Semanario #714

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PÁGINA SACERDOTAL Domingo 10 de Octubre de 2010

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Largo y fructuoso ministerio

Señor Cura Origel, Sacerdote y discípulo ejemplar “Con la luz del Señor Resucitado, y con la fuerza del Espíritu Santo, los Obispos de América, reunidos en Aparecida, queremos seguir impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia”… (A. 1) Pbro. Óscar Maldonado Villalpando

E

n ciertos momentos de la historia y en determinados lugares, sin duda que ha resurgido con intensidad ese impulso apostólico. Por ejemplo, para San Diego de Alejandría y Mexticacán, en la Región de Los Altos de Jalisco, esto se realizó en la persona del cura de almas don José de Jesús Origel Villalpando, oriundo de San Diego, lugar donde ejerciera felizmente al inicio de su carrera sacerdotal su ministerio, pero que desde 1938 a 1988 fue Mexticacán el lugar donde derramó sus dones y ejerció sus virtudes hasta el final de sus días terrenales. La historia de su vocación evoca, como también lo mencionan los Obispos: “A los primeros seguidores de Jesucristo que fueron al Jordán, donde Juan bautizaba, con la esperanza de encontrar al Mesías” (Mc. 1,5), y “quienes se sintieron atraídos por la sabiduría de sus palabras, por la bondad de su trato” (A. 21). Fue así que el niño José de Jesús vivió ese asombro, el cual hizo nacer en su pecho el anhelo de ser discípulo del Señor.

Emotivo recordatorio Por ello, el reciente jueves 10 de septiembre, Mexticacán, que fuera el principal de sus destinos como próvido pastor, le preparó un acto para rendirle merecido homenaje a este extraordinario sacerdote; acto que fue encabezado por el Consejo de Cronistas del lugar, que preside el Profesor José de Jesús Gutiérrez Pulido. El espacio elegido para dicho evento fue la antigua Capilla de Indios, muy bien reconstruida por el anterior Párroco, don Luis García León. El programa literario-musical se integró con datos biográficos, históricos, piezas de música y declamaciones. De parte de San Diego de Alejandría, tierra natal del homenajeado, participó su Cronista, el Padre Maldonado.

La familia José Refugio Origel y Eduviges Villalpando fueron los papás del recordado sacerdote. Los Origel fueron siempre personas muy sobresalientes en San Diego; los hermanos de don

Refugio, Cayetano y Juan, fueron Presidentes Municipales de ese lugar a finales del Siglo XIX y a principios del XX. Cuando llegó el movimiento de la Revolución, golpeó muy duramente a San Diego, donde se acosó especialmente a comerciantes, hacendados y a todas las personas que tenían medios y capacidades económicas para extorsionarlas; por ello, muchos optaron por abandonar su terruño para salvar su vida y sus cosas. El refugio más socorrido fue la Ciudad de León, Guanajuato; allá llegó la familia del buen sastre que era don Refugio Origel. Y el niño José de Jesús, que había nacido el 1º de julio de 1902, tuvo que hacer sus estudios en Encarnación de Díaz, pero sin dejar de albergar en su pecho el llamado al sacerdocio, que pudo concretarse cuando, en 1918, entró al Seminario. Sin embargo, de nuevo la inestabilidad social y política hizo su aparición, esta vez con la llegada de la lucha Cristera en 1926. El joven seminarista tuvo que volver a su hogar por un tiempo, y sólo cuando las aguas se calmaron un poco, el entonces Arzobispo tapatío, don Francisco Orozco y Jiménez, envió al muchacho a Bilbao, España, a fin de que continuara y culminara allá sus estudios sacerdotales, siendo ordenado, en mayo de 1929, en la Catedral de Vitoria, junto con 16 compañeros (entre otros: Rafael Meza Ledesma, José de Jesús Samaniego, Eliseo Delgado, José Rojas, Alejandro Jaramillo).

Una vez firmados los “los arreglos” que pusieron fin al conflicto religioso, llegó aquí el flamante sacerdote, dirigiéndose a su pueblo con la ilusión de estar con su gente y de celebrar su Cantamisa a las plantas de la hermosa Virgen de la Inmaculada Concepción. Mas el templo había sido profanado; la imagen estaba oculta en un subterráneo, y el Párroco, don Marcos Rivera, había emigrado a Chicago. La celebración se postergó, pues, hasta el 15 de agosto de 1929, ya que primero hubo de “reconciliarse” el templo, objeto de ominosas profanaciones. Así dio inicio el Cantamisa, aunque estando ausente la imagen patronal; sin embargo, al entonarse el “Gloria in Excelsis”, una procesión de fieles entró a la iglesia cantando y portando la venerada imagen. La dicha fue plena para el neosacerdote. De San Diego, el Padre José de Jesús fue destinado por un año a Atotonilco el Alto, pero muy pronto estuvo de regreso; luego se le envió a Jalpa de Cánovas, Guanajuato, jurisdicción de San Diego. En 1937 fue Vicario de esa Parroquia, realizando una labor excelente en obra material y atención espiritual, de tal manera que a finales de 1938 sería nombrado Párroco de Mexticacán. “Aquí en Mexticacán, a partir de entonces, fue dejando, año con año, día tras día, la amorosa acción de su ministerio benéfico, ejemplar y dinámico”… Así lo reconocen las crónicas y el recuerdo feliz de la gente de este pueblo, porque, en efecto, fue don José de Jesús un sacerdote alegre que contagió de esa alegría a toda su comunidad, en medio de la cual falleció el 27 de mayo de 1988. En verso, dice el Profesor J. Jesús Gutiérrez Pulido: “Tierno aún, apenas treintañero, llegó a este pueblo un cura de San Diego, con la sonrisa a flor, dicharachero, y el humor contagioso de su esfuerzo. ¿Recordarte? Claro. Llenos de entusiasmo y seguir tus pasos, qué delicia. Cuando se tiene como ejemplo tu tamaño, voy seguro de mí, no tengo prisa”. El homenaje terminó en cálida convivencia. En torno a esta emotivo recuerdo, y a esta singular vocación de verdadero discípulo y misionero, se unieron, pues, dos pueblos alteños: Mexticacán y San Diego de Alejandría.


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