Revista Intravenosa 12

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Ahora Iñaqui está inconsciente. Pasa una eternidad o pasa un minuto, en un sueño interminable, hasta que siente cómo alguien (que no era el gato) lo toca con una mano helada para despertarlo. -¿Cariño, estás despierto? -se escucha una voz masculina judía que lo guía hacia la luz. Poco a poco Iñaqui se reincorpora, hasta que ve todo mucho más claro. Nuestro personaje grita lo más fuerte que puede al ver esta escena. La Parca, con su uniforme negro, prolijamente planchado (una túnica y una guadaña). El pobre diseñador corre hasta la puerta, pero la Muerte lo detiene en el aire con un movimiento de su mano. 70

La Muerte gira la mano en el aire y el diseñador sale cargado en el aire hacia donde estaba inicialmente. En ese preciso momento, la vejiga de Iñaqui demuestra ser de primera calidad. Ya que la Muerte, al dejar a Iñaqui suspendido en el aire, pone su arma en el piso y con las dos manos empieza a bajar lentamente su capucha negra y siniestra. Los gritos de Iñaqui son cada vez más fuertes, mientras la cara de la Muerte queda casi expuesta. -¿Tétrico, no? -se escucha hablar a la muerte-. Le hubieras visto la cara a mi madre cuando me ensuciaba los pantalones y le arruinaba el piso recién lavado. Éso era miedo. El pobre Iñaqui empieza a hiperventilar y dice, entrecortadamente: ¿¿¿¿Woooodyy???? La Muerte, con anteojos gruesos, se sonríe y levanta los hombros. -Era lo que había, muchacho –dice, con su sonrisa–. ¿A quién esperabas? ¿A Freud?

Iñaqui es soltado bruscamente por la fuerza invisible que lo poseía. -¿Qué haces en mi departamento? –dice, agarrándose la cabeza, donde se golpeó el pobre, talentoso y estancado Iñaqui. -Estoy filmando una película… -asegura el director judío, recientemente conocido como la Muerte. -¿En serio? -se sorprende el diseñador y mira para todas partes buscando una cámara escondida. Pero escucha a la Muerte/escritor/cineasta reírse y se queda viendo detenidamente a ese hombrecito judío con una túnica negra. -No seas tonto, era una broma -sentencia Allen-. Vengo a llevarte para allá -señalando con su dedo índice al techo. -¿Al 9 C? -interrumpe nuevamente el pintor frustrado convertido en el diseñador más fashion de la costa este. -Al cielo. No sé si estás enterado, niño, pero hoy es el fin del mundo y todos los escritores estamos encargados de llevar a los diseñadores a su última morada. Castigo de Satanás para los escritores por molestarlos tanto a ustedes los diseñadores. ¡Qué loco, ¿no?! ¡Con razón el diablo es una mujer con tacos y anda menopáusica! -Casi susurrando le menciona al oído Woody- Tengo que ver antes, que acomodes todas tus cosas, dejes tus asuntos en orden y termines la revista. Con las palabras de Woody, toda la habitación se oscureció y el tiempo se detuvo. Una poderosa risa histérica domina a Iñaqui. No lo entendía. Todo era demasiado rápido. Primero no sabía qué dibujar y ahora el destino se había encargado de dibujar por él, y cuando estaba acoplándose a la idea del fin del mundo


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