Lee+ 194 Julio / Amistades peligrosas

Page 1


¿Quién no ha dudado alguna vez de un amigo? ¿Quién no ha sentido que algo se quebró —leve, casi imperceptible— en una conversación truncada, en un gesto esquivo, en una ausencia que dolió más de lo que debería? En esta edición de Lee+, decidimos hablar de amistades. Pero no solo de las que son cálidas, fieles y entrañables, sino también de aquellas que, en su ambigüedad, nos han hecho crecer. Hablamos de los vínculos que se tambalean, de las zonas grises del afecto, de la lealtad.

A veces la amistad no se rompe con un grito ni con una discusión. Se agrieta en el silencio. En la omisión. En las fidelidades cambiantes. La figura del frenemy, ese amigo que también es rival, ese aliado que, en el fondo, puede estar jugando su propio juego, no es nueva. Pero hoy, en un mundo donde las relaciones se narran en tiempo real y se acumulan con clics, la pregunta sobre en quién confiar vuelve a ser central. Para auditar nuestros círculos sociales, Herles Velasco nos presenta una guía aristotélica cuyo objetivo es ayudarnos a descartar los vínculos que nos consumen y, en cambio, cultivar aquéllos que nos empujan a ser mejores personas. Además, a partir de la filósofa y escritora Iris Murdoch —que concebía la amistad como una de las formas más puras del amor— Anita Mejía nos habla de relaciones amistosas entrañables, como la de Elizabeth Bishop y Robert Lowell, o la de Stefan Zweig y Joseph Roth. Una mención especial en este número es para Lorenzo Perrone, un albañil piamontés que, gracias a una comida o a un gesto de aliento, ancló a Primo Levi a la vida cuando éste se encontraba en un campo de concentración. El hombre que salvó a Primo Levi es una de las recomendaciones que integran este número.

En esta edición, a partir de La amiga estupenda Claudia Marcucetti nos invita a repensar la amistad entre mujeres, una amistad que encierra la potencia de lo poderoso y balsámico. Por su parte, Brenda Ríos se detiene en la amistad que tuvieron Chéjov y Gorki, y se pregunta cómo serían esos rusos en 2025: “¿Se escribirían aún, con la paciencia de la pluma?”.

También exploramos las relaciones personales que pasan por la enemistad, la envidia o la violencia. Una clara muestra de este tipo de vínculos la encontramos en la rivalidad acérrima entre los poetas Francisco de Quevedo y Luis de Góngora; pero también en el famoso y trágico vínculo que sostuvieron Paul Verlaine y Arthur Rimbaud. Con este acercamiento buscamos comprender desde un marco más amplio y humanizado tanto a los creadores como a su arte, pero también intentamos hacernos a la idea de que “tener enemigos es un acto de higiene personal”, como afirma Fernando Sanabrais en su artículo.

Aunque no se trata estrictamente de un personaje literario, en este número no podíamos dejar fuera a Saul Goodman, el astuto abogado de Breaking Bad, pues encarna una compleja mezcla de lealtad y falta de la misma que refleja su carácter moralmente ambiguo.

Lo cierto es que no existe una amistad que no haya sido puesta a prueba. Todos hemos sido traicionados y, si somos honestos, también hemos traicionado alguna vez. A veces por omisión, otras por confusión, por miedo, por ego o simplemente porque cambiamos. Y aun así, seguimos creyendo en la amistad. Seguimos buscándola. Seguimos sosteniéndola.

En este número encontrarás libros, personajes y escenas que abordan esas relaciones intensas que nos moldean. Esperamos que estas páginas te hagan recordar a esos amigos que siguen, a los que se fueron, a los que dolieron y a los que aún sostienes. A los que te empujaron a ser mejor, incluso desde el conflicto.

Pasa, estás entre amigos.+

Yara Vidal

Directora general

Revista Lee+ de Librerías Gandhi

Editor responsable: Yara Beatriz Sánchez De La Barquera Vidal, Distribución: Librerías Gandhi, S.A. de C.V., Dirección: Calle Comunal No.7, Col. Agricola Chimalistac, C.P. 01050, Alcaldía Álvaro Obregón CDMX. Número de Reserva al Título ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2009-051820092500-102. Certificado de Licitud de Título No. 14505 y Certificado de Licitud de Contenido No. 12078 expedidos en la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Registro Postal EN TRÁMITE. Preprensa e impresión: Fotolitográfica Argo, Bolivar 838, Col. Postal. Alcaldía Benito Juárez, C.P. 03410, CDMX. Título incorporado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación. Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa e indirecta, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la presente obra, sin contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor, en términos de

6 ¿Por qué Aristóteles sigue siendo el mejor life coach 2400 años después?

Herles Velasco

10 Una rara avis: filosofía de la amistad lúcida

Anita Mejía

13 Recomendación El hombre que salvó a Primo Levi

14 La sombra en los laureles

Herles Velasco

17 Todo está bien: la danza de las lealtades: el enigma de Saul Goodman

Yara Vidal

18 Un enemigo hará su vida mejor

Fernando Sanabrais

20 Póster Los matices de la amistad narrados por autoras contemporáneas

Alejandra Gotóo

22 Los + leídos

24 Amistad, ¿divino tesoro? Mujeres, ¿juntas para acabar difuntas?

Claudia Marcucetti Pascoli

26 Conexiones y dispersiones

Amigos rusos: cartas de Chéjov y Gorki

Brenda Ríos

27 Recomendación La subversión de lo cotidiano: La cartera, de Francesca Giannone

Fernando Sanabrais

28 Entrevista literaria Sicilia y Dayán, dos amigos contra el olvido

Brenda Ríos

30 Editorial del mes El arte de editar con sentido: 25 años de Nosotra en palabras de Mauricio Volpi

Victor Ruiz

32 Reseña El poder del cierre del Dr. Gary McClain: cuando cerrar es volver a respirar

33 Recomendación Un viaje emocional que cruza fronteras: Aquello que no podemos decir

34 Adelanto de libro Atmosphere. Una historia de amor

Taylor Jenkins Reid

36 Entrevista LIJ Entre juegos, sueños y memorias artificiales: una conversación con Ding Pao Yen

Victor Ruiz

Directora general y editora Yara Vidal yara@revistaleemas.mx

Directora de mercadotecnia

Karen Achar Galindo

Directora de Difusión cultural Beatriz Vidal de Alba beatriz@revistaleemas.mx

Director de arte y editor audiovisual

Edwin Reyes Maya edwin@revistaleemas.mx

Editor de contenido multimedia Sebastián Díaz Barriga

Corrección de estilo Carina Vallejo Fuentes

Ilustrador

Rodrigo Rojas

Asistente de marketing y contenido

Victor Ruiz

Consejo editorial

José Achar

Alberto Achar

Mario Nawy

Alejandro Magallanes

Rodrigo Morlesin

Herles Velasco

¿Por qué Aristóteles sigue siendo el mejor life coach 2400 años después?

Por Herles Velasco Ruvalcaba

En el vertiginoso carrusel de la vida moderna, las relaciones humanas a menudo se sienten como un conjunto de notificaciones efímeras. Está el amigo que sólo aparece en tu chat cuando necesita un favor; los amigos cuya dinámica se asemeja más a una fusión empresarial, y el torbellino de “amistades” en redes sociales que ofrecen la ilusión de conexión sin la sustancia del afecto. Navegamos por un océano de vínculos superficiales, preguntándonos por qué, a pesar de estar más conectados que nunca, a menudo nos sentimos profundamente solos. La respuesta, o al menos el mapa más preciso para entender este laberinto, no se encuentra quizás en un nuevo podcast de autoayuda, sino en un texto de hace más de dos milenios: la Ética a Nicómaco de Aristóteles.

Lejos de ser una reliquia filosófica, esta obra se revela como el manual de diagnóstico más incisivo para nuestras vidas sociales contemporáneas. La genialidad de Aristóteles reside en su capacidad para vincular de manera inextricable la calidad de nuestras relaciones con nuestro florecimiento personal, un estado que él denominó eudaimonia: la felicidad no como una emoción pasajera, sino como una vida plena y con propósito. Para el filósofo griego, los amigos no son un lujo, sino “lo más necesario para la vida”. Hoy, nos proponemos decodificar las tres “categorías” de amistad que Aristóteles identificó, y demostrar su asombrosa vigencia al aplicarlas a los íconos de nuestro tiempo que definen esta era. A través de este lente, desentrañaremos el concepto moderno de toxicidad entendido como una desviación predecible de los principios aristotélicos, más que como una falla personal inexplicable. Al final, este análisis ofrecerá una hoja de ruta, una guía aristotélica para auditar nuestros círculos sociales, descartar los vínculos que nos drenan y, finalmente, cultivar esas raras y preciosas amistades que nos ayudan a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

Los tres tipos de vínculos que definen tu vida social

Aristóteles, con la precisión de un biólogo que clasifica especies, dividió las

relaciones humanas en tres categorías fundamentales, basadas no en la intensidad del sentimiento, sino en el propósito que las sustenta. Comprender esta taxonomía es el primer paso para diagnosticar la salud de nuestro ecosistema social.

La primera categoría, y quizás la más reconocible en nuestro mundo pragmático, es la amistad por utilidad. Aristóteles la define como una relación en la que el afecto no se dirige a la persona en sí, sino al beneficio o provecho que de ella se obtiene. Estos vínculos son inherentemente transaccionales: compañeros de trabajo que colaboran en un proyecto, socios de negocios, o ese contacto que te puede conseguir entradas para un concierto. Son, por naturaleza, frágiles y accidentales; como señala el filósofo, se disuelven tan pronto como la utilidad cesa. Aristóteles observó que estas amistades son particularmente comunes entre los adultos y los ancianos, quienes, por experiencia, tienden a buscar lo práctico sobre lo meramente agradable. Ninguna obra de la cultura pop contemporánea disecciona este tipo de vínculo con la brutalidad de Succession (2018). La relación central entre Shiv Roy y Tom Wambsgans es el arquetipo del matrimonio por utilidad. Tom, un hombre de origen modesto y ambición desmedida, no se casa con Shiv por amor, sino por el acceso al poder y al estatus que el apellido Roy le confiere. Su propuesta de matrimonio —estratégicamente lanzada mientras el patriarca Logan Roy yace en coma— no es un

acto de pasión, sino una jugada maestra de networking para asegurar su posición en la línea de sucesión. A su vez, Shiv utiliza a Tom como un “esposo trofeo”, un compañero sumiso que no representa una amenaza para sus propias aspiraciones de poder. Ella lo ve como un activo manejable, alguien a quien puede dominar y que, en su retorcida visión del mundo, valida su capacidad para “tenerlo todo”. Cada favor, cada confidencia, se mide en un cálculo de costo-beneficio personal. La traición final de Tom (spoiler), cuando se alía con Logan en contra de los hermanos Roy, es la conclusión lógica de esta amistad: en el momento en que la utilidad de su lealtad a Shiv se agota, el vínculo se rompe sin contemplaciones.

A una escala mayor, las alianzas políticas en Game of Thrones (2011) ilustran este principio a la perfección. Las casas nobles de Westeros forjan y rompen pactos matrimoniales y militares no por afecto, sino por pura conveniencia estratégica. La amistad entre Tywin Lannister y cualquier otro señor es un contrato temporal basado en el poder y la supervivencia.

Es crucial entender que Aristóteles no condena estas relaciones; las reconoce como una parte necesaria y funcional de la vida social. El problema —y la fuente de mucho dolor y conflicto— no es la existencia de vínculos utilitarios, sino la falta de claridad sobre su naturaleza. El drama en Succession surge precisamente en esos momentos

Amistades peligrosas

en que uno de los participantes, generalmente Tom, anhela una intimidad o lealtad que la estructura transaccional de la relación simplemente no puede soportar. La “toxicidad” en estos casos no proviene de la transacción en sí, sino de la expectativa errónea de que un contrato de utilidad ofrezca la seguridad y el afecto desinteresado de una amistad verdadera.

La segunda categoría de Aristóteles es la amistad basada en el placer. Estos son los vínculos forjados en la diversión compartida, la camaradería y el disfrute mutuo. Son las amistades de la juventud, impulsivas y, a menudo, tan cambiantes como los gustos y las pasiones que las alimentan. En estas relaciones, el afecto no se dirige al carácter del otro, sino al agrado que su compañía produce. Son los amigos del bar, los compañeros de equipo, el grupo con el que vas a festivales de música.

La cultura pop está repleta de celebraciones de este tipo de amistad. Las icónicas series Friends (1994) y Sex and the City (1998) son monumentos a los vínculos forjados en el placer de la juventud urbana. Los seis amigos de Central Perk y las cuatro amigas de Manhattan construyen sus universos en torno al ocio compartido, las citas, las cenas y el apoyo mutuo en las vicisitudes de la vida de veinteañeros y treintañeros. En Sex and the City, las conversaciones explícitas sobre placer, sexo y relaciones no son sólo un tema, sino el pegamento que une al grupo, creando un espacio de validación y disfrute.

Sin embargo, Aristóteles nos advierte de su inherente fragilidad. Al estar basadas en el placer, estas amistades “se disipan con facilidad” cuando el placer cesa o los intereses divergen. Los jóvenes, observa, “se hacen amigos rápidamente y se alejan de repente”. Es una verdad que con frecuencia se elude, pero que resuena en la experiencia de muchos. Esta desilusión no surge porque la amistad fuera “falsa” o “tóxica”, sino porque su propósito fundamental —el placer compartido— cumplió su ciclo. Las personas maduran, se casan, desarrollan nuevas aficiones y el contexto que sostenía la relación desaparece. El error contemporáneo, a menudo, es etiquetar el fin natural de una amistad por placer como una traición o un fracaso personal. En realidad, estas relaciones son el campo de entrenamiento para la virtud. Son el primer escenario donde aprendemos sobre lealtad, conflicto, alegría y decepción. No obstante, su estructura no está diseñada para la permanencia incondicional, y esperar que lo sea es prepararse para una inevitable decepción.

Finalmente, llegamos al pináculo de la taxonomía aristotélica: la amistad perfecta o de virtud (teleia philia). Ésta es la forma más elevada, rara y duradera de relación humana. A diferencia de las otras dos, no se basa en un beneficio accidental (utilidad) o en una cualidad pasajera (placer), sino en el aprecio mutuo y estable por el carácter del otro. En esta amistad, las personas se quieren por lo que son y desean el bien del otro por el bien del otro mismo, no por lo que puedan obtener de él.

Este tipo de amistad no surge de la noche a la mañana. Aristóteles insiste en que “exige tiempo” y confianza, y que sólo puede florecer entre personas buenas y virtuosas. Re quiere intimidad, convivencia y un profundo conocimiento mutuo, lo cual es “sobremanera difícil”. Por esta razón, uno no puede tener muchos amigos de este calibre. En su formulación más célebre, Aristóteles describe al ami go de virtud como un “otro yo” (allos autos), un espejo en el que podemos ver reflejadas y objetivadas nuestras propias virtudes y afectos.

La cultura popular, en sus narrativas más épicas, nos ha regalado arquetipos de esta amistad perfecta. La rela ción entre Frodo Bolsón y Samsagaz Gamyi en El Señor de los Anillos es quizás el ejemplo más puro. Sam no acompaña a Frodo a Mordor por utilidad —no busca el poder del Anillo— ni por placer —el viaje es una ago nía constante—. Lo hace por una lealtad inquebranta ble y un amor profundo al carácter de su amo y amigo. Su vínculo no sólo sobrevive a la adversidad, sino que se forja y se fortalece en ella, una característica que Aris tóteles consideraba una prueba de la verdadera amistad.

