Intravenosa Número 13

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participan en este NÚmero Salta

La Paz

Juan Manuel Díaz Pas

Mauricio Rodriguez Medrano

TUCUMAN

Jujuy

Alfredo Aráoz Pablo Donzelli Alvaro Cormenzana

Juan Páez Martín Goitea Pamela Stemberger Facundo Lerga Elízabeth Soto Charlee Espinoza Elisa Barrientos Pablo Espinoza Renata Kulemeyer Claudio Villarroel Mariani Dolores Castro Olivera Martín Rey Xian Demiurgo Mateo Jiménez Mario Requelme

CÓRDOBA Salomé Esper Bruno Rojo

BS. AS. Nicolas Venturino Diego Basile

Santiago del estero Belén Cianferoni Verónica Corrales

Licencia Creative Commons

DirecciÓn

Rebeca Chambi -Federico Giriboni - Pablo Chavarría -Carlos albarracín - Emilio Temer - Fernando Choque Edgardo Gutiérrez - Matías Teruel

IlustraciÓn de tapa Xian Demiurgo

Pinturas:

Verónica Corrales Martín Rey

Fotos

Mateo Jiménez

CAja

Martín Rey

DiseñÑo y diagramaciÓn Edgardo Gutiérrez -Pablo Chavarría -Matías Teruel

CorrecciÓn

Ana Angulo Carlos Albarracín

Coronel Dávila 236 P.A. CP 4600 / S. S. de Jujuy Argentina Tel.: 0388 4231355 / 154330794 revistaintravenosa@gmail.com

http://www.facebook.com/intravenosa.jujuy Año 8 - Número 13 / Agosto 2013

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Índice

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Lo que pinte para salvar al mundo Ni el tiro del final te va a salir Mal oyo Suerte de goleador Yeta travesti J.C. Dávalos y D. Ovejero, la suerte de la identidad Wilson Tres Dedos, aciertos e infortunios de un rústico Las cosas como son Suerte podrida Cuero quemado Diccionario de la yeta Escritura al cuadrado El día de la rata Poesía Escritos Pequeño resumen histórico del descubrimiento de la suerte y su exacta ubicación en el mapa El hombre que nunca escuchó Ornette Coleman Amazonas Los papelitos Una noche con la novia sin tiempo Blanca Varas “I’m your man” Post mortem

6 9 15 19 24 28 39 48 50 52 60 66 73 85 86

89 95 100 110 120 124 128

Las formas Un elefante muerto Iscariote Hoy es un mal día para llamarse Juan Cruz Sánchez Abuelo Ovejita negra El enlace El lado oscuro del vinilo El punk rock en Jujuy Crónicas del mal signo Mi sombra, la muerte y mi puta mala suerte Libros Críticas de terror

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Editorial La continuidad lograda por Intravenosa tiene una razón: la confianza puesta de manifiesto por artistas y lectores que nos eligen como vínculo, un medio que supera lo fático en búsqueda de significaciones. Hacer Intravenosa, es, por un lado, un desafío, un placer, un juego, pero por otro es también una responsabilidad compartida. Paradójicamente la elección de la temática para la convocatoria a los artistas, actuó a su vez como un mal karma que insistentemente puso obstáculos para la concreción de la publicación. Desde la destrucción de computadoras a una insólita indolencia de los integrantes del directorio de la revista que les impedía completar unos pocos renglones, las dificultades que retrasaron el compromiso de publicación fueron materia corriente. Sin embargo, luego de varios ritos propiciatorios se logró el objetivo: Una Intravenosa con mayor número de páginas, con más participación de artistas visuales, ampliando las fronteras de la escritura de Jujuy, propendiendo a un Norte Grande o mejor aún al centro de los Andes. Como resultado la presencia de la revista se consolida como un espacio, en donde la voluntad creadora y comprometida de escritores, pintores, intelectuales y artistas gráficos de diversas latitudes construye una polifonía de voces en diálogo. Espacio que se ofrece indócil a los discursos hegemónicos pues entiende al conflicto y la tensión como ejes conductores y constructores de la realidad. Tratando de mantener y profundizar estas premisas Intravenosa ha concretado importantes lazos con publicaciones independientes de Tucumán y Salta. Apuesta al crecimiento de las ediciones autónomas en Jujuy, propugnando la creación de la filial Jujuy de la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA), en el entendimiento de que los espacios Editoriales en Jujuy deben asociarse para no mantenerse a merced de empresas y ni del Estado. Por último, Intravenosa es también el voto de confianza de los lectores, de su apoyo como curiosos imaginativos dispuestos a invertir en cultura, pero sobre todo por la certeza de acompañar una publicación que no lucra, por lo cual los necesita para continuar. Y por eso, redobla el esfuerzo y ofrece en esta edición más de 200 páginas, el libro Balada en Jazz – Las desventuras del inspector Sablich de Pablo Aguiar Cáu, más separatas, colores, imágenes. Pero por sobre todo ofrece la voluntad de continuar transformando y acompañando la generación de espacios donde se manifieste la cultura.

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por Pablo Chavarría .1 6

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s obvio que si algo te gustó una vez te va a volver a gustar. No creo que si una persona se come hoy una hamburguesa, relamiéndose los dedos después de cada bocado, vaya a rechazar otra al día siguiente. Entonces ¿no es lógico que una persona caiga y vuelva a caer con otra que la hizo volver a casa lamentándose por haberla conocido, por el sólo hecho de que le guste? Si las relaciones afectivas fueran hamburguesas, la cosa sería más fácil (y yo un poco más gordo). Porque una persona a la que se recuerda tan felizmente es también una persona que te dejó o que se dejó, simplemente porque fue (o pudo ser) un sorete. Éste es y será el siglo de las relaciones afectivas innecesarias. Esas relaciones que uno busca a las tres de la mañana en un bar, en el transporte público o en Facebook, solamente para no pensar en la vida miserable que uno lleva.

Tengo un historial larguísimo de relaciones innecesarias en mi haber. Eso de ser maduro y priorizar mi salud emocional es algo que nunca llegó a ser conocido por mi comportamiento presuntamente psicótico, presuntamente social. El ejemplo más efervescente que puedo dar es más conocido entre mis amigos como “mi ex” o como “esa mierda de persona”. Cuando Carolina me dijo que iba a ser mejor que dejemos de vernos fue el silencio mismo. A pesar de que sabía (muy adentro) que era lo mejor. La mina se estaba separando de otra pareja, tenía muchas cosas en la cabeza como para pensar en una nueva relación. De todas formas… Carolina ya estaba instalada en un barquito (perra) cubriéndose del sol con un paraguas japonés saludando; y yo estaba todavía en la isla quemándome los pies con la arena, sin decir nada…sin pensar en nada. Y así terminamos, hasta


el cuello de una relación que pudo ser evitable. Yo sin poder decirle nada, o al menos, nada que sea entendible. Y ahora es que mi vida transcurre entre los auriculares, con la misma música, y rogando desesperadamente que Carolina me llame. .2 En fin, así estoy. Por suerte ya no caigo en la pregunta del ¿por qué? Es obvio que cuando una pareja te dice que va a ser mejor que dejen de verse es porque se está viendo con otro y que ya se cuestionó si estar con vos vale o no la pena. Al principio fui un tierno. A los tres días un mensajito: “Espero que estés bien”. Me contestó a la hora con un: “sí, estoy bien. Gracia”. Así, sin “s”. ¿Gracia? Pensé… ¿hablaba de mi cualidad carismática para relacionarme con la gente? (si, es obvio que se equivocó); ¿fue una manera de decirme que era la gracia convertida en paranoia humana?; o simplemente, estaba escribiendo a las apuradas porque estaba con otro chabón. Me prendí fuego por el mensaje. De todas formas lo dejé así. Pensé que podía entenderlo y sobrellevarlo. .3 A las semanas empecé a desesperarme y a frecuentar lugares donde sabía que podía encontrarla. Un día quedé en encontrarme con mis amigos en el bar que a ella le gustaba, sólo porque sabía que iba a estar ahí. Entré al bar, miré para todos lados. ¡Estaba ahí! En una mesita

contra la pared y me miraba como si hubiese visto un fantasma. Yo la saludé y me acerqué. Hay momentos en los que siento que la vida y yo somos dos cosas tan distintas. Fui a darle un beso y me torció la cara. Eh.. –Dije. Carolina dio un paso atrás. ¿Cómo estás? ¿Qué hacés por acá? ¿Cómo? ¿Por qué viniste acá? Qué sé yo –No dijo nada de sentarme, eso sólo significaba una cosa.- ¿Estás sola? –Carolina puso cara de boluda. ¿Por qué cambías de tema? ¿Por qué te hacés la boluda? Entonces lo vi aparecer. Flaco, cabello corto, medio musculoso, todo un pelotudo, nada de otro mundo, pero era: él. Lo reconocí por una foto que había visto en Facebook de los dos. Hola –dijo, o preguntó. No sé. Así que me despedí y caminé hasta la mesa donde estaban mis amigos. Y así pasamos los últimos meses. Ella con algún mensaje casual preguntándome como estoy, y yo deseando que se pudran los dos. .4 El sábado a las 3:15 a.m. suena el teléfono: ¿Hola? Hola, soy Carolina –Me quedé inmóvil. Ah…¿Cómo estás?

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Ni siquiera necesitaba concentrarme para saber que mi vida sentimental está perdida, sin un rumbo fijo; y que ya nada, ni el recuerdo de una relación mediocre, ni un polvo desesperado en la madrugada, amortiguarían la sensación de estar desesperadamente solo en el mundo

Bien, llamaba para ver cómo estabas. Bien, supongo. Me gustaría verte. ¿Y “Nico”? No sé, las cosas están muy mal. Sólo quisiera estar con vos. … ¿Estás muy enojado, no? No, ya fue todo. ¿Puedo pasar por ahí? ¿Ahora? Sí. ¿No te gustaría? ¿Aunque sea la última vez? Ok. .5 Y ahora es que estoy sentado en una semioscuridad esperando que Carolina toque el portero. Borracha y de madrugada. Pensando en lo lejos que dejé mi paz mental; y en que no hay nada más embolante que saber lo que es sensato y hacer todo lo contrario. Ni siquiera necesitaba concentrarme para saber que mi vida sentimental estba perdida, sin un rumbo fijo; y que ya nada, ni el recuerdo de una relación mediocre, ni un polvo desesperado en la madrugada, amortiguarían la sensación de estar desesperadamente solo en el mundo; y esa es la peor suerte, la miseria que puede disfrazarse con la compañía de alguien más desequilibrado que uno.


Ni el tiro del final te va a salir

por Diego Basile

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xiste una suerte mínima, esporádica, que se constata en los pequeños hechos del tipo “se me fue el colectivo en la cara”; y una suerte general, abarcativa de, por ejemplo, todo un período de vida, que nos permite identificar que algunas personas han sido más afortunadas que otras. Pero en estas líneas voy a hablar de algo más general: de las creencias en la suerte, en el destino, en la divinidad. Son estas creencias las que hacen posible, al fin y al cabo, que las pequeñas señales de suerte, se manifiesten en determinados momentos, o que podamos juzgar la trayectoria de una vida, el éxito o el fracaso, como consecuencia del destino y sus caprichos. La cuestión es que creemos en algo externo, superior, que para bien o para mal puede digitarnos parte de nuestras vidas. En algunas ocasiones puntuales entramos en contacto con

Eso, inesperadamente. Esto ocurre, cuando la suerte se nos presenta en un hecho mínimo, por ejemplo “salió mi numerito”. Pero en otros casos, somos nosotros mismos los que vamos en busca de tal comunicación, anticipándonos a los hechos e intentándolos prever, incitando a la moneda a caer a nuestro favor. Con ese afán, llevamos a la práctica algo que podemos llamar “métodos de administración de la suerte”. Esto incluye: cábalas, amuletos, minuciosos rituales, etc., que nos permiten atraer la buena suerte o en su defecto, preservarnos de la mala. Supongamos provisoriamente, que la suerte sencillamente existe, y que estos métodos son plenamente eficaces. En ese caso, sólo habría que conocer su exacto procedimiento y poseer la constancia de llevarlos a la práctica con sistema. Bien, pero de entrada ya nos topamos con un

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problema, al preguntamos quién sabe al pie de la letra los pasos a seguir de un ritual que probablemente nunca se haya escrito. Porque para que el procedimiento funcione tiene que estar bien hecho, caso contrario cada cual improvisaría su propio rito y la suerte se vería desorientada a la hora de asignar ganadores y perdedores. ¿Cómo proceder entonces? La primera indagación podría ser en el saber popular. Es decir, en las costumbres de personas comunes y corrientes que tras una larga experiencia de prueba y error han conseguido delinear puntillosamente los pasos de los rituales evocadores de la suerte. Años y años de tradición oral se han encargado de reproducirlos de generación en generación. Los ancianos han sido una figura importantísima en este sistema al relatar enseñanzas a sus sucesores a través de cuentos, leyendas, fábulas, mitos, refranes, etc. Imagen feliz: ancianos relatando historias a los niños tiernamente asombrados alrededor de una fogata. Una segunda opción, desde otro ángulo posible, es la religión. Básicamente, sería la religión la que escribe el libreto, establece la norma, y a partir de ella orbitarían las desviaciones. Ahí el problema se agrava porque sabemos que la religión en sus diferentes expresiones, se organiza en instituciones, con sus agentes especializados, sus normativas, y sus influencias en el statu quo en general. Y la cosa puede terminar mal: ejemplo, la caza de brujas. Imagen patética: pequeño pueblo enardecido festejando alrededor de la hoguera

el crepitar de la carne de las que no respetaron el libreto. Ahora bien, ustedes dirán que no es lo mismo un noble abuelito que una bruja. Pero el abuelito y la bruja no son personajes tan disímiles. En ciertos casos, como el abuelito estaba cansado y no podía retener tanta información, reproducirla, y además cumplir con los compromisos cotidianos de cualquier anciano, la comunidad asignó a determinadas personas esa tarea. Póngasele el nombre que quiera, brujo, curandero, chamán. Al mismo tiempo, habría que preguntarse qué es una bruja. Los manuales de la Inquisición dicen que es alguien que pactó con el diablo y que se dedica a dialogar con lo sagrado, sin autorización de la Iglesia. ¿Cómo identificar a una bruja? Nadie sabe, intuición. Lo que sí está claro es lo que no es una bruja: una monja, por ejemplo. El truco es no definir quién es el enemigo, como en la Ley Antiterrorista. O estás conmigo o estás en mi contra. La Historia nos puede brindar innumerables ejemplos de este conflicto entre cultura popular, saberes populares o si se quiere religiosidad popular, versus religiones instituidas. Pero no nos vayamos del eje y retomemos nuestro asunto, nosotros simplemente queríamos -como cualquier ser humano-, un poco de buena venturanza, un poco de Fortuna para nuestras vidas, y fuimos a averiguar cómo lograrlo, explorando en la tradición o golpeando las puertas religiosas, que a veces son lo mismo y otras veces no tanto.


Verónica Corrales

Busquemos por un instante en la actualidad, para no insinuar que esto ha sido superado en nuestra era por la gente seria y civilizada. Vamos a ver entonces al curandero, médico de barrio, (o desde otro punto de vista, antecedente de médico). Especialistas en almas, actualmente “referentes” del barrio que en el marco del pastiche posmoderno devienen en ocasiones en pastores evangelista y por qué no, en punteros políticos. Pero también, en otros niveles sociales, devienen en Bucays o Claudios Marías Dominguez o veganos. En suma, gente con cierto carisma, que nos va a intentar orientar si queremos alcanzar la buena vida, con un poquito de religión o terapias alternativas, una dosis de psicología, y alguna que otra yerba. Pero hay otra cuestión que estamos pasando por alto. De un momento a otro, pasamos sin escala del azar a la religión, sin establecer cuál es

la relación de una cosa con la otra. Pareciera que de repente el azar se convierte en el hermano mundano de Dios. De alguna manera, la “suerte” abre un espacio para la manifestación de la divinidad. Tener suerte es como “ser elegido”, haber recibido una ayudita de Dios (o del cosmos o lo que sea), una señal o un empujón en tiempos adversos. Una señal que es claramente, mucho más importante que los doscientos pesos que puede ganar de vez en cuando un jugador que apuesta “religiosamente” a la quiniela. En ese sentido, el azar es igual al vínculo con Eso, lo Sagrado (por el contrario, cuando alguien tiene mucha mala suerte, suele reclamar a Dios, o enojarse con él, o dudar de su existencia. En este sentido dice Woody Allen: ¡Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa!) Pero quizás el azar sea previo a Dios, y mucho más poderoso, quizás fundamentado

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Todos tenemos derecho a creer en algo externo, que nos excede, como la suerte, Dios, el destino, la pachamama, o en algo que hoy es así pero mañana puede ser de otra manera

por la necesidad humana de descansar un poco sobre algo externo que se va a tomar el trabajo de decidir algunas cosas por nosotros. De hecho, ni la celestialidad de la religión, ni las luces de la ciencia pudieron derribar -aún a los golpes-, el arraigo del azar, la suerte, o el destino, en el día a día de las personas comunes y corrientes. Dijimos ciencia por ahí, detengámonos un instante en ello. Mientras ardía la batalla entre tradiciones populares y religiones, se fue abriendo camino un nuevo actor: la Ciencia. Ésta, vino a decir que toda Fe, en última instancia, corresponde a un estado primitivo en la evolución humana hacia las Luces de la Razón. De ahora en más, plantó, si las cosas suceden o no suceden es por Probabilidad y Estadística. Porque en el fondo lo que existe es la Realidad. Esa gorda vieja cansada y aburrida, que se sienta sobre la imaginación. Aunque muchos desconfiaron desde el principio, el envión de la Ciencia más o menos funcionó, y en torno a ella se levantaron los principios de la Industria, el Desarrollo y el Progreso como grandes objetivos sociales. Pero con el correr de los años los propios científicos empezaron a dudar. El historiador italiano Carlo Ginzburg, por ejemplo, explica los problemas que ha tenido la ciencia con lo cualitativo (el hombre en su particularidad), en su afán de explicar mediante la generalización. El autor trata de recuperar el paradigma indicial, cuya labor parte de indicios, huellas, marcas, para luego formular conjeturas sobre la realidad, que es en contexto, siempre única e impenetrable. Este paradigma, plantea Ginzburg, fue utilizado tanto por los


médicos en la identificación del síntoma y la enfermedad, por los investigadores de las novelas policiales para descifrar la escena del crimen, como por los adivinos mesopotámicos, para conjeturar sobre los sucesos del futuro. En suma, el médico y el adivino desarrollaban las mismas operaciones intelectuales: análisis, clasificaciones, comparaciones, etc., para luego conjeturar sobre una realidad siempre opaca. Como éste, hay infinidad de intelectuales que han entendido que la Ciencia y la Razón no son otra cosa que mitos modernos que relevaron la función de Dios –y no me refiero a retrógrados nostálgicos por la caída del Ancien Régime-. Con la Segunda Guerra Mundial y la Bomba Atómica todo se agravó, y ahora ya nadie deposita su fe en que la Ciencia nos llevará a la Felicidad Humana. En la realidad, todas estas oposiciones no son tan esquemáticas como aquí las planteo, o por lo menos no lo son de forma constante. Al fin y al cabo, la Iglesia negocia con la religiosidad popular, se apropia de algunas creencias compatibles, resignifica otras, autoriza aquellas, y hace la vista gorda con muchas más. Sería muy áspero y agotador el combate permanente. La Ciencia por su parte, terminó por dividir el territorio con la religión y ahora se erigen capillas dentro de los hospitales. Pero ya llegando al final del recorrido nos encontramos con las manos vacías. Mientras la religión luchaba contra las creencias desviadas, la ciencia vino a decir “todo eso es superstición, síganme que la verdad está por acá”. Después la

ciencia implosionó y volvimos a foja cero (después emergieron otros actores disputando el terreno de las creencias, como políticos carismáticos o héroes del mundo del espectáculo, futbolistas o músicos, pero en otra ocasión hablaremos de ellos). Lo grave es que de todo esto podríamos deducir que cada vez que creemos, es porque una institución conservadora mediante sus sombríos funcionarios, ya sean sacerdotes o académicos se ha encargado de manipularnos y hacernos o no creer. No creer en nada es un mecanismo de defensa que hasta hace unas décadas se apoyaba en la legitimidad de la ciencia. Pero hoy, sólo nos queda la desconfianza y el nihilismo. Sin embargo esto, creo yo, es también un problema. Todos tenemos derecho a creer en algo externo, que nos excede, como la suerte, Dios, el destino, la pachamama, o en algo que hoy es así pero mañana puede ser de otra manera. Lo que importa es poder sostener ese vínculo irracional o a-racional. Como el hincha de un club de fútbol. Cree, siente amor incondicional por su club, y no tiene que darle explicaciones a nadie. Es una creencia en algo que no existe, porque no requiere explicación. Es irracional, y punto. No existe, pero no es una simple ficción, como se dice en el cine: la ficción, que habla de la fantasía es diferente del documental, que refiere a la realidad. En este caso no tiene relación con la ficción. Creer en algo que no existe, con los métodos que tengamos a mano, es darle lugar a la imaginación, a la utopía, a la creación, a la invención, a la realización del porvenir. Cuidemos bien de Eso, y ojo con los intermediarios.

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por Alfredo Aráoz El mundo es un hermoso lugar para nacer si no te importa que la felicidad no siempre sea tan divertida

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Lawrence Ferlinghetti

unca sabremos qué ocurre en otras partes pero acá no existe la mala suerte. Al menos nadie le dice así. Sí abundan las malas caras, las caras largas, las caras de culo, y al culo le decimos oyo. Llegado el caso, si algo se entendiera por mala suerte, si tal cosa existiera, nosotros, acá, le diremos, a secas, mal oyo. Nuestro mal oyo se escribe sin h, pero responde a la imagen de un agujero negro y profundo, como el hoyo. De hecho, si caminamos por el parque 9 de Julio, y nos caemos en un hoyo bien grande, nadie va a animarse a presentar una denuncia a la

municipalidad. Si nos quebramos, por ejemplo, el tobillo al caer en el hoyo, y buscamos ánimo para hacer la denuncia, nuestra familia, nuestros mejores amigos, todos ellos sólo tendrán dos palabras para decirnos: mal oyo. Si tenemos que esperar tres horas en la guardia del hospital Padilla para que nos enyesen el tobillo, ni se nos ocurra pararnos sobre el tobillo roto para quejarnos. Preguntémosle a la señora que tenemos al lado, averigüemos su nombre, sus años, cuánto tiempo lleva ahí en la guardia, qué tiene para decirnos al respecto. Cuatro horas después, cuando salgamos en muletas, y bajemos por las calles aledañas, oscurísimas por las sombras de lapacho, no nos resistamos cuando una moto nos ilumine la cara: entreguemos los celulares, las billeteras, no perdamos el tiempo en la Policía. Simplemente, mis queridos: mal oyo.

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Si la paranoia, después del robo, nos atormenta y empezamos a sufrir ataques de pánico, no vayamos a la farmacia. Al farmaceuta no le importa que necesitemos Rivotril. Va a decirnos que tenemos que llevar la receta del psiquiatra, el doctor Hidalgo, 300 pesos por sesión, una por semana, cuatro al mes, que hagamos el cálculo. Mientras tanto el farmaceuta no podrá hacer nada, no puede entregarnos la medicación, ni siquiera el genérico, pero a cambio sí puede levantar sus hombros, mostrarnos las palmas de la mano, y abrir bien grande los ojos, conjunto de gestos universales correspondientes al mal oyo. Si pasan los días y empiezan a mejorar las cosas, y sentimos unas ganas locas de salir a enfiestarnos, pero vivimos en un lugar alejado de la ciudad, y no tenemos colectivos después de las doce de noche, y para ir un taxi nos cuesta 50 pesos: mal oyo. Si llegamos de todas formas a la fiesta y estamos realmente pasándola bien y tenemos ganas de la última cerveza Norte, pero nos la vendieron sin gas, desvanecida: mal oyo. Si el gordo de la barra nos dio mal el vuelto: mal oyo. Si fuimos al after después de las 4 porque tocaba una banda, pero llegaron los uniformados con sus perros y se llevaron los instrumentos de los músicos, y nos quedamos sin música, y a los músicos los golpearon, gritemos todos a coro: ¡mal oyo!

Verónica Corrales

Como dice Ferlinghetti, el mundo es un hermoso lugar para nacer si no nos importan algunos detalles. Si esto, si aquello. ¿Pero si nosotros llenáramos los puntos suspensivos? ¿Si dejáramos a un lado la suerte, cosa inexplicable si las hay? El hoyo del parque, la espera del hospital, el robo del celular, el costo de la salud, las madrugadas sin transporte público, la cerveza


adulterada, la trampa de la barra, la ley de las 4am, algunas cosas cambiarían. Pero son cosas que ocurren cada vez más seguidas, y por eso pierden el sabor de la novedad, y los diarios son cómplices, y todo de repente se naturaliza, y todo lo que se debiera activar después de cada hecho queda en la nada, para qué. Somos cómplices del silencio. Nos quedamos paralizados, reduciéndolo todo al simplismo que esconde la suerte, cayéndonos al hoyo donde todos vamos a ir a parar si no nos fijamos en nuestros pasos, si ni siquiera tenemos ganas de leer el artículo de una revista. Porque al final del artículo el tono del autor se puso aburrido, pretencioso, demandante. Porque al final no resultó ni siquiera un buen artículo, como otros artículos bien escritos y más entretenidos, esa clase de artículos que deja un mensaje, que nos conmueve; no como este artículo, con el sabor a pérdida de tiempo, de nuestro valioso tiempo, otro momento irrecuperable, minutos de vida que nadie nos devolverá, y ante eso tampoco hay muchas palabras más que podamos decir.

Nos quedamos paralizados, reduciéndolo todo al simplismo que esconde la suerte, cayéndonos al hoyo donde todos vamos a ir a parar si no nos fijamos en nuestros pasos, si ni siquiera tenemos ganas de leer el artículo de una revista

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por Carlos “Tuta” Albarracín

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a cancha de Hipólito Irigoyen estaba en una meseta y ahí se tenía que jugar el último partido. Nunca se supo por qué los equipos eligieron ese lugar para terminar la disputa, pero allí estábamos esperando que el árbitro terminara de subir la cuesta con la pelota. De un lado y otro de la cancha los nervios de la final hacían temblar las piernas de hábiles y recios. A la derecha Alancay y el rubio Márquez se miraban y medían la distancia del pique, más al medio Bochini le hace jueguitos con la pelota en la cara al central Perez, que ya le está calculando el modo y estilo de la primera guadaña. Como quien no quiere la cosa y para darle el marco correcto a las acciones que se emprenderán, el nublado se acerca. Sería correcto en este momento de la narración estirar la cosa y darle dramatismo describiendo el oscuro del

cielo, la tristeza de la tierra. Pero el árbitro ya ha llegado al centro de la cancha, lugar que nunca abandonará, y con pito estentóreo da inicio a la confrontación. Así es que abandonando vana poesía cambiamos el punto de vista del narrador. Narrador, una vez más suplente, caracterizado por su escasa habilidad y conocido por esto mismo como el Quebracho de la Puna. También alguna vez le dijeron Charango, Bolsillo de atrás, Ojota, todos apodos que contribuyeron a cimentar su leyenda de inútil futbolístico Aprovechando el conocimiento de las condiciones meteorológicas, relieve de la cancha y de las propiedades neumáticas del balón, propiedad de su arquero, los locales rápidamente se ponen en ventaja. Ventaja que en contados minutos toma el cariz de una paliza fenomenal.

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Súmesele, que pese a las protestas del capitán visitante el juez se niega a desplazarse más allá de su cómoda posición central a fin de constatar el grado severo de las faltas locales. Al paso de los minutos de acuerdo a una tradición antigua como el fútbol, los por el momento triunfantes comienzan a gozar a sus contrincantes con una seguidilla de pases y malabares que por desgracia aumentan la pena de sus rivales. ¿Qué ocurre con estos muchachos? Se pregunta cariacontecido el técnico perdedor. A su retórica pregunta se responde con un trago mientras mira con tristeza al banco de suplentes donde seguro está en no hallar la respuesta. El narrador testigo de los acontecimientos ante la mirada que pasará rápida por su lugar elucubra una esperanza. Quizás el momento de su ingreso este pronto y al fin podrá demostrar aquello que en los entrenamientos se insinúa o al menos con fervor cristiano se pugna. Traído al mundo de la fe el narrador eleva un mudo clamor al cielo, con el deseo de que el oxímoron llegue al séptimo o noveno cielo. -Virgencita de Punta Corral ayúdame en este predicamento. Hacémelo que el Apaza se acuerde de tu ciervo. Que mal no quiero para nadie pero si alguno se siente mal, que a mí me hagan entrar. Te prometo que he de subir diez años hasta el Abra con diez ladrillos por vuelta. Y si no te cumplo que nunca más...(en este momento piensa el narrador

Martín Rey

en comprometer su virilidad, mas opta por un sabio silencio) Y bueno vos verás cómo me has de cobrar. Concentrado en su ruego, más que concentrado cataléptico, escucha algo así como un coro que ha de ser celestial y ve que de entre las nubes oscuras se forma como un manto que en el gris de la tarde parece más claro y de virginal forma. Al costado de la cancha ha arribado la Ford 76 de la Martita, mujer de varios amores pero de un solo hombre, razón por la que también se la conociera como La Calesita. Como antaño lo hicieran su madre y


su abuela llega cargada con diversos beberajes a fin de rehidratar los gargueros de los extenuados atletas y su público. La historia de amor del narrador y esta grácil mujer no ha empezado pero seguro terminará al final. Del estado ensoñativo y baboso sacan al narrador unos gritos que ante la duda prepara la huida. Pero su suerte parece que ha cambiado, pues los gritos no son de pelea sino del Quenazo Torrejón. Era este un jugador veloz, win derecho, tranco corto, gambeta entreverada y suertuda, titular por parentesco infiel del técnico. Su hermana de él salía con Apaza a espaldas de Márquez que le hacía el llegue a su vez a la mujer de otro jugador que no ha sido nombrado a fin de proteger su hombría y al que sólo le diremos camión viejo. No sea que se entere y se arme el quilombo. Está, entonces, Quenazo tirado en el suelo acusando un calambre y por las dudas también a su marcador, no sea cosa que el arbitro escuche y cobre. Inútiles son los esfuerzos de compañeros y técnico por aliviar el sufrimiento. Son muchas las recetas que se esgrimen para la recuperación del lesionado, desde soplos por lugares inconvenientes a patadas inmisericordes. Por suerte el árbitro decide el final del primer tiempo y el derrotado equipo corre con más ganas que nunca en busca de reparador descanso. Los minutos del entretiempo se agotan y Torrejón no se recupera. Ante la situación presente el técnico dirige sus esfuerzos al banco

La silenciosa hinchada hace conocer su enojo arrojando las primeras piedras de la tarde. A partir de aquí la historia cambia. Los lujos y pases del primer tiempo han cambiado de mano. La ventaja primera, poco a poco comienza a disminuir

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22 Mateo Jiménez

donde se encuentran el Pichi y Narrador. Por desgracia Pichi, haciendo honor a su apodo de Caracú, está tirado durmiendo el sueño de los justos. No queda otra que confiar en la fe. Se producirá el ingreso esperado por la voz de nuestro relato. Un milagro está a punto de producirse. Al llamado de soplapitos los veintidós jugadores están en la cancha, al costado derecho la hinchada alienta a los locales en silencio. Merece este homogéneo grupo de personas una breve descripción. Algunos están sentados, varias son mujeres, algunos están machados, muchos chicos corren. Como se ve; nada del otro mundo.

En medio de este cuadro comienza el segundo tiempo. Para suerte de los visitantes los locales aminoraron sus ímpetus y displicentes no corren como antes. Las crónicas posteriores achacarán a la llegada proverbial de una damajuana traída por el Comisionado el desgano. Así y al advertir los visitantes su oportunidad, un rayo de esperanza dio brío a sus piernas. A poco de comenzar, en un rebote afortunado, su diez elude al arquero y extraña la presencia de los centrales que anticipando el baile de la noche le compran a Martita un pecho colorado y culmina su gambeta depositando el


balón en el fondo de la red local. La silenciosa hinchada hace conocer su enojo arrojando las primeras piedras de la tarde. A partir de aquí la historia cambia. Los lujos y pases del primer tiempo han cambiado de mano. La ventaja primera, poco a poco comienza a disminuir. Una característica tiene esta situación. Todo el juego se concentra por la izquierda del campo. Tanto, que tiempo después la autoridades del pueblo debieron solicitar un préstamo a la Nación a fin de nivelar la cancha. La causa primera es que a la hinchada se le afloja la puntería en distancias que superen los treinta metros. El único que juega por la izquierda, más bien que se desplaza solitario por ese sector es el narrador, que en los casi cuarenta minutos del tiempo final no ha olido una pelota. Lo dicho tiene su origen en la desconfianza de diez de los jugadores sobre uno de él. Todavía se recuerdan los treinta y dos pases gol errados en la cancha de Santa Rosa por el narrador. Por tanto y después de unos cuantos piques al vacio que no tuvieron eco en los cerros de la zona, el narrador se contenta con mirar como la pelota se florea en los pies de sus compañeros. Tal es su abandono que en los momentos en que el partido se pone aburrido, comparte opiniones con integrantes de la hinchada. Que si aquel le pega como la mona, si este otro es un comilón, que ese se debiera retirar. Incluso se entera de las historias de algunos de sus rivales, condición sexual, estado de los cuernos, apego al trabajo y a la limpieza.

Así pasan los minutos, unos jugando y otros viendo. Viendo como a poco, gol a gol y casi terminando el partido la diferencia entre los dos equipos es de un gol. Los ánimos de la hinchada han cambiado y hoscas son las respuestas. Duras las piedras que comienzan a caer. Por las dudas el jugador se desplaza hasta el medio. No vaya a ser cosa... Una arremetida final realizan los locales, empujan como si fuera otro el deporte. La pelota cambia su perfil en las trabadas. A como dé lugar intentan alejarla de su arco. El central recibe un rebote y sin dejarla picar le estampa un uñazo con destino de cielo. Un compañero de él se interpone de espaldas y recibe a la esférica en medio del tajo. La pelota, caprichosa, rebotando en el pedregullo se entrega mansita a los pies del narrador. Sólo con todo el arco a su disposición, cubierto de la mirada del árbitro por el tumulto que a sus espaldas quedó, el narrador la para. Gira con la diabla en los pies. Mira el rostro del arquero. Calcula el arco de su pierna para levantarla. Patea. El arquero se queda parado. La pelota va camino de la red. Una piedra atina en la cabeza del narrador. Todo se oscurece. La música se apaga, deben de ser más de las cinco. El baile está terminando. Al menos así parece pues el narrador está en una pieza con una mujer que apenada por la herida infligida y como resarcimiento se ha entregado a él. Piensa el narrador que al menos el ha metido un gol.

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A Lourdes Natividad Ibarra A todas las Yetas Travestis que nos iluminan!

a yeta de mi madre al parirme así tan mujer de adentro, tan hombre invisible para afuera. La yeta de mi padre al verme uniendo mundos en tonos pastel, mundos pequeños pony, rainbow brite a la hora de la siesta. Voy a jugar a ser la que escribe, heroína maricona que grafitea en paredes la yeta travesti de las que no tienen nombre, las interminables filas de muertas vivas, zombis callejeras que acuden a la noche en busca del abrigo metal, de esas yetas mutantes con labial y push up, de mariposas en el pelo, peluca, cotillón y extensiones que ungen a la damavarón en su máximo esplendor. De sus tacones baratos, ruge, la euforia de las horas acumuladas. Kilómetros de huídas regalando el “cuerpo a tierra” a los machos patrulleros que

les cobrarán la parada, no habrán territorios marcados, sino una sedienta pulsión de poseerles el sueño, deshacerles el sueño de una vida mejor. Y te desnudarán la identidad hasta guasquearla, estrujarla, destrozarla, cercenarla. ¿Quién vela por tus miedos yeta travesti? Esta rima trava: destraba; eso busca mi rima… Te busca toda, así trava y despierta, porque llegada la mañana volverás a casa, a la pieza cofre, muñequita de porcelana (made in xibi-xibi) a la otra realidad de hambres que saciar… de nombres incompletos… y de nuevo el nombre me digo, el nombre que no te nombra, porque te sobrevuela ese que ardes en ganas de construir. De ese nombre te hablo, de ese nombre muñequita de porcelana… Cuántas identidades más “cuerpo a tierra” dejaremos caer, te miro a los ojos, detrás

Jorge Darmogray

por Charlee Espinoza


flores y burbujas, y cuántos “cuerpo a tierra” más dejaremos caer… Que a nosotras también el nunca más nos valga… ¡que nos valga! Yo te miro, te beso el halo hada madrina que se desprende de tus tetas silicona, sonrío y muerdo de tus dolores, dolores también de madre que persigue la suerte de aquellas nuevas hijas, las que te eligieron para la conmemoración del teje inicial, y te llaman “Mamina” y te inventan el abrazo maternal. ¡Te lo inventan! Te lo brotan de los brazos para que les pintes con purpurinas los ojos y les lamas la herida, la del sexo que hiere, ese que sangra ante la ferocidad de la sagrada normalidad, como una madre lorquiana, vos yeta travesti les acariciás las ganas y florecen hadas las nuevas hijas que te eligen… florecen hadas. Yeta travesti de horas en la sombra, no quiero más de esa sombra, no quiero más de lágrimas en la sombra, no quiero más de figuritas repetidas en las que te cobran la existencia. Vos así, Voraz, Velocirraptora, Mostra pura de corazones, mar calmo que sacude oleadas y se expande solar sobre la playa de lxs que miran y no se atreven a la humedad de tus impulsos, la mediocridad los hunde, les chupa y no estamos en este mundo para darle más razones al dictamen de binarismos salidos de un molde. Somos Creación y hacia ella vamos, en ella nos revolcamos chanchas de sudores y olores maricones; aunque les joda nos revolcamos, aunque les tiente el deseo también a ellxs nos revolcamos, porque podemos y seguiremos pudiendo hasta que les ardan la cruz y el diccionario.

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Martín Rey

trans?

¿Dónde iremos a parar con nuestra bandera

Y me mirás y parimos carcajadas cómplices muy bien sabidas que no tardará el día en llegar, es que la Yeta travesti nos hormoniza la esperanza, nos eleva, nos deviene en otras formas de amor, en estas que no ocultamos más, que no queremos ni podemos guardarnos más, que seamos SER y no más PARECER, que seamos amiga hermana, que seamos que seamos que seamos que seamos que seamos que seamos que seamos que seamos que seamos que seamos…

Somos Creación y hacia ella vamos, en ella nos revolcamos chanchas de sudores y olores maricones, aunque les joda nos revolcamos, aunque les tiente el deseo también a ellxs nos revolcamos, porque podemos y seguiremos pudiendo hasta que les ardan la cruz y el diccionario


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MartĂ­n Rey


por Fernando Choque 28

“Lo regional, pues, no se opone a lo universal. Se opone a lo cosmopolita, es decir a esos personajes que lo mismo pueden ser turcos, que polacos o rusos”. Daniel Ovejero “Necesitamos sobre todo, un arte que arraigue en la tierra nuestra; un arte que siendo universal por su alcance, pueda ser argentino por su inspiración original”.

A

Juan Carlos Dávalos

l norte del Norte, en las provincias de Salta y Jujuy, sobre las primeras décadas del siglo XX se erigen dos exponentes de la Literatura Argentina, los escritores Juan Carlos Dávalos (1887-1959) y Daniel Ovejero (1894-1964). Ellos trazan parte del recorrido literario que comienza a delinear lo que devendrá en la denominación regional-regionalismo. Una escritura que pronto se consolida impulsada por la necesidad de encontrar arquetipos del ser nacional, para

diferenciarse de la ola inmigratoria, tomando personajes de la ruralidad. Sí, exacto, las mismas razones que erigen la literatura gauchesca como modelo de identidad oficial. El encanto literario del Norte Nacional La providencia soplaba vientos nortes favorables para quienes buscaban una entidad genérica que pudiera representarnos en conjunto. La ruralidad siempre responde de manera efectiva cuando se la necesita para buscar espacios identitarios en nuestro país. Debido a ello en una época en la cual se jugaban las posiciones patriarcales y criollas, frente al gringaje excluido de Europa, escribir sobre la realidad del ambiente natural-campesino era altamente propicio.


Por estas razones los textos van a transmitir un sentimiento de pertenencia a la tierra, vinculada con las tradiciones: el territorio afincado en una percepción emotiva del espacio rural. Y, a su vez, el lenguaje, los saberes populares y la oralidad provinciana como puente entre dos posiciones nacionales: las conocidas disputas centro/margen, que se resuelven a favor de nuestras latitudes. A veces nos toca ser un poco centro, aunque no nos emocionemos sólo pocos gozan del reconocimiento. Dávalos y Ovejero, alcanzaron el status necesario para ingresar al ámbito del reconocimiento. Sus cuentos poseen un especial cuidado en la utilización del lenguaje de sus personajes, esto se debe a que los hombres de cada región tienen su dialecto y tonos de habla, porque el uso del español adquiere características diferenciadoras en virtud de la genealogía indígena que posee cada zona. Ambos tuvieron la propiedad de manejar un amplio registro lingüístico como marca indeleble de un estilo que aglutina el español castizo, el tono coloquial de los hombres de campo, los vocablos del sustrato indígena y la expresión oral rica en leyendas y dichos populares. Recordemos que la denominada literatura oral (oxímoron por excelencia, mejor llamarla oralidad) es un reservorio de la memoria, la historia y las tradiciones colectivas. El folklore no sólo se recupera a través de recopilaciones transformadas en cancioneros sino también en una literatura

que se adhiere al paisaje humano y campesino para alcanzar la totalidad del hombre del Norte. David Lagmanovich determina que “esta generación desarrolla una visión modernista (sobre todo en poesía) y se nutre de elementos esteticistas junto a los comienzos de una percepción del drama humano de las provincias del Interior (con buena presencia en la narrativa)”1. Bajo este concepto se supone que las vicisitudes de la vida rural confluyen hacia la naturaleza en la manifestación cruda y terrible de sus fuerzas. En los cuentos El viento Blanco de Dávalos y El Campeador Blanco de Ovejero se pueden distinguir con claridad la lucha que el hombre de campo realiza contra el entorno cuando se vuelve hostil y reclama su supremacía. “Las ráfagas se hicieron cada vez más fuertes y continuas. El huracán zumbó furiosamente en los peñascos, aventando la arena. En ciertos instantes su violencia fue tal que los arrieros apenas podían sostenerse sobre sus mulas. Las puntas de los ponchos flameantes estallaban al aire como latigazos. Las mulas se encogían y apegaban las orejas.” (EVB) “La víctima presa de pánico incontenible, sólo atina a huir, y suele acabar despeñada en un barranco o con el cráneo destrozado contra una rama traidoramente cruzada en el camino” (ECB) 1-Lagmanovich David, Ensayos sobre la cultura del Tucumán, pág 41. Los agregados entre paréntesis son míos.

