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Ciudad verde, ciudad feliz / Una reflexión sobre el espacio público de la ciudad de Medellín, Colombia

Por: Oscar Gómez

Alumno del último año de arquitectura en la Universidad de Montemorelos en Nuevo León, México.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Medellín, Colombia, la cual me pareció bellísima. Tal vez te estés preguntando por qué Medellín es una ciudad bella. Sí, es bien sabido que a principios de la década de los 90 era catalogada como una de las ciudades más peligrosas del mundo.

Hacia inicios del siglo XXI la inseguridad en esta ciudad seguía a tope, ya fuese por los cárteles, diferentes tipos de narcotráfico, posteriormente los guerrilleros y los paramilitares, por mencionar algunos. Debido a todos estos factores, la ciudad se había convertido en un campo de batalla; el estado no tenía ya ningún tipo de control sobre lo que sucedía y, por ende, la cultura y el tejido se había quebrado.

Posteriormente llega la regeneración de la ciudad con el urbanismo social, la cual estableció una política pública que consiste en darle prioridad a los pobladores y territorios más pobres, así como a las víctimas de la violencia, mediante obras y programas que buscan reparar el tejido físico y social. Los temas de integración, movilidad, gobernanza, la reducción de la pobreza y la violencia se han tratado desde lo urbano y no desde lo burocrático, político o judicial; es por esto que se considera que los proyectos de regeneración de la ciudad de Medellín han sido tan exitosos.

Durante mi estancia traté de aprovechar mi tiempo de la mejor manera posible para salir y explorar un poco el entorno en el que me encontraba. La vista desde la ventana de mi habitación me daba una idea de la cantidad de vegetación que podría encontrar en la ciudad. Al ir caminando por las calles, me daba cuenta de cómo las copas de los árboles, ubicados en ambos costados de las banquetas, se extienden sobre la calle y en la mayoría de las ocasiones estas se tocan, por lo que generan una sombra muy agradable para el peatón, además que la diferencia de temperaturas era muy notable a la sombra de un árbol, a diferencia de cuando no la había.

Oscar Gómez

La cantidad de vegetación que se puede encontrar en las calles de la ciudad, o al menos lo poco que pude recorrer, me pareció impresionante. Algunas de las plantas parecían más silvestres que domésticas, en el sentido de que no demostraban un cuidado excesivo por parte de alguna persona, más bien que las condiciones en las que se encontraban eran las óptimas, lo cual permite que las plantas se puedan desarrollar sin ningún problema.

Visitar el jardín botánico Joaquín Antonio Uribe fue una experiencia maravillosa; es un oasis de vegetación en medio de la ciudad, y, aunque ya hay suficiente vegetación por toda la urbe, dentro del jardín botánico podía escuchar claramente los sonidos de la naturaleza. Durante todo el recorrido en el jardín botánico pude observar a familias, turistas e incluso a los cuidadores, disfrutar del espacio en el que se encontraban. Es un lugar que transmite mucha tranquilidad y que invita a tener una conexión muy personal con el momento que se está viviendo dentro del jardín botánico.

Moviéndome de contexto, el Parque Lleras y el Parque El Poblado también formaron parte de mi recorrido, ya que se encuentran muy cerca del lugar en el que me hospedaba. Ambos están repletos de vegetación y estaban llenos de personas que conviven o disfrutaban del lugar. Estos parques se encuentran ubicados en la comuna 14, en el barrio de El Poblado.

En el Parque El Poblado pude encontrar varios puestos de mercado, los cuales vendían artesanías, souvenirs, ropa, café, comida, entre otras cosas. Se ubican sobre uno de los andadores del parque por donde transitaban muchos turistas; mientras los vendedores ofrecían sus productos en lo que percibí como una carrera de ventas entre comerciantes. La gente era muy amable y paciente al momento de ofrecer sus productos en venta y al entablar conversación. Mientras platicaba con uno de los vendedores, me enteré que el mercado “ambulante” sólo se colocaba una vez al mes y que es algo más cercano a una tradición que a una rutina. El parque se encuentra dividido por andadores y jardines, cuenta con bancas a la sombra de los árboles y la temperatura debajo de las copas de estos es muy agradable.

Por otro lado, el Parque Lleras es un tanto similar en cuanto a vegetación. La diferencia es la forma, ya que cuenta con varios desniveles dentro del parque, los cuales se aprovechan, a mi parecer, como foros de discusión por la forma en la que estaban acomodados. Este parque se encuentra dentro del área de restaurantes y bares de la zona rosa del barrio Provenza, por lo que, a medio día, observaba como turistas de diferentes países paseaban entre los restaurantes y transitaban el parque de lado a lado. Un espacio lleno de vegetación, una sombra agradable. Los contrastes que observé entre la naturaleza y los edificios eran impresionantes, ya que es tanta la cantidad de árboles y plantas de la región, que muchos de estos cubren incluso las fachadas de algunos establecimientos; algunos otros locales adoptan la vegetación de modo que ésta entra totalmente al local, lo que, para mí, al estar dentro de un lugar así, me transmitía una sensación de tranquilidad y pureza.

Oscar Gómez

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Lo que tienen en común estos dos parques son los elementos del paisaje que te invitan a utilizar o recorrer el espacio: senderos, asientos (llámense bancas, escaleras, foros), juegos infantiles, áreas abiertas para reflexión, entre otros; los cuales se pueden encontrar en la mayor parte de las áreas verdes de la ciudad.

Fue realmente interesante ver el estilo de vida de la parte de la ciudad en la que me hospedé y ver cómo la naturaleza, en gran parte, es un factor clave o esencial, a mi parecer, en el día a día de quienes disfrutamos del espacio público.

Transportando toda esta experiencia de viaje a mi rutina diaria, como estudiante, fui consciente de que el lugar en donde realizó la mayor parte de mis actividades, hablando del espacio público, no está adecuado para tener ese acercamiento con la naturaleza (hablando por el mobiliario) y, además, la vegetación existente en la mayor parte es la misma, no existe una biodiversidad en la naturaleza, lo cual, considero que es uno de los factores necesarios para crear este tipo de ambientes. Considero que si se hiciese énfasis en adecuar las áreas verdes que tenemos en mi universidad podríamos (estudiantes, docentes, personal de apoyo e incluso la comunidad) hacer uso de estas, por lo que podrían observarse cambios positivos tanto en la salud y mentalidad de quienes las utilizan, pues son diversos los autores que hablan acerca de la influencia positiva que tiene la naturaleza sobre las personas.

Como comunidad (hablando de mi universidad: La Universidad de Montemorelos) debemos tomar conciencia sobre lo que tenemos y cómo podemos aprovecharlo. Se habla mucho de una salud integral, pero considero que no utilizamos todos los recursos que tenemos a nuestro alcance. Además, la naturaleza es un libro que Dios dejó para nosotros, del cual podemos aprender todos los días. Debemos optar por medidas que nos ayuden a apreciar más la naturaleza y hacerla parte de nuestra rutina.

Oscar Gómez