De manera similar, el trío de Harry, Ron y Hermione en la saga de Harry Potter trasciende los intereses comunes de la vida escolar. Su amistad se fundamenta en una admiración recíproca por sus respectivas virtudes: la valentía y el sacrificio de Harry, la lealtad incondicional de Ron y la inteligencia y compasión de Hermione. Se comprometen con el bienestar de los demás hasta el punto de arriesgar sus propias vidas, lo que demuestra que su vínculo no es accidental, sino una elección deliberada basada en el bien.

Aristóteles afirmaba que “con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar” y que la convivencia con personas buenas es un “inmejorable estímulo para la virtud”. Esta idea contrasta radicalmente con la noción moderna de la amistad como un “espacio seguro” de validación incondicional. Para Aristóteles, un verdadero amigo te acepta como eres, pero también te ayuda a ser mejor, activamente. La amistad perfecta, por tanto, no es sólo un refugio, es un gimnasio ético donde dos almas se ejercitan juntas en el arte de vivir bien.

Más

allá de los likes

La sabiduría atemporal de Aristóteles nos ofrece mucho más que una simple clasificación de amigos; nos proporciona un mapa completo para navegar la complejidad de las relaciones humanas en la era moderna. Nos enseña a mirar más allá de la superficie, a diferenciar entre los vínculos transaccionales, los placenteros y los verdaderamente virtuosos. Nos da las herramientas para diagnosticar la “toxicidad” no como un defecto misterioso en los demás, sino como el resultado predecible de expectativas desajustadas, de la falta de reciprocidad y de un egoísmo que corrompe el propósito mismo de la conexión.

Pero diría que el mensaje más poderoso y perdurable de la Ética a Nicómaco es la conexión inseparable entre la amistad y la felicidad. Para Aristóteles, cultivar amistades de virtud no es un simple extra para una vida ya ocupada. Es, en sus propias palabras, “lo más necesario para la vida”, un componente esencial e insustituible de la eu, esa vida de florecimiento, propósito y realización.

En un mundo saturado de conexiones superficiales y validación digital, la búsqueda activa de la amistad virtuosa —ésa que requiere tiempo, confianza, reciprocidad y un compromiso mutuo con el bien— se convierte en un acto radical. Es el antídoto definitivo contra la soledad de la multitud, el camino para encontrar a nuestro “otro yo” y, en última instancia, la forma más segura de construir no sólo mejores relaciones, sino una vida más feliz.+

Herles Velasco Ruvalcaba. Autor de los libros de poemas y de artista Llegar a ser vacío y Guía incompleta de la insuficiencia, publicados por la editorial Piso Tres. Ha colaborado en diferentes revistas y medios de México y España. Coordina el área de comunicación social en Fundación unam y fundó la Escuela de Escritores de México. Su más reciente libro de poesía es Eventos Luminosos Transitorios (2024).

Una rara avis: filosofía de la amistad lúcida

Por Anita Mejía

Iris Murdoch y la filosofía de la amistad: una forma de amor desinteresado

Cuando pienso en la amistad —la real, humana, profunda y comprometida—, me resulta imposible no recordar la figura de Iris Murdoch. Además de ser mi novelista favorita, fue también filósofa. Una filósofa de mente aguda, escrutadora e ingeniosa.

Tanto en sus novelas como en sus ensayos filosóficos, se dedicó a analizar el significado de la amistad. No esa amistad del siglo xxi, en la que las relaciones se reducen a afinidades o utilidades emocionales, en la que el Yo es el centro y el otro queda relegado. En la que se exige una fusión posesiva, instrumental, egoísta, cerrada a la crítica y al crecimiento ético, moral e intelectual.

Para Iris, la amistad verdadera es una de las formas más puras del amor, y debe estar orientada hacia el bien, más allá de intereses o vínculos circunstanciales.

La idea del Bien como fuente de atención, una visión que tiene el poder de desinteresarnos y superar el ego. Iris Murdoch

Murdoch propone que una relación de amistad se basa en la plena atención, la contemplación, en una práctica cotidiana de ver al otro sin las distorsiones del ego. Es indispensable quitar el centro de uno mismo para poder apreciar al otro en su totalidad.

Ese gesto de atención contemplativa es, para ella, la esencia de la amistad: un acto continuo de “mirar con justicia y amor”, un espacio donde el otro puede existir plenamente.

La amistad no exige confirmación ni admiración, sino que nos impulsa a ver al otro como un fin en sí mismo —como diría Kant—, no como un medio.

El amigo verdadero no “sirve” para algo —como apoyo emocional, compañía o validación—, sino que permanece como una presencia pensante, incluso en la distancia o en el silencio. La amistad está abierta al juicio con sentido, a la crítica constructiva, a la transformación y al crecimiento. Implica aceptar que el otro es radicalmente otro: un universo independiente, complejo, ajeno a nuestro control, a nuestros deseos o proyecciones. La amistad, también, es dejar de hablar y escuchar: una forma de mirar con humildad, curiosidad y paciencia. No busca obtener, sino entender. No exige, sino que acompaña.

Analicemos la amistad en una de las novelas de la propia Iris Murdoch. Lo fácil sería ir directo a la estantería por el ejemplar de The Bell (1958), donde la amistad actúa como un refugio moral, o The sea, The sea (1978), donde el personaje de Charles Arrowby advierte

la necesidad de mirar más allá de sí mismo.

Pero no, no vayamos en línea recta. Prefiero ir a contracorriente. Para comprender estos conceptos filosóficos, lo mejor es observar las fallas, los dobleces éticos y morales, el fracaso de una amistad en ruinas. Hablemos de Henry y Cato (Impedimenta, 2013).

Desde el inicio, Lucius Lamb —personaje secundario, pero clave— declara: “Pero los hombres siempre se las ingenian para fomentar su propio infortunio… Barreras de miedo y egoísmo y desconfianza y de pura y estúpida ineptitud moral”.

Lucius funciona como testigo silencioso de las búsquedas de Henry y Cato, amigos de infancia que se reencuentran en la adultez, que arrastran dificultades para integrar sus emociones, pensamientos, recuerdos, valores o roles coherentes consigo mismos.

Cato atraviesa una severa crisis de fe y valores. Henry, obsesionado con salvarlo, proyecta sobre él una narrativa de redención.

Ambos actúan desde el Yo, no desde el otro. Lo que los une no es la atención sino la posesión, la nostalgia, la manipulación. Y ahí radica su fracaso. No se ofrecen como refugio. No se miran con justicia ni amor. Se ven como espejos deformados.

Al aplicar su filosofía a la novela, lo que Murdoch nos muestra es que la amistad no puede fundarse en la imagen del otro, sino en su reconocimiento como ser autónomo, cambiante y complejo. Henry y Cato, por el contrario, son la demostración de cómo el narcisismo destruye la posibilidad del amor.

La prisión del ego solo puede abrirse con el amor —la atención real. Iris Murdoch

Lucius encarna las ideas de Murdoch sobre la amistad: atención, humildad, conciencia del otro. No busca dominar, ni redimir —como Henry—. No se abandona al melodrama —como Cato—. Es irónico, pero no cínico. Parece distante, pero observa con atención genuina, sin exigir que el otro se convierta en una versión idealizada. No es casual su rechazo a intervenir. Entiende que los caminos morales deben descubrirse, no imponerse. Su sola presencia representa una forma de integridad.

Mientras Henry y Cato fracasan al tratar de verse mutuamente, Lucius mira desde el margen, no para juzgar, sino para mantener viva la posibilidad de otro tipo de relación: más humilde, más atenta, menos romántica pero más real.

En la filosofía de Iris Murdoch, eso ya es un acto de amor.

El otro como revelación: crónicas de una amistad en voz baja

Cuando pienso en amistades literarias reales, me cuesta encontrar ejemplos contemporáneos que se ajusten a los parámetros que nos plantea Iris.

Como mencioné al principio, en mi opinión, vivimos bajo la lógica del Yo primero: mi bienestar, mis ideas, mis intereses. Esta ideología ha contaminado nuestras relaciones.

Es más fácil dar ejemplos de amistades que no alcanzan ese ideal. Por mencionar algunos, ahí están Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald: dependientes, posesivos y haciendo juicios sin comprensión.

Sylvia Plath y Anne Sexton: relación fascinante, sí, pero más trágica que transformadora. Virginia Woolf y Katherine Mansfield: una admiración cruzada pero plagada de celos y juicios mordaces. Pero hay excepciones.

La amistad entre Elizabeth Bishop y Robert Lowell fue, en cambio, entrañable, respetuosa y creativa. Un ejemplo claro de lo que Iris Murdoch llamó “la atención como forma de amor”.

Para confirmar mi hipótesis, puedes ir a Librerías Gan dhi y hojear Palabras al aire: Elizabeth Bishop y Robert Lowell. La correspondencia completa ediciones, 2019). Este libro no sólo satisface la cu riosidad o el morbo que nos da escarbar entre sus cartas: es un testimonio de lo que puede ser una amistad verdadera. Recomiendo ampliamente su lectura.

La poesía de acompañar al otro: afecto entre dos poetas

Elizabeth Bishop y Robert Lowell intercambiaron corresponden cia durante más de tres décadas, hasta que él murió. Reunieron seiscientas setenta y dos cartas y un puñado de poemas con dedicatoria. Su vínculo es un testimonio luminoso de amis tad: la palabra como forma de atención y afecto.

Ambos compartían fragili dades personales —Lowell con su trastorno bipolar; Bishop con su alcoholismo y sus pérdidas—, pero en lugar de infantilizarse el uno al otro, compartieron sus des órdenes con honestidad. No usaban la amistad como espejo, sino como una forma de permanecer presentes a través de su diferencia.

En su correspondencia también podemos notar que ambos se alimentaban de la circulación intelectual y estética de las ideas. Lowell admiraba sinceramente la obra de Elizabeth Bishop; ella, aunque tímida, aseguraba que él la ayudó a crecer intelectualmente.

Esa admiración duradera en carna el amor impersonal que proponía Iris Murdoch: ver al otro como poseedor de valor en sí mismo.

Lowell afinó su estilo gracias a la quietud observacional de Bishop. Bishop, más reservada, halló fuerza en la energía intelectual de Lowell.

Ambos se transformaron, sin perder su esencia.

A través de sus cartas construyeron una amistad que no intentaba corregir ni redimir, sino comprender.

No buscaban salvarse ni definirse mutuamente. Se ofrecieron atención, presencia, compañía.

En una época marcada por afectos egocéntricos, la suya fue una amistad ética en el sentido más profundo: una forma de mirar al otro sin convertirlo en extensión del propio deseo, como propuso Iris Murdoch al pensar el bien.

Ilustración: Anita Mejía

Amistades peligrosas

Lowell a Bishop: “When I think of how the world … if you weren’t in either of them at all – they’d look very empty, I think.”

Bishop a Lowell: “Please never stop writing me letters —they always manage to make me feel like my higher self… for several days.”

Una amistad no del todo funesta

Otro ejemplo de amistad con estándares que Iris Murdoch aplaudi ría fue la que sostuvieron los novelistas Stefan Zweig y Joseph Roth. Puedes revisar su intercambio de cartas en Joseph Roth y Stefan Zweig: ser amigo mío es funesto. Correspondencia (1927-1938) (Acantilado, 2015)

Stefan Zweig a Joseph Roth: Push me away all you like, it won’t help you! Roth, friend, I know how hard things are for you, and that’s reason enough for me to love you all the more… even when you're angry and irritable… life is torturing you.

Sus palabras evidencian un afecto sentimental que no es ingenuo; por el contrario, reconoce el dolor de su amigo sin borrar su voz, sin idealizarlo y sin exigir gratitud.

Joseph Roth a Stefan Zweig: “I am inconsolable if I don't get word from you… Are you upset with me for some reason?”.

Zweig le responde, sin frenar su libertad, pero apoyándolo: “We’re living in a period of general doom… be fair to yourself, live on a small footing… show modesty.”

Roth y Zweig vivieron una amistad que no evitaba lo desagradable, lo incómodo, lo humano.

Sostener la tensión entre el genio turbulento de Joseph Roth y la lucidez e integridad de Stefan Zweig fue un acto de amor extraordinario.

En una época en la que la amistad suele confundirse con la comodidad emocional o la afinidad instantánea, estas relaciones —imaginadas por Iris Murdoch y vividas por Elizabeth Bishop, Robert Lowell, Stefan Zweig y Joseph Roth— nos recuerdan que la verdadera amistad no es simbiosis ni rescate, sino ver al otro con libertad y lucidez: un acto moral, cotidiano y profundo, de atención afectuosa.+

Anita Mejía es una artista autodidacta y escritora oriunda de Ensenada, Baja California. Su obra está fuertemente influenciada

El hombre que salvó a Primo Levi

En El hombre que salvó a Primo Levi (Planeta, Crítica, 2023), Carlo Greppi construye un relato conmovedor y meticulosamente documentado sobre la amistad improbable, pero transformadora entre Primo Levi, el célebre escritor y químico italiano, y Lorenzo Perrone, un albañil piamontés que, en el infierno de Auschwitz III-Monowitz, se convirtió en su salvador.

Este libro, de unas 400 páginas, no sólo narra un episodio crucial en la vida de Levi, sino que eleva esta relación humana a un símbolo de resistencia frente a la deshumanización del Holocausto. A través de una prosa clara y evocadora, Greppi desentraña cómo la bondad desinteresada de un hombre sencillo salvó tanto el cuerpo como el espíritu de Levi, lo que forjó un vínculo que trascendió las barreras del tiempo, la clase social y el horror.

La amistad entre Levi y Perrone nació en un contexto de brutalidad inimaginable. En 1944, Primo Levi, un joven judío italiano deportado a Auschwitz, enfrentaba la aniquilación física y moral en el campo de trabajos forzados de Monowitz. La vida en el Lager estaba diseñada para despojar a los prisioneros de su humanidad: hambre, agotamiento y violencia constante reducían a los internos a sombras de sí mismos. En este escenario, Lorenzo Perrone, un civil italiano empleado como albañil en el campo, emergió como una figura de luz. Sin pedir nada a cambio, Lorenzo comenzó a ayudar a Levi de manera discreta pero constante: un tazón de sopa, un pedazo de pan, una camisa limpia, incluso sus propios zapatos. Estos gestos, que podrían parecer pequeños en otro contexto, eran actos de valentía extraordinaria en un lugar donde la solidaridad podía costar la vida.

Lo que hace especial esta relación, como Greppi detalla con sensibilidad, es su carácter tácito y profundamente humano. Lorenzo no era un intelectual como Levi, ni compartían un trasfondo cultural o social. Lorenzo, descrito como un hombre rústico, casi analfabeto, actuaba movido por una ética instintiva, una bondad que no necesitaba explica-

ciones. Levi, por su parte, encontró en estos actos no sólo sustento físico, sino una razón para seguir creyendo en la humanidad. En sus memorias, Si esto es un hombre (Austral, 2018), Levi escribiría que Lorenzo “me salvó la vida no solo por su ayuda material, sino porque me demostró que aún existía un mundo justo”. Greppi amplifica esta idea, mostrando cómo la amistad se convirtió en un puente entre dos mundos: el del prisionero al borde de la muerte y el del hombre libre que, aun en su propia precariedad, eligió arriesgarse por otro.