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Las descripciones de las circunstancias hostiles en las provincias del Norte, tan semejantes a la gauchesca (enaltecida por Lugones), eran bienvenidas en el ambiente literario de la gran urbe-ubre. Por ello, Dávalos y Ovejero, obtienen una buena recepción, principalmente Dávalos que publica en la década del 20, Ovejero recién lo hace en los 40, pero los visos de la Generación del Centenario se encuentran claros en su narrativa. Sobre ello Manuel Gálvez intuye “Tengo para mí que Ovejero ha de haber luchado con su deseo de consagrarse por completo a escribir. (…) su prosa, generalmente sobria y castiza, parece la de un hombre que hubiese escrito mucho antes de publicar este libro.” La dicha se sostiene hasta que aparece en Tucumán el grupo literario La Carpa, la suerte de ser regionalista, hasta entonces no se contrariaba pero estos jóvenes de la década del 40, llevan a cabo una primera ruptura con los términos regionalistas, se habla mucho de la frase que proclaman: “en el norte la poesía comienza con nosotros” pero la verdadera frase para la narrativa, la que rompe la tradición y que lleva la esencia de la ruptura se encuentra en esta parte del manifiesto: “Se está aquí en más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el pasado, elementos auténticamente poéticos que no son responsables de las secreciones de cierto nativismo mezquino que encubre su prosa con el injerto de giros

regionales y de palabras aborígenes. Por ello proclamamos nuestro absoluto divorcio con esa floración de ‘poetas folkloristas’ que ensucian las expresiones del arte y del saber popular utilizándolas de ingredientes supletorios de su impotencia lírica”2. Hermosa sacudida a las tranquilas latitudes del “folklorismo”, como los integrantes de La carpa estaban en papel de jóvenes rebeldes, metieron a todos en la misma bolsa sin importar trayectoria, calidad o vigencia. Sucedió en esa década un importante aporte a la renovación literaria. Aunque Dávalos mantuvo su Patriarcado durante algunas décadas más. Los niños insurrectos pronto se sometieron a la lona del prestigioso autor. Por ejemplo: Raúl Aráoz Anzoategui, integrante de La Carpa aclara (no aclarés que oscurece) que Raúl Galán tuvo la responsabilidad del manifiesto de ruptura, aunque pone énfasis en que todos apoyaban el texto, intenta limpiar la afrenta realizada sobre el Patriarca de la región3, es que a pesar del postulado de ruptura, seguían admirando o reconociendo el trabajo realizado por el escritor: “Por aquel entonces vislumbrábamos nosotros tres figuras principales: Juan Carlos Dávalos, Bernardo Canal Feijóo y Luis Franco. No obstante nuestra temprana e incontenible irreverencia nos llevó a afirmar en el prólogo de 2- AA. VV. Muestra colectiva de poemas, La Carpa, 1944.

3-Constanza Rodríguez nombra a Dávalos como “el patriarca” en La literatura de Salta, Cap.II Políticas de lectura. Contratos y polémicas, pág. 75. Muchos autores coinciden en el patriarcado que instaura el escritor sobre la literatura de la Región.


la Muestra colectiva de poemas de La Carpa, redactado por Raúl Galán con el premeditado asentimiento del grupo, una de esas frases que en tales ocasiones se lanzan a mansalva (…)”4 Un poco se lavo las manos, igual el mismo Galán hace referencia al respecto cuando, en La gaceta de Tucumán en 1956, respondiendo en torno a un debate sobre La Carpa, expresa: “en ese momento para que no nos confundieran con estos vecinos (los ‘falsos folkloristas’), tuvimos que olvidar a Juan Carlos Dávalos”. Todo queda en familia Dos vidas afortunadas. A principios de siglo el acceso a la literatura era acotado y dependía proporcionalmente de la posición económico-social que se poseía. El acceso a los textos literarios se lograba principalmente por medio de bibliotecas familiares. De la misma forma se accedía a los estudios secundarios y universitarios. Para cursar la Universidad uno de los destinos principales era Buenos Aires, y como es de suponer las familias debían afrontar gastos considerables para enviar a sus hijos a formarse profesionalmente. Juan Carlos Dávalos encarna en su genealogía la fusión exacta de la tradición Hispánica y el linaje gauchesco de la cual se 4- Raúl Aráoz Anzoategui, Estudios y ensayos sobre la narrativa y el teatro de Juan Carlos Dávalos, cap. Obra y figura de Juan Carlos Dávalos, pág 5

sujeta la identidad salteña5. Desde la línea paterna, su bisabuelo fue Gervasio de Isasmendi último gobernador realista de Salta, apresado en 1810; su abuelo José Benjamín Dávalos, se casó con la hija de Isasmendi, y fue gobernador de Salta en 1866. Su padre Arturo León Dávalos, senador provincial y diputado nacional. Por línea materna su tatarabuela fue hermana de Martín Miguel de Güemes, a su vez se emparenta a las familias Patrón Costas, su abuela suele aparecer en algunas genealogías bajo el nombre de Isabel Costas Figueroa Güemes. Por su parte Daniel Ovejero padre fue diputado provincial y gobernador de Jujuy, además dueño de uno de los ingenios más importantes de la región, Ledesma. La madre Liboria Villafañe fue hija de Benjamín Villafañe, senador nacional por tres períodos y gobernador de Tucumán. Su primer matrimonio fue con Margarita Dávalos Patrón Costas, hermana del mismo Juan Carlos Dávalos, enviudado se casó con M. Angélica Andrada hermana de un gobernador de Catamarca. La literatura que producen está definida a su vez como realista, ellos mismos se encargan de teorizar sobre la representación exacta de la realidad, tal cual se la mira. Enalteciendo así la virtud de retratar detalladamente paisajes y costumbres del terruño, para Ovejero el arte realista expresa la naturaleza física y la naturaleza humana tal como son en sus caracteres 5- Medina Daniel, Revista Intravenosa N° 9, Salta la linda, pag.

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esenciales, resultado que el artista sólo consigue mediante una atenta y profunda observación de los elementos expresivos que ofrecen las cosas, los hechos y los actos humanos. Dávalos, de igual forma, narra a partir de la experiencia de sus viajes, de su autobiografía, del registro que focaliza con su mirada y conserva para literaturizar, no sólo se limita a narrar o poetizar sino que trata de ser fiel a la verdad. Esta adhesión a la propuesta teórica del realismo es acompañada por un excelso manejo de las variables narrativas para alcanzar una estética de la tierra, que marca a fuego el canon literario del Norte, pero que tiene sobre su espalda la hegemonía de una clase dirigente, que además mantenía grados de unión familiar a favor de la supremacía. Una casta que no sólo miraba, sino que a partir de la literatura determinaba qué mirar y, de paso, adoctrinar a favor de las bondades de la vida campesina, enalteciendo el trabajo y la fidelidad (políticas necesarias para mantener el status quo) El jujeño refiriéndose al folklore reconoce no tener un concepto serio sobre el mismo y que su estudio debe ser profundizado, halaga el trabajo que su amigo Juan Alfonzo Carrizo realiza en la investigación de las voces populares. Luego agrega “El peligro que veo en este asunto es el de que se lo toma superficialmente y sirve de pretexto para el ‘bailongo’ vulgar, aparte de que fomenta el ‘gauchismo’, tendencia plebeya

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Mateo Jiménez


que habría que desterrar cuanto antes de nuestras costumbres” En ECB el personaje principal termina muerto, a partir de la representación de una leyenda popular, pero este capataz de campo es un indio convertido en gaucho, su “debilidad es el vino” y antes de su desaparición había ingerido más bebida que la recomendada para galopar a través de las pendientes de los montes de la zona del Carmen. Esta posición social, con el tiempo se vuelve en contra cuando comienzan a surgir voces que, por un lado entienden el agotamiento del regionalismo y por otro, la permanencia de una clase patricia, dirigente y terrateniente que formó una sola identidad a partir de estas características. Todos aportan y acuerdan en la progresiva distensión de la cúspide de la pirámide, Elisa Moyano (1995) fija esta paulatina pérdida del patriarcado davaliano hacia los años ochenta. Lagmanovich (2010) sostiene que Dávalos fue un buen escritor en su momento, y podemos leerlo con cierto agrado; pero no tiene por qué ser un modelo para los escritores de hoy, provincianos o no. A partir del revisionismo crítico Susana Rodríguez (2004) expresa los motivos de este cambio latente, refiriéndose al regionalismo, expresa que la celebración del paisaje y del pasado configuran una continuidad tras de la cual se enmascaran los conflictos y las divergencias propias de una cultura que, a pesar

Las creencias del hombre de campo, de origen aborigen o criollo de generaciones, están arraigadas con firmeza en sus acciones y voluntades. Las narraciones dan cuenta de cómo se ponen en juego las creencias sobre la suerte, la fortuna, la desgracia, relacionadas a los saberes populares

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de los intentos homogeneizadores, no pueden negar su condición étnica plural y heterogénea. Actualmente una nueva generación de narradores en Salta: Juan Pas, Daniel Medina, Alejandro Luna, entre otros, prefieren la figura de Carlos Hugo de Aparicio, quien logra representar las voces de los excluidos, de las orillas, de grupos sociales hasta entonces negados de las letras salteñas. Juan Pas (2013) sostiene que “las elites se apropian del espacio y lo representan como una constatación de aquello que no cambia: el paisaje, tanto da si se refiere a la ciudad como al campo. De este modo se representan a sí mismos como quienes los controlan, sin que importe demasiado quiénes viven dentro de él. En el discurso literario esto sucede con particular énfasis en los patriarcas Juan Carlos Dávalos, en relación al paisaje rural (…)” La fortuna del patrón, la desgracia del peón En los cuentos analizados se reproduce el vínculo contractual implícito de los peones hacia su jefe, el dueño de la estancia, la lealtad. Los bienes deben ser protegidos aún si se ponen en riesgo la vida de los trabajadores del campo. Dos símbolos del poder se manifiestan con claridad en los textos: la tierra y el ganado. En ellos pueden, también, entreverse leyendas orales, que trasmiten una gran tradición y un conocimiento del mundo que responde a

la existencia de los pueblos que conservan su práctica. El Norte no desplazó la oralidad y aún hoy se sigue practicando en las comunidades. Las creencias del hombre de campo, de origen aborigen o criollo de generaciones, están arraigadas con firmeza en sus acciones y voluntades. Las narraciones dan cuenta de cómo se ponen en juego las creencias sobre la suerte, la fortuna, la desgracia, relacionadas a los saberes populares. Pero el narrador sigue siendo quien finalmente enfrenta ese conocimiento para validar su posición e intereses. El viento blanco, que da título al cuento, es una tormenta de nieve que arrastrada por vientos cubre amplias extensiones de terreno en breves minutos. Esto les sucede a un grupo de arrieros que movilizan una tropa de toros a través de la cordillera con destino a Chile. El líder es el patrón don Antenor Sánchez, propietario de la hacienda, más tres peones a su cargo. Empecinado, el jefe decide continuar viaje a pesar de la proximidad de la nieve mortal. La premisa puede sintetizares en “andar siempre, caminar noche y día, es el afán constante del arriero, pues a cada legua la novillada merma de peso y es necesario llegar a Chile en las condiciones exigidas por los contratos”. Nadie contradecía la palabra del mandamás porque reunía cualidades que eran imposibles de confrontar, “porque siendo superior a ellos, los trataba de igual a igual, con


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afecto de amigo. Lo respetaban porque era más hombre que todos ellos (…) Era hidalgo de raza y gaucho por educación y por temperamento. (…) Sin perder las cualidades de su casta, habíase asimilado todas las aptitudes físicas y espirituales del nativo. Y era sobrio como indio, aguerrido como indio, conocedor como un indio de las cosas del campo.” Las representaciones sociales del patrón de campo debían justificar la sumisión a su mando; la hermosa prosa de Dávalos y Ovejero, ayudaban a conservar el orden patriarcal. El escritor salteño publicó el libro “Los casos del zorro, fábulas campesinas” ese conocimiento lo traslada a uno de los personajes de la empresa, el indio Anastasio Cruz, que tenía

malos presentimientos, porque la noche anterior, al salir de Catua, un zorro se le cruzó por delante, de derecha a izquierda. Cuando quiso convencer al patrón de volver al refugio este lo ignoró y ordenó continuar, el indio también tenía trato de palabra con su jefe y continuó sin reparos. Ignorada la advertencia del zorro que en las comunidades aborígenes es sinónimo de desgracia y mala ventura, los hechos tienen un destino inevitable. Por intentar salvar la tropa del Viento Blanco uno de los peones muere congelado, cuando pudieron retirarse y dejarla abandonada. El anticipo de Hernández en el Martín Fierro se materializa en el relato, el gaucho y el


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indio, contratados, y unidos al patrón con un apego que si el héroe gauchesco viese caería del caballo. Y no sólo la leyenda se presenta para ser negada sino también para adoctrinar, socializar el comportamiento, la leyenda como estrategia moralizante, tal es el caso de El campeador Blanco. Flora Guzmán vislumbra esta actitud en algunos cuentos de El terruño donde la percepción de la cultura rural tiene también la marca de clase de D.O., y muestra una actitud de señorito frente al mundo campesino. Y al recuperar en los relatos estos sucesos pasados (los relatos son autobiográficos y narrados en su voz) asume una actitud patriarcal de rasgos paternalistas. El “joven Ovejero” narra la búsqueda de una vaca que se escapa hacia el campo, y forma parte de la partida de búsqueda dónde acompaña a un peón y a un capataz medio indio-gaucho que hace de líder. El acto final del líder, transcurre entre una reunión con un viejo amigo, donde bebe demás y decide seguir viaje a pesar de la espesura de la noche, la llovizna y la intemperie. “Cuando don Simón logró subir, su camarada le preguntó: -¿No’stais machao? -Enchispao nomás. Y tomó el camino.

Ya solo, el viejo, como suele acontecer a los indios cuando están alcoholizados, sintió vehementes deseos de cantar.” En el campo siempre hay indicios de suerte que deben tomarse en cuenta, luego de la desgracia sucedida al capataz, Vilte su amigo de la última noche recordó que el caballo no quería dejarse montar y relinchaba, lo que significaba que “ya’staba sintiendo que la muerte andaba dando güeltas por ahí cerca”. El relato descubre las huellas de un caballo enorme que según la leyenda es el Campeador Blanco y que según los relatos de la gente del campo persigue en la noche a los jinetes solitarios, el infeliz don Simón muere en la conciencia popular perseguido por esta aparición desbarrancándose en las laderas de los cerros. Las historias paralelas en muchos aspectos, revelan una sociedad donde el gaucho, el indio, los campesinos se encuentran socializados en beneficio de los patrones. Las acciones por proteger los bienes, ganado y tierras de sus jefes, los llevan a ignorar su seguridad. Sólo importa el deber y la fidelidad a la clase terratenientedirigente. Por lo cual la fortuna aun esquiva se supera con el honor y la honradez.


Ver贸nica Corrales

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por Federico Giriboni

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el riquísimo y vasto anecdotario futbolero rioplatense sobresale el curioso caso de Ebert Wilson Ordoñez Gutiérrez, firme medio campista central que supo vestir la casaca de Danubio de Montevideo por la década del ’40. Conocido en el ambiente como Wilson Tres Dedos, apodo que cargó desde su adolescencia, fue protagonista del primer caso en salir a la luz en donde los asuntos disciplinarios deportivos trascendieron a la justicia ordinaria con resultados trágicos. Ebert Wilson comenzó a jugar al fútbol, como la mayoría de los futbolistas sudamericanos de aquella época, ni bien abandonó los desplazamientos de gateo. Seguramente por el estímulo de sus cinco hermanos varones es que consideró al futbol como cosa de hombres. Debido a la precaria situación económica familiar sus padres lo hicieron abandonar la escuela después

de haber repetido por segunda vez el segundo año de primaria para comenzar a trabajar como ayudante en la tornería del barrio, a los diez años de edad. Todas las mañanas concurría al taller de Don Pascual y a la vuelta, después de un rápido y escaso almuerzo, salía a jugar los clásicos picados callejeros en las desparejas calzadas de Maroñas hasta que la oscuridad ganaba la tarde y se hacía imposible continuar los cotejos. Así trascurrieron los días de Wilson hasta que a los quince años fue a probar suerte a Danubio, alentado por su hermano mayor que trabajaba en el club, quedando en primera instancia como arquero en las divisiones juveniles. A la edad de diecisiete años su vida se dividía básicamente entre la tornería, ahora ya estaba haciendo sus primeros trabajos con maquinas y herramientas, y la custodia del arco

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danubiense. Pero debido a un accidente laboral en el que perdió dos dedos de la mano izquierda tuvo que abandonar la custodia de los tres palos. Mientras estuvo convaleciente sintió la necesidad de abandonar el futbol. Según el periodista e historiador deportivo Ronaldo Fuentes, esto se debió realmente a que no lograba entender del todo bien la ley del offside y no tanto a la mutilación de sus dedos, pero no hay ninguna prueba que avale el argumento de Fuentes. Después de algunos meses de inactividad el técnico lo convocó para jugar en el puesto de número cinco, más por necesidad debido a la carencia de jugadores en ese rol que por la solvencia que Wilson había demostrado cuando se trataba de manejar el balón con los pies, situación fundamental para que se desarrolle este hermoso deporte. El triste episodio del accidente laboral planteó el primer interrogante con respecto al origen del curioso mote de “Tres Dedos”, que en nuestros días refiere a un claro significado en la jerga futbolera muy alejado de la realidad de Wilson. Se sabe que en un partido disputado contra Montevideo Wanderers Fútbol Club en la cuarta división, ante un córner desfavorable saltó apareado con quien debería ser un rival y cuando cayó lo hizo sobre los dedos pequeños del pie derecho del supuesto contrario. Un mal entendido organizativo había generado la insólita situación de que ambos equipos se presentaran con su camiseta titular –como es sabido en aquellos años eran prácticamente idénticas– y ninguno poseía indumentaria alternativa por lo que se decidió que dar vuelta las chombas de Wanderers para

atenuar las líneas verticales negras y la diferencia de color en los pantalones sería suficiente. Ocurrió que la disputa del balón en las alturas fue entre jugadores compañeros. El pisotón violento, que no escapaba a los roces cotidianos del juego, se terminó complicando, quizás no por los ya pasados ochenta kilos de Ordoñez aplicados sobre el precario pie del adolescente sino por negligencia del mismo damnificado. A las pocas semanas el jugador sufrió la amputación de ambas falanges debido a una incipiente gangrena. Este hecho, sin dudas, también pudo haber dado origen al apodo de Wilson Ordoñez Gutiérrez. Con el correr de los años se fue consolidando en esa posición, su metro setenta y nueve de estatura y sus noventa y dos kilos, no lo hicieron un jugador lento. Por el contrario, barría con tenacidad desde la mitad de la cancha con suma velocidad los avances rivales desbaratando cualquier intento de elaboración de juego por parte de los delanteros y volantes contrarios. Su habilidad era similar en ambas piernas, se podría decir pobre o escasa pero esa condición de “ambidiestro” lo ayudaba a volcarse con facilidad indistintamente hacía ambos bandos, llegando incluso hasta las líneas laterales, sacando muchas veces pelota y jugador del campo de juego. Se podría decir que la consolidación de Ebert Wilson Tres Dedos en el fútbol profesional se debió principalmente a su físico privilegiado y a una conducta y disciplina férrea. En 1939 Wilson Ordoñez debutó en primera división saliendo una calurosa tarde


de abril al Estadio Centenario, enfrentando a Nacional. Su equipo caería por nueve tantos a dos, Wilson fue expulsado a los seis minutos del segundo tiempo por juego brusco grave, sin embargo la parcialidad danubiana y el periodismo vieron con buenos ojos la actuación del joven gladiador que supo entregarse con alma y vida a la recuperación del balón en las cercanías del círculo central. Las crónicas de la época hablan de una gira exhibición que hizo Danubio a Estados Unidos cuando logró el ascenso a la categoría más importante del fútbol charrúa, con motivo de intentar consolidar este deporte (soccer, como se lo conoce en el país del norte) en la reticente sociedad norteamericana pero principalmente de afianzar las relaciones entre ambos países ya que las florecientes empresas de la Norteamérica de postguerra estaban interesadas en comerciar sus mercaderías con el demandante mercado sudamericano. Es así como la Texas Petroleum Company solventó esta gira del equipo uruguayo para que visite los principales estados productores de petróleo del sur norteamericano. El 13 de marzo de 1948 el equipo oriental enfrentó al Philadelphia Nationals en un pequeño estadio universitario de la ciudad de Houston en el marco del primer encuentro amistoso de la gira. El partido se desarrollaba con normalidad hasta que a los veintitrés minutos de la primera mitad, Tres Dedos se hace cargo de un tiro libre directo a dos metros del vértice izquierdo de la medialuna con el área. Wilson no era un jugador con la capacidad de

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Verónica Corrales

colocar el balón con maestría en el arco contrario, ni mucho menos, pero sí, su inusual potencia de remate hacía que la pelota pudiera traspasar la más robusta y solida barrera y sin dudas si iba en dirección al arco sería gol o en el peor de los casos rebote en el guardameta, siempre favorable a los atentos delanteros. Wilson le pegó con la totalidad del empeine de su pie derecho y sacó un remate seco y potente que se elevó lo suficiente


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para impactar en el rostro del marcador de punta derecho de la escuadra local, Ramiro Sánchez. Quiso el destino o la mala fortuna que el esférico impactara con la costura en un ojo de Sánchez1 antes de irse al córner y salir del estadio por encima de las gradas, provocándole, además de la fisura del maxilar inferior, la falta de conocimiento por treinta y seis horas, el desprendimiento de un premolar de oro y la pérdida total y permanente de la visión en el ojo derecho. El Texarcana Gazette publicó tibiamente en la sección social que el jugador mexicano sufrió además pérdida de masa encefálica por el lagrimar derecho. Esto último nunca se pudo comprobar fehacientemente. La jugada desafortunada interrumpió el partido varios minutos pero finalmente se reanudó y al término del primer tiempo se iban al vestuario con Philadelphia Nationals ganando uno a cero. Promediando la etapa final se presentó una clara oportunidad para que la visita iguale el juego: otro tiro libre en la puerta del área. Washington Carranza, el jugador más desequilibrante de Danubio pidió el tiro y le indicó a Wilson que simulara patear él y pasara por encima del esférico para desorientar y hacer desacomodar la barrera y así generar algún claro por donde pudiera colarse el tiro envenenado buscando ángulo. Los aterrados rivales se acomodaron hombro con hombro, bien pegados, cubriéndose desesperadamente parte de la cara y los genitales. Cuando sonó el silbato, 1- Según se pudo constatar en los registros médicos el tipo de marca en el rostro del jugador lesionado.

Ordoñez hizo su papel pero después de saltar el balón, un metro antes de la defensa, que había saltado y en ese preciso momento estaba apoyando los pies en el piso, se arrojó de manera horizontal en forma paralela a la línea de jugadores e impactó con todo su cuerpo extendido en las piernas recién apoyadas, a unos cuarenta centímetros del césped con sus noventa y dós kilos. El resultado: doble fractura expuesta en ambas piernas para Mike Roberts, desplazamiento de rótula de rodilla izquierda para John Milano, esguince en ambas rodillas para Santos Ramírez, tarjeta roja para Tres Dedos, el gol de Carranza anulado y el partido suspendido. Al equipo uruguayo le quedaban tres juegos más pero los jerarcas de la Texaco, como se la conoce actualmente, rescindieron el contrato firmado con el club y decidieron concluir definitivamente la exhibición. El plantel fue trasladado rápidamente a Dallas y siete horas después de la suspensión del trágico match el emporio petrolero puso a disposición un avión para el retorno a Montevideo pero las autoridades aduaneras del aeropuerto de Dallas-Fort Worth no permitieron salir a Wilson manteniéndolo demorado por el cargo de lesiones severas con alevosía para con tres ciudadanos norteamericanos y fue trasladado inmediatamente a instalaciones del FBI. El equipo partió sin demoras quedando, Hugo Forno, presidente de la institución, como única compañía de Ordoñez. Lo ocurrido a partir de este hecho es bastante confuso e incierto debido a la poca exposición


pública que tuvo el caso, a los escasos medios de comunicación de la época y a la distancia de los sucesos pero el objetivo de este informe es tratar de alumbrar con luz de veracidad los caminos que llevaron al atleta uruguayo al fatal desenlace. Lo que parecía una simple detención casi rutinaria, hasta burocrática, que se podría resolver en algunas horas, se complicó rápidamente ya que a las 21:36 del mismo 13 de marzo uno de los jugadores heridos fallece. El parte médico del The Methodist Hospital firmado por el doctor Daniel Harrison explica que Michael Roberts ingresó al nosocomio con una pronunciada caída de pulso y presión arterial producto de la hemorragia causada por el corte de las arterias tibiales producida por la fractura de la tibia. Inmediatamente el mediocampista es legalmente arrestado, conducido a las celdas del mismo edificio del Buró y puesto a disposición del Juez McHenry. La causa, que ya se había abierto, es recaratulada como homicidio simple y lesiones graves. La noticia llega al país sudamericano a la mañana siguiente con el plantel de Danubio todavía en viaje. Con celeridad la dirigencia del club se contactó con la FIFA a través de la Asociación Uruguaya de Fútbol para interiorizarse de los pormenores del caso y de la situación del acusado. La FIFA alegó desconocer el hecho y se desentendió argumentando no haber estado involucrada en la organización de la gira. La AUF contrató a tres personas competentes para que viajen a Houston: en principio tres abogados, uno experto en cuestiones deportivas y los otros con

Si bien ninguna oficina o funcionario estadunidense jamás confirmó negociación alguna por entregar a Wilson Gutiérrez sabemos por la otra parte que hubo diversos intentos para evitar que concluyera el juicio y resolver la situación por cualquier medio que no sea el legal

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vasta experiencia penal en el ámbito internacional. La cifra final sería de cuatro personas ya que a los pocos minutos de haber desembarcado en el aeropuerto los tres letrados se dieron cuenta que no manejaban el idioma inglés con solvencia. Después de algunas rápidas reuniones en Montevideo deciden incluir los servicios de un traductor. El veinte de marzo arribaron los letrados sudamericanos y el traductor diez días después. Se hospedaron en el centro de Houston donde se encontraba alojado el presidente del club. El juicio se estableció para el primero de julio y el grupo de abogados se dedicó de lleno a preparar la defensa con ayuda del prestigioso bufet local In God we Trust. La fiscalía pedía la pena capital mientras la embajada uruguaya solicitaba la inmediata liberación del detenido sin encontrar respuesta por parte de las autoridades norteamericanas. La corte entró en sesión el día estipulado; el experimentado abogado James Oliver Patrik se encargó de la defensa frente al jurado, con el permanente asesoramiento de los letrados uruguayos. La escasa prensa gráfica se instaló en las escalinatas del edificio. En las instancias judiciales la fiscalía hizo especial hincapié en todo los hechos ocurridos en el trágico partido de fútbol acontecido hacía más de tres meses, comenzando con la lesión de Ramiro Sánchez y la pérdida de su ojo. El jugador damnificado fue llamado al estrado y en diez minutos de un desgarrador alegato narró con minuciosa claridad varios episodios del partido

hasta su salida del campo de juego. Hábilmente la defensa desestimó este testimonio explicando al ignorante jurado que lo testificado por Sánchez eran situaciones normales de este desconocido deporte, por otra parte no se pudo encontrar el objeto de agresión ya que el balón salió de las instalaciones del estadio y la querella jamás pudo exponer la prueba provocadora de la herida. La parte acusadora hizo desfilar por el banquillo a varios testigos con el correr de las cesiones mientras que la defensa hacía lo que podía para convencer a los doce ciudadanos de la inocencia del defendido. Con el desarrollo del juicio la parte defensora cambió la estrategia viendo las dificultades del caso y se preparó para pelear por una condena que no sea la perpetua. Mientras tanto las relaciones entre ambos países se pusieron más que tensas a pesar de los esfuerzos por vías diplomáticas en tratar de mantener un cordial diálogo de negociación. Si bien ninguna oficina o funcionario estadunidense jamás confirmó negociación alguna por entregar a Wilson Gutiérrez sabemos por la otra parte que hubo diversos intentos para evitar que concluyera el juicio y resolver la situación por cualquier medio que no sea el legal. El país del sur propuso un cambio de detenidos, sería Roger Maison, un asaltante de bancos que había sido detenido en la ciudad de Tacuarembó hacía seis años pero una rotunda negativa desde el norte arrojó por la borda cualquier intento de negociación2. Ante el 2- El embajador estadounidense negó absolutamente tal posibilidad de intercambio por tratarse de un simple ladrón de poca monta agregando que su país ni siquiera había solicitado la extradición en su momento


desconcierto de los mandatarios sudamericanos los estadounidenses arremetieron con un pretencioso pedido: dos altos jerarcas nazis que habían logrado evadir los recientes juicios de Nuremberg. Según la flamante CIA los oficiales alemanes estaban residiendo en el balneario atlántico de La Paloma o, en su defecto, en Bariloche, ciudad patagónica de Argentina. En una inaudita operación policial los militares prófugos fueron detenidos y comenzaron los diálogos para el intercambio. Mientras, en Houston, el juicio se desarrollaba con total normalidad, desconociendo La Corte Suprema de Justicia estos tratados totalmente secretos entre ambos países. Después de varias y tortuosas comunicaciones telefónicas se estableció el lugar de encuentro: San Salvador de Bahía. Se realizaría el 14 de noviembre bajo la más absoluta reserva. Desde el puerto de Punta del Este partió una embarcación mediana hacia la ciudad brasilera. El jugador uruguayo lo haría en un vuelo chárter desde Houston, dos días antes del intercambio. Esto nunca sucedió ya que el barco que transportaba a los oficiales de la SS naufragó a 150 km frente a las costas de Rio de Janeiro. Nunca se encontraron resto del navío ni de ninguno de sus ocupantes. Se produjo un silencio absoluto entra ambas naciones que se prolongó por más de seis semanas. Finalmente fue el país demandante quien retomó el diálogo. La empresa Pepsico, en plena lucha con su principal competidora por el dominio de las gaseosas, estaba interesada en obtener la y aclaró al gobierno uruguayo que el supuesto “Dilinger” había robado numerosos y variados bancos pero se trataban de bancos de plaza.

fórmula y patente de una curiosa bebida elaborada en un pequeña ciudad de Uruguay. El propio ministro de relaciones exteriores de la Republica Oriental del Uruguay, Daniel Castellano, habló personalmente con el químico Rómulo Mangini para convencerlo de entregar fórmula y patentes de su próspera empresa al gigante de las sodas pero éste se negó rotundamente justificándose simplemente con que no le gustaba el fútbol ni mucho menos los problemas que pudieran surgir de este3. Faltando escasas semana para el desenlace del pleito el presidente de la AUF, César Batlle Pacheco logró comunicarse telefónicamente con el mismo Jules Rimet a Francia explicándole que el jugador enjuiciado, injustamente según su visión, era una pieza fundamental para el entrenador del seleccionado nacional para ocupar las filas que viajarían a Brasil a mediados del año próximo para jugar la cuarta copa mundial. Le pidió amablemente al titular de la FIFA que si tenía alguna influencia sobre el caso, por pequeña que fuera, no dudara en utilizarla. Entrevistado Juan López Fontana unos años antes de su muerte sobre este supuesto acontecimiento lo desmintió cortésmente: “si bien Ordoñez era un jugador muy… valioso, nunca estuvo dentro de nuestros planes para que integrara la delegación uruguaya” 3- De nada sirvió la explicación del canciller ni el dinero que le ofreció

el estado uruguayo para solucionar este conflicto diplomático y posible problema de seguridad nacional. Se supone que el fracaso del ministro es lo que llevó al presidente Luis Batlle Berres a destituirlo poniendo un hombre de su riñón, César Charlone, para que se hiciera cargo del candente problema. Es menester aclarar que unos años más tarde, en 1955, la Paso de los Toros es finalmente comprada por la Pepsico a través de la obtención de la mayoría del grupo accionario.

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En la corte del Condado de Harris los abogados defensores se revolvían como podían para tratar de demostrar la inocencia del acusado. En una peligrosa y arriesgada maniobra el abogado Patrik dejó entrever que el jugador fallecido era de origen afro, es decir negro, (la palabra usada por el doctor fue nigger) con el fin de minimizar el desafortunado accidente. El presidente de Danubio aseguraría meses más tarde al diario El País de Montevideo que luego de estas palabras varios miembros del jurado asintieron en silencio con sus cabezas. A su entender esto jugó a favor de la reducción de la condena. El juicio duraría catorce meses y llegaría a tomar cierta trascendencia pública hacia su epílogo. La fiscalía quedó desconforme con la sentencia cuando después de que el jurado lo encontrara culpable de homicidio el Juez Mc Henry lo sentenció a cincuenta años de prisión en la Unidad de Huntsville. Ebert Wilson Ordoñez Gutiérrez fue trasladado de inmediato y cumplió la condena como un reo cuya virtud sobresaliente era la de no sobresalir. Evitaba cualquier tipo de conflicto ayudado por el aislamiento que él mismo generaba para con el resto de los internos. Quizás este aislamiento no sea únicamente producto de su personalidad introspectiva sino más bien resultado de la dificultad que le significaba el idioma anglosajón aunque también es sabido por testimonios de varios guardiacárceles que ocurría lo mismo con los presos latinos, lo que supone un problema similar para la lengua

castellana. Sin embargo fue un gran promotor de la actividad deportiva en la institución. Se sabe que Don Pascual, dueño de la tornería de Maroñas, envuelto en el furor futbolero después del Maracanazo le envió un balón desinflado por encomienda. Quizás este gesto de amistad fue el que generó que a los pocos meses de estar cumpliendo la condena comenzara a organizar pequeños partidos de fútbol con algunos presos, principalmente mexicanos. Poco a poco logró despertar el interés de la población carcelaria en esos encuentros improvisados en el amplio patio de cemento. Primero se congregó un vasto público de reclutas y finalmente los guardias se terminaron sumando en los cada vez más organizados partidos agolpándose detrás de los fluctuantes límites imaginarios. El director Brian Routher, al tomar conocimiento del interés de los presos por el juego, terminó concediendo un terreno situado detrás del pabellón central, originalmente destinado al cultivo de vegetales. Explicaría el mismo Routher tiempo después que este deporte, lógicamente, generaba algunas lesiones y provocaba escaramuzas entre algunos jugadores, pero era preferible tener bajo control a participantes y espectadores concentrados en un predio determinado y no a la anarquía clásica de los antiguos recreos con distintos tipos de entretenimientos y actividades. Para comienzos 1951 estaba el campo de juego delimitado con prolijas líneas de cal, aunque con menores dimensiones que las reglamentarias, arcos con redes, calzado deportivo y hasta varios juegos de camisetas. Se permitieron tres días semanales


para la práctica de futbol, pudiendo realizarse hasta dos encuentros por día. Quiso nuevamente el destino, la mala suerte o simplemente los designios de Dios que en unos de esos cotejos, Two Fingers, como se lo conocía en Huntsville (distinta apreciación de los reclusos), en otra jugada desafortunada en la que corría codo a codo con un delgado rival en dirección al balón, viéndose superado por el joven negro de piernas estilizadas y largas le puso el hombro a la altura del hombro contrario, jugada limpia contemplada por el reglamento y conocida vulgarmente como “cuerpo”. La fuerza desmedida de Wilson, hasta hacía pocos años profesional, aplicada al hombre mal parado con escasa experiencia en el juego le provocó al moreno no sólo la pérdida de equilibrio sino además una brusca salida fuera de los límites del terreno de juego golpeando al caer, desgraciadamente, con la cabeza en la dentadura del desprevenido George Hinds, activista de ultraderecha, apresado y juzgado en 1944 por los cargos de asesinato en primer grado en los tristes acontecimientos de Lake Murvaul en el condado de Panola4. Cuando el jugador salió despedido de la cancha golpeó contra el rostro de George Hinds que se encontraba observando el partido rodeado de sus matones, todos pertenecientes a la facción 4- Siete niños negros fueron quemados vivos en la sala de la escuela

dominical junto a la iglesia mientras sus padres asistían al sermón. Se demostró que George Hinds era el que comandaba el grupo del Ku Klux Klan al quedar en evidencia su propia pickup Ford alcanzada accidentalmente por las llamas que él mismo había generado en un brusco e inusitado cambio del viento.

autodenominada The Killblaks. La matanza fue breve, no duró más de tres o cuatro minutos. Todo concluyó cuando la cantidad de guardias intervinientes pudo equiparar la fuerza y la violencia de la lucha. Inmediatamente terminado el motín (como publicaron algunos periódicos locales) se instaló en boca de todos que Wilson Ordoñez había sido el reo instigador. El saldo fue de cinco muertos y doce heridos de gravedad. Entre los fallecidos se encontraba Roy Fergusong, histórico guardiacárcel de la prisión al que le faltaban escasas semanas para retirarse. La investigación sobre lo sucedido basada en declaraciones testimoniales determinó que Wilson Tres dedos fuese vuelto a enjuiciar, nuevamente, por homicidio, poco importó la veracidad de lo ocurrida esa tarde de fútbol carcelario. Esta vez el juicio fue tan breve como sosegado; un abogado de oficio se hizo cargo de la indefensa defensa. Un asesinato dentro de una prisión federal es un crimen que está tipificado en el Título 18 del Código de los Estados Unidos como un delito federal, motivo por lo cual a fines de ese mismo año el acusado fue declarado culpable y condenado a muerte. El 23 de abril de 1961 a las veinte horas se accionó la silla eléctrica. El doctor de la prisión dio por muerto, después de tres intentos fallidos en el que aun se podía detectar pulso, a Ebert Wilson Ordoñez Gutiérrez diecisiete minutos pasadas las veinte horas.

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por Pablo Donzelli 48

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Primero se abren los ojos y después se piensa al despertarse? ¿O se piensa primero y se abren los ojos? Se lo dejo a otro este problema, se los dejo a todos los demás. Muy bien está para mí que todas las mañanas, al abrir los ojos, me encuentre con su espalda. Con su espalda, su nuca y sus pelos revueltos. Me gustan sus pelos revueltos. Me quedo unos segundos así, mirándole la piel, los lunares, el nacimiento de su cabellera, sus movimientos respiratorios. Como sé que no se va a despertar, me acerco y le beso la espalda tratando de ser claro en tanto amor. Que empecemos la mañana así, ya con un beso ganado. Me levanto despacio, los pájaros lo hicieron hace tiempo y por su trinar ya están sumidos en la cotidianeidad. A ella le gustan tostadas con mermelada. Le preparo el desayuno escuchando música. Se lo llevo a la cama. Poso mi mano suavemente en su pie. Se lo acaricio, le acaricio la pierna. La observo detenidamente.

Me encanta el momento en que nuevamente me descubre y como encubre su innato mal humor matinal. Desayunamos callados. Nunca le dejo de acariciar la pierna. Amago con llevarme la bandeja porque sé que no me dejará ir así nomás. Me trae para sí y nos besamos. Mucho nos besamos mientras nuestras manos saben ya para donde ir, nuestros cuerpos se saben. Queda bastante de la mañana. Me voy al fondo a trabajar con mi nueva novela. Me gusta estar allí, a la sombra de la enramada. El nogal siempre igual, la parra con sus primeros racimos, Laika, que se acurruca a mis pies. Ella se va a enseñar teatro, dicta talleres para los niños de la zona. Me gusta mi nueva novela, fluye. Desde algún tiempo, ya no me pregunto cosas, simplemente cuento historias, y una editorial se encarga de hacerlas circular. Todos los meses me


llega un sobre con el dinero para el alquiler y gastos elementales. He logrado un ritmo, diez páginas por mañana, a la siguiente tacho cinco y escribo diez páginas más. Ella generalmente llega con una amiga. Hoy le toca cocinar a ella, comemos juntos. Me cuenta de sus clases, le cuento de mis escritos, siempre le digo que está ella, y es verdad. Nos reímos. Y nos reímos más de lo que lo haríamos naturalmente, porque eso es mejor para el otro. Y eso nos da gracia, y nos reímos más. Dormimos la siesta, abrazados. A la tarde trabajo en la edición de una revista que se vende a los turistas. Nos juntamos con un grupo del pueblo (ella está conmigo en este proyecto) y discutimos los textos, corregimos, buscamos las fotos, planeamos artículos, buscamos el modo de conseguir los fondos para la edición: mermelada. Y cuando empieza a oscurecer salimos para la plaza. Encuentro a algún amigo y nos tomamos un vino, barato nomás. Por la mitad, si es que me quiere escuchar, le digo: sabés donde está la mala suerte en todo esto, en que no sea más que papel y tinta, en que tenga la necesidad de escribirlo. Para mí primero se abren los ojos y después se piensa.

Me gustan sus pelos revueltos. Me quedo unos segundos así, mirándole la piel, los lunares, el nacimiento de su cabellera, sus movimientos respiratorios. Como sé que no se va a despertar, me acerco y le beso la espalda tratando de ser claro en tanto amor. Que empecemos la mañana así, ya con un beso ganado

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por Matías Teruel 50

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a mi madre

n mi familia los hombres se mueren. Se mueren porque sí, se mueren porque no, y se mueren vaya uno a saber por qué. Y nosotros tratamos, de alguna manera, aprender a sobrellevar las ausencias. Ausencias propias, ausencias ajenas, ausencias compartidas, ausencias con bronca, ausencias impotentes, ausencias resignadas, ausencias con delay, ausencias de domingo por la tarde y ausencias de fechas de ocasión. Y las anécdotas se transforman en recuerdo y vuelvo otra vez a ese cuarto donde el aire que huele a cemento de contacto, indica que todo está donde tiene que estar. Sí, en mi familia los hombres se mueren. Por suerte siempre hay niños para compensar la relación deficitaria en paridad de géneros de las mesas navideñas. Y mientras ellos, los niños

y los muertos, se acostumbran desde temprano, a nosotros cada vez nos cuesta más el papel del doliente. Y no es costumbre, es aprendizaje, vamos incorporando, muerto tras muerto, tips rituales en donde uno ya sabe qué hacer, cómo y cuándo hacerlo. La experiencia nos da conocimiento pero nos quita espontaneidad. Los adultos no sabemos abrazar. Sí, así con énfasis, los adultos no sabemos abrazar. En algún momento nos resignamos y dejamos de buscar refugio y nos conformamos con apoyarnos. Somos los que tenemos que hacer el trabajo sucio, ser los voceros de las malas nuevas y en eso no hay licencias posibles. Ya no tendré/ mos más esa mañana de primavera del ´94 en donde quedarme prendido a la cintura de mi vieja y sentir que, en medio de tanta mierda, ese era el mejor y el único lugar donde quería estar.


Y, aunque resulte una obviedad, en mi familia los que se mueren son los hombres. Hay un popurrí dadaísta de certificados de defunción. Tenemos muertes absurdas, muertes esperadas e inesperadas, muertes con incógnitas, muertes prematuras y tardías, muertes evitables e inevitables. Y aunque de a varias se acumulan las muertes, los muertos son más. Porque un muerto se multiplica. Un muerto se muere una vez pero se muere con bifurcaciones. Se muere y mata. Mata partes, estados, situaciones, compañías, momentos; mata olores, sonidos y sabores; mata fechas, horas, recuerdos; mata cafés, cigarros, mates, copas de vino; mata palabras y silencios; mata tardes al sol, noches en la cama y las caminatas de las mañanas; mata la rutina y las vacaciones, mata alegrías, mata las bromas, mata enojos, discusiones y broncas; mata desacuerdos y complicidades. Mata de a poco a los que no se mueren. Los hombres son los que se mueren en mi familia. Se mueren con distinción de género y sin respeto por la cronología. Se mueren atemporalmente, en diferido y en simultáneo. Se mueren cada tanto y entre muertes. Se mueren y dejan hijas, madres y esposas que, sin esperar juicio sucesorio alguno, heredan un destino podrido en el que sólo les resta combatir el día a día esperando que la suerte y el azar alguna vez esté de su lado y les deje a los hombres de mi familia la dura tarea de sobrevivirlas.

