E N T R E V I S TA
R. de la Lanza
E
n 2006, Diane Setterfield sorprendió al mundo literario con El cuento número trece (Lumen), una novela gótica con fuerte influencia de las hermanas Brontë, que se colocó en los primeros lugares de venta en el mundo anglosajón y le abrió las puertas ante el resto de los mercados editoriales. En 2013, mientras lanzaba su segunda novela, El hombre que perseguía al tiempo, la BBC estrenaba la adaptación televisiva de El cuento número trece. En otoño de 2018 Diane Setterfield lanzó Once Upon A River (Atria Books), y esta primavera ya podemos disfrutar su traducción bajo el título Érase una vez la taberna Swann (Lumen). En la novela, un hombre sale del río cargando el cuerpo sin vida de una pequeña niña y, casi moribundo él mismo, se aparece en una tradicional taberna asentada en la ribera del Támesis. Los comensales y los dueños de la taberna Swann contemplan a la pequeña, inerte y fría, y ponen al hombre bajo cuidado y protección. Unas horas después, la niña vuelve a la vida, pero nadie logra identificarla y, al mismo tiempo, se parece mucho a tres niñas desaparecidas a lo largo de muchos años. Tus novelas son de larga gestación (un promedio de seis años entre una y otra). ¿Cómo y cuándo surgió Érase una vez la taberna Swann? ¡Lo que dices es verdad! Pienso durante mucho tiempo en los elementos de mis novelas antes de empezar a escribir, y luego escribo muchos, muchos borradores antes de sentirme a gusto, por lo que no puedo negarlo: tienen una larga gestación. Se podría decir que Érase una vez la taberna Swann tuvo la gestación más larga de todas, porque su primera inspiración llegó a mi vida cuando yo era niña. A mi hermanita de dos años le habían diagnosticado un defecto cardíaco. Puedes imaginarte cómo
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afectó nuestra vida familiar; fue una gran preocupación, yo sólo tenía cuatro años y todo me parecía muy aterrador. Luego, cuando yo tenía unos seis o siete años, y todavía esperábamos que mi hermana fuera lo suficientemente grande para enfrentar la cirugía, leí en un periódico una historia que me ofrecía esperanza. (Nunca hubo suficientes libros en mi vida: yo leía todo lo que me encontraba, ¡sin importar si era adecuado para mi edad o no!) La historia era de un niño pequeño que se ahogó en un lago frío en los Estados Unidos y había vuelto a la vida una hora después. Me emocioné y le dije a mi abuela que si Mandy moría, podría regresar como el niño del periódico. Pero mi abuela negó con la cabeza y dijo: “No, no es así como sucede en la vida real”. Unos doce años después, con mi hermana fuera de peligro y siendo yo era una mujer joven, leí otra historia en otro periódico. Se trataba de una niñita en Escocia que se había ahogado en un lago frío y también había vuelto a la vida. Pero esta vez venía una explicación médica: Existe un peculiar fenómeno fisiológico por el cual la inmersión en agua fría puede desencadenar un mecanismo de supervivencia que hace que una persona parezca muerta, cuando en realidad no lo está. En ese tiempo ni era ni planeaba ser una escritora, pero sí pensé que alguien debía escribir una novela sobre
el tema, y guardé la idea. Décadas más tarde ya era una escritora y había llegado el momento. En tu libro, la niña del río articula varias historias. ¿Esta idea también se inspiró en personas o hechos reales? Hay dos misterios. El primero es cómo la niña volvió de la muerte; el segundo es su identidad: tres familias creen que ella les pertenece. Como dije, el primer misterio sí estuvo inspirado en hechos reales, pero el segundo es de mi invención. Aunque no hay un hecho real que haya inspirado esa parte de la novela, hay antecedentes literarios que me resultaron interesantes en cuanto a técnica. Una de mis novelas favoritas es El corazón es un cazador solitario (Seix Barral), de Carson McCullers, y en ese libro el personaje principal, que actúa como el punto de conexión entre todos los demás, es un sordomudo llamado Singer (Cantor). Los otros personajes casi nada saben sobre él (y los lectores sólo sabemos un poco más), pero todos ellos proyectan sus anhelos y sueños sobre él de modo directo o indirecto. Gracias a esa presencia en la novela, podemos ver a los otros con mayor claridad. Me fascinó como posibilidad técnica y me atraía explorarla. Un asunto primordial en Érase una vez... son las familias que han perdido a una niña y su necesidad de respuestas. ¿Qué tan difícil fue escribir sobre eso? La pérdida de un niño es algo terrible y yo fui muy consciente de que a pesar de que mi niñez estuvo coloreada por el temor a