columna
Las quejas no son de los padres
Por Roberto Balaguer
En los últimos dos años las quejas sobre la hiperconexión se han vuelto bidireccionales. Ya no son solo los padres los que protestan acerca del tiempo en pantalla de los niños y adolescentes, sino que también los pequeños comienzan a hacer oír sus voces de reclamo. “Voy a mostrarle un dibujo a mi mami y me dice: esperá que mando este mensaje y ya lo veo y luego… se olvida”, nos comenta una pequeña de diez años, con sus ojos llorosos, tras un taller sobre uso de tecnología... ¡en la infancia! No es solo la educación de los chicos la que está siendo jaqueada hoy, ni su tiempo de juego, sino también la atención de sus padres. La digitalidad parece afectar el tiempo de dedicación de los padres a lo que debería ser su tarea primordial.
CLTC
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Craig Palsson, graduado del departamento de Economía de la Universidad de Yale plantea que la expansión de la telefonía 3G llevó a los padres a continuar trabajando con su email, a usar nuevas apps y en definitiva, a engancharse con sus “nuevos juguetes” en lugar de atender a los más pequeños.
Entre 2005 y 2012 ha habido un crecimiento del 10% en accidentes infantiles, incluyendo golpes y huesos rotos. Palsson cree que la fuerte adopción de los móviles tiene una relación causal con estos accidentes. El efecto es mayor en niños entre 0 y 5 años y no tanto entre los de 6 y 10 años que ya son más autónomos y se cuidan a sí mismos mejor. Los accidentes se dan en particular en actividades que requieren de supervisión parental. Estos datos sugieren que la causa más probable es la distracción de los padres, más que un mayor enganche de los chicos con actividades de mayor riesgo. Los padres se han vuelto más padres mediados por WhatsApp que padres de la vida real, atentos a sus hijos. ¿Está acaso esta generación de padres más atenta a sus pantallas que a sus hijos? ¿Cuánto tiempo se dedica a una y otra actividad?
Padres distraídos y con poco juego Quizás por eso, hoy más que inquietarnos por chicos obsesionados con las pantallas deberíamos comenzar a preocuparnos por padres distraídos por sus propios dispositivos, dedicando buena parte de su día a la pantalla de su celular.