Tenemos muertes absurdas, muertes esperadas e inesperadas, muertes con incógnitas, muertes prematuras y tardías, muertes evitables e inevitables. Y aunque de a varias se acumulan las muertes, los muertos son más. Porque un muerto se multiplica. Un muerto se muere una vez pero se muere con bifurcaciones

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por Rebeca Chambi por Rebeca Chambi

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uando tenía cinco años, su madre lo trajo desde el Valle El Durazno, de Tilcara a los Valles de San Salvador. Según él, se entera por boca de su madrina que la madre se había venido tras un hombre, que trabajaba en la fabrica de Zapla. Según ella misma, Tibursia, se había venido buscando trabajo. Se había cansado de criar ovejas y pastar vacas, de las yaretas, de la lluvia constante y del frío más frío entre las tolas quemadas a medias. O tal vez se vino empujada por la ausencia material de su gran amor, su abuelo, el curandero, como le decían los que no conocían su nombre. Guardaba otras cosas que no quería olvidar, el recuerdo del abuelo, su amor inmenso por la niña que era y una foto en blanco y negro que Presentación guardaba desde que hizo el servicio militar. Tenía la mirada sincera de un hombre bien entrado en años, como queriendo acunarla a Tibursita de todos

los pesares que iría a pasar. Tibursita aprendió a ver el mundo, a través de los ojos tristes, tristes y serenos de Presentación. Mucho más tarde, recién fallecido el abuelo, Tibursia cobró ojos propios. Ella creía y de hecho actuaba y vivía, como si todo ser vivo fuese su hermano del alma. Llena de confianza en la vida, era generosa, generosa y buena. Era honesta y fiel, fiel primero a sus ideas, a los valores que le hincaban como lanza desde adentro, fiel a lo que sentía, incapaz de traicionar o traicionarse. Actuaba siempre de buena fe, procurando no lastimar a nadie, conviviendo en la diferencia aún mas cruel con paciencia. Nada es tan grave, se decía a si misma cuando estaba al límite de su corazón. Por esta manera de ser, tonta, o ineficaz para los tiempos modernos, donde la gente sólo habla lo que le conviene, especula con los sentimientos, nunca dice lo que verdaderamente piensa y donde


realmente las otras personas no son un fin en si mismo, sino un medio, una herramienta para lograr sus propios intereses y después sonreír con cara de yo no fui, o así es la vida, sufría en carne viva los desgarros de un nuevo mundo al que le costaba horrores entender. Sin embargo, allí estaba la mujer, venida a menos para los que sólo quieren crecer en la vida a costa de cualquier precio, para los inescrupulosos que no sólo no entienden sino que se burlan de los pasos prudentes de Tibursia, con su bien amada familia que le daba la garantía de que su vida no era un error. En esta familia, estaba su concubino, jamás se le ocurrió casarse, para qué, si con amarse alcanza. Para qué iba a ir a buscar que un tercero certifique su amor, su lealtad y su confianza, para eso estaba ella, que mejor que nadie se conocía, y sabía que en el caso de que esa fuerza mágica que une a las personas ya no estuviera, sería la primera en alertar. Estaban también sus hijos, Mirna, Lihúe y Eloy, el mayor. Eloy era el hermanito mayor de la familia, el hombrecito de la casa, acostumbrado a pensar desde chico como si fuese adulto. Sabía de los movimientos de la casa, de las festividades familiares, de la economía doméstica, de la distribución de tareas en la limpieza, de la hacienda y hasta como atender a los vendedores ambulantes, a los gitanos, a los Testigos de Jehová y a los vecinos del barrio. Incluso se hacía cargo de ir a pagar los impuestos y hacer

53 los cumplidos formales de familia, como: dice mi papá que un millón de gracias, o dice mi papá que no está que por favor no se moleste en volver. También jugaba, y hacía muchas pillerías, pero para ello no había permiso exclusivo, eso era cuando podía zafar de las obligaciones. Sus rutinas de juego iban cambiando según la época. En algunas se ponía de moda la bolilla y había cupis por todos lados, en otras la figurita, la pelota en épocas de olimpiadas de verano, y en otras se reunía con sus amigos a ver películas para adultos. También se escapaba para ir a tocar el bombo en el pesebre o para ir a sus reuniones de duelo al cementerio. En verano lo que era divertido de sobremanera era ir a yusquear a la acequia.


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En estas tardes ojerosas de junio esperaba el fin de semana, el día de la marcada, que iba a ser el sábado antes del día del padre. Ansioso y contento le gustaba darse cuenta antes que papá y mamá, que haría falta para que a última hora nadie sea atacado por alguna rabieta. A Clemente, segundo papá de Eloy, siempre le gustaba quedar bien con la gente. Y siempre siempre pedía lo que justo en ese momento no había. Tibursia, era más diplomática, atendía a la gente con lo que había y si no había lo resolvía muy bien, con algún gesto de cortesía y sobre todo no le hacía pasar calores a Eloy, pidiéndole a los gritos que haga magia.

¡Eloy! Ponele silla para las visitas, y en casa sólo habían cinco sillas. Las cinco estaban ya ocupadas y Elooy! Te dije que le pongas las sillas a la gente. Eloy entraba y salía de los rincones fingiendo buscar más sillas. A pura cancha, Eloy, tendría previsto dos cajones, un tablón y una manta. Eloy! Saca las sillas, y Eloy improvisa una súper banca. ¡Eloy! Poné los vasos. Como si fueran una veintena de copas de cristal del siglo nunca, en casa siempre había un vaso de cada color, los que habían sobrevivido y los que nunca se morían, los de plásticos, todo maltrechos, rajados, quemados seguían siendo útiles. Entonces Eloy


en un cajón tenía todos los jarros de Coca Cola y cuanto recipiente pudiere hacer de vaso, listos. Cuando de tanto pedir, y ya la misma visita entra a incomodarse, Eloy sale con su batería de vasos supuestamente improvisados. ¡Eloooy! Sacá los perros pa´ fuera, ida y vuelta sacaba Eloy los perros pa´ fuera y en el momento justo que había que atarlos para que no regresen, nunca había a mano una piola. Para lo que Eloy había hecho un gancho de alambre dulce y tenía colgado una soga. No la usaba, sino, si y solo si, había casos de apuros. Clemente, hombre que nunca miente, así se presentaba y se volvía a presentar, para decir eso nomás, Clemente hombre que nunca miente. Clemente, mi segundo papá, es el hombre más dejado que yo en mi corta pero vistosa vida haya conocido. ¿Por qué él nunca se dio cuenta de tener una soga para atar los perros, colgada en un lugar dedicado sólo a eso? ¿Por qué Clemente no había plantado árboles frutales alrededor de la casa si había tanto espacio? Ni siquiera un árbol para que nos dé sombra. Si no fuera que cuando llegamos ya existía esa tipa gigante, no habría conocido de las bondades de crecer junto a un árbol. ¿Por qué Clemente, a falta de regar y cuidar arboles, nunca había armado un quincho, con barro y totora, con piedras y algunos postes de eucaliptus traídos de la banda del Río Grande? Si Clemente se sentaba en una piedra bajo el rayo del sol, estaba todo bien. Si tenía una silla le daba lo mismo. Con ojos

de la gente que llegaba a casa, miraba como se esperaría que él y su familia vivieran. Entonces se le ocurría pedir cosas que no sabía si había y ni le interesaba tener. Y lo que en verdad era el colmo que hasta daba lecciones de cómo deben los hijos comportarse, y comentaba de cómo él educaba a sus hijos y de qué tan bueno le habían salido sus hijos y el postre de remate era cuando expresaba preocupación y afecto en público. Por ejemplo, tenés que estudiar hijito, el día de mañana cuando me muera, ¿que vas a hacer, dónde vas a pasar tu vida?. El día de mañana te vas hacer de mujer ¿y qué le vas a dejar a tus hijos? Hay que tener ojo con las mujeres, le llevan un punto al diablo, decía, levantando el dedo índice a la altura de los ojos. Yo te hablo pa´ tu bien. Sí. Así de dejado y tirado a mostrarse mejor de lo que era es el hombre que mamita me vino a dar por padre. Mi papá, mi verdadero papá, murió cuando yo era muy niño, tenía sólo un año, era para carnaval. Mis padres bajaban al pueblo, en época de carnaval trayendo animales, para hacer carne y hacer trueque o vender, según que se podía hacer. Dice que era justo el viernes de carnaval que ya estaban llegando al pueblo, con las ovejas y las vacas adelante y mamá y papá por atrás, alternando por los costados el cuidado. El último tramo del camino sí o sí había que hacerlo por el costado de la ruta. Yo venía a las espaldas de mamita Tibursia y papá montaba solo. En eso que ya quedaba corto el camino, le

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dice mi papá a mi mamá, adelantate, andá llendo nomás, así lo bajás a Eloycito para que descanse. No descargues los animales, atálos nomas. Cuidá a mi hijo, no lo vas a estar haciendo llorar. Fueron esas las últimas palabras que mamá Tibursia escuchó de mi padre, son las únicas palabras que me vuelven como si me las estaría diciendo a mí cada vez que Clemente me habla como si yo fuese lo peor que existe en esta tierra, cuando siento que en verdad no me quiere y se desquita pidiéndome cosas que no sé hacer o lo que no hay en casa. Mi papá no quería que su hijito llore. ¿Papá por qué te fuiste? ¿Papá malo por qué me dejaste? ¿Papito vos desde algún lugar me seguís queriendo? En esto de estar rezando, porque esa era mi manera de rezar, escucho que mamá me grita ¡aflojá el lazo hijo! Te va a quemar las manos. Ni sé cuántos metros me habrá arrastrado esa porquería de animal, pero yo tenía que demostrarle a mi papá Clemente que Eloy, su hijo reconocido, había enlazado al toro más temido del corral. Y aunque hubiese muerto, una vez que lo emboqué no lo soltaba ni por puta. Ya está hijito, ya está. Dale un yerbiao, haber si reacciona. No se habrá pedio permiso a la pacha para que tan fiero lo tire. Lo ha rebolcao de un sólo envión. Este Eloy así nomas es, porfiau como burro. Hacele oler alcohol. Mejor abrile la boca y echale un poco. Metele un rebencazo y se va a despertar solito. Para que

se mete si no sabe, esto es pa los machos. Pura yeta nomás el Eloy, pero esta vez sí que nos ha jodío lindo. Ahora, el overito a donde lo vamos a ir agarrar. Si de una sola carrera a trastornado el alambrado, disparaba como si llevara el diablo adentro. Así, justo así eran las palabras, como un panal de flechas creciendo en lugar de mi cerebro, era lo que sentía, mientras luchaba inútilmente para levantar los párpados, por despegarlos de una vez y con toda la fuerza salir detrás del toro overo. Podía diferenciar como si estuviera lejos la voz de mi santa madre, ¡hijito despertá! ¡hijito solta el lazo! ¿Estás bien papito? Paitooooooooooooooooy despertate de una vez, no me hagas asustar! Yo quería decirle que cuando lo agarre a ese overito, toro hijo e puta lo iba a matar con mis propias manos. Era mi oportunidad para demostrarle a Clemente, delante de todo el mundo que yo sí puedo. Enlazar un toro no es ninguna ciencia, pero vale mucho, cuando está en juego el orgullo. Cuando uno quiere demostrar que ya no es una guagua, que a uno también se le debe respetar. Que soy bien hombrecito. Quería decirle a Tibursia mi madre, que yo sabía bien que ella me amaba con toda el alma y no tenía la culpa que ese par que lo acompañaba sea como fuese. Que mucho me había echo sufrir, que era hora de decirle basta. Hasta un momento pensé que sería mejor no abrir los ojos nunca más, sino


tendría que cargar con la cruz de la vergüenza, pero ahora ya no sólo era en la familia, ahora la vergüenza sería pública. Se extendió el espectáculo de mi cuerpo tirado sin soltar el lazo y sin abrir los ojos por un rato nada corto. Había que seguir antes que nos alcance la noche. De a uno se fueron yendo a seguir tras las vacas, hasta que Venancio, un amigo y vecino, se dignó en arrastrarme cual una carona vieja al costado del corral. Se aseguró de que no pase ningún cuatro patas desaforado por encima de mí poniendo bolsas y ramas. Me debió haber dejado muy cerca del fuego, porque sentía chispear las leñas y el calor que me quemaba del sol ayudaba al calor que venía de la hoguera. El resto de la marqueada, del día tan esperado lo viví en posición horizontal. Imaginando los movimientos que ya conocía de memoria. Tengo la seguridad que el sentido del oído lo tenía despierto, sentía el calor, los olores y cada uno de los ruidos. Lo que no podía era ni abrir los ojos, moverme ni mucho menos ponerme en pie. ¡Esooooooooooooooooooooooooooooo! Listo! ¡Al suelo carajo! ¡Trae la marca! ¡Trae la marca! Escuchaba todo con eco, dos veces no se porque. Y del medio del fuego. Lihúe llevaba la marca al rojo vivo. ¡Multa pal Lihúe! ¡Multa pal Lihúe! Se tardó en traer la marca. Se tardó en traer la marca. ¡Multa! ¡Multa! ¡Y el servidor!

Sus rutinas de juego iban cambiando según la época. En algunas se ponía de moda, la bolilla y había cupis por todos lados, en otras la figurita, la pelota en épocas de olimpiadas de verano, y en otras se reunía con sus amigos a ver películas para adultos

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Mateo Jiménez

¡Y el servidor! ¡Servile un yerviao! ¡Servile un Yerviao! Vos agarrá el de la patas, vos tirá de las manos. Fuerte agarrá no lo vas a querer soltar. Vos agarrá de la patas, vos tirá de las manos. Fuerte agarrá no lo vas a querer soltar. ¡Emilia, traé tu aguja y enflorale la oreja! ¡Emilia, traé tu aguja y enflorale la oreja! Mugía la vaca largo y tendido, como si mugiera el cielo. O desde allí abajo se escuchara más fuerte. Olor a pelo y carne quemada. Ya le asentaron nomás la marca. Vuelve la marca al fuego. Coquita dale, coquita y chichita dale. Coquita dale, coquita y chichita dale. Abrile la boca y metele, no le vas a pedir permiso. Abrile la boca y metele no le vas a pedir permiso. Otro que gritó por allá. Ahora está la parejita. Este es toro. Seguro lo casan. ¡La marca! ¡La aguja! ¡Las flores! Bien a lado, como matrimonio mismo ponele. Tienen que estar juntitos. Traé el lazo. ¿La lana? ¡El hilo de lana pa casarlos! A ver vamos a nombrar padrino a don Emiliano Quispe y su esposa doña Natividad Chorolque. ¡Le pongamos el poncho! ¡Noooooooooooo! ¡Como le vas a querer poner el poncho! ¡Puta este Eloy che!, ¡hay que taparlos con el poncho! Como matrimonio, ¿no sabés como se tapa un


matrimonio? Ahora chayemos. ¡Chayemos! Trae de cada bebida un poco y los chayemos. Tiene que multiplicar la hacienda. ¡Salud! ¡Salud! ¡Pachamama santa tierra que me mache y no me pierda! ¡Multa pal servidor! ¡No le ha servio yerviao al enlazador! ¡A quién!? ¡Y a quién enlazao el toro pue! Y mi madre venía dando la bienvenida con una flor de lana llena de sangre que sacó de las orejas cortadas del flamante matrimonio tendido, cual Eloycito en el suelo. Y mamita en medio de la corredera de todo, no se olvidaba que a un costado estaba su hijito. A mí también me pasó por la cara, por el cachete izquierdo un poco de sangre caliente. Algo dijo a mi oído, o habrá sido un beso, luego siguió con los invitados. Permisito, decía y les pintaba con sangre la cara. Yo intenté unas cuantas veces más recuperarme para ir corriendo ayudar, juro, juro que no podía. Entonces decidí agudizar el sentido del olfato y del oído para no perderme de nada. Sobre todo me interesaba saber quien era el nuevo ovacionado que enlazaba, y más si se trataba de que el mismo enlazaba más de una vez. Mi toro overo, que era el más respetado, estaba a salvo. Ojala que no vuelva y si lo buscan que hoy no lo encuentren. A ese, un día yo lo voy a enlazar. Así estaba llevando la cuenta de cuales iban siendo marcados y señalados, me alegraba cuando tiraban a uno que alguna vez me había dado doble trabajo. Esos que se escapaban

o eran ariscos. Me dolía un poco cuando se trataba de aquellos que más bien me ayudaban. Salían y entraban solos del corral. A los otros tenía que echarlos con los perros. Digo que así estaba cuando sentía que ya no era el sol el que me alumbraba sino era la sombra que se corría, y el fuego no escaldaba, era tibio y acogedor. No sé si alguna vez, esa tarde, logré ponerme en posición fetal, o me imaginé que estaba tibio, como en el vientre de una mujer, en posición fetal, hablando con mi padre. Pero no le hablaba a un padre que me dejó, ni a un padre que se murió. No le hablaba a Dios ni a los animales, ni a las cosas. Pero me doy cuenta que yo tampoco hablaba, había alguien que me hablaba, había un interlocutor que me interpelaba. Era otro que me veía como un yo. Algo o alguien me veía de verdad, y era suave como una brisa, como el mismo calor tibio que me acogía del fuego, a veces provenía desde afuera, a veces provenía desde mi interior. Sentía paz. Sentía que no necesitaba demostrar nada a nadie. No había culpables ni necesidad del perdón o la venganza. Y me vi elevando un corazón de vaca, como ofrendando al sol con las dos manos, y luego depositándolo lentamente en el fondo de la tierra.

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DICCIONARIO DE LA YETA por Emilio Temer 60 PRELIMINARES

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ebido a las malintencionadas aunque en ocasiones justificadas críticas recibidas en torno a las desdichadas tres primeras ediciones de este diccionario, publicado inicialmente bajo el título DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO LUMÍNICO-EMPIRISTA UNIVERSAL ILUSTRADO DE LA YETA, hemos decidido dar en esta prometedora cuarta edición un giro sustancial en la perspectiva desde la cual se aborda la más que interesante materia que nos convoca: la Yeta. Sin embargo, en virtud de los beneficios del corta y pega, y a la ineptitud del

autor y pereza de los editores, hemos logrado conservar la esencia de la obra en sus primeras ediciones. Un problema con el que podría enfrentarse el investigador, caro lector de estas páginas, es el consabido asunto de la traducción; dilema presente ya en la antigüedad y actualizado por ilustrísimos copiones como Cervantes y Borges (copión este último del primero). Quiere la suerte –y no la Yeta- que este no sea el caso de la presente obra, la cual fue traducida del zulú al alemán y finalmente al sánscrito y al castellano sin inconveniente alguno.


A aceite. (Del checo olej). Sustancia grasa, líquida a temperatura ordinaria, de mayor o menor viscosidad, no miscible con agua y de menor densidad que ella, que se puede obtener sintéticamente. Derramarlo es yeta. ajo. (Del lat. Allium sativum). El filósofo árabe Halí Tósis, narra en ‫ةهيركلا مفلا ةحئار‬ la desdichada historia de un hermoso y bien educado joven que siendo gran aficionado al ajo, debido al aliento que éste producía en él, era rechazado por las más bellas doncellas y hasta por las peores mozas del partido. El joven envejeció y murió sin haber conocido el amor, de allí que se crea que comer ajo atrae la mala suerte. amarillo. (Del lituano geltonas). Se cree que vestir de amarillo trae mala suerte. Este color además de ser el color del oro (símbolo de la fortuna y la buena suerte) es el de la orina (asociada junto con la mierda a la desventura y la mala suerte). Se suele explicar la mala suerte que esta superstición supone por el hecho de que actores como Moliére y Shakespeare fallecieron en escena vestidos de amarillo. antojos. La creencia popular indica que no satisfacer los antojos de una embarazada es de mala suerte, ya que este hecho podría causar problemas al niño que se gesta en su vientre. Las personas cercanas a las embarazadas sugieren que los antojos en sí son la mala suerte, ya que

estos suelen generarse en los momentos más inoportunos. El joven Werther comenta en una de sus cartas a Guillermo: “Hoy Lotte tuvo un antojo, quería comer tiburón al vino en plena madrugada y ni siquiera está embarazada…”. araña. (Del lat. aranea). Dícese del arácnido con tráqueas en forma de bolsas comunicantes con el exterior, con cefalotórax, cuatro pares de patas, y en la boca un par de uñas venenosas y otro de apéndices o palpos que en los machos sirven para la cópula. “Matarlas es yeta porque se comen los mosquitos y uno puede dormir tranquilo”. Aunque también es de mala suerte que una araña venenosa te mate.

B barrer de noche. Las escobas y la noche son asociadas a la brujería. La proclama de Salem (Massachusetts, 1692) señala “Si te vemos barriendo en la noche, te quemamos por las dudas”. Una joven bruja massachusense, Harrina Potter, escribía en su diario íntimo en 1693: “Que te quemen por barrer de noche, eso sí que es yeta”. bizco. (Del yidis ‫)גניטניווקס‬. Créese que toparse con un bizco en la mañana trae infortunios. En caso de sucederle a alguien este hecho, los ancianos recomiéndanle tomar bajo la escalera de una obra en construcción, cinco litros de orina de gato negro diluida en té de floripondio.

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boda. (Del lat. vota). Dícese en la tradición que el hecho de ver el novio a la novia con el vestido de bodas antes del casorio es causal de desgracias. Las últimas investigaciones en cabalística aplicada indican que el casarse es la causa de las desgracias. brindar con agua. Se cree que brindar con agua es de mala suerte porque el vino es el resultado de los esfuerzos del hombre, en cambio el agua se consigue en la naturaleza sin grandes fatigas. Lo cierto es que la abstinencia acorta la vida y la hace desgraciada. 62

C cabello. (Del lat. capillus). Cada uno de los pelos que nacen en la cabeza o el conjunto de los mismos. La tradición encuentra peligroso, desafortunado, cortárselos con luna cuarto menguante. La persona que hiciere tal acto quedaría calva en breve. Tampoco es recomendable realizar tratamientos contra la caída del cabello en esta época, se sugiere no utilizar el Velform Hair Grow Plus de Sprayette, ni realizarse shocks keratínicos o similares. cuervos. (Del lat. corvus). Son yeta.

D dinero. (Del inglés money). Dícese que esconder dinero en la cama es de mala suerte. Quizás porque se asocia la cama y el dinero con

la prostitución, oficio censurado por la moral occidental. La realidad es que tener dinero como para esconderlo en el colchón ya es demasiada suerte como para preocuparse por el qué dirán.

E escalera. Pasar por debajo de ellas es de mala suerte porque suelen caer de arriba de ellas revoque, pintura, una ventana o un piano. espejo. (Del lat. speculum) Romper un espejo trae siete años de mala suerte. Se asocia esta superstición al alto costo de los espejos, éstos llegaban a valer siete años de salarios de un obrero, lo que significaba verse feo y desalineado durante ese prolongado lapso de tiempo.

F fotografías. (Del urdu ‫)ریواصت‬. Dícese que romperlas trae mala suerte. fósforo. (Del gr. patitos) Está científicamente comprobado que encender fósforos para rastrear una pérdida de gas es de mala suerte.

G gallo. Oír el canto de un gallo a deshora es yeta. gato. Cruzarte un gato negro es yeta. gitana. Que te maldiga una gitana es yeta. grillos. Matar un grillo es yeta.


guante. Perder un guante es yeta. En el cuento El Guante Negro de Juana Manuela Gorriti (Manuelita Rosas): “_ ¡Sonamos! Me olvidé el guante negro en el lecho de mi amante… vamos a morir.”

I intravenosa. (Del chino tradicional 注射器, intravenosa). Revista y editorial yeta. izquierda. (Del eusk. ezkerra, izquierda). Ubicación asociada a la mala suerte por excelencia. Dícese que levantarse o tropezar con el pie izquierdo es presagio de mala suerte.

J japonés. (Del chino mandarín 日本, ponja). Dice la tradición en el mundo de los juegos de azar que ver un japonés antes de jugar a la ruleta provoca la pérdida inmediata de hasta el más mínimo vestigio de fortuna. Agatón (Platón, El banquete): “_ El mejor de los dioses es el del vicio. Lo único que si te cruzás un japonés antes de ir a la ruleta, no le dirijás oraciones porque el ponja anula toda suerte, es de lo más yeta.”

L luna. Dícese que dormir bajo la luz de la luna es de mala suerte. La creencia popular afirma que si este hecho sucede a algún cristiano, este pierde la

vista o enloquece (se vuelve un lunático). “El que duerme bajo la luna, pierde de vista la fortuna” (Refrán popular bengalí).

M mayonesa. (Del tailandés มายองเนส). Mirar fijamente la mayonesa cuando se la bate es yeta. Se corta o te mata lenta y dolorosamente con la suba indiscriminada de los triglicéridos. medias. Dormir con medias atrae la mala suerte. Méndez. (Del árabe ‫زيدنيم‬, menem). Yeta. mesa. (Del lat. mensa). Sentarse encima de la mesa deja solteras a las mujeres. “Sobre la mesa te sentás, marido nunca encontrarás” “sólo así serás feliz” agregan las ancianas. mierda. (Del lat. merda). Excremento humano o de algunos animales. La mala suerte está permanentemente asociada a ésta. “¡Mierda! Me golpeé el dedo con el martillo”, “Hoy tuve un día de mierda”. Pisar mierda en algunos países está asociado a la buena suerte, lo cierto es que los zapatos de muchos desafortunados fueron hallados embadurnados con la sustancia en cuestión.

P papel higiénico. (Del bosnio toalet papir). Quedarse sin papel higiénico en el baño de una terminal o en cualquier espacio público suele ser considerado de mala suerte. Foucault, Surveiller et Punir: Naissance de la prison: “Una de las

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grandes falencias en las prisiones es la del papel higiénico. Ayer en una visita después de haber tomado un litro de fernet y de haber comido una hoya de guiso de lentejas con un amigo, tuve que ir al baño de la prisión no había papel”. paraguas. Abrir un paraguas bajo techo anuncia días tormentosos. pelirrojo. Dícese en algunos países xenofóbicos que cruzarse con un pelirrojo es de mal suerte. piano. Está comprobado que el hecho de que te caiga un piano en la cabeza es yeta. R regalos. Vender lo que nos regalan trae regalos cada vez más feos. rezar. (Del lat. recitāre). Rezar con las piernas cruzadas provoca la inmediata muerte. Rezar con las piernas abiertas es más digno.

S sal. Dícese que en la antigüedad oriental, el fruto del trabajo de un labrador era pagado con sal. Así, esta sustancia funcionaba como moneda corriente. De allí que se crea que derramar sal es mala suerte. Este hecho es considerado en la tradición europea un presagio del diablo. Es creencia popular que la contramedida más eficaz a la mala suerte provocada por el derrame de sal es que se tome una pizca y arroje por encima del hombro izquierdo. Judas Iscariote derramó la sal durante la Última Cena. La biblia: “Uh! Qué yeta!!! Judas derramó la sal y justo en la última

cena. Vamos a tener que comer el pescado medio soso”. séptimo. Ser el séptimo hijo varón es presagio diabólico. Los hijos séptimos suelen en las noches de luna llena transformarse en lobizones y salir en busca de carne humana. Pero la verdadera mala suerte de estos varones está en el hecho satánico de que por ley deben ser apadrinados por el presidente de turno. silla. Hacer girar de noche una silla sobre una pata es yeta. silbar. Silbar de noche es yeta. sombrero. Dejar el sombrero sobre la cama es yeta.

T techo. (Del jeringonza tepechopo). Dícese que el hecho de caérsele a uno el techo encima es presagio de mala suerte. tijeras. La tradición yugoslava afirma que el hecho de caérsele a uno las tijeras con el pico abierto es yeta. Caerse uno arriba de las tijeras con el pico abierto y apuntando hacia arriba es mucha yeta. trece. Todo aquello que esté relacionado con el número trece suele ser considerado en la tradición mongola elemento de mala suerte. “No te cases ni te embarques un martes trece”; sentarse trece personas en una mesa es considerado yeta.


V vieja con bigotes. La tradición argentina señala que cruzarse con este tipo de ejemplares suele atraer la mala suerte. Para ahuyentar la maldición los ancianos recomiendan tocarse la rodilla derecha y pronunciar las siguientes palabras: “No me asusto con Frida Kahlo y ahuyento todo lo malo”. vino. Licor alcohólico que se hace del zumo de las uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación. Se cree que derramar vino atrae la mala suerte, y que para contrarrestar la mufa hay que mojar el dedo con el vino derramado, pasarlo por la frente del que lo volcó y exclamar: “¡Alegría, alegría!”. Aunque derramar un vino más que alegría es una pena, sobre todo para el que lo vuelca y lo curten a tortazos. La sabiduría popular propone que otros vinos que suelen ser yeta son el “Vino mi suegra” y el “No le vino a mi novia”.

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Martín Rey

zapallo. Comer mucho zapallo es yeta, engorda las piernas. zapatos. Se considera que dejar desordenados los zapatos cuando nos acostamos atrae la yeta.

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por Juan Pablo Páez 66

En el confín de la noche el viento agita las plumosas alas de los ángeles

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Silvia Barei, La casa en el desierto

uan Páez: Angélica Gorodischer dice que cuando se trabaja y trabaja hasta las musas aparecen ¿Tienen un tiempo y un lugar para escribir? Elena Bossi: Coincido con Angélica: mientras trabajo aparece la inspiración. La escritura no se produce sólo cuando una está efectivamente sentada frente a la máquina. Se escribe, sobretodo, pensando. Vas por la calle, nadás, manejás, estás bajo la ducha: la cabeza trabaja, sigue su deriva y las ideas se van acomodando en alguna parte. Después, cuando te sentás, parece que alguien te dictara; pero tiene que ver con todo

ese trabajo anterior y no con un milagro. En este sentido, escribo en todas partes y bajo cualquier circunstancia. Por otra parte, para sentarse a tipear y poder escuchar la voz que “dicta”, requiero de algunas condiciones: soledad, serenidad, cierto confort. Me ayuda mucho aislarme, viajar y estar lejos de toda posible interrupción. Pero es difícil tener las condiciones ideales. Aprovecho los fines de semana largos, las vacaciones. Ma. Teresa Andruetto: Sí un lugar, una habitación en casa, con computadora fija. No un tiempo, lo del tiempo es siempre extraño para mí, se trata el de la escritura de un tiempo que nace, crece o se asfixia en medio de los tiempos dedicados a otras cosas, de la vida y a veces también de la literatura, pero no de la escritura misma.


JP: ¿Qué factores pueden ayudar y cuáles pueden entorpecer el trabajo de la escritura? EB: Entorpece todo lo que distrae: ciertos problemas urgentes, las obligaciones, la mala salud, el clima riguroso, tener que ir a comprar y cocinar el propio alimento; pero hay que preguntarse si esos mismos factores no son los que provocan el deseo y “la inspiración”. La vida cotidiana, con su traqueteo, me aleja muchas veces de la escritura; pero cuando me siento a escribir en condiciones ideales ¿sobre qué escribiría si no me involucrara de lleno con la vida? Entonces es como si uno escalara una montaña o cruzara el mar para ver algo que desea y resulta que ese algo es valioso porque se escaló la montaña o se atravesó el mar. MTA: Lo que más me ayuda a escribir es la rutina, saber que voy a estar varios días seguidos en casa, sin necesidad de salir. Cierto orden de vida, cierta monotonía, es lo que más me estimula. Y la lectura, por supuesto, porque leyendo a otros a menudo me nacen deseos de escribir. JP: ¿Existe una diferencia entre escribir “para niños” y escribir “para adultos”? MTA: Sólo encuentro diferencias en el caso de cuentos para lectores muy incipientes, muy pequeños. En cuanto al resto, es decir prácticamente todo lo que he publicado en colecciones infantiles, no encuentro diferencia. Mejor dicho, cada proyecto de escritura, cualquiera sea finalmente su destinatario, es diferente de otros que uno mismo ha llevado adelante, cada proyecto es único, particular, hecho de necesidades y situaciones azarosas.

EB: Si escribo conscientemente para un público joven, digamos, por ejemplo, por un encargo de una revista, entonces pienso en ese lector y me imagino a mí misma en esas edades. Por lo demás, no varía el proceso. JP: En sus producciones, encuentro personajes femeninos fuertes, pienso en Patricia, de Otro lugar, quien contiene la respiración debajo de la mesa para que los mayores no la escuchen y entonces se confiesen. Y también pienso en Julieta, de Lengua madre, quien reconstruye, entre cartas, papeles y fotografías, la historia de su madre. ¿Cómo es que estos personajes fueron pensados y construidos? EB: Patricia es un personaje inspirado en una persona real, lo que se cuenta en Otro lugar es “verdadero” y a la vez toda la historia está inventada. Patricia es el personaje que tiene a su cargo escuchar y filtrar las voces que llegan hasta su escondite, “se hace la película”. No sabe, debe hacer el esfuerzo de dar forma a tantas palabras inquietantes sin comprenderlas del todo. No es un personaje fuerte, debe sobrevivir al horror, no de los hechos (ella no estuvo en la guerra) sino de las historias. La violencia afecta a varias generaciones. Pina, la madre de Patricia, es el personaje fuerte que sobrevivió sin enloquecer. Patricia está escuchando ahora, por primera vez, esas historias y la falta de aire, al finalizar la novela, da cuenta de que su cuerpo ha sido afectado.

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MTA: Julieta fue naciendo de una escena, una mudanza, en la que me vi a mí misma ante una carta de mi madre, una carta que ella me había mandado en 1976 y que quedó, vaya una a saber por qué, entre las páginas de un libro. JP: Elena Bossi trabajó con Penélope Todd en una novela llamada Amigas, disponible en eBook. María Teresa se encontró con Circe Maia en Uruguay, producto de aquel encuentro nació La pesadora de perlas, Obra poética de Circe que incluye la conversación que ambas mantuvieron. ¿Cómo se viven esas experiencias de trabajo conjunto? EB: Penélope Todd -de Nueva Zelanday yo nos conocimos en Iowa, en el Programa Internacional de Escritores. La novela fue un proyecto para no despedirnos: Cada una, en su país, escribió capítulos alternados en su propia lengua. Luego trabajamos sobre una traducción precaria de la otra parte, editando el texto. Dos años después de nuestro primer encuentro en Estados Unidos, Penélope obtuvo una beca para venir a la Argentina en donde pasamos seis semanas escribiendo en espejo, enfrentadas, tratando de entender y traducir la imagen de la otra y al mismo tiempo apropiándonos de esa imagen en nuestra lengua. Fue una experiencia privilegiada. Cuando me tocaba escribir las partes de sus originales en inglés, yo sentía la superposición de mi propia escritura que se acomodaba a la de ella y la incorporaba como una capa más.

Nos dimos la libertad de alterar el original y el resultado es una novela con muchas diferencias en cada lengua, que incluso comienza por capítulos diferentes. El ebook da cuenta de esa experimentación pues los enlaces permiten moverse a través de los capítulos y de las versiones. No lo sabía entonces. Durante el proceso jamás pensé que un nuevo formato de libro sería la manera ideal para leer Amigas; cuando vi el libro editado me di cuenta de que habíamos hecho un proyecto que debía editarse de ese modo. MTA: La historia de La pesadora de perlas es muy larga. Me encontré con la poesía de Circe en los primeros años ochenta y esa poesía ya no se fue de mí. Repartí fotocopias de sus libros, la llevé a talleres y cursos, la cité en conferencias y charlas. Pero a ella la conocí recién el año pasado, cuando el editor (que tres décadas atrás concurría a mis talleres y la había leído por entonces) me propuso que hiciéramos esa antología y que fuéramos a Tacuarembó para que yo pudiera conversar con ella. La entrevista sucedió en abril del año pasado, compartimos tres días de conversaciones. Después la volví a ver en marzo de este año, cuando vino a cerrar el Festival de Poesía de Córdoba. JP: ¿Qué consejos les darían a quienes desean dedicarse a escribir? MTA: Que lean mucho, que tengan una mirada y un oído atentos a su medio y a su tiempo. EB: Además de no esperar la jubilación para cumplir el propio deseo, creo que si alguien quiere escribir cuento o novela y no posee ninguna experiencia, le diría que observe y reflexione acerca de la voz que contará la historia.


Toda narración tiene un punto de vista más apropiado que otro. Es un buen ejercicio, al leer, preguntarse por el narrador, ¿quién cuenta esta historia? ¿Qué sucedería si se narrara desde otra perspectiva? ¿Qué se perdería o se ganaría? Piedra libre para maría teresa andruetto: “Esto es, quizás, el amor”, dijo Emma. “Ser capturados por algo que no vemos” María Negroni. La anunciación.

Juan Páez: Leer Kodak es recorrer una muestra fotográfica, donde cada una de las fotografías expuesta podría narrar una historia. ¿Qué tiene la poesía en particular que la diferencia de los otros géneros? Ma. Teresa Andruetto: Me lo he preguntado muchas veces. Imagino que se trata de la música, el ritmo, la condensación y la calcinación que alcanzan, algunas veces, muy pocas veces, de modo misterioso, las palabras, no tanto por arte de magia, como por trabajo, concentración, atención. JP: Tomo unas palabras de Lengua madre: “No se libera uno de las cosas evitándolas, hay que atravesarlas” ¿La escritura es una forma de lograr atravesar lo que esquivamos? MTA: Es una frase que repite más o menos libremente, una cita del diario de Pavese y que se me aparece en todas partes de la escritura y de la

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Juana Luján

vida. La escritura es un camino de conocimiento, es decir una experiencia, una forma de atravesar lo que desconocemos o lo que nos parece insoportable. Pero no sé si eso bastaría para explicárnosla. Podríamos decir de ella lo que dice del mundo el haiku de Issa: Este mundo/ es un mundo de rocío/ y sin embargo... JP: Actualmente estás trabajando en la publicación de una colección llamada Narradoras Argentinas, obras de escritoras relevantes que permanecían inéditas, olvidadas o perdidas, ¿Qué significa este trabajo a nivel personal?


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MTA: Es el trabajo y el placer de una lectora. Es también el intento y el deseo de inscribirme en una genealogía de escritoras. Hay tanto detrás de cada una de nosotras. Eugenio Montale dice Hacen falta muchos hombres para hacer a un hombre. Una podría decir esto mismo de la escritura y de las mujeres. Estamos hechas también de lo que hicieron las que vivieron (y/o escribieron) antes. Veo una correspondencia, vasos comunicantes, entre escribir Lengua Madre y co dirigir esa colección, creo que hay algo que une esos dos gestos. JP: ¿Qué significó ser distinguida con el Premio “Hans Christian Andersen”? MTA: Más traducciones y ediciones, más visibilidad. Más lectores. Piedra libre para Elena Bossi: Los nombres en general tenían esa cualidad de no significar nada y de golpe ser alguien para uno Silvia Hopenhayn, Elecciones primarias.

Juan Páez: Leer Otro lugar es como saborear pequeños bocados de masas agridulces. A Virginia, la tía de Patricia, la despojan de la palabra, se la quitan y a ella la encierra. En tu nouvelle, las confesiones, que son progresivas, están invadidas por el silencio. ¿Qué sucede cuando se nos quita la palabra? Elena Bossi: La palabra y nosotros somos la misma cosa, ella nos conforma y nosotros conformamos nuestra realidad con palabras –no

importa si somos sordos o mudos, las palabras resuenan de todos modos. No hay sujeto previo a la palabra. Entonces, si me quitan la palabra no queda nada, yo no puedo seguir siendo si no puedo expresarme. Por eso las dictaduras prohíben las voces, censuran palabras, queman libros. Las guerras, la violencia a la que estaban sometidas las mujeres y los niños, el odio entre los hombres son hechos que quitan las palabras de la boca no solo porque se prohíba hablar sino porque se trata de realidades frente a las cuales no podemos decir, “nos quedamos sin palabras” (es una expresión frecuente que usamos frente a un hecho que nos conmueve demasiado). JP: En un libro de escritos publicado por la Universidad del Litoral denominado Los otros realizas un estudio en torno a las posibilidades del otro y de lo otro. ¿La escritura nos vuelve otros, diferentes de nosotros mismos? EB: Si uno busca crear una voz desde la cual hablar, significa que esa voz debe ser construida como parte de la actividad de la escritura. Entonces, si uno genera voces diferentes, uno es, en todas esas voces, otros. No estoy segura de que esos otros sean siempre diferentes de uno mismo. Creo que esos otros están contenidos en uno mismo. Posiblemente sea semejante al trabajo del actor: el actor busca ese otro que debe representar en sí mismo, en sus recuerdos, en su experiencia con los demás, así una escritora construye las voces, los personajes desde su propia interioridad pero en la interioridad se alojan, ya sabemos, legiones.


Simen Johan

Escribís novela, cuento y teatro. En relación al género, ¿es algo que elijas de ante mano o dependiendo de la idea lo determinás? ¿Cómo fue el proceso de escritura de En los brazos de Alfredo Alcón? EB: Un proyecto suele nacer desde un género, nace como forma. Una novela nace como novela, aunque luego pueda derivar en otro género. Puede ocurrir que un cuento crezca y se ramifique y entonces, uno piense en seguir adelante y construir una novela o se puede pensar en una novela y luego entender que no hay aire suficiente, que la línea de acción es una sola y se

resuelva en un cuento. Una novela que se escribió puede contener una obra de teatro y la reflexión acerca de los problemas que acarrea la escritura produce ensayos; pero por lo general, en mi caso, el tema surge adherido al género. En los brazos de Alfredo Alcón fue un encargo. La actriz María del Carmen Echenique -a quien yo admiro- me pidió una obra para ella cuyo tema fuera la frustración. Pensé entonces que lo que mejor mostraba la frustración era el modo en que los padres presionan a los hijos para que realicen los sueños que aquellos no pudieron cumplir. Así, el personaje de Elsa carga el peso del deseo de su madre en forma de última voluntad y Camila, la hija de Elsa, carga el peso de ayudar a cumplir un doble deseo: el de su abuela y el de la misma Elsa. Entrevisté a todas mis amigas y conocidas para que me hablaran de la relación con sus madres. Fue un proceso muy interesante que le dio consistencia al personaje de Elsa. Con un primer borrador, pedí una clínica a Mauricio Kartún y con él trabajé en cuatro reuniones a lo largo de un año hasta que terminé la escritura. Lo demás se ajustó durante las sucesivas puestas con aportes de las actrices y la asistencia de dirección.

