Catharina Senensis A la Trinidad

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Catharina Senensis Oración a la Trinidad

Gracias, gracias sen dadas a ti, Padre

eterno, porque no me has despreciado a mí que soy hechura tuya, ni has quitado tu rostro de mí (Ps 87, 15 Ps 21, 25), ni despreciado mis deseos. Tú, Luz, no te has detenido en mis tinieblas; Tú, Vida, no te has detenido en mí que soy muerte, ni Tú, Médico, por mis graves enfermedades; Tú, pureza eterna, en mi que estoy lleno de lodo en mis muchas miserias; Tú que eres infinito, en mí que soy finito; 1


Tú, sabiduría, en mí que soy estupidez. Por todos estos y otros infinitos males y defectos que radican en mí, tu sabiduría, tu bondad, tu clemencia y tu infinito bien no me posee despreciado; pero en tu Luz me posees dando Luz.. (Ps 35, 10) En tu sabiduría conocí la verdad, en tu clemencia encontré tu caridad y la caridad en el prójimo. ¿Quién te ha obligado? No son mis virtudes, sino solamente tu caridad. Este mismo amor te obliga a iluminar el ojo de mi intelecto en la luz de la fe, para que yo conozca tu verdad manifestada en mí. Concédeme que la memoria sea capaz de retener tus beneficios y que la voluntad arda en el fuego de tu caridad; cuyo fuego haga germinar y arrojar sangre a mi cuerpo y con esta sangre dada por amor a la sangre, y con la llave de la obediencia, yo desee abrir la puerta del cielo. Esto mismo te pido cordialmente para 2


cada criatura que posee razón, en común y en particular, por el cuerpo místico de la Santa Iglesia. Yo confieso, y no niego que Tú me amaste antes que yo fuese y que Tú me amas inefablemente como loco por tu creatura. ¡Oh Trinidad eterna, oh deidad! Cuya deidad, naturaleza tuya divina, hizo valer el precio de la sangre de tu Hijo. Tú, Trinidad eterna eres un mar profundo, que cuanto más me adentro más encuentro, y cuando más encuentro más busco de ti. Tú eres insaciable, pues saciándose el alma en tu abismo no se sacia, porque siempre permanece con el hambre de ti, tiene sed de ti Trinidad eterna, deseando verte con la Luz en tu Luz. Así como desea el ciervo las fuentes de agua viva, así desea el alma salir de la cárcel del tenebroso cuerpo y verte en verdad. ¡Oh, por cuánto tiempo estará escondida tu rostro para mis ojos? (Ps 41, 2-3) ¡Oh Trinidad eterna, fuego y abismo de 3


caridad, disuelve de una vez la nube de mi cuerpo! El conocimiento que tu me has dado de ti en tu verdad, me obliga a desear dejar la pesadez de mi cuerpo y a dar la vida por la gloria y alabanza de tu nombre. Puesto que yo gusté y vi, con la luz de la inteligencia, en tu luz tu abismo, Trinidad eterna, y la belleza de tu creatura. De este modo mirándome en ti, me vi ser imagen tuya, donándome tu potencia, Padre eterno, y tu sabiduría en el intelecto, la cual sabiduría es apropiada al unigénito, tu Hijo; el Espíritu Santo, que procede de ti y de tu Hijo, me ha dado la voluntad por la que me ha hecho apto para amar. Tú, Trinidad eterna, eres hacedor y yo tu obra, conocí en la nueva creación que me hiciste en la sangre de tu Hijo, que estás enamorado de la belleza de tu obra. ¡Oh abismo, oh deidad eterna, oh mar profundo! ¿Y que más podías darme, sino darte tu mismo? Tú eres fuego que siempre arde y no 4


consume; Tú eres fuego que consume en tu calor cada amor propio del alma, (Hebreos 12, 29). Tú eres fuego que quitas toda frialdad; Tú alumbras. Con tu luz me has hecho conocer tu verdad: Tú eres aquella Luz que está sobre toda luz (Juan 8, 12), [Tú] das Luz sobrenatural al ojo de mi intelecto, con tanta abundancia y perfección, que Tú clarificas la luz de la fe, en la cual veo que mi alma posee vida, y en esta luz recibe a ti, Luz. En la luz de la fe adquiero sabiduría, en la sabiduría del Verbo de tu Hijo; en la luz de la fe soy fuerte, constante y perseverante; en la luz de la fe espero: no me abandones en el camino. Esta luz me enseña el camino, y sin esta luz caminaré en tinieblas, y por esto mismo te dije, Padre eterno, que Tú me alumbres con la luz de la santísima fe. Verdaderamente esta luz es un mar, 5


porque nutre el alma en ti, mar pacífico, Trinidad eterna. El agua no es turbia, y por esto mismo no teme, pues conoce la verdad; ella es destilada, la cual manifiesta las cosas ocultas, así, donde abunda la abundantísima luz de tu fe, casi certifica al alma de aquello que cree. Ella es un espejo, según el cual, Trinidad eterna, me haces conocer; puesto que mirando en este espejo, teniéndolo con la mano del amor, me refleja a mí en ti, que soy creatura tuya, y a ti en mí, por la unión que hiciste de la divinidad en nuestra humanidad. En esta luz conozco y represéntame en ti, sumo e infinito bien: bien sobre todo bien, bien feliz, bien incomprensible y bien inestimable. Belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría, más aún, Tú eres la misma sabiduría. Tú alimento de los ángeles con fuego de amor te has dado a los hombres. Tú vestimenta que cubres toda desnudez, paces a los hambrientos en tu dulzura. Dulce eres sin ninguna amargura. ¡Oh Trinidad eterna, en tu Luz, la cual 6


me diste, recibiéndola con la luz de la santísima fe conocí, por muchas y admirables declaraciones explicándome el camino de la gran perfección, para que con luz y no con tinieblas yo te sirva, sea espejo de buena y santa vida y me alejes de la miserable vida mía, pues siempre por mi imperfección te he servido en tinieblas. No conocí tu verdad y por ello no la amé. ¿Por qué no te conocí? Porque yo no te vi con la luz gloriosa de la santísima fe, pues la nube del amor propio ofuscó el ojo de mi intelecto. Y Tú, Trinidad eterna, con tu Luz disolviste las tinieblas. ¿Y quién podrá llegar a tu altura y darte gracias de tanto don desmedido y excesivos beneficios cuantos son los que me has dado, como la doctrina de la verdad que Tú has podido darme? La cual es una gracia particular en más a la general que Tú das a las otras criaturas. Quisiste condescender a mi necesidad y de la de las otras criaturas que se espejarán adentro. Tú respondes Señor: Tú mismo has 7


dado y Tú mismo respondes y satisfaces, infundiendo una luz de gracia en mí, para que con dicha luz yo te rinda gracias. Vísteme, vísteme de ti, Verdad eterna, sí, que yo corra esta vida mortal con verdadera obediencia y con la luz de la santísima fe, con cuya Luz parece que nuevamente embriagas mi alma. "Deo gratias." Amen. -

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