Relato de terror óscar william matthews martínez

Subí las escaleras con cuidado, intentando no hacer ruido para así no delatar mi posición. El escondite es, sin duda, el mejor juego en una casa vieja y sin padres. El problema es que mi hermano se esconde muy bien y es imposible encontrarlo. En el horizonte vislumbré un relámpago cegador acompañado por un trueno que agitó los muebles y rompió el silencio como un rugido en la noche. Fue entonces cuando empezaron a suceder hechos extraños. Las luces se cortaron, pero la tele se encendió y permanecía encendida a pesar de mis esfuerzos. En lo más alto de la casa se oyó un ruido, una voz espectral que me llamaba, era de mi hermano. Me acerqué a la puerta y la abrí mientras que mi mano temblaba descontroladamente. En esa habitación, sentado en la ventana abierta estaba él. Solo que ahora su piel era pálida, sus ojos fríos clavados en mí. Me pedía que le siguiera, que confiara en él. Comencé a sentir terror, pero algo se apoderó de mi consciencia. No pude gritar y mis piernas, lentamente, se acercaron a él.

Me agarré de su mano y salté.

Al día siguiente encontraron mi cuerpo estampado contra el suelo. Mis padres vendieron la casa, esa casa tenebrosa y maligna donde había muerto mi hermano y tan solo unos meses después yo. No podía aceptar su muerte, no podía vivir sin él, fueron solo unas semanas después cuando empecé a verlo. Aparecía por la noche y jugábamos hasta el amanecer. Intenté explicárselo a mis padres, pero tan solo les hice llorar.

Los policías definieron mi muerte como suicidio. Solo hubo uno que pensó lo contrario.

Mientras recogía su equipo y se preparaba para irse, justo antes de salir por la puerta, vislumbró unas huellas desvanecidas al lado de las mías. Pestañeó varias veces, pero seguían en su lugar. De pronto, una puerta se cerró con violencia y unos platos se cayeron. Se giró y al volver la cabeza las huellas habían desaparecido. Abandonó la casa corriendo dejándola libre para su siguiente presa. Óscar William Matthews Martínez 3ºESO