida, el amor, la familia, todo queda para después, quién sabe cuándo... Y siguen los días, en un altibajo de emociones locas, horarios exóticos y algo de bronca acumulada, sin posibilidades de cambiar nada, solamente esperar... De repente nos vamos, ¿dónde? ¿Quién sabe? Adiós a los pocos amigos, a la casita a la que al fin nos habíamos acostumbrado, adiós al perro, porque no hay lugar para vos en el nuevo destino, buscarle un hogar, no, no me mires así perro, tengo que irme y dejarte, nuestros

es

una

afectos,

orden. retazos

Vamos de

dejando

vida

y

detrás

muebles

deshechos de tanto viajar, dejar también el arbolito que plantamos para no verlo crecer, sabiendo que nos íbamos, pero lo plantamos igual. Despedirse de los amigos, del perro, del árbol, de un pedazo de 37


cielo que acostumbrábamos a mirar por la ventana de la cocina, las lágrimas ya no salen... La sonrisa... tampoco. Pero hay que ir siempre, no importa si nos gusta el lugar, si queremos aferrarnos, porque nos gustaba, no importa, hay que ir detrás de papáesposo-policía, hay que cumplir con el deber, un deber que no tiene uniforme, bandera ni insignia alguna, que nos obliga aún a costa de nuestras ganas, a cumplir. El deber del amor filial, para seguir siendo una familia, a pesar de todo. Tratar con uñas y dientes que no se nos gaste el amor, que en los chicos no crezca el resentimiento por tanto desarraigo, por tanta promesa no cumplida, por tanta pelota sin jugar, por tantos cuentos sin contar, por tanta fiesta en la escuela sin la presencia de papá, por tanta navidad solitaria, por tanto año nuevo sin brindar, por tratar de ser madre y padre a la vez para compensar tanta ausencia. Cuando lleguen las vacaciones te asaltamos, te estrujamos, te damos todo eso que teníamos guardado, porque por fin, por diez o veinte días, o los que sean, sos NUESTRO. Y te cambia la cara, en los ojitos de los chicos hay estrellitas que sonríen cuando te miran. En mí, el amor por mi familia me sale hasta por la punta de los dedos, ando por la casa con una 38


sonrisa medio boba, de puro contento nomás. Te dejás la barba, andás con unos vaqueros viejos que te rejuvenecen, no te cortás el pelo, y se borran de alrededor de tus ojos y de tu boca las arrugas que te puso el invierno. Nos convencemos de que somos una familia normal, sin pensar en horarios, ni traslados, ni comisarías, ni jefes, ni llamados inesperados. Jugamos a la fiaca del domingo, como cualquier familia, a la siesta, al mate con facturas y charla, al asado sin apuro, a dormir todos juntos y

despertarnos

todos

juntos

al

día

siguiente.

Entonces pensamos que vale la pena, olvidamos todo por el placer que nos causa tu presencia en casa, con tu familia, nosotros, y a pesar de saber en nuestro interior que esto no es más que un paréntesis,

un

oasis,

que

las

vacaciones

se

terminan, que vas a descolgar el uniforme del placard, que tus borceguíes te llevarán lejos otra vez, lejos de nosotros, que otra vez la rutina incansable y absurda nos va a perseguir por otro millón de años, es, en esos pocos días, quizá, que comprendemos por qué te esperamos, por qué te seguimos, por qué hemos perpetrado el terrible absurdo de enamorarnos y formar una familia con un policía, porque en esos días en que te hemos 39


visto sin uniforme, como desnudo y expuesto a nuestros ojos, que volvés a ser nada más que un hombre, que nos diste tu afecto, el amor que necesitamos, que entre todos limpiamos nuestras almas de tanta frustración, nosotros, tu familia, nos dimos cuenta que si no estamos para apoyarte, para que puedas volver a casa todos los días, que si no estamos nosotros para devolverte la fe, la esperanza, el coraje, la paciencia, vos serías como un robot, como un cuerpo sin alma, porque es tu familia la que te hace ser un buen policía, la que te respalda, y te consuela de tanto trabajo amargo. Por eso seguimos a tu lado, aunque muchas veces no te des cuenta, te seguimos esperando, porque sos nuestro también, porque te queremos... hasta mañana, papá-esposo-policía, volvé pronto, cuidate...

40


Declaración de amor para mi pueblo Hay muchas formas de amar, de forma dulce, de manera

amable,

libremente,

posesivamente,

apasionadamente. Yo

le

declaro

mi

amor

más

dulce,

libre

y

apasionado a esta tierra mía, declaro mía por adopción, por amor... a LAGO PUELO. Te declaro mía, porque en ti eché raíces, por lo que resta de mí, en ti mis hijos crecieron y aprendieron a amarte como yo. Te amo porque sentirte entre mis dedos, húmeda y viva al tacto, es sentir la mano cálida de la amistad y de la vida, es sentir que las raíces de tus árboles son mis raíces, que también me hacen crecer y madurar. Quiero recorrerte toda, a lomo de mi caballo y sentir tu voz en sus cascos resonantes, o, cuando te camino a paso largo, sentir que me llega tu paz y tu silencio subiendo a mis pies. Miro alrededor y veo los colores cambiantes de las estaciones sin necesidad de calendario alguno, me 41


recuesto en ti en un día de verano y me siento abrazada y rodeada por las margaritas que se mecen al viento, como una madre meciendo una cuna. Amo tu cielo cuando, después de la lluvia, quedan colgando de la nada retazos de nubes blancas escondiendo a mis ojos deslumbrados la cima lejana de las montañas. La locura repentina de tu viento que levanta cortinas de polvo y se van jugando la ronda camino del cielo, tu sol, abrazador e incendiario, que me seca y me quema hasta quedar fundida a ti, de tu mismo color. Te amo avaramente para sembrar y cosechar los frutos que me brindas, porque la primera fruta cosechada tiene el mismo sabor que la risa alegre y confiada de mis hijos. Por eso acepto las ampollas de mis manos al contacto de mis herramientas cuando trabajo tu suelo, como parte del pago por poseerte. Me amansa y doblega tu lluvia cansina e interminable,

que

te

deja

lavado,

limpio

y

renovado como si también lavase mi alma de cansancio y pena. Te quiero porque te entregas a quien te ama, sin concesiones y sin perdones, pero no te entregas fácilmente, sino a quien sabe

42


doblegarte con trabajo, respeto, paciencia y muchas ganas. ¿Cómo decirte todo esto sin que parezca trivial, sin usar palabras huecas que al decirlas pierden su sentido? En fin, que te quiero tal y como eres, no pretendo cambiarte, te acepto así, a veces tierna, generosa y gentil, otras, en cambio, toda espina y sudor. Solo hay una forma de que me creas, sin que sean necesarias entregándote

las mis

palabras, semillas

quedándome que

son

mis

aquí, hijos,

dándome yo misma para que me aceptes como una de tus hijas, para que al final del camino, me reclames en tu seno. Y si al final me aceptas, estoy segura que crecerá sobre mi última morada una margarita solitaria, que será como un rayo de sol que mandas para besarme.

43


Un grito en el silencio o El precio de ser mujer Te escribo y nunca voy a contarte, nunca voy a cubrirte con mi amargura, mi soledad, mi tristeza, más intensa porque queda adentro mío como una piedra que raspa y pesa. No voy a decirlo, porque no podés con esto, no estás para ampararme, estás lejos una vez más, te necesito y no te tengo. Estoy aprendiendo a odiarte a fuerza de amarte y extrañarte. Si vieras mis manos, el reflejo del alma, dicen, cansadas,

agrietadas,

lastimadas

a

fuerza

de

trabajo de hombre que no se hacer bien. El hacha me pesa y me lastima, pero debo empuñarla, sollozar de impotencia, pero despacito, para que nadie escuche, mis brazos piden compasión pero no la encuentran, me duelen de cansancio, pero no puedo bajarlos, debo seguir, la escoba va y viene, la espuma cubre hasta mis codos, hay que lavar, friega que te friega como las lavanderas de Portugal. 44


El pan crujiente que comen mis hijos, amásate que te amasaré, por favor piden mis brazos, no, no se puede aflojar, y barro y lustro y lavo y plancho y siembro y cosecho y hacho, y la pala es más alta que yo y mis manos duelen, hacen callos duros, mis uñas se rompen, mi corazón bombea y pide la gracia de un poco de paz, mi cabeza palpita como un reloj descompuesto a punto de estallar. La noche terriblemente larga, no llega el sueño a pesar del cansancio, mis ojos enormes y abiertos vigilan el silencio, escucho los sonidos de la noche, la cocina a leña que se enfría y cruje, los chicos que murmuran entre sueños, los tapo y los miro dormir, reconciliándome con mi desvelo. Al fin mi mente se aquieta de a poco, permite a mi cuerpo la relajación y el descanso. Mi pobre cuerpo que va consumiendo toda posible grasa acumulada, hasta quedar como el de un asceta. Todo nervio y músculos, empequeñecido. Miro mi cara, afilada como una daga, las mejillas hundidas, el mentón saliente y agresivo, peleándole al cansancio. Necesito un abrazo, una caricia, un amigo, ¿es que todos se han ido? ¿Dónde estás vos amor? ¿Dónde esta tu hombro? ¿Dónde tu sonrisa? ¿Dónde tu mirada mansa? No te encuentro, tu voz 45


es lejana y me parece un desconocido amable que me pregunta por la salud. Y está bien, ¿Qué otra cosa dirías? Te lo impide la distancia y la vergüenza

de

expresar

un

sentimiento.

Pero

entonces, ¿Por qué no me sosiego? ¿Por qué no me basta repetirme hasta el cansancio que puedo sola, que no necesito a nadie? ¿Qué no daría en este momento porque aparecieras y poder abrazarme a vos, llorar y reír y que no tenga que parecer fuerte y valiente? Se que soy una mujer con apariencia decidida y autosuficiente, pero es sólo una cáscara que recubre un interior solitario y vulnerable, que busca querer bien a los que la rodean, respetando y esperando con paciencia. No puedo así, sin más, ir a casa de otro y decir “Estoy sola, me muero por un poco de afecto y calor humano”, porque si me lo dan, me sabría a compasión. Yo no espero que me pidan, yo doy. Mi pobre cuerpo está tan cansado que se me han borrado los sueños placenteros, la fantasía y el sexo. Mi mente trabaja al tope para mantenerme lúcida y sobrevivir, mis hijos me necesitan y no tengo escape, pero algo se está rompiendo dentro mío, algún resorte está a punto de saltar y tengo miedo 46


de estar sola. Tengo frío por dentro, el estomago en un puño, la garganta apretada para no gritar. Me duelen los dientes de enclavijarlos, me duele el alma. Abro los brazos y no puedo llenarlos. Están vacíos, los cierro y me abrazo a mí misma para no salir corriendo. ¿Por qué no estás? Te reclamo, te añoro, necesito tu olor, hundo la cara entre tus ropas, pero ya no huelen a vos, la cama es un mar enorme y frío, la almohada ya no tiene la forma de tu cabeza, ni las frazadas guardan tu calor. No encuentro a mí alrededor al despertar el desorden de tu presencia, tus zapatos son elementos en fila y sin vida que los lleve a ninguna parte, tu campera, que me pongo para sentir que me abrazas, parece un fantasma inmóvil a la espera de tu vuelta. Mis manos son como pájaros que quieren atraparte en el aire y vuelan sin encontrar su destino, mis pies que se alzaban de puntas para llegar a tu cuello, permanecen clavados en la tierra, sin poder correr a encontrarte en ningún lado. ¿Cómo es posible que te odie tanto y, al mismo tiempo, te ame y te desee y te reclame hasta la desesperación?

47


Yo te enseñé a sonreír, el valor de la sinceridad, la ternura, el compañerismo y la comprensión, tu, en cambio, me has enseñado el llanto sin lágrimas, la impotencia, el silencio de no estar contigo y la eterna espera de tu vuelta y tu partida.