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por Juan Díaz Pas

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iguel se acerca al lavabo y se dispone a darse una afeitada. Amanece y hace frío. Tirita en calzones largos. No se detiene hasta que su piel queda lisa y turgente como en su adolescencia. Sonríe. Interpreta una publicidad de Gillette Match 3. Federer. Messi. Ginóbili. Anoche vio un corto de Scorsese, The big shave. Un hombre se afeita tanto que su cara se convierte en una barba de sangre espesa. Siempre al amanecer el frío se cuela por debajo de la puerta. Por la ventana: Miguel tiritando en calzones; Miguel sorbiendo un té con poca azúcar y un pan lactal; Miguel frente a la computadora. En otra parte del planeta su novia decide abandonarlo. La deriva. Que el frío entre por las mañanas nunca es suficiente. Miguel recuerda un sueño que tuvo el otro día. No sabe a quién contárselo. Sabe que algunos

sueños nacen por sugestión de la vigilia. Teme que otros desemboquen en ella. No sabe si debe contarlo. Estaba un domingo en el pasaje Gardel, sentado en la primera fila de muchas, esperando para ver una película de Sergio Bizzio, cuando de repente apareció corriendo un grupo de chicos de no más de doce años. El más atlético de todos, de pantalón corto y medias de la selección, vociferaba que se iba a escapar. ¿Qué se estaba escapando? Una inmensa rata. Todos la vieron acorralada entre el niño y la pared. En un segundo, una patada certera la estrelló contra la base de un farol. La rata quedó panza arriba. Boqueaba. Los niños se acercaron en círculo, temerosos de que el animal pegara un salto o los mirara a los ojos. Apenas podía patalear y se le veían unos dientes parecidos a los de un conejo. Nueva patada. Contra la pared. Quieta. Inmovilizada de terror.

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Unas mujeres que compartían la fila con Miguel se preguntaban entre ellas si era una rata o qué y si era una rata sintieron una compasión tremenda, ¡pobre bicho! A todo esto, el más audaz del grupo de cazadores arrojó el cadáver a un charco inusualmente profundo, donde la rata quedó flotando unos segundos antes de mojarse. Tuvo un espasmo. Otra vez la parálisis. Esta vez definitiva. Con la ayuda de una botella de plástico, que se pasaban de mano en mano, los niños tocaban la cosa peluda, la palpaban y, si hubiesen tenido con qué, la hubiesen pinchado sin parar hasta verla atravesada. Las niñas la empujaban. Flotaba como un botecito. Reían nerviosas. Corrían hacia atrás, excitadas. Luego vino el macho alfa y la retiró de un sacudón que la estrelló contra el portón de chapa de un edificio en construcción, donde finalmente quedó abandonada. Los espectadores la observaban de reojo, con asco. No se sabe bien si además miraban a los niños que ya se habían dispersado en otras andanzas. Otros la observaban fijamente, temerosos de que se hubiera movido o acaso adivinando una palpitación. La rata permaneció en medio de una sombra. Algo parecía a punto de llevársela hacia el interior de las cloacas, entre la basura de los materiales del edificio en construcción. Un tipo sentado al lado de Miguel hablaba con cara de estupefacción. Él le respondía. Luego comprendió que hablaban idiomas distintos y que apenas movían las bocas. ¿O se estaría quedando sordo? El tipo volvió la cara hacia la

pantalla gigante, entre avergonzado de haber dicho una estupidez y aliviado de no haber puesto en evidencia su extranjería ante un desconocido con cara de peruano que, según dicen, abundan en malas intenciones por la zona del Abasto. Miguel retornó a sus pensamientos. Él mismo era una rata. Amalgamó esta certeza al álbum fotográfico donde no había más que imágenes de Clarita y se sacudió cualquier seguridad que pudiera haber tenido. Que esa era una señal de advertencia lo sabía por estar acostumbrado a la paranoia más omnipresente. Miguel toma por inequívocos estos destellos de una realidad aún por acontecer y anda con cuidado, mirando a los dos lados antes de cruzar la calle, evitando las escaleras y ahuyentando a los gatos negros, a los gatos en general puesto que él mismo, como le acaban de informar las señales oníricas del pasaje Gardel, es una rata. Una bruja le había dicho que su signo en el horóscopo chino era precisamente rata, una rata de tierra. Como es sabido, el elemento natural de la rata es el agua, su relación con el elemento tierra es destructivo, un par inarmónico que provoca malas pasadas. Miguel supone que aquí residen muchas verdades: no sabe nadar; le teme a las alturas; es ágil en cualquier terreno; le va mal en el amor; no consigue trabajo; lo matan cuando quieren como si fuera una peste. Una vez terminados el té, el pan y su ahora ex novia, la rata Miguel se dispone a salir. Caminará. Su nomadismo es proverbial. Llega a caminar hasta 120 cuadras, lo cual no es


demasiado si pensamos su traducción kilométrica a 12. Sin embargo camina mucho, los agujeros en las plantas de sus zapatillas dan testimonio de ello. En el camino pensará en todo lo que ha soñado la otra noche. Deseará olvidar pronto y de manera rítmica. Anda mirando ventanas, árboles, plazas, números ascendentes, descendentes, carteles, caras, piernas, ojos, manivelas, autos, bicicletas, sobre todo bicicletas y mujeres que pedalean. Las imagina deseosas de llevarlo. La tierra puede más y Miguel, original en otros aspectos, no hace más que deambular sin sentido, con un hálito sombrío o, para decirlo de otra forma, como si algo le devorase el aliento a mordiscones. La primera señal de que su sueño se hace realidad lo tiene cuando se involucra casualmente con una columna del movimiento clasista y combativo y uno de los compañeros encapuchados le entrega un bastón de madera pesado delante de un fotógrafo. Debido a su inoperancia en este tipo de manifestaciones, trata de huir pero ya los cantos y una especie de abrazo forman una barricada cuando la federal inicia el bombardeo cerca de plaza de Mayo. El gas surte efecto y algunos se dispersan. Miguel queda ciego y sólo oye gritos. Después un crack muy cerca de su cabeza. Un líquido pegajoso le caliente la cara. Es salado. Acá tenemos una rata, escucha decir a alguien. Despierta en una comisaría. Todos los compañeros, así se llaman entre sí, hacen un alboroto espantoso en la celda. Se burlan de los policías y aprovechan para amenazarlos

cuando interviene el abogado de derechos humanos. Miguel resulta esgrimido como pancarta a favor de la noble causa que están por orquestar, si bien ninguno de los presentes puede afirmar que lo conoce. Algunos suponen que vino de La Matanza y otros dicen que es de la Villa Riachuelo. Los más desconfiados sostienen que es un cana de civil porque cuando le preguntaron de dónde era y con quién andaba no supo responder. Es que tiene un golpe en la cabeza, dicen algunos. Eso es lo que vos crees, dice otro. Miguel permanece con la sangre seca en la frente, tirado. Su cráneo es un galpón vacío donde alguien martillea contra una campana sin parar. El abogado logra sacar a todos sus amigos clasistas y combativos pero no puede hacer nada por Miguel, apenas llevarlo a un hospital custodiado, odiado por canas y clasistas. La rata Miguel no logra escabullirse sino hasta bien entrada la tarde, cuando los analgésicos surten un efecto eufórico mezclado al suero. Al salir, los policías fuman un cigarrillo. Hablan entre sí, se lo pasan, no le prestan la más mínima atención. Miguel camina pegado a la pared. Aligera el paso cuanto más cercana es la puerta de calle. Recién entonces comienza a correr y gana la vereda, una cuadra, dos cuadras y al fin un dolor insoportable lo tumba en las escaleras de un edificio muy viejo. Una señora pasea su caniche. Le arroja dos monedas de un peso y sigue de largo. Sale el portero. Le pide que se retire. Ahí no se puede pedir limosna. Miguel camina agarrado de las paredes y pronto se percata de que está dando la

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vuelta a la manzana y camina hacia la plaza del Congreso. Allí hay muchos perros. Y árboles altos. Y una fuente. Estará a salvo de ser devorado. En el camino se ven los vestigios de la bulla y el enfrentamiento. Muy de vez en cuando cree reconocer algún encapuchado tan solo por cómo sostiene la mirada y llena de resentimiento la vereda. Desde luego Miguel ya no quiere más problemas, sólo descansar un rato y seguir hasta su casa, donde podrá echar una siesta y quizá comer un sándwich de queso con mortadela. Además de tomarse el vino que quedó de la otra noche. Es cuando el tiempo aquieta su marcapasos y se aglutina en los bancos al sol del mediodía otoñal. Espeso y riguroso, se aferra todavía a la novedad de los diarios, al bullicio de los autos, a los horarios del tren, adopta los colores de los bares vacíos, se escabulle entre los bolsillos de la gente, adereza el horario comercial, pone punto final a las vidas de algunos insectos, absorbe las estatuas como si le pertenecieran sólo a él, mira de reojo a los desocupados y sigue de largo. Todo en el aire es tiempo secándose al sol, evaporando las últimas gotas de la lluvia de la madrugada. Un tiempo obligatorio para vivir conmueve a los pájaros y aparecen grúas e imprecisas voces pidiendo algo, manos que corroboran carteles, teléfonos que suenan en el desconsuelo de las oficinas. Prótesis de lo que hilvana la experiencia, el tiempo sucumbe a la tentación del instante y resplandece entre las conversaciones de los jubilados que recién se sientan a contemplar el


aire con las manos juntas sobre las piernas. La rata Miguel se aplasta contra un banco y se ejercita en la noche, que combate por todo, por cualquier cosa. Ayer soñé que era pequeño. Era yo, es decir como soy ahora, en tamaño quiero decir. Al principio iba para arriba. Entonces una luz caía sobre mi cara, me golpeaba y al despertar era otro, insignificante, no sé, como si me hubieran llevado a un país de gigantes mientras estaba aturdido, inconsciente, no sé, me llevaban, me dejaban tirado en un almacén lleno de gente averiguando precios en el mostrador. El dueño se veía desbordado. Abría los brazos y con las palmas hacia adelante echaba atrás a los clientes. Hay para todos, decía, no se pongan encima del mostrador, por favor, los voy a atender uno por uno, pero hagan fila, por favor, al que no haga la fila no lo atiendo. Yo miraba desde el suelo. Gritaba que se callen. Les gritaba a los pies que dejen de raspar el piso, que se muevan un poquito porque no veía nada, que quería salir, que me faltaba el aire. Los pies se movían sin método. Pateaban, zarandeaban el polvo y la mugre se me iba pegando en la ropa. Gritaba más fuerte y uno de los hijos de alguien me agarraba. Me confundía con un juguete. Me apretaba, me estiraba. Hacía fuerzas para evitar ser aplastado. Quería que se aburriese rápido. Hacía más fuerzas para quedarme duro. Esto no le va a gustar a tu mamá, le dije y lo mordí en la mano. El nene me revoleó lejos y su mamá lo miró. Vio un puntito rojo y se asustó. Qué te pasó hijito, qué te pasó. El nene se largó a llorar. Si la mamá se

hubiera quedado callada el nene no hubiese llorado. Lanzó un chillido con su enorme cara arrugada y roja, pataleó y dijo ¡una cosa!, mamá, ¡una cosa! Señaló con el dedo un vago rincón donde podía haber de todo. El almacenero preguntó qué pasaba. Los demás se enojaron porque pensaron que andaba en líos con la mamá del nene y gritaron que hiciera la fila señora, acá todos somos iguales. Es que el nene, el nene, dijo la mamá, me lo mordió una rata. ¿Una rata?, una rata una rata una rata una rata, gritaron las voces que retumbaron en mi cabeza hasta reventarme el cráneo. Mi piel comenzó a caer en gajos. Algo gris aparecía debajo. Una pelambre gris con pintas marrones. Mis manos se convirtieron en garras. Sentí mis dientes alargarse y hasta pude verme la punta del hocico lleno de pelitos y bigotes largos como tanzas. Grité muy fuerte o no sé qué. La gente se dio vuelta y ahí estaba yo, ratificado en un espacio que ahora era EL espacio, un escenario donde todos podían verme. Comenzaron a huir despavoridos. El descontrol era absoluto. Los pies rajaban caóticos, buscaban la salida a gritos y empujones. Alguien caía. La mamá aúpaba al herido y pedía socorro. No paraba de llorar. Un viejo incineró al almacenero con la vista. El almacenero regurgitó ofertas para que nadie lo abandonase. Pero si es un bichito nomás, no pasa nada. Nadie le hacía caso. El viejo de la vista láser me agarró a escobazos. Me persiguió mientras yo gritaba que no sé qué pasa, no me aplaste, por favor. Me escabullí entre las bolsas de alimento para gatos. Ahí me di cuenta de que mi voz era un chillido

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espantoso. Era imposible comunicar mi estado a otros. Me imaginé viviendo entre los desperdicios de un basural con otras ratas que a lo mejor no entendían mi idioma de recién transformado o, a lo mejor, todos entendíamos que no hay nada más que la basura para entender y por eso no hablábamos entre nosotros. Me vi entrar y salir de las cloacas; robar y devorar con agilidad; romper cables; asustar gente; agitar mi corazón a 450 latidos por minuto. Vi la grieta abrirse entre los pies, un tobogán hacia otra vida. Un escobazo me tiró contra un estante. El viejo hurgó sin dejar de blandir la escoba. Asomó su cara repulsiva, llena de poros y pelos injertados, grasientos. El almacenero miraba desde atrás, atento a mi salida para aplastarme con una sartén de teflón. Nuevo escobazo. Quise erguirme para conversar. El tipo desparramó la mercadería por todas partes. Algunas mujeres permanecían del otro lado de la vidriera, expectantes e histéricas. El viejo se detuvo. Apareció una señora culona para hacerse cargo. El viejo no pudo impedir el relevo. La señora me llamó, dónde estás, dónde estás, ya vas a ver cuando te aplaste, rata de mierda, ya vas a ver. El corazón se me agitaba demasiado porque no estaba acostumbrado a este ritmo. Permanecí inmóvil. Quise trepar. No hubo forma. La memoria humana empobrecía el instinto. La culona estaba por descubrirme detrás de las conservas. La vi reír triunfante. Temblé. La última lata de duraznos desapareció. Cargué contra sus piernazas. La obligué a huir o a matarme. Pero yo era veloz, el viento. Esquivé el escobazo del tipo, gambeteé la sartén del almacenero, quedé de frente a la puerta, solo, iba

solo, a una velocidad impresionante pero que para mí era cuadro por cuadro. La gente en la vereda se desparramaba, se preparaba, me apuntaba. Lluvia de cascotes, zapatazos, gritos de fiesta, ceguera de pánico. El filo de la puerta destajó mi cabeza. Ya estaba por ganar la vereda, perderme por las alcantarillas cuando, entre la gente, se destacó una cara imperturbable. Apenas salí, la gente hizo un círculo. Quedé en el centro con una mujer hermosa que simplemente me miraba. Frené. Todos estáticos. Ella me extendió la mano como si supiera quién era, como eligiéndome, sin temor, apaciguada. Me quedé muy quieto. La mano me acarició la cara. Resplandecía. La mano me alzó hasta sus ojos, me sopesó curiosa. Los demás se desvanecieron. Ella dijo por fin, por fin. Ahora era un corazón repulsivamente inquieto y sanguinolento que latía a 450 revoluciones por minuto. Bicho malo, me dijo, no deberías asustar así a la gente, ahora te voy a curar un poco esa cabecita, vení conmigo. Me guardó en un bolsillo de su cartera. Creo que me llevó en su auto y que me llevó a su casa, pero al despertar estaba en una jaula, rodeado de aparatos blancos, de mesas blancas, delantales blancos, bocas llenas de dientes blancos. Todo era blanco y estéril, salvo yo. Me sacaron. Ey, ya te despertaste. Me agarraron de la panza. Me pesaron en una balanza electrónica. Me pasaron una podadora diminuta por la cabeza. Me ensalivaron o me pusieron una sustancia gelatinosa en las sienes, unos electrodos y me convidaron medicamentos mientras sonreían. A ver qué te parece esto, dijo la mujer hermosa. Me dio una


descarga eléctrica. Me sacudió. Chillé. Era mayor la sorpresa que el dolor. Otra descarga. Otra más fuerte. Más fuerte. Fuerte e intensa. Salía humo, olor a hamburguesa. La mujer se reía. ¿Te gusta? Claro que me gusta, chillé, todo sea porque rías. Entendía mis chillidos y prosiguió con la vivisección de la zona abdominal. Midió la temperatura de mi cuerpo. Panza arriba, me abrió como campera. No te va a doler, en serio, quedáte tranquilo. Me inyectó un líquido azul que me hizo cosquillas. Comencé a ver todo azul. Pataleé. Alguna parte de mi cuerpo me avisaba que me estaba quedando vacío. No podía parar de reír. Ella incrustó sus dedos y arrancó una tirita muy graciosa de tripas en movimiento. Bueno, mirá, esto sos vos ratita, me dijo, muñequeando como si pescara y no supiera bien qué hacer. Después me mostró uno puntitos rojos, estos tus riñoncitos ratita, después cosas extravagantes y amarillas, huesos de juguete, me enternecí. Bolsita de cuero. El líquido azul ahora era inyectado directamente en mi cerebro a través de la nariz. Ahora sí, querido ratoncito, miráte, me dijo y puso un espejo como hacen los peluqueros cuando quieren saber si estás satisfecho con el corte. Tenía un aparato capaz de medir el pánico y ahora estaba asombrada con sus hallazgos: los animales también mueren de miedo. Anotaba, saltaba. El terror se intensificó cuando me hizo ver cómo era por dentro, cómo se devoraba mis entrañas cocinándolas apenas con el encendedor. Mirá ratita. Abrió bien grande mi cuero donde latía un corazoncito a mil revoluciones por minuto y un par de bolsitas se aflojaban y se inflaban

al borde del colapso. Reía de felicidad e inyectaba más droga. Quise despertar pero pensé que me llevaría a otro sueño. No podía abrir los ojos, no podía cerrar mis ojos de rata y ver otra cosa que no fuera el vacío tal cual es. Dominé los gestos hasta la inmovilidad. Tramposo, oí, tramposo, todavía puedo ver tu corazón latir, decime si te duele cuando te lo aplasto, ¿nada todavía?, decime, mirá que no te quiero matar, te quiero conocer, quiero saber de dónde viene el miedo a la muerte, dale, decime, no seas zonzo, ¿te duele?, ¿te duele mucho? La verdad ya no me dolía nada, solo quería despertar o acabar de morir de una sola vez. Mi corazón estalló entre sus dedos y pude ver su cara ensombrecida de golpe, decepcionada porque no había dicho nada, desaparecí del espejo y me vi revoleado a un cesto de basura, junto a una pila de cadáveres de animales con ojos secos. En eso suena el teléfono. Es Clarita. Hola Miguel, ¿cómo estás?, mirá, yo, quería, necesito, no sé, es complicado, ¿vos cómo estás?, ¿a qué hora vas a tu casa? Necesito verte un rato, más tarde, ¿puede ser? No, no, no pasa nada malo. No, es que por teléfono no se puede. ¿Eh? No, te digo que nada malo. No, no estoy enferma, es que hoy me levanté con fiebre y con la voz medio tomada. Me tomé unas pastillas, estoy bien. No, no era eso, es otra cosa. Miguel, voy a tu casa más tarde, a las ocho, ¿te parece? ¿Por qué? Ah, vos tenés una suerte para caer en cana, ¿ves? por andar metiéndote donde no te llaman. Te dije que andés con cuidado. Sí me enojo, sos un boludo, mirá si te pasaba algo malo. ¿Qué? ¿En serio?

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¿Cómo? Miguel, ves que sos un pelotudo, sólo a vos te pasan estas cosas. No, ya te dije que no, a la noche. Tenemos que hablar, en serio. No sé, últimamente me siento rara, no sé. No, no es con vos. Esperáme, ¿sí? Chau, un beso, chau, chau. La rata Miguel sorbe una latita de Quilmes, traga dos miorrelajantes, afloja las tiras de sus zapatillas y tiene la segunda señal: miedo y aburrimiento conjugados para dar el latigazo preciso. Entre los arbustos hay una gata que acecha desinteresada a los pajaritos. Bosteza y lava su cara. Los pajaritos salpican las piedras rojas y destilan sonidos que sólo ellos comprenden. Una bolsita plástica parece el paracaídas de un auto invisible cada vez más acelerado. Un perro asusta a unas niñas recién bañadas y esmeriladas para el amor. Un pajarito picotea de más, se engancha con las palomas más gordas. La gatita, al cambiar de la sombra al sol, se vuelve de oro. El ómnibus deja atrás a un hombre y su mujer, sin darse cuenta o dándose perfecta cuenta, paga dos boletos y no se la ve bajar. El hombre no habla español. El pájaro enmudece. La cola de la gatita de oro se contonea como una serpiente. Se nota que ella es feliz. La rata Miguel ve signos hasta donde no los hay. Un ladrón pasa corriendo y corta en dos la plaza. Medio minuto después pasan dos hombres, uno grande y fornido, el otro más enclenque. El grandote le lleva ventaja y por un instante uno no sabe si es bueno o malo. Recién se entera cuando se detiene a tomar aire y le grita al enclenque para que se apure, que todavía lo pueden alcanzar. El enclenque llega. Tropieza con el borde de la

vereda. Se lastima la cara y la mano. El fornido lo mira. No dice nada. Recupera el aire, lo levanta, le dice dónde puede encontrar un policía. Se va como si nada, como si no quisiera ser visto al lado de aquélla víctima de la inseguridad. Se sacude un poco de estigma y ni saluda. El enclenque permanece un rato más, buscando no se sabe qué en uno de sus bolsillos, cuando parece que lo ha encontrado se da un chirlo en la frente y grita ¡qué boludo!, y de nuevo a perseguir, pero esta vez en dirección al fornido. Llegan las dos de la tarde y todos vuelven a sus madrigueras. El tiempo ahora es una bestia que les sopla en la nuca, acechándolos, amenazándolos de muerte. Todos corren a un ritmo acelerado. Comen de pie. Vociferan para hacerse oír por el de al lado en la fila interminable de los bondis que pasan de largo, atestados. El colapso tiene nombre de avenida. El atropello pasa inadvertido. Todos huyen despavoridos de las oficinas, de los agujeros en donde habían permanecido. Sonríen. Desanudan sus cuellos. Al fin una tregua que no durará. El tiempo es un bólido ahora, es un líquido acidoláctico que penetra las musculaturas de los artefactos. Hasta los niños se aferran a sus madres con temor de ser absorbidos por los túneles, por el descontento. El oxígeno pesa toneladas. Las noticias a esta hora pierden vigor. Las cosas están un poco más gastadas, opacas, deslucidas. Las horas esperan inciertas a que alguien las siga. En los cafés se arremolinan las voces y, como nunca, los solitarios se ven invadidos de una


maravillosa algarabía. De un lado al otro de la ciudad los cuerpos se yerguen y se preparan para la tribulación. Algunos se van a encontrar por primera vez, otros ya no se volverán a ver nunca más, y hay todavía quienes dan un paso en falso y pierden. La rata Miguel sufre un caso severo de ausentismo. En efecto, permanece ausente de su hogar, de su especie, de sí mismo. Tales señales en una rata de tierra no conducen a nada bueno. Además de ser notoriamente enano, sus cualidades se ven cercenadas por una incomprensible voluntad al encierro y la caída fácil en trampas. Una rata es una rata en todas partes y no puede evitar devorar con lascivia los quesos que le ponen los demás. De modo tal que lo único que le conviene hacer es aguardar en su casa, en el encierro viral de la época. La rata Miguel se encamina hasta su cueva. Aferrado de las paredes, logra sortear los múltiples obstáculos que le impone la civilización: baches, semáforos desincronizados, ladrones de poca monta, policías que de todos sospechan, autos sin frenos, gente cansada y que mira al piso sin fijarse a quién pisa, vendedores ambulantes, soretes de perro, perros, vagabundos y mosquitos que en la ciudad son de cemento. Al llegar a casa, huele a quemado. Sí, es la cocina. Un pedazo de carne negra en el horno. El infierno a domicilio. - Los vecinos se quejan, Miguel, siempre te estás mandando cagadas, después vienen y me dicen a mí, y vos decime qué carajo tengo que ver

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con tu boludez, ¿eh?, encima todavía me debés este mes. Si no podés pagar te cambio al otro departamento, es más barato, no tendrá estos lujos pero, che, si vos lo único que hacés es dormir todo el día… y mandarte cagadas. Mirá, vos sos mi amigo y no me gustaría verte en la calle, pero ponéte las pilas viejo, si no esto no anda. Bueno, y ¿qué mierda es eso? ¿Un palo? Ah, claro, asado, para Clarita. ¿Cómo anda? Bueno, vos no te hagás drama, yo te soluciono todo, la traes a comer a mi casa. Y apagá ese horno y abrí un poco las cortinas, hacéme el favor. La rata Miguel aprovecha la invitación para no hacer nada. O para anidar entre unos sorbos de vino tinto. $ 6.50, 1250 cm cúbicos, marca infame, olor a mingitorio de hospital, sabor a brea.


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Ríos de ratas, marejadas de ratas, saliendo de los canales. Las ve venir rabiosas, pestilentes, bubónicas, a mostrar la podredumbre en que hemos estado viviendo sin saber. Las ve venir y ya no le asusta si lo confunden con una. Las ve venir ahora mismo, aquí

El agua no lo mejora ni el hielo es un compañero fiel, hay que sorberlo como un cóctel de cicuta y dejar que la embriaguez asesine las premoniciones. La rata Miguel roe unas milanesas de berenjena sin ganas y luego se queda sentado frente a la pared, gira hacia la ventana, todavía sin abrir, hacia la puerta, hacia el baño, hacia las escaleras, hacia el portón de chapa de su imaginación, se ve estrellar la cara contra un muro, quedar inmóvil y observado por los transeúntes. La rata Miguel escande el vino alegremente, prefiere estas vías de extinción. Retorna ermitaño a su colchón en el suelo. Tiñe un poco las sábanas y no se sabe si es el tinto o la sangre de una pulga que transmitirá la peste bubónica. La rata Miguel mira el techo y sonríe al ver el ventiluz por donde nunca entra la luz. Los mosquitos se empecinan en describir un aire errático de fuga. Los pelos de la cara de la rata Miguel crecen a pasos agigantados, se le llena de una alfombra gris el cuerpo, de a poco su espina dorsal se curva, las rodillas le chocan el pecho y los brazos parecen dos palitos secos terminados en garras, las orejas se le hacen para atrás y como si fuera un muñeco de plastilina al que le estiran la cara, le sale un hocico cónico y lleno de protuberancias. Oye un chillido salir de su propio cuerpo entumecido, que ya no le obedece, que obedece a otra cosa, a un llamado, algo que se parece a un imán atrayendo fragmentos, esquirlas. Se incorpora pero ya está en cuatro patas. Una cola escamosa y anillada se retuerce entre las sábanas. ¿Qué hacer ahora? ¿Dónde esconderse, rata Miguel?


Escarba una bolsa de basura, primer instinto de bestia. Sucumbe a los restos de cáscaras de papas y aceite quemado de las milanesas. Devora confundiendo el pan duro con un hueso y se sacia. Recorre el baño y no ve nada, el espejo es un lugar siempre obsceno. No llega. No sabe trepar y las cortinas tienen una gelatina adherida a ellas. Sin embargo promete dejar las diversas enfermedades que sus genes consienten: hantavirus, leptospirosis, criptosporidiosis, fiebre hemorrágica viral y fiebre Q. Todas empaquetadas y listas para el próximo que venga. La rata inquiere con su hocico las carnaduras de un sillón, oye la vecindad de otros roedores, los ve venir, una plaga de ratas, hartas de devorar las caras de la gente, hablando entre sí y diciéndose cosas a los gritos para que todos sepan que han llegado y no se piensan ir. Ríos de ratas, marejadas de ratas, saliendo de los canales. Las ve venir rabiosas, pestilentes, bubónicas, a mostrar la podredumbre en que hemos estado viviendo sin saber. Las ve venir y ya no le asusta si lo confunden con una. Las ve venir ahora mismo, aquí. Suena el timbre y Clarita espera unos pocos segundos antes de utilizar su propia llave. La piensa devolver. La puerta se corre con lentitud chillona. Adentro reina la oscuridad y a veces la espuma de las persianas toca algún mueble, la pecera, el televisor, los discos que ya no se usan. Clarita lucha contra el peso de la puerta. - ¿Miguel?, ¿Miguel?, ¿dónde te metiste? Clarita prende la luz, todas las luces de la casa. Hasta la del baño. Clarita juega a ser la dueña: revisa los remitentes en la correspondencia,

chequea los mensajes dejados en la contestadora, verifica la suciedad de los platos en la pileta, transporta su espíritu al pasado cuando ve la pila de ropa sucia y la levanta, la tira en un cesto y se promete nunca más volver a hacerlo, sostiene unas fotos en que sonríen abrazados, ¿cómo pudo haber pasado tanto tiempo? - ¿Miguel?, ¿sos vos?, mirá que si estás escondido no es gracioso, tenemos que hablar de algo serio, Miguel. Pero la rata Miguel no aparece por ninguna parte. Todo alrededor forma una pantalla elástica, delicada. La fluorescencia palidece la cara de Clarita. Llama al celular de Miguel. Miguel no contesta. Miguel oye un solo llamado y lo obedece sin contrariarlo. Suena en la otra habitación el ring tone tan estúpido de Homero Simpson SIN TELEVISION Y SIN CERVEZA HOMERO PIERDE LA CABEZA, una y otra vez, una y otra vez. Por fin Clarita descubre el aparatito entre las sábanas. Hay olor a sudor, a quemado, a podrido. - ¿Miguel?, ¿Miguel? No es gracioso. ¿Estás bien, Miguel? La rata chilla entre la pileta y las ollas limpias. La rata chilla adentro del cesto de la basura. La rata chilla en las tuberías. La rata trepa las ventanas. La rata se escabulle al interior del departamento. La rata sale del inodoro. La rata toca el timbre. La rata pasa. La rata acude junto a sus amigas a un festín orgiástico. La rata se conduce como se conducen las ratas y muerde un tobillo, rasguña un dedo, hiere el doblez de la pollera, añade terror a la cara de Clarita arrinconada en

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Mateo Jiménez

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el living por una masa gris de ratas, ratas, ratas, por todas partes ratas. Una se le cuela por entre las piernas y se introduce hasta la mitad, sin por ello dejar de morder antes de morir asfixiada. Otra le devora la cara. Otras atienden los dedos. Otras se dedican a tironear unos pedacitos rojos con la de al lado. Las ratas, Clarita, las ratas, la invasión. Clarita sacude las manos, atormentada, patalea en el clímax del dolor, traspasa algunas cabezas con las agujas de sus zapatos. La rata Miguel decae entre uno de estos zarpazos. Las demás ni se percatan. La rata Miguel ve que una cosa blanca comienza a aparecer. La rata Miguel cierra los ojos. Clarita deja de gritar. Las horas se anuncian en su desnudez insomne. Reparten cuantiosas sumas de tedio y techos, misterio y oportunidades, grandes ventanales iluminados, ventiluz de baño, chimenea de restaurante familiar, grasitud en los pliegues de la escamoteada danza de las prostitutas. Los drogadictos deambulan y andan de faena. Los borrachos se precipitan en sus primeros tragos. La sed se vuelve cósmica y a cada uno le toca una sed distinta. El deseo resplandece en promesas. El conocimiento gana encanto cuanto mayor es la incertidumbre. Se acerca la hora de abordar la noche. El aire permanece estirado y tensa los pasos de los transeúntes. Casi no se ven autos. Todavía no son necesarios. Es necesario estar de pie. Adormecidos, dromedarios, parásitos, cartoneros, libertinos, inseguros, rapaces, todos se funden en la indistinción que da la sombra. Oscura nervadura de los ojos, el día de la rata comienza.


por Dolores Castro Olivera Petrificar un contenido huanuska puncha tuparichun en la muerte hemos de encontrarnos rasca la piedra rasca ¡hermano, ahí estás otra vez! tu cara está negra trajín de borrachos es esta madrugada un desierto blanco Tu respiración es un taladro de vecino broken madrugada un arpón para ese idiota que congestiona mi sueño

el mundo es un bingo (estás ¿o no?)

guapa esta noche y ruinosa, manda el viento trabaja la basura muchos hombres saben algunas cosas es así de tan absurdo

hay que salir, ah

paria de jeta desasida tu minutero acribilla y es un game Ese yeti volvió por vos por mí por los sueños chicos por la nieve fue que no lo viste. Oh blanco ah blanco con blanco ciego vas a estar mañana por el mono dorado game over

un péndulo te remacha el oído.

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Escritos por Nicolás Venturino

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Yo estaba bañándome ayer, tarde. De repente me di cuenta. No había preparado la toalla. Mojaré todo el baño, pensé. Mamá se enojará conmigo, dije. Yo ya estaba todo mojado. Ahora qué hago, me desesperé. Pero no supe qué hacer. Entonces, seguí bañándome, muy nervioso. Hasta que terminé, limpito quedé. Empecé a gritar con furia: -¡¡Alcáncenme la toalla, por favor!! Y grité con más fuerza: -¡¡No quiero mojar el baño!! Mamá, papá ¿están por ahí? Pensé que no me escuchaban, pero me acordé: estaban durmiendo. Me horroricé ¡Cómo había gritado! Ya empezaba a tener frío. Abrí el agua de nuevo. Me bañaré otra vez, dije. Así espero que se despierten. Había terminado por segunda vez. Con bronca cerré las canillas. Y empecé a decir despacito: -Iuujjuu, ¿hay alguien por ahí? Me respondió el silencio, nuevamente. Ya desesperado opté por escapar. Con frió no podía pensar. Abrí la ventana casi violentamente. Miré, sagaz, en todas direcciones. (Nadie debía verme en pelotas). Hábilmente me colgué del tendedero. El patio interno del edificio. Sí, ante mí, todas ventanas. Empecé balanceándome, poco a poco. Debía alcanzar la otra ventana. Pero

Martín Rey

tuve un serio problema. Mi vecina me miraba, calentona. Así es que me excitaba. Y la erección me desestabilizaba. Oí ruidos, ya era tarde. Irreversiblemente, los tornillos se soltaban. Yo caía, prendido al tendedero. Se enojarían los vecinos. Les mancharé todo el patio. Al fin caí, qué duro. Abajo, escucharon, acudieron, y miraron. Después, me preguntaron: ¿estás bien? Yo sólo escupía sangre, roja. Me subieron a una camilla. Mientras me cargaban, me puteaban. “¡Qué boludo éste, ahí colgado!”


LA CARNE ES PRIVADA Mi novia se llamaba Mosqui. Nos tomamos un avion y fuimos a Tierra del Fuego. Volvimos a dedo por la ruta 3. Nos levantó Mikele, la camionera mendocina. Había que comer. Paramos a la tarde temprano. Entramos a una taberna con Mosqui y nos sentamos en una mesa. Llegó un señor de sombrero. más bien gaucho, de unos 60 años y se sentó a la mesa con nosotros. No dijo nada. Pero supe que estaba obligado a invitarlo a comer. Quizá lo escuché pensar, no sé, porque no dijo nada, pero yo sabía. Tenía ganas de comer carne. Pero no podía invitarlo a él también. Entonces pedí sopa para los tres. Comimos. Pagué. Nos levantamos y nos fuimos. A la noche comí un bife.

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Martín Rey

Este muchacho es temible. Un as del verbo. Desafía las leyes de la gramática. Corrompe las sintaxis. Destroza paradigmas verbales. Quebranta campos semánticos. Desata oraciones subordinadas. Si se lo propone, desfasa las parentéticas. Yuxtapones párrafos entrecomillados. Escande la prosa. Rehíla versos. Simplifica digresiones. Con lucidez, engancha construcciones adverbiales temporales, pronominales. Es capaz de dislocar nexos coordinantes adversativos y de los otros. A este muchacho, cuando escribe, no se le entiende una mierda.


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por Salomé Esper

L

a yeta es la persistencia de la mala suerte. Es como la cadena montañosa, la columna vertebral de la que salen los chispazos de mala suerte ladera abajo a buscar a quien joder un rato. La yeta es el magma, la sustancia asentada, el polvo del mate cocido en el fondo de la taza que te ahoga cuando tenías sed. En el año 2044 científicos determinaron que la yeta era una cosa. Esta cosa, no era una cosa cualquiera. Era una cosa con todo y coordenadas. La noticia invadía la primera plana de los diarios y portales: la yeta venía de un lugar. Se podía llegar con mapita y GPS y hasta en caballo (primera pista). Investigadores de todo el mundo, reunidos, mirándose a los ojos, tocándose un poco, extasiados, habían desentramado a esa sucia rata maloliente. Sus ojos brillaban recordando

con soberbia y algunos hasta con llanto ese momento opaco para la ciencia, ese momento de total quiebre de paradigma, de dolor de panza y pucheros en toda la comunidad científica cuando, justo una década atrás, se había comprobado la existencia de la suerte como factor desencadenante de acciones y cursos de vida. Tras la ola de suicidios de los racionalistas de primera hora y el boom de transacciones experimentado en el mercado inmobiliario, las cosas se calmaron un poco y volvieron a una normalidad un tanto chocante. El presidente del MERCOSUR, el octogenario Claudio María Domínguez, auguraba una recuperación increíble y feliz de la economía de todos los países integrantes y saludaba con especial efusividad el ejemplo de Grecia, última incorporación al bloque en lo que era, para él y muchos intelectuales, el renacer del crisol de razas.

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Ahora todos vamos a ser más europeos, decía, con los brazos abiertos y sonriendo, tal como aparecía en la imagen del billete de 10 pesos libres, la moneda bolivariana a la que los griegos veneraban como estampita. Una década atrás no sólo la economía se había ido en picada sino también el funcionamiento de todos los claustros académicos, a excepción de Comunicación Social que mantuvo más o menos el mismo nivel en cuanto a cantidad de alumnos y posibilidades de inserción laboral. Rectores de las universidades más prestigiosas del mundo abandonaban sus oficinas dejando tan solo un triste cartel “me voy a la bosta” (en sus respectivos lenguajes) y lo único que parecía florecer eran quinielas por aquí y por allá, raspaditas, bingos y consultoras esotéricas. Encontrar lugar en el hipódromo era casi imposible. El noticiero de las ocho se convirtió rápidamente en la lectura de todas las loterías del país: sí, el federalismo por fin parecía algo real, Dios ya no mandaba en Buenos Aires ni en ningún lado y así cómo los fervientes creyentes, también los intelectuales ultra ateos andaban arrinconándose por gusto propio, nomás para evitar cruzarse a la bandada de fervorosos que tomaban las calles todos los días, a cualquier hora, llenándola de papelitos, apostando por el fútbol, por el polo, el pato y el sapo. Todo era una apuesta, todo era una posibilidad. Por supuesto, comenzaron los suicidios. ¿Quién puede soportar que todo sea una posibilidad? Mucha gente en realidad, la misma

que apostó y perdió. Y muchos perdieron todo. Y nadie podía entonces soportar el haber perdido todo cuando todo era posibilidad. Rezar para pedir ayuda ya no era opción, y los psicólogos habían emigrado por ese entonces a las islas más cercanas y ya vendían canastas de mimbre en el Tigre, ya frasquitos de arena de todos los colores en Tilcara o collares de caracoles en Mar del Plata. Descubrir que la suerte no solo existía y era determinante y era más poderosa que el amor, el odio, el esfuerzo, los antecedentes, el apellido, la cara, el cuerpo y el estudio, sino que además era una cosa, ocupaba un espacio, tenía un lugar fijo donde poder ir a tirarle piedras, trajo un poco más de quietud a este panorama. Entonces apareció el aparato. El medidor. El detector. Pero como suerte había aquí y allá, se perdía y volvía a aparecer, se ensañaba con viejas y después con chicos, en una punta del mapa y después en otra, era muy difícil realizar una medición exhaustiva, algo así como un mapa actualizado de la distribución de la suerte, ese que estaban esperando todos los canillitas para vender en los peajes. Lo que comenzó a detectarse fueron casos de no variación, es decir, ausencia total de las ondas provenientes de esos espasmos de suerte, apariciones, corrientes o pequeñas explosiones. Como muchos de los sujetos de estudio a los que la suerte parecía esquivar con fiera agudeza y justo en el momento en que lo necesitaban habían decidido sin más perderse en las selvas o pasar a otro plano, no había en quién medir la ausencia de suerte. Y encontrar entonces la fuente de esa


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Verónica Corrales

ausencia, la poderosa energía casi malvada, la yeta, resultó, como gran parte de los descubrimientos, de pura casualidad. *** Por la gran cantidad de anuncios de casinos en el diario, a Nicanor Octavio Pedro Iñíguez le costó un tiempo considerable encontrar la sección de deportes. El agua en la pava esperaba el punto justo para el mate (segunda pista). Abría el diario totalmente, con los brazos extendidos como a punto de aletear. Había considerado ese cambio de trabajo como lo que era prácticamente todo en los últimos años: un cambio de suerte. Como muchos de sus vecinos había consultado con el astrólogo del barrio, el Doctor Isaurralde, quien venía ejerciendo la Psiquiatría y luego agarró para el lado de los cursos de soldadura, jardinería y elaboración casera de pastas pero que había empezado a extrañar la comodidad del sillón, del consejo dado a tiempo y de las citas cronometradas y se encontró entonces, nuevamente, con su consultorio y algunas pequeñas modificaciones. El Doctor le dijo que tenía que moverse al oeste (tercera pista). Después de unos cuantos llamados y entrevistas frustradas llegó a la de la empresa que decidió contratarlo. El empleo de guardia le venía al pelo. Le costaba dormir por las noches después de que su mujer, Anita, lo dejó por el nuevo millonario de la cuadra, un tipo que siempre le había caído mal, incluso a Anita, pero que jugaba al mismo número desde joven, número que finalmente salió. Un suertudo.


