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BUENOS AIRES, SABADO 18 DE NOVIEMBRE DE 2017
Desarrollo argentino
Suplemento
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Un grupo de investigadores argentinos presentó las primeras pruebas exitosas de un páncreas artificial en pacientes con diabetes tipo 1, un sistema de control de glucosa en sangre único en Latinoamérica que administra la insulina en base a un algoritmo matemático.
¿Son adictivos los tatuajes? Cada vez son más quienes eligen llevar marcas para toda la vida en su piel. Pero para muchos puede ser apenas el primero de tantos otros. Mitos y realidades de los tatuajes.
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Por Dr. Bruno O. Panzuto Médico psiquiatra MN 117.472 Director Centro CRONOS
n la actualidad se evidencia un aumento del uso de tatuajes. No sólo en la cantidad de personas que los usan, sino también en el número de tatuajes por individuo y el tamaño de los mismos. Los tatuajes son parte de la historia del hombre. La evidencia más antigua de tatuajes data del año 3000 a.C. en una momia neolítica dentro de un glaciar de los Alpes, con 57 tatuajes en la espalda, conocida como el “Hombre de Hielo”. Distintas culturas los han tomado como expresiones artísticas, parte de rituales, para marcar criminales o prisioneros, entre otros; pero lo que unifica a todos estos es la necesidad de ser individual, único, ya sea por deseo propio (en tatuajes con consentimiento) o de ajenos (sin consentimiento). Al ver los tatuajes realizados por deseos individuales, vemos detrás de ellos historias (a través de fechas, retratos o símbolos que las representan), bandas de música, equipos de
fútbol, dibujos más o menos abstractos que le brindan individualidad e identidad a quien lo porte y a la vez sensación de pertenencia grupal, calmando así en parte la angustia existencial de un yo siempre insatisfecho que demanda ser y pertenecer. Por otro lado, también los tatuajes pueden quitar identidad al ser. El ejemplo más terrible es el de los tatuajes a prisioneros de campos de concentración, que no eran sólo para fines de identificación, sino también se convirtieron en un método de deshumanizar a los prisioneros, de hacerles perder su identidad como personas, cosificándolos. El deseo está más vinculado a un proceso, a una espera antes de la consumación que ayuda al placer a largo plazo y es fluctuante. En el caso de la necesidad, no es así: es urgencia, placer inmediato, asociado a una carencia que requiere ser resuelta. Por ende, los tatuajes por deseo tienen una planificación, tienen límite (en cantidad, tamaño, frecuencia). Los tatuajes por necesidad todo lo contrario: son impulsivos, excesivos, pueden ser una vía de elaboración precaria.
Ahora bien, ¿quién “necesita” un tatuaje? Como dijimos el tatuaje da identidad, por ende cuando se carece de la misma aparece la necesidad. La sociedad capitalista actual pro consumismo, anti privacidad, globalizada y a la vez aislante conspira contra el individuo en su búsqueda de identidad. Los vínculos cercanos y bien delimitados dan identidad. La familia, el grupo de amigos, los colegas a nivel laboral, etc; nos hacen sentir parte de un grupo y a la vez con funciones específicas dentro de él. No se puede ser un individuo si no hay un otro, pero tampoco si no se diferencia del otro. Cuando no se es parte de grupos o los vínculos no están bien circunscriptos se genera angustia por pérdida de identidad, como por ejemplo los padres desdibujados en “amigos” de sus hijos más que padres en sí. Dicha angustia puede tornarse inmanejable para el ser volviéndose un requerimiento calmarla. Es así como un tatuaje puede funcionar de bálsamo transitorio, ya que el placer será breve y pronto se necesitarán más para obtenerlo. Es por esto que últimamente solemos escuchar la frase “los tatuajes son adictivos”.