48


Árbol, estoy llorando He visto morir a un árbol, todavía resuena el maullido histérico de la motosierra, he visto en un instante caer vencido un árbol, un pino lleno de nidos, grande, demasiado, y todo aquello que se cobijaba en sus ramas ha huido o ha muerto con él. Vi al humano acercarse presuroso y decidido a dar el golpe mortal, sin sentimentalismos tontos, y así,

de

un

solo

movimiento

de

su

mano

inconsciente, vi caer un árbol. Tengo ganas de llorar, de gritar, una pena grandota se me metió dentro de golpe, y me quedé mirando, sin poder llorar ni gritar ni hablar, ni siquiera levantar mi mano para detener el acto destructivo. Lo vi temblar primero, como sollozando sin voz, lo vi tambalearse y sus ramas que apuntaban hacia el cielo, moverse como manos que se alejaban diciendo adiós, lo vi caer casi sin ruido y morir quietamente al borde de una vereda. Lo vi morir y el sol no calentó mi tristeza, sino que fue un rayo frío que me destempló el alma. Vi caer su copa llena de nidos, a su raíz hundida en la tierra, sangrar despaciosamente. Vi su ramaje caído, podado sin 49


piedad, científicamente, y la motosierra resuena en mis oídos y en mis ojos. Daba mucha sombra, estaba lleno de pájaros que ensuciaban todo, levantaba las baldosas, tantas excusas, tantas, tantas, sin sentir que se ha matado algo vivo, algo que nació de una semilla, hace mucho, mucho tiempo, que soportó el frío de innumerables inviernos. Dio su sombra y su fresco en incontables veranos y creció, creció porque estaba VIVO, con vida que se nutría por sus raíces que hoy sangran y lloran sin pudor, porque absorbía el agua de la tierra para crecer, igual que un niño se aferra a la teta de su madre. Hoy ha caído al borde de la vereda, hay que traer una escoba y limpiar urgente, tanta porquería que afea la calle. Va y viene la escoba amontonando prolijamente el cadáver para que no moleste. Después te llevarán lejos para tirarte sin contemplaciones idiotas en algún basural. Y yo desde mi ventana, con el ruido en mis oídos, con mis manos que te escriben, mirando la escoba que va y viene, soy la única tal vez que va a extrañarte, el susurro del viento entre tus ramas, los pájaros que cantaban armando sus nidos llenos 50


de bochinche, el verdor de tu copa mecida por la brisa, el sonido de tus piĂąas cayendo al suelo. Ă rbol, pino, hermano, amigo mĂ­o, hoy has muerto de muerte premeditada y decretada por el hombre, y yo estoy llorando.

51


Melancólicas ganas Tristeza dulce de la hora de no hacer nada, música compañera

para

espantar

el

silencio

y

los

fantasmas acechantes. Ganas melancólicas del cachetazo con un ramillete de olorosos azahares, del manotazo amable y amistoso. Ganas de tu mano enredada en la mía, para cubrirla de besos chiquititos y tiernos mirando tus ojos color caramelo de menta. Ganas de ver aparecer con timidez, desde tus ojos hacia tu boca, esa sonrisa lenta, traviesa y plácida, que transforma tu cara de hombre adulto, en un chiquillo pensando su próxima travesura. Ganas de tu mano cubierta de besos como estrellitas, avanzando despaciosa y como sin querer, para tocar al

descuido

mis

senos

que

se

prestan

incondicionales a tus manos. Ganas de tu pecho cubierto de vello como un matorral desordenado contra mi boca curiosa que se atreve a posarse con la levedad de una mariposa, mientras mi nariz se abre impaciente al olor de tu piel de pétalos machacados y jugosos que va despertando mis manos. 52


Ganas de mi hambre hacia tu sabor, mi gula hacia la grandeza de tu cuerpo relajado e invitante. Ganas de que tus manos me exploren, cada vez con menos pereza y más ardor, que el lóbulo de tu oreja sea a mi boca un bocado tentador, mientras expones tu cuello indefenso a la caricia lenta que ya llega. Ganas de ir quitando de a uno los velos del pudor social, caiga mi camisa, caiga la tuya, despacio, despacio, hacia el abrazo de piel ardorosa, manos anhelantes y boca despiadada. Ganas de arrodillarme frente a ti con parsimonia, como

un

rito

religioso,

ir

desabrochando

el

cinturón, bajando el cierre, mis manos a tus costados,

quitando

con

lentitud

y

mesura

el

pantalón, mientras tú me miras desde tu altura, como un amo a su esclava devota. Ganas de tus manos en mis caderas deslizando hacia abajo y con apuro mis vaqueros, que quedan arrollados y vacíos a nuestros pies, como si algún mago loco se hubiese puesto a deshojas margaritas, así yacen nuestros ropajes. Ganas de que las últimas prendas caigan, mientras las bocas siguen su camino desbocado y las manos exploran, buscan, encuentran, piden, exigen, dan, toman, suplican y entregan. 53


Ganas de tu cuerpo que se recuesta en gloriosa desnudez y desvergüenza para adherirse al mío que ya no pide otra cosa. Ganas de tu calor contra el mío. Ganas de tu sexo palpitante en el mío. Ganas de un galope glorioso y alocado sin importar quien pasa a ser jinete y montura. Ganas de tu boca que se queja y suspira a coro con la mía, y murmura sin sentido, parecido a un sollozo y a una risa. Ganas de ese grito final compartido al infinito, ida y vuelta hacia las estrellas, que desacomoda a las nubes, hace parpadear al sol, ruboriza la luna, grito final, eterno y cambiante como la vida misma, que se alza sin pudor, grito de reafirmación humana, animal, del placer de dar y recibir. Ganas de que poco a poco recuperemos nuestra condición

de

mortales,

dejando

de

ser

dioses

desbocados. Ganas de volver a la melancolía de aquellos que se han dado todo, consumidos en una misma llama, y han quedado vacíos, esperando quietamente el resurgir de la sangre del deseo y el hambre. Ganas de tenerte entre mis brazos, tu cabeza en mi hombro, tu brazo y tu pierna aprisionándome 54


todavĂ­a, mojados de sudor sagrado, dormitando como dos cachorros somnolientos y satisfechos. Ganas, amor, ganas. QuerĂ­a que supieras, que, si estuvieses ahora conmigo, con todas las ganas, te harĂ­a el amor.

55


Mamá vs. sus hijos Si los que no tienen hijos piensan que hacerlos es la cosa más agradable del mundo, estoy en un todo de acuerdo con ellos, es muy agradable, pero... ¿qué sucede cuando esos espermatozoides con visión de futuro entrar en nuestra vida, en forma de tiernos bebés y se van convirtiendo poco a poco y sin que nos demos cuenta inmersos en el color de la cacucha y el dolor de los primeros dentezuelos en esos “monstruitos amorosos”, según las abuelas y las tías, que se los bancan de vez en cuando, mientras nosotros, sus progenitores, que una vez allá lejos tuvimos la sublime idea de engendrarlos, nos los bancamos las 24hs del día, sin vacaciones, ni siquiera por intento consciente de estrangulación? Pasa que uno llega a la conclusión de que está totalmente

de

acuerdo

con

el

control

de

la

natalidad, o, que en definitiva, se metió en camisa de once varas y no le queda otro remedio que aguantar a los angelitos hasta que crezcan y se vayan a dormir definitivamente a su propio palio conyugal,

porque

ya

nos

tienen

re

podridos

metiéndosenos en la cama, justo cuando usted y su 56


consorte estaban en medio de un precalentamiento, por miedo al “mostro que hay debajo de la cama”. Y lo peor no es esto, porque al fin uno gana la batalla y se duermen. Pero una, además de madre, pretende desarrollarse como un ser humano pensante. Hacer algo que nos gratifique, algo propio, bueno pues, en mi caso, es escribir. Ahora, ¿alguien ha intentado escribir dos frases coherentes con tres niñitos alrededor suyo? Tres ángeles ellos, saludables, llenos de energía, que descargan

invariablemente

sobre

uno.

Cuando

usted logra por fin después de mucho estrujarse la sesera, abrazo partido, parir una frase, por entre el ruido de la TV donde infames personas adultas desafinan

a

granel,

intentando

vanamente

entretener a los niños, hasta que una siente ganas de

derramar

lágrimas

tamaño

palta,

el

más

pequeñito de sus hijos, esa dulzura llena de rulos y de aspecto decididamente angelical, le llenó la parte trasera de la máquina de escribir con los ladrillitos y la frase amasada con sudor sale totalmente ilegible. Entonces, una, que es una madre de pelo en pecho, y que aún no ha perdido la paciencia, procede a quitar los ladrillitos que traban el carro, sonriendo con parsimonia al dulce 57


infante que está convencido que su máquina de escribir es un cochecito sin ruedas y la mira haciendo “rum, rum, si?”. Pone nuevamente hoja limpia y recomienza sin temor al fracaso. El pequeño insiste apenas usted deja volar la imaginación en busca de inspiración, en la primera de cambio le saca la cinta y juega al yo-yo encantado de la novedad. A esta altura, debo confesar, que la cosa ha dejado de causarme gracia y

de encontrarle

simpatía

alguna, procedo

a

enroscar la cinta (tratando de no hacerlo en el cogote el niño) le retuerzo con entusiasmo la oreja hasta que queda restablecido el orden y la oreja del doble de su tamaño habitual. A todo esto, ha terminado el infame programa, y los dos mayorcitos despiertan e irrumpen en su ya limitado espacio mental, la nena: “mami, ¿me dejas escribir? ¿siiiiiiiii? ¿eeeehhhhhhh?”. Usted le da una hoja y un lápiz, el que sigue es un niño activo por demás, pretende ser Superman al rescate, y vuela desde arriba de la máquina de coser, cayendo sobre su espalda, resultando de esta colisión que usted puede aprender dactilografía dental, porque se tragó el teclado completo.

58


Ante esta situación, usted decide cambiar de habitación y pasa al living, levanta papeles, máquina, y se traslada, a no más de 10 minutos, los tres en patota están encima suyo, la nena, una madrecita,

vea,

la

peina.

Una

siente

que

le

arrancan lentamente el cuero cabelludo. El del medio, ahora, es el llanero solitario, y como una está medio encogida sobre la mesa ratona, se le monta sobre los riñones y la usa de caballito. El menorcito, a todo esto, no ha tenido mejor idea que cagarse encima, y la baranda que fluye en torno suyo no dejaría que le surgiera una idea ni a Ernesto Sábato, no hay solución, huye hacia el dormitorio,

y

emperrada,

trata

de

seguir

escribiendo. Pero... ¿alguien ha tratado de escribir de panza sobre la cama o con la máquina de escribir sobre las rodillas? Es más incómodo que la cistitis. Último recurso, el baño. Se sienta en el inodoro, usa la banqueta de mesa, cierra la puerta con siete llaves, y que se maten, usted quiere escribir y está determinada a hacerlo, escucha allá a lo lejos como se desmorona su hogar bajo el impulso combinado de sus tres hijitos, no importa, usted escribe... llega la inspiración, ¡vamos todavía!, media página... tres 59


cuartos, casi una carilla, ¡siiiii señores!, ¡lo está lograndooooo! Entonces, cuando ya está por escribir en el papel higiénico porque no se anima a salir a buscar más, cuando lo que tiene que decir le rebalsa por el inodoro y chorrea por las paredes, empieza a notar los golpes desesperados contra la puerta de su escritorio/baño y escucha la voz tierna, dulce y medio estrangulada de uno de sus chicos que le dice: ¡¡¡MAMI, ME HAGO CACA!!! Es el momento en que se decide y llora. Llora por los poros, y se seca con la cinta de la máquina, se suena con las carillas que fueron un parto y cuando la sensación de hijicidio que le agarró se le pasa, abre la puerta del baño y capitula, SE RESIGNA, SE RINDE. Sigue esperando, que para cuando los chicos sean grandes tenga la suerte de no haberse comido las uñas hasta los muñones del codo y pueda escribir en paz. Y cuando llegue su marido, ese ángel descolgado que regresa después de mucho yugar al seno de su pacífico hogar y le pregunte por qué tiene la cara manchada de negro y rojo, no lo mande a la mierda, 60

no

pida

la

separación

por

crueldad


mental, piense que el pobre santo no tiene la suerte que tiene usted de disfrutar de la compañía invalorable y tranquila de sus hijos. Dígale más bien que es un nuevo look de maquillaje y... espere, espere que todo llega en esta vida, y algún día, podrá llegar a tener un espacio propio, un poquito de tiempo para que, además, de ser MAMÁ, sea también USTED.