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Lo que se pensaba que era una situación sin más resultados que un rotundo descenso, había logrado convertirse en un estoico y aburridísimo promedio en la tabla de posiciones gracias al también pésimo desempeño de los otros equipos de la región que aún jugando mejor llegaban de visitantes y no lograban más que empatar

Nicanor, futbolero y melancólico, no tenía más pasatiempos en su nuevo lugar que ver partidos locales y leer en el diario las noticias escasas sobre la liga regional. El interés en el fútbol no se había perdido en esas latitudes pero había algo extraño, distinto de otras partes: la gente no apostaba porque había, desde hace mucho tiempo, una racha larguísima de empates. Nadie ganaba, nadie perdía. El campeonato se había convertido, básicamente, en un gran embole. Totalmente carentes de auspiciantes, los partidos habían dejado de ser transmitidos por la radio, así que Nicanor aprovechaba para ir hasta la cancha que dejaba sus puertas abiertas de par en par. Había asistido ya a 7 partidos de la temporada, puros empates. *** En el diario el titular anunciaba el alquiler de la cancha del Deportivo Laguna para eventos y la pronta conferencia del presidente del MERCOSUR. Por ese motivo, periodistas de varios países habían llegado hasta la ciudad a cubrir el evento. Junto al Presidente venía el asesor, el Secretario de Juego y Finanzas y el Licenciado Russoff, uno de los científicos encargados de la investigación de la distribución de la suerte en la región IV, a quien amablemente la comitiva había ofrecido trasladar hasta el sur (cuarta pista y fundamental) para poder alcanzar su vuelo en conexión con Francia. Russoff bajó rápido del avión, estaba un poco cansado de la charla y de pretender que


la alegría era interna y otras frases que leía en el avión presidencial. Se fue al hotel, insistió en pagar sus gastos. Se desvinculó de la comitiva y dedicó su primer tarde a estirar las piernas y hacer algunas mediciones de rutina. Llegó a la cancha de Deportivo Laguna y como vio las puertas abiertas, entró. El medidor hizo pico y se rompió al minuto 32 del segundo tiempo contra Club Atlético El Ciruelo Juniors. Russoff largó un insulto en su idioma y trató de arreglarlo. Verificó cada circuito. Desconectó los cables. Los volvió a conectar. Hasta lo sopló, sí, los científicos, a veces, soplan. Recordó que en la pequeña mochila tenía otro medidor, lo sacó, lo calibró para evitar otro inconveniente. Y en el minuto 44 del partido de nuevo: la medición más alta. El sentido de alerta se agitó en cada músculo de Russoff. El árbitro pitó el final al exacto minuto 45, nunca adicionaban tiempo extra. Los partidos solían ser tan aburridos que no tenía sentido prolongarlos. *** El club Deportivo Laguna había sido fundado en el año 1934. Nunca habían salido campeones. Pasaron los técnicos, compraron y vendieron jugadores con el escaso presupuesto, remodelaron la cancha, sahumaron, rezaron, cambiaron la camiseta, pasaron generaciones enteras de familiares, nunca, nada, cambió. Ubicado en uno de los pasos fronterizos entre Argentina y Chile, este club, modelo de fraternidad entre dos países, bastión de camaradería internacional, era el símbolo de la unión pero el

principal problema también. El primer momento de hermandad había sido brutalmente reemplazado por un sentimiento de rencor y amargura, casi familiar. Del lado argentino echaban la culpa a los jugadores chilenos, del lado chileno a los jugadores argentinos. Comenzaron las rivalidades internas. Los argentinos sólo se pasaban la pelota entre ellos, los defensores chilenos estaban obsesionados con meterle goles en contra al arquero argentino. Lo que se pensaba que era una situación sin más resultados que un rotundo descenso, había logrado convertirse en un estoico y aburridísimo promedio en la tabla de posiciones gracias al también pésimo desempeño de los otros equipos de la región que aún jugando mejor llegaban de visitantes y no lograban más que empatar, pese a las constantes interrupciones por las peleas entre los jugadores del Deportivo Laguna y la negativa del árbitro a poner orden, profundamente cansado de todo. Russoff se paró de golpe. La boca abierta, reseca. Alterado, ansioso, con leves escalofríos. Un perro que hasta hacía unos segundos dormía plácidamente en la tribuna se acercó a olfatearlo y volvió a echarse. Nadie podía darse cuenta que en ese momento se habían descubierto las coordenadas más cercanas a la fuente de la mala suerte: la mismísima cordillera de Los Andes, el guardián poderoso y omnipresente de tantos pueblos americanos, esa maravilla natural que hermanaba y separaba al mismo tiempo. *** Al domingo siguiente Nicanor se disponía a entrar al estadio cuando se topó con las grúas

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y excavadoras. Caían las plateas arrepentidas sobre un césped que no conoció la gloria y que se desarmaba, ahora, en pos de un descubrimiento que podía cambiar el mundo, la historia. Nicanor no podía dejar de pensar en ese pasto, dando vueltas encima de sí mismo, partiéndose en pedazos sin sentido, y en Anita. *** La excavación de Los Andes duró 9 años. El Deportivo Laguna nunca más jugó un partido. Sus jugadores y cuerpo técnico emigraron, junto a Nicanor y a todos los que vivían en los alrededores. Todas las ciudades pegadas a la Cordillera se vaciaron. El peligro de las explosiones continuas era latente. Cuando no ocurría una catástrofe las personas veían debilitarse poco a poco sus corazones por los continuos sustos, hasta que había uno final, que terminaba con la espera de la fatalidad. La idea de llegar hasta el punto mismo de surgimiento, de creación de la mala suerte, ese donde la tierra supuraba la inmunda yeta, era, por supuesto, mala. En ese entonces nadie parecía haberlo visto, todos corrían tras el descubrimiento con la esperanza de que al tocar ese magma las cosas cambien, al extraerlo se pierda, al succionarlo se vaya por siempre la yeta de toda la tierra. Y lo único que iba cambiando era el mapa, se iba bajando la Cordillera, haciendo petisa y sumisa, como nunca lo había sido. En el año 7 de la excavación muchos perdieron la esperanza. Volvieron los temblores y el rugir no solo de la montaña sino de viejos rituales del pasado. Ante los surcos profundos de la masa

de tierra y rocas, la gente saltaba encargándose a los dioses sin saberlos llamar, no conocían desde hace tiempo sus nombres. Sólo esperaban ser atajados en el vuelo, encontrar la respuesta en la oscuridad del problema, convertirse en uno con la fuerza más poderosa que habían sentido en años: la fe en un cambio. Un cambio de suerte. A los 9 años, en el 2053, la Cordillera dejó de existir. El cuerpo de la mala suerte nunca fue encontrado, nada más que agua bajaba de las cimas cuando empezaron, nada más que agua había cuando todo terminó. Y largos kilómetros con cruces cada tanto, de los que se habían tirado en el intento de creer, Russoff, entre ellos. *** Nicanor volvió a casarse, con Lucía. Lucía no creía en la mala suerte.


por Pablo Chavarría Póstumo 1

O

vidio viajaba en colectivo cuando conoció a Valentina. La vio a su lado y no pudo despegarle los ojos de encima. Ella tenía el cabello corto, y dos aros en la nariz. Sus orejas estaban perforadas con largos aros afiligranados y en la muñeca todavía conservaba algunas cicatrices infectadas de alguna herrumbre ocasional. Él la descubrió a través del reflejo del vidrio cuando regresaba de noche y desde entonces es que sigue pensando en cómo sus venas se marcaban al sujetarse con fuerza de los pasamanos. Las primeras impresiones nunca son buenas, pensó cuando pasó el tiempo y las cosas se mantenían inamovibles. Y aún más cuando uno considera que su cuerpo está lleno de cicatrices, y que no las lleva solo en las muñecas, sino que fueron expandiéndose de a poco al calor de los

95 alfileres que clavaba sobre su cuerpo para buscar espejos o ventanas. Así, decidió no modificar las cosas, ser fiel a sus incoherencias más innecesarias; y despedirse de ella cuando la vio alejarse y subir al ascensor, deseando que éste se caiga. Póstumo 2 Al llegar a casa, juega a las mentiras con un espejo, tres manos y un paquete de cigarrillos. Esta no es mi cara, no es la misma de ayer, o de hace dos días. – ¿Y dónde quedó la otra? – No recuerdo. En un árbol de limones, cuando era niño. –


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Lo tiró en un cantero y lo tapó con el vómito que le brotaba por la sensación de tocar lo que se mueve en un cuerpo muerto. Esa noche volvió con una linterna para ver sus ojos una vez más. Cuando llegó el otoño su madre descubrió el esqueleto mientras recogía las hojas marrones

Se arrastra hasta la biblioteca y extrae un libro viejo, con las hojas amarillas y la humedad que empieza a devorarlo a pasos lentos. Lo abre y lo huele cerrando los ojos simultáneamente. Todo parecía congelarse; pero en un vasto recuerdo que no es de él y que escuchó cuando viajaba en tren. Se encontraba arrodillado por algo de lo que se había apropiado sin saberlo hasta que las distancias se nublaron en sus ojos y cayó en un árbol borroso y fácil de perder. Su cara maravillada se desvanecía entre el cansancio y el sueño. Póstumo 3 Su madre vivía habitualmente en cama o en el hospital. Cuando fingía estar viva, tosía y lloraba por los pasillos manchando las paredes con las lágrimas que se rebanaba de los dedos mientras se limpiaba las mejillas. Una vez le dijo que volverían al parque cuando mejore. Ambos sabían que era mentira, y prefirieron callarse por la formalidad de no saber mucho del otro, Ovidio le dio palmadas en el cabello gris atado frente al anaquel; como si fuera un elefante muriendo bajo el sol, esperando a que vuelvan por él con terrones de azúcar en una palma abierta. Un día vamos a ir a cabalgar – Pero si apenas puedo respirar – Ese mismo día vio a su madre derrumbarse sobre el rompecabezas que tan violentamente había tirado sobre la mesa, buscando las cuerdas


que rompía y ataba, imitando a los mapas de guerra de las películas que nunca le gustaron, pero que miraba mientras inhalaba las pastillas por obligación. Una obligación que es el mundo hecho carne para alguien que no puede esperar para perseguir a las arrugas. Póstumo 4 Ahí está el álbum fotográfico de los cuerpos de su familia, la colección en blanco y negro. Se acuerda de cuando su madre apuntaba la cámara fotográfica a sus ojos serios, formales y tristes en el reino de lo borroso, de las solapas del traje que usaba para ir los domingos a la iglesia. Su madre daba un paso atrás con su sonrisa siempre caída sobre la pantalla. Siempre cree estar fuera de foco. Ovidio se sienta con el álbum sobre las rodillas dispuesto a estudiar todas las imágenes. Sentado, en las sombras del balcón que da hacia la avenida, enciende un cigarrillo mirando a los que pasan cruzando de un salto el camino de lluvia formado por los días sin sol en la ciudad; que mutilaron, de a poco, la decena de películas diezmadas en los bordes de la pantalla; y que hicieron desaparecer a su padre. Otra vez la imagen de los zapatos con barro y pasto; pero esta vez sin el sonido, sin el tambaleo de una nueva caída. Y así la película dejó de repetirse día y noche.

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Verónica Corrales

Póstumo 5 Una vez la madre regresó del trabajo con un hámster. Ovidio lo lavó y lo colocó en el fondo de una lata de leche. Solía observarlo detenidamente por las noches; tenía más vida que él; era móvil y tibio. Estuvo sin darle de comer durante un tiempo; hasta que un olor espantoso comenzó a acosarlo en la habitación. Miró dentro de la lata y pudo ver como los gusanos se


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desesperaban por tocar lo que una vez fue una envoltura de piel. Sosteniendo la lata con un palo la llevó hasta el jardín. Sacó el hámster y lo lavó intentando quitar a los gusanos. Fue inútil; desesperados, los gusanos comenzaron a arañar las costillas intentando escapar. Lo tiró en un cantero y lo tapó con el vómito que le brotaba por la sensación de tocar lo que se mueve en un cuerpo muerto. Esa noche volvió con una linterna para ver sus ojos una vez más. Cuando llegó el otoño su madre descubrió el esqueleto mientras recogía las hojas marrones. Todavía tenía pegado algo de pelo en los huesos. Ovidio lo sepulto en una bolsa de basura bajo los pensamientos de vivir constantemente en la misma situación; luego los cortó, y los guardo en el bolsillo de la camisa celeste que usaba para los funerales. Póstumo 6 Cansado corrió hasta el parque. Necesitaba hilo, del rojo, para que pudiera simular la sangre. Se acordó de cuando el profesor dijo que los unicornios eran caballos afeminados y se reconfortó en el pervertido regocijo de los látigos de juguete. ¡Ya es hora de que aparezcas! – Gritó mirando desde abajo el árbol más grande que pudo encontrar– y subamos al árbol de la tortura, nublado por los ojos y por los

dormitorios de las mujeres fáciles. Corramos detrás de las películas de los cuerpos y cadáveres para pedir las imaginaciones de los que se moriran en los hospitales. Esas imaginaciones que nadie reclama y que podremos guardar entre las hojas de los libros primero; pero que después vamos a tirar en las latas de leche infectadas con los gusanos que se retuercen del hambre por algo muerto para profanar. Sus huesos se volvieron del grosor de un elefante, sus ojos avanzaron de la oscuridad gentil de la infancia hasta el retroceso adulto de los funerales. El gris se perpetuó sobre sus cabellos despeinados y malolientes. A pesar de eso fue lo suficientemente ligero para colgarse de las ramas subiendo hasta las partes más débiles del árbol. Hasta sus pestañas tiemblan por el viento. El sol le quema la cicatriz, convirtiéndola por momentos en madera pulida. Espera a que el viento lo arranque de las ramas y lo deje descuartizado en la hierba. Desmayado, desea volver a tener la mala suerte de soñar lo que le sucedió y le va a suceder.


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Amazonas por Federico Giriboni y Matías Teruel

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Estos registros son un breve relato visual de un viaje desde la costa peruana hasta la brasilera siguiendo las aguas del río más largo y caudaloso del mundo realizado entre los meses de mayo y junio de 2012. La travesía por la parte más ancha de nuestra América comienza en la ciudad de Lima y el recorrido amazónico en la ciudad peruana de Iquitos para finalizar en São Luis, capital del estado de Maranhão, a las orillas del Océano Atlántico. Un itinerario de más de 10.000 km, muchos de ellos recorridos en distintas embarcaciones, con pausas en las ciudades y pueblos más representativos de la Amazonía.


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Rio Amazonas, 3500km de su desembocadura, estado de Amazonia, Brasil

Los meandros, zigzagueantes, indecisos, son caminos líquidos que como una ancha avenida conduce a sus moradores por las intrincadas idas y vueltas de la misma existencia. En el nacimiento del Amazonas brasilero la agobiante monotonía es interrumpida al finalizar la jornada por la embarcación que se aproxima. Las estilizadas canoas de troncos se desplazan desde el caserío orillero al encuentro de las olas producidas por el cansino arrastrarse de la nave metálica.


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Parque de la Reserva, Circuito Mágico de agua. Lima, Perú

La noche limeña es tan diversa como colorida, tan amable como misteriosa. La segunda ciudad más grande construida sobre un desierto ostenta un parque inmenso con trece fuentes que escupen agua de multiples formas atravesadas por haces de luz de diversos tintes.


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Amazonas Peruano, cerca de la triple frontera con Colombia y Brasil

El fondo Internacional de Ayuda a la Infancia de las Naciones Unidas se encarga de que sin importar lo inexpugnable e impenetrable del lugar en donde se encuentre un ni単o de alguna manera a este le llegue una camiseta.


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Rio Tapajós, Estado de Pará, Brasil

Azul luminoso, pasivo y chato, se extiende como un lienzo planchado en el agobiante mediodía a dos grados veintiséis minutos latitud sur, a tan sólo doscientos cincuenta kilómetros del ecuador. Le basta un rato para transformarse en un gris plomizo que con el viento y las olas puede romper el profundo silencio, solo interrumpido por el corte de la proa avanzando por el paño.


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Alter do Chao, Estado de Pará, Brasil

Rio que se viste de mar, aleja sus orillas, casi hasta el punto en que se desconocen. Río limpio que se viste de mar, cristaliza sus aguas y enarena su lecho. Río pretencioso que se viste de mar, no se disfraza de cualquier mar, lo hace de los mejores, de los cálidos, de los hermosos, de los envidiables.


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Floresta Nacional del Tapajรณs, Estado de Parรก Brasil

El remo se detiene, queda suspendido en el aire, el agua se hace espesa y se espeja mientras la canoa, silenciosa, avanza con la inercia y la esperanza de que con el andar callado no advierta a la fauna, atenta moradora de los รกrboles, su presencia.


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Tabatinga, Estado de Amazonia, Brasil

Como el fuego, el rio, nos llama a su contemplación. Él nunca es igual ni monótono y jamás aburre observarlo. Puede llevar varios días dirigirse de un punto al otro de la selva pero la espera se mitiga con la mirada perdida en las lejanas curvas por alcanzar.


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Barrio de Belén, Iquitos, Perú

Alfombra acuática, carpeta de agua que es cimiento y es vereda, es parque y acera, cloaca y canilla. Las casas flotantes de madera vomitan su mierda y el río las sustenta y las nutre en una relación muy lejana a la simbiosis. La Venecia amazónica, con su arquitectura flotante, se mece a los pies del espectacular mercado donde conviven las enraizadas costumbres del pasado con los brotes florecientes de un futuro siempre duro.


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Manaos, Estado de Amazonia, Brasil

El relajante vaivén del río y la leve frescura que produce la cercanía con el agua en contraste con el sol que golpea a plomo, se suman al adormecedor ronroneo del motor que invita a un breve descanso.


por Alvaro Cormenzana por Álvaro Cormenzana 110

1 “Me preguntas, mi buen amigo, si se la manera de desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera…”

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Unamuno “Vida de Don Quijote y Sancho”

uando se acercó el mozo, el viejo de la mesa de al lado de la vidriera, dejó de mirar el papelito pegado en el vidrio, -en el que había leído: A THING OF BEAUTY IS A JOY FOR EVER; y abajo: UNA COSA BELLA ES ALEGRIA PARA SIEMPRE; y abajo: JHON KEATS HARAUICUS INGLES-, levantó la azucarera y el cenicero para que el mozo sacara el mantel y le pidió una leche con café y dos medialunas. Sonriendo, mientras sacudía el mantel, el mozo le preguntó si pensaba pasarse los cinco

días de vida que le quedaban pidiendo las cosas al revés; le hizo una seña con la cabeza, y el viejo, con el cenicero y la azucarera en cada mano, empujo su silla hacia atrás para que el mozo tendiera el mantel. “Mire don Agustín que hoy es lunes, y ya hace como una semana que anda así”, le dijo. “Y ojo, que en cualquier momento los del loquero le ponen el pulovercito blanco, lo hacen abrazar el aire, y después no me lo saca ni la Difunta”. Como el mozo demoraba acomodando el mantel, el viejo le replicó si estaba decidido a tenerlo toda la mañana así, “dirigiendo la orquesta con estas batutas”. Después que puso el cenicero y la azucarera sobre la mesa, agregó que no tenía pensado pedir las cosas de otro modo y que de ahora en adelante insistiría hasta que todo el mundo desacostumbre el oído a las frases


hechas. “Siempre café con leche, de jamón y queso, de banana con agua, y todo así, hasta que viene uno, lo dice al revés, y lo miran como si tuviera una lechuza en el hombro”, dijo. “Y no se ría, que en una de esas, lo acostumbran a oír que se comprobó que venimos de las vinchucas y usted va a ser el primero en venir a contarme la novedad. Además, eso de los cinco días de vida esta por verse, porque lo que es yo, desde que me tiraron el cuerito, ando como nuevo; que quiere que le diga, que las hay las hay”. “Y que sea tibio, mijito”, grito el viejo a unas espaldas blancas, que desde los cinco días de vida ya habían empezado a caminar hacia el mostrador, sacudiéndose de risa y esquivando mesas vacías. Mientras esperaba, volvió a mirar el papelito, adivinó la clase de gente que podría tomarse el trabajo de pegarlo y se dijo que “era oficio de ociosos leerlo en ingles al coso este”. Después empezó a indicar con los dedos las operaciones que veía realizar a un borroso grupo de gente amontonada en una piecita llena de humo y recortes de papel, después las de otro grupo que luego de pegarlos por toda la ciudad, desaparecía sigiloso como su propia imagen, “y todo para que uno lea después”, murmuró. De solo contar nomas, le faltaba el dedo gordo para formar un puño por cuarta vez, cuando vio una cara gorda gorda, como de gelatina, gesticulando en la tapa de la azucarera y oyó una voz: “No se preocupe, si no le alcanza se lo fio hasta que cobre la jubilación”; todo mientras una sonriente jarra vertía leche en la

taza. Se hizo el desentendido y, con la mirada ausente de los ciegos puesta en la calle, siguió contando hasta que el mozo le pidió que le dijera hasta donde. El viejo contestó que le resultaba difícil, que siempre había calculado por el color del café, “pero con la leche primero…”. “Y bueno, maestro, que quiere uno aprende lo que usted enseña”, replicó el mozo satisfecho. Mientras observaba complacido la destreza en las piruetas de la mano y la bandeja que se alejaban, se le ocurrió que “a pesar de todo no hemos perdido esa misteriosa afición a las payadas”. Lo pronuncio en voz baja y, medio inseguro, agrego: “y a la melancolía”. Volvió a mirar el papelito, intentó repetir sus adivinanzas, y mientras ponías tres cucharadas de azúcar en la leche con café y una y media más en el mantel, pensó, por primera vez, si una cosa bella era o no era alegría para siempre. Sólo cuando vio los montoncitos de azúcar alrededor de la taza, notó que estaba como nervioso y lo atribuyó al hambre; cuando no pudo terminar su desayuno (se sentía urgido por algo), se quiso convencer de que era por el color, “si más parece leche con te que con café”; y al último atribuyó su vaga urgencia a esa especie de ebullición mental que siente quien imagina; sonrió al igualar su cabeza con una pava hirviendo, “las aguas son puros recuerdos”, dijo. “…que van a dar a la mar, ¿quién era el poeta?... Claro, en la secundaria, en la hora de Montalbán”.

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Salió del Buen Gusto, sonriendo, maravillado ante una pava hirviendo sin ruido y sin exhalar humo. “La imaginación es una pava hirviendo sin ruido y sin humo”, sentenció en voz baja antes de llegar a la cafetería de la esquina de 24 y 9 de Julio. Quiso pronunciar el nombre del poeta y recordó que no lo recordaba, aunque sí a la frase. Dudó si valía la pena regresar a copiarlo pero siguió caminando lentamente, hasta que oyó que silabeaban su nombre y un sombrero. Comprendió todo al no saber sobre que dedo, un mozo del Buen Gusto hacia girar un sombrero familiar. Regreso, vagamente murmuró unas excusas mientras agarraba su sombrero, y esperó en la puerta hasta que no pudo distinguir la parte gastada de los tacos del par de zapatos que se perdían en la penumbra. Fue hacia la vidriera y, mientras se acomodaba en el borde exterior, supuso que el humo podría surgir después y que el silencio no era obstáculo. Después de palparse los bolsillos del pantalón y el saco, comprobó que tenía lápiz pero no papel y se puso a despegar cuidadosamente el papelito de la vidriera hasta que dijo listo el pollo. Mientras esperaba el ómnibus, volvió a sentir esa inefable urgencia. No era tanto el malestar sino el asombro. “Parece como si todo se acelerara de golpe y al mismo tiempo se quedara suspendido en el aire”, no intentó determinar la causa: de antemano sabia que entre sus conjeturas mencionaría la demora del 17, el número que le había tocado para el tramite en la

Caja de Ahorros, o la poca sombra del naranjo a esa hora de la mañana. Su certidumbre recién comenzaba ahí donde las razones cotidianas no logran ocultar del todo lo que se proponen. Pero le bastaba para gozar sin miedo la sensación de estar viviendo atado a un colibrí. Leyó de nuevo el papelito y lamentó que su latín, reducido a la jerga de jubilado de Tribunales, no le sirviera para traducir la palabra Harauicus. “Capaz que es el otro apellido y yo aquí tratando descifrarlo”, murmuro fastidiado, un poco por su ingenua justificación y por el ómnibus que venia lleno. Sólo cuando encontró dos asientos vacios para elegir se dio cuenta de lo que ocurría. Los nuevos pasajeros preferían apretujarse en un costado para leer los papelitos que estaban pegados en las ventanillas. Y los que ya habían leído, exaltados como señoras tomando el té desnudas, discutían el significado de los papelitos: para unos tenían un sentido oculto; “porque los han pegado en un solo costado”, “lo misterioso es la frase misma”, “demasiada claridad”, y así. Cada vez que se generaba una opinión distinta, desde el fondo alguien gritaba que estaba demasiado clara la intención de joder a la gente y se reía a las carcajadas. Un pelirrojo que viajaba junto al chofer, hizo notar que era el costado izquierdo y amenazaba seguir encontrando analogías, pero una señora, que cuidaba dos bolsas repletas de verdura -“como si fueran sus hijas”, según el reproche del pelirrojo


cuando ella se negó a cederle lugar para que leyera el de su ventanilla-, lo ridiculizó con sólo preguntarle si iba o venia. “Así que no se me lo haga el inteligente”, le dijo mientras él, desconcertado, miraba por la ventanilla como queriendo ubicarse. El chofer monótono como un semáforo, maldecía a quien se le había ocurrido pegarlos; después de cada parada, a los nuevos pasajeros les rogaba que no se juntaran en un solo costado para leer, que en todos decía exactamente lo mismo, que por eso nomas habían volcado tres coches de la línea 9, que era peligroso mucho peso de un solo lado, y así, hasta que en una de esas frenó el ómnibus y gritó enfurecido: “o se me callan o no sigo más”. Nadie pareció escucharlo, y todos se bajaron del ómnibus como si esa parada fuese la de cada uno, y siguieron discutiendo en la vereda. Un rubio de lentes, fervorosamente, sostenía que la traducción escrita en los papelitos no era correcta; y otro, petiso, de campera azul, que eso en realidad no importaba tanto, que la cosa era si una cosa bella era o no era alegría para siempre, y que a nadie le podía interesar si la frase se había originado en un error del traductor. La mayoría estaba de acuerdo con el argumento del Coya (así nombraron sus amigos al de campera azul cada vez que intentaron apaciguarlo); inclusive el chofer, que asombradísimo del fervor de los pasajeros, también se había quedado escuchar.

Una morochita de ojos aguachentos, que al principio estuvo de acuerdo con el rubio de lentes, pregunto si un gato medio anaranjado, “tirando a rojo”, era “propiamente lo que se dice una cosa”, todos quedaron mirándola como si le faltaran las orejas; menos el chofer, que le preguntó porqué preguntaba. Ella contestó que tenía un gato así: “Dormido parece una naranja peluda”, dijo. “Y tiene los ojos grandes y salpicados de manchas como huevos de gorriones”. Los demás siguieron escuchándola en silencio, hechizados como el público de un viborero, y supieron que ella se ponía demasiado contenta cada vez que lo veía, aunque no sabia muy bien porqué, ya que no era de mucho reír; y nunca había tenido ni le habían gustado los gatos. “Tal vez sea porque no se deja agarrar así nomas, dijo. “O porque recién anoche apareció por mi casa, no sé. El asunto es que, cuando después de mucha paciencia uno logra acariciarlo, como si fuera humo, le salen pelos largos igual que fideos rosados y, mientras suben y suben, van formando figuras lentas en el aire. Por eso era que al principio no estaba de acuerdo con todos y no porque sea rubio ese que sabe ingles, como han andado murmurando esas dos chinitas de allá atrás” concluyó. Todos siguieron en silencio, viendo como se alejaba, menos dos chicas que al sentirse aludidas empezaron a culparse entre ellas. El chofer intentó persuadirlas para que no gritaran y provocó una nueva discusión, y el viejo convencido de que

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Su certidumbre recién comenzaba ahí donde las razones cotidianas no logran ocultar del todo lo que se proponen. Pero le bastaba para gozar sin miedo la sensación de estar viviendo atado a un colibrí

a todos les ocurría lo mismo, se dirigió hacia su casa, despreocupado de esa rara urgencia de plenitud, repitiendo en ingles, la frase que el rubio le había enseñado a pronunciar durante el relato de la chica del gato. “A thing of beauty is a joy for ever, vieja”, fue lo primero que le dijo a doña Rosa, su mujer; y estuvo todo el almuerzo explicándole que no era ni se hacía, que no estaba loco y menos borracho, que le tomara el aliento, y así todo, hasta que se fue a dormir la siesta tratando de acordarse. Cuando despertó, sintió la certeza de que aquello que había intentado recordar antes de dormirse , no podía ser otra cosa que la pequeña rosa negra que había soñado de nuevo después de casi sesenta años de tenerla olvidada en la memoria de lo feliz. Cuando se lo contó a su mujer, ella dejó de cebar mate y le respondió que no estaba el horno para bollos, que de vivos ya estaba harta, “venir con alusiones a mi, viejo loco”, dijo, tiró pava y mate al suelo y fue a encerrarse en el baño. El viejo se quedo un rato meditando el asombro que le produjo no tanto la reacción de su mujer, sino la bombilla del mate que, al caer, se mantuvo erguida y oscilando asentada sobre la bolita agujereada del extremo. Recién cuando se quedo quieta en el suelo, después de oscilar casi la mitad de un cigarrillo, el viejo se fue a dormir deseando soñar la rosa de nuevo,


como a la mujer que se ama; y habría seguido durmiendo de no ser por su mujer , que, a eso de las diez de la noche, lo despertó gritándole que se levantara, porque medio barrio Ciudadela le estaba pisoteando el jardincito para ver de cerca las flores. “Dale viejo, no seas mañero”, le dijo alcanzándole el segundo mate. “Mirá que andan diciendo que es cosa de brujos eso de andarle cambiando el color a las flores”. El viejo, mas despabilado con el ultimo argumento que con el tercer mate, fue al comedor, se asomó a la ventana que daba a la calle y se sintió una especie de líder cuando vio cerca de treinta personas bajo el foco de la calle, pero se indignó ante los que pisoteaban el jardín. A pesar de todo, creyó necesario explicar que sus rosas no tenían nada de extraordinario, que estaban como siempre. “Lo que pasa es que los que me las roban de noche no se fijan bien, sino se habrían dado cuenta de que parecen negras por el resplandor de la luz, y no por lo que ustedes se imaginan”. Una vez que se fueron los curiosos, el viejo, no muy conforme con sus propias razones, con varias frazadas encima improvisó una carpa sobre uno de los rosales para evitar el resplandor del foco; y estuvo así, ajeno a los gritos de su mujer y al estupor de los vecinos, hasta que llego la policía. Cuando entraron al jardín, vieron que el viejo seguía quieto bajo las frazadas. Primero trataron de persuadirlo para que subiera al patrullero, pero como seguía ausente, uno de

ellos trato de sacarle una de las frazadas. Apenas pudieron verle la cara y comprobar que, a pesar del calor, parecía congelado de duro que estaba. Alguien murmuró que eso le ocurría a quienes Dios le sopla en la nuca o a quienes el diablo les cuenta un cuento; y varias personas se alejaron. Hasta que los policías consiguieron subirlo, los vecinos que aun quedaban supieron por la radio del patrullero, que una voz alarmada alertaba: “el cerco se sigue abriendo, tinto a sangría, conteste, el cerco se sigue abriendo…” Tres cuadras antes de llegar a la central de policía lo bajaron del auto, cruzaron un cerco improvisado con caballetes, custodiado por soldados, y lo dejaron entre una multitud que ocupaba la calle. Unos días después del final, cuando se derritió la estatua, el vecindario entero, los parientes y los amigos, tuvieron que resignarse a sus propias conjeturas sobre lo ocurrido, ya que el viejo, con sus interminables monólogos sobre las rosas negras, lo único que permitió aclarar, fue que, para él, la vida se había detenido en sus revelaciones bajo las frazadas; y desde la muerte de su mujer, un año después, y hasta el ultimo día, fue el único recuerdo capaz de ocupar por si sólo todo el espacio de su soledad. La expectativa de los que no estuvieron detenidos, recién empezó a disminuir seis meses después, gracias a los relatos de los soldados que habían custodiado los cercos, quienes antes de

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ser dados de baja tuvieron que jurar por la patria no divulgar los hechos. Y hoy, en casi todos los barrios, sobre todo en las calurosas noches de verano, los vecinos, como si aquellos ex soldados fuesen profetas, se amanecen tomando cerveza bajo los naranjos de las veredas, escuchándoles contar la misma historia. Hay quienes se burlan diciendo que es mas larga que el cuento del gallito ciego, y algo hay de cierto: después del relato, todos pasan el tiempo variando los infinitos personajes que lo pueblan; y así, después de una noche, a todos les queda el vago placer de una duda: cualquiera puede ser pariente de algún héroe de esta especie de mito ciudadano, “que es de todos como el sol”, como se advierte siempre antes de empezar a contarlo. Cada barrio, por sus relatores más conocidos suele reclamar para si la autenticidad de los hechos; pero, localizado en tantos soldados el origen de las distintas versiones, se puede creer en cualquiera de ellas. Uno de aquellos soldados, del barrio de Ciudadela, dijo (y casi todas las versiones coinciden en esto) que los detenidos parecían ajenos a este mundo. “La prueba mas concluyente, para mi, la dio un mulato mientras bailaba siguiendo un ritmo que nadie parecía oír, gritaba “Han dado la hora que no esta en el reloj, y todo sereno, carajo; han dado la hora que no esta en el reloj, y todo sereno, carajo: y así, siempre lo mismo pero cada vez mas rápido”. Aunque aclaró que un señor de galera y levita negras, que a veces exhortaba a votar

por Irigoyen, había advertido que la alegría del mulato se debía a que por fin había logrado atrapar sus pesadillas, y que prueba de ello eran las dos máscaras blancas que el mulato arrastraba de un piolín como a prisioneros. Mencionó también las advertencias que hacia otro señor, “calvo y con bigotes como medialunas negras”, quien, entre otras cosas decía que la frase del mulato era de un tal Mallarmé, “poeta de la divina y gloriosa Francia para mas datos”; y que, si a los negros se les permitía seguir viviendo era sólo para que vendieran sus votos a Uriburu. El soldado también confirmó lo del gato anaranjado: “a pesar de los esfuerzos para atraparlo, a todos se les escapaba de las manos, resbalando como si fuera un pescado con patas; y de los pelos que se le desprendían se formaban figuras en el aire, sobre las que opinaban todos, menos los que cuidábamos el cerco, que no podíamos verlas pero las imaginábamos por la cara de los de adentro, pero, también por las explicaciones que daba un enano que no pestañaba nunca: estaba quieto, como si sólo fuera una fotografía, y decía que el gato se había tragado un pescadito de color, “de ahí lo resbalozo del gato”, decía, pero que le había ido creciendo en la panza, “como una esperanza”, hasta que se lo fue comiendo de a poquito, entero, de a poquito, entero,”; entonces, los que escuchaban, comenzaban a repetir “de a poquito, entero, de a poquito”, junto con el enano, hasta que todos llegaban a una especie de furor como en la cancha y después volvían a empezar.


Según el relato de otro soldado, también de Ciudadela, al principio el enano constituyó un peligro, porque los de la custodia podían oír sus explicaciones; y la primera vez que contó cómo el pescado y el gato, tres soldados saltaron el cerco para sumarse al montón que repetía “de a poquito”; y que, a pesar de las amenazas de sus superiores, permanecieron adentro hasta que terminó todo. “Ahí fue que nos obligaron a taparnos los oídos”, dijo. “Pero aun así, a pesar de los tapones, pudimos oír, nítidas pero como si vinieran de lejos, las adivinanzas que proponía un gordo impresionante de grande, pelado, de barba roja con voz de pito: preguntaba que país tenia la forma de una bota; cuando le respondían “Italia”, preguntaba que provincia argentina aparte de Jujuy tenía la forma de una bota; cuando le respondían “Santa Fe”, preguntaba cual era la ciudad capital de Italia; cuando le respondían “Roma” preguntaba que había allí relacionado con la santa fe; cuando respondían “la Santa Sede”, preguntaba cual era la ciudad capital de Santa Fe, cuando le respondían “Rosario”, preguntaba que le daban a los peregrinos que visitaban la “Santa Sede”; cuando respondían un “Un rosario”, abría los ojos como dos de oro y les preguntaba si veían, todo con una voz increíble de dulce, que no parecía de él; entonces todos se miraban entre ellos, medio asombrados, como si se reconocieran por primera vez, y respondían que si, todos tan al mismo tiempo que parecían uno solo, que si,

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Verónica Corrales

que ahora si veían bien; y, al rato, se miraban de nuevo entre ellos, pero esta vez como extrañados de sus propios cuerpos; y, al último, medio temerosos, le rogaban al gordo que les repitiera la adivinanza porque se la olvidaban y empezaban de nuevo, igual que con el enano”. En villa 9 de julio se dice que las autoridades, ante la gravedad del asunto y la falta de una explicación sensata, luego de veloces reuniones en donde lo poco que pudieron averiguar sobre los papelitos se redujo a saber que John Keats había muerto en 1821 (lo cual


lentamente como si se hundiera en el barro. Hacia el amanecer, una vez consumidos todos los papelitos, recién supieron los testigos que la estatua se había derretido entera, menos la cabeza que ahora le pertenece a las arañas de los depósitos municipales. Dicen también, que todo ocurrió el mismo día en que se difundió la noticia de que, simultáneamente y en distintas provincias, a muchas vírgenes le sangraron sus frías manos de porcelana; que los incluidos en el cerco, apenas pudieron presentir algo de la verdad en el asombro de reconocerse en la claridad del alba; o, también, lo presintieron en la certeza final que les quedó a todos para siempre: haber despertado sin dejar de soñar; pero que, después del silencio de los medios informativos y de la casi inmediata reposición de la estatua(muchas palomas revolotearon desorientadas),todo siguió como siempre, menos el argumento infinito, que ahora todo el pueblo utiliza luego de advertir que es de todos como el sol, como pretexto para narrar sus propios sueños; que, como se sabe, no son nada más que la otra cara de la esperanza o la frustración o el deseo . Este cuento fue finalista del concurso organizado en el año 1979 por la revista Hispamerica de EE.UU., dirigida por Saúl Sosnowski. El jurado estuvo integrado por Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Augusto Roa Bastos. El número de participantes fue de alrededor de 400 cuentos inéditos. Martín Rey

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le costó el puesto al jefe de investigaciones por haber detenido al poeta Mario Romero, al que imputaba la autoría de la frase y la invención del seudónimo) y que Harauicus significaba “poeta” en la lengua de los Incas, entonces decidieron trasladar los detenidos a la plaza Independencia. Abrigaban la esperanza(algunos dijeron que no sólo la abrigaron sino que le dieron de comer y de beber, que la peinaron, que le obsequiaron caracoles y entonaron viejas canciones en su honor ,y cosas asi; pero no quedaron pruebas de esto que más tarde fue calificado por las autoridades de otra forma .Firmemente convencidos de que la presencia de los Santos Patronos de Tucumán, sacados para la ocasión de las Iglesias de la ciudad, junto a la presencia de las autoridades provinciales en los balcones de la casa de gobierno, con todas las luces encendidas como en las efemérides patrias, más una salva continua de cañonazos y otros números de menor jerarquía pero de probada eficacia, lograrían conmover de tal manera a los detenidos que saldrían sin esfuerzo de su delirio. Recién a eso de las cuatro de la mañana, con el protocolo previsto, luego de recolectarlos por toda la ciudad, comenzó la quema de los papelitos: Amontonados alrededor de la estatua a la Libertad, la cubrían hasta el cuello como si le hubieran puesto un enorme poncho de algodón. Dicen que el fuego se redujo a una sola llama inmóvil; y que, a medida que transcurrió el tiempo, la cabeza de la estatua fue bajando


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por Martín Goitea 120

I

ván lo visita a Maxi tres veces por semana. Decidió que así lo haría después que vio cómo curaron a Maxi y le salvaron la vida. Lo llevaron a San Antonio, en donde todavía hay un matadero, y lo pasaron desnudo en posición fetal por el estómago todavía caliente de una vaca recién carneada. Maxi lloraba desconsoladamente, embadurnado por una viscosidad maloliente. Lo recibe con una mirada ausente, triste, pero sin rencor. Iván le habla de cualquier cosa, del tiempo, del fútbol, de los otros muchachos. En el barrio al principio se creyó que había padecido un problema psiquiátrico, un debilitamiento neurológico, pero con el tiempo se fue sabiendo la verdad y ya nadie desconoce que ese joven aislado un día casi se quedó sin alma. Maxi era el único del grupo de amigos que todavía era virgen. Por convicción, porque su papá le había enseñado que por dignidad el sexo debía

tenerlo luego de una conquista. Entonces, mientras los otros chicos debutaban con prostitutas o chicas fáciles, él quedó rezagado en su iniciación sexual. Por eso era destinatario de las cargadas, en especial de Iván, que de todos era el que tenía más experiencia. Maxi, de alguna manera, admiraba a Iván, por esto y porque también jugaba bien al fútbol y se enganchaba las minas que quería por la facha, y la opinión que pudiera tener de él le importaba, mucho. Se acercaba el día de jueves de comadres. Las minas, dijo Iván, están más predispuestas para la joda, y era una excelente oportunidad para que Maxi se desvirgara según sus valores antes de que cumpliera los veinte. Maxi escuchó las risas de los otros y se dijo que Iván por ahí tenía razón, como sea iba a debutar y les demostraría que si todavía seguía virgen era porque quería y no por boludo o porque era puto.


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Verónica Corrales

Es que Maxi era tímido, con poca autoestima y le costaba mucho tratar con chicas. No tenía amigas, apenas si se había relacionado con las compañeras de la escuela. Pero estaba dispuesto a superar esa inhibición. Dos horas antes de entrar al boliche comenzaron a hacer la previa. Como todo tímido, también era un borracho bien entrenado. Un cajón de cerveza entre cinco. En la barra trabajaba Pablo, un primo de Iván. Si compraban dos tragos, venía un tercero de regalo. Whisky con coca cola fue la consigna para toda la noche. Obviamente, a Maxi nunca le gustó bailar, pero el objetivo lo exigía, un chico tímido no tenía otra estrategia que bailar, charlar,

acercarse hasta que la señal de ella llegara, una mirada insinuante, el roce de su boca al hablar al oído, una borrachera compartida. Pasaron unas comadres haciendo el trencito, todos menos Maxi subieron, rápidamente los lugares vacantes fueron ocupados por extraños. No importó demasiado, Maxi todavía no estaba listo, aún no se ponía como a él le gustaba, o necesitaba. Le había quedado el vaso lleno con wiscola. No le gustaba la bebida blanca, sus amigos le decían blando, por que el vaho fuerte de los licores le provocaba arcadas, entonces, antes de dar un sorbo dejaba de respirar, hacía el trago corto y sentía el fuego que bajaba por su pecho.


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Tenía la piel blanquísima y una mirada radiante, de alegría inmensa, como si desde hacía tiempo que hubiera estado esperando ese momento, como una chica a la que no le dan permiso para divertirse muy seguido

Una mano extendida lo invitaba a bailar. Miró a la chica con incredulidad. Estaba parada esperándolo. Le sonreía y lo miraba dulcemente. Maxi se acercó y fueron a la pista. Él hizo lo que pudo, el baile no era lo suyo, pero al principio, mientras agarraba confianza, aprovechó para mirarla. No era rubia, tenía el cabello claro, quizá castaño, recogido hacia un costado con una traba mariposa. Vestía una campera de jean con apliques y tachas, un pantalón blanco y sandalias chatitas. Personalidad tenía, Maxi le ofreció el vaso con wiscola, ella se negó moviendo la cabeza hacia los costados, siempre sonriendo. Tenía la piel blanquísima y una mirada radiante, de alegría inmensa, como si desde hacía tiempo que hubiera estado esperando ese momento, como una chica a la que no le dan permiso para divertirse muy seguido. Pasaron algunos minutos y ninguna amiga de ellas los interrumpió para chusmear. Quizá estuviera sola, aunque era inusual que anduviera sola de noche. Maxi se acercó y le preguntó si había venido con alguien más. Ella solo sonreía y movía la cabeza hacia los lados, mientras bailaba la cumbia o la electrónica con la misma ondulación etérea, casi cósmica, como si surfeara sobre los sonidos. Los que sí aparecieron fueron los amigos de él. Iván también bailaba y se acercó a hablarle. Le recordó que debía ser su noche. Sacó del bolsillo las llaves de su auto y le dijo que la llevara al estacionamiento, pero le advirtió que era sólo para eso, que no se le ocurriera salir a ninguna parte.


