Revista Marvin 65:: Decadencia

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Mark Handforth, Lampione, 2001 (detalle)

REWIND

Podría decirse que la primera obra bautizada como readymade consistió en una pala para quitar nieve a la que Marcel Duchamp colgó del techo y tituló In advance of the broken arm en 1915. De manera retroactiva nombró readymades a la Roue de bicyclette y al Porte-bouteilles, ambas piezas que había dejado en Francia antes de llegar a Nueva York y de las cuales sólo existen las réplicas que hizo posteriormente. Pero no fue hasta 1917, cuando Marcel Duchamp inscribió Fountain bajo el seudónimo de R. Mutt en la Society of Independent Artists, que el término readymade hizo un stop determinante en la historia del arte. La que se suponía en esa época una de las exhibiciones de arte más vanguardistas no hizo más que rechazar la pieza. Probablemente se preguntaron lo mismo que yo a los quince sin palabras tan domingueras: ¿cómo es posible que alguien pretenda utilizar un objeto cotidiano, firmarlo y autodenominarlo de la manera más unilateral como una obra? Fue ese un momento crucial, el momento de encontrarse con un “nuevo pensamiento” que abordaba de manera directa la naturaleza del arte y proponía quimeras como respuesta. Al margen de esto, no debemos olvidar que para Duchamp nunca fue vital hacer arte, de hecho no hay ningún registro de que haya calificado alguna de sus piezas como tal. La insolencia de Duchamp inició así una nueva la manera de ver y designar lo artístico.

Los inicios de un arte prêt-à-porter El término readymade proviene del concepto ready to wear, que se refiere a la producción en serie de prendas “listas para llevar”. Así pues, el readymade existe gracias a lo ya hecho, es la obra de arte construida con lo que está al alcance y fuera de una producción por parte del artista. El control que hay ante el proceso readymade radica básicamente en la elección del objeto, en ella debe quedar al margen la subjetividad alejando conceptos propios de buen o mal gusto. En resumen, el objeto debe parecerle

al artista visualmente indiferente. A pesar de esto Duchamp sabía muy bien que la indiferencia al elegir es imposible, por esto mismo incluyó al azar como integrante en la elección. Finalmente se encuentra el uso del lenguaje: el juego de palabras que servirá para dar título a la pieza. Sobre todo este proceso, Duchamp escribe en el segundo número de la revista The Blind Man (publicación que editaba en colaboración con sus amigos), lo siguiente: “El hecho de que el Sr. R. Mutt haya hecho o no la fuente con sus propias manos no tiene importancia. La ESCOGIÓ él. Retomó un artículo de la vida cotidiana y lo colocó para que su significado utilitario desapareciese bajo un título y perspectiva nuevos, creando así un nuevo pensamiento acerca del mismo objeto.”

Instrucciones para hacer un readymade: Elija un objeto no fabricado, este puede ser cualquiera, de uso cotidiano. Dé un nuevo título a este objeto, uno que le de perspectiva y significado diferente. En ese momento habrá creado un nuevo pensamiento sobre el objeto elegido y por tanto, realizado un readymade.

FORWARD

En un mundo donde la crisis de sobreproducción nos llevó a un desencanto arraigado, donde la frustración cotidiana a causa del “todo está hecho” es constante, el readymade se instala como la herencia en la que numerosas generaciones de artistas convienen para continuar su trabajo, pretender el experimento y sobre todo la innovación. En un mundo donde el capitalismo pareció cancelar muchas de las salidas, tenía que llegar readymade: la apropiación que más allá de ser retrato es generación. Actualmente y hasta febrero de 2009 se presenta en la galería de Fundación/ Colección Jumex la exhibición An unruly history of the readymade donde se encuentran exhibidas piezas de artistas contemporáneos creadas gracias a la influencia del readymade. M


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