61


La escapada Noche

oscura,

silenciosa,

furtiva,

salgo

a

la

intemperie, me agazapo en un rincón oscuro, inmóvil, espero ¿Qué? No lo se, pero si la llegada de la aurora es aplaudida y el sol alabado en calidad de Dios bienhechor, así también su contrapartida, la noche, debe ser contemplada con unción y misticismo. Mi rincón me proporciona refugio e inmovilidad. Hace que me torne invisible pasando a formar parte del paisaje que me rodea. Escucho, escucho con fuerza y detenimiento, es como si mis oídos se transformaran en pequeños radares,

capto

los

ruidos,

al

principio

imperceptibles, que forman parte del

casi

silencio

nocturno, todo, o, casi todo, se prepara para el descanso, el reposo, escucho la llave de la casa vecina que gira en la cerradura y protege la morada humana, una casi inaudible charla que trae el viento en una ráfaga me llega sin que pueda entender las palabras. Los pasos de unos pocos caminantes rebotan sobre las piedras de la calle,

62


alguien ríe fuerte en algún lado, retumba sobre mi cabeza y se aleja de a poco. El viento gime, tiene voces diferentes, llega con un susurro muy leve, al momento es una cadencia que canta muy alto, y luego un bramido que mueve los árboles e inquieta a los perros, que ladran y husmean sin saber de donde les llega ese olor, el viento se aleja con remolinos de tierra y los perros callan nuevamente. Sigo inmóvil, solo se distingue la brasa de mi cigarrillo que brilla como una luciérnaga perdida. Abro los ojos para ver profundamente en la negrura, mis pupilas abarcan el tamaño de mis iris y veo, las sombras no son densas, no son totales, hay variantes de negro y azul, gris y blanco azulado. Las luces de los coches que pasan producen la sensación de ojos enloquecidos por ver en la negrura, los faros rojos son como gotas de sangre suspendidas en la nada negra. El contorno de los árboles, a veces mecido por el viento,

otras,

aquietados,

recortan

sus

figuras

erguidas contra un horizonte que parece más claro por contraste. Hay líneas rectas, curvas de oscuros y claros que forman figuras geométricas sin nombre. 63


Debajo de un farol un charco de luz lleno de mariposas de alas peludas y suaves, con ojos inmensos chocan, caen aleteando, para ahogarse sin agua. Mi mano va y viene sobre el lomo de mi perro negro, es una mancha pálida e imprecisa. Las bocanadas de humo de las chimeneas de las casas se van desvaneciendo. Los contornos de las chimeneas, recuerdan los viejos cuentos de hadas y duendes de mi infancia. La casa de la esquina, rodeada de sombras que producen los pinos, parece salida de una leyenda, tal vez, si me acerco y la toco, abrirá la puerta una bruja de risa cascada y sus paredes serán de chocolate y sus ventanas de masa de galletitas dulces. Todo a mi alrededor tiene como un misterio amigo, no siento miedo, es como si la noche me cobijara en su

seno,

aceptándome

como

a

una

criatura

nocturna. Miro el cielo, tan lejos y tan cerca, mitad estrellado, mitad cubierto por girones de nubes acolchadas con borde celeste muy pálido y el corazón más oscuro. Se mueven a un ritmo que podría parecer lento,

64


pero cerrando los ojos un momento, al abrirlos veo un montón de estrellas que no había visto. La luna es un cuerno fino apuntando hacia arriba, blanca, muy blanca, alumbra y su luz produce sombras y contrastes fantasmagóricos sobre la tierra. Luna, Astarté, Tanit, Selene, Isis, con cuántos nombres te han llamado los humanos de todos los tiempos. Eres religión para muchos, que te rinden culto y te llaman esposa del Sol, consortes apurados ambos, que solo se encuentran en un pequeño espacio de tiempo, para recordarse y volver a separarse. Los campesinos te ven como hacedora de vida, la que influye y determina con sus cambios de silueta sobre los embarazos de sus mujeres, la preñez de sus animales, el crecimiento de la cosecha de granos y verduras. Los navegantes en tierra o a bordo de sus naves saben que regulas las mareas y tratan de encontrar en noches de nostalgia y frío en tu silueta panzona la sombra del buque del holandés errante. Los perros y los lobos te elevan sus quejas con aullidos largos y tristes.

65


La gente como yo mira con embeleso el misterio de tu caminata vigilante y precisa por el campo del cielo nocturno. Ha pasado la medianoche, todo es silencio y quietud en torno mío, muevo despacio los pies que hormiguean de estar tan quietos. Vaya a saber cuántos

antecesores

míos

adoptaron

la

misma

posición de cuclillas y se pusieron a escrutar la noche en busca de una señal. Me levanto despacio tratando de no quebrar el manto de silencio que me rodea. Me desperezo y siento la sangre circular rápidamente por mi cuerpo, mis ojos están alertas, mis oídos afinados, mi nariz se dilata y aspira, vuelvo a ser un ser vivo y con paso lento y silencioso, camino. Entro en mi casa y dejo que la noche me acune hasta que me duerma, borracha de silencio, de luna, de olores, de sombras, de estrellas, de misterio, cierro los ojos y me pierdo.

66


Hola, hombre... Hola, te estoy llamando, quiero tener sexo, a tu cuerpo le hablo, no a los sentimientos, no a tu alma, no, no mientas ternura, no gastes palabras para convencerme, tan solo dame lo que te pido y lo que veo, se que es imposible tenerte como yo quisiera, dame entonces tu cuerpo macizo de hombre para que yo sea hembra, no, no, no, por favor, no abuses de mi paciencia con tu mirada en la mía, esto que brota es tan solo el instinto que me manda y me guía, es mi cuerpo el que te busca y te encuentra, es la piel, no mi adentro. No, no me llames impaciente, trata de no mentir para poder encontrarte en el placer. Tan

solo

dámelo,

pon

tus

manos

sobre

mí,

encuéntrame mujer, hembra de la especie a la que ambos pertenecemos. Te toco con la punta de mis dedos, chispas, brasas, ardes, que se vuelvan garras tus manos en mis hombros, en tu afán de poseer, que se abatan mis brazos

en

palabras,

mi sin

deseo

de

recibir,

sentimientos,

sin

búscame

sin

planteos

de

entendederas sesudas, en el único punto de contacto 67


en el que ambos nos pertenecemos totalmente, donde no existen las diferencias, donde no importa lo que sos ni lo que soy, en el único punto en que ambos somos, nada más. No hables, no digas, quiero tus suspiros, quiero tu éxtasis de ojos vidriosos y lejanos, quiero tu cuerpo tenso y sintiendo lo que yo siento, quiero tu placer en el mío para que sea el tuyo. Quiero tu convulsión final y tu muerte momentánea dentro mío o fuera de ti. Dame tu mano, ven conmigo, estemos vos en mí y yo en vos en el único punto donde los dos sexos no se mienten entre sí, ven, tengamos sexo.

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Cuento para uno mismo Había una vez... en algún lugar lejano de vaya a saber dónde, una mujer que vivía allí, donde usted prefiera, a veces a la orilla del mar, otras en medio del cemento de una gran ciudad, o, también, como ahora, rodeada de montañas y de árboles. Siempre se llevó bien con todos los animales de todo tipo y tamaño. Tal vez porque respeta la vida profundamente, entonces, es muy común que se la vea charlando con los conejos, que le brindan sus mimos de nariz en movimiento sin temor alguno, otras, en cambio, queda inmóvil y los pájaros y los zorzales van a su encuentro pidiéndole miguitas y amistad. No es raro que durante el verano alguna mariposa distraída se pose en su cabeza y quede aleteando allí como un exótico prendedor viviente. Los caballos aceptan sus manos y dejan oír sus relinchos de saludo cuando se acerca, la aceptan en su lomo para llevarla lejos, junto al sonido del viento. Pero además de a los animales, también le gustan los chicos, porque los trata con naturalidad, sin esa tontería gratuita que adoptan los adultos frente a un niño. Yo diría que no es linda 69


físicamente hablando, posee, en cambio, una rara belleza que hace que los seres que la rodean, confíen en ella y traten de hacerse de su amistad. Tiene el don de saber escuchar, de alentar, de comprender los por qué de la gente y la pena humana, por esto, no es raro que se acerquen a contarle sus problemas, y al dejarla, se sientan un poco mejor. A la vez también, es orgullosa y cabeza dura, y no sabe pedir nada para sí misma, como tampoco sabe mezquinarse para nada. Se brinda cuando alguien la necesita, es todo. Es sincera, quizá demasiado para el gusto de algunos, que se sienten agredidos por su forma de encarar la vida, aún reconociendo tal vez en su interior que pueden ser más verdaderos que los propios, pero es muy difícil admitir que se está equivocado. Esta gente no vuelve a verla, sus amigos son los solitarios, los callados, los frustrados, los locos llenos de sueños irrealizables, pero hermosos, en fin, todos aquellos que el común de la gente agrede un poco, y maltrata otro poco, esos, son sus amigos. Ella los quiere, los apaña, los cuida y los mima como a sus hijos cuando llegan con una rodilla lastimada, aún cuando sus amigos se van y ella se queda con esa

70


carga que depositan sobre sus hombros. No se queja, más bien comprende y espera. Su pareja va y viene en un mundo de autoridades y autoritarios y los conceptos de amor y compasión que ella trata de explicarle a veces sin encontrar las palabras, y termina diciendo “no se”, a veces él no entiende, otras, no las comparte, pero igual vuelve a su lado porque la necesita, a veces siente miedo y el también se refugia en ella para ser consolado. Y sucedió, como en todo cuento bien narrado, lo que debía suceder, porque a pesar del valor con que trata de encarar cada día, es nada más que una mujer, o, quizá nada menos que una mujer, sucedió que necesitó consuelo y apoyo, entonces miró a su alrededor en búsqueda de toda esa gente que en algún momento vino a buscarla necesitando su risa, de su consuelo o de su silencio. Miró y no encontró a nadie, toda esa gente estaba metida en sus cosas, su propia vida y no tenían tiempo ni ganas de escucharla, triste y solitaria de tener que brindarle algo de la amistad recibida, y se encontró sola. Con una

necesidad

inmensa

de

calor,

de

poder

recostarse, de querer ser consolada y amparada por esta sola vez. Pero no había nadie. 71


Solo un hombre, casi un desconocido, se atrevió, tal vez por compasión, a mirar el fondo de sus ojos desamparados, y vio la tristeza, le quitó la pesada carga de sus hombros, le habló, y ella pudo contarle un poco, un hombre que no era un amigo, una persona a quien ella no creía haberle dado nada, pero que sintió vergüenza por tanta gente que se borraba. Ella agradeció sin palabras esa mano que se brindaba,

pero

con

un

poco

de

miedo

y

desconfianza, porque estaba triste de tanto amigo que le había fallado. Pero... como su natural no es estar triste, sonrió de nuevo, entonces los pájaros volvieron a cantar cerca de su ventana, porque comprendió que no importa lo que el ser humano pueda brindar a los demás, uno siempre está solo. Ahora está sola de nuevo, pero sabe que cuenta con un amigo al que recurrir, que la respeta y la escucha, si se da el caso de poder hablar. Gracias amigo mío, aunque nunca me anime a decírtelo, por ti, por su sonrisa, estoy segura que hay una nueva estrella en el cielo que alumbra mi noche.

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El Gringo, mi caballo Querido mío, te escribo aquí, porque no hablamos el mismo idioma, y aunque yo pueda decirte lo mucho, muchísimo, que significas para mí, quizá entenderías el tono de tristeza y el amor que pongo al hablarte, pero no el sentido de mis palabras. En realidad no importa, es mejor así, que acerques tu cabezota a mis manos, que yo quede colgada de tu cuello, que ambos estemos juntos, solos, en nuestro cariño, en medio de un universo silencioso. Pero debo dejar que te marches. Debo echarte de mi vida por montones de razones que no tienen que ver con mis ganas ni con lo que siento, y menos aún con lo que sientas vos. Sos mi amigo, te quiero tanto que me duele, y yo, que no lloro nunca, siento que no puedo contener las lágrimas, que brotan solas, si estoy al lado tuyo, entonces lloro sin vergüenza. Confío en vos, sé, que a pesar de que dicen que sos un caballo mal enseñado, jamás me harías daño, cuando subo a tu lomo me siento acunada y protegida.