Maxi terminó el whisky con coca y sintió que ya era hora. O tal vez fue la señal de ella que resultó por demás evidente. Después de besarlo lo tomó de la mano y como un sonámbulo Maxi se vio en el asiento trasero del auto con los pantalones en los tobillos, entrando en ella y mirando esos ojos profundos, inescrutables, que parecían mirar a través de los suyos. Cuando sintió que desde lo más profundo de su ser llegaba un torrente, arañó el tapizado del asiento y empujó como si hubiera querido porfiar él solo un scrum. Entonces ella volvió a besarlo, de una manera que le pareció fría e insípida. La fiesta terminó. Ella dijo que tenía que irse. Maxi, como un caballero, no insistió en que se quedara con él, se ofreció a acompañarla, no podía dejar que se fuera sola, tampoco que pagara el remis, claro. Tenía algo de plata, le alcanzaba, pero tampoco quiso preguntar a dónde iba. Subieron al auto y por la ventanilla vio que sus amigos le hacían señas y muecas, Iván le mostraba los pulgares hacia arriba. No escuchó hacia dónde debía dirigirse el chofer. Recorrieron el acceso sur, cruzaron el puente Tucumán y, cuando estaban a la altura de la escuela Pucarita, el remis se detuvo y ella bajó. Maxi se sorprendió, ni siquiera se había despedido. Durante el viaje él no se animó a preguntarle cuándo podrían volver a verse. Ella habría pensado que no estaba interesado. Por lo

visto ella tampoco, aunque le correspondería a él avanzar. El chofer le preguntó si seguía y hacia dónde, Maxi dijo que no y cuánto era. Había decidido seguirla para acordar una cita, al otro día, o en ese mismo momento si fuera posible, el deseo lo apremiaba de nuevo. Se bajó del auto y miró en todas direcciones. Quizá vivía en Punta Diamante y había cruzado por las vías. Encontró un agujero en el viejo alambrado del perímetro y llegó a las vías. Desde allí, casi sobre el puente ferroviario, la vio que entraba en el cementerio. Se alegró y sin pensar en lo que hacía bajó corriendo a la calle para alcanzarla. Lo encontró el sereno, agarrado a la reja del portón de la entrada, atónito y sin habla.

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por Bruno Rojo 124

S

alir con equipaje y caja en mano para que a 15 metros, tu novia te pida volver por cualquier cosa, resulta predecidle. Subo. La campera está donde la dejaste a tu regreso del parque nena. Sin más, bajo y te encuentro toda ventosa en la vereda. No hubo vaticinio alguno. En la esquina el diluvio es universal, ningún taxi va parar y nuestra ingenuidad nos lleva a perder tiempo en esta esquina. ¿Alzar la mano? para qué. ¿Qué taxista descuidaría el tapizado de su coche un lunes veintiséis de noviembre: ennegrecido por el manto denso y fofo de la única nube desbordada? Mi nena desespera y el tiempo quita. No esperes nada de nadie, just do it!, dice el slogan. Y así corremos en dirección confusa, sabiendo que vamos mal, pero seguimos. Estúpidamente seguimos y hacemos tres cuartos de rotonda para

continuar por la avenida del poeta. A partir de este momento el circuito se proyecta con la pendiente a nuestro favor. No pudo esperar a terminar de cruzar para que, a media avenida, entre motocicletas y automóviles, me pida la campera para proteger la cámara, así que la caja queda al igual que nosotros sin campera. Que se desmadre el cielo como un perfecto enemigo cegado por la venganza, es un asunto que ignoramos por completo. Resulta el más perfecto de los infortunios. Pero que entrada las ocho de la noche, de vereda a vereda, el flujo embravecido del torrente ascienda centímetro a minuto por sobre el cordón cuneta, y qué en cada bocacalle se atasquen botellas y palos en un borbollón incansable, resultó el designio más obvio de la venganza.


Alguien grita a nuestras espaldas, me doy vuelta y veo una prenda en el suelo y un tipo vestido de equipo deportivo cruzado de brazos, bajo el alero de un local cerrado por feriado. Vuelvo por la prenda cuando siento un golpeteo detrás. Dejo la caja en el suelo y me doy cuenta de que la caja se ha ido despelechando en mi camisa. Tomo la prenda, levanto la vista y veo que lo otro ha caído. El tipo es un pibe, me doy cuenta cuando a tan solo metro y medio extiende ambas manos para acercarme la pieza desarmada. Por lo visto llevas la mochila abierta me dice con cierto tono irónico. No agradezco y prosigo en lo mío. Meto el secador desmantelado en la mochila y encuentro a Pink Pein, un bello caballo rosa perla protegido por el célebre libro de Cohen titulado “I´m your man”. Cuando menos, me encuentro en la avenida o lo que fue de ella. Ya no son automóviles ni colectivos los que la corren, sino pequeños navíos y buques de pasajeros surcando el canal del boulevard. Unos vienen otros van y a su paso dejan un oleaje que se extiende a las orillas. Y mi nena al otro lado aterida por el frío, me hace señas de que apure. Pero no puedo avanzar, no hasta que el semáforo cambie. Así que vuelvo a la escena idílica de la cual son parte. Subo un poco la mirada y encontró entre los edificios una altísima estructura encadenada de infinita proyección protegida por un vestido harapiento que flamea hostigado por el viento, que en movimientos bruscos le ensancha y ciñe la

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silueta, y se pega y despega de su frágil esqueleto para develar entre sus tajos su frágil estructura de concreto. Y me doy cuenta que soy cómplice de un acontecimiento único, en una ciudad que hace de pista de baile decorada con sus infinitas luces naranjas que centellean rítmicas y cromáticas en las cuatro direcciones, y baila inmensa sobre todos sin que nadie se de cuenta. Y un murmullo en ecos se presenta en progresivo crecimiento: Iván, Iván, Iván, Iván el

semáforo!!!

Ya preparado y con semáforo a favor, ojotas en mano y lo que queda de la caja atrapada entre los brazos, de a saltos voy cruzando hasta la otra orilla.


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Ya no son automóviles ni colectivos los que la corren, sino pequeños navíos y buques de pasajeros surcando el canal del boulevard. Unos vienen otros van y a su paso dejan un oleaje que se extiende a las orillas. Y mi nena al otro lado aterida por el frío, me hace señas de que apure

Ana está indignada, me muerde con la mirada y yo mudo sin responder sigo conectado con lo anterior, que sea lo que ella quiera, no creo que pueda comprenderlo, no en este momento. Pero bueno, ya hemos llegado y eso es lo importante. La terminal se encuentra atestada y las plataformas completas. Mi nena va adelante presurosa, histérica y si bien estamos bajo techo, sigue lloviendo sobre ella. Pienso a mis adentros si no es momento de averiguar el horario. Veo a una adolescente apoyada en la baranda escuchando música con su celular y al paso logro arrebatarle la hora. Faltan 9 minutos, hemos batido un record y no tengo con quien festejar. Buscando algo con que orientarme leo BAÑO al fondo del pasillo. Ana no quiere saber nada con cambiarse. Me resulta entendible conociéndola. Aún así insisto en que se cambie, y entra pucherosa al de discapacitados con una calza, una remera y su camperita beige en la mano. En momentos como este esperar es un tedio. Me pregunto por el horario nuevamente y me acuerdo de mi celular. No espero otra cosa que encontrarlo desvanecido al fondo del bolsillo, pues todo lo que llevo con migo está empapado. Pero tomo coraje y meto la mano. Anda! Aprovecho de la situación para pedir algo con que secar el aparato y una bolsa donde meter


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Mateo Jiménez

las cosas de la caja ya por completo desarmada. La encargada del servicio de limpieza me da un poco de papel higiénico pero no la bolsa, pues me dice que es la última que le queda, pero aún así no comprendo que no me la quiera ceder considerando que se trata de asistir en una emergencia. Ana sale cambiada con la cara mustia, tomamos las cosas y nos dirigimos a las plataformas. La 24 se anuncia con destino a La Matanza, para las 20:30 horas, en la empresa Mercobus. El chofer del colectivo se apiada

y conseguimos así la bolsa donde meter las cosas que estuvieron contenidas en la caja. La destinataria es Blanca Varas, quien recibirá el bulto en su puerta de llave extraviada en las calles de Nueva Córdoba, un lunes de tormenta de una noche de verano. No hubo despedida, solo reproches. Me pide que me vaya y sube al colectivo sin más. Y yo me alejo, de espaldas, con los labios secos y el jean pesado de tanta agua.


por Pamela Stemberger 128

C

uando despertó, Ester estaba desnuda y tirada en el piso del baño. Estaba muerta pero aún no lo sabía. Se incorporó con un leve mareo y un fuerte dolor en el tórax, miró el pequeño cuarto y se detuvo en la bañera. Su mirada pasó de la cabeza a los pechos, los brazos y el agua. Se encontraba totalmente desprovista de vida, con medio cuerpo bajo el agua y con la piel marmórea. No quería reconocerse en ese cadáver. Es un sueño, pensó, tiene que ser un mal sueño. Estiró su mano y sacudió el hombro de la mujer sin lograr despertarla, estaba fría. Le tomó el pulso, esperó, apretó más fuerte. Esperó. Nada. Esa mujer no respiraba, estaba muerta y, si no se equivocaba, esa muerta era ella. Le asombró que su cadáver no luciera bien en el agua, incluso le pareció que se lo podía confundir con el cuerpo de un pez que

ha quedado atrapado en un charco de agua y ha tenido que esperar su fin en ese ínfimo lugar. La muerte no le aportaba ningún plus a su cuerpo. También se le cruzó por la cabeza que si hubiese cerrado bien los ojos ahora no se vería con esa expresión dopada y pelotuda. Verse así le produjo rechazo, repulsión: ¿y si soy un monstruo? ¿una vampiresa?, se preguntó y salió del baño. En el pasillo se miró al espejo y comprobó, aliviada, que aunque estaba muerta no era una mujer vampiro. Prefería mil veces ser un simple fantasma o cualquier cosa antes que ser uno de esos bichos chupa sangre. Regresó al baño, se quedó un rato de cuclillas junto a la bañera y se levantó decepcionada. Nuevamente se detuvo a observar su cadáver. Aunque no quisiera, la mujer muerta en la bañera era ella. Decidió recostarse un rato


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para que se le pasara el mareo pero su mente seguía a mil. Por un instante creyó conveniente llamar a una ambulancia. A lo mejor, todavía estaba caminando por el interior de ese túnel que conduce a las almas hacia la luz blanca y del que siempre hablan los que se salvan por un pelo de la muerte. Pero para qué revivirse si un montón de veces había dicho frases como “Lo mejor que me puede pasar es que todo termine” o “¿Para qué vivir en un mundo lleno de gente de mierda?” ¿Acaso esto no era lo que tanto había querido? Luego reflexionó un poco más sobre su nueva situación de fallecida y pensó que era una boluda. ¡Cómo se iba a morir un domingo! Recordó

la vez que leyó un artículo sobre las tasas de suicidios. Las estadísticas que brindaban en la revista decían que el día preferido para suicidarse o, para hacer realmente efectivo ese acto, era el domingo. También indicaban que las mujeres tenían más intentos fallidos que los hombres y que éstos, además de ser más decididos, eran más sangrientos debido a que optaban por armas blancas y de fuego al momento de darle fin a su vida. Mientras que las mujeres preferían muertes que no estropearan tanto el aspecto del cuerpo que dejaban y, por eso, preferían empastillarse o colgarse. El sueño tardó en llegar y cuando por fin llegó, durmió como una condenada. Cuando se


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Fue hasta la puerta, tomó el picaporte y empujó sin lograr abrirla. No estaba trabada ni nada, simplemente no podía abrirla. Se sintió más frustrada, ahora no sólo estaba muerta, sino que estaba atrapada en la misma casa con su cadáver que empezaría a heder

despertó, sentía que había tenido un mal sueño que le había secado el cerebro. Tanto tiempo de encierro la había dejado embrutecida. Se levantó y fue al baño, aunque no por el apuro de orinar sino para demostrarse a sí misma que había tenido una pesadilla, que no era más que eso, que no había que agrandar las cosas, que sería un alivio encontrar la bañera vacía, con un poco de agua, tal vez, pero sin su cadáver ahí. Pero cuando entró al bañó se frustró: seguía muerta en la bañadera. Aunque, esta vez, en vez de tener el rostro tirado hacia atrás y mirando al techo, estaba mirando hacia la puerta y los ojos estaban totalmente abiertos. Para su pesar, tuvo que aceptar los hechos como se le presentaban, hacer tripa corazón y pensar qué hacer con ella misma. Primero pensó que lo mejor era avisarle a su madre para que no la encontrara el conserje o algún vecino chismoso y se armara un revuelo en el edificio. El año anterior, la anciana del tercero C había sido encontrada dos semanas después de haber muerto. Una sobrina que la visitaba de vez en cuando la encontró sentada frente al televisor, descompuesta y con el rostro, las piernas y los pies desfigurados. A uno de los pies le faltaba un par de dedos, hasta las tiras de las sandalias estaban cortadas y masticadas. La nariz y los labios habían sido arrancados y las piernas tenían la carne desgarradas por las mordidas. La noticia corrió rapidísimo. Al parecer, la vieja del tercero C había dejado la ventana abierta para que entrara un poco de aire, se sentó a ver algún programa televisivo y le dio un paro


o algo que no le dio tiempo de nada. Además, decían que el mal estado del cuerpo no se debía solamente al tiempo transcurrido entre su deceso y su descubrimiento, sino al festín que se dieron las alimañas atraídas por el olor de la carne putrefacta. Al recordar esa muerte tan solitaria y sangrienta, Ester se propuso revisar las ventanas, quería asegurarse que ningún animal, bicho o lo que fuere se alimentara de su cuerpo. –No dejaré que me mastiquen. Primero muerta que desfigurada –bromeó. Cuando chequeó que todas las ventanas estaban bien cerradas, se tranquilizó y se sentó un rato en el living. Decidió que era el momento de llamar a su madre. Levantó el tubo y marcó el número. Sin embargo, cuando escuchó la voz de la anciana al otro lado, se le hizo un nudo en la garganta. Fue como si escuchara su propia voz. Antes, cuando aún vivía con ella, era común que las confundieran; según decían, tenían la misma voz. Colgó, no quería ser cruel con ella, no quería matarla con la noticia. Mejor avisarle al portero. Fue hasta la puerta, tomó el picaporte y empujó sin lograr abrirla. No estaba trabada ni nada, simplemente no podía abrirla. Se sintió más frustrada, ahora no sólo estaba muerta, sino que estaba atrapada en la misma casa con su cadáver que empezaría a heder. Fue hasta la puerta que daba al balcón pero sus intentos también fueron vanos. Por último, intentó abrir las ventanas que momentos antes había

revisado que estuvieran cerradas y, a pesar de sus esfuerzos, tampoco pudo abrirlas. Estaba aislada, incomunicada, encerrada con su propio cadáver y, además, se sentía decepcionada e inútil. Lo mejor será descansar un poco más, pensó y se acostó de nuevo. Luego de que los vecinos se quejaran del olor pestilente que provenía del tercero B, los bomberos forzaron la puerta del departamento y hallaron un cuerpo cuyo estado de descomposición era muy avanzado. La noticia corrió como pólvora por el edificio y el barrio, como suele ocurrir con esos acontecimientos. Los vecinos especulaban y hablaban de “la maldición del tercer piso”. Los rumores estaban alimentados por la muerte de la anciana del tercero C y por los sórdidos detalles que no tardaron en trascender sobre la muerte de la joven: la mitad del cuerpo estaba sumergido en un líquido espeso y oloroso que parecía ser una mezcla de lodo, sangre y mierda; a la mano que estaba afuera de la bañera le faltaban tres dedos que habían sido arrancados a mordiscones y, aunque los labios, la nariz y las orejas también habían sido masticados, no habían sido extirpados. Supuestamente, el cadáver tenía marcas de mordeduras tan fuertes y profundas que casi habían desprendido la carne en varias áreas del cuerpo.

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por Elisa Barrientos

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N

o bien hizo fila, ya estaba hincado en el confesionario de la San Francisco. Era raro. No era como en el barrio, aquí todo brillaba mas, y aunque la madera era mas fina, dolía igual… Ave María Purísima!... Sin pecado concebida!... Las formulas eran las mismas, solo que aquí no estaban las señoras de la Legión anotando para la misa, silenciosas, escuchando discretamente las supuestas confidencias de sus vecinos; ni estaba ese enorme cuarto de blanco, listo para llenarse de las mas absurdas miserias humanas… O la mirada de reproche, que empequeñece, que juzga, que no deja de criticar, cuando uno se atreve a soltar uno tras otro, los que considera sus pecados semanales. Allí en el centro, todo parece mas grande, mas impersonal, mas relajado. Solo una sombra y la figura desdibujada de un cura que ni te conoce, dejándote una suerte de no identidad con lo

hecho o lo dejado de hacer; allí por más que disimuladamente uno se acerque no se escucha nada, acaso ni los propios pecados, los cánticos, los rezos de penitencia o del rosario de la misa, el transito de la calle… Todo se confabula o forma parte del escenario y es distinto. Así es sencillo sacar sin vergüenzas, sin miedos, y hasta con algo de orgullo, sin cuidar volumen alguno, el velo de la privacidad de los actos… Entonces sale fácilmente un… “Después del beso quise tocarla toda, no me aguanté y bajé la mano por su pantalón hasta detenerme ahí donde sabía que ella se molestaba, se incomodaba; quería penetrarla, no quería mas… El mundo se borró. El deseo que despertó en mí, cuando me miró entre tímida y fatal… Me volvió loco! La llevé al estacionamiento; después a un baldío, atrás del Pub; mi mujer


festejaba un negocio nuevo y andaba por ahí. Pateamos un par de cajones viejos y la arrinconé contra la pared llena de telarañas, quería que me sintiera, quería manosearla toda, desprendí su blusa, se la rompí, no se; mi cuerpo la pedía, se pegaba a ella, ni siquiera sé si ella también me quería… Ni me importaba. Me perdí! Metí la mano bajo su pantalón… Bajé el cierre del mío y me mostré todo… Cuando me aceptó y me llevó a ella, no pude mas, toqué sus pechos, mordí su boca.. Enredé mi mano en su pelo y la llevé a mi cuerpo… Me besó con las ganas de una gata en celo, parecía que quería devorarme. Yo creo que fue el peligro de saber que en cualquier momento alguien nos encontraría, como al rato sucedió! Su boca comenzaba a subir por mi pecho, como un río tibio y turbulento, iba a levantarla cuando una luz nos despertó… Seguridad… Quién anda ahí! Nos arreglamos como pudimos pero ya estábamos iluminados. No pueden estar aquí! Tienen que retirarse! Estee… Si señor… Disculpe, ya nos vamos! Volvimos. Me arreglé un poco, pedí un trago mas, busqué a mi mujer… Ya se había ido. Pagué la cuenta y me fui también…” Buscó en sus bolsillos los cigarrillos, pero no encontró nada, de todos modos en la iglesia no se puede fumar? Miró a su alrededor como enajenado, tratando de reconocer el lugar, no pudo más; el cura que jamás se había dado vuelta para mirarlo, casi antes de que terminara su confesión, comenzó con la rutina de las preguntas, las reprimendas y las penitencias… Seguía sin escucharse nada. Su acento entre un apresurado

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latín e italiano que se imponía sobre su escaso español, se perdía entre cánticos y lecturas de una misa que ya había comenzado, los cigarrillos no aparecían… Se levantó, miró al altar para persignarse y acabó buscando en sus bolsillos, algo; ya no sabía qué… Por primera vez en su vida no podía entender todo aquello, cuando buscó entre la gente, una mirada le indicó un lugar vacío; tal vez se sentó por un rato para volver en sí, para volver a ser alguien, ni él lo sabe… Despertó frente al altar donde alguna vez, sus padres se habían casado. Como un anciano derrotado por los años que llevaba encima se levantó y se fue. Salió oscuro, conflictuado. Acaso no se arrepentía… No


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Dio unas vueltas por el centro para despejarse, no había caso, sintió que la necesitaba, y la llamó… Acabaron en un hotel, abrazados, mirando un techo viejo y enmohecido, que fue la excusa para romper el silencio que no los dejaba dormir…

quiso pensar más; sonrió, encontró los cigarrillos; encendió uno y se subió al auto, se quedó ahí un rato más. Dio unas vueltas por el centro para despejarse, no había caso, sintió que la necesitaba, y la llamó… Acabaron en un hotel, abrazados, mirando un techo viejo y enmohecido, que fue la excusa para romper el silencio que no los dejaba dormir… Es un lienzo con yeso, apuesto a que tiene una red metálica por detrás… Ella reacomodó su cabeza sobre su pecho, buscando su corazón; hummm...… Sí! Casi como una tela para una gran pintura… Las palabras que necesitaban, fueron los colores que llenaron el lienzo de la confesión y poco a poco, pintaron aquellas, sus vidas en voz alta; se contaron todo, hasta las aventuras de la adolescencia en Ledesma y las andanzas de la niñez en los montes de alrededor. Sus voces cada vez mas suaves fueron las del arrullo maternal que se abrió paso desde aquel pasado convocado, que les regaló el otro silencio. Nunca supieron cómo el sueño acabó por reconciliarlos. Desde aquel domingo ella llena sus noches, y es a ella a quien de una u otra forma vuelve a contarle sus debilidades, sus tentaciones, sus maldades, sus errores. Pecados, que le llaman… Una suerte de religión de a dos.


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por Pablo Espinoza 136

“muere siendo un héroe o vive lo suficiente

para ser otro villano más” Tom y La Bestia Bebé.

”Mamíferos pesados como metáfora de algo que todavía no sé qué es”

H

Yo, haciéndome el profundo

ace unos días, después de la merienda, cuando ya todos se habían levantado, mi hermano Fernando y yo nos quedamos viendo Animal Planet. Después de un rato de ver la televisión al muy idiota se le ocurrió jugar a los cazadores. Ahora hay un elefante muerto sobre la cama de mi hermano y no sabemos qué hacer. Por suerte aún no ha comenzado a descomponerse, lo que significa que todavía tenemos unos días para ver qué hacemos con el cuerpo (del animal) antes de que el olor nos delate. Si alguien aquí se entera

de lo ocurrido podría dar aviso a las autoridades correspondientes y ahí sí que estaríamos en problemas, mi hermano por autor material y yo por partícipe necesario. Ya probamos con Google y con algunos de esos foros en los que hay gente que al parecer se las sabe todas pero no hay caso, no conseguimos una respuesta satisfactoria a nuestra “hipotética” pregunta. Lo que sí encontramos, y esto aún hoy es causa de acalorados debates en ciertos círculos intelectuales de Jujuy, es que cuando un elefante presiente que la hora de su muerte está cerca inicia un largo y solitario recorrido guiado sólo por el instinto y la memoria colectiva de la especie hasta el lugar en el que descansan los restos de sus antepasados y otros elefantes que quizás conoció mientras vivía. Cementerio de elefantes, le dicen.


Pero no creo que este animal en cuestión, teniendo en cuenta el estado en que encuentra, sea capaz de llegar demasiado lejos por sus propios medios. Dejarlo ir por el inodoro es imposible por razones obvias. Enterrarlo en el patio de juegos durante la noche cuando nadie pueda vernos sería egoísta y muy desconsiderado de nuestra parte. Los elefantes son mamíferos placentarios del orden probóscides (trompa prensil, colmillos y patas cortas). Antiguamente se los clasificaba junto a otros animales de piel gruesa en el ahora inválido orden de los paquidermos. Actualmente se clasifican en dos géneros distintos: africanos y asiáticos que a su vez incluyen distintas especies y subespecies. El elefante es considerado símbolo de fuerza y prosperidad y a lo largo de los siglos las culturas más diversas lo han adoptado como amuleto de buena suerte que atrae la fortuna y aleja las envidias. … Hay un elefante muerto sobre la cama de mi hermano. Y no sabemos qué hacer.

Pero no creo que este animal en cuestión, teniendo en cuenta el estado en que encuentra, sea capaz de llegar demasiado lejos por sus propios medios. Dejarlo ir por el inodoro es imposible por razones obvias. Enterrarlo en el patio de juegos durante la noche cuando nadie pueda vernos sería egoísta y muy desconsiderado de nuestra parte

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por Mauricio Rodríguez Medrano

C

ontrol: Sonido de fondo (inicio del programa). Presentador: Radio Pesadilla, de la calle 10 de villa Mercedario B, 93.104.2 FM, presenta su único programa La mano peluda. Control: Sonido de fondo (espectral). Presentador: Con ustedes, Adolfo Paco Zombie. Adolfo Paco Zombie: Son las 3:15 de la madrugada y hace un frío sepulcral en esta zona de El Alto, es un frío de morgue, de cadáveres hacinados. Pido mil disculpas a los seguidores del programa porque debemos cambiar, con cierta periodicidad, la frecuencia de la radio. Pero nos sentimos orgullosos de ser la primera radio pirata (de terror) de El Alto. Control: Sonido de fondo (más espectral). Adolfo Paco Zombie: El concurso para llevarse el ataúd de caoba continúa hasta terminar la

semana. Sigan enviando sus cartas al correo Adolfo. mariposita134@hotmail.com. Y tras esta breve presentación, nos vamos con rapidez al sector El primo hermano de Drácula. Control: Sonido de fondo (risa macabra). Primo hermano de Drácula: Gracias Adolfo. Esta semana nos llegó un paquete especial. Y aunque no tenía remitente, después de leerlo con cierta minuciosidad, vimos conveniente presentarlo a ustedes, en forma de relato hablado, con ciertas licencias y arreglos. Control: Sonido de fondo (espectral). Presentador: La mano peluda presenta el relato de esta semana: Iscariote. Control: Sonido se fondo (viento fuerte). Relator: El siguiente relato fue extractado de una libreta encontrada en un jeep: 1. Robert

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Verónica Corrales

Hope era inglés, protestante y misionero. También era gay. No era tan gay como hubiese querido serlo pero el pastor de su congregación dijo que Robert Hope era demasiado gay para asistir los domingos a la iglesia pentecostal de Múnich y lo envió, guiado por el azar, a la población abandonada de Iscariote (provincia Inquisivi) para que convirtiera a los infieles. No le dio ningún mapa. No le dio la mano al despedirse. 2. Robert Hope pisó tierras bolivianas el 28 de junio de 1940. En el alojamiento trabó amistad con un alemán de apellido Klettermast que además de poeta,

también era gay. 3. Las horas que precedieron a la partida, Klettermast compuso tres poemas, tal vez inspirado en su nueva relación de amistad con Robert Hope. Uno de ellos fue un soneto titulado A orillas del lago Volga agarré tu águila imperial, el otro fue un poema elegíaco titulado Sobando el palo de Moisés y el último poema, de claro tinte pornográfico y fascista, fue titulado Quiero introducir mi Hinderburg en tu hangar. 4. Los amigos no se despidieron al abandonar el alojamiento. Klettermast decidió acompañar a Robert Hope hasta Iscariote y se encargó de


contratar un jeep cuyo chofer, además de ser manco, tuerto y alcohólico, era conocido en los alrededores de aquel barrio como El Muertes. No está de más decir que también era gay. Control: Sonido de fondo (pausa del sector). Pausa comercial: Tienda de venta de cadáveres El enfriador le ofrece muertitos a su medida. Este mes llegaron tres caucásicos de un metro ochenta, rubios que hablaban inglés, sólo a cuatrocientos bolivianos, hasta agotar stock. Control: Sonido de fondo (cumbia villera). Pausa comercial: Y por la compra de dos cadáveres, llévese una botella de formol de regalo. No lo piense más. El enfriador es la solución. Llame al 74045678 o visite nuestra tienda ubicada en la Ceja de El Alto, al frente de la cruz papal, edificio dos, piso 5, horarios de ultratumba, de 2:30 a 4:00 de la madrugada. Control: Sonido de fondo (gritos guturales, casi como gemidos de dolor). Presentador: Y regresamos con La mano peluda. Control: Sonido de fondo (viento fuerte). Relator: 5. El jeep partió hacia el altiplano el atardecer del 1 de julio de 1940, adentrándose por una carretera de tierra que se alargaba hasta unos cerros cubiertos por árboles de ramas secas, casi negras, sin hojas. 6. En una de las curvas, a las faldas de una quebrada, Robert Hope creyó ver un buitre desmembrando el cuerpo de un niño o lo que parecía haber sido un niño.

Pensó en el cielo y el infierno. Pensó en unos siameses monstruosos que se miraban los rostros sin parpadear, inventados por una mente nonata a imagen y semejanza de la ausencia o, peor aún, de ese vacío del que tanto había hablado El Muertes

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Klettermast, embebido en la escritura de otro poema y alzando apenas el rostro para mirar hacia la carretera, creyó ver un niño desmembrando el cuerpo de un buitre o lo que parecía haber sido un buitre. Para salir de dudas, los amigos consultaron con El Muertes. El chofer, sorbiendo una botella de ron, respondió que no había visto nada, aunque hubiese querido haber visto un buitre o un niño desmembrados para poder sentir otra clase de miedo o de horror que no sentía hace mucho, esa leve angustia, si podía llamarse así, que había perdido en la Guerra del Chaco, y en su lugar crecía un vacío tan igual a la noche que empezaba a cubrir la carretera, el verdadero infierno y el horror, pero sin exagerar. 7. A la respuesta le siguieron varios minutos de un silencio incómodo que terminó cuando Robert Hope gritó al ver una niña que arrastraba un perro muerto, a unos metros delante del jeep. Klettermast se apresuró a retirar los dedos, pulgar e índice, que apretaban uno de los pezones del inglés por debajo de la camisa, creyendo que lo había lastimado de sobremanera y, acto seguido, volteó el rostro hacia el parabrisas delantero y vio, alumbrada por los faroles, a una niña muerta siendo arrastrada por un perro. 8. Inglés y alemán gritaron al chofer que frenara de inmediato. El Muertes dijo que los frenos no servían pero que un cambio de caja bastaría para disminuir la velocidad. Cuando quiso hacerlo, pisó la botella de ron en vez del embrague y perdió el control del volante y el jeep salió de la carretera y dio varias vueltas hasta llegar a las orillas de un río seco. 9. Al recobrar el conocimiento, Robert Hope

sintió la sangre que manaba de su cabeza. Buscó a tientas las manos de Klettermast, las piernas de Klettermast, la entrepierna de Klettermast y sólo halló el asiento vacío. Salió del jeep por la puerta trasera y creyó ver a la distancia a su amigo siendo arrastrado por dos niños, mientras recitaba el fragmento de un poema titulado Quiero besar tu Tercer Reich. 10. Robert Hope siguió el rastro y cayó tres veces en medio del sendero y vio unos niños que hacían una ronda a su alrededor. Pensó en el cielo y el infierno. Pensó en unos siameses monstruosos que se miraban los rostros sin parpadear, inventados por una mente nonata a imagen y semejanza de la ausencia o, peor aún, de ese vacío del que tanto había hablado El Muertes. 11. Cansado y cojeando, llegó hasta unas casas de techos de zinc corroídos por la herrumbre y, antes de caer por última vez, vio horrorizado lo que tanto había temido. (Interferencia. Corte de transmisión).


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por Belén Cianferoni

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T

odo escritor que se precie, debe tener un nombre estrambótico, curvilíneamente cuadrado. Precisa ser fonéticamente impronunciable y de origen étnico dudoso. Un apellido que suene aristocrático aún para un vagabundo; o un apellido de ropavejero que esconda a un Golden boy. Todos recordamos al amado escritor Fond por su gran nombre, el mítico Ingeniero, que mantuvo en vilo a sus amigos y a sus personajes hasta que terminó asesinado en una hoja por una escritora de pelo negro. Fond es Fond, tres consonantes y una vocal igual que Cruz, con la excepción (gran excepción) de que Fond suena elegante. El Fond es un señorito, es un niño bien, es el auto no estrenado, el que se revende sin necesidad de cambio de aceite. Joya, nunca taxi. Por Fond das la vida sin conocerlo, pero con Cruz… lo piensas más de trece veces.

Volviendo a Cruz ¿Que es Cruz? ¿La cruz de quién? ¿Quién es el pobre Juan Cruz Sánchez? Pese a la vulgaridad del nombre, hay una historia interesante que va a tenerlo de protagonista y no como el gran escritor/modelo que fue en su tiempo. Son muchas historias, interesantes –pero que no vienen al caso- las que podría contarles, pero he optado por hablar sobre la más conocida en toda América. Juan Cruz, no podía dormir, se levantaba todas las noches. Una de tantas, se retorcía en la cama, porque soñaba que era un insecto, un pobre grillo sin una pata al que un niño cansado de jugar con sus soldaditos, tomaba, y ataba cada una de sus extremidades a una mosca. En su sueño se transformaba en el primer “Tupac Amaru” interpretado por un bichito cantor. Luego asustado, se despertó y escribió un cuento de dos páginas y volvió a dormir.


Mateo Jiménez

A la mañana siguiente mientras se preparaba su batido cotidiano de leche-huevos crudosbanana-kiwi; y se alistaba para las fotos diarias (cabe aclarar que Cruz tenía todos los días sesiones de fotos). Era bastante cotizado como pedazo de carne, aún con ese nombre. Y entre sorbo y sorbo –puaj- nuestro desafortunado amigo tuvo una idea. Ahora Juan Cruz Sánchez tenía una nueva meta. Durante cincuenta días con sus cincuenta noches, iría a 47 sesiones de fotos, y tendría 50 sueños, que equivalen a 50 historias, que a su vez equivalen a tres libros (TRES – T –R-E-S – 3). ¡Y a muchísimos batidos! Puaj.

Encadenaría las fotos con los cuentos, y daría molde a sus dos carreras, en un simbiótico libro con fotos. Y a su vez ese ritmo mantendría estimulado a Cruz, un ritmo prolijo que supuestamente iba a largar una nueva leyenda entre los escritores. Para los ignorantes, permítanme que aclare este detalle un poco, no demasiado, la ignorancia de algunos elementos insignificantes es una gran bendición. Cruz, es pre-época beat, pre-Silvester Stallone y fundamentalmente pre-Stephen King. Cruz jamás escuchó a Bukowski mientras recitaba “Piss and Shit”. Pero Cruz, soñaba y eso lo convertía en un pequeñísimo palillo que se astilló del árbol de la Historia y del Tiempo. Después del sueño número 50, Cruz, ya tenía armados sus manuscritos, eran tres, dos de 16 cuentos/sueños y uno de 18 cuentos/sueños. Todos con cincuenta y dos fotos. Si este cuento fuese una película, ésta es la imagen sobre la cual me detendría a filmar en cámara lenta, es magnífica, bella y completamente irrelevante en este caos que es la vida del pobre Juan Cruz Sánchez. Nuestro amigo estaba vestido con un traje marrón, se miraba en el espejo, y medía el espacio vacío donde la corbata estaba destinada a habitar. Tenía tres opciones: una blanca (No, esa no, me parece de muy mal gusto), tenía otra celeste (tal vez, podría funcionar si él viviera en este siglo), y finalmente una rosa (no es que sea la ganadora, pero este concurso no se puede declarar desierto).

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Después de una mala elección, el modelo/ escritor, decidió colocarse la corbata blanca y partió a la reunión con la Editorial. Un yanqui, con una gran panza en el medio de sus tiradores, pelado y con un bigote que parecía agarrar un Habano, esperaba a Juan Cruz Sánchez del otro lado de una puerta. Después de la media hora, logró hablar momentáneamente con el editor yanqui. La entrevista empezó mal, la prueba básica del apretón de manos fue terrible, desastrosa; las causas: él desayunó uno de sus obligados batidos después de vestirse, y no se lavó las manos antes de salir de la casa. El resultado: un apretón de manos con olor a huevo crudo, junto con el sudor típico del calor engorroso de presentación. Una muy mala presentación, pero el yanqui quería escucharlo. Los escritores de la editorial que leyeron sus manuscritos, estaban de acuerdo en que lo publicaran en la seguidilla de libros que largaban para las vacaciones de invierno. Pero el yanqui no sabía el nombre del cristiano que tenía en frente suyo. Por algún motivo estaba marcado con negro y era prácticamente ilegible. ¿Tiene nombre además de tres libros? Por ley debe tener un nombre, dígalo fuerte y claro, que tengo curiosidad, rugía el yanqui. Mi nombre es Juan Cruz Sanchez, soy de Córdoba, una Provincia de … - y de pronto Cruz, lo notó, estaba desesperado, se notaba el fastidio del gringo al interrumpirlo. – No me importa si eres de Guatemala o de Shile – Juan pensaba en detenerlo para explicarle que es de Argentina

y que se pronuncia Chile. – a mi lo único que me interesa – prosiguió – es que tengas un buen nombre. Yo no soy diferente de un caza talento de las ligas mayores, Babe Ruth es un buen nombre, más que un buen bateador. Y con ese apellido tan plano no vas a llegar a ningún lado, no me importa si el gran Hemingway te manda excelentes ideas a través de los números capicúas que encuentras en las guías telefónicas, yo con ese nombre no puedo trabajar, nadie compra un libro de un fulano con ese nombre. Además eso de los sueños, el café, los espejos, las esperas… por dios santo, es un cliché, Señor. Yo descubrí a varios importantes, deberías leerlos, te ayudarían. No solo los escritores, Dios también. ¿Ustedes los latinos creen en Dios? Lo siento, esta entrevista se da por terminada. Adiós Muchacho. Cruz se fue lentamente pateando piedrecitas por las calles, subió hasta su departamento. Hace 160 abdominales, se ducha, rompe un par de fotos y diplomas. Ve su nombre por todas partes, reiterado, repetido y minúsculo, y él ahora es minúsculo. Un desvalido, un decrépito, un hombre sin voz. –Perdón Juan Cruz Sánchez por tantos adjetivos pero la escena lo amerita– Cruz, pensaba que su atractivo podía ayudarlo en las entrevistas, pero nunca se puso a pensar en su nombre, ¿será que nunca tuvo tiempo? En el sueño número 51, Dios decide maldecir a Juan Cruz Sánchez y le da el último regalo. Juan Cruz sueña con su mundo, sueña con su Argentina natal, pero no sueña con su año, ni con su década, ni con las siguientes, sueña


adelante, sueña con un nuevo milenio. De pronto, ve todo, ve marchas anti – bélicas, ve hermanos solos, fotos sin familiares, madres sin hijos, abuelas con pañales en las calles, ve un hermano negando a su hermano en frente de una cabriola de hermanos enfurecidos. Juan Cruz Sánchez se transforma en un perro de ojos verdes que huele un país con miedo… pero el miedo empieza a penetrarle por sus poros, hasta su boca, se queda en sus papilas, y logra saborearlo, sabe a hijas vendidas, a una familia separada. A una gran familia separada. Ve gente que se esconde, gente que vive el día a día, muchos sueñan con un poco orden, donde un par de viejos rezan por la vuelta de la Colimba y del pelo corto. Ve también un turco con traje azul, bailando danzas árabes con una odalisca. Ve mucha violencia… y el pobre Juan es un barrilete del miedo en la historia no escrita de una Argentina maldecida. De la nada, suena una bomba, un mortero en medio de una protesta, y huye, pero siente los tambores, los siente, y está atrapado, intenta correr, pero las piernas siguen el ritmo lento y satánico. Ahora Cruz es uno de tantos que marchan y tiembla porque esto no era lo que él pedía. Ve gente que entra y sale de supermercados. Ve gente que quema un edificio, Otros que huyen en helicópteros. Ve mucho… y se escapa. Cruz solo quiere huir. El quería ser un escritor conocido y un Dios misterioso lo encierra en un sueño de un país que ya no es suyo, y dominado por la histeria. Y ve…

Ve también un turco con traje azul, bailando danzas árabes con una odalisca. Ve mucha violencia… y el pobre Juan es un barrilete del miedo en la historia no escrita de una Argentina maldecida

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huele… toca… escucha… saborea. Mucho… mucho de todo, que termina siendo nada. Ve hermanos divididos por el mismo odio. Hasta que, por atrás, alguien lo agarra de los brazos y le inyecta algo por las venas, y llora, llora mucho, porque ahora no puede correr, y ahora no puede respirar, ni escuchar nada, durante los cinco segundos que prosiguen, Sánchez está seguro de ser un muerto más. Hay un alto a todo el ruído, y siente un poco de luz por donde respirar profundo y suave, y un calorcito en la punta de los pies. Abre un ojo, y posteriormente, abre el otro. Y está a salvo nuevamente en su casa, en ese pequeño departamentito que le cuesta más de lo que gana. Ahora Juan Cruz Sánchez pierde el interés por los cuentos, cree que el hilado fino de la materia de sus sueños necesita de más territorio para expandirse sobre este nuevo texto. Esto es más grande, ahora esta deglutiendo una novela. Escribe una novela sobre un país que sobrevive a una dictadura de casi 20 años, escribe sobre treinta mil desaparecidos (30.000 – T-R-E-IN-T-A – M-I-L – TREINTA MIL), y de cómo ese país después de muchos conflictos, logra escapar y llegar a la democracia. También sobre cómo la gente empieza a perder la esperanza cuando el hambre aumenta y los fondos escasean. Escribe recurrentemente sobre un personaje, un malévolo turco que baila danzas árabes; mezcla personajes nefastos, increíbles… Es una comedia medieval fantasmagórica la que está escribiendo nuestro escritor maldito.

Describe escapes en aviones pequeños parecidos a las libélulas… las libélulas cobardes… describe el genialmente maldito Cruz Sanchez. Por arriba de un palacio rosado se escapaban a otros países miles de corbatas. Anota sobre palacios y cuarteles con madamas cubiertas por champán y piel de oso. Ahora nuestro maldito, tiene su novela terminada, y se siente bendecido, se siente con una misión. Llama nuevamente a esa caricatura yanqui por teléfono, y después de mucho renegar, acepta el cambiarse de nombre… - A mí me suena el apellido Borges… Juan Borges… Es abolengo, es clase… ¿Cómo le va Mr. Borges? - ¿Tengo cara de Borges? - Todos tienen cara de Borges, y si no la tienen, deberían! Look Look! Los libros se van a vender como pan! Después del breve, pero grasoso diálogo, la novela queda en manos del monigote-yanqui. El manuscrito llegó a manos de los lectores de la editorial, de los críticos y fue indignamente rechazado –pese a la fonética del apellido del autor – Nadie creía que el libro del pobre Juan Cruz Sánchez fuese real. Nadie creía en un país tan estúpidamente confeccionado! Según los críticos, el sueño de Tupac Amaru era más real. Así quedó condenado nuestro personaje a ser sólo un olvido selectivo. O una jocosa historieta o una idea para un cuento maldito.


Mateo JimĂŠnez

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fOTOCliC/ abueloDavid por Renata Kulemeyer

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blanco negro/ grises imágenes registran /siempre la misma tristeza. instantes momentos cortes. Herida

vida.

