Foto: Ciro Costantini©
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Nuestra existencia neuróticamente digital
a sala donde el escritor Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) espera es un lugar cerrado, amueblado por un par de salas y varias macetas que intentan hacer más amena la estadía de la gente que transita por allí en todo momento. Dos puertas y ninguna ventana, pero celulares y computadoras por todos lados. La novela La vida en las ventanas (Alfaguara) hace su reaparición tras catorce años de haber resultado finalista del VI Premio Primavera en Madrid. Con ella Andrés Neuman, quien a tan corta edad guarda un profundo conocimiento de la realidad, reafirma que las condiciones de vida que permeaban entre los jóvenes del naciente milenio, que hoy recorre su segunda década, siguen muy presentes; no se han liquidado, pero tampoco representan un fin de la modernidad: “Efectivamente, La vida en las ventanas trata de explorar qué pasó con nuestra intimidad en este extraño terreno y época de transición en nuestros hábitos analógicos y
nuestra actualidad neuróticamente digital y socializante. Cómo se fue transformando nuestra manera de ocio, de comunicación, y cómo la curiosa aparición del correo electrónico, que es algo que sigue existiendo al fin y al cabo, por un lado creó una inflexión radical en la historia, pero por otro lado nos acercó a los individuos epistolares. Dicho de otro modo: cuando se inventó el teléfono, hace tanto tiempo, estoy seguro que mucha gente pensó que la comunicación epistolar había muerto para siempre; eso quiere decir que hoy estamos más cerca de la gente que se escribía cartas, que hace cincuenta años. Por otro lado, lo que me interesaba no era tanto la minucia tecnológica, porque las redes sociales de hoy, el WhatsApp, dentro de diez años sonarán antiquísimos. Los arquetipos que hay detrás: comunicación, soledad, angustia, rechazo de los otros y necesidad de los otros y el personaje Net, que pertenece a la primera generación de adictos al internet y al correo electrónico, es tratar de pensar qué tipo de juventud fabricaron esos inventos nuevos”.
Neuman, con una sonrisa que no desaparece de su rostro, comenta que a Net, el personaje de la novela, lo visualiza como un Holden Caulfield 2.0, una versión modificada, por su circunstancia de vida, del protagonista de la inmortal novela de J. D. Salinger, El guardián entre el centeno. Ambas novelas hermanadas por tratar de encarnarse en una tradición: “Pensar en esa indignación, esa ira, esa melancolía y ese deseo del personaje [Holden Caulfield], si lo hubiéramos agregado un poquito al internet, ¿qué tipo de individuo hubiese arrojado? Bueno, una posible respuesta es el protagonista de La vida en las ventanas”. Es cierto que los avances tecnológicos atravesaron por una vorágine a lo largo del siglo xx y tuvieron un impacto directo en nuestras vidas, en la forma de comunicarnos y relacionarnos con los otros, en la manera de entender el mundo y explicárnoslo a nosotros mismos. Junto con esos cambios nos vimos inmersos en una contaminación visual que parece devorarse las palabras: “No creo que la