73


Te quiero, Gringo, nadie más que yo entiende esto, no me importa, yo sé que no olvidarás mi voz, ni mis manos, ni mis besos en tu hocico suave como seda. Te volveré a ver de lejos, durante el verano, quizá. Tal vez te llame y me relinches en respuesta, como tantas mañanas, pero nunca será como ahora, en que vivimos juntos, y sos mi caballo. Quería escribirte para despedirme, para que sepas que, en no se cuál lugarcito de mi corazón y de mi mente, habrá siempre un pedacito de pasto verde con un cartelito que dice “Gringo”. Cada vez que te recuerde, estoy segura, de que de ese pedacito de pasto, brotará una flor, regada por el recuerdo. Subiré a tu lomo peludo por última vez, volverás con tu dueño real, y en mí quedará un recuerdo con toda la ternura del mundo.

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Tiempo, paraíso perdido Miro el reloj, faltan quince minutos para las tres de la tarde, me pregunto para qué quiero que marquen las tres, estoy segura que va a ser exactamente igual que quince minutos antes. Tiempo, tiempo, tiempo... Se va, se escurre, y aunque no existiese el reloj, para indicarme la hora que es, siento en mis huesos y en mi sangre su transcurrir. Además de ser el día que transcurre, para que luego llegue la noche y así hasta el infinito, lo que no transcurre hasta el infinito es mi vida. Mi vida, la que dejo pasar como una inválida, sin que me pase nada, simplemente sentada esperando ¿Qué? Tal vez escuchar el alarido silencioso que pega el alma cuando se está yendo. La lluvia que cae despaciosa en algún momento va a parar. Espero con paciencia de siglos, tal vez por alguna cuestión genética, que pase el día, sin que me pase nada, ni por dentro ni por fuera, que los acontecimientos cotidianos de levantarse y acostarse marquen el ritmo de vivir, ¿pero estoy conforme? No, no. 75


Ahora estoy aquietada y como anudada en una banqueta, sin fuerzas, sin ganas, abúlica. Pero no siempre es así, de repente el resorte que es mi cuerpo se despliega, anima, revive y respira y miro brotar la semilla, brillar el sol que dora mi piel, siento que el tiempo se despereza y sacude, bebo, ese tiempo como una copa de exquisito vino hasta que el fondo queda apuntando al cielo. Entonces el tiempo tiene un sentido, parece servir para vivir, para darnos cuenta que no importa la muerte, está lejos, hoy es nuestro turno, nos sobra el tiempo. Esa milésima parte del tiempo universal que nos corresponde usar, para ser felices, para dar, recibir, para gozar, para parir más vida. Amar, así con mayúscula, no. Ese amor mezquino, ese amor que necesita de leyes que lo protejan y conforten para saber que existe, no, hablo del tiempo de amar porque si, porque se nos da la gana y nos sentimos bien, porque amar así es como respirar hondo, luego de haber contenido el aire hasta no dar más, amar todo, desde el aire diáfano de la mañana, hasta la risa de alguien que nos llega de lejos y nos produce una sonrisa a nosotros también. Sentir con cada poro de la piel, con cada neurona del cerebro que estamos vivos, hoy, ahora, que este 76


momento, este instante, este gesto, esta caricia, son absolutamente irrepetibles y únicos. Tan únicos como lo es cada ser humano en particular. Pero no se vive así. El tiempo perdido es como el paraíso perdido, algo que no se recupera jamás. Solo se vive acurrucado en el interior de una cáscara llamada vivienda, y por la posesión de esto y todos los artefactos que lleva dentro, somos capaces de vender la vida y empeñar el alma. Y cuando logramos tener todas las posesiones materiales que deseamos dentro de nuestra casa, nos expandimos

hacia

afuera,

terminamos

de

marchitarnos y estrujarnos por un automóvil, así hasta el infinito. La avaricia y la ambición humana

no

encontramos

tienen

límites,

inmersos

hasta

y la

mientras locura

en

nos la

adquisición de cosas para “vivir mejor”, nadie toma en cuenta que el tiempo patea en contra, porque en definitiva, el tiempo que se usa en esta loca carrera de adquisiciones, es el tiempo que nos dan para vivir. Solo cuando las fuerzas ya no nos dan más, nos damos cuenta de cuán inútil fue tanto esfuerzo, porque la vida se nos fue.

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Las únicas flores a las que no nos queda más remedio que oler hasta el asco son las que nos colocan en la tumba, los que nos siguen y se quedan con el “fruto” de nuestro esfuerzo, sin haber podido, en definitiva, lograr comprar la única cosa valiosa y que no tiene precio... la vida.

78


Mariana (Mi primer planeta) Cómo te cuento, dulce niña mía que estás dejando de serlo, si en tus ojos color caramelo quemado todavía bailan una danza entretejida las muñecas, el barro de tus juegos, las rodillas sucias. Cómo te digo que tu cuerpo, mezcla de torpeza y ternura, con movimientos de bailarina clásica, potrillito juguetón, se transforma despacioso en una maravillosa mariposa que poco a poco despliega sus alas. Inconsciente aún de su belleza y colorido, tan natural como el aroma de la rosa, tan rico en vida como el mordiscón con ruido que se le pega a una manzana lustrada en el pulóver para que quede brillante y apetitosa. Cómo te llamo mujer si aún te recuerdo manojito de

pelusa

colorada,

tierno

brote

de

arbolito

protegido por el cerco amoroso de mis brazos para que pudieras crecer fuerte. Cómo te llamo mi igual y alrededor de tu boca aún se pegotea el dulce de leche de la última merienda. Cómo le digo a tus manos que se sosieguen en tu regazo cuando las veo bailar y palmear tortas de barro. 79


Quisiera, hija mía, detener el tiempo en el que todavía eres capullo a punto de florecer, a quién todavía no ha tocado ninguna abeja laboriosa para absorber tu polen más íntimo. Eres movimiento y despliegue sin que todavía sea capaz de vencerte ningún cansancio y muy pocas penas. Cómo te explico que muy pronto, demasiado pronto, te enroscarás en ti misma para comenzar a bucear dentro tuyo y descubrirte ser humano, mujer. Cómo te cuento que ya tu cuerpo comienza a prepararse para que todos los meses de tu vida seas consciente de que eres portadora, en tu vientre, de los ingredientes mágicos que producen la vida. Pronto comenzará a palpitar tu bajo vientre, con un poco de dolor y esa especie de desazón que nos entra a las mujeres cuando menstruamos y andamos malhumoradas buscando algo que hemos perdido, vaya a saber dónde. Lo que perdemos es la posibilidad de dar vida, ese mes, y quedamos un poco tristes, como abejas sin flor. Porque

somos

eso,

mujeres,

hija

mía,

somos

hacedoras de magia, somos las portadoras de la

80


semilla de la humanidad, somos la continuidad de la especie. Y tú, parirás algún día, serás la continuidad de tu padre y mía. Entonces te recuperaré niña, como ahora, tal vez ya no me alcanzarán los brazos para abrazarte a ti y a tu panza, pero sentiremos juntas a través de tu vientre el nuevo milagro de la vida que recomienza. Cómo te explico todo esto, querida mía, sin que te asustes, sin que quieras escapar a tu destino de mujer, sin que te sea excesivo el peso de la responsabilidad de ser mujer. No lo sé, tal vez me ayuden la Cenicienta y su príncipe, las hadas buenas, Aladino y su mago, el principito, y pueda inventarte un cuento hermoso, de una niñita de ojos color del tiempo, dulces y traviesos, que comienza a crecer, a la que su mamá, con todo el amor del que es capaz, le abre con suavidad la puerta y con un beso en la frente, le da permiso para salir a vivir.

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Rodrigo (Mi segundo planeta) Rodrigo-Rodrigo-Revoltijo-Ternura-Sonrisa,

mi

hijo, te veo tan grande, creciendo, casi un hombre ya. Pero aún te siento mi cachorro desamparado y enojado con el mundo. Todavía tu mirada me pertenece, tan igual a la mía, tu sonrisa, ah!, tu sonrisa, contagiosa, que empieza en tus ojos, llega a la comisura de tus labios, que se extiende por tu boca y continúa en la mía. Y nos reímos, y nos unimos, y seguimos siendo uno como cuando estabas en mi panza. Me gusta tu bondad, no la pierdas nunca, es un don, no todos la tienen y saben usarla, pero vos estás aprendiendo. Me gusta tu silencio en compañía, tan cómodo, como esos pulóveres viejos que se aman y se usan hasta que no dan más y uno no puede decidirse a tirar o regalar. En este momento de tu vida

eres

desprolijo,

un

abejorro,

potrillo

curioso,

puras

patas

todo

ruido

largas

y

desconcierto, a veces cactus todo espinas, otras, como mis margaritas que se dejan deshojar, pura sonrisa. Tienes en ti la capacidad de dar, ser amigo, compañero, y más adelante, amante sensual y 82


considerado. Sos un montón de cosas buenas que vas sacando para perfeccionarlas, otras que no te gustan, moderarlas y sujetarlas dentro tuyo. Hay material del bueno dentro tuyo, cuando te miro y pienso en lo chiquitito que eras, me parece que fue ayer nomás que saliste de mi cuerpo para vivir y ser independiente. Quiero que seas capaz en la vida de construir tu castillo-fortaleza poco a poco para que cada piedra ocupe su lugar exacto y no puedan entrar los vientos de la maldad y la mentira para herirte. Que rodees tu castillo con un inmenso jardín de amistad, amor y risa. Que dejes entrar a los que te aman y cerrar tu puerta a los que no te hacen bien. Me gustaría que Dios me concediera la gracia de poder ver en unos años más la fortaleza terminada y cuando toque a tu puerta, le abras a esta anciana para que con tu don me devuelvas la sonrisa y la fe que, tal vez para entonces, habré perdido en el camino de vivir, que a tu resplandor pueda volver atrás el tiempo inmaterial del cariño que nos une, para que ambos, perdidos en la inmensidad de una sonrisa compartida, con los ojos y con el alma, recuperemos tu infancia y mi juventud, entonces podré a través tuyo recuperar mi aliento a tu lado. 83


Damián (Mi tercer planeta) Hijo mío, tan pequeño que aún puedo acunarte entre mis brazos y mi hombro soportar el peso de tu cabeza dormida. Eres bello. Vaya a saber qué conjunción de astros y de dioses celestiales se unieron

en

mi

interior

cuando

te

estaba

engendrando. Tal vez seas el resultado de la unión de una nube con forma de corazón y un rayo transparente de sol. El color de tus ojos tal vez sea porque mi corazón se abre a la belleza infinita de una sola brizna de pasto besada por el rocío y acariciada

por

la

brisa.

Tu

cabello,

glorioso

revoltijo despeinado de rulos rodea tu cara de bebé formando un halo dorado y resplandeciente. Tu sonrisa traviesa, desfachatada, mezcla de puchero y chupetín pegajoso. Tus mejillas barnizadas de caramelo de dulce de leche. Saludando con timidez y dulzura aparece tu naricita semejante a un botón de dos agujeritos que debe haber perdido algún angelito cuando robaba flores de azahar. Eres bello y aún hoy cuando te miro, me sorprende y me halaga haberte gestado en mi vientre.

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Solo te pido querido mío que ya que eres poseedor del don de la belleza, aprendas a cultivar el don de la amistad, del amor, del compañerismo, de la bondad y el entendimiento. No quisiera ver que, con el correr de la vida, te transformas en una hermosa cáscara vacía y consideres que, gracias a tu rostro, no necesitas aprender nada más, ni brindar nada más, y que todo te está permitido. Vas a encontrarte con gente muy distinta a ti, que quizá te parezca fea, pero que mirando en su interior, la encontrarás repleta de cosas para dar. Yo quisiera que seas un ser completo, lindo por dentro y por fuera, no como una cebolla que se pela y se pela y siempre se ve lo mismo, aún en lo más profundo de su corazón. Quiero ver tus manos, hoy sucias de tierra, resina y travesuras, mañana, llenas de calidez, aún hacia el más humilde ser que habita la Tierra. Que te sea importante el dolor ajeno y que no pases al lado de alguien que tiene los ojos llenos de soledad y sigas tu camino. Porque cuando sufras algún dolor que yo no pueda evitarte podrás mirar a los costados y, si has sembrado tu semilla de amistad, encontrarás que ha crecido un árbol fuerte en el que podrás recostar tu cabeza.