OHNE (sin) - AMERIKAN DREAM Flash abueloDavid. Foto clic ¡aquí! Setenta años llevo registrada; perenne, impresa, sin atenuante fotoshop que desmienta o disimule. tristeza viajera del tiempo pasado futuro hacia dentro estallo. Sin cápsula protectora, imprecisa pero exacta. Angustia casi en el centro de la imagen blanco/negro llena de grises. Grises y ausentes; cabalgando tu memoria distraída ensimismada hacia su propio éxodo. Planes, reencuentro, encrucijada, desencuentro. Emigrado ausente, entregado a los brazos del American dream off. Living New York Norte, confuso emigrado inocente en las brasas del sueño americano Buenos Aires al Sur; los planes caídos del mapa, panes equivocados. ¿Futuro? Libertad próspera pospuesta, dream pendiente de un hilo. Guerra más guerra y otras guerras; diáspora de guerras nunca elegidas. Sueño dream: Norte-Sur dos puntos. Norte y Sur dos puntos


prendidos al mapamundi que te miran estrábicos, lejanos, sutiles. En tus ojos David Buenos Aires Nueva York confundidas en el amasijo de un mismo sueño para florecer -tristeza yo- empapando tus ojos. Y el country del freedom lejos, América en alpargatas embarrada. Tus ojos retratados piden y miran y miran y preguntan -piden clic-. Otras instantáneas –antes/después/reunión familiar/momento/clic- me destacan caminando tus ojos -tristeza yo- protagonista –flamante flash- eclipsando cualquier clase de belleza en la bolsa de tu alma, infante surgiendo a la vida, flores incluyo -sonrisas felices- sobre mantel blanco -sonrisas pausadas- grises habitan la vida, parásitos. Diáspora clic. Garúa tristeza clic. El barco no alcanzó. DE VOS LEJOS /DOLOR DE VOS/PENA DE VOS/ MIS PEDAZOS CANTAN

nunca más por siempre apestada te elijo. …desové en el centro de tu alma -clic- nieta diez en la lista de arriba hacia abajo o la veinte de abajo para arriba, lo mismo… según... Contagio omnisciente, vivo en lo muerto y prolongo algo que vos no conociste ni sabés y comienzo a joderte en la memoria. Evocación desolada, expósita llena de preguntas sin respuestas. Y las preguntas son más, cada vez más. Insoportable no saber. sed rictus mi alma cubierta de nubes Ochichornia nieve rusa ojos negros diáspora sol de mediodía insoportable flash mi alma repleta de ojos negros clic. TWO (Tú) KADIMA RUTZA EL SUFRIMIENTO ¿ES DERROTA O BATALLA?

tristeza, convidada de piedra número catorce en la mesa, no vaya a ser… Cancele sus deudas hoy-presente una solicitud de fidelidad -felicidad a palos- largo plazo, clic. Stop. Apuesta. Largo flash. Apesta. merezco pedacitos mísera felicidad /pido logro/ ¿sé? idealizo

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Duele. El alma en el estómago, una lágrima de ceniza niña telaraña atrapada en el silencio. Secretos, idiomas indescifrables, lenguas nunca sospechadas. Palabritas jugábamos. Las manos entrelazadas y cruzar el mar de un salto. Desembarcábamos viajeros, tierra firme, vieja Europa en la vereda. Casa mamá, tus ojos mamá. ¿Recordás cuando te invité a ser mi Madre? Nuestras almas/miradas se cambiaron, cómplices. Reímos, aceptaste ser mi Madre de inmediato. Y esas otras palabras que vienen y acuchillan /miedo muerte soledad depresión atroz veneno psiquiatras/ aprietan y ahogan. FELICES AQUELLOS QUE NO PRUEBAN EN SU VIDA LA DESGRACIA. PERO SI UN DIOS AZOTA DE MALES LA CASA DE ALGUNO, LA CEGUERA NO QUEDA, NO, AL MARGEN DE ELLA Y HASTA EL FINAL DEL LINAJE LA ACOMPAÑA.

Desamparo/vaso/botella/frasco/café. Hasta descubrir. cenizas humo tabaco.

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sonrisa sin risa La voz de la trompeta lastima la piel, te atraviesa el cuero, esa voz viene a sacudirte para atrás; ¿hacia atrás y seguir adelante? Cuento estirado, pegajoso. ¿Quién cobija la memoria? Salgo. Pregunto, busco. ¿Y eso que tiene que ver con la felicidad, abueloDavid? ¿Orfanaste a mi madre, la preñaste de pena le empeñaste el silencio? Soñar para atrás, angustia miedo. ¿Y soñar para adelante? ¿Entre quienes? PEDIREMOS AYUDA A QUIEN SUPO ENTERRAR SUS MUERTOS. ALARIDOS DOY, MADRE. AÚLLO EN LOS ATARDECERES.

Leike/azucena blanca/jazmín madre diccionario corazón /poesía epitafio/ Leo. biblioteca piel naranjo en flor tristeza tibia pecho senos/libro. Leonor


¿ACASO NO TE SOY PARA PADREARTE?/¿ME VAS A DISCULPAR QUE TE HIJE MUCHO?/¿REALIDAD QUE SUFRÍS COMO PARIENDO?/TU SUFRIDERO/¿CANTA PARA MÍ? ¿CONTRA MÍ?/ ¿ME MOSTRAS LO QUE YO SEA?

Word no admite poesía Corrigepalabras corrige cambia señala No hay lugar /contra mí no da lugar/ no hay lugar para poesía. señala. UNA MAMÁ NOVELA TODA UNA EN LA ESPERA ESTAR NUEVAMENTE ALGO MÁGICO FELICIDADES DE LA MADRE MOTHER’S DAY MY MAM IS A QUEEN CLASS LIFE LES DESEA DÍA VENTA MAYORISTA Y FRANQUICIAS Clic largo, flash abuelos timbre casa rejas -obligado¿guardará olores cigarrillo cera cebolla jabón palmolive/niñeces? un flash muy largo -el magiclic-

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no tengo hijos porque no tuve porque no/porque no tengo aserrín aserrán piden pan no les dan /pobres cebollas sanjuaninas…

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TREE (tres) - ÁRBOL SABIDURÍA LECHE Y PIEL canyengue AbueloDavid/abuelo -una o dos veces- de visita. al campo te venías: tren/claseturista/veintehoras/nube de humo/abandonado. en el bar te sumergías/isla de fichas dominó/de noche tosías/tosías y escupías tu cuerpo alto y flaco/toda la noche escupías/trajeado el polvoriento pueblo en busca de sombra/calor insoportable/ mosquitos, muchos niños -tierra- llanura insoportable, niños ruidosos. al campo, decías. sufriendo silencio/ bañado en silencio/ amortiguabas silencio en tu cuerpo flaco/ libros amarillentos y un tango en la oreja. ¿Qué traía tu equipaje/travesía?/ ¿una estatua de sal? La sonrisa escondida el olor a cigarrillo gomina en el pelo, la corbata de todos los días pesando el calor. Almuerzo en camiseta, bañado de sal el plato. Sopa. Tiradores. Salero azul de plástico derramada sal -blanca sal- en la ardiente llanura. al campo; y era raro eso de ser del campo. ¿Acaso vos no saliste de un pueblo/aldea/hoy tierra arrasada? ¿Cómo era ser de Trisk o Turisk (hoy en día oeste de Ucrania, cerciora wikipedia) /antes Polonia, ¿Rusia?/ ¿Traías fé? La tos ronca/tu voz ronca cuando se escuchaba ¿Creías en San Martín? ¿Arrojaste margaritas a los chanchos? ¿Amaste la vida? Recuerdos que nunca olvido/rosario de santa fe/cantabas cancioncita en el tren, decías, cuando te subías para venir al campo. Y para mí tu nieta la catorce o la tres Rosario estaba tan lejos como la China. Gesto amable transformado en rasguño, bueno de Stéfano. La virgen Guadalupe reina en Santa Fe ¿sabías? Adquiriste estampa porteña, nostalgia porteña, uno más en la gran ciudad. Fútbol/burros/tango/domingo siete/negro. ¿Qué venías a hacer a mi mundo de niña? ¿Me traías el precioso regalo del silencio triste? ¿Espoleabas en mí el no saber/querer salir/buscar? Preguntas/ respuestas. ¿Cómo murió tu madre? ¿La enterraron allá lejos sola? Sonia Huberman/ un papelito entre las piedras del campo. ¿Su alma vaga sin lugar al lado del río de un pueblo/que ya no existe/ ya no es? ¿Tu silencio me empuja a buscar memoria? ¿Tenías amigos, amantes, pasiones? ¿Sueños prestados/ empeños? Solo mirar. Acaso mi pueblo recordaba tu pueblo, el silencio de mi pueblo tornaba insoportable el silencio propio, ya abandonado, inexistente ya. …quien sino yo con papelitos lujosas descripciones hechas para callar o la palabra mesa las mentiras…

estampillas cortar y pegar UNA LÁGRIMA sobres - papel avión - cartero ESTAMPILLAS contar (y pegar)


lágrima. corta ¿Jugabas el clásico Troilo/Piazola? ¿Cuántas cabezas te ilusionaron/Cuántas veces con María? ¿Te decían Polaco? ¿A quién mirabas en el espejo? telegrama cartero UNA LÁGRIMA corta el sobre vacío enhebrar LÁGRIMAS a tu alma /secreto papel/ mejilla mapa cortar una LÁGRIMA / pegar una ESTAMPILLA lapa /semilla/ en la LÁGRIMA. clic papel - avión – tijera. piedra TRES (Otra vez tres) - ABUELA MARÍA ‘para doña María, mi abuela; no esa la del tango esposa/pertenencia/cebolla trozos fósforo/hornalla/fuego cabecitas azules tenían. (Y ya le había aparecido al mundo el milagro del magiclic y su dilatada existencia; más que la vida de un hombre, exactamente el doble que vos, en definitiva.) instante familiar knishes electroshock/flash/clic ravioles verdes/seso hervido/tenían adentro no me pasó la receta no alcancé a quererla. ((((((((((((a la espera de tus encomiendas/piolín clavado/tachas rojas

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nosotros los del campo))))))) (un puñal de sal a la olla del arroz con leche) tío Roberto toca trompeta en tu oreja. Se mete dentro del alma y estira nostalgia -tristecita igual cebollas shhssshhh tenés que pensar sueño del alma con ritmo propio el país donde caen las lágrimas sin sordina el ídish te salpica. una lágrima para la cebolla otra para vos cantaba mi abuela. ella sí tenía el don de las lágrimas/ cocina territorio/fortaleza /abundante riego trompeta baña tus lágrimas ¿DE QUÉ PUEDE SERVIRME, POBRE, MIRAR A LOS DIOSES? ¿A CUAL PUEDO LLAMAR QUE ME AUXILIE? EL CASO ES QUE MI PIEDAD ME HA GANADO EL TÍTULO DE IMPÍA, Y SI EL TÍTULO ES VÁLIDO PARA LOS DIOSES, ENTONCES YO, QUE DE ELLO SOY TILDADA, RECONOCERÉ MI ERROR; PERO SI SON LOS DEMÁS QUE VAN ERRADOS, QUE LOS MALES QUE SUFRO NO SEAN MAYORES QUE LOS QUE ME IMPONEN, CONTRA TODA JUSTICIA.

Abuela preguntó, hermana, sí stop ¡Mamá! vergüenza algodones stop seguimos clic perfeccionando clic secretos prodigioso stop mensajes hiperbólicos clic acontecimientos stop guardar stop afectos clic familia circunstancias stop propicias stop abuela María stop en la cama (junto pedacitos y escribo sin papel) murió clic ese año en año nuevo stop. milicos paseaban por las calles los milicos en clic ventana ahogando el oxígeno. stop CLIC stop flash. ¡Métase en la cocina, abuela! stop FLASH clic stop clic. Ay. Shaná tová, abuela. Shaná tová. ……………………………………………………………………………………………………………… funesto día de altas fiestas


¿Alcanzaste a encender las velas? 3X4 - TANGO foto abueloDavid/¿a quien miras? brillan tus ojos 3/4perfilizq/ ¿atento a quién?¿soñás con quien? necesitado. vagabundo. huérfano. LEJ LEJÁ, LEJ LEJÁ LEJ LEJÁ, LEJ LEJÁ, LEJ LEJÁ… me quiero ir me quiero ir me quiero ir salpica tus oídos como una cancioncita no estar atravesar el espejo encontrarte/abrazarme un día de estos, así no más. atravesar el espejo/el mar surcar /separadas aguas florecer en un remanso fresco -de solaire tibio temprano sol de mañana te ofrezco un mate palabras sueltas ventana ídish/castellano/ruso/polaco/inglés/hebreo/ /ucranianas/polacas/porteñas/rusas frontera incontinente medialunas en Cabildo lo que vos quieras hasta volver -en secreto

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nadie sepa arañando un tango ruso del facebook ¿quedamos por tweeter-flash.clic.enter.magiclic? nomás – clic mando un telegrama triple/doble v agrego /contactos. por ahí/ cliqueo/ unadesas/ veo clic chau no me jodas vos no jodas clic. FLASH

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por Facundo Lerga

M

amá cuando me ve entrando por la puerta no puede evitar que la cara se le derrumbe en sus manos: ¡Hijito, qué hiciste!, clama mi madre. ¿Vos, no te ibas?, pregunta mi prima. ¡Ahora somos trece, boludín!, completa mi hermano entre risa y risa. Conmigo esa noche ya éramos trece en casa, el número prohibido que debe evitarse a toda costa si uno no quiere desencadenar la desgracia sobre la familia. Pero qué podía hacer yo, mamá: un viaje se suspende, un ómnibus más… un ómnibus menos y a esa hora cerca de Navidad nada de avisarte por teléfono porque todo el mundo se llama, se perdona, se miente y se recargan hasta el hartazgo las líneas de cualquier operadora. Ya voy viendo cómo pasan a las corridas la tía Nora y su hija, lanzándome miradas rencorosas,

en tanto esconden los platos y guardan el pollo caliente porque ahora debemos demorar la cena, porque ahora es urgente esquivar la mesa fatídica. Por allá veo al tío Remigio que grita ¡caramba! y retrocede dos pasos como si hubiera visto en su silla una cobra, mientras el abuelo, tomando una velocidad prodigiosa con su bastón, se manda para el jardín diciendo que este chico es de mandarse cagadas. Ahí nomás mi viejo pega tres puteadas desde la cabecera, se pone de pie y me dirige un dedo enérgico. ¡Pero sos un pelotudo! ¡Acá, nadie me va a cagar la fiesta!, vuelve a gritar. Se ha vuelto un loco, gesticula con vehemencia. De pronto toma las llaves del auto y se pierde sacudiéndolas por sobre la cabeza como si fuesen las hélices de un helicóptero, en tanto mi madre queda en un mar de lágrimas y la casa parece que se desploma.

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Ahí nomás mi viejo pega tres puteadas desde la cabecera, se pone de pie y me dirige un dedo enérgico. ¡Pero sos un pelotudo! ¡Acá, nadie me va a cagar la fiesta!, vuelve a gritar

Como a la media hora llega por fin el consuelo. Aparece mi viejo a las carcajadas haciéndose el Papá Noel. Mamá lo abraza como a un salvavidas porque ha tenido la oportuna idea de traer a la prima Beba quien entra a las zancadas acomodando un vestido arrugado, con su cara a medio maquillarse porque no le dieron tiempo. “¡Ahora somos catorce!”, grita mi hermano quien destapa una botella y se sienta a la mesa. “Feliz Navidad” grita otro que viene con hambre desde el fondo. “Sí, sí, yupi” continúa mi hermana dando palmaditas de felicidad en su silla. “No nos preocupemos tanto por la ovejita negra; nomás, no hay que hacerle caso”, susurra mi cuñadito mirando de reojo a la recién llegada. Aguantamos a la Beba hasta cerca de la una; previsible, la solterona, se acordó de que siempre la evadían y de no sé qué herencia estaba mal repartida. Habló mal de todos y con todos, pero la dejamos estar, había que sostener el 14. Después del brindis, los catorce nos fuimos yendo de a poquito. Unos primos que iban de baile debieron haber acercado a la Beba. En cuanto se sintieron libres de la necesidad de su presencia, empezaron las calumnias hasta que, decir maldades sobre la Beba, se volvió divertido. Yo sólo me reía, mucho no podía acompañar esas habladurías, porque aún no me había olvidado de que esa noche yo fui el inoportuno número trece.


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por Santiago “Toti” Fenoglio 162

H

abían pasado cinco minutos de la hora prefijada. El hombre de sobretodo gris estaba sentado en un banco de plaza, miraba distraídamente la figura ecuestre de Belgrano cagada por las palomas, mientras acariciaba casi imperceptiblemente su diminuto portafolio. -¡A las trece horas en Plaza Belgrano con el portafolio! ¡Ya sabés que tenés que hacer!-esas fueron las últimas palabras que emitió el jefe la noche anterior-. Durante la reunión hubo una breve discusión con respecto a la hora establecida para actuar. La persona designada para tal misión rechazaba las trece horas por ser “el trece un número yeta”. El jefe quedó abstraído unos segundos, reflexionando sobre las supersticiones de Molina -el designado para actuar- y de repente

en un movimiento fugaz le encajó a Molina un terrible rodillazo en su abdomen. Molina escuchó las últimas palabras del jefe mientras se retorcía de dolor como un insecto aplastado en el piso. Inmediatamente repicaron en el mármol los pasos de los hombres que se retiraban y un portazo se escuchó a lo lejos retumbando en las cansadas paredes. Esa misma noche, luego de la reunión, ya en la tranquilidad de su hogar, Molina seleccionó y planchó la ropa que iba a usar para realizar su trabajo. Mientras planchaba recordaba un poco las instrucciones de su jefe: “…entonces a las trece horas va a pasar tu enlace frente a tus narices en el banquito que te dije de la plaza, éste te va a guiñar dos veces el ojo y se va a dirigir al lugar que él tiene asignado para actuar. Hasta que no lo veas pasar no actuás”.


Más tarde Molina calentó la sopa y se sirvió un vaso de vino tinto. Buscó en la radio el programa de policiales que le gustaba y, pensó que tal vez a la noche siguiente el programa radial se encargaría de detallar lo que él haría al mediodía. Recordó a sus padres y, como éstos habían hecho lo imposible para que él estudiara y luego se preguntó cómo había llegado a esto, a esa vida miserable que llevaba. Sus ojos se aguaron, enlazó sus manos frente al pecho y comenzó a orar en voz alta: “Tata dios ayudame con este trabajo así puedo salir de esta pobreza…”. Después de cenar Carlos Molina se subió a su casi destartalado automóvil y se dirigió a los bajos fondos de la ciudad a tomarse unas copas. Entró a un bar que apestaba a tabaco de mala calidad y se sentó en la barra. Le trajeron una jarra de metal con vino, una soda y unos cubitos de hielo en un recipiente. A la vez que bebe piensa en su antiguo trabajo en la Fábrica de Embotelladoras y de cómo por la situación económica la Empresa se vio en la necesidad de ajustar la planta y, por ende lo despidieron y lo largaron a la calle como a un perro. Detrás de la barra hay un televisor empotrado en la pared que emite un noticiero en el que se lo ve al Presidente hablando de los beneficios de las privatizaciones. Ahora a Molina se le cruza por la mente -como un relámpagola imagen de cuando tuvo que recurrir a un prestamista que (más tarde lo supo) trabajaba para el jefe. Cuando se atrasó con el pago del préstamo a Molina lo fueron a buscar a su domicilio unos tipos que bajaron de un Ford Falcon GL modelo ´88 y le dijeron que se iban a quedar con su casa.

163 Martín Rey

Ante un Molina suplicante “no me saquen la casa por favor, es lo único que tengo, es lo único que me queda de mis viejos”, los cobradores le dijeron que la única posibilidad de que salvase su casucha era que hiciese un trabajo para el jefe y que así quedaría saldada la deuda con éste y que además le darían un plus para que pudiese abrir su propio negocio. Molina pensó en montar una pequeña Despensa para empezar y así es que está bebiendo vino barato como sangre de rata en un tugurio de las periferias de San Salvador, la noche antes del golpe. A eso de las dos de la madrugada Carlos Molina estacionó su viejo auto en la puerta de su casa. Estaba bastante alcoholizado, se sacó las ropas, se metió en la cama e intentó


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Más tarde Molina calentó la sopa y se sirvió un vaso de vino tinto. Buscó en la radio el programa de policiales que le gustaba y, pensó que tal vez a la noche siguiente el programa radial se encargaría de detallar lo que él haría al mediodía

masturbarse pero en medio de la práctica se quedó completamente dormido. Al día siguiente, Molina se levantó temprano, con dolor de cabeza y durante las horas previas a su misión no hizo más que repasar el propósito del jefe. El plan consistía en que él debía estar sentado en un banquito determinado de la Plaza Belgrano a las trece horas con su maletín. A esa hora iba a pasar su enlace y le iba a guiñar el ojo dos veces como contraseña e inmediatamente debía actuar. El jefe eligió las trece horas porque ese era el horario en que la gente dejaba las oficinas y era cuando mayor tránsito de gente había y “cuando hay mucha gente uno pasa desapercibido”, le dijo el jefe a Molina escrutándolo como si tuviese vidrios en los ojos. El jefe le había dado al ex trabajador fabril unas llaves y un número de oficina en el cuarto piso del Edificio que estaba en frente a Plaza Belgrano. -La gente del diario se retira a las doce y media, ya los venimos siguiendo hace tiempo, vos a esa hora te vas a mezclar con toda la gente que sale del edificio, vas al cuarto piso, abrís la oficina, dejás el maletín y nos vemos en un cafecito que está a dos cuadras, ahí si hiciste las cosas bien vas a recibir un sobre con tu paga. – Tras decir esto el jefe le dio una palmadita en la cara a Molina. Entonces ya estamos a la hora señalada y en el lugar señalado, dijimos que Carlos Molina está sentado en un banquito, vestido con un sobretodo gris y ahora empieza a impacientarse porque pasaron unos minutos de las trece y no viene el tipo que le dará la señal. “Yo le dije al jefe que el


trece es yeta, ya veo que le pasó algo al pelotudo ese: enlace o como quiera que le digan”. A las trece y seis minutos entre la gente que recorre la plaza (oficinistas en su mayoría) uno se para frente al banco donde está Molina, hace como que busca algo en uno de sus bolsillos y antes de retomar la marcha lo mira y le hace dos guiños de ojo. A Carlos Molina (egresado de la Escuela Nacional Técnica e Industrial) nunca le temblaron tanto las piernas como en ese momento, observó su reloj de pulsera y después irguió el cuello hasta que sus ojos miraron el cielo, suspiró profundamente y se incorporó rápidamente hacia su objetivo. Los momentos en que actuó fueron muy imprecisos, borrosos, como de ensueño: subir unas escaleras mezclado con la gente que bajaba al salir de las oficinas, llegar a un hall desierto con las luces apagadas de unas oficinas que en sus vidrios decían “Diario El Matutino de Jujuy”, mirar a ambos lados del pasillo, introducir la llave, entrar, dejar el maletín, cerrar y, encontrarse nuevamente en las escaleras fundido con la gente y con un vértigo en el pecho como una bola de fuego ardiente. Unos minutos después, casi sin darse cuenta, Molina ya estaba tomando un cortado en el barcito pactado. Ojeó desinteresadamente los diarios de la mañana y, después construyó mentalmente el rostro del enlace y se dijo que ese tipo le resultaba vagamente familiar. Intuyó que el enlace debería estar tomando un café también en otro barcito en ese mismo instante. En ese momento un ruido estruendoso inundó el ambiente, se escucharon

murmullos lejanos y las personas que estaban en el café salieron a la vereda y miraron en dirección al lugar de donde había provenido la explosión. A los minutos se escucharon las sirenas de la policía y de los bomberos. Instantes después otra detonación cercana sacudió el aire y se oyeron nuevos gritos lejanos. Molina desde su mesa saborea su victoria y se dice para sí mismo que “al fin de todo el trece no era un número tan malo”. Entre medio de la turba de la calle aparece el Ford Falcon GL, todos los que estaban en el café se encuentran en la calle hablando entre ellos, mirando hacia la Plaza; mientras del auto desciende uno de los monos del jefe, ingresa al barcito, se acerca a la mesa de Molina, lo mira, esboza una sonrisa, mete la mano en el bolsillo de su saco (por fin voy a salirme de la pobreza con este sobre, piensa Molina) y el súbdito del jefe saca una pistola con silenciador y gatilla tres veces sobre el pecho de Molina cuyo dorso cae seco sobre la mesa del barcito. Las transeúntes corren alterados y curiosos hacia Plaza Belgrano, otros huyen del ágora, la confusión es total, los chillidos de las sirenas se entremezclan con gritos de personas perturbadas, el matón del jefe ingresa al vehículo, y segundos después el Ford Falcon se pierde por las calles céntricas jujeñas.

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por Federico Giriboni 166

“There’s no dark side of the moon really.

E

Matter of fact, it’s all dark”

n marzo de este año cumplió cuarenta años The dark side of the moon, el mejor entre los muy buenos discos de Pink Floyd, y, personalmente, el mejor álbum de eso tan amplio llamado rock. Se trata del octavo trabajo de estudio de la banda británica, el sexto desde la partida de Syd Barrett. La obra, con sus cuarenta años de edad, toda una veterana, sigue sonando perfectamente actual desde su temática literaria (¿Cómo podría no serlo?) y sobre todo desde la concepción estética de su música. A pesar del apabullante tren de la moda que ha ido variando los gustos de la música popular incesantemente, no de base, pero si ornamentales, se mantuvo y mantiene vigente. Esta vigencia no es producto de algún puente estilístico que lo conecte a nuestros días ya que

carece de cualquier cliché actual. Esto ocurre, en parte, porque para la época tuvo un sonido moderno y vanguardista. Ese mismo año salieron discos importantísimos para el rock: Selling England by the pound (Genesis), Quadrophenia (The Who), Houses of the Holy (Led Zeppelin) entre otros. En todos estos excelentes álbumes, la canción, sin embargo, sigue siendo más o menos la misma. The dark side of the moon no se trata para nada de un anacronismo, todos los componentes pertenecen a su época, primera mitad de la década del ’70 post Beatles donde apenas se empezaban a definir los estilos más importantes: punk, hard, metal, sinfónico, etc. Otro argumento para establecer esa permanente vigencia es el estar encasillado en el vasto parámetro del rock progresivo pero nada mas, hasta ahí, no se lo puede encerrar dentro de otra cosa. Al escuchar otras obras contemporáneas,


por ejemplo algunos de los álbumes citados, nos encontramos a menudo con los eternos pasajes del rock sinfónico o psicodélico que inmediatamente nos remite a la época de esplendor de estos géneros. Esto no habla en desmedro de estos discos sino de una ubicación espaciotemporal a las que The dark side of the moon parece haber escapado. Un álbum conceptual, este sin dudas lo es, no es otra cosa que un soporte para que diversos cortes musicales y literarios sean hilvanados por un mismo tema o argumento, no es un conjunto de piezas aisladas sino una paleta sonora para la composición de un todo común. El álbum cuenta con once cortes, algunos de los cuales pueden ser separados de ese todo y contemplados como una canción tradicional pero tiene otros temas que no funcionan fuera de ese concepto-contexto y fuera de ese lugar que ocupan como engranajes o eslabones en la cadena de sucesos. Como para darle trabajo a los operadores de radio solo se produce silencio en una sola oportunidad1, las distintas músicas están superpuestas mediante cross-fades o yuxtapuestas para que esa unidad que plantea el argumento se sostenga además por medio de la estructura arquitectónica musical. No solo es clara la línea argumental literaria sino que el discurso musical también está sólidamente compuesto para generar la misma sensación, desde su instrumentación hasta si se quiere sus tonalidades con armaduras de clave vecinas en la

mayoría de los temas, al estilo de los movimientos clásicos. El sonido “espacial” con el que fue definido (coincido con el término, si hay que darle una imagen o un adjetivo extraauditivo me parece el más acertado) ya se le solía atribuir a Pink Floyd por lo tanto es sencillo encontrar antecedentes en sus trabajos pero ahora con algunas diferencias: empezaban a perder el interés por la psicodelia, la improvisación y por lo tanto el tiempo dedicado a la música instrumental era menor. En el tema Echoes (Meddle, 1971) con sus más de veinte minutos de duración se puede encontrar un adelanto de la idea que vería la luz en este disco dos años después. Este sonido espacial, por lo tanto un poco volátil y etéreo, es a la vez contundente y sobrio como corresponde al acompañamiento del texto, escrito íntegramente por Waters, dedicado a los problemas actuales de la deshumanización en las grandes sociedades2. Con este álbum se abre definitivamente la etapa post Barrett, corazón de Pink Floyd, aunque habían pasado cinco años de su partida, sus ideas, cada vez más extintas, siguieron influenciando al grupo. La psicodelia desapareció por completo y el atonalismo, muy presente en los discos Meddle y Atom heart mother, fue sustituido por pequeños pasajes mas relacionados a la música concreta (volvería tímidamente en el álbum Animals, 1977). Otra curiosidad para un disco de Pink Floyd es

1- En el long play o en el cassette es inevitable que al menos haya un silencio si se quiere utilizar ambos lados del formato. Si hubiese sido concebido para disco compacto, posiblemente, no tuviera ningún silencio.

2- El argumento contrasta con los característicos asuntos adolescentes, la poesía mitológica típica de muchas bandas de rock progresivo o a temas mas intrascendentes aun como los concernientes al glam rock en pleno apogeo.

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que no haya sido instrumentado con guitarra acústica, infaltable en cualquier álbum de la banda. Esto no solo nos niega el inconfundible timbre del instrumento sino además su forma tradicional de toque: el rasgueo, tan característico en temas clásicos como Wish you were here, Pigs on the wing o Mather. La guitarra eléctrica es el instrumento predominante en el disco, casi siempre suenan dos guitarras y a veces hasta tres e incluso cuatro, con algunas curiosidades. Para ser David Gilmour unos de los más exquisitos ejecutantes de solos que no necesita caer en excesivos virtuosismos que aluden a velocidades vertiginosas o a registros sobreagudos tan comunes en sus colegas de todas las épocas no hay demasiados solos. Efectivamente aparecen en Time y en Money. Otra rareza es que entre tanta guitarra eléctrica excepcionalmente aparece con la clásica distorsión, dándole con esto un sonido puro y cristalino. Con excepción del piano en dos temas, y el saxofón tenor de Dick Parry, también en dos temas, no aparece ningún instrumento de los denominados acústicos, no hay cuerdas ni vientos. El estudio de grabación3 deja de ser una simple herramienta de registro para The dark side y pasa a convertirse, además, en un instrumento tan importante como los ejecutados por Pink Floyd. La tecnología, tanto como sus operadores4, 3- El álbum se grabó en los Estudios Abbey Road, en dos sesiones, entre mayo de 1972 y enero de 1973. A la banda se le asignó como jefe técnico a Alan Parsons, que ya había trabajado como asistente de grabación en Atom Heart Mother, y que había ganado experiencia como ingeniero de sonido en los álbumes de The Beatles Abbey Road y Let It be. 4- Alan Parsons ganó un Premio Grammy al “álbum con

tuvo un papel determinante para lograr no solo el sonido característico del álbum por medio de la mezcla y las ecualizaciones sino también la arquitectura estructural del discurso musical. Sin un complejo aparato tecnológico sería imposible reproducir el álbum en vivo (sobre todo en aquella época) ya que contiene sonidos que solo se pueden generar si han sido manipulados con anterioridad, por ejemplo, instrumentos reproducidos a la inversa5. Es un disco bien equilibrado entre música meramente instrumental y canción, llevando al máximo posible lo instrumental con temas sin letra e intermedios instrumentales entre canciones. Tres cortes íntegramente sin texto, cinco son canciones y un tema ambiguo ya que la voz no entona texto sino que improvisa como un instrumento solista (The great gig in the sky) cantado magistralmente por Clare Torry. La proporción en el protagonismo vocal también es acertada, la mayoría está cantado principalmente por David Gilmour, Richard Wright lo acompaña en dos temas y canta el estribillo de Time, Roger Waters se encarga de los dos últimos temas. Aquí ocurre un hecho curioso para los grupos de rock y es que difícilmente temas de un autor cantante lo interprete otro. Esto ocurre en Money, compuesta íntegramente por Waters pero cantada por Gilmour y en menor medida en Us and them compuesta por Waters y Wright y vocalizada por Gilmour y Wright. Las mejor ingeniería de sonido” en 1973, y allí comenzó su carrera como artista 5- Un acorde de piano, grabado al revés, da lugar a la introducción de Breathe


longitudes de los temas tienen más que ver con el formato clásico de canción tal como se suele utilizar para su difusión comercial, sobretodo en radio. Para las bandas de rock progresivo de la época esto es poco común. En sus discos anteriores y posteriores aparecen cortes muy extensos Atom heart mother mas de veintitrés minutos, Echoes mas de veintidós, Dogs (Animals) diecisiete y Shine on you crazy diamond (Wish you where here) mas de doce. El disco comienza, como muchos otros del grupo, con un silencio de unos cuantos segundos que es lentamente invadido por el sonido entrante a través del proceso de fade in, esto ocurre en Atom heart mother, Wish you were here, Meddle.

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Speak to me 1:07 Mason Como se mencionó comienza con casi veinte segundo de silencio. El corto tema instrumental, aunque contiene voces, compuesto por el baterista funciona como preludio u obertura, su eje es la percusión constante in crescendo a modo de latido al que promediando el final se le agregan elementos sonoros que de alguna manera anticipan lo que está comenzando. Entre otros sonidos se escucha claramente los efectos del comienzo de Money, para culminar en un explosivo climax que da comienzo al segundo tema.

gran introducción, casi la mitad del tema, donde se puede apreciar el sonido “espacial” producto de la sonoridad de las guitarras, con revers y vibrato, las principales tocadas con slide y los teclados. El tronco principal o las estrofas, está armonizado sobre dos simples acordes que proponen un modo antiguo, menor dórico. Las voces de Gilmour y Wright, en segundo término, están perfectamente amalgamadas y cantan una melodía de velocidad moderada y fragmentada según transcurren los versos.

Breathe 2:49 Waters, Gilmour, Wright Este segundo tema canción se contrapone con lo estridente de Speak to me, consta de una

On the run 3:50 Gilmour, Waters Es el segundo tema no canción del disco. Una composición electroacústica con bases


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Un álbum conceptual, este sin dudas lo es, no es otra cosa que un soporte para que diversos cortes musicales y literarios sean hilvanados por un mismo tema o argumento, no es un conjunto de piezas aisladas sino una paleta sonora para la composición de un todo común

rítmicas y loops de sintetizadores. Sobre esta base de concepción minimalista compuesta únicamente de ocho notas secuenciadas y reproducidas a gran velocidad, que remite a lo mecánico y electrónico, se grabaron elementos humanos como voces, risas y pasos. El constante juego en el paneo de izquierda a derecha y algunos efectos Doppler nos ubican inmediatamente dentro de las tres dimensiones de cualquier lugar físico. Culmina en una explosión y luego unos pasos humanos corriendo. Todo se diluye suavemente para dar pie, de la misma manera, al próximo corte. Time 5:40 Gilmour, Waters, Wrigth, Mason Está dividida en dos grande partes: dos minutos quince segundos de introducción básicamente rítmica con escasos elementos melódicos y luego la canción con su estructura formal clásica de estrofa estribillo y solo. Esta segunda parte es la música que más se acerca al rock tradicional. El tema comienza con sonidos de alarmas y campanas de distintos tipos de relojes y luego un solo de rototoms sobre una percusión fija a manera de tic-tac de reloj. Desde la música se hace alusión al tiempo ya que el estribillo daría la sensación de estar a la mitad del tempo al insinuar un cambio de acentuación de cuatro a dos con el lógico cambio de velocidad a la mitad. El prolongado solo de guitarra que sirve de interludio entre las partes cantadas está hecho sobre la base del tema completo y cuando ingresa en la zona del estribillo la melodía utiliza valores de subdivisión ternaria.


Es en Time donde aparece el coro femenino limitándose al canto sin letra, con vocales largas pero no únicamente a la manera tradicional de colchón armónico. Sobre el final se puede escuchar como una de las voces se despega del resto para hacer breves melodías contrapuntísticas con la voz principal. Breathe reprise 1:10 Waters, Gilmour, Wright Esta canción está incluida en el mismo track que Time, si bien está yuxtapuesta a su antecesora es un tema completamente diferente. Usa la misma armonía que el segundo corte del disco, Breathe, pero con una instrumentación mas clásica y seca, sin tanta ecualización, elimina las guitarras con slide y el órgano Hammond y la segunda voz de Wrigth en la única estrofa principal. También se utilizan otros versos. The great gig in the sky 4:44 Wright Es uno de los temas pilares del disco, no hay demasiados antecedentes ni precedentes en el rock de temas así6. Consiste en una canción sin letra en donde la voz va siguiendo el clima que el grupo propone como fondo. Una vez mas comienza con una introducción de dieciséis compases de tempo lento en el que predomina un piano acústico que va enlazando acordes de sonoridad jazzera con séptimas y novenas. Se ubica promediando el 6- Pink Floyd tiene un tema en el que canta un perro (Seamus, Meddle, 1971), tampoco hay muchos antecedentes ni precedentes de esto.

disco y corta brevemente con el sonido eléctrico, sacando sintetizadores, bajo y batería, solo unas suaves guitarras slides acompañan al piano. Cuando entra la voz7 lo hace con el resto de la banda, pero, curiosamente, sin guitarras. Money 6:23 Waters Otro de los temas pilares del disco, el mas reconocido del álbum. En las ediciones originales de LP abre la cara B, seguramente es por esto que se produce el único silencio entre temas. Lo que llama la atención es que está compuesta sobre un pegadizo ostinato o riff de bajo en acentuación de siete tiempos. Sobre esto Gilmour nos canta advirtiéndonos sobre ciertas propiedades del dinero y Dick Parry hace un largo solo de saxofón. Es recordado su inicio con sonidos de cajas registradoras y monedas, también en siete tiempos para dar entrada al bajo. En la parte central del tema se produce un cambio de compás para desarrollar los solos de guitarra sobre una base rockera tradicional de cuatro tiempos. Us and them 7:49 Waters, Wright Es el tema más extenso del álbum, comienza con otra larga introducción, primero sobre una base de órgano Hammond que sirve de enlace con el tema anterior, luego entra la banda suavemente 7- Clare Torry le inició juicio a Pink Floyd en 2004 reclamando parte de la autoría del tema. Un año más tarde la justicia falló a favor de la vocalista otorgándole una compensación económica y la inclusión de su nombre en los créditos como compositora vocal.

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172 para dar pie al primer solo de saxo antes de que entre la voz. Utiliza una progresión armónica más que novedosa para el rock, sobre todo por poseer un pedal de tónica (Re) sobre todo el largo de la estrofa. Los estribillos son una explosión de sonido ya que sobre las voces masculinas se le agrega el coro femenino, el saxo y la banda en su plenitud, esto funciona perfectamente contrastando con la tranquilidad y el sonido tenue del resto de la canción. Consta, además, con un solo de piano y otro más de saxo. La voz principal está a cargo de Gilmour y Wrigth hace segundas voces en algunos versos y en los estribillos. El trabajo de la técnica en el estudio aportó los recordados ecos en las primeras palabras de cada estrofa, lejos de ser un efecto más son un aporte distintivo al tema.

Any colour you like 3:26 Gilmour, Mason, Wright Es el único corte realmente instrumental ya que no hay voces. El título sin dudas hace alusión a la portada del álbum y es el mayor exponente de la exploración y explotación de los recursos técnicos como los sintetizadores y efectos de sonidos, poniendo sobre la instrumentación los recursos del estudio que funciona como un instrumentomiembro más de la agrupación. Aquí se puede apreciar los ecos, vibratos, ecualizaciones, juegos de paneos, etc. El tema está hecho sobre la misma base armónica que los Breathe anteriores pero en la tonalidad de re. Sobre la base de dos acordes se desarrollan, mas que solos, dúos, primero de teclados y luego de guitarras, produciéndose


diálogos contrapuntísticos entre ellos realzados por los efectos, sobre todo de eco y paneo, mencionados. Brian damage 3:46 Waters Al igual que Money y el próximo corte es escrito íntegramente por Roger Waters. Por su tonalidad, forma, textura y estilo se asemeja a Us and them. También mantiene la nota pedal del bajo en re y en los estribillos entra el coro femenino dándole mucho énfasis y por primera vez, concluyendo el álbum, el coro comienza a cantar algunos versos de final de párrafo. Sobre el final hay un solo de sintetizador. Eclipse 2:12 Waters Esta canción es la última pieza del álbum y funciona casi hermanada con Brian damage, ambas constituyen el epílogo de la obra. Manteniendo el mismo tono de Re mayor que su antecesora y en el mismo compás de cuatro tiempos cambia la subdivisión del pulso a tres. Luego de una pequeña introducción (infaltable en el disco) comienza la canción sin estribillo, repitiendo los versos de manera inmediata dando la sensación de ser algo circular que gira hacia un final. Es un gran crescendo de principio a fin por incremento de densidad polifónica, es decir por agregado de instrumentación, aunque son prácticamente voces las que se suman. Para terminar en un gran clima musical que luego del acorde final, que el Hammond va esfumando,

vuelven a surgir los latidos que aparecieron al comienzo, como si siempre hubiesen estado subyacentes bajo los mas de cuarenta minutos de música. La tenue frase que se dice sobre este corazón latiendo niega la existencia del algún lado oscuro de la luna como para que quizás no creamos lo que acabamos de escuchar: “There’s no dark side of the moon really. Matter of fact, it’s all dark” Encima de las cincuenta millones de copias editadas es uno de los álbumes más vendidos de todos los tiempos. Casi tres décadas después de su lanzamiento, en 2002 se vendieron 400.000 copias y para el 2006, ya en época de marcado descenso de la industria discográfica, se vendían entre 8.000 y 9.000 copias semanales. Esto es un dato que como mínimo llama la atención por tratarse de un producto auténticamente artístico sin intenciones comerciales. Su contenido carece de argumentos “hiteros”: melodías excesivamente pegadizas o ritmos fácilmente bailables. Como se mencionó, sus textos escapan a los temas clásicos del rock o del pop. Hay que considerar además que no pertenece a la época del videoclip, importante catapulta publicitaria. Estos datos económicos solo son una pequeña arista más que contribuye a que el éxito de The dark side of the moon sea completo por donde y cuando se lo escuche o se lo mire.

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por Edgardo “Hugo” Gutiérrez 174

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rimero cabe aclarar que el autor de este material es parte constitutiva de prácticas “comunicacionales alternativas” con lo cual me enfrentó a dar una doble explicación entre la producción y el análisis, supuestamente esta mirada bifronte puede entorpecer la objetivación científica (y de eso se trata este artículo). Considero importante y de suma necesidad observar los parámetros epistemológicos con los cuales se van a observar los fenómenos sociales y culturales. En este punto se puede utilizar algunos de los conceptos epistémicos como afirma Klimovsky en su texto Las desventuras del conocimiento científico “la explicación científica es aquella por medio de la cual se intenta ante un enunciado verdadero explicar el hecho descrito por el enunciado” (1997).