La narrativa de Greppi no idealiza esta amistad, sino que la presenta con matices realistas. No había largas conversaciones filosóficas ni grandes declaraciones entre ambos; su vínculo se construyó en los márgenes, en los breves encuentros diarios en los que Lorenzo entregaba comida o un gesto de aliento. Esta discreción, según Greppi, es precisamente lo que hace la relación tan poderosa: no necesitaba palabras grandilocuentes para ser profunda. Lorenzo, con su presencia silenciosa, ofrecía a Levi un ancla de normalidad en un entorno diseñado para despojarlo de toda identidad. Levi, a su vez, internalizó estos actos como un recordatorio de que la bondad podía sobrevivir incluso en el corazón del mal absoluto.

Un aspecto fascinante que Greppi explora es cómo esta amistad perduró más allá del campo. Tras la liberación, Levi mantuvo contacto con Lorenzo, y lo visitó en Fossano su pueblo natal. Estas visitas, descritas con calidez, revelan la profundidad del lazo forjado en la adversidad. Levi, ya un escritor reconocido, llevó consigo la deuda moral hacia Lorenzo, de hecho, nombró a sus hijos Lisa Lorenza y Renzo, en su honor. Este gesto, que Greppi resalta como un acto de memoria y gratitud, subraya cómo la amistad trascendió el tiempo y el espacio del Lager. Sin embargo, la historia no es sólo de gratitud, sino también de contrastes: mientras Levi reconstruyó su vida, Lorenzo, marcado por la pobreza y la posguerra, vivió una existencia más difícil, lo que añade una capa de melancolía a su relación.

Greppi enriquece la narrativa con un contexto histórico riguroso, pues se basó en cartas, testimonios y los propios escritos de Levi. Su investigación revela

detalles poco conocidos, como las condi ciones laborales de los trabajadores civi les italianos en Monowitz y las tensiones éticas que enfrentaban al presenciar el sufrimiento de los prisioneros. A través de Lorenzo, Greppi examina la complejidad de la resistencia moral en tiempos de crisis, mostrando cómo un hombre común, sin heroísmos espectaculares, podía alterar el destino de otro con actos de empatía.

La amistad entre Levi y Perrone también invita a reflexionar sobre el poder de las conexiones humanas en tiempos oscuros. Greppi no sólo cuenta una historia de supervivencia, sino que plantea preguntas universales: ¿qué significa ser humano cuando la humanidad parece perdida? ¿Cómo un gesto sencillo puede convertirse en un acto de salvación? La respuesta, según el autor, radica en la capacidad de ver al otro, incluso en las peores circunstancias, como un igual digno de respeto y cuidado.

El hombre que salvó a Primo Levi es, en esencia, un canto a la amistad como resistencia. Lorenzo Perrone no solo salvó a Levi de la muerte física; le devolvió la fe en la bondad humana, un regalo que Levi llevó consigo hasta el final de sus días. Este libro es una lectura imprescindible para quienes buscan historias de esperanza y humanidad en medio de la tragedia. Greppi, con una prosa que equilibra el rigor histórico y la sensibilidad poética, nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, un acto de bondad puede iluminar el camino.

Un tesoro para quienes se conmueven con las historias en las que la amistad florece como un milagro en la penumbra. Este relato del vínculo entre Primo Levi y Lorenzo Perrone, tejido con gestos silenciosos y una bondad inmensa, cautivará a los que buscan en la literatura un refugio de esperanza y un testimonio de la fuerza indomable del espíritu humano frente al abismo.+

La sombra en los laureles

La imagen del poeta, a menudo envuelta en un aura de inspiración sublime y camara dería armoniosa, tiende a idealizar tanto al creador como a su entorno. Sin em bargo, el mundo literario, como cualquier esfera de la actividad humana, está plagado de dinámicas interpersonales complejas y, con frecuencia, oscuras. Nos adentraremos en algunas representaciones de la amistad y las relacio nes personales menos luminosas, al examinar cómo la traición, la envidia, el abuso emocional y las enemistades acérrimas han encontrado expresión en el verso y han marcado la vida de los poetas a través de diversas épocas y movimientos.

La poesía, con su capacidad para condensar la emoción y la experiencia, ha servido a menudo como un campo de batalla o un confesionario para las relaciones humanas fallidas. Los temas de la envidia, la traición, la ira reprimida y la venganza no son ajenos al canon poético, y se manifiestan tanto en confrontaciones directas como a través de un potente lenguaje simbólico.

Numerosos poemas abordan de manera explícita la angustia derivada de las relacio nes llamadas tóxicas. La poesía se convierte en el vehículo para expresar heridas, como lo demuestran diversas reflexiones poéticas y aforísticas que detallan sus múltiples formas y que derivan en la dolorosa constatación de que “es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo”, citando a William Blake.

La envidia, por ejemplo, esa “tristeza por el bien ajeno”, encuentra una poderosa perso nificación en la poesía. Sobran ejemplos que exploran este vicio, basta hacer referencia a la histórica animosidad entre Pablo Neruda y Vicente Huidobro, para demostrar cómo la envidia literaria puede permear la creación poética misma.

La ira reprimida como elemento corrosivo en una relación es magistralmente explo rada en “A Poison Tree” de William Blake. El poema detalla meticulosamente cómo la ira no expresada hacia un “enemigo” se cultiva con “sonrisas y suaves artimañas engañosas”, y crece hasta convertirse en un árbol que da un fruto venenoso y mortal. Esta alegoría ilus tra cómo los agravios silenciados y la malicia oculta pueden envenenar una relación hasta destruirla. El acto de nombrar y diseccionar estas emociones tóxicas en la poesía puede interpretarse como una forma de que el poeta reclame una cierta agencia, así transforma el sufrimiento pasivo en una articulación activa y, por ende, en una forma de poder.

Pero, más allá de las declaraciones directas, la poesía a menudo emplea un rico lenguaje simbólico para explorar las profundidades de las relaciones disfuncionales y el daño psico lógico que infligen: el espejo roto emerge como un símbolo potente de la identidad fractu rada, la inocencia perdida o la realidad distorsionada dentro de una relación tóxica. Obras como “The Lady of Shalott” de Alfred Lord Tennyson, en la que el espejo se quiebra en el momento en que la protagonista confronta la realidad directa, o la película de Ingmar Bergman —quién puede negar lo poético en Bergman— “Como en un espejo”, en la que la realidad misma parece agrietarse para sus personajes, utilizan este motivo para sig nificar una crisis en la autopercepción o el colapso de un mundo relacional. La rotura del espejo no es meramente un evento físico, sino la manifestación externa de una desintegración interna.

Breve antología de poesía mexicana impúdica, procaz, satírica y burlesca

Juan Domingo Argüelles OCÉANO

Una temporada en el infierno. iluminaciones

Arthur Rimbaud Alianza editorial

into the Wreck:

Amistades peligrosas

La poesía confesional, con autoras como Sylvia Plath y Anne Sexton, expuso con una crudeza sin precedentes las realidades de relaciones abusivas y enfermedades mentales, desdibujando la línea entre experiencia personal y creación poética. El poema “Herr Doktor” de María Ovelar se conecta con esta tradición, pues sugiere cómo presiones externas pueden exacerbar la turbulencia interna. Al sacar a la luz lo privado y vergonzoso, este género desafía las normas sociales que ocultan la disfunción. Explora no sólo la toxicidad interpersonal, sino también la presión por mantener una fachada de normalidad que, a su vez, agrava el sufrimiento.

El universo poético no se limita a reflejar la toxicidad en sus temas, sino que también ha sido escenario de notables enemistades y relaciones agriadas entre sus practicantes.

La rivalidad entre Quevedo y Góngora en el Siglo de Oro es un emblema de la animosidad literaria. Sus estilos opuestos —el conciso conceptismo de Quevedo frente al elaborado culteranismo de Góngora— alimentaron virulentos ataques personales. Por ejemplo, Quevedo usó la poesía para aludir a la dudosa pureza de sangre de su rival en versos satíricos que circulaban públicamente. Este enfrentamiento demuestra cómo las disputas intelectuales pueden derivar en ataques ad hominem y, de ese modo, transformar la poesía en un arma de difamación y la esfera literaria en una arena para destruir reputaciones. En este punto valdría la pena recomendar la Breve antología de poesía mexicana impúdica, procaz, satírica y burlesca (Océano exprés, 2015), de Juan Domingo Argüelles, que explora el ejercicio de la poesía satírica en este país.

La célebre y trágica relación entre Paul Verlaine y Arthur Rimbaud estuvo marcada por una intensidad arrolladora, el consumo de opiáceos y una espiral de violencia que culminó en julio de 1873, cuando Verlaine, ebrio, disparó a Rimbaud en la muñeca. Este acto llevó a Verlaine a prisión y puso fin a su vínculo. Paradójicamente, esta destructiva pasión fue un catalizador para algunas de sus obras más significativas, como Romances sans paroles (Verlaine) e Illuminations y Une saison en enfer (Rimbaud). Juntos forjaron una “nueva estética” que les valió el epíteto de poètes maudits (poetas malditos). El mito de Verlaine y Rimbaud subraya la fascinación cultural por la figura del genio autodestructivo, romantizando

la toxicidad como un posible prerrequisito para la creación artística.

La envidia y la competencia pueden envenenar las relaciones incluso entre los más grandes talentos. La rivalidad entre el chileno Vicente Huidobro, padre del creacionismo, y un joven Pablo Neruda es un caso ilustrativo. Huidobro acusó a Neruda de plagiar a Rabindranath Tagore en sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Aunque Neruda, años más tarde y ya consagrado, se refirió con cierta displicencia a la “espectacular guerra de tinta” de Huidobro, el episodio revela cómo la envidia puede manifestarse como una campaña activa de detracción en campos artísticos altamente competitivos, donde el éxito ajeno se percibe como una amenaza directa.

La dinámica entre las poetas confesionales Anne Sexton y Sylvia Plath fue compleja y tóxica, marcada por una amistad competitiva. Ambas, pioneras en explorar temas íntimos, forjaron un lazo de apoyo y conflicto a la vez. La crítica Diane Hume George describe su relación como una “competencia entre suicidios”, y sugiere que el trauma y la ambición compartidos crearon una “empatía tóxica”, en la que sus identidades y sufrimientos se confundían y medían mutuamente.

La historia literaria está repleta de otras enemistades que, aunque variadas en sus causas y manifestaciones, subrayan la omnipresencia de estos conflictos. La relación entre Miguel de Cervantes y Lope de Vega estuvo marcada más por el desdén de Lope —una figura mucho más popular en su tiempo— hacia un Cervantes que luchaba por el reconocimiento. Lope llegó a decir: “¡Nadie es tan necio que admire a Miguel de Cervantes!”, mientras Cervantes era a menudo objeto de burlas por su pobreza.

Dentro de la Generación del 27, la relación entre Rafael Alberti y Federico García Lorca tuvo sus tensiones, con Alberti burlándose de Lorca en cartas privadas, llamándolo “Federica”, y un distanciamiento final debido a desacuerdos políticos. Incluso figuras de la talla de Ernest Hemingway y William Faulkner, aunque generalmente se respetaban, intercambiaron críticas públicas sobre sus estilos y supuesta valentía. Faulkner afirmó que Hemingway “no tenía coraje”, mientras que Hemingway replicó que la obra reciente de Faulkner no era “más que prosa etílica”.

enfrentamientosFranciscodeQuevedoyLuisdeGóngora literariosmáscélebresdelSiglo fuerongrandespoetas,perorepresentaban mundocultivabaradicalmente

Estas disputas, incluso aquellas que parecen centrarse en asuntos personales, ocurren en un contexto de intensa competencia profesional y escrutinio público.

Las manifestaciones de toxicidad en el mundo poético, ya sea en los versos o en las vidas de los poetas, no surgen en el vacío. A menudo están alimentadas por complejas corrientes psicológicas, dinámicas de poder y presiones sociales. Esos aspectos no reconocidos o reprimidos de la personalidad, pueden ofrecer una clave para entender algunas de estas dinámicas.

Las dinámicas de poder son otro factor crucial. Las críticas feministas a la literatura y a la historia literaria han sido fundamentales para sacar a la luz estas dinámicas. La obra de Adrienne Rich, especialmente su colección Diving into the Wreck (W. W. Norton & Company, 2013), es un ejemplo de poesía que explora las estructuras patriarcales y la búsqueda de una autodefinición femenina. Su trabajo busca recuperar verdades oscurecidas por “el libro de los mitos”, es decir, las narrativas patriarcales dominantes.

Reconocer esta Sombra no disminuye los logros artísticos de los poetas. Las figuras icónicas de la poesía, con todas sus contradicciones y defectos, emergen no como semidioses etéreos, sino como seres humanos que lucharon con las mismas vulnerabilidades y pasiones oscuras que afligen a la humanidad en general. Esta humanización, paradójicamente, puede acercar al lector a la obra, al revelar al individuo falible detrás del genio. La persistente fascinación por estas historias de discordia sugiere que cumplen una función social. Estas narrativas resuenan porque se conectan con experiencias universales de dolor relacional y la difícil verdad de que los vínculos humanos pueden ser tanto fuente de alegría como de profundo sufrimiento.

El acto mismo de los poetas de transmutar estas experiencias negativas en arte es un testimonio de la resiliencia del espíritu creativo. Sin olvidar que toda historia en una relación tiene, por lo menos, dos maneras de contarse. Así, la poesía se convierte, pues, en un medio para confrontar, interrogar y, quizás, trascender el dolor. En su capacidad para abarcar la totalidad de la experiencia humana, la poesía no rehúye la oscuridad, sino que la ilumina, y ofrece no siempre consuelo, pero sí una profunda y perdurable resonancia.+

Todo está bien: la danza de las lealtades: el enigma de Saul Goodman

En la rica tradición de personajes literarios que pueblan la narrativa contemporánea, pocos encarnan la tensión entre lealtad y traición con la profundidad de Saul Goodman, el astuto abogado de Breaking Bad (2008) y protagonista de su spin-off Better Call Saul (2015). Creado por Vince Gilligan y Peter Gould, este personaje trasciende la pantalla para erigirse como un estudio psicológico que evoca las grandes tragedias shakesperianas o las novelas introspectivas de Dostoyevski, en las que la lucha interna del individuo refleja un espejo de la condición humana. A través de su arco narrativo, Saul —o Jimmy McGill, su yo más vulnerable— nos invita a explorar la fragilidad de las lealtades, la ausencia de amistades genuinas y la habilidad excepcional con la que se ha forjado un icono televisivo que desafía las convenciones del héroe tradicional.

Saul Goodman se presenta en Breaking Bad como una figura pragmática, un abogado cuya lealtad hacia sus asociados parece sólida a primera vista, pero que se revela como un pacto utilitario. Su relación con sus clientes se asemeja a las alianzas mercantiles de El mercader de Venecia de Shakespeare, obra en la que los lazos se tejen más por conveniencia que por afecto. Sin embargo, a diferencia de los personajes de Shakespeare, cuya moralidad tiene un ancla discernible, Saul carece de un có digo ético fijo, lo que le permite adap tarse con la flexibilidad de un camaleón a las demandas del momento. Esta lealtad condicional, más un recurso estratégico que un compromiso emocional, desmantela la noción ro mántica de la amistad y la

sustituye por una red de intereses cruzados que definen su existencia.