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Quiero que seas feliz, muy feliz, si yo pudiera llorar por ti todas tus lágrimas, quitar todas las piedras del camino con las que puedas tropezar, si pudiera tragar toda la amargura de tu vida, lo haría sin dudar. Pero debo dejarte vivir, que crezcas, que llores, para que aprendas el valor de sentirte bien, que te caigas mil veces, para que sepas esquivar a tiempo la próxima piedra, que te atragantes de amargura y pena para que sepas darle el verdadero valor a la sonrisa y a la felicidad de vivir. Pero si algún día, ya hombre, sientes que necesitas un hombro que no hace preguntas que no quieres contestar, debes saber, hijo mío, que mi hombro que hoy acuna tu cabeza dormida, tal vez, más cansado, viejo y huesudo, podrás venir a mi lado desde cualquier lugar de la Tierra en que estés, para recostarte nuevamente en él, que trataré de devolverte a la vida con un rayo de sol en cada mano.

86


Relación indecente Todo empieza con una negativa, con un “no puede ser”, con la incredulidad, como un misterio que comienza a molestarnos. Las diferencias se agrandan y se hacen insalvables, infranqueables,

locas,

absurdas,

dolorosas,

pecaminosas. La mirada hasta ese momento franca y límpida rehúye y se vuelve como furtiva. Ya no hay una inocencia ni candor, eso, que antes era natural. Y los pensamientos fluyen desbordados, sin querer, pero queriendo, se puede, ¿no? ¿Será? Tal vez, no, no, ¿si? Como deshojando margaritas mentales. Las manos van más rápidas y decididas que la mente, no tienen diferencias ni trabas que las contengan, además, el contacto se justifica solo, por la amistad que nos une, por aquello del afecto, entonces las manos se atreven mucho antes que la consciencia del gesto. A solas, las diferencias vuelven y machacan sin piedad. La edad, ah!, la GRAN diferencia, la frase célebre por excelencia “puede ser mi hijo”, “puede

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ser mi madre”, pero claro, como esto no es lindo, también se piensa, “pero NO lo es”. Por la cabeza de ella desfilan toda clase de sesudas razones: “Que disparate!, estás loca, ¿cómo se te ocurre? Ni pensarlo, decididamente ni pensarlo”. Pero sigue pensando, “además, ¿qué va a pensar de mí? Es tan joven, me mira como a una madre, si, pero no tengo hijos tan grandes, no, es afectuoso nada más, es un amigo de la casa, la pasa bien aquí, si, indiscutible, pero entonces, ¿por qué siento su mirada en la nuca todo el tiempo? ¿Qué soy para él? Su piel debe ser suave... cortala carajo! No tiene mucha experiencia, te dije que la cortes! Esta bien, esta bien, la corto, pero... ¿y si no fuera tan absurdo? Después de todo, no me pienso casar con el ni formar una familia, ¿no? ¡Aleluya! Por fin algo lógico, se asustaría, estoy segura, ¿muy segura? No, ¿soy capaz de zamparle un beso así como así? No, ¿no? Bueno, depende...” etc., etc., etc., hasta el infinito. Por la cabeza de él pasa una sucesión de conflictos de todo tipo: “Para loco, ¿qué estas pensando? ¿Qué te agarró? Es una mujer grande merece todo mi respeto, es macanuda, si, pero a veces se me hace un nudo en el estómago, no parece la edad que tiene, 88


está re fuerte, se puede hablar de cualquier cosa, me gusta, pará loco, pará, no te des manija... ¿Harías el amor con ella? No se, me cagaría todo, si, pero de última me la banco, yo no rajo, si hay transa me la banco. No puedo decirle nada, no puedo, pero es lindo abrazarla. ¿Cómo será en la cama? Si es como parece debe ser dulce, cariñosa, pero, ¿y si no estoy a la altura? ¿Si quedo como un boludo? ¡Que papelón viejo! No, mejor la corto, si, todo muy bien, muy lindo, pero cuando la vea ¿Qué hago? Nada, no hago nada... la confianza, el respeto, la edad, pero me calienta ¿Qué hago?” Etc., etc., etc., hasta el infinito. La semilla ha sido sembrada, la educación, la moral, las buenas costumbres, innegablemente, porfiadamente,

como

una

cuña

metida

entre

ambos, sin que ninguno de los dos afloje ni empuje. Las bocas callan, la boca sabe que, en definitiva, el final de la historia “indecente” la pondrá ella, pero la muy ladina está acostumbrada a mentir cotidianamente, de todo el cuerpo, es la que mejor miente. Sabe que si habla, todo queda a la luz, sin escape, sin remedio, sabe que si besa queda al descubierto, sabe que si se deja llevar, pierde, o, gana todo. Sabe que es dueña de todo lo que se siente 89


y

se

piensa,

de

la

mente,

del

cuerpo,

los

sentimientos, el instinto, la verdad o la mentira. Mientras la boca siga quieta y en silencio, todo queda dentro. Se es dueño de la situación. Pero el instinto sabe lo que la boca calla, ¿hasta donde le permitirá que tenga el control? ¿Hasta cuando dejará que nada pase? Dependerá de la piel, de las manos, del corazón, de los ojos, de la fiebre, del impulso. Cuando todo esto se junte en una democracia de sensaciones, la boca no podrá nada sola, el instinto habrá ganado, las diferencias serán borradas, aniquiladas y muertas. Y la vida, sin sujetadores, como

sólo

puede

lograrlo

una

explosión

de

sensaciones, seguirá su curso natural. No se cómo termina esta historia en realidad, cuando lo sepa, vendré o no, a escribirle el final.

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No-Si No me cierres las puertas de la mente, No me hagas ir donde no puedo, No me hagas correr donde sólo puedo caminar, No me hagas llorar tan solo por hablar, No me mires a los ojos y quieras escribir en ellos, Porque en mi mirada está mi propio mensaje, No pongas en mi boca tus dudas y temores, Porque yo debo llevar los míos, No quieras darme tu equilibrio, Porque no es el mío y puedo caerme, Déjame amarte como yo puedo, Y acepto lo que tú me das, No me ates con valores que no entiendo, No te cierres al diálogo, Porque es mi manera de conocerte, No me impidas crecer caminemos lado a lado, No te pares delante de mí, Porque huiré por un costado, No te escondas detrás de mí, Porque seguiré sola, No rompas sin piedad mi flor pequeña, Al contrario, ayúdame a hacerla crecer, 91


No me pidas tu razón cuando solo puedo darte la mía, No me encierres porque me escapo, No desconfíes, porque al darte mi confianza, Ya no me pertenece, y de ti depende lo que harás con ella, No pongas frenos ni trabas por miedo, entrégate, Porque si no te entregas y temes y dudas, Dejarás todo sobre mi espalda, Y no podré resolverlo por ti, Simplemente trata de ser tú mismo, Déjame ser yo misma, Y entre los dos, seamos uno.

92


¡¡¡Dios!!! ¿Estás ahí? ¡Dios! Quiero creer que estás allí, te rezo a mi manera, elevando mis ojos, en silencio y con increíble empecinamiento. ¡Dios! Dame fuerza para no arrastrarme, dame calor para que mis manos no tiriten, dame el sueño y cierra mis párpados, para que mi cabeza descanse. ¡Dios! Dame tesón y coraje, para convivir rodeada de indiferencia, dame compasión para entender, dame paz conmigo misma, para volverme hacia mi interior. Dame paz y paciencia, para que la gente que tú creaste, a tu imagen, rompa el yeso de su máscara, y saque lo mejor y lo brinde sin medida. ¡Dios! Dame amor, para que pueda derramarlo, con toda mi alma sobre los seres que amo. 93


Dame paciencia, mesura, valor, para no salir corriendo y perderme. ÂĄDios! Si estĂĄs en algĂşn lado, y me estĂĄs mirando, venite un ratito, porque me siento sola, cansada, sin paciencia, y he perdido la esperanza.

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Frases Nunca he encontrado en la vida, una amiga y compañera más sociable, que la soledad.

La verdad, es una mentira envuelta en el papel de las propias convicciones de cada uno.

La libertad de sentir con la piel, está totalmente contaminada, por los prejuicios.

La fealdad física puede ser la cáscara que oculte, la más maravillosa de las experiencias.

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Si el ciego puede imaginar el color y la luz, ¿Por qué tú no puedes imaginar mi alma?

Aprendé a regalar tu ausencia, a quien no supo valorar tu presencia.

Las heridas de la niñez no se curan con razonamiento.

El hambre y los mocos de un niño debe ser algo que no te deja respirar.

Aunque no entiendas el tiempo llega el momento en que la vida ya no te da, te saca eso se llama vejez.

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El pecado es a sabiendas y con mala intenciรณn el error es aprendizaje

La humanidad nunca estarรก madura ni consciente para tomar decisiones importantes

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La leyenda del Pájaro Azul Había una vez en un país lejano, no recuerdo dónde, un rey que lo tenía todo, los manjares más exquisitos, las mujeres más bellas, la ropa más fina, todo lo que quisiera, o, se le antojara, lo tenía a su alcance. Estaba muy aburrido, ya no se le ocurría que desear ni que pedir, y pasaba entonces sus días imaginando cosas para después rechazarlas. Un día, uno de sus consejeros le contó de un hombre que decía tener algo muy valioso, este hombre vivía en otro país, al instante el rey quiso que le trajeran eso tan valioso y raro, que no era otra cosa que un Pájaro Azul. El problema era que nadie sabía dónde vivía ese hombre, ni cómo era, ni qué cara tenía. Entonces el rey mandó mensajeros hacia todos los países conocidos, con el mensaje de que daría una gran recompensa a quien diera con el dueño del Pájaro Azul. Partieron los mensajeros hacia los cuatro puntos cardinales repitiendo la orden del rey, al tiempo lograron dar con su paradero. 98


Al verlo, quedaron muy sorprendidos porque no era un hombre aparentemente rico, ni joven, ni viejo, ni lindo, ni feo. El mensajero le pidió que, en nombre del rey, le vendiera el famoso Pájaro Azul, el hombre quedó muy sorprendido y sonriendo con amabilidad le contestó que eso era imposible. El mensajero probó por todos los medios y no logró convencerlo, entonces le pidió que fuera con él a ver al rey porque éste se enojaría muchísimo y hasta pudiera ser que perdiera la cabeza. El hombre dijo que si, y allá fueron, viajaron por varios días hasta llegar ante el rey que esperaba muy ansioso e impaciente la llegada de los viajeros. Cuando estuvieron ante su presencia se dio cuenta que no traían el Pájaro Azul con ellos, se enojó, los mandó a la cárcel a los dos hasta que le dijeran dónde ocultaban al Pájaro Azul. El hombre solo sonrió y le dijo que no podía dárselo. Pasaron muchos, pero muchos años. Y cada tanto el rey lo convocaba a su presencia y le preguntaba siempre lo mismo y siempre obtenía la misma respuesta.

99


El rey se puso muy viejo, el hombre también, llegó el día en que el rey se sintió morir y mando a buscar

al

dueño

del

Pájaro

Azul,

le

pidió

nuevamente que le dijera dónde lo tenía, el hombre vió que el rey estaba enfermo y triste y sintió pena, se sentó a su lado y le habló de esta manera: “Majestad, no puedo darte mi Pájaro Azul, pero si buscas

dentro

tuyo

estoy

seguro

de

que

lo

encontrarás, el Pájaro Azul habita dentro de nosotros mismos, lo que sucede es que los adultos lo encadenan en una jaula para toda la vida y ya no puede cantar ni volar”. Su alimento son nuestros logros, nuestra fe, nuestra alegría sincera, su agua nuestras lágrimas de felicidad, la risa de nuestros hijos, o, nuestros seres amados es la fuerza de sus alas, su canto solo lo escuchan los que amen el silencio y estén en paz con su conducta. Su vuelo más alto y perfecto lo logra

cuando

ofrecemos

la

primera

flor

de

primavera, la primera frutilla roja y dulce, una mano tendida para levantar al caído, la mejor compañía para un amigo que está triste, la mejor sonrisa para los seres queridos.

