tan Lee ha decidido mandar a cinco de sus superhéroes al psicoterapeuta para descubrir lo que piensan de él y conocer, de primera mano, los traumas que pudieran tener en su faceta de humanos comunes y corrientes. ¿Será cierto que todos ellos se encuentran tan bien como aparentan? —Buenas tardes, soy la doctora Enigma. Les doy la bienvenida a esta sesión de terapia de grupo. Vamos a explorar aquellos resentimientos contra el señor Stan Lee que nunca han podido expresar por algún tipo de temor o de trauma. Quisiera que hoy hablaran abiertamente de lo que cada uno de ustedes piensa y siente en lo más profundo de su ser. Imagínense que su creador está sentado aquí, entre nosotros, y que ni él ni nadie los va a juzgar por lo que puedan decir. ¿A quién le gustaría empezar? Nadie toma la iniciativa. Casi todos los presentes están cabizbajos y se miran de reojo en espera de que alguien se anime a participar. El personaje más resuelto decide ponerse de pie para presentarse: —Yo voy empezar porque tengo un importante compromiso más tarde y, la verdad, quisiera terminar esto lo antes posible… —¿Podría decirnos su nombre? —lo interrumpe la terapeuta—. —¿Mi nombre? Todos me conocen —el hombre no disimula la molestia que le causa la interrupción de la doctora—. Soy Tony Stark, heredero de Industrias Stark, y como les decía, no sé por qué estoy aquí. Sospecho que esto será una gran pérdida de tiempo. Mi vida es perfecta como está. Tengo todo el dinero del mundo, soy uno de los máximos cerebros y desarrolladores de tecnología en la actualidad y, por si fuera poco, ninguna dama es capaz de rechazarme una invitación a salir. Yo estoy satisfecho y en paz con mi creador. Ahora con su permiso, me retiro. —Espera un poco —interviene otro de los asistentes—, no te vayas, siéntate. Tengo una duda: de todas esas virtudes que te han tocado, ¿cuál es exactamente tu superpoder? Por cierto, mi nombre es Bruce Banner y tengo problemas de bipolaridad, ira y manejo de estrés. —Yo soy Susan Storm —se levanta la única mujer entre los participantes—. Así como me ven de tranquila y ecuánime, arde en mi interior la rabia por formar parte de este universo machista de superhéroes. —Bien, creo que es mi turno. Me llamo Peter Parker y es la primera vez que vengo a una sesión de este tipo. Ya que se trata de confesiones, debo decir que si hay algo que me molesta, es la personalidad de adolescente bulleado que me tocó. —Percibo que sus miradas apuntan hacia mí por ser el único que falta por presentarse. Mi nombre es Matt Murdock, soy invidente y abogado. Soy Daredevil, un ciego temerario en busca de venganza. El Juan sin miedo de los hermanos Grimm venido a superhéroe. —Es un gusto tenerlos a todos ustedes aquí reunidos —dice la terapeuta mientras revisa sus notas—. Quisiera ahondar en el caso del señor Stark. En una entrevista, Stan Lee dice que si