Algunas personas suponen que representan una especie en peligro de extinción, una comunidad casi infinitesimal, que camina sobre el filo de la navaja y arriesga la vida en cada uno de sus pasos. Sin embargo, los lectores están muy lejos de enfrentar estos peligros: su existencia silenciosa les permite pasar casi desapercibidos y son idénticos a un caudaloso río subterráneo. A pesar de todo lo que ha ocurrido y lo que pueda ocurrir, los libros han sobrevivido y —en el peor de los casos— se han convertido en las sombras que se manifiestan, aunque el tiempo los haya destruido. Muchas de las obras que se escribieron durante la Antigüedad Clásica se perdieron irremediablemente —da igual si esto ocurrió por el fuego o el fundamentalismo—, pero sus palabras continúan presentes en las páginas de otros autores, justo como sucedió con los filósofos presocráticos...