columna
Pensar bien, esa es la cuestión en la educación Por Roberto Balaguer
“En rigor, no tomamos decisiones, las decisiones nos toman a nosotros.” José Saramago
CLTC
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Voy a comenzar por el final del cuento. La pregunta que más me incomodó fue la última que me formuló el visitante académico chileno que estuvo hace unas semanas en Montevideo. Vino al Uruguay por un trabajo de investigación internacional que busca evaluar los potenciales alcances de una posible incorporación de la enseñanza de pensamiento computacional (PC) al ámbito de la educación. Con la entrevista culminada y con el grabador ya apagado, la charla con este ingeniero y académico, se cerró con una punzante pregunta: ¿Ud. realmente cree que los ingenieros resuelven las situaciones mejor que las personas comunes? Confieso que mi primera reacción fue contestar casi que alegre e instintivamente: “Sí, por supuesto.” Pero, de forma tal de no incurrir en sesgos, y atendiendo a que mi entrevistador casualmente era ingeniero, comencé un recorrido mental por mi archivo de profesionales de ese palo y entonces… comencé a dudar. Cuando salí del ámbito de los pizarrones, las fórmulas, los puentes y los programas y comencé a recordar algunos episodios cotidianos que involucraban ingenieros y decisiones, mi respuesta
se fue inclinando hacia el otro lado: no. Al final, casi que con la cabeza baja y con el sentimiento de ser derrotado en mis previas argumentaciones, contesté: “No, en realidad no creo eso.” ¿Es que acaso esta pregunta, tan sencilla, echaba por tierra la validez de la enseñanza o más bien del aprendizaje del pensamiento computacional desde la infancia? Bueno, quizás sea una conclusión apresurada. Si uno lee la biografía de exitosísimos hombres como el inversionista Warren Buffet, alguien que ha llegado a tener una fortuna por encima de los 60 mil millones de dólares, no daría crédito de su incapacidad para manejarse en cuestiones mundanas tan simples que cualquier niño de diez años podría llevarlas a cabo sin ninguna dificultad. Es decir, ya sabemos que la inteligencia no necesariamente se adapta a todas las cuestiones por igual.