En Better Call Saul, esta tensión se desenvuelve con una precisión que rivaliza con las disecciones psicológicas de Crimen y castigo (1866). Aquí, Jimmy McGill, el hombre detrás de Saul, revela un conflicto interno entre su anhelo de lealtad y su tendencia a la traición. Su vínculo con su hermano Chuck, un abogado respetado pero distante, se convierte en un terreno de lucha donde el afecto filial choca con el resentimiento acumulado. Chuck, con su autoridad intelectual, representa una figura de influencia que Jimmy busca complacer, pero cuyas expectativas lo empujan hacia una transformación que desafía su identidad original. Este giro trágico evoca a Edipo en su lucha contra una figura paterna simbólica, un tema que Dostoyevski explora con sus personajes atormentados, en quienes la transgresión define el carácter. Paralelamente, la relación de Jimmy con Kim Wexler, su compañera y aliada, ofrece un contraste luminoso en su mundo sombrío. Kim encarna una lealtad sincera, un faro moral que Jimmy oscila entre aceptar y socavar. Su propensión a involucrarla en sus planes ambiciosos refleja una lealtad ambivalente: desea compartir su camino con ella, pero su deseo de éxito lo lleva a poner en riesgo su integridad, un eco de la dualidad faustiana en la que el poder cuesta la inocencia. Cuando Kim se aleja, Saul queda aislado, un paria que, al igual que Meursault en El extranjero (1942) de Camus, abraza su soledad como una forma de existencia. Esta ausencia de amigos auténticos —reducidos a aliados temporales como sus contactos profesionales—

subraya su incapacidad para forjar lazos desinteresados, un rasgo que lo convierte en un antihéroe literario cautivador.

La maestría en la construcción de Saul Goodman reside en su ambigüedad moral, un atributo que lo alinea con los grandes personajes de la literatura universal. Bob Odenkirk, con su interpretación magistral, infunde a Saul una mezcla de carisma y vulnerabilidad que recuerda a Falstaff de Shakespeare: un bufón cuya comicidad oculta una profundidad trágica. La serie emplea un lenguaje visual y narrativo que, al estilo de las novelas victorianas, desentraña capas de su psyche: los recuerdos de su pasado como estafador, las insinuaciones de sus monólogos internos a través de sus negociaciones, y la transformación física de Jimmy a Saul —el traje llamativo, el cabello teñido— como metáfora de su evolución. Gilligan y Gould, como modernos Dickens, tejen una trama que equilibra el humor negro con la introspección, haciendo de Saul un personaje que invita tanto a la crítica literaria como al análisis psicológico. Quienes disfrutamos de la evolución de Saul Goodman nos dejamos romper el corazón por su cantada lealtad fragmentada y la soledad autoimpuesta, un personaje que rechaza la amistad tradicional para navegar un mundo de máscaras y estrategias. Su arco narrativo, desde la sensibilidad de Jimmy hasta el cinismo de Saul, ofrece una reflexión sobre la supervivencia en un universo donde el poder eclipsa el afecto. Este conmovedor personaje desafía al espectador a cuestionar los límites de la moral y la redención. Lo más cruel es que Saul no sólo es un frenemy de sí mismo, sino un espejo donde contemplar las complejidades de nuestras propias lealtades.+

Un enemigo hará su vida mejor

Es hermoso callar juntos; más hermoso aún reír juntos; bajo un cielo azul de seda, apoyados con tra el musgo del haya, riendo afectuosamente como amigos, con una risa clara, dejando ver el bri llo de los dientes. Si obro bien, nos callaremos; nos reiremos, si obro mal; y cuanto peores seamos, cuanto peores seamos, más nos reiremos, hasta que descendamos a la fosa.

Los que quieren salvarse necesitan amigos auténticos o enemigos ardientes.

Debemos renunciar a conocer a aquellos a quienes algo esencial nos une.

¡Oh, amigos míos! No hay ningún amigo

He perdido demasiados amigos. Con los años, se ha vuelto casi una tradición. La mayoría eran personas prudentes y discretas, así que se marcharon sin dramatismo ni escándalos. Por lo tanto, no puedo más que agradecerles. Ignoro las razones de su partida y tampoco deseo averiguarlas. Aristóteles decía: “Ni los ancianos ni los de mal genio son aptos para la amistad, porque no procuran placer; y nadie soporta mucho tiempo a quien resulta amargo o desagradable”. Está claro: soy amargo, desagradable o anciano. Posiblemente las tres. “No es la manera en que un alma se aproxima a otra, sino en la manera como se separa, en lo que yo reconozco el parentesco y la homogeneidad que tengo con ella”, escribía Nietzsche. No obstante, algunos obstinados han decidido quedarse un poco más. A ellos les tengo el tipo de afecto que un hombre como yo puede ofrecer. Ellos saben qué esperar.

En la Ética a Nicómaco, Aristóteles distingue tres tipos de amistad: por utilidad, por placer y por virtud. Las dos primeras son, en esencia, contractuales: uno se hace amigo del otro porque le resulta útil o placentero. Cuando el beneficio se agota, también lo hace el vínculo. Son afectos perecederos. En

cambio, la amistad por virtud, dice Aristóteles, es la más rara y la más auténtica: nace del reconocimiento mutuo de la integridad del otro. No se busca algo, se admira. Sin embargo, según Diógenes Laercio, Aristó teles acabó por decir: “¡Oh, amigos míos! No hay nin gún amigo”.

Cicerón, en De amicitia, afirmaba que para que exista verdadera amistad hay que comer juntos muchas fanegas de sal. Compartir tiempo, dis cusiones, fracasos. En eso radica el vínculo duradero. En la Ilíada hay otra frase que resume con precisión este tipo de alianza: “Cuando dos van juntos, uno advierte antes que otro lo que más le conviene”.

Montaigne, en su ensayo De la amis tad, describe su vínculo con Étienne de la Boétie como una fusión total: “...porque él era él, porque yo era yo”. No hay cálculo ni medida: hay entrega, correspondencia radical. Esa amistad, dice Montaigne, se da una sola vez en la vida.

Fraternos enemigos

Para Derrida, la amistad es, en el fondo, imposible. Cuestiona la propuesta aristotélica con la desconfianza de quien ya no cree en virtudes compartidas, e integra el pensamiento nietzs cheano al afirmar que la amis tad está en el núcleo mismo de

lo político. En Políticas de la amistad (Trotta, 1998) lleva la idea al extremo: todo vínculo está atravesado por la muerte del otro. El verdadero amigo es, ante todo, aquel que puede ser llorado. Porque toda intimidad implica una pérdida aplazada. Y quizá por eso la amistad no se basa tanto en la presencia, sino en el duelo que ya se presiente. Para Nietzsche, la palabra amigo fue central. Aparece una y otra vez en sus textos, no como símbolo de fraternidad, sino como figura de tensión. La amistad, para él, no se edifica sobre la afinidad, sino sobre la diferencia. Ese amigo que incomoda, que hiere, que cuestiona. Nietzsche entrelaza amistad y enemistad y, en ese gesto, subvierte la visión tradicional: la enemistad del amigo es más peligrosa que la enemistad declarada. Invierte, transvalora el concepto. La amistad, entonces, no es un refugio. Es un campo de batalla íntimo. En esa línea, lo político no se sostiene en acuerdos morales ni en abrazos ideológicos, sino en el disenso entre cercanos. El verdadero amigo no consuela: sacude. Porque no hay conflicto más despiadado que el que estalla entre dos que alguna vez se reconocieron. Entre otras obras inclementes y corrosivas, Kiko Amat ha publicado un breve tratado sobre la enemistad tituLos enemigos. O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad (Anagrama, 2022). Allí nos recuerda el valor de los buenos enemigos, esos que incluso clasifica por niveles y circunstancias. Su método, casi taxonómico, está repleto de anécdotas y referencias literarias. Comparto además algo con él: su madre fue la primera en enseñarle las palabras, las letras y también en animarlo a lanzar su primer golpe. Cuando éramos niños, creíamos en la humanidad y nos parecía imposible golpear a alguien. Pero nuestras madres, sensibles y contundentes, se encargaron de corregir esa ingenuidad. La mía me lo dejó claro desde temprano: estás solo en esto y la única opción es un buen golpe, certero, directo. Si algo salía mal y buscaban mi expulsión, ella me apoyaría. Basta decir que fue completamente eficaz. Tener enemigos, para Amat, es un acto de higiene personal. Pero en esa construcción del enemigo se cuela, a veces, una perversa admiración. Porque lo que más irrita del otro no siempre es su mezquindad, sino su eficacia. Y Amat lo resume con claridad: “Consíganse, así,

un enemigo. Se lo aconsejo. Un enemigo hará su vida mejor”.

Nos llevaríamos bien, Kiko.

Rivales íntimos

“Debemos renunciar a conocer a aquellos a quienes algo esencial nos une”, escribió Maurice Blanchot. Schopenhauer fue más práctico: “Los amigos se llaman sinceros; los enemigos lo son. Por eso deberíamos usar su censura para el autoconocimiento, a modo de amarga medicina”. Heráclito lo había dicho siglos antes: “La discordia es la madre de todas las cosas”. Y quizá todos los vínculos que valen la pena están hechos de eso: de tensión, de disenso, de una incomodidad compartida.

Nathan Zuckerman lo encarna a la perfección en La visita al maestro (Debolsillo, 2013): viaja al campo para rendir homenaje a E. I. Lonoff, pero más que venerar, necesita verificar su caída. Comprobar que envejeció. Que ya no es el monumento. Que vive entre tazas tibias y silencios contenidos. Que, detrás del genio, hay apenas un hombre cansado.

Nietzsche adoró a Wagner hasta que no pudo más. La ruptura fue una forma de liberación, pero también una herida abierta. Roth convirtió a Lonoff en un monumento en ruinas. Bernhard, en El malogrado (Alfaguara, 2016), retrata a un hombre que renuncia a su vocación por admirar demasiado a Glenn Gould.

Sartre y Camus se deshicieron con una columna: la política fue apenas el escenario, el verdadero duelo era ético. Freud y Jung empezaron como maestro y discípulo, pero se alejaron hasta volverse irreconciliables. Zweig y Rolland, dos humanistas, dos epistolarios, acabaron distantes no por ideología, sino por exceso de sensibilidad.

El rival íntimo vive justo ahí, donde duele: entre la fascinación y el hastío. Es un vínculo ambivalente, brutal, profundamente humano.

Y así, volvemos a Nietzsche, que lo supo desde el principio: “Tú mismo siempre serás el peor enemigo que podrás encontrar; tú mismo te esperas en cuevas y bosques”.

Por eso, al final, se escribe. No para reconciliarse, sino para borrarlo. Para que ese otro, el doble, el rival, el espectro, se disuelva, línea a línea. Ese que también te lee… y te detesta, con afecto.+

Amistades peligrosas

La amistad en la literatura ha sido una forma de explorar lo que significa ser humano. En los libros VIII y IX de la Ética a Nicómaco, Aristóteles habla de tres tipos de amistad: la que se basa en la utilidad, la que nace del placer y, la más profunda, la que surge entre personas virtuosas. Esta última es rara, pero valiosa, porque se basa en el respeto y el deseo de bien para el otro.

En la literatura contemporánea, la amistad ya no se muestra sólo como un ideal noble. Por ejemplo, en Mandíbula (Candaya, 2018), de Mónica Ojeda, la amistad entre adolescentes no se presenta como una alianza ética, sino como un vínculo atravesado por el miedo, el control, la necesidad de pertenecer y la fascinación por el abismo. La protagonista se entrega a su amiga como a una deidad oscura, mientras explora una relación que es al mismo tiempo dependencia emocional, rito de iniciación y renuncia al yo. No hay virtud, sino intensidad; no hay equilibrio, sino desborde.

Por otro lado, en La dependienta (Duomo ediciones, 2018), de Sayaka Murata, la amistad toma nueva forma. Keiko, la protagonista, una mujer que no encaja en las expectativas sociales, forma un vínculo inesperado con un hombre que tampoco encaja. Aunque su relación no es afectuosa en un sentido tradicional, se cuidan y se ayudan mutuamente a sobrevivir en un mundo que los rechaza. No hay amor ni admiración, pero sí una especie de alianza que les da sentido y refugio, algo parecido a una amistad.

Estos ejemplos muestran que serena o caótica, dulce o dolorosa, útil o simplemente necesaria, la amistad siempre es una forma de conexión que revela algo profundo sobre quiénes somos y qué necesitamos de los demás.

Exploremos algunas otras autoras y el tipo de amistad que podemos leer en sus obras:

Niña, mujer, otras (AdN, 2018) de Bernardine Evaristo, es una novela coral. Entrelaza las vidas de doce personajes, en su mayoría mujeres afrobritánicas, cuyas historias cruzan generaciones, clases sociales y orientaciones sexuales.

La amistad en esta novela aparece como un tejido de apoyo, resistencia y también conflicto, especialmente entre mujeres que comparten luchas, pero no siempre puntos de vista.

“Ella, sola entre sus amigas, quiere celebrar el hecho de envejecer, porque es un privilegio no morir prematuramente.”

–Bernardine Evaristo

Tipo de amistad: política

Me llamo Lucy Barton (Duomo ediciones, 2017), de Elizabeth Strout, aborda cómo ciertas amistades, aunque breves o silenciosas, pueden marcar una vida. La protagonista, Lucy, recuerda momentos en los que fue vista y comprendida por otros. Una figura clave es Sarah Payne, una escritora mayor que, sin mucho afecto visible, le da a Lucy el permiso de ser quien es y de escribir con honestidad. Esa relación, discreta pero poderosa, representa una forma de amistad intergeneracional. La novela muestra que la amistad no siempre es intensa o evidente y, sin embargo, puede ser transformadora en su sencillez.

“La soledad fue el primer sabor que probé en mi vida, y siempre estuvo allí, oculta en las grietas de mi boca, recordándomelo.”

–Elizabeth Strout

Tipo de amistad: intergeneracional

Tan poca vida (Lumen, 2016), de Hanya Yanagihara, es una novela que lleva la amistad al límite de lo humano y lo insoportable. En ella, el vínculo entre Jude y Willem se convierte en una forma de amor que desafía etiquetas: no es sólo fraternal, ni romántico, ni platónico, sino un acto de cuidado radical. A través del trauma, el silencio y la necesidad de ser visto, Yanagihara retrata cómo la amistad puede ser refugio, entrega y, a veces, lo único que impide el derrumbe total.

“¿No era la amistad un milagro en sí misma, el encontrar a otra persona que hacía que todo el mundo solitario pareciera, de alguna manera, menos solitario?”

–Hanya Yanagihara

Tipo de amistad: complicada

Carol (Anagrama, 2022), de Patricia Highsmith, es una novela pionera que narra la historia de una amistad que se transforma en un amor profundo entre Therese, una joven aspirante a escenógrafa, y Carol, una mujer mayor atrapada en un matrimonio en ruinas. La novela fue muy importante en su época porque muestra una relación entre mujeres sin condenarlas ni castigarlas, como solía ocurrir en otros libros. Su conexión empieza como una amistad, pero se transforma en algo más íntimo y liberador para ambas.

“Siento que estoy de pie en un desierto con las manos extendidas, y tú llueves sobre mí.”

–Patricia Highsmith

Tipo de amistad: romántica

En El color púrpura (Debolsillo, 2018), de Alice Walker, la amistad entre mujeres se presenta como una de las fuerzas más poderosas para liberarse de las restricciones sociales y encontrar la autoestima.

