Lee+ 106 "Nostalgia"

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10 ensar en el punto de partida para contar la historia de una vida suele ser complicado. La memoria puede jugar malas bromas y enredar los recuerdos. Además, regresar a ese punto es una tarea no apta para cualquiera. Hay que estar dispuestos a enfrentar tanto episodios agradables como los que no; recordar personas, emociones o anécdotas que puede que no nos lleven a lugares felices, y otras que nos hagan reír a carcajadas. Es un viaje exprés que nos traslada por caminos sorpresivos a un destino conocido. Bárbara Jacobs es una mujer que parece haber viajado por muchos senderos y tener más de un origen; no únicamente el genético, ni la educación multicultural que la formó, sino todos esos orígenes escondidos en las letras, en las palabras, en las páginas de los libros, los propios y ajenos: “Empecé escribiendo un diario alrededor de los doce años y aún lo continúo. Una amiga en la primaria y yo nos contábamos cuentos. Ella quería que yo le contara cuentos crueles y yo quería que ella me contara tiernos. Éramos una combinación rarísima, contrastante. Un buen día decidimos que ya no íbamos a contarnos los cuentos sino que los íbamos a escribir. Primero comencé a escribir porque leer me daba mucho miedo, lo tengo que confesar. A pesar de tener un papá que era un gran lector, una casa llena de libros, a mí me costaba trabajo acercarme a la lectura”. Su primera publicación fue un cuento en un periódico: “Por casualidad se publicó un domingo 5 de julio que era día de elecciones, en 1970, pero también coincidió con que fue el día de mi primera votación. Yo hacía mis reflexiones simbólicas y le daba interpretaciones raras, y dije que fue mi día de elección porque elegí escribir y, bueno, también voté”. Cuando era estudiante de Psicología en la unam, un maestro y amigo de Bárbara, aquel que la recomendó con alguien para que le publicaran ese cuento, le sugirió que tomara un taller literario con Augusto Monterroso: “Lo que aprendí en el taller de Augusto Monterroso lo voy a resumir: aprendí a corregir. Uno tiende a creer que te inspiras y escribes lo que dicte tu inspiración, y en realidad no es así la cosa. Primero inspírate y haz lo que quieras, pero después ponte a corregir, y para corregir hay otro ingrediente muy necesario: la lectura, pero no cualquiera, sino la buena lectura. Si te acostumbras a leer puro buen libro, adquieres varios beneficios. El primero es que aprendes a reconocer lo que está mal escrito, te formas un gusto y un juicio. La lectura, ahora me atrevo a decirlo, es más importante que la escritura”. Bárbara es una eterna enamorada de los libros, habla de ellos con profunda emoción y un brillo en los ojos. Gracias a la idea de una amiga

suya que le propuso dar un taller comenzó a armar un proyecto que terminaría siendo su más reciente publicación, La buena compañía: “La idea la tomé muy en serio. Me aterró porque ella era amiga de muchos tipos de personas, de lectores posibles, pero de profesiones, oficios o quehaceres en la vida muy disímiles; ninguno tenía que ver con la literatura, ninguno era escritor. Me sirvió mucho imaginarme ese conjunto para ir a mis libreros y empezar a escoger los libros que yo creía que podían darle una idea a cualquiera de esas personas de lo que era la literatura. Me tardé muchos años; primero, mi estudio, donde empecé este proyecto, era muy pequeñito, no podía más que amontonar los libros que iba sacando, y si me daban chance podía caminar entre los montoncitos. Tuvieron que cambiar las circunstancias de mi vida para que yo me viera con una fantástica mesa enorme hecha de durmientes,

preciosa, y dije: ‘esta mesa me está dando la indirecta de que aquí es donde tengo que poner mis montoncitos’. Esta mesa clave me la regaló Vicente Rojo”. Al final, en lugar de dar un taller, y ante su renuencia a hablar en público acerca de literatura, Jacobs decidió hacer un libro: “Es un libro que formé a lo largo de muchos años basada en mis lecturas formativas del siglo xx, acomodadas por género literario, con muchos parámetros”. Esto le tomó aproximadamente veinte años, y agrega: “Se colaron otros libros, claro, mis montoncitos fueron variando, sacaba uno y metía otro, variaron mucho, pero los que quedaron son muy sólidos y dan muy bien la idea de lo que es la literatura del siglo xx a lo largo de los géneros. Yo no me dirijo en ese libro a los grandes escritores, me dirijo a este grupo semi imaginario de personas muy capaces o muy deseosas de saber lo que es la literatura; también a los estudiantes, a los jó-


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