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Foto: Ciro Costantini©

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LA VIDA ES INEXPLICABLE PERO LA MUERTE NO CONTIENE SORPRESAS

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ohn Irving (New Hampshire, 1942) estudió Literatura Inglesa en la Universidad de New Hampshire, y en Iowa fue alumno de Kurt Vonnegut, con quien conservó una fuerte amistad hasta su muerte, algunos años atrás. Entre 1965 y 1967 escribió su primera novela, Libertad para los osos. Con la llegada de El mundo según Garp, en 1976, consiguió fama mundial. La novela Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra le abrió el mundo y le trajo un Oscar por mejor guión, al llevarlo a la pantalla grande. Lo encontramos en Guadalajara varias novelas después con Avenida de los misterios (Tusquets). De aparente rostro duro, John se sienta con una inesperada sonrisa que se esconde fácilmente al hablar de la labor de la escritura y su reciente trabajo: “Cuando veo una historia, cuando empiezo a pensar en una historia por primera vez, frecuentemente imagino que puede ser un guión en vez de una novela, o viceversa. Escribo un poco más, tomo algunas notas, y muy pronto sé que esto no es un guión, que tiene que ser una novela. En catorce novelas no había pasado antes. Era únicamente la historia de lo que le ocurre a Juan Diego y a Lupe cuando tienen catorce y trece años en México, en 1970. Era sólo esa ventana de tiempo. La película siempre comenzaba con el hermano Pepe escuchando acerca de un niño que había aprendido a leer por su propia cuenta, un niño de la basura, que trabajaba en el basurero. Y él va al basurero a ver este ‘milagro’, este niño que se enseñó a sí mismo a leer con los libros que robaba de las fogatas. Por supuesto que el milagro es su

hermana Lupe, pero Pepe no sabe eso al inicio”. Avenida de los misterios necesitó también de un trabajo de investigación, de conocer a las personas, los lugares: poblar la mente con un referente que pudiera darle sentido a la historia, a sus personajes y sus acciones: “El proceso consistió en conocer a las familias, hablar con los niños y que se nos permitiera comprender la historia del basurero: cuándo se podía quemar esto, cuándo ya no se podía quemar aquello, qué tanto, por cuántas horas puede arder la fogata. Todas esas cosas. En India todo fue complicado. En México, el director y yo ya teníamos muchos amigos, e hicimos muchos más. La gente es más cercana. Eran menos detectives que en India. En los circos estuvo bien. En los orfanatos primero sospecharon un poco, antes de que confiaran en nosotros, pero fui muchas veces y los jesuitas ahí eran como los jesuitas de cualquier parte: desconfiados al principio, pero eventualmente lo superamos”. Es curiosa la referencia tan fuerte que guarda el trabajo de John Irving con la creencia religiosa en México y uno de sus principales motores de fe. Fue esto lo que me motivó a preguntarle acerca de su planteamiento de la virgen María: “Lupe es muy sensible; viniendo de donde proviene es muy susceptible a todas estas iglesias donde otras vírgenes tienen más atención que Guadalupe. Ella no obtiene mucha atención en Oaxaca y creo que por eso es que Lupe se autodenomina una niña de Guadalupe, y siente que la virgen está siendo desairada. Claro que cuando llega a la Basílica en la Ciudad de México no lo aprueba tampoco por-

que es muy grande. La hace parecerse mucho a la virgen María. Así que toma las cenizas de su madre y dice: ‘Bien, le llevaremos esto de regreso a la virgen María’. Al final, el monstruo María incluso se gana a Lupe. Termina siendo todo muy católico. Es como muchos jesuitas devotos dirían que todas las vírgenes son realmente la misma virgen. No. No para todos. Y Lupe también tiene la piel oscura, es del sur. Está muy orgullosa de sus raíces indígenas: sus raíces zapotecas y mixtecas. No es tan sólo una niña de Guadalupe. Ella dice: ‘No soy una persona de Cortés, soy una persona de Benito Juárez’, así que tiene una agudeza política. Finalmente no hay que olvidar que María, aunque Juan Diego siempre criticará a la iglesia, le concede el milagro que le permite irse con Flor y el señor Eduardo. Siempre construí la historia de esa forma. Aquí está este niño que ha perdido a su madre, no estamos seguros de quién es su padre, y pierde a su hermana. Le pertenece a los jesuitas, es suyo. Tiene catorce años y las únicas personas que quieren adoptarlo son dos hombres gays”, responde Irving. Hacia el final de la plática nos centramos en los vasos comunicantes que estrechan el cine y la literatura de John Irving. Sentencia seguro acerca del paso siguiente: “En el caso de Avenida de los misterios ya tengo escrito el guión, y lo haremos. Sé que lo haremos”. + Por Yara Sánchez De La Barquera Apoyo editorial y traducción Angie Fajardo


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