¡Milagroso! Por primera vez podía ver de verdad ver en el interior de las personas… Y sí, aquella pequeña cápsula que le había resbalado dichosamente por el gaznate era LSD.” Tomado de Ponche de ácido lisérgico (Anagrama) de Tom Wolfe. Aquel primer viaje en ácido de Ken Kesey desencadenó el movimiento sicodélico de los años sesenta, con todo y pranksters incluidos, que encontraron en Kesey a un guía espiritual y con el que se enrolaron de viaje por Estados Unidos abordo de ese autobús escolar modelo International Harvester de 1939, pintado con monomaníacos mandalas de Roy Seburn, en cuyo frente superior se leía como destino la palabra Furthur (sí, furthur y no further, que en cualquier caso significa “más lejos”) y que solía conducir Neal Cassady –el también famoso por méritos propios– totalmente alucinado y alucinando. La sicodelia terminó o más bien pasó de moda, a Kensey lo encarcelaron en repetidas ocasiones por andar propagando las virtudes del LSD, hasta que, como Galileo, les dio el avión y dijo que, al final, el LSD no era para tanto. Con el tiempo, el LSD sufrió modificaciones en su composición original debido a su gran demanda, y lo que juran y perjuran los ravers, que es un ácido, seguramente ya no lo es. Como no lo son la cocaína, la heroína o el éxtasis que generalmente se pueden conseguir y que se consumen; y ése es el problema, que las sustancias alteradas provocan lo que no provocan las sustancias puras. Sólo para no dejar de mencionar otro precedente importantísimo en cuanto a los primeros registros que se tienen sobre el uso de sustancias con propiedades psicoactivas, los Escritos sobre la cocaína (Anagrama) de Sigmund Freud constituyen un referente obligado. “La primera vez tomé 0.05 gramos de cloruro de cocaína en una solución acuosa al 1%. […] Al cabo de pocos minutos de haber tomado cocaína se siente bruscamente una sensación de optimismo y ligereza. […] La acción propia de la cocaína empezó al cabo de unos minutos. La típica euforia se vio precedida por unos repetidos eructos refrescantes. […] El efecto psíquico del cloruro de cocaína en dosis de 0.05 a 0.10 gramos consiste en optimismo y una duradera euforia […] Esto hace pensar que el estado de humor inducido por la coca en tales dosificaciones no se debe tanto al estímulo directo como a la desaparición de los elementos que causan la depresión. […] Parece probable que si la coca se usa durante largos períodos, pero en cantidades moderadas, no tiene efectos nocivos para el cuerpo. […] Me parece digno de destacar que ni una primera dosis ni una serie repetida de dosis de coca producen un deseo incontenible de volver a utilizar el estimulante.” Sigmund Freud en ‹‹Über Coca›› (Sobre la cocaína), julio de 1884. La edición del texto de Freud puede confundir al lector; es necesario enfatizar que Freud hablaba de su experiencia con la cocaína administrada oralmente, la inyectada es otra historia. Las observaciones de Freud fueron desde un principio refutadas, e incluso él mismo tuvo que admitir después sus errores de juicio al no reconocer el abuso en potencia que de la cocaína podía hacerse, que también suele producirse cuando la persona que la usa tiene alguna característica en su personalidad que la lleva a ello, y tal fenómeno no puede ser atribuido a cualidades de esa u otra droga. *Hizo falta mencionar a muchos más y sus sustancias; no más por no dejar, aquí alguno otros: Carl Gustav Jung, mescalina; Arthur Conan Doyle, cocaína.; Timothy Leary, LSD; los beatniks: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Neal Cassady, William S. Burroughs, peyote, mescalina, marihuana, LSD; Terence McKenna, dimetiltriptamina (DMT); Malcolm Lowry, alcohol; Robert Louis Stevenson, cocaína; Aldous Huxley, mescalina; Adolf Hitler, metanfetamina; Robert Downey Junior, marihuana, cocaína, heroína, crack, etc. +
ESCRITOS SOBRE LA COCAÍNA Sigmund Freud ANAGRAMA
+ Nota de paso
Epitafio
LAS OLAS Virginia Wolf CÁTEDRA
Escrito en su tumba en Sussex, Inglaterra.
¡Oh muerte! Invicta e inflexible en contra de ti me arrojaré. Virginia Woolf, poetisa, escritora y feminista inglesa (1882-1941)
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