100


Si, en cambio, la ambición, el desamor, la avaricia reina en nosotros, son como espinas clavadas en su pecho y el Pájaro Azul comienza a morir. Búscalo dentro tuyo querido rey, escucharás su canto muy bajito y dulce que brota dentro de tu pecho, cuando una sonrisa pura brote de tus labios, estoy seguro de que lo verás volar muy alto hacia el sol. Diciendo estas palabras, el hombre recostó su cabeza y se quedó dormido. El rey se dio cuenta de la verdad de sus palabras, sintiéndose arrepentido de su vanidad y su avaricia y una sonrisa muy chiquitita y quieta comenzó a curvar sus labios. En ese momento, en medio de la noche, en la que solo se escuchaba el canto del agua de las fuentes del palacio, se escuchó el aleteo como de alas adormecidas, luego, el canto más puro y dulce que el oído humano pudiese escuchar, y salió volando, de no se dónde, un hermoso, alegre y libre, Pájaro Azul.

101


Qué triste tristeza, hermano... Qué triste hermano que estés tan lejano. Qué triste que ya no podamos hablarnos sin mostrar las uñas. Qué triste tanto rencor, tanta amargura. ¿Dónde está? Hoy me pregunto, todo ese delirante amor,

que

florecía

cada

mañana,

como

un

comienzo de primavera, con una ráfaga suave y tibia que nos envolvía, le poníamos el rostro y era la vida misma que nos llevaba a creer y a crecer. Qué triste que hoy ya no pueda decirte que te amo. Qué triste no amar a nadie, que se desperdicie tanto calor sin compartir, sin dar, sin recibir. Qué triste tanta necedad, tanto orgullo, tanta bronca, que al final hemos quedado con el alma de luto y envejecidos de vejez prematura. Qué triste no poder olvidar el dolor, y pensar que nos amábamos. Qué triste que ahora ya no, porque tanto has quemado en aras de tu orgullo que hoy de solo pensar en volver a sentir, me solloza el alma y la piel de temor, como a un animal castigado.

102


Qué triste pedirme hoy que olvide, cuando tan solo por reflejo de auto conservación me protejo con el no sentir, el no amar, el no esperar. Qué triste haber perdido tantas cosas, no para lograr otras, sino para quedarse sin nada, vacíos, con solo la imagen del espejo que nos devuelve la mirada solitaria y apagada, como triste. Te llamo hermano y es triste, porque fuiste mi amado, mi hombre, mientras que hoy te llamo hermano para justificar este sentimiento tibio y falto de emoción, tan cansado y poco sociable. Tal vez lo más triste de todo sea que aún siga creyendo en el amor profundo y terrible, abrazador y total, qué triste no sentirlo ya por vos. Pero aún a pesar mío, todavía creo que en algún lugar de éste, nuestro loco mundo, está ese hombre que siente igual que yo. Quizá algún pueda encontrarlo y encontrarme de nuevo en él. Cualquier día, a la vuelta de la esquina, en la puerta de mi casa, con una flor en la mano, y si no lo encuentro en este lado de la vida no por eso voy a renunciar a creer, a soñar, y a esperar. Pero... mientras espero, mientras creo, mientras sueño, estoy sola y estoy triste. 103


Ojos Es

difícil

encontrar

palabras

que

definan

cabalmente una idea sin dejar lugar a dudas, un sentimiento o un color. Más difícil aún es tratar de captar una mirada, diciéndola con palabras sin que pierda la sensación que produce la piel. Podría decir: Los ojos son mansos, pero no me basta. Porque también hay una cantidad enorme de matices y colores. Tiene mansedumbre, son como una mansa-lumbre, que uno espera encontrar a la vuelta de un viaje fatigoso, esa pequeña llamita que brilla en una noche oscura brindando calor y refugio. Son como la vuelta al hogar cuando estamos vencidos. Son como dos lagos de agua dulce que debe beberse de a sorbos pequeños y placenteros como cuando tenemos mucha sed, pero como todos los lagos de montaña, no se llega a conocer su profundidad a menos que se interne uno en ellos y se

deje

llevar

hacia

el

fondo

sin

temor

ni

desconfianza. Son ojos que aplacan, invaden, rodean, formando una valla de protección donde nada puede doler. 104


Cuando sonríen salen estrellitas pícaras y luces de alegría que quedan flotando en el aire para quien quiera

tomarlas,

entonces,

como

un

animal

perseguido y desconfiado, me quedo paralizada, inmóvil, gozando incrédula de ese calor inesperado que me brindan. Son amables, con fuerza pero sin agresividad, sin violencia, son ojos con ganas de entregarse, de hacer sentir su poder sobre mi cabeza inclinada o sobre una flor. Pero, ¿cuántas cosas ocultan esos ojos? Color verdegris-humo, sabor a menta con chocolate. ¿Cuántas cosas callan? ¿Cuánta pena? ¿Cuánto desengaño? Yo quiero llegar al fondo de esos ojos, quiero dejarme invadir, sin resistencia, penetrar en ellos, conocer por ellos, toda la dulzura que tal vez, no conozca todavía y que me tienta sin ningún pudor. Cuando esos ojos hagan el amor, ¿seguirán siendo mansos? ¿Se volverán exigentes reclamando sin piedad? ¿Se volverán grito, tenaces, sin hablar? Pero cuando alcancen ese momento de mirar sin ver, de gritar sin sonido ni sentido alguno, si se cierran sus párpados, entonces, ¿dejarán de hablar?

105


Esa niñita Niña, manojo de flores maltrechas y deshojadas, ojos sorprendidos, doloridos de soledad. Pronta al abrazo y al afecto, cuerpecito pequeño que abrazo y confundo con mi calor. ¿De dónde me sale esta hija? Fruto de otro vientre con sonrisa de chocolatín pegajoso y dulce. Quisiera por ti ser capaz de dar marcha atrás al tiempo y rehacerte a mi lado para compensarte tanto maltrato solitario. Dibujar dos corazones grandotes y colorados en la palma de tus manos, para que nunca más te sientas desprotegida. Ahora te has transformado en el pollito más pequeño de esta mamá-gallina. Quiero que sepas que puedes contar conmigo, que a tu alrededor se ha formado una ronda de amor y ternura para que sonrías y te sientas parte nuestra y nosotros de ti. Cuenta conmigo para que, a tu mundo de niña, vuelvan a volar las hadas y a hacer travesuras los duendes, para que la magia de la infancia que aún posees, ronde tu cama cuando duermas, y te acune con sueños de mariposas de colores.

106


Quiero cerca mío tu sonrisa ancha, tus ojos que quieren confiar y que, a pesar de que no estemos siempre juntas, sientas mi mano apoyada sobre tu hombro, respaldando tus pasos todavía inseguros. Quiero que sientas que todos estos años en los que no estuvimos juntas, fueron una preparación y un compás de espera para que nos encontráramos por fin y estemos juntas. No importa de dónde vienes y con quién hayas estado, lo importante es que ahora estás aquí, que tu

nombre

Valeria-Valentía-Valiosa-Valkiria

resuena en el éter como una campana de cristal recién tallado y todo el firmamento canta con su sonido. Quiero que por la noche, cuando ronden los malos sueños y sientas temor, mires hacia el cielo, busques la estrella más luminosa, porque ahí estaré yo, mandándote una sonrisa, un beso grandote y con mucho ruido y un hasta mañana, que duermas bien, hija mía.

107


Divagaciones Nací cuando vi la luz, no importa cuándo, ni en qué tiempo, ni en qué año, esos son datos de estadística para el documento, no importa cuándo, en realidad me pregunto si fue realmente cuando mis

padres

se

pusieron

contentos

por

mi

nacimiento, o, mucho antes, o, quizá después, cuando empecé a mirar alrededor y comprender que era un ser humano. Dicen que era una niña seria, muy rubia de ojos grandes y grises, que contemplaba el mundo con solemnidad y cautela. Parece mentira, hoy, un millón de años después, lo único que ha cambiado es el color de mis ojos y que le he agregado a la cautela, un poco de sentido del humor. No se tampoco, en qué momento me pregunté el por qué y el para qué de la vida, de la existencia de cada uno, cuál es el objetivo de venir al mundo, por la casual unión de espermatozoides y óvulos en un determinado día para formar el principio de un ser, que en este caso, se transformaría en un ser humano hembra, o sea, yo.

108


Supongo que fue durante esa dolorosa etapa del crecimiento

llamada

adolescencia,

porque

adolecemos de todo y todo nos es inseguro y tambaleante, no se hoy en día que respuesta me di a mi misma, porque ha pasado mucho tiempo y demasiadas experiencias. Lo triste del caso es que aún hoy, que ya tengo canas, me sigo preguntando, y no consigo una respuesta que me llene de gozo por el acierto. Siempre hay una acción mía o ajena que viene a desbaratar la respuesta trabajosamente conseguida y debo empezar de nuevo. Me planteo cómo es que, la mayoría de los que me rodean se dan por satisfechos con el solo hecho de estar, respirar, existir. ¿Por qué? Me pregunto, no puedo yo dedicarme simplemente

a

llenar

mecánicamente

mis

pulmones de aire y mi panza de comida y no pasar por la tortura hasta el infinito de dudar, de repensar una y otra vez, por ejemplo, sobre la fragilidad inatrapable del tiempo, un día tras otro, buscando, escarbando, queriendo atrapar y no consiguiendo otra cosa que esperar, con suerte, que exista el día siguiente para probar otra vez.

109


Pero hoy, hoy, estoy cansada, no tengo rumbo ni meta,

ni

siquiera

el

sol

me

ha

calmado,

haciéndome cerrar los ojos y sedando mis temores. Y entonces vuelve la eterna pregunta del por qué y el para qué, qué persigo. ¿La vida al final será un sucesivo y monótono respirar, comer, esperar? ¿No hay otro objetivo que termine para tener una respuesta? Tal vez, por eso sea triste la muerte, porque en ella encontramos por fin la respuesta, pero ya no nos sirve, es tarde, ya no podemos utilizarla. ¿Tiene algún sentido real la constante lucha por la convivencia humana? ¿Vale la pena esforzarse cotidianamente por ser mejor? ¿Por brindar lo mejor de uno mismo? ¿Tratar de superar el día anterior

para

lograr

ser

mejores,

buscar

la

superación para mejorarse y mejorar la relación de convivencia? Es terriblemente difícil lograr la comunicación sin llegar a la agresión reiterada, es obvio que a la mayoría de los humanos, no se tampoco por qué causa absurda, les resulta más cómodo y lógico cerrar la mente y desatar la bronca, volverse animales siniestros de la naturaleza, el peor, ya que no hay animal que disfrute con el dolor de su 110


presa, salvo el hombre. Es el único de toda la creación que disfruta del dolor y la matanza. A veces me pregunto si en realidad tales cosas como el amor, la amistad, no son en realidad disfraces que se coloca el ser humano para tapar el simple hecho de que todo lo que somos capaces de sentir es instinto y, a veces, los más bajos, tanto, que no es posible mostrarlos a la luz. La mayoría de los que dicen amar con pasión, en realidad, lo que reclaman es el instinto de posesión sobre la presa, que en el mejor de los casos se deja poseer por comodidad. Los que reclaman amistad esconden la necesidad de no estar solos y que alguien los cobije bajo su ala. Qué amargas me resultan las palabras a medida que las escribo, cómo me gustaría creer en la increíble

capacidad

del

ser

humano

para

desarrollar lo mejor de sí mismo. Pero no puedo creerlo, ni siquiera de mí misma, porque muchas veces me he visto haciendo lo que en principio no comparto con los demás. La relación de pareja, la más despareja de las relaciones que se puede imaginar, es sorprendente, que hombre y mujer pertenezcan a la misma especie, pues la mayoría de las veces no logran un 111


acuerdo ni para hacer el amor, uno de los instintos más básicos si los hay. No querramos averiguar cuáles son las necesidades reales de cada uno, porque podríamos llegar a la triste conclusión de que son dos seres que, para tener un poco de paz consigo mismo, sería muy conveniente que vivieran totalmente separados. De esta manera, cuando se reunieran para complacer las necesidades básicas de cada uno, en el supuesto que las tuviesen al mismo tiempo, decía, no tendrían tiempo de discutir o de amargarse la vida mutuamente con recriminaciones que ninguno de los dos entiende del otro. Muchas veces he escuchado hablar del machismo, del feminismo, del matriarcado, patriarcado y tantos otros. Lo triste del caso, es que todas las doctrinas, a mi entender, tienen su parte de razón, algunas más que otras, pero todas quieren todo, y allí es donde comienza la separación, los abismos que con el correr del tiempo se hacen más y más grandes e intolerantes para terminar arruinando nuestra propia vida y la del prójimo. Pero ni aún así se afloja, se piensa en que quizá el otro tenga un poco de razón.

