Sinceridad distorsionada accesit bachillerato

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SINCERIDAD DISTORSIONADA

. Mylo Xyloto

Juanma se sentó frente a la pantalla, dispuesto a plantarle batalla, a ella y a las teclas que se disponían noventa grados bajo sus ojos. De un tiempo a esta parte, había desterrado su principio, antes sagrado, de no escribir nada original que no fuera de su puño y letra. No obstante, incluso a un tipo tan romántico e idealista hasta a la hora de escribir – o tal vez precisamente por ser esta-, sea lo que fuere, desde una poesía hasta un currículum vitae, se le terminaba imponiendo, antes o después, el criterio del pragmatismo de forma casi inconsciente. Esto era aún más manifiesto cuando se presentaba a algún concurso literario, como era el caso, y especialmente si, como acostumbraba, lo dejaba todo para el último momento, hasta el punto de desechar la idea que creía definitiva y sobre la que llevaba trabajando toda la tarde y ponerse a redactar algo totalmente diferente a las tantas de la noche. Como también era el caso. El relato en el que había ocupado todo el tiempo vespertino, y del que para colmo había realizado dos versiones diversas, infructuosas ambas, iba sobre una detective lesbiana que no era detective de verdad, entendiendo de verdad como con licencia. Este personaje se habría visto envuelto en un caso de drogas en los bajos fondos de su ciudad pequeña y provinciana que la llevaría a descubrir que el genio maligno tras todo el enredo era su novia, que había montado todo el tembleque para que la detective que no era detective la atendiese a ella en vez de a sus investigaciones de mierda. Juzguen. Juanma estaba atascado. Veía pasar los minutos en el reloj del ordenador – las 23.39como había visto pasar las horas desde que había terminado de comer y había efectuado el primer ataque a la pantalla y a las teclas. No tengo inspiración, pensó. Pero luego también pensó, o recordó, que él no creía en esas cosas, que era todo cosa de la autosugestión. Que él ya tenía muchas buenas ideas, sólo tenía que darles forma, la forma adecuada. Lo malo era que, no sabía si debido a su vocación de romántico, sabía que solamente era capaz de plasmarlas cada una en una novela, en una novela muy, muy gorda, o larga, más que una de Alejandro Dumas. Y eso lo sabía sin haber nunca escrito una novela, ni larga ni corta. Igual me ayuda algo de música, pensó ahora. Se desplazó con la silla, una silla de rueditas como las de las oficinas, hasta la balda que sustentaba la minicadena y extrajo 1


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