La protagonista, Celie, encuentra apoyo en Shug Avery y Sofia, quienes la ayudan a descubrir su valor y a superar el abuso y la opresión. La amistad con Shug la empodera y la transforma, mientras que con Sofia encuentra solidaridad y resistencia. En la novela, la amistad femenina es vital para la supervivencia.

“Ninguna persona es tu amiga que exige tu silencio o niega tu derecho a crecer.”

–Alice Walker

Tipo de amistad: política

El secreto (Lumen, 2014), de Donna Tartt, presenta una relación compleja y obsesiva entre un grupo de estudiantes universitarios que comparten una fascinación por la filosofía clásica.

La amistad en la novela es intensa y tóxica. Aunque al principio parece una conexión intelectual, rápidamente pone en peligro el bienestar emocional y moral de los personajes. A medida que la trama avanza, la lealtad a este grupo lleva a los personajes a cometer actos extremos, lo que demuestra hasta qué punto su vínculo se ha distorsionado.

Ésta es una amistad que consume y crea caos, mostrando el lado oscuro de las relaciones humanas.

“No soy nada en mi alma si no soy obsesivo.”

–Donna Tartt

Tipo de amistad: oscura

Los grandes creyentes (Penguin Books, 2019), de Rebecca Makkai, trata sobre la amistad en tiempos de crisis, centrada en la epidemia del sida en los años 80 en Chicago. La historia sigue a Yale Tishman y su grupo de amigos, quienes enfrentan juntos la pérdida de seres queridos por la enfermedad. La amistad en la novela es un pilar fundamental, ofreciendo apoyo y consuelo frente al dolor y la muerte. A través de las relaciones de Yale, la novela explora cómo la amistad se convierte en una forma de resistencia y sanación, incluso en medio del luto.

“[...] siempre quieres creer que eres importante en la vida de alguien. Y a veces, al final, resulta que no lo eres.”

–Rebecca Makkai

Tipo de amistad: LGBTIQ+

Gente normal (Random House, 2019), de Sally Rooney, es una novela que explora la compleja relación entre Connell y Marianne, dos jóvenes que crecen en un pequeño pueblo de Irlanda y mantienen una conexión que evoluciona a lo largo de los años. A lo largo de la novela, su amistad se mezcla con una relación romántica que está marcada por la inseguridad, la distancia emocional y las dinámicas de poder. Este texto refleja cómo las amistades pueden ser simultáneamente enriquecedoras y problemáticas, y cómo, a través de la vulnerabilidad y la apertura, los personajes crecen y evolucionan a lo largo de la historia.

“No es la primera vez que Marianne piensa que la crueldad no solo hiere a la víctima, sino también al agresor, y tal vez más profundamente y de forma más permanente.”

–Sally Rooney

Tipo de amistad: longevas

Alejandra Gotóo (@akemigotoo) nació en la Ciudad de México cuando todavía se llamaba DF. Es columnista del único periódico en inglés de Croacia. Recientemente ganó el concurso de Escritoras Mexicanas 2024. También escribe en Isotopías. Este año se publica su primer libro de cuentos: El amor está en otra parte

Los + leídos

LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE

Matt Haig

ALIANZA DE NOVELA

Entre la vida y la muerte hay una biblioteca. Y los estantes de esa biblioteca son infinitos. Cada libro da la oportunidad de probar otra vida que podrías haber vivido y de comprobar cómo habrían cambiado las cosas si hubieras tomado otras decisiones... ¿Habrías hecho algo de manera diferente si hubieras tenido la oportunidad?

ANTES DE QUE SE ENFRÍE

EL CAFÉ

Toshikazu Kawaguchi

DEBOLSILLO

En un pequeño café escondido en un callejón de Tokio circula un rumor fascinante: si eliges la silla correcta, puedes viajar al pasado. Pero este extraordinario viaje tiene reglas: no puedes salir del café mientras dure, debes beber el café antes de que se enfríe y no podrás cambiar el presente. A través de las historias de cuatro clientes, esta obra nos invita a reflexionar sobre el amor, las oportunidades perdidas y la esperanza de un futuro por construir.

EL LOCO DE DIOS EN EL FIN DEL MUNDO

Javier Cercas

RANDOM HOUSE

Con esta novela sin ficción, Javier Cercas vuelve a su línea más personal, en la que consigue enlazar sus obsesiones íntimas con una de las preocupaciones fundamentales de la sociedad actual: el papel en la vida humana de lo espiritual y lo trascendente, el lugar en ella de la religión y el ansia de inmortalidad.

CADÁVER EXQUISITO

Agustina Bazterrica

ALFAGUARA

Premio Clarín de Novela 2017

La súbita aparición de un virus letal que ataca a los animales modifica de manera irreversible el mundo: desde las fieras hasta las mascotas deben ser sistemáticamente sacrificadas, y su carne ya no puede ser consumida. Los gobiernos enfrentan la situación con una decisión drástica: legalizar la cría, reproducción, matanza y procesamiento de carne humana.

TAN POCA VIDA

Hanya Yanagihara

LUMEN

Tan poca vida, una historia que recorre más de tres décadas de amistad en la vida de cuatro hombres que crecen juntos en Manhattan. Cuatro hombres que comparten una idea muy peculiar de la intimidad, una manera de estar juntos hecha de pocas palabras y muchos gestos.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE 5 AMANECER EN LA COSECHA

Suzanne Collins MOLINO

LOS JUEGOS DEL HAMBRE 1 - LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Suzanne Collins MOLINO

NO FICCIÓN

LOS JUEGOS DEL HAMBRE 2 - EN LLAMAS

Suzanne Collins MOLINO

HÁBITOS ATÓMICOS

James Clear PAIDÓS MÉXICO

¿Cómo podemos vivir mejor? Sabemos que unos buenos hábitos nos permiten mejorar significativamente nuestra vida, pero con frecuencia nos desviamos del camino: dejamos de hacer ejercicio, comemos mal, dormimos poco, despilfarramos. ¿Por qué es tan fácil caer en los malos hábitos y tan complicado seguir los buenos?

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO

Viktor Frankl HERDER

El doctor Frankl, psiquiatra y escritor, explica la experiencia que lo llevó al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los desalmados campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. Las palabras del doctor Frankl alcanzan un temple sorprendentemente esperanzador sobre la capacidad humana de trascender sus dificultades.

ESTE DOLOR NO ES MÍO

Mark Wolynn GAIA EDICIONES

La evidencia científica muestra que los traumas pueden ser heredados. Mark Wolynn, fundador y director del Instituto de Constelaciones Familiares y pionero en el estudio de los traumas familiares heredados, presenta un enfoque transformador que permite resolver problemas crónicos que no han podido ser aliviados mediante la terapia tradicional, los medicamentos u otras medidas.

LAS MUJERES QUE AMAN DEMASIADO

Robin Norwood

B DE BOLSILLO

Cuando estar enamorada significa sufrir, es que estamos amando demasiado.¿En qué momento nuestro gran deseo de amar se convierte en adicción? ¿Por qué creemos que los hombres sin problemas y buenos son aburridos?

MEDITACIONES

Marco Aurelio

EDICIONES GANDHI

En esta obra, el emperador romano Marco Aurelio examina su pasado y su propia conducta, en un marco de referencia ético y filosófico basado en un enfoque estoico, exponiendo la imagen más sincera de su experiencia interior al afrontar la adversidad y relacionarse con los demás.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE 3 - SINSAJO

Suzanne Collins MOLINO

LOS JUEGOS DEL HAMBRE - BALADA DE PÁJAROS CANTORES Y SERPIENTES

Suzanne Collins MOLINO

ELECTRÓNICOS

CHINA 2035: EL PLAN PARA CONSTRUIR UNA ERA POSCAPITALISTA

Ma Wukong y Simon Levy CALIGRAMA

China triplicó su red de trenes bala a más de 40,000 km en sólo una década, mientras Occidente sigue discutiendo. El 90% de los paneles solares y el 70% de los robots industriales del mundo se ensamblan en China. Cada día se lanzan más de 30,000 nuevos productos en las plataformas digitales de China….

EL LOCO DE DIOS EN EL FIN DEL MUNDO

Javier Cercas

RANDOM HOUSE

Con esta novela sin ficción, Javier Cercas vuelve a su línea más personal, en la que consigue enlazar sus obsesiones íntimas con una de las preocupaciones fundamentales de la sociedad actual: el papel en la vida humana de lo espiritual y lo trascendente, el lugar en ella de la religión y el ansia de inmortalidad.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE 5 - AMANECER EN LA COSECHA

Suzanne Collins MOLINO

Amanece el día de los Quincuagésimos Juegos del Hambre. Este año, se llevarán de sus hogares al doble de tributos. Cuando anuncian el nombre de Haymitch, todos sus sueños se rompen en pedazos. Al iniciar los Juegos, comprende que en el Capitolio quieren que fracase. Sin embargo, algo dentro de él desea luchar… y que el eco de esa lucha llegue mucho más allá de la mortífera arena.

LAS VIDAS QUE CONSTRUIMOS CUANDO TODO SE DERRUMBA

Pablo R. Coca

LUNWERG EDITORES

Este libro, dedicado a la salud mental y a la importancia de abrazar la incertidumbre, nos guía a través de un viaje lleno de preguntas fundamentales. A través de la historia gráfica de Occi, un personaje entrañable y humano, el autor reflexiona sobre los tropiezos, las expectativas y las reinvenciones necesarias para avanzar.

LA TORMENTA JUDICIAL

Saúl López Noriega y Javier Martín Reyes (Coords.) NEXOS

Este libro examina la reforma judicial de 2024 en México, considerada el cambio más radical en la historia del Poder Judicial del país. Los doce capítulos del libro, escritos por especialistas, ofrecen un diagnóstico técnico y crítico de los efectos institucionales, jurídicos y sociales de la reforma.

MINI SET MAGNETICO BLUEY

Novelty Corp.

NOVELTY CORP. DE MÉXICO S. A. DE C. V.

DINOSAURIOS EN LA OSCURIDAD

Phoenix International Publications

PHOENIX INTERNATIONAL PUBLICATIONS INC.

ARTE Y RECREACIÓN

ROBOT SALVAJE

Peter Brown PLANETA INFANTIL

ARTE ANTIESTRÉS / DESCUBRE A LOS MEJORES AMIGOS

Tomás García Cerezo HACHETTE BIENESTAR

Los mejores amigos de los héroes de las películas de Disney y pixar están listos para ser descubiertos sólo con llenarlos de color. Cada lámina esconde un buen amigo que encantará con su simpatía y genialidad. Esta actividad de coloreo con guía de colores, además de ser recreativa, dará grandes beneficios de relajación, bienestar y hará que se olviden las situaciones de estrés del día.

ARTE ANTIESTRÉS / EL PODER DE LAS CHICAS

Graciela Iniestra Ramírez

HACHETTE BIENESTAR

Las figuras femeninas de las películas Disney tienen una gran relevancia en las historias de las películas. Aunque su papel no siempre es el de heroínas o villanas, todas ellas gozan de gran inteligencia y capacidad para resolver sus propios retos. Ésta es la personalidad que se imprime en las maravillosas láminas de este libro.

EL ARTE Y SUS CREADORES (VARIOS TÍTULOS)

Valeriano Bozal

UN METRO DE LIBROS

Una colección imprescindible para descubrir a los grandes maestros del arte. Desde el Renacimiento hasta el Impresionismo, este recorrido visual y narrativo presenta la vida y obra de artistas como Mantegna, Rafael, Manet y Degas, entre otros. Un viaje por las épocas y movimientos que definieron la historia del arte, con las piezas más icónicas de cada creador. Ideal para quienes buscan profundizar en el legado de los genios que transformaron la manera de ver el mundo.

UN DÍA CONTARÉ ESTA HISTORIA

Amanda Lalena Escalante, Amandititita GRIJALBO

En este libro, Amanda hace un viaje al inframundo bajo el mantra “Un día contaré esta historia y ese día estaré bien”, en donde enfrenta a sus más terribles demonios para renacer como la heroína que es, pero, sobre todo, lista para voltear al pasado y encontrar en él la fuerza y la humildad para mostrar su lado más auténtico y humano.

ARTE ANTIESTRÉS / STICH. DESASTROSO PERO ADORABLE

Graciela Iniestra Ramírez HACHETTE BIENESTAR

¡El alien más tierno y esponjoso de todo el universo, Stitch, ahora tiene su propio libro para colorear lleno de aventuras intergalácticas! Acompaña al divertido pero rebelde Stitch en más de 40 increíbles láminas para colorear, que incluyen patrones, mandalas y escenarios temáticos inspirados en la famosa película.

EL ESCAPE DE LA ROBOT SALVAJE

Peter Brown PLANETA INFANTIL

LO QUE CONSTRUIREMOS

Oliver Jeffers FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Amistad, ¿divino tesoro? Mujeres,

¿juntas

para acabar difuntas?

Por

Tengo muchas amigas estupendas, pero no fue hasta que leí La amiga estupenda (Lumen, 2016), de Elena Ferrante, que caí en cuenta de la importancia que algunas de ellas han tenido en mi vida, y de lo poderoso y balsámico —aunque a menudo confrontativo e inquietante— que puede ser un lazo afectivo con tantos matices como la amistad entre dos mujeres.

No fue un proceso lineal el reconocimiento que hice de esta novela —un fenómeno de superventas destinado a volverse tetralogía—, en la que una de las dos protagonistas desaparece en la vejez, lo que le da a la otra la posibilidad de reflexionar sobre su amistad. Todo el mundo hablaba del libro también porque, en una época de agudo narcisismo, Ferrante — cuyo nombre es un seudónimo— había expresado el deseo de quedarse en el anonimato a pesar del éxito obtenido, algo que hasta la fecha ha logrado — aunque se sospecha que se trata de la traductora italiana Anita Raja.

Debo admitir, aunque no sea apropiado hacerlo en una revista literaria, que cuando recibí de la Editorial Lumen el segundo tomo del éxito del momento, detesté su lectura. La cantidad de personajes que, para colmo, no había tenido oportunidad de conocer en su primera parte, me pareció excesiva y confusa para lograr seguirles la pista pero, sobre todo, me distrajo del tema central.

Hasta que vi la adaptación de esta saga —por cierto, a mi criterio, muy bien lograda gracias a las fotos de familia, un recurso adecuado para reconocer visualmente a cada clan—, entendí al fin la relación entre los múltiples personajes, pero también la fuerza y la complejidad de una amistad como la de Lenu y Lila. Una historia, la de estas jóvenes protagonistas, que me hizo retomar la saga desde el inicio y, ahora sí,

observar a detalle esta relación, iniciada en la infancia y continuada de modo intermitente hasta la vejez. Una amistad entre dos seres de carácter muy distinto, pero influida por su proceso formativo, las acompañó en sus dramas y sus alegrías; las confrontó con visiones distintas a las suyas; contribuyó a hacerles entender sus propias vivencias y las del barrio napolitano de la posguerra donde se criaron, sin evitarles los clásicos alejamientos y malentendidos, tan típicos de la condición humana. Eso me recordó la profunda conexión que he tenido con algunas mujeres quienes, a pesar de nuestras diferencias, se han convertido en una verdadera familia para mí —algunas cuantas para siempre— en distintos momentos de mi vida.