112


Entonces me vuelve la misma pregunta ¿para qué? ¿hasta cuando se debe luchar para mantener, no ya, una felicidad idílica, sino un modesto modo de vida que no nos lleve a atropellar al prójimo y a la vez lograr no ser atropellado? Quizá la respuesta sea TODA LA VIDA para lograr pequeños ramalazos de dicha, lograr una sonrisa diaria, un gesto que nos devuelva a nuestra cualidad de seres humanos, pensantes e inteligentes. Para lograr que nuestros descendientes sean mejores que nosotros, más parecidos a la suprema creación de la naturaleza que a un ser dañino e intolerante aún en las cosas más pequeñas de la existencia que nos toca desarrollar. Cómo me gustaría que en este divagar mío, poder decir que la vida se ha vuelto de pronto algo grandioso de ser vivido, minuto a minuto, desde siempre y para siempre. Haber encontrado, por fin, la clave de la existencia, por lo menos de la que me toca. Pero no es así. Por una causa u otra vuelvo siempre a mi eterno interrogante, entiendo que cuando se tiene el hábito de pensar, de interrogarse hacia adentro, con toda la sinceridad de que uno es capaz hacia uno mismo, ya no se puede volver atrás, sin creer 113


por esto que somos los dueños de la verdad total, esa verdad no existe, yo tan solo busco la verdad pequeña, la mía, con la que trato de no ofender a mi prójimo, pero sí, impedir en la medida de mis posibilidades, ser invadida por convicciones que me son ajenas. Pero ¿cómo reconocer con claridad el verdadero límite propio y ajeno? si en más de una ocasión se dejan pasar pequeñas infiltraciones en la vida cotidiana que precisamente por dejarlas pasar, pasan a ser cosas de todos los días, y como se toleró mucho, cuando se reacciona, la otra persona queda como sorprendida por el freno, reaccionando en forma violenta sin poder reconocer el error. Supongo que la única forma valedera de seguir viviendo, es seguir buscando afanosamente el por qué y el para qué de tanto respirar mecánicamente. No se si encontraré la respuesta que me satisfaga completamente, lo cierto es que no puedo dejar de buscarla, de pensarla todos los días, de encontrar en cada día esa pequeña verdad que me reconforta y me anima para seguir creyendo. Tal vez el amor a la vida toda, en todas sus manifestaciones, sea la respuesta.

114


Tal vez la respuesta sean mis hijos y la semilla que sembré en sus mentes y en sus corazones. O tal vez la verdadera respuesta, se encuentre en la eterna búsqueda del por qué y para qué sin encontrarla nunca.

115


Ensoñación Cierro

los

ojos,

voy

a

soñar,

dejar

volar

la

imaginación y la fantasía. Quiero ser capaz de vivir hacia adentro una aventura, genial, fugaz, etérea. Pero para hacerlo bien debe ser sin trampas. Elijamos un candidato: cabello castaño, ni oscuro ni claro, no muy largo, tampoco muy corto, ojos oscuros, casi negros, no lindos sino tramposos, traviesos, llenos de cosas por decir y descubrir. Nariz recta, boca más bien grande, pero con un hermoso

bigote

bordeando

el

labio

superior,

también podría tener una barbita en punta como los retratos de Cristo. Alto, flaco, pero no excesivamente, sin mucho hueso a la vista. Hombros amplios, brazos fuertes, con musculatura

levemente

marcada,

con

cintura

estrecha con un tentador ombligo escondido en el bajo vientre rodeado de bello que sube como un caminito hacia el pecho para formar un campo de césped, en el que se puede revolcar a placer. Caderas estrechas, piernas bien formadas. El sexo oculto púdicamente entre una explosión de vello oscuro, 116


medio escondido, pero listo para aparecer en toda su perfección. Sin nombre, ya me encargaré yo de ponerle todos los que se me ocurran cuando ya no sea consciente de lo que diga y las palabras se enhebren en un collar sin sentido. ¿Lugar? Al aire libre, sin paredes. Fantaseemos... Yo me siento linda, me veo bien. El encuentro es como casual. Es esa charla deshilvanada y un poco tonta de dos personas que saben, pero no se atreven a decir. Descubrir que los ojos dicen cosas, me gustas, vos también... Momento difícil en que por un lado el cuerpo quiere ocultar, pero no queremos irnos. Las manos hablan por su cuenta y producen el roce fugaz que deja las piernas como de gelatina y una sonrisa medio temblequeante en la comisura de los labios, no se anima ninguno a hablar de lo que realmente pasa, pero, los ojos siguen diciendo y las manos traicionando. De pronto las cabezas demasiado cerca, los ojos reclaman, el movimiento de las manos queda detenido como por obra de una repentina parálisis, y lo que estábamos diciendo queda en la nada. Y ya no se puede resistir la tentación, el hechizo debe ser conjurado de alguna manera. De forma 117


irremediable, lentamente,

las

bocas

entreabiertas,

se

acercan

para

despacito,

encontrarse

a

mitad de camino, los párpados caen vencidos. Es la dulzura increíble de un primer beso, puro, casi sagrado, incontaminado. Es abrir lentamente los ojos mareada y encontrar esa otra mirada oscura que me domina, me vence. Como me vence su mano en la nuca, enredada en el pelo, la sensación de hormigas caminando por la columna, la piel erizada y sensible al tacto. Pongo las manos en su pecho, suben a su cuello, se entrelazan en su nuca. Atracción irresistible de mi cuerpo hacia el suyo, apoyo necesario como para no caer redonda. Es otra vez la boca ya más segura que se apropia sin permiso de la mía. El corazón es un martillo loco que golpea desparejo, los

pulmones

fuelles

jadeantes,

la

cabeza

no

funciona ni coordina nada. La boca sigue ocupada pero no habla, es la oreja desprotegida la que cae en su trampa y produce un involuntario quejido de placer. Las piernas, ah! Las piernas fallan, pero me llevan con paso lento hacia algún lugar escondido donde recostarnos.

118


El deseo que sube en oleadas, el descubrimiento, las ganas de acariciar todo al mismo tiempo, sin palabras coherentes, solo los sonidos ahogados, caen las prendas, su cuerpo y el mío expuestos e indefensos a la caricia, al amor. Es la primera vez, no es completa, sino más bien primitiva, urgente, temblorosa, apurada y salvaje. Pero ¿quién sería capaz de olvidar esa primera vez? Tan loca, tan apasionada, tan llena de fiebre, tan sin permiso. Tan solo el placer de sentirse unidos en la más primitiva de las uniones. Abro los ojos, he fantaseado a mi antojo, si salgo al jardín... ¿me estará esperando?

119


Divagaciones sobre la humanidad: La amistad Amistad, tesoro mezquinado, doliente, sufrido, tapado sin medida por el género humano, que dice brindarla a cada paso, pero miente, miente de la peor de las maneras, se miente a sí mismo. ¿Cuántos son los de verdad capaces de jugarse sin medida, sin explicaciones y sin porqués? Sólo los locos, los perros, y poquísimos humanos. Los locos pueden darla porque son locos y tal vez no piensan, hacen lo que sienten y pueden reírse solos sin que nadie les moleste demasiado. Los

perros,

esos

pobres

bichos

generalmente

pateados, dejados de lado, muertos de hambre, sin embargo, nos siguen y en su mirada vemos la candidez del amor puro, tanto es así que se utiliza la frase “amor perruno” o “fidelidad perruna” para designar a quienes en las buenas y en las malas nos sigue donde sea, por amor, o, porque sí. Los poquísimos humanos que se brindan, deben afrontar las consecuencias y los comentarios. No son dignos de aplauso, por el contrario, son estudiados 120


y clasificados. Ya no tiene el ser humano la capacidad de comprender y aceptar. Todo debe tener un motivo escondido y reglas que cumplir. Y por ese contrasentido tan normal, es más elogiado y apreciado aquél que es capaz de pisotear y agredir sin compasión al que se ponga en su camino. El otro, el que se corre hacia un costado para no joder a nadie, el que pide permiso y dice gracias, no roba, no miente, no agrede porque sí, no maltrata a nadie, ese ser humano es usado y vapuleado hasta hacerlo parecer tonto. Si este ser no tiene bien seguros los principios en los que basa su existencia y sus pensamientos, puede llegar a creer que los demás tienen razón, que lo que él sostiene, predica y practica es una tremenda burrada, desgraciadamente, como los que piensan lo contrario son generalmente mayoría, los que creen que la amistad es algo digno de cultivarse como la flor más preciada, son cada vez menos. Es tremendamente cansador el tener que dar cuenta casi siempre de los porqués de cada uno de nuestros actos, tener que pensar siempre los pro y los contra de lo que uno hace o siente, es algo que, además de quitarle a la existencia toda su espontaneidad, va más allá de cualquier capacidad humana. 121


La libertad de sentir está totalmente contaminada por los prejuicios, tal vez sería necesario una hecatombe mundial para poder comenzar a valorar lo que realmente importa. La sinceridad de dar y recibir, el gesto amable, la sonrisa, el amor y la amistad, se ocultan, se retacean como si fueran una vergüenza, es mucho más saludable y hasta confortable y cómodo, diría, el engaño, el disimulo, la mentira, la agresión, comprometerse menos, evitar sobre todo poner al descubierto lo que de poquita cosa tiene el ser humano. Y todo podría ser grandioso, con todo lo que hemos sido

dotados

por

Dios,

la

evolución,

o

la

naturaleza, el ser humano podría, si quisiera, estar en la cúspide de la montaña, pero no sólo rodeado de maquinaria y tecnicismos como está, sino por sus propios pares y juntos lograr la unión universal a través de la creatividad y el respeto al prójimo, sería tan hermoso poder volcarse con la mente y el corazón limpios de vergüenza hacia los demás, por el solo hecho de hacerlo, por necesidad propia y ajena de comunicación, de integración mental y espiritual. Tal vez recuperaríamos entonces la capacidad del gesto, de la amistad sin limitar por 122


los prejuicios, sería un mundo sublime en el que no serían necesarias las palabras, ya que la mente y el corazón estarían abiertos y sensibles a todos los sentidos y el hablar, resultaría superfluo. Los niños, desde el vientre materno, vendrían preparados

para

esta

forma

de

vida

casi

extrasensorial. El ser humano sería entonces de verdad humano, un ser de esencia pura, tal y como era en el principio. Entonces podríamos comprender al perro en su cualidad perruna, al loco en su calidad de loco y los humanos dispuestos a dar no tendrían que ponerse una máscara de normales para no ser discriminados. La sinceridad y la amistad tendrían el valor y el lugar que les corresponde, serían vistas y sentidas como virtudes sublimes y deseables, dignas de ser tomadas como ejemplos. ¡Qué

mundo

hermoso

podríamos

construir

si

quisiéramos! Si todos los honestos del mundo nos reuniéramos a la misma hora, para dar una patada contra el suelo y brindarnos un aplauso a nosotros mismos por el coraje que implica ser distintos en una sociedad materialista y mentirosa, estoy segura que esa patada y esos aplausos resonarían muy 123


fuerte y tal vez, los que quieren hacernos creer que lo que sentimos no tiene valor y está contra las leyes, se darían cuenta en realidad que no somos tan pocos y comenzarían a darnos importancia y... ¿quién sabe? a lo mejor empezarían a cambiar. Desde este humilde puesto de escribiente, lanzo mi grito de desafío a la humanidad, que se atrevan los cobardes de pensamiento indigno a negar lo que sostengo: El amor es la joya más valiosa para engarzar en ella Las perlas de la amistad, el oro de la sonrisa, la esmeralda de la esperanza, la plata de la sinceridad, el hierro del coraje y del honor, el maleable

metal

de

la

paciencia

y

la

comprensión y ese otro tesoro incalculable que le sirve de fondo y apoyo a todo esto ¡la muy amada libertad!

