Fotos: Diego Alvarez©.
Ve la entrevista en mascultura.mx
ndrés Neuman debutó con poesía y ésa es la razón que nos convoca en esta ocasión: su pasión por este ejercicio de creación, por su poemario Vivir de oído (Almadía, 2017). Neuman se ha ganado el corazón de muchos lectores alrededor del mundo, además del Premio Alfaguara por El viajero del siglo, el Premio Hiperión de Poesía, El premio de la Crítica entre otros. Vive en España, por lo que bromeamos que nuestros encuentros anuales traen a un invitado implacable: un tremendo jet lag. No obstante, nada le quita su lucidez ni su generosidad. Basta con que uno suelte algunas palabras para que él comienza la fiesta. Pero, ¿cómo ocurre en Andrés Neuman la poesía?: “Me gusta que lo plantees en términos de ocurrencia porque es un suceso accidental. Es un accidente que se entrena; si uno no esculpe no le va a suceder una escultura, y si uno no está leyendo y escribiendo poesía con frecuencia, es difícil que te ocurra la poesía. En un nivel más general creo que a todo mundo le ocurre la poesía y no consigue darle forma, tiene que ver con ciertas intuiciones, imágenes, ciertas emociones y conflictos que todo el mundo tiene y que están a punto de ser formulados poéticamente, y que quizá la falta de entrenamiento específico en poesía hace que no generen un poema. Creo que la poesía tiene algo de amortiguador ante cualquier cambio en tu estado, puede ser un acceso de placer, un ataque de miedo, una imagen que te conmueve o simplemente el sonido de una palabra. Soy muy desordenado escribiendo poesía”. Conviene soltarse en la creación poco controlada, interrumpo, y Neuman, con esa enorme sonrisa, responde: “Sí, en ese sentido, siento que a diferencia de la novela, trabajar en la poesía tiene que ver con aceptar primero lo intuitivo, lo desorientado, no saber qué estás haciendo, dejar que la fertilidad de esa especie de ignorancia actúe, y hay un segundo turno mucho más ajedrecístico en el que todo eso necesita un orden, una estructura, unas recurrencias. Entonces tienes que tratar de darle un sentido y una especie de recipiente nítido a eso que fue tan intuitivo y tan accidental”. Para el autor resulta divertido pasar de la narrativa larga, como en El viajero del siglo al cuento o poema, que son más cortos. ¿Cómo llevas la tiranía de la brevedad a tu poesía?: “Tal vez la poesía tiene algo de orfebrería del instante, tratar de pulirlo hasta que adquiera toda la significación que un instante realmente puede tener. Se trata de emular la capacidad de impacto de lo fugaz que la vida tiene, con la ventaja de que el poema retiene ese instante, lo congela por un lado, y por otro lo desarrolla, hace que siga sucediendo y repercutiendo en la cabeza de cada quien. Esa brevedad a veces es engañosa porque,
para encontrar una formulación contundente de un par de versos, uno necesita ir despojando una estrofa que es mucho más larga. Normalmente opero por reducción, de manera más rara un poema de siete u ocho versos los tiene desde el inicio; mis poemas terminan siendo una reducción de sí mismos, una especie de versión caníbal de su pasado. Es una brevedad que no reduce las posibilidades, sino que las deja abiertas, y hay que tener mucho cuidado con eso porque a veces cuando algo queda muy sentencioso no permite que haya espacio. Es trabajar con la contundencia, es decir, un último verso nunca debe ser la última palabra. Creo que un poema se siente más cómodo siendo la primera de muchas posibles palabras.” Andrés creció en una casa de músicos por lo que el título del poemario delata, junto con las ilustraciones en forma de pentagrama hechas por Alejandro Magallanes, su innegable relación con la música: “La frase imaginaria inventada de ‘vivir de oído’, que es una suerte de variante de ‘tocar de oído’, tiene que ver con que en mi casa la música ha sido un lenguaje familiar, y escuchar es parte de la conversación con el mundo. Creo que en ese sentido la música y la poesía tienen mucho que ver, no por lo que se suele decir acerca de que el verso es armonioso —no tiene por qué serlo— o que la poesía es grata de escuchar, sino por la actitud activa del escucha. La música no solamente consiste en producir sonidos, sino con estar receptivo ante las pausas y ante los sonidos del otro”, y complementa: “El libro tiene tres partes: la primera, ‘Ese viento obstinado’ es más íntima, tiene que ver con las pérdidas familiares y con las memorias familiares; la segunda, ‘Vivir de oído’, tiene que ver con pequeños episodios cotidianos asociados al amor o el desamor o a pequeños gestos cotidianos que son un momento de escuchar; la tercera parte se llama ‘Perro sónico’, y tiene que ver con el oído del perro y con la teoría de que la poesía es una frecuencia sonora que habitualmente no escuchamos, pero que está todo el tiempo sonando. Me gusta pensar que en esa especie de mundo perruno hay un montón de música por descubrir, y que la poesía de algún modo nos afila las orejas y nos permite levantar la cabeza e indagar”, la charla podría extenderse, pero Andrés finaliza con un comentario acerca del proceso de escritura de su libro: “Es una estructura que se va proponiendo con su propia lógica interna y eso tiene que ver con escuchar lo escrito, no tanto con la idea que uno tiene del libro que está tratando de hacer, como si uno fuese espectador de sus intenciones inconscientes”. + Yara Sánchez De La Barquera