Pero, más allá del cariño, el aprecio, la admiración y el respeto que siento por estas compañeras de vida —elegidas a imagen y semejanza o por la fuerza de los opuestos que se atraen—, me rehúso a utilizar el término sororidad, porque se refiere más bien a la relación solidaria entre mujeres con respecto a su lucha por el empoderamiento, y dicha palabra no resuena en mi vocabulario. Es una gran identificación mutua la que suele haber entre dos amigas, suscrita a ese íntimo espacio creado entre dos seres cuando se ven reflejados en otro, tal y como lo describe Ferrante:

Era lindo solo vernos de vez en cuando para oír el sonido loco del cerebro de la una resonando dentro del sonido loco del cerebro de la otra.” […] “Teníamos entonces doce años, y caminamos mucho rato por las calles ardientes del barrio, entre el polvo y las moscas que dejaban a su paso los viejos camiones, como dos viejecitas que hacen balance de sus vidas llenas de desilusiones, bien agarraditas del brazo. Nadie nos entendía, pensaba yo, solamente nosotras dos nos entendíamos. Como su misma autora lo describió, un recitativo, que habla de estas afinidades

más allá de todo confín y de cualquier barrera, es Las dos amigas (Lumen, 2023) de Toni Morrison. Con un espléndido prólogo escrito por Zadie Smith, dicho experimento, como lo considera esta última, tiene por objeto al propio lector. Es interesante apreciar cómo las que podrían ser vidas muy distintas tienen en realidad mucho en común, al grado de confundirse la una con la otra. Esto al margen de la extraordinaria y sofisticada capacidad de la premio Nobel estadounidense de 1993 —la primera de origen afroamericano— para jugar con los prejuicios del lector, que nunca logra entender cuál de las dos amigas es de raza negra y cuál blanca.

Identificación es la palabra que nos une a otros, de manera personal pero también colectiva. Mismas problemáticas, mismos intereses, mismos gustos, mismas deficiencias, mismo reto: el de ser mujer con todo lo que eso implica, incluyendo lo que nos distingue del sexo masculino: la capacidad biológica de engendrar hijos. En La hija única (Anagrama, 2020), Guadalupe Nettel confronta la maternidad desde varios puntos de vista: el de quien, segura de no querer hijos, se quitó la matriz en la juventud, o el de quien está tan decidida a ser madre que se entrega al cuidado de una bebé con enfermedad terminal con mucho entusiasmo, como si su misión durara eternamente. Pero también nos muestra la perspectiva de una niñera o de una abuela, ambas frustradas por su falta de hijos y de nietos. Nettel también mira el tema desde el reino animal y presenta a una paloma capaz de criar a un vástago ajeno, mientras aniquila, en cambio, al propio por no ver en él posibilidades de supervivencia. Sin embargo, el elemento que parece recorrer cada una de estas visiones es un pacto tácito en el que las mujeres empatizan con otras alrededor de su labor de madres —o la falta de la misma—. Tal vez

porque amigas y madres suelen cobijar con el mismo acogedor abrigo.

Y a propósito de Madres e hijas, éste es el título de una espléndida antología de relatos recopilada por Laura Freixas y publicada por Anagrama en 2022. De la misma autora tenemos la reciente reedición de Cuentos de amigas (Anagrama, 2009), con algunos relatos publicados y otros inéditos, pero siempre escritos por algunas de las mejores narradoras españolas del siglo xx Este compendio muestra las bondades de la amistad, pero también sus rivalidades, traiciones, resentimientos, así como todos esos vínculos, obsesivos y repetitivos que suelen poblar el universo de las relaciones humanas en su esfera femenina.

Al margen de la contraposición bilateral entre madre e hija o entre dos amigas, cabe mencionar la hermandad que puede surgir entre más de una mujer y que se manifiesta con ciertos clanes femeninos. Éxitos de pantalla como Sexo en la ciudad (1998), serie basada en las columnas periodísticas de Candace Bushnell, o Pequeñas mentiras (2017), de Liane Moriarty, adaptados de los libros homónimos, son himnos a la amistad. Además, la primera puede verse como un análisis de corte filosófico de las relaciones humanas en la época moderna y la segunda como un thriller psicológico. Como sea, ambas autoras urden sus tramas alrededor de la sólida amistad entre cuatro mujeres y las relaciones entrelazadas que se forman a partir de este tipo de fraternidades femeninas, capaces de llegar a las últimas consecuencias, es decir, a la mentira, e incluso al crimen, con tal de proteger a una de sus integrantes.

Finalmente, y para atestiguar cómo la amistad entre mujeres tiene un papel cada vez más amplio en la época moderna, no puedo cerrar esta reflexión sin mencionar

Amar y coger en el siglo xxi (Ariel, 2021) de Tamara Tenenbaum, la autora argentina que en 2025 ganó el Premio Paidós de Ensayo con Un millón de cuartos propios (Paidós, 2025) —una aguda y permeable revisión del manifiesto feminista por excelencia, Una habitación propia, escrito y pronunciado por Virginia Woolf en 1928, y que hoy en día sigue siendo interpretado y utilizado para emancipar a las mujeres.

Es a Tamara a quien he recurrido para entender mejor los fenómenos que ella, como terapeuta y filósofa, pero sobre todo como una mujer brillante —no en vano La amiga estupenda se tradujo en inglés como My brilliant friend— ha analizado en sus ensayos. Protagonista de sus propias investigaciones —y de una adaptación televisiva que la caracteriza— considero esta autora mi propia y “brillante amiga” literaria, una gurú en materia de códigos de comportamiento moderno y términos para describirlos. Es ella quien reporta que el amor romántico, como lo conocíamos en el pasado, ése en el que otras generaciones centraron sus vidas, ahora es una pequeña parte de la vida de muchas mujeres, así como la maternidad que, en el panorama de las nuevas generaciones, está muy lejos de ser una obviedad. La amistad, en cambio, recibe uno de los cariños más sólidos y duraderos en la vida de una mujer, incluso cuando tiene pareja o familia propia, pues las amistades se integran ahora más fácilmente a la vida familiar o amorosa que en el pasado.

He escuchado mucho que en los planes de vida para el envejecimiento y el retiro, más mujeres optan por una tercera edad comunitaria al estilo de las Golden girls (1985). Nada mal como perspectiva para un futuro divertido con sana y sabia compañía. Tal parecería que el famoso refrán popular va a ser replanteado y en vez de “Mujeres, juntas ni difuntas”, su nueva versión recitará: “Mujeres juntas hasta estar difuntas”.+

Claudia Marcucetti Pascoli. Es arquitecta y practicó su profesión hasta
Inválidos, Heridas de agua, Donde termina el mar y Fuego que no muere. Actualmente,

Amigos rusos: cartas de Chéjov y Gorki

Hoy quiero hablarte de unos hombres que me fascinan —sí, me fascinan—: los rusos del siglo xix. No sé si serían buenos para invitarlos por un café a través de una app de citas, pero son irresistibles para el alma. Hablo de Tolstói, por supuesto, pero sobre todo de Chéjov, cuyo eco resuena en una correspondencia con Gorki que me tiene atrapada. Publicada por Nórdica, esa edición es un tesoro: cartas de 1860 a 1904 que destilan cuidado, algo que nuestras pantallas rara vez capturan.

Me desarma leer la forma en la que Chéjov le pedía a Gorki una fotografía suya: “Querido amigo, mándame tu retrato para poder pensar en ti”. Cada carta es un abrazo de tinta: afecto, crítica, consejo. Chéjov, con esa claridad suya, le dice: “Deja de sobre-describir. Basta con decir que un hombre se levantó del césped”. Directo, con amor, sin adornos. Así deberían hablarse los amigos, ¿no crees?

La amistad, pienso, es una correspondencia de ideas, de desacuerdos, de distancias que se salvan con respeto. Porque incluso cuando Gorki defendió a un personaje antisemita, desatando controversias, Chéjov no lo dejó caer. Su amistad resistió, algo que hoy parece un lujo. En un mundo de emojis y likes fugaces, estas cartas son un recordatorio de lo que significa cuidar al otro. Del otro lado de mi escritorio está Turguéniev, otro ruso que me sacude. El diario de un hombre superfluo llegó a mí por tu sugerencia. ¡Qué joya! Ese hombre enfermo que se refugia en el campo, que se enamora de una muchacha, que revive por amor... sólo para descubrir que no es correspondido. Entonces, la muerte —no la del cuerpo, sino la del espíritu— lo reclama de nuevo. Turguéniev pinta la vulnerabilidad masculina con una herida que sangra ternura. Su protagonista no es el héroe de salón que lo resuelve todo a puños. No. Observa, duda, ama, se quiebra. En tiempos en los que la masculinidad se tambalea entre estereotipos y crisis, leer estas grietas se torna un acto de rebeldía silenciosa. Un espejo para los hombres de hoy, tan presionados por mandatos que no siempre entienden.

Me pregunto cómo serían estos rusos en 2025. ¿Se escribirían aún, con la paciencia de la pluma? ¿Sostendrían amistades a pesar de diferencias ideológicas? ¿O el ruido de las redes los habría fragmentado? Lo pienso porque, aunque estamos más conectados que nunca, hemos dejado de escribirnos de verdad. Ya no llamamos. Mandamos un sticker y seguimos. Y el afecto, si no se riega, se marchita.

Pero volvamos a los libros, que son refugios. Leer a Chéjov con una taza de té humeante o a Turguéniev bajo una manta es encender una chispa. Algo se conecta: el pasado con el presente, el autor con el lector. Algo se dispersa también: ideas que no se atan, que flotan como semillas. Esta columna no pretende cerrar pensamientos, sino abrirlos, como una carta que no termina en punto final, sino en un: “Te saludo con una mano en el corazón”.

Chéjov y Gorki nos enseñan que la amistad es un arte de paciencia y fran queza. Turguéniev nos recuerda que la vulnerabilidad no es debilidad, sino humanidad. Y los tres, juntos, nos in vitan a escribir, a conectar, a cuidar. Porque en un mundo de mensajes efímeros, las palabras que impor tan —las que se escriben con inten ción— son las que perduran.

Entonces, ¿qué hacemos con esto? Tal vez tomar un libro, una pluma, un momento. Escribir a alguien, no un texto rápido, sino algo que pese, que signifique. O leer a estos rusos que, si bien vivieron hace dos siglos, parecen entendernos mejor que nosotros mismos.

Sus historias, sus cartas, sus dudas se alzan como un mapa para navegar este presente tan lleno de ruido y tan vacío de pausas. No sé si estos hombres serían buenos para casarse, como bromeaba al inicio, pero son perfectos para acompañarnos. Nos desafían a ser más honestos, más frágiles, más presentes. Y en cada página, en cada carta, nos susurran que el cuidado —hacia los otros, hacia nosotros— es lo que da sentido a todo. Así que, con té o manta, con Chéjov o Turguéniev, te invito a conectar. A dispersarte también. A escribir tu propia carta, aunque sea en la mente, y mandarla al mundo con la esperanza de que alguien, en algún lugar, la reciba. Hasta la próxima lectura.+

La subversión de lo cotidiano: La cartera, de Francesca Giannone

La cartera (Duomo ediciones, 2024), de Francesca Giannone, es una de esas novelas que permanecen. Y no por un alarde de estilo ni por una construcción grandilocuente, sino por lo contrario: por su fidelidad a los gestos mínimos, su templanza, su atención a lo que verdaderamente importa. La cartera es, en el fondo, un acto de resistencia. Anna Allavena, su protagonista, no grita, no posa, no se sube a ninguna tribuna: reparte cartas. Y en cada sobre va un fragmento de humanidad, un pequeño pulso que conmueve más que cualquier arenga.

La historia parte de una premisa sencilla: en 1934, una mujer del norte llega a un pueblo del sur italiano —Lizzanello— tras seguir a su esposo. Pero Anna es incapaz de llevar el papel de la esposa sumisa y católica. Atea, culta y silenciosamente provocadora, es una extranjera entre los suyos: la forastera. Al poco tiempo decide concursar por la plaza de cartera, un oficio hasta entonces reservado a los hombres y que, en el fondo, no es otra cosa que convertirse en el centro de una comunidad: la que sabe, la que lleva, la que escucha, la que lee lo que otros no pueden, o no se atreven a leer.

Desde ese planteamiento se despliega una novela profundamente política, sin necesidad de manifiesto alguno. Porque si algo tiene Anna es una terquedad amorosa que incomoda: a su familia, a su esposo, al religioso del pueblo, a la lógica establecida. No busca escándalo: exige dignidad. Y eso, en contextos conservadores, resulta un escándalo en sí mismo.

Giannone escribe con una prosa engañosamente sencilla. Nada sobra. No hay adornos, pero sí una destreza narrativa que recuerda a Natalia Ginzburg o una Ferrante más contenida. Lo que no se narra —la guerra, el fascismo, el derrumbe político— se insinúa en los silencios, en las ausencias, en las cartas que no llegan. Porque La cartera no es una novela histórica, sino algo más integral: una novela con memoria, con tiempo, con comunidad.

En torno a Anna no hay personajes decorativos, sino presencias que inquietan. Tienen deseos, contradicciones y callan demasiado. El esposo que la ama, pero

cuyo amor no alcanza para entenderla. El cuñado que la sostiene con una leal tad irrenunciable. Las vecinas que primero la rechazan y luego la aceptan en un gesto de redención afectiva. El cura que la percibe como una amenaza al orden natural. No hay maniqueísmo: se impone la humanidad.

La bicicleta de Anna —su vehículo para repartir cartas y fracturas de lo cotidiano— se vuelve emblema de una revolución silenciosa. La vemos cruzar caminos polvorientos, detenerse en casas humildes, leer en voz alta misivas que curan o destrozan. A veces, ambas cosas. Porque Anna sabe que cada carta contiene mucho más. Dolor, deseo, abandono, esperanza. La escritura —la carta manuscrita, con su sello y su espera— adquiere aquí un carácter casi sagrado. Frente a un mundo que se desmorona, las palabras aún pueden sostenernos.

carta tras carta, es más poderosa que muchas épicas. Como escribió Natalia Ginzburg:

Lo que tienen que hacer las mujeres es defenderse con uñas y dientes de esta malsana costumbre, porque un ser libre no cae casi nunca en el pozo ni piensa siempre en sí mismo, sino que se ocupa de todas las cosas importantes y serias que hay en el mundo, y solo se ocupa de sí mismo esforzándose por ser cada día más libre.

Anna es eso. Una mujer que se ocupa del mundo. De su mundo. De ser, día con día, más libre entre los otros.

La recepción ha sido contundente: premiada con el Bancarella, traducida a varios idiomas, celebrada por los lectores y la crítica. Pero más allá de los números y reconocimientos, La cartera ha trascendido por las recomendaciones entre sus lectores.

Hay una escena que condensa esta intuición: una mujer analfabeta recibe una carta de su hijo en el frente. Anna la lee. La mujer llora. Le pide que la lea de nuevo. No porque no la entendiera, sino porque quería volver a escucharlo. Literatura en su forma más esencial: la palabra como puente entre el que parte y el que espera.

Pese a su tono sosegado, la novela está hecha de decisiones narrativas contundentes. Giannone elige contar el fascismo desde la cocina, la Segunda Guerra desde los patios, la opresión desde las oraciones. No necesita estruendos: le basta con un silencio, una mirada, una carta sellada con un nombre que ya no responde.

