el homérido impávido primer premio

Page 1

El homérido impávido, por Elena Alonso Frayle

Lo que más me gusta es arrojarlos al acuario. Escuchar el chapoteo húmedo que producen sus cuerpos al entrar en contacto con la superficie del agua y después verlos hundirse hasta que aterrizan blandamente sobre el lecho arenoso, salpicado de guijarros y piedras pulidas que a Mercedes le gusta recoger en las playas. Se incorporan manoteando, como si quisieran deshacer un encaje de telarañas a su alrededor, y a la luz porosa que penetra a través del agua, alcanzo a distinguir su mueca lívida contra el cristal, sus ojos diminutos y aterrados, incrédulos. Deshacerse de ellos después no resulta complicado: basta con envolverlos en una toalla seca, introducirlos en una bolsa de basura, que sello con cinta aislante, y, antes de que comience el hedor, sepultarlos bajo las otras bolsas, en un contenedor alejado de casa. Conseguirlos, en cambio, no es nada fácil; cada vez escasean más, y menos frecuentes son los avisos que recibo —un guiño cómplice en los aseos de la oficina, una leve inclinación reveladora del portero del club— para informarme de que una nueva partida de homéridos, que es como me gusta llamarlos, ha sido puesta en circulación en la ciudad. La compra se realiza en secreto, en cuchitriles de los bajos fondos, en chabolas con tejados de uralita de los barrios apartados. Pago por ellos un precio desmesurado, pero puedo permitírmelo. Los adquiero por docenas y yo intento, juro que lo intento, que me duren al menos hasta la llegada de la próxima remesa. No siempre es el caso. Sobre todo cuando surge alguna oportunidad con el acuario. En realidad, son pocas las ocasiones en que me quedo totalmente solo en casa y con la seguridad de que nadie interrumpirá mi ritual, al que me gusta dedicar el tiempo que merece. Tengo que esperar a que Mercedes salga de viaje —un reportaje urgente sobre algún conflicto fronterizo o sobre un súbito atentado— y se ausente una, dos noches, y entonces yo, monarca absoluto de mi territorio, me entrego al siniestro regocijo que me provoca la inmersión de los homéridos en las aguas burbujeantes. Normalmente debo conformarme con otras ceremonias menos gozosas, que llevo a cabo en la penumbra polvorienta del desván. Allí es donde los tengo


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.