124


Juventud Sos una manzana nueva, colorada y jugosa, dan ganas de morderla con mucho ruido sorbiendo ese jugo dulce y fresco. Sos una canción que aún está por escribirse pero ya se sabe la música. Quiero que me llenes los oídos hasta aturdirme y no pensar. Sos una playa inexplorada, pero no vacía, a la que se llega después de un terrible naufragio, que me ha dejado dolorida pero con vida para recorrerte y conocerte. Sos el aire que respiro después de haber tenido los pulmones y la boca llenas de humo gris y triste, déjame llenarme de ti para purificarme. Sos ese manantial de montaña escondido que se encuentra de golpe en el medio del bosque, y se hace imposible no ahuecar las manos y beber esa agua pura, dejándola chorrear fría y fresca, apagando la sed y el calor, para después quedarse mirando maravillada, el descubrimiento de algo intocado, puro y quieto. Sos el libro que se abre, nuevo, y se lee sin saber el final de la historia, porque la vas escribiendo todos 125


los días y de a poquito, sin dramas anteriores, y sin fracasos que te marcan y te enseñan a desconfiar y a llorar. Déjame, te lo pido, caminar un tramo de tu historia, que saboree tu dulzura de manzana, que cante junto a vos esa canción, que me abrigue tu playa, que te respire profundo, que te beba hasta la última gota de sed, que me enseñes tu historia nueva, para rejuvenecer y alejar mi amargura, con tu amistad, con tu coraje nuevo, con tu mano tendida, sin doble intención, sin pensados porqués, entonces yo, que vengo de historias antiguas podré recuperar, tal vez, algo de mis años nuevos, algo de la dulce y cantarina juventud, para volver a creer y a soñar con que lo que busco me está esperando a la vuelta de la manzana.

126


Me declaro culpable... He pensado, porque al no tenerte al lado, pude separar la paja del trigo y el amor de la vida que llevamos, y de todas las cosas que he pensado surgió este título... Me

declaro

culpable

de

ser

afectivamente

dependiente, de haberme enamorado de vos y creer que podía colgarme de tu cuello y ser amada, mimada, protegida y comprendida, y creer que mi forma de amar te serviría a vos también. Me declaro culpable de haber puesto sobre tus hombros ganas y necesidades que eran mías y vos no supiste qué hacer con ellas. Me declaro culpable por creer que amándonos, podríamos formar un sólo ser para enfrentar el mundo, sin darme cuenta que somos dos seres separados y diferentes, que mis necesidades no son las tuyas. Me declaro culpable de creer que podía, por la sola fuerza de mi amor, borrar tu pasado, tu rencor, tu desamor, tu infancia triste, tu madurez sin meta ni destino.

127


Me declaro culpable porque al ser afectivamente dependiente, al exigirte que me dieras lo que yo necesitaba, exigí lo que vos no podes darme. Me

declaro

culpable

de

ser

tremendamente

femenina en mi relación, ser romántica e idealista, esperar que yo fuese para vos la más importante, la más necesaria, la mujer que hace palidecer ante tus ojos a todas las otras mujeres, la más hermosa, la más

deseable,

la

más

inteligente,

la

más

compañera, la mujer con la que podes comunicarte con palabras y sin ellas, con la piel, con todo, a la que le demostrás tu amor de mil maneras, para que se sienta amada y tuya. Me declaro culpable de haber querido todo eso de vos y no darme cuenta que te pedía demasiado, demasiada entrega, demasiado afecto, demasiadas demostraciones,

demasiadas

palabras,

y

no

haberme podido conformar con tu forma de amar. Me declaro culpable de sentir que no podes cubrir mis expectativas afectivas y echarte la culpa por ser como sos. Me

declaro

culpable

de

haberte

amado,

malgastando tu tiempo y el mío, por querer abrir una puerta para que pasemos los dos, donde solo hay una pared de concreto. 128


Me declaro culpable por pretender de mil maneras y en todos los tonos que conozco, tratar de explicarte lo que necesito cuando en realidad hay que sentirlo y darlo sin explicaciones ni palabras, sin pedir nada. Me declaro culpable porque a fuerza de tratar, se me ha ido muriendo el amor y ya no puedo darte nada. Te pido perdón por ser de esta manera, y también te disculpo y trato de entenderte por ser como sos. Sólo puedo decirte... Adiós.

129


Añoranza verde Mar, mar, mar, qué lejos estoy de ti, te extraño como una hija extraviada extraña su hogar, como la tierra añora el agua, como se añora el sol en la noche oscura. ¿Dónde está su horizonte infinito? ¿Dónde tus costas vacías de gente pero llenas de vida? Arena rubia que me entalca los pies y se adhiere a mi cuerpo cuando me recuesto. Tú me posees con la misma paciencia de un gigante bueno. Adentrándome en tus aguas soy tuya como no le he sido de mortal alguno, porque no me pides nada y me lo das todo. Me rodeas, me proteges, me abrazas, a tu vera soy más buena con todos, conmigo y con todos, tu aire me calma y me embriaga, me seda y me emborracha, contigo soy feliz, sin esperas ni demoras, sin retaceos ni palabras. Te extraño tanto... Me han traído a un lugar donde el mar no existe. El horizonte se ve tapado por las montañas y el aire no tiene esa fragancia de algas y de sal. Extraño tu voz eterna y confiable, extraño tu olor, a veces de nostalgia pura busco en los ojos de la gente, pero 130


ninguno tiene esa cualidad cambiante verde-grisceleste-azul-dorado-rosa. Te extraño mar, vivo lejos y piensan que te he olvidado, no, ¿quién podría creer que no existes después de haber sido tu amante incondicional? Voy a volver, sólo es cuestión de tiempo. Porque cada vez que corre una lágrima por mi mejilla recupero tu sabor y eso hace que quiera volver, como un cachorro extraviado y sin hogar.

131


Cosa chiquitita Y díganme por favor ¿qué hago con esta cosa recién nacida, no se cómo ni de donde? ¿Por qué quieren destruirla? Siendo tan pequeña no creo que llegue a molestar a nadie. Nadie ha sido engañado ni traicionado, no ha mentido. Es cierto, me dejé llevar sin oponer resistencia, con esa forma mía que no se opone a la caricia,

al

mimo

o

al

afecto.

¿Cómo

podría

oponerme? Si es lo que estoy buscando hace mil años, ahora llega y no opongo resistencia alguna, al contrario, me lleno de luz por dentro. ¿Puede ser posible ahora? Precisamente ahora, cuando ya daba el amor por sentido y terminado. Cuando la única esperanza era algo quieto y resignado, cómo pueden culparme por sentir, no es mi culpa si, antes de mí, había otra, y esa otra no fue y mi otro tampoco. No quiero renunciar, quiero pelear. Tal vez hoy esté un poco triste, a nadie le gusta ser castigado si no ha hecho nada mal, pero es triste lo mismo. Quisiera que estés para abrazarme, decirme que todo va a salir bien, que todo va a pasar, como 132


cuando uno es chico y se lastima la rodilla y por efecto de la caricia se nos pasa el dolor. Quiero que me mires con esos ojos tuyos tan especiales y me pongas un poco de bronca, porque no

siento

bronca,

solo

estoy

triste,

espero

quietamente a que se me pase. Mañana, cuando a lo mejor me despierte a tu lado, y todavía me sorprenda que estés aquí y me sonrías, entonces, seguro, ya no estaré triste, volveré a sonreír y a pelear por lo que quiero. Comenzaré con paciencia a devanar este ovillo de vida nueva que se me ofrecer, elegiremos juntos el punto más resistente para tejer la trama, tratando de que quede fuerte y segura, cómoda y confiable. Pero ahora que es tan pequeña, tratemos ambos de protegerla, es tan increíble haberte encontrado, cuando ambos venimos de tanta sequía afectiva y dejarse maltratar, si queremos ambos podemos tejer el tapiz más hermoso para que nos ampare y nos de fuerza. Ambos sabemos que nada será fácil, a veces hasta incómodo, pero si nos fortalecemos mutuamente, si esta cosa chiquitita crece despacio, punto por punto,

estoy

vencernos,

la

segura

que

maldad

la

no

rutina tendrá

no

podrá

cabida,

la 133


violencia encontrará la puerta cerrada con llave. Porque somos dos a proteger esto que nace y quiere crecer, sólo te pido amor que no cambies, que cuando te sientas débil y cansado me busques, yo puedo ampararte, como ahora busco yo tu amparo, porque estoy triste. Extráñame, porque al hacerlo, me llevas siempre contigo aunque no esté a tu lado. Quiéreme, porque al hacerlo, florezco entre tus manos y me lleno de vida para darte y compartir. Cuidemos juntos esta cosa chiquitita, porque ambos merecemos esta oportunidad.

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Hoy Y acá estoy, seguimos, estamos, hoy, no ayer, no mañana, ayer estuve, mañana no existe todavía, solo es hoy, vivimos dejando un tendal de cosas, sentimientos, gestos, para mañana, basándonos en una lógica absurda, terca e inconsciente de que mañana voy a poder... lo que sea. Aprendí, aprendí que hoy es lo único real, pero el presente, algo tan pequeño, efímero, intangible, mágico,

sin

embargo

lo

rifamos

alegremente,

impunemente, como si fuera eterno, sin darnos cuenta que en realidad, ese pequeñísimo espacio de tiempo que llamamos “presente”, es lo único real. Solo tengo este momento para amar, respirar, soñar, odiar, discutir y acariciar. ¿POR QUÉ... MAÑANA? Quién

sabe,

irrepetible”

hemos de

lo

perdido que

nos

la

“oportunidad

pasamos

la

vida

buscando, mirando sin ver, moviendo los brazos sin abrazar, hablando sin decir... total, mañana... No esperes, al contrario, hoy, más hoy, más hoy, es la vida.

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¿Por qué un colibrí? Cuando nos detenemos a mirarlo nos sorprende lo pequeño que es. Es algo así como un soplo de aire cubierto por plumas iridiscentes y en constante cambio de color y movimiento. Según distintas leyendas, el colibrí es un mensajero de los dioses. Cuando los dioses intervenían en la vida de los humanos, enviaban un colibrí a revolotear en torno nuestro. Me gusta la idea de “mensajero”, después de todo, un libro, también tiene un mensaje para transmitir. Espero que este libro-colibrí, vuele hacia los corazones y la mente de quienes quieran leerlo...

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Nos vemos cuando nos vemos.

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Índice Pájaro-Libertad ................................................ 7 Sinceridad ....................................................... 11 ¡¡¡Anda a cagar!!! ............................................ 15 Estado de Alma ................................................ 18 Agua del Cielo ................................................. 27 Obsesiones ........................................................ 29 Para que sepas... ............................................. 36 Declaración de amor para mi pueblo ................. 40 Un grito en el silencio o El precio de ser mujer .. 44 Árbol, estoy llorando ........................................ 49 Melancólicas ganas ......................................... 52 Mamá vs. sus hijos ........................................... 56 La escapada .................................................... 62 141


Hola, hombre... ................................................ 67 Cuento para uno mismo ................................... 69 El Gringo, mi caballo ....................................... 73 Tiempo, paraíso perdido ....................................75 Mariana (Mi primer planeta) ........................ 79 Rodrigo (Mi segundo planeta) ........................ 82 Damián (Mi tercer planeta) ........................... 84 Relación indecente .......................................... 87 No-Si .............................................................. 91 ¡¡¡Dios!!! ¿Estás ahí? ..................................... 93 Frases ............................................................. 95 La leyenda del Pájaro Azul ............................. 98 Qué triste tristeza, hermano... .......................... 102 Ojos ............................................................... 104 Esa niñita ..................................................... 106 Divagaciones .................................................. 108 142


Ensoñación ..................................................... 116 Divagaciones sobre la humanidad: La amistad .................................................... 120 Juventud ....................................................... 125

Me declaro culpable... ..................................... 127 Añoranza verde .............................................. 130 Cosa chiquitita ............................................... 132 Hoy ............................................................... 135

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