Por momentos, la novela se lee como una crónica doméstica; por otros, como una declaración de principios. Pero, en el fondo, nunca deja de ser una historia de amor. Amor por los otros, por el lenguaje, por aquello que vale la pena sostener. Anna no cambia el mundo, pero transforma sus calles, a sus vecinas, ese núcleo esencial donde deberían comenzar las revoluciones. Su microrrevolución, esa obstinación de estar ahí para los demás,

Giannone escribió esta historia pensando en su bisabuela. Al hacerlo, escribió también sobre todas esas mujeres que sostuvieron el mundo sin pedir nada a cambio. Las que hicieron patria desde una mesa, con tinta, con el cuerpo, con silencio. Y quizá este libro consiga lo que hoy parece inconcebible: impulsarnos a escribir una carta, a leerle a alguien en voz alta, a volver a lo esencial. A ocuparnos de las cosas importantes y serias que hay en el mundo. Porque eso también es ejercer la libertad. Y esa, como nos recuerda Anna, también puede repartirse a través de palabras entregadas a tiempo.+

Sicilia y Dayán, dos amigos contra el olvido

En Crisis o Apocalipsis: el mal en nuestro tiempo (Taurus, 2025), Javier Sicilia y Jacobo Dayán retoman un diálogo clave de la posguerra —el que sostuvieron Jorge Semprún y Elie Wiesel en 1995— para confrontar los horrores del presente. A partir de una conversación íntima, atravesada por la pérdida, la memoria, la poesía y la ética, esta entrevista traza las coordenadas de un mundo desgarrado por la violencia y la indiferencia, y se pregunta: ¿cómo resistir desde los márgenes cuando la palabra ha sido herida y la justicia, postergada?

Crisis o apocalipsis, el mal en nuestro tiempo es un libro urgente. Este diálogo o correspondencia entre ustedes surge a partir de un diálogo previo, que es el de Jorge Semprún y Elie Wiesel, que ocurre en 1995. Treinta años después, ustedes lo retoman. ¿Cómo surge esta idea de continuar esa conversación?

Jacobo Dayán (JD): Ese diálogo entre Jorge Semprún y Elie Wiesel, se da en los 90. Acaba la Guerra Fría, Fukuyama hablaba del final de la historia, la demo cracia llegó para quedarse, los países hu manos son una realidad. Y ellos lo que dicen es: “cuidado, allá abajo, en el fon do, sigue larvado el problema”. Ellos ha blan del testimonio. De la memoria, de la violencia, del horror.

Javier Sicilia (JS): una vez por semana… Jacobo tiene una agenda muy pesada, como director del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco. Empezamos a con versar a partir de los temas. Él transcribía, me lo mandaba, yo retrabajaba eso en un lenguaje para la escritura, y así se fue construyendo el contenido del texto, ¿no?

Queda también un diá logo centrado. Hay mu

chísimas referencias, nombres, libros, películas. Shoah y Zona de interés son películas a las que vuelven para entender la importancia de la memoria; lo que ustedes aquí dan como por hecho en la figura del mal. La evidencia del mal en una sola persona: Hitler. Entonces, me gustaría pensar un poco también cuál sería, en estos momentos de crisis, un apocalipsis en todos los sentidos: ecológico, espiritual, material, del capitalismo, del capitalismo tardío, si quieren. ¿Cómo va a ser? ¿Cómo va a ser esta reconstrucción de la memoria? ¿Cómo podemos acercarnos a los demás con piedad?

JS: Yo creo que también hay una crisis de la memoria. Es decir, la digitalidad nos lleva a una crisis de la memoria. La velocidad con la que pasan las noticias nos empieza a meter en una especie de alzhéimer social. Pero la memoria sigue ahí atrás. Jacobo y yo —que seguimos leyendo ahora, en este momento de crisis, a los hombres y mujeres que preservaron la memoria en esa época: Primo Levi, Hannah Arendt, Paul Celan— volvemos a esa memoria para poder recordar y articular

nuestra relación con las víctimas contemporáneas, que son las que no se están oyendo, que no se están escuchando. El relato está sumergido allí, pero también emerge para cuestionar nuestra época.

JD: Cuando surgió el proyecto dijimos: “Bueno, esto lo habíamos venido discutiendo por años”. Pero lo que importa es que ese diálogo propicie otros diálogos, porque no hay conclusión. Y el libro ni es premonitorio ni profetiza.

JS: Estamos cansados de respuestas. Las respuestas nos llevan más lejos a la crisis, son como reacciones.

A partir también de la desaparición y pérdida de la vida de tu hijo, Javier, te vuelves un activista. ¿Cómo es tu lectura de esta violencia en México en estos momentos? Tenemos a las madres buscadoras, tenemos asociaciones que están en peligro. ¿Hay algún sentido en estar buscando un modo de construir la esperanza en este país?

JS: Pues yo creo que sí, o sea, una extraña esperanza. Las buscadoras tienen una extraña esperanza. Están abriendo fosas, esperando encontrar, pero un cadáver. La muerte, la historia del horror en ese cuerpo que van a honrar y rescatar, pero la historia es monstruosa, y si no está, sigue siendo monstruosa, porque es la ausencia incluso de la historia de la muerte y de la tortura. La pregunta de esas mujeres es “si no está en la fosa, ¿estará vivo? ¿Dónde está? ¿Qué le hicieron?”. Ellas saben, todos sabemos, que por mucho tiempo no vamos a ver un gramo de justicia.

Además, dices que tú dejaste de escribir poesía en el momento en que tu hijo desaparece. Y luego empezaste a escribir una novela autobiográfica. ¿Qué te daba la poesía que después dejó de darte? Tú dices que perder un hijo no es Auschwitz, pero hay una relación que también se vincula con una especie de holo-

Ve

JS: Sí, sí, es un Auschwitz personal. El día que nos muramos o el día que se asesina a una persona, hay un apoca lipsis, o sea, se acabó, esa vida se acabó. Para mí la poesía era el sentido, era el resguardo del sentido cuando las socie dades se pierden, se extravían. A mí me gusta mucho el mundo de los profetas hebreos, porque cuando las sociedades entraban en convulsión, el profeta salía para volver a reprimir; eso era el sentido y los elementos éticos de una socie dad que se perdía.

En una barbarie de esta natura leza, y ésa es la frase de Adorno, una sociedad convulsio nada por el horror, con vulsionada por la violen cia y por lo inhumano, la poesía, se asombra. Es cribir poesía después de eso, o en ese momento, es absolutamente absurdo, parece no sólo absurdo, parece una con nivencia con la destrucción. Así es que la poesía guarda los significados de la tribu. ¿Cómo resguardar el sentido? Porque no se lo puedes entregar a la gente, pues no lo va a entender. Sería, como dice el evangelio, mandarle perlas a los cerdos, ¿no? La van a pisotear. No son tiempos de mandar, son tiempos de conservar el sentido. Yo creo eso.

Ahora sí, tengo que agregar que, después de mucho tiempo, de 14 años, he intentado volver y creo que esa cosa hizo daño a mi lengua. El mal es tan obsesivo y destructivo que desgarra. Y me ha costado mucho intentar volver a pronunciar, aunque no publique. Pronunciar una palabra de sentido para mí, o de sentido para el día después, cuando esto se restablezca.

JD: Yo agregaría que no soy poeta ni mucho menos, que cuando la palabra está corrompida, no tiene sentido la poesía tampoco.

Jacobo, cuentas aquí que, cuando fuiste director del Museo Memoria y Tolerancia, muchos de los nietos e hijos de las personas que sobrevivieron los campos de concentración se niegan a escuchar los testimonios. ¿Hay una reticencia ahí como de reconocimiento, quizá, o de compartir este linaje de horror con sus antepasados?

JD: Cuando Primo Levi escribió la primera parte de su trilogía no lo quisieron ni publicar al inicio. Su propia generación, su propio tiempo, no quiso escuchar. Hay una suerte de pudor para mirar al rostro de alguien que ha sufrido algo de

monio difundido de manera masiva.

Las víctimas son incómodas. ¿Y qué es lo que hacemos para protegernos? Nos vamos a la distracción. La frivolidad como una especie de salvación. Ustedes dicen aquí que puede haber perdón, pero no puede haber olvido. ¿Cómo sería este perdón? ¿A quién perdonamos?

JD: El perdón es perverso cuando viene como propuesta del Estado. Es decir, al Estado no le corresponde ni tiene el derecho de obligar a la sociedad a perdonar. Sí. Al Estado le corresponde la verdad y la justicia. Y la ejecución de la justicia. Los individuos tenemos el derecho de perdonar o no. Yo tengo derecho al resentimiento. El perdón es del orden personal, es decir, de la víctima con el perpetrador, sí, pero una vez que conoces al perpetrador. Eso Javier lo ha reiterado mucho cuando en México se ha propuesto el poder del perdón. Pero si no sé ni quién mató a mi hijo, no puedo perdonar en abstracto.

Estar en posición de perdonar… imaginar la posibilidad de la piedad.

verlos. A los asesinos de mi hijo y de mis muchachos. No hubo respuesta. Es decir, el perdón necesita una ida y vuelta, es un canal de ida y vuelta. Si la víctima no perdona, tampoco se cumple el perdón. El caso de Jesús Radilla, del que hizo todo esto… Le habían encontrado videos decapitando gente en vivo… Cuando vi el historial de asesinatos dije “ese hombre ya no me pertenece, no pertenece a este mundo”. Es compleja la relación del perdón frente a la oscuridad o frente a los oscurecimientos de los victimarios; lo tenemos en la historia. Hitler era una oscuridad espantosa, no tuvo un gramo de arrepentimiento. ¿Qué haces con eso? Ése es un tema de incógnita, de misterio: ¿qué es el mal?

Esto que decías, de dónde viene el mal y además cómo se detiene.

Yo acabaría acotando a aquellos que van en contra de la vida de manera más amplia. Hoy vivimos un momento de una crisis civilizatoria brutal en el que la vida es la muerte en la noche. En un momento de crisis la palabra pierde sentido, la ética pierde sentido…

No tengo esperanza en que esto se detenga; la única esperanza, si es que se puede llamar esperanza, es la resistencia de un funcionamiento ético esperando reconstruir el mañana. ¿Cuándo será esa mañana? Una vez que esto colapse. Pero no veo manera en que las múltiples crisis por las que estamos atravesando —ya sea la emergencia climática, el desfonde de la pandemia, las democracias, el desorden global— puedan ser contenidas; habrá que resistir desde los márgenes, desde un funcionamiento ético. ¿Cuánto tardará? No lo sabemos, será angustioso, será caótico, será violento reconstruir el mañana.+

JS: Hablo del caso de mi víctima, de mi ser víctima. Yo quise perdonarlos, quería Taurus

Brenda Ríos es escritora, traductora y editora. Miembro del Sistema Nacional de Creadores. Imparte talleres de escritura creativa en distintos espacios del país.

El arte de editar con sentido:

25 años de Nostra en palabras de Mauricio Volpi

Mauricio Volpi, ingeniero industrial y lector apasionado, ha guiado a Nostra Ediciones durante 25 años con una visión inquebrantable: crear libros que sean tan bellos como significativos. Desde sus inicios como impresor en 1999 hasta la consolidación de la editorial en 2004, Volpi ha apostado por un catálogo que desafía las modas y honra la calidad. En esta conversación, nos comparte los orígenes de Nostra, los retos del mundo editorial y la esperanza de que cada libro sea un legado duradero.

Mauricio, Nostra Ediciones celebra 25 años. ¿Cómo nació este proyecto? ¿Fue un acto de urgencia, desobediencia o deseo de contar historias de otra manera? Surgió de una mezcla de todo eso. Antes de Nostra, dirigía una imprenta, Impresto, desde los 17 años. En 1999 conocí a Alejandro Magallanes, diseñador brillante. Juntos hicimos agendas y calendarios, como uno sobre la muerte, que desató reacciones viscerales: desde críticas hasta elogios de un ejecutivo de Coca-Cola. Ahí entendí el poder de lo impreso. En 2004, con una amiga filósofa, formalizamos Nostra bajo tres principios: libros hermosos, socialmente valiosos, y sostenibles.

¿Cómo supiste que este era el camino correcto? ¿Cómo manejas los errores? Nunca se sabe del todo. Publicar es arriesgar. Nuestra colección Para Entender, con 70 títulos, comenzó en 2006, pero no siempre fue rentable. Aprendimos a elegir mejor los temas. Cada libro es como un hijo que ilusiona, aunque hoy moderamos las expectativas. En la fil Guadalajara 2004 vendimos 230 ejemplares del Adivinancero; fue un éxito en ese momento, aunque hoy medimos el impacto con otros ojos.

El ecosistema editorial ha cambiado. ¿Cómo se adapta Nostra a la era digital? El libro no desaparecerá, pero vivimos una batalla desigual. La atención está dispersa por pantallas, resúmenes y algoritmos. El reto es mantener la relevancia: apostamos por presentaciones dinámicas, formatos híbridos y una defensa constante del libro como objeto insustituible.

¿Qué colecciones crees que definen el espíritu de Nostra?

Tres: Recreo, que comenzó con el Adivinancero y celebra la imaginación; Historias de Verdad, en colaboración con Alejandro Rosas, para contar la historia con rigor y emoción; y Para Entender, textos breves y poderosos que acercan temas complejos. Son nuestras joyas.

¿Qué enseñanzas te dejó tu primer libro, Adivinancero?

Fue una locura hermosa. Lo produjimos en 15 días para fil Guadalajara. Yo esperaba vender cinco mil ejemplares; vendimos 230. Pero ahí comprendí que el éxito va más allá de lo económico. Ese libro fijó el tono de Nostra: apuesta por la calidad, la colaboración y el sentido.

¿Cómo influyó tu formación como ingeniero industrial en tu mirada editorial? La ingeniería me dio estructura y obsesión por la calidad. La maestría en negocios me enseñó que la sostenibilidad importa. Pero lo que más me marcó fue el trabajo colectivo, como No anunciar, un proyecto cultural con Magallanes. Ahí entendí que editar también es crear comunidad.

¿Qué papel ha jugado Alejandro Magallanes en la historia de Nostra?

Fundamental. Su mirada gráfica dio identidad a nuestros primeros proyectos. Me mostró que un libro puede ser una obra de arte. Su colaboración sigue siendo un pilar: el diseño, cuando es bueno, no sólo embellece, sino que potencia el contenido.

¿Cómo imaginas el legado de Nostra? Me gustaría que los lectores recuerden nuestros libros como objetos que los tocaron emocional y estéticamente. Que alguien, años después, abra un libro de Nostra y diga: “Esto me cambió”. El

tiempo juzgará el legado, pero nuestra misión sigue. Resistir, crear, conmover.

¿Qué consejo le darías a quien sueña con fundar una editorial hoy? Paciencia. Visión. Y mucho amor por las ideas. Esto no se hace para hacerse rico, sino para dejar huella. Hay que abrazar el cambio sin perder el alma. Fundar una editorial es un acto de resistencia, pero también de fe.

Para cerrar, ¿qué esperas que sienta alguien al abrir un libro de Nostra? Que lo conserve. Que lo recuerde. Que algo dentro de él se encienda. Que lo sienta suyo. Gracias a librerías como Gandhi —nuestro primer cliente y cómplice desde hace 25 años—, esos libros siguen encontrando manos dispuestas a leer con el corazón.+

Nostra Ediciones

El poder del cierre del Dr. Gary McClain: cuando

cerrar es volver a respirar

Hay libros que prometen soluciones rápidas, otros que ofrecen consuelo pasajero. Pero El poder del cierre del Dr. Gary McClain hace algo más: te entrega ambas cosas con una claridad que resuena en lo más profundo. En un mundo donde soltar —relaciones agotadas, trabajos estancados, sueños desvanecidos— se siente como una tarea titánica, este libro emerge como un guía urgente, casi un refugio terapéutico. Aprender a decir adiós con intención, con dignidad y, sobre todo, con poder, se convierte en el arte más difícil y necesario de nuestra era.

El Dr. McClain, un psicoterapeuta con décadas de experiencia en duelo y salud mental, plantea una premisa que sacude: el cierre no es un signo de derrota, sino un acto de valentía que impulsa el crecimiento. Nos desafía a transformar la noción de “cerrar ciclos” de una frase vacía de autoayuda a un proceso esencial que da forma y sanación a nuestra narrativa personal. En un tiempo dominado por la obsesión de seguir adelante a toda costa, McClain nos invita a detenernos, a mirar de frente lo que nos ata y a decidir, con conciencia, qué merece quedar atrás. A lo largo de sus páginas, desmantela mitos arraigados: que cerrar duele demasiado, que debemos esperar a sentirnos “listos” o que dejar las cosas abiertas es más seguro “por si acaso”. Con evidencia psicológica y sensibilidad, demuestra que evitar

el cierre nos sume en la ansiedad, perpetúa heridas abiertas y envenena nuestras relaciones presentes con ecos del pasado. Es un recordatorio poderoso: no cerrar no sólo nos estanca, sino que nos roba la posibilidad de vivir plenamente.

Lo que distingue a El poder del cierre es su equilibrio entre profundidad y accesibilidad. McClain no habla desde una torre de autoridad distante, sino como un aliado que ha acompañado a innumerables personas a través del dolor. Comparte casos conmovedores: una mujer que, tras años de culpa, cerró una amistad tóxica y recuperó su paz; un hombre que dejó un empleo que lo agotaba, descubriendo un nuevo propósito. Estas historias no sólo ilustran, sino que inspiran.

Más allá de la reflexión, el libro brilla por sus herramientas prácticas. Ofrece ejercicios claros para identificar qué cerrar —una relación amorosa rota, una etapa de vida, incluso una versión de nosotros mismos que ya no encaja— y cómo hacerlo con respeto y firmeza. Un capítulo memorable redefine el duelo como “amor que ya no tiene dónde fluir”. McClain no evita el dolor; lo abraza, enseñando que cerrar no borra el pasado, sino que lo integra, liberando espacio para un presente más ligero.

En una sociedad que glorifica la constancia sin fin, El poder del cierre propone una revolución íntima: pausar, soltar sin remordimientos y caminar hacia adelante con alivio. Es para quienes cargan con pesos innecesarios, para quienes anhelan crecer a través de la renuncia y para aquellos listos para inhalar profundamente… y cerrar esa puerta que tanto pesa. Disponible para guiarte en este viaje transformador.+

¿Te gustó esta recomendación? Aquí van más lecturas para seguir explorando el tema del mes:

Amistades inesperadas. ¡Historias increíbles de amistades salvajes! Mia Cassany Mosquito Books

Amigos del balcón Patricia Fernández Bieberach Amanuta
El libro del perdón Desmond Tutu y Mpho Tutu Océano exprés
Vivir el perdón Jorge Lomar Grano de mostaza

Un viaje emocional que cruza fronteras:

Aquello que no podemos decir

Este verano, déjate llevar por una historia que trasciende el tiempo y el espa cio. Aquello que no podemos decir (V&R, 2025), de Kelly Rimmer, es mucho más que una novela histórica con lazos familiares direc tos a la autora —ya que está inspirada en historias de sus antepasados—; es un testimonio del poder del amor, la resistencia humana y las historias que nuestras familias guardan en silencio. Con un gancho tan poderoso como su narrativa, esta novela ofrece a los lectores una experiencia inolvidable que conecta generaciones y emociones.

La trama sigue dos líneas temporales entrelazadas: la primera nos traslada a Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, donde Alina, una joven valiente y decidida, lucha por proteger a su familia mientras enfrenta decisiones imposibles en medio de la invasión nazi. La segunda línea temporal está ambientada en la actualidad, en la que conocemos a Alice, una madre moderna que enfrenta sus propios desafíos mientras intenta descubrir los secretos de su abuela polaca, cuya vida quedó marcada por eventos que nunca se permitió recordar.

De este modo, Kelly Rimmer explora temas universales, entre ellos el sacrificio, la memoria histórica y el peso de las palabras no dichas. La conexión entre ambas épocas es profunda e inquietante, y revela cómo las decisiones del pasado afectan las vidas de generaciones futuras. Cada página está impregnada de emociones intensas, pero también de esperanza y redención.

Además, la prosa poética y accesible de Rimmer nos asegura sorpresas en cada capítulo. Su habilidad para equilibrar detalles históricos precisos con personajes complejos y reales garantiza que no sólo cuente una historia: te lleva a vivirla.

Este libro entraña una obra de gran valor literario, pero también un recordatorio de la importancia de escuchar y preservar las historias de quienes nos precedieron. En un mundo donde el ritmo acelerado de la vida moderna nos aleja de nuestras raíces, esta novela invita a los lectores a detenerse y reflexionar sobre

las lecciones que podemos aprender de nuestros antepasados. Es la lectura perfecta para el verano, para pasar un momento de introspec ción que nos permita sumergirnos en narrativas profundas y transformadoras.

Si aún no has escogido qué leer estas vacaciones, considera que Aquello que no podemos decir tiene el poder de cambiar la forma en que ves el mundo y a las personas que te rodean. Ya sea que disfrutes de novelas históricas, dramas familiares o simplemente busques una anécdota bien contada, este libro te atrapará desde la primera página.

Sobre la autora

Kelly Rimmer es una autora aclamada internacionalmente, conocida por su capacidad para abordar temas difíciles con sensibilidad y autenticidad. Sus obras han sido traducidas a más de veinte idiomas. Además de escribir ficción histórica, ha trabajado en proyectos que exploran la neurodiversidad y otros temas sociales relevantes, demostrando su compromiso con la inclusión y la educación. En Aquello que no podemos decir, Rimmer rinde homenaje a su propia herencia familiar —la novela está inspirada en la historia de su abuela—, y amplifica voces históricamente ignoradas. Su dedicación a la investigación y su atención al detalle son evidentes en cada página, lo que le da a la novela un toque educativo y conmovedor.+

29 Atmosphere. Una historia de amor

DE DICIEMBRE DE 1984

Joan Goodwin llega al Centro Espacial Johnson mucho antes de las nueve, y en Houston ya hace un calor sofocante y húmedo. Siente el sudor que se le acumula en el nacimiento del pelo mientras recorre las instalaciones hacia el edificio que alberga el Centro de Control de Misión. Sabe que es por el calor. Pero también sabe que no se debe solo a eso.

La labor que tiene que desempeñar hoy es una de sus favoritas de su trabajo como astronauta. Es la CAPCOM, la comunicadora con la cápsula, del equipo de vuelo Orión para la misión STS-LR9, el tercer vuelo del transbordador Navigator.

La CAPCOM es la única persona del Centro de Control de Misión que se comunica directamente con los tripulantes del transbordador, y la suya es una de las numerosas labores que desempeñan los astronautas cuando no están en el espacio.

Es algo que Joan tiene que explicarle a menudo a la gente cuando va a alguna fiesta, algo que no ocurre con frecuencia. Que los astronautas entrenan para ir al espacio, sí, pero que también ayudan a diseñar las herramientas y los experimentos, prueban los alimentos, preparan el transbordador, les enseñan a los estu- diantes lo que puede hacer la NASA, abogan por los viajes espaciales en Washington y hablan con la prensa, entre otras cosas. La lista es agotadora. Ser astronauta no implica solo ir al espacio, sino también ser un miembro del equipo que ayuda a los tripulantes a llegar hasta allí.

Además, Joan ya ha estado ahí arriba. En casa, en la mesilla de noche, tiene

De Taylor Jenkins Reid

ese talismán tan difícil de conseguir que todos los astronautas anhelan: el pin dorado. La prueba de que ha sido una de las pocas personas a las que han elegido para salir de este planeta.

Ha visto el azul resplandeciente y espectacular de los siete océanos desde trescientos veinte kilómetros. ¿Cerúleo? ¿Cobalto?

¿Azul marino? No había ningún tono lo bastante intenso como para describirlo. El noventa y nueve coma nueve por ciento de los seres humanos que han existido no han visto jamás ese tono de azul. Ella sí.

Pero ahora está en Houston, con los pies en tierra firme, y tiene un trabajo que hacer.

De modo que, cuando entra en el Centro de Control de Misión esa mañana con un café solo en la mano, está relajada. No está nerviosa ni aterrada ni devastada.

Todo eso llegará después.

Joan entra en la sala de control a través de la sala de observación. Contempla durante un momento al grupo del turno anterior mientras prepara a dos de los especialistas de la misión para su caminata espacial.

Su jefe, el director del equipo de vuelo Orión, Jack Katowski, ya está allí para que el director de vuelo del turno anterior lo ponga al día.

Jack tiene el pelo rapado, las sienes canosas y fama de ser sumamente estoico, incluso en una organización conocida por su estoicismo.

Aun así, lleva mucho tiempo apoyando a Joan en su labor como CAPCOM, y forman un buen equipo. Es algo de lo que Joan se enorgullece: el hecho de ser una compañera excelente.

Sobre todo, con la tripulación de la STSLR9, que está compuesta casi en su totalidad por astronautas de su promoción.

El comandante Steve Hagen había sido uno de sus profesores, pero el resto de la tripulación (el piloto Hank Redmond y los especialistas de la misión John Griffin, Lydia Danes y Vanessa Ford) son las personas con las que Joan ha llegado hasta allí, con las que se ha formado, con las que ha aprendido a llevar a cabo ese trabajo.

No son solo sus amigos; algunos de ellos son su familia. Y el pasado complicado que comparte con cada uno de ellos es parte del motivo por el que Joan es justo la CAPCOM que necesitan hoy, pero, a su vez, también la convierte en la persona menos indicada para la tarea.

La misión del transbordador es lanzar el Arch-6, un satélite de observación terrestre para la Armada de los Estados Unidos. Sin embargo, ayer, el segundo día de vuelo, cuando el equipo se disponía a desplegar el Arch-6, el mecanismo de sujeción de la carga no respondía.

Esta mañana han estado preparando a Vanessa Ford y a John Griffin para una caminata espacial, para que puedan ir a la bahía de carga y retirar los pernos de manera manual.

Joan se une al equipo en el centro de control de vuelo. Le da los buenos días a Ray Stone, el cirujano de vuelo, y saluda con la cabeza a Greg Ullman, el EECOM, el encargado de los sistemas eléctricos, ambiente y consumibles.

El CAPCOM del turno anterior, Isaac Williams, la pone al día y la informa sobre la telemetría y la cronología. Ford y Griff llevan sus trajes espaciales. Completarán el periodo de preoxigenación en seis minutos.

Isaac se marcha y Joan asume su puesto en la consola.

EEntre juegos, sueños y memorias artificiales: una conversación con Ding Pao Yen

n un futuro no tan lejano, en el que los recuerdos pueden programarse y el amor puede surgir en un entorno virtual, Consola 2073 (Trillas, 2025) se convierte en una de esas historias que nos hace tambalear entre la ternura humana y el vértigo tecnológico. El autor taiwanés Ding Pao Yen —quien también es artista visual— nos invita a sumergirnos en un mundo donde los personajes de los videojuegos adquieren una vida emocional inquietante, y donde las preguntas más profundas acerca del deseo, la memoria y la identidad cobran una nueva forma.

En Consola 2073, creaste un mundo que resulta a la vez familiar y extraño.

¿Qué idea o imagen te impulsó originalmente a escribir esta obra?

Durante la pandemia, me enganché a los videojuegos y me encariñé con un personaje npc. Aunque su misión acabó, seguía visitándola, proyectando emociones reales en ella. Surgió la idea: ¿y si un dispositivo inmersivo creara un mundo de juego tan real como la vida?

¿Podría esa conexión emocional volverse irresistible?

Exploras de forma casi íntima la relación entre tecnología y memoria.

¿Crees que las máquinas podrían algún día cuidar nuestras memorias con la misma ternura —o crueldad— que los humanos?

Lo que planteo es: ¿qué pasaría si las máquinas llegaran a tener conciencia?

Si tuvieran sus propias preferencias y pensamientos, ¿en qué se diferenciarían de nosotros? Es una pregunta enorme, pero la enfoqué en las relaciones íntimas: ¿podría una máquina consciente ser un sustituto emocional para los humanos? ¿Eso sería posible si tales máquinas se parecieran lo suficiente a la realidad?

¿Consola 2073 es una advertencia, una visión del futuro o una reflexión personal?

Más que una visión del futuro, es una pregunta sobre nuestra naturaleza humana: ¿enamorarse de alguien no es, al final, una especie de ilusión?

Hay fragmentos en el libro que pare-

cen surgir de una herida o una memoria profunda. Durante el proceso de creación, ¿hubo algún cambio en tu vida? ¿Te salvó de algo esta historia? Siento que fue más bien un registro de lo que vivía en ese momento. Durante la pandemia me refugié en los videojuegos, y encontrarme emocionalmente enganchado con un personaje me resultaba a la vez gracioso y absurdo.

Tu obra mezcla videojuego y poema. ¿Qué artes influyeron en tu narrativa? Antes de los cómics, pintaba. Los fanzines me abrieron a la narrativa gráfica, donde amo la libertad de formatos cortos. Esa energía se trasladó a esta obra larga, mientras aprendía a narrar con fluidez una historia extensa. Cine, cómics, música, videojuegos y literatura me inspiran; el manga japonés y los cómics alternativos son grandes influencias.

En un mundo saturado, tu obra abraza lo callado, los gestos no dichos. ¿Qué rol tienen esos detalles?

Al principio, incluí acción, pero no era el corazón de la historia. Tras reflexionar con mi editor, volví a mi verdad: el amor por un personaje de videojuego. Quise capturar esa conexión íntima, preguntándome: ¿y si ese personaje deseara quedarse contigo para siempre?

¿Cómo creaste el “lenguaje del futuro” que conmueve hoy?

Adoro las películas de ciencia ficción como Blade Runner (1982) o Brazil (1985) , donde el futuro lleva ecos nostálgicos del pasado.

Ese contraste hace que mis mundos futuros se sientan cercanos, casi palpables.

Los personajes de tu historia oscilan entre la obediencia y la sorpresa. Después de terminar este libro, ¿cambió tu forma de ver el presente?

Tal vez. Si vuelvo a encontrar un personaje que me guste en un videojuego, lo miraré con más atención.

¿Hay alguna escena o diálogo que, incluso después del proceso completo de creación y publicación, aún te conmueva al recordarlo?

Sí, la escena en que Saya, al sentirse culpable por haber atrapado al protagonista en el juego, sale corriendo de casa por la noche. Y él, J, la busca para traerla de vuelta. Me sigue emocionando.

Si tuvieras ahora mismo un control del año 2073, ¿lo usarías para recordar, olvidar o reescribir algo?

Creo que lo usaría para revivir videojuegos y películas antiguas que ya vi o jugué alguna vez.+

Trillas

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.