De esta manera se debe construir una instancia de explicación del fenómeno conocido como punk-rock y todas sus secuelas integradas en un contexto social tan particular como Jujuy. Dentro de las esferas musicales que nos propone el rock, no hay ninguna más compleja que la del punk-rock, que proviene del fenómeno social llamado punk1, generado hacia finales de 1975, en Inglaterra. Este hecho tiene y tuvo 1- En su libro Por favor, mátame (la historia oral del punk) Gillian McCain y Legs McNeil (antiguo redactor jefe de Spin y Nerve) afirman que antes del punk no había ninguna forma que tuvieran los jóvenes para liberar violentamente todo su descontento acumulado. Comentan que musicalmente, salvo algunas bandas, ‘‘el resto del rock and roll parecía odioso. Todo era hippie y no había nada que describiera lo que era nuestra vida’’. Motivados por el aburrimiento y la falta de medios alternativos, Legs McNeil y John Holmstrom crearon una revista que hablaba de los excesos de los muchachos de aquel entonces: Punk.


gran resonancia social debido a que en su larga trayectoria todavía sigue dando frutos a nivel local, nacional e internacional. EL silver jubilee es el año cero del punk inglés, el ‘63-‘64 fue la beatlemanía, el ‘66 fue el hippie californiano, el ‘72 la decadencia rutilante, “retro”. Los estudiantes franceses revaloran el poder la imaginación. Para ninguno de estos hay una salvación y el muchacho punk parte de esa premisa. Para el no hay futuro en esta sociedad. Con el pelo largo de los ‘60, occidente aborda inconsciente una crisis ideológica. De la que no sale. Por eso en la década del ‘70, punk quiere decir, básicamente, podrido, inferior, sin valor, marginal, chatarra. (Kreimer, 1993: 23) Es posible que el punk, como estilo musical y como subcultura, sea la conformación de un paradigma, debido a que es un género cultural que surge, para evitar quedarse con un rótulo tradicional o “clásico” (teddy boys, mods, skinhead) o como en la concepción más romántica (beat/hipster, rockers, hippies). Contra muchos de los valores preestablecidos este tipo de género predica una moda. Los punks ostentan una relación muy interesante entre su ropa y la creatividad, la ropa sucia, deshilachada, con extraños colores, sin intención de combinación. Yves Delaporte afirma que esta relación es realmente un “acto enunciativo”, que se construye a partir de la variación de algunas de sus prendas, (es decir es un código comunicativo por excelencia), el individuo re-crea su propio estilo, jugando

con una capacidad enorme de generar nuevos códigos: Reinventando la técnica del détournement2 creada por los dadaístas, los punks utilizan, con el fin de vestirse, objetos destinados a un uso completamente diferente: alfileres, prendedores, pinzas para la ropa, espejos de bolsillo, o cuchillas de afeitar que llevan colgando, mallas de nilón para naranjas… piezas o accesorios totalmente disfuncionales gafas sin cristales confeccionadas con alambre, lazos que al atar los zapatos entre sí impiden casi completamente la marcha (Delaporte, 1982:52) En definitiva el punk, genera su estilo en un verdadero acto de significancia, de forma y sin contenido o mejor dicho configuran innumerables formas con un único contenido expresado: impactar, sorprender, incomodar y molestar. En ese sentido el punk apunta a recrear un mundo de fantasía coronado por crestas, cabellos disparados, coloreados, en su atuendo también hay ideología; cruces cristianas, cruces gamadas, objetos sadomasoquistas de todo tipo. 2- Detournement, es algo que surge como una idea dentro del movimiento situacionista que habla sobre la posibilidad artística y política de tomar algún objeto creado por el capitalismo o el sistema político hegemónico y distorsionar su significado y uso original para producir un efecto crítico. Una de las principales consignas de este movimiento situacionista tiene que ver con la consigna “Momento de la vida construido concreta y deliberadamente para la organización colectiva de un ambiente unitario y de un juego de acontecimientos”.

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En definitiva el punk, genera su estilo en un verdadero acto de significancia, de forma y sin contenido o mejor dicho configuran innumerables formas con un único contenido expresado: impactar, sorprender, incomodar y molestar

El imperdible que constituía la munición de los comediantes de media edad, aparecía clavado en labios, agujeros en la nariz y orejas. Las cadenas colgaban bien como anillo de la nariz o como pendiente. Manos, brazos, torsos, órganos sexuales e incluso caras, aparecían adornados con crudos tatuajes como lo que se hacían en las cárceles (Farren, 199:79) El punk tiene como bandera un eclecticismo total, abocado constantemente a la búsqueda de lo feo y de lo sucio; no como una negación de lo bello, sino como un artificio puramente estético. Es por ello que el punk advierte dentro sus filas una serie de elementos ideológicos, desde el nazi radical hasta el extremista de izquierda, así este eclecticismo también es ideológico, global y radical. El origen del punk pone de manifiesto todo lo que la sociedad intentaba camuflar bajo el maquillaje de la moda; la violencia, la decadencia y la pobreza del orden urbano “gesto violento, diseñado para ahuyentar la mierda fuera de “ellos”” (Emberley, 1987:49), en el caso de las mujeres las chicas punk, han popularizado otra innovación; exagerado el estilo de Eva Braun y los cabarets alemanes de 1938 (Saloon Kitty), convirtieron en ropa de calle la vestimenta de trabajo de las prostitutas profesionales: slips de satén negro, sostenes sin taza, medias de red, ligas, botines con tacón aguja, chalecos de cuero negro pegados a la piel, maquillaje grotesco. Y como canta Sex Pistols “para asustar al que pasa”.


Todo lo antes mencionado se cirrscuncribe desde el campo de la enunciación estética, sin embargo musicalmente, tenemos que reconocer que el surgimiento del punk se establece en Inglaterra a partir de los años 1975. Londres fue el epicentro, la crisis del petróleo sumada a otros factores habían traído como resultado una importante desocupación, crecimiento de los barrios pobres, falta de respuestas y la perspectiva de un horizonte negro a aquellos sueños de realización que habían sido la meta de las generaciones anteriores. La distancia entre la producción cultural y la realidad a la que se enfrentan muchos jóvenes de la generación de esa época se fue haciendo tan evidente que la grieta comenzó a originar un emergente. Algunos invirtieron el dinero, de los subsidios de desempleo, en una guitarra. En los garajes se empezaron a escuchar ruidos, los chicos no tenían ni tiempo ni dinero para aprender lo que la sociedad decía debía saberse para empuñar un instrumento. Las guitarras se convirtieron en fusiles, tenían mucho que decir y para eso no hacía falta tener una voz privilegiada sino una voz que gritara realidades.

Argentina es Punk En Argentina, el punk surge como todo fenómeno social musical siempre con años de diferencia del epicentro de producción. Recién en el año 1980 se genera el primer movimiento de punk-rock en Argentina, bajo un contexto político para nada fácil. En este contexto Sumo, fue una de las primeros en importar el estilo al país, fusionandolo con otros estilos, como por ejemplo el reggae e influyendo enormemente en las bandas que vendrían después. Otros de los pioneros en este género musical al país fueron Los Testículos, banda que, con algunos cambios, seguiría con el nombre de Los Violadores, que emulaban en sus principios a The Clash. En el reducido ambiente punk de tiempos de dictadura también aparecen Los Laxantes, con Gamexane (futuro miembro de Todos Tus Muertos) en las guitarras, Trixy y Los Maniáticos, Alerta Roja, Los Baraja (con Marcelo Pocavida en las voces), Marcelo Montolivo, (ex Los Baraja) que integró a partir de 1985 Celeste y La Generación, junto a Celeste Carballo y Comando Suicida, una banda Oi! Desde la década del ochenta, con el regreso de la democracia, numerosas bandas de este género fueron apareciendo como, por ejemplo, División Autista, Flema, Attaque 77, Rigidez Kadaverika y Todos tus Muertos (estos, más abiertos a la fusión con estilos como el raggamuffin y el rap). La mayoría de estas nuevas bandas formaron parte del compilado Invasión

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Martín Rey

88, y otros compilados y se vieron claramente influenciadas por el estilo punk de grupos como Ramones, The Clash y Sex Pistols. El punk en Argentina produce un subgénero denominado hardcore (HC), entre las bandas más representativas tales como Division Autista y posteriormente Massacre Palestina, se popularizó principalmente en los 90, con el Buenos Aires Hardcore, un movimiento muy similar al gestado en New York unos años antes por bandas como Agnostic Front, Sick of It All, y Biohazard entre otras. Los principales exponentes argentinos de este género fueron

B.O.D (buscando otra diversión), D.A.J (diferentes actitudes juveniles), E.D.O (estado de odio), N.D.I (no demuestra interés), con variante Straight edge: XAutocontrolX, Vieja Escuela, etc. y con melódica: Restos Fósiles, Anesthesia (posteriormente Fun People), etc. Si bien casi todas estas bandas se encuentran separadas, llegaron a grabar algunos discos y quedaron registrados en compilados como Mentes Abiertas, o Asunto Nuestro, de los sellos Mentes Abiertas y Frost Bite. Más tarde, el HC seguiría dividiéndose en ramas para evolucionar a Post Hardcore, Emo Skate Punk, entre otros.


En la última década del Siglo XX, aparecieron bandas que hasta el día de hoy (2010) siguen vigentes, como Villanos, Cadena Perpetua, Dos Minutos, Expulsados, Mal Momento, Superuva, Bulldog, Doble Fuerza, Gatos Sucios, She Devils, Anarkya Choripunk, El Otro Yo, Mosca y Eterna Inocencia. En Jujuy, la escena del Punk es todavía mucho más reciente en la década nefasta de los ‘90 surge las primeras bandas de punk rock local, con toda una escena motivada desde las bandas nacionales, surgen las primeras bandas entre ellos Kolla Duro, Genos, Malinche, Juventud Masacrada, Small Place, María Juana, Holgorio, Malaria y de los más recientes Moco Verde, entre otros. Al igual que las escenas internacionales y nacionales, los punk locales recrean a la perfección todos los imaginarios sociales en relación al surgimiento del púnk nace en el momento justo donde la provincia de Jujuy pasaba su peor década a nivel políticoinstitucional. Hecho mierda (Moco Verde) encarnadas agonías moribunda y fingidas alegrías sin sonrisa es así mi dura verdad no ves el reflejo de mil lagrimas

yo veo tu soledad si el engaño es a mi mismo el dolor tortura mas... hecho mierda... mierda... mierda una ves mas hecho mierda... mierda... mierda una ves mas dolor angustia, triste desolación es así, es así, mi soledad y yo... dolor angustia, triste desolación es así, es así, mi soledad y yo... hecho mierda... mierda... mierda una ves mas... hecho mierda... mierda... mierda una ves mas... Podemos cerrar este artículo explicando las bases sociológicas de un pequeño acercamiento a un complejo campo social y sobre todo de un objeto tan particular que muy pocos suelen revisar, pero elijo otro cierre ya que parece que la investigación social pasa por otros lados y por otros sectores, por que definir lo micro nos hace pensar en la realidad social que nos rodea y que nos marca un sentido más objetivado de nuestra propia vida, el punk rock es algo que está vivo y que tiene tela para rato, es asco y vergüenza, es movimiento y golpe, y por lo menos tiene que ser tenido en cuenta como un fenómeno digno de ser estudiado por los célebres eruditos academisistas, que tienen tanto miedo de ensuciarse los náuticos marrones en charcos de vomito recién salido de alguna garganta punk.

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por Claudio “Joe” Villaroel Mariani

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s por esos huecos que hay cada diez o trece metros, en esos costados que les crecen a las veredas de cualquier calle, llamados puertas a veces y otras veces pasaportes, que Paula se perdió. Existen espacios tubulares detrás de las paredes que ayer se han levantado, con guitarras muy sui generis y blancas, tiendas de vinilos y pubs, con tubos y sendas que conectan toda la zona violeta de la ciudad. Por esos pasadizos del amor se fue ella. No para siempre. Emerge y se hunde, emerge y se hunde, che. Y resulta que aparece lookeada muy a los ochenta por la puerta del Hospital Pablo Soria, campera arriba del ombligo, anteojos para sol con marcos Mango para tapar el moretón y de sus líquidas piernas, una luce yeso que no es precisamente Wrangler. Y como vos o como yo dice todo el tiempo que no tiene suerte en la

vida, y que su patita de conejo debe ser de gato encerrado quizás, y por equivocación. Pero que se trata de saber leer los pliegues de la vida para no cometer los mismos errores. Aunque para nosotros es sólo una expresión más cercana al escepticismo, en todo caso. Ella es una troska feminista, militante desde la época de la facultad, aún reparte papelitos y panfletos por la Peatonal en contra de la discriminación a la mujer, advirtiendo sobre la violencia de género. Le vive diciendo a todas las pibas que no se dejen maltratar, que denuncien, que esto, que lo otro, y que aquello, y que todos los que sin coma y qué, pero ella no zafa. Le dije mil veces que deje de hacerse golpear, la última vez la arrojó por las escaleras, y se prometió no volver más a sus brazos. Tiene quemaduras de cigarrillos en esas piernas que cualquiera hubiera bebido de tan rubias, Paula le decía que basta de celos! Pero nada. Yo también estaba loco por ella, te acordás?


Martín Rey

Claro, loco de amor o de calentura pero nunca se lo dije. Quizás por temor a su pareja que -al igual que la primera que tuvo- confunde pasión con enfermedad. Hoy vino a verme un tanto animada diciéndome que había alguien que le gustaba y que yo sé quién es porque trabaja conmigo, y que quizás esta vez sí deje a su actual pareja y que estaría bueno que yo le haga pata, y etcétera, etcétera; me dio las señas y data, y casi me caigo de culo… la persona que le gusta está denunciada por golpear a su madre, y en el trabajo la detestamos, sabemos incluso que carga una pipa de 38 milímetros cuando sale de bares… Paula tiene esperanzas pero está nacida bajo un mal signo. Sus dos primeros amores, Cintia y Valeria, resignifican la violencia, y mi compañera de laburo Carla, ni te cuento!

El asunto es que soy un escritor de esos que publican en revistas universitarias del under editorial, que echó a suertes el porvenir, y que anda siempre en busca de la crónica urbana, o crônica (como a mí me gusta escribir esa palabra, con acento circunflejo bajo el que puedo refugiarme de alguna lluvia de críticas ácidas). Crónicas como representaciones que andan entre los mundos posibles y los imposibles, a caballo del delirio y la psicosis urbana nocturna, crónica afligida y anclada al tiempo como fugaz instante, me entendés? En San Salvador no sólo existen espacios tubulares a los que se accede por puertas trampas y cuyos ductos terminan en aquel lecho exacto donde se arrugan sábanas como panales de abejorros scouts, y se extienden documentos que prometen amor efímero para siempre, je! Se escriben pieles con tinta viscosa casi transparente y se desatan nudos y abrazos porfiados. También existe el afuera de las veredas vidriosas del húmedo otoño donde la noche promete la mejor de las equivocaciones y que al sentir que ya es tarde para retirarse de esa mano y de ese juego, se toca madera creyendo que es madera y es el mismísimo muslo de la muerte. Sí. Escucháme, Pedro toca en esa banda de hard-rock; al salir de Zeppelin Bar con los pies a trece centímetros del suelo pero caminando hacia adelante, conoce a Evangelina. Esto está sucediendo ahora. Así… Profile: Músico y profe de filosofía de esos que todos alguna vez conocimos en algún finde pasado, además tatoo. Evangelina, jujeña de ojos verdes y piel donde

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Te decía que es por esos huecos existentes cada trece metros o quizá menos, llamados también pasaportes al infortunio, que uno a veces se pierde en San Salvador de Velasco

hacen juego todos los dibujos, parece recortada de un cómic con fondo en blanco y negro. Él la tatuaba, ya no, ya no tiene espacio salvo en esa cara con boca color sangre aún tibia. Alquilaron un par de habitaciones (albergue transitorio de parientes y visitas) en San Pedrito; cocina de pileta y piso de goma, paredes grises; cuarto de baño más grande que cualquiera de las habitaciones, y más copado, ahí viven, ellos viven en el baño, bañera y un pez gordo en escafandra sobre un banquito al lado de la misma, baño con bar, ginebra Bols, licores de mala muerte y mala suerte, jabones aromáticos y cajoncitos con especias cannabáceas punto rojo y colombianas para ellos y de cultivo de las afueras de Palpalá para las visitas, tinturas varias, a un costado un colchón de sábanas espesas. Y una mesa, unas botellas de tintos crepúsculos al oeste, maquinitas de tatuar, agujas y guantes quirúrgicos, platos con restos de comida más platos más restos más platos más de y de más. Al fondo, un marco vacío o un vacío enmarcado, y abajo del mismo un botiquín con puertita de vidrio, alojando bisturíes, pinzas, gasas, hilos, cicatrizantes, otra vez agujas y yodos. Sí, che. Me invitaron un par de veces antes de que empiecen a encerrarse, a perderse de vista, a encerrarse en esa pocilga y en sí mismos, a ella casi no se la ve… pero cuando se la ve luce saludable exceptuando sus ojos que cada vez se parecen más a los de un ave carroñera. El que aún y de vez en cuando sale a tocar y luego se queda a llorar en los afters es Pedro. Está raro, cara de dolor y ausencia, cicatrices en su topografía, le faltan pedacitos de


Mateo Jiménez

carne en los brazos y en los hombros y no tiene los lóbulos de la orejas… ella está re saludable y el cada vez más sombrío y disminuido (en todo el sentido de la palabra). Él dice que está enfermo, lo jodíamos con que pegó lepra pero ya no se ríe. …ella se lo está comiendo! Alguna vez Pedro baterista a dieta dijo que perder masa podría hacer develar a su ser del ontos… ja! Ya lo dicen siempre las madres: hay que tener suerte para encontrar al ser adecuado, el amor ideal. Evangelina le dijo que va a parar de comérselo cuando muera, que va a respetar su cadáver, qué sé yo, el mismo día en que él la conoció le tocó un muslo. Te decía que es por esos huecos existentes cada trece metros o quizá menos, llamados también pasaportes al infortunio, que uno a

veces se pierde en San Salvador de Velasco. Supe perderme también, siempre en busca de la crónica urbana nocturna y psicótica, calzando mis ramoneras audaces y Toppers, montando el caballo del delirio sobre la madrugada asfaltada pretendiendo anclar al tiempo como fugaz instante. Es el mismo ángel punk de anteojos rosados que veíamos en el bar del frente de la facultad con sus novias y novios. Y son los mismos bares universitarios los que coleccionan todo tipo de rarezas y prácticas. La ciudad no cambia de golpe su paisaje, es progresiva su mutación entre las ocho y media de la noche y la una y media de la madrugada. Hay una franja etaria que vuelve a casa sin pena ni gloria, y luego están los que le ponen corazón a la

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oscuridad: los pibes del último año del secundario, los universitarios del ciclo básico, y los infaltables outsiders que toda metrópoli cría. Ella repetía todo el tiempo que tenía veintiún años, como si alguien le creyese o si a alguien le importase, pero era su modo de legalizar su permanencia entre los freaks y demás habitantes de la zona violeta y suburbios. Sin embargo aparentaba unos dulces dieciséis con unos encantos de piernas apareciéndose entre su pollera cual dos pico dulces mostrándose a través del celofán. Benito maldice desde la cárcel de Barrio Gorriti su mala suerte, por más razonamiento pobre que le llamen, escribía que si no la hubiera conocido... En fin… Benito post hoc. No eran factores fuera de control. Se conocieron en ese bar. Después ella empezó a quedarse algunos días en la casa de él. Ahora te digo que en realidad todo comenzó cuando ella, Alihuen, el ángel punk, empezó a creer que ciertos rituales le garantizarían una juventud prolongada. Se compró una esfera, cubierta de espejos, de esas que se llaman lluvia de estrellas. Cuando lo enamoró a Benito ella andaba todo el tiempo hablándole a la esfera espejada. Él no se bancaba la volubilidad de ella y dudaba si eran coqueteos o infidelidades profundas sus amoríos de bares. Benito vivía con su madre y Alihuen dormía con la esfera y cuando salía la arropaba, así de loca! El asunto es que un día Benito se pasó de rayas, se hartó y vio la esfera espejada tapada con una frazada sobre la cama y la reventó de un combazo. Romper espejos trae mala suerte, pero esto no sonó a vidrios quebrados sino a huesos rotos.

Cuando levantó la colcha, espeluznado, entendió que era su madre, que vaya a saber porqué se le ocurrió ir a recostarse a la cama del ángel punk. Es el mismo ángel punk de anteojos rosados que veíamos en el bar del frente de la facultad con sus novias y novios, y que ahora como si nada sigue prodigando abrazos como manojos de amor, sexo, y chupetines pico dulce… madre junkie seguidora de Osho y practicante de reiki. Bueno, estoy cerca del cierre y tengo que entregar una crônicas y no quisiera quedar atrapado en el principio de sincronicidad junguiano y perderme nuevamente por esos espacios tubulares de la ciudad. Y menos a expensas de cualquier coincidencia de sucesos de mal signo no causales, je!


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Mateo JimĂŠnez


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por Elizabeth Soto “porque la paga del pecado es la muerte” Romanos 6:23 “juntos a mi lado en todo momento, desde el mismo día de mi nacimiento… ¡No digas que no tengo amigos! Hay tres compañeros siempre conmigo: mi sombre, la muerte y la puta mala suerte…”

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Indomable

squivando una escalera, despreciando un gato negro, rompiendo un espejo y comenzando la cuenta regresiva de los 2.555 días que faltan para que se acaben los siete años de mala suerte. En realidad ¿somos seres racionales creyendo en la salvación eterna gracias a orarle un tipo de sandalias hijo de un carpintero, que

caprichosamente juega con nuestro destino? ¿O pensás que te va bien porque te ataste una cinta roja en la muñeca? (¿existe el destino?) ¿Creemos en la suerte sobre todas las cosas? ¿Somos un conjunto de muchas voluntades o solamente somos existencialistas ateos con “cábalas” para no llamar al karma? Ojo que “muerte” rima con “suerte”.

¿Morirse es de mala suerte?: de Brian Jones hasta Amy Jade Winehouse Algunos fanáticos de la música afirman que el rock inventó la rebeldía, por supuesto no faltan los académicos que niegan esta y otras tantas afirmaciones parecidas. Pero a pesar de ella es evidente que el rock para muchas personas es más que música, sino un estilo de vida, una postura ante la vida, así la historia de las grandes

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estrellas de rock se desarrolla entre muertes, suicidios y asesinatos. Los rockeros más famosos han vivido una vida libertina, repleta de placeres, pero a la hora de morir han padecido decesos estúpidos ante tanta genialidad y destreza que demostraban con su voz o sus instrumentos. El rock siempre ha tenido protagonistas que viven al límite, con noches infinitas, con amantes rotativos, con rebeldía indefinida (desde el sentido ideológico, y/o practico: hasta orinar en los escenarios e insultar a los fans). La lista de muertes de estrellas de rock es inmensa, siempre va acompañada la tragedia. Muertes por excesos de alcohol, drogas, o velocidad, y también, en menor medida, por suicidios, las muertes por causas naturales no es moneda corriente en este show. A nivel internacional tenemos el club de los 27, del cual son miembros aquellas estrellas de rock que han muerto a los 27 años, en la cumbre de sus carreras dejando un gran legado y cambiándolos estilos de música hasta ese entonces conocido. El primero en encabezar la desafortunada lista es Brian Jones, era rico en exceso y en esa medida hacía todo lo demás: drogas, sexo, alcohol, excentricismo. Conoció a Anita Pallemberg, quien después de un largo noviazgo lo dejó por Keith Richards, lo que terminó con la amistad entre los músicos. Fue arrestado por posesión de cannabis y la cárcel terminó de marcar su psiquis de paranoico, alterado, y así tropezó con la mala suerte de

jugar con la muerte en cada exceso, su talento musical se vio empañado, lo echaron de la banda The Rolling Stones y luego aparece muerte en su pileta, nunca se supo bien como fue esa muerte; si accidente, sobredosis, o asesinato y nunca se sabrá. Un nodo primordial de la escena de rock tanto en talento como en icono del desenfreno es James Marshall «Jimi» Hendrix, el mejor guitarrista de la historia se cruzó con su mala suerte cuando se ahogó con su vómito al dormir, tras haber combinado bebidas alcohólicas con pastillas. Luego de abarajar muchas hipótesis se dijo, años después, que Jimi no había muerto en ese momento en su habitación sino que cuando lo llevaban en la camilla necesitó girar la cabeza para poder vomitar en el suelo y el camillero colocó su cabeza sobre la camilla causando así su atragantamiento y fallecimiento. ¡Pobre Jimi! un ídolo en la música, pero con mala suerte a la hora del auxilio. Para los tropezones con la muerta no hay ninguna distinción entre sexo y sexualidades. Janis Joplin, símbolo femenino de la música, cantante de rock y blues caracterizada por su increíble voz fue sorprendida por la mala suerte tras haber consumido heroína en estado muy puro, y haber estado sola en su habitación a pesar de que su prometido Seth Morgan y su amiga y amante Peggy Caserta habían prometido ir a visitarla esa noche. Su voz nunca pudo terminar de ser gradaba en la canción “Buried Alive in the


Blues”, aunque fue finalmente incluida como un tema instrumental en Pearl, a manera de un homenaje póstumo. Y la vida continuó de fiesta, Joplin dejó $2500 dólares para que hicieran un festejo en su honor, donde, claro no faltaron las drogas el alcohol y el rock and roll. “Has abandonado tu nada para completarla con silencio” decía el poeta, cantante y compositor James Douglas “Jim” Morrison Clarke, popular por ser el vocalista del influyente grupo de rock psicodélico The Doors. Fue un gran lector, poeta, estudió cine y siempre vivió al límite de lo no permitido, consumía peyote, marihuana y LSD, según se dice, su favorita. Morrison fue encontrado muerto en la bañera de su casa en París, donde coexistía junto a su pareja, Pamela Courson. Se explicó que murió por un paro cardíaco, lo cual fue punto de muchas dudas, al igual que el resto de los miembros del club. Algunas versiones afirman que sufrió una sobredosis de heroína, de la cual no era consumidor asiduo, en los lavabos del parisino Rock´n´Roll Circus y fue posteriormente trasladado a su casa. Su epitafio está escrito en griego antiguo “Kata ton daimona eaytoy”. Entre las celebridades cosechadas por la mala suerte de morir nos encontramos a Kurt Donald Cobain. Cantante, compositor y guitarrista de la banda Nirvana. El gran ascenso de la banda marcó un punto inflexible en la música mundial alejándola de los géneros

La lista de muertes de estrellas de rock es inmensa, siempre va acompañada la tragedia. Muertes por excesos de alcohol, drogas, o velocidad, y también, en menor medida, por suicidios, las muertes por causas naturales no son moneda corriente en este show

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190 dominantes de los años ochenta, el glam metal y el pop del tipo «radio friendly». En 1994 s el cuerpo sin vida de Cobain, fue encontrado por un empleado de Veca Electric, Gary Smith. El cantante en un avistaje imprevisto con la muerte se disparó en la cabeza, dejando una nota de despedida para su familia. “Tanto talento desparramado por la mesa” diría Calamaro. Pero en fin, el encuentro con la fama lo llevó al encuentro con la muerte (suerte, rima con muerte, ya lo dijimos). En nuestro breve recorrido de muertes y malas suertes, llegamos a una de las últimas leyendas de la música: Amy Jade Winehouse. Cantante y compositora británica, famosa por su voz, y sus mezclas de géneros musicales como

el jazz, R&B, soul y ska. Vivió como quiso, con excesos de drogas, y alcohol. Fue encontrada muerta por la policía en su apartamento en Londres. Luego de su fallecimiento se trazaron varias Hipótesis, una de ellas fue al consumo excesivo de drogas, pero la autopsia arrojó resultados negativos; en su cuerpo no se hallaron restos de drogas ilegales. Algunos sostuvieron que la muerte se produjo por los medicamentos que la cantante tomaba por los efectos del síndrome de abstinencia del alcohol. «Todo lo que Amy hizo, lo hizo en exceso: tomó en exceso y también se desintoxicó en exceso». ¿Suerte o mala suerte haberse muerto a los 27 años? Su álbum “Back to Black” posteriormente se convirtió en el álbum más vendido del siglo XXI


del Reino Unido. Alejarse de las adicciones la llevó a la muerte, gran paradoja musical.

¿de qué hablamos cuando hablamos de rock star? “Sin música no puede haber conocimiento perfecto, porque no hay nada sin ella. Porque incluso del universo se dice que fue creado con cierta armonía de sonidos, y el cielo mismo giraba bajo la dirección de la armonía” decía San Isidoro de Sevilla. Todo es melodía, poesía, talento, descubrimiento. La persona que hace mucho, tomado desde sus múltiples aspectos, es un ser que vive, siente, disfruta, es diferente, por algo es tan seguido y admirado, no prácticas cotidianas comunes, sino personas que se animan, a la imaginación, a la exposición, al límite de vivir. El consumo de drogas y alcohol son simplemente condimentos que van cambiando al ritmo en que se mueve la sociedad. Con un tropezón de buena suerte un buen productor pudo hacer milagros, llevó a Tanguito a comprarse sus primeros LP, a escuchar música, y de repente ese exceso de buena suerte, se arrebata y cae hasta el fondo del tarro, y la muerte lo encuentra, solo en una habitación con exceso de drogas, o con alcohol, o con una pistola en la mano. El rock es una práctica social, mensaje puro, no medio o soporte, y en cada contexto social, político, cultural, fue marcando en sus

sujetos jóvenes que pasaba ahí afuera. Así fue que los protagonistas a lo largo de la historia hicieron del rock una práctica muy severa, un tanto divertida, y totalmente libertina. En esa travesía fueron apareciendo grades protagonistas, y sus finales fueron tajantes, así tenemos a grandes genios del rock de los cuales los más recordados murieron trágicamente, pero dejando grandes legados musicales. Más allá de la muerte, la suerte, o la mala suerte, fueron personas que estuvieron en el momento indicado en el lugar indicado, después de haber estado esperando su oportunidad. Vivieron a sus antojos, se divirtieron, marcaron la historia, y mucho tiempo después de su muerte se sigue hablando de ellos, se los sigue escuchando, se los sigue tratando de imitar. La muerte solo significó en sus vidas un tropezón de mala suerte, pero nada más.

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Libros

por Fernando Choque

192 La bisnieta retardada de Artaud. María Belén Aguirre. Poesía. Ediciones de la Eterna. Me he encontrado con una serie poemática que alcanza a presionar el revés del cuerpo como una desenvoltura hacia el interior de la piel, incisiones que trasponen lo sensible para alcanzar lo desgarrado. Si por sí misma cada poesía es meritoria, al alcanzar la categoría de nouvelle se atesoran exponencialmente. El nacimiento de la poeta se proyecta con antecesores malditos: Rimbaud y Artaud están en el pasado familiar, y reflejan sus vidas en la obra de María Belén.

En sus versos la niñez madura vertiginosamente para convertirse en ropa vieja que reviste el cuerpo adulto, y lo atrapa en una sensación opresiva que transcurre entre la muerte y la vida porque la muerte es el destino pero la vida es cada instante que se resiste a ser pasado. Así capta la sensación y el enfoque de un insecto atrapado por un alfiler clavado al tergopol del techo, esperar la muerte lenta y retener percepciones de cosas mínimas en trasmutación hacia lo eterno. El libro expresa un vínculo poético entre el dolor emocional, de un desorden primigenio, y una redención a partir de la enunciación, pero acorde con Artaud, su tatarabuelo, debe expresarse sin recato, con la condena de la sangre, escritura de fluido vital, de evocaciones trascendentes como sentir en una caricia de la madre que “el cariño y la pena/ -como piojos aferrados-/anidaron desde entonces/enredados en mi pelo” Es la niña que atraviesa el ámbito familiar excesivo donde Olga, mamá y padre, su hermana y las bestias, conviven en un ambiente vacío, expuesto para no ser hallado, de puertas abiertas y aún así negado porque crece consciente de que “cada uno de los miembros de mi familia/ había elegido/ - sin consultarlo ni comunicárselo al otro –/ un modo efectivo/ de aniquilarse.” Y en consecuencia, nos llega el efecto orfandad donde ya no se puede llorar y nos alcanza el dolor de no estar cuidados, abandonada confiesa entre


Dios y dios: “no sé discriminar entre mis bestias: padre, amantes, hijos y sueños cuando mueren./ No sé llorar.” María Belén nos adentra en las tensiones desconcertantes de una voz que se plasma en acciones descarnadas, porque no solo alcanzan las palabras sino que deben ser una salida, al menos una posibilidad, para escapar a nuevos infiernos.

Mamá – Vida breve de Soledad H. Rodriguez. Fabián Soberón. Novela. Culiquitaca Ediciones. ¿Cómo contar la vida de mi madre? Se pregunta el narrador-autor, Fabián Soberón, al iniciar el segundo capítulo de su novela. De allí parte la efectividad del texto porque encontrar la forma de narrar una historia biográfica es indócil

y el mismo autor se encarga de hacerlo saber: “Es un conjunto incompleto y débil de recuerdos y un tímido homenaje a mi madre”. Reconoce en esa primera intriga que la memoria es una verdad a reconstruir, donde solemos poner en juego la emergencia de nuestros propios secretos. Como así también, considerar hasta que punto nos constituimos, a partir de lo que nos dijeron y lo que realmente construimos. Rescatar los recuerdos es reafirmarnos. La novela se va ajustando a su historia de vida, los abuelos, los padres y sus conflictos que permiten al narrador exponer su flexibilidad narrativa, entre la evocación nostálgica y el amor coetáneo. Se ubica en un tiempo donde es posible agradecer a su madre, por los cuidados que le brindó junto a su hermano, por el cariño permanente y por tenerla aún a su lado, a pesar de su desazón al ser una sobreviviente del álbum familiar. Logra a partir de un recorrido vivencial, al estilo de bloques documentales, presentar una indagación filosófica del tiempo y las relaciones afectivas, que en su Mamá deviene en el nietohijo, la ascendencia y la continuidad del escritor para comprender la vida. Liliana Massara afirma respecto a la novela biográfica que “narrar no es solo descubrir la interioridad para su propia autoafirmación sino para racionalizar también al “otro”, al diferente; hacer una biografía de vidas y de vida de su pueblo (…)” Para ello es necesario recordar los atardeceres del pueblo jugando en las plazas,

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escapando a alguna fiesta, siempre el ocaso como finitud del día y de un espacio del cual es necesario emanciparse. La presencia del circo siempre dispuesto a ser un símbolo de libertad, de aventuras, de desempolvarse el pueblo, concluidos en un retorno a casa para quedar expuesto. Pero la memoria no solo pone en juego el pasado remoto sino también, en la medida que uno lo considere, el presente más inmediato. Incluso en ese tiempo se ubica la narración para completar la vida de Soledad, en su presente inconcluso y solitario; y más actual y vital en Soberón. Porque el autor logra con capacidad literaria entrecruzar el homenaje y la permanencia. Narrar con solvencia para que puedan a su vez aparecer en intermitencias sus verdades subjetivas y emerger a partir del discurso y las historias de los personajes, incluido el mismo, una realidad cognoscible que se construye en conjunto.

La sonrisa que pintó Leonardo, finalmente, en el túnel de infinito. Pablo Donzelli. Novela. Trompetas Ediciones. Una conjetura transita las páginas de la novela: la circularidad de los hechos, inevitables en la acción colectiva y definitivos en lo individual. La cinta de moebius del orden social que nos enreda en tantas líneas que por más indistinto que sea el recorrido alcanzamos en algunos puntos los mismos períodos. Joaquín Serrano es un ciudadano del Tucumán en los preludios del siglo y actúa a consecuencia de lo que ello implica. La novela nos ubica con exactitud en el descontento de la gente, con sus frustraciones a causa de una democracia fallida. Y que el protagonista decide modificar, no por un acto heroico sino para


liberar una presión insostenible y que sucede naturalmente. Entonces aparece la marginalidad, los resabios represivos (siempre latentes), los movimientos sociales, las utopías de plaza, enmarcados en una era cyber que democratiza la información en un solo sentido y un tiempo sincrónico, tal es así que la efervescencia de la masa se diluye tras un nuevo spam, un gift más novedoso, o aún más determinante a la hora de volver a la realidad lo virtual se desmorona o deja de existir. Los intentos seudo anárquicos tienen poca vida hasta la próxima renovación del gobierno, el pueblo en la calle hasta que caiga el déspota de turno, y los héroes populares un final de desvanecimiento, como el Martín Fierro en la ida, Joaquín Serrano desaparece detrás de las fronteras, huyendo del poder y condenado al abandono. A su vez la novela se enmarca en varios niveles de ficcionalización que incrementan la sensación de ser uno entre miles y ser una historia ya determinada. El personaje descubre su existencia textual y decide eludir a su creador, para que nuestro discurrir no sea más que un texto, una imagen en el punto universal del Aleph, una narración a punto de repetirse pero que sucede una única vez. Texto de exploración que fusiona realismo y fantástico para marcar una heterogeneidad genérica, porque ¿no

somos acaso una mezcla total? El túnel infinito es un registro de un espacio social saturado y de un lenguaje a partir del cual apropiarse de una comunicación efectiva que logre alterar la indefinición social y literaria de principios de siglo.

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A nueve pasos del fuego. Rebeca Chambi. Poesía. Editorial Tres Tercios Rebeca Chambi toma como uno de los ejes del poemario el desdoblamiento de las voces poéticas, y elige a nueve heterónimos, poetas también, para dar cada uno de esos pasos que nos separan del fuego. Elige un tono para nombrarlos que puede resultar humorístico y confuso pero que representan la presencia de lo subjetivo, lo urbano (global) y lo regional (local). A su vez le permite poder expresar distintos registros y


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yoes poéticos para lograr un poesía completa en estados y momentos de creación, quizá sea una apoyatura, una salida, pero sin dudas se encuentra a la poeta en cada uno de estos heterónimos en conflicto permanente. A Alhuen Chicanismunda vamos a encontrarla a partir de sus palabras, o más específicamente preocupada y en constante construcción a partir de las palabras pero sin dejar de prever que siempre existe una fragilidad, un delicado equilibrio, entre la palabra y la poesía. Poesía de la cotidianeidad de la nueva centuria, poesía urbana. Carllota Duques se confirma como la poeta del presente, junto a Billisi Aydé Ayende con quien se complementa para combatir o dualizar las regiones y desplazar la rencilla urbano/campo, universal/regional.

Lo valorable es que no es una disolución entre creencia y modernidad es permanencia como la hibridez de Canclini, pero sin elementos previos, sino a partir del hoy, es el presente de la tradición en la ciudad, sin necesidad de diferencias, es el aporte colectivo. Si cada paso y cada poeta es un viaje hacia el fuego, siempre hay un punto de partida un lugar desde donde comenzar ese recorrido. En nuestras ciudades donde la terminal es el lugar, es una marca, una estadía, y “no” el “no-lugar” de Marc Augé; allí puede verse a la urbanidadregional-glocal. Entonces los espacios son marcas de lugar de pertenencia, pasos hacia el fuego, Rebeca y sus nueve heterónimos nos acompañan, nos espejan en su literatura, nos permiten recorrernos tantas veces como en distintos estados nos sintamos.


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por Edgardo “Hugo” Gutiérrez

“Uso negro porque es el color de la muerte, de todxs los que lucharon por la libertad. Y uso rojo porque es el color de mi sangre, mi fuerza. Y tomo otro camino, no es del silencio hacia el cementerio comunal”.

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Resistencia

registro impreso de la cultura punk rock Ed. Subterranea. Buenos Aires, 1984-2001

atricia Pietrafesa (Pat Combat Rocker), es la autora de este libro, que tiene un peso de 600 gr. en un formato A4 y con unas 387 págs. de puro punk rock. Esto sin lugar a dudas es un provocación a los sentidos, entre tanto cartón y libros reducidos a lo mínimo. Nos topamos con un contundente book, producido por la gente de Alcohol y Fotocopias Ediciones, con un diseño de tapa producida por Nekro (Ex Boom Boom Kid) y en colaboración con Fede Minuchin. Es muy intenso el olor a tinta de fotocopia recién salida, con un diseño realizado íntegramente en las bases del origen del fanzine, es decir de puro papper cut, nada de PC de diseño, fondos negros y pegatinas blancas, tipografías formadas con las viejas máquinas de escribir Olympia, elementos como la sección


funerales de los diarios eran la base de donde se iniciaba todo el diseño, luego un par de plumas, tintas chinas, rotrings, elementos que ayudaban a conformar un collage cargado de rebeldía austera. Este es un libro que sirve de guía didáctica para poder meterse dentro de léxico punk, es decir; punkitud , new wave, McLariano, visceral , inconformismo, sub Pop, Riot girrls y gore. Marcelo Pocavida se encarga de dar una revisión historiográfica de los orígenes del fanzine en el mundo, desde el surgimiento en Londres de “Sniffi´Glue”, en Francia surgía el “I wanna be your Dog”, mientras que en EEUU nacía el “Punk Magazine” hasta dar cuenta de lo que

pasaba en Argentina con el primer fanzine punk “Vaselina”, de esta manera este libro nos orienta en el mapa mundial del surgimiento acertado provocativo del punk conjuntamente con su acción social y política. Pilar Arrese, escribe sobre la existencia de una conciencia de resistencia latente en Argentina, esa época donde los casetes virgen se llevaban a las disquerías para que te graven lo que a uno le interesaba, si era esos años de 1984, Pilar ofrece una visión simple sobre las casas tomadas, sobre los Okupas en el país Vasko, ella describe justamente ese movimiento desconocido por los estudios queer, “la primera vez que leí que las prostitutas se organizaban, había algo denominado HOMOCORE, que existía una banda de lesbianas ultra killer llamada Tribe 8, que existía una banda de gays punkies: Pansy Division”. Este libro es sin dudas un material altamente explosivo, en todos los sentidos, debido a que es una guía de la vida social punk en Argentina, pero además de eso es una muestra de la carrera de una artista políticamente comprometida con sus propios ideales básicos, claros, directos y sin vueltas, algo que es terriblemente devastador en estos tiempos de vida confusa y de mercurio en pastillas.

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Ver贸nica Corrales


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Verónica Corrales (Veroline). Artista Plástico. Provincia de Santiago del Estero, Julio, 1991. Reside en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Cursa la Licenciatura en Artes Plásticas, Facultad de Artes, UNT. Realiza dibujos, pinturas, grabados, esculturas y pintura mural. Participa en muestras colectivas y presentaciones artísticas en distintas provincias del país. Entre ellas: XVII Salón de Artes Plásticas “Carlos Maria Navarro”, Facultad de Artes, UNT, 2011.

1° Bienal Internacional de grabado de pequeño formato Francisco Paco Urondo, Buenos Aires, 2011. Muestra colectiva Intercambios Culturales de Género con las Provincias. Galería Josefina Cangiano del Consejo Provincial de Mujer, Córdoba, 2012. Muestra individual “Guerra contra el silencio” junto con el panel debate por el día de las mujeres: LA PROMOCIÓN DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES UNA TAREA COLECTIVA, UNSE. 2013. 1ra Bienal de alumnos escultores. Oberá Misiones, 2013.


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Martín Rey. 1988. Jujuy

Artista Plástico. Provincia de Jujuy, Abril, Reside en la ciudad de San Salvador de

Cursa el Profesorado de Artes Visuales del IES N°4 Ganó importantes premios y participó en salones de competencia provinciales, nacionales e internacionales. Exposición particular en el “TIC PIC” casa de arte, Salta, 2011. Muestra “Espejito vale doble” Centro cultural Culturarte, San Salvador de Jujuy, 2012. Artista becado por el Fondo Nacional de las Artes.

Muestra plástica INTERFACES, diálogos visuales entre regiones, junto a 10 artistas jujeños y 10 artistas de Ushuaia. Con exposiciones en Jujuy, Buenos Aires y Ushuaia, 2013. Proyecto Llamarada, muestra artística colectiva Itinerante, Jujuy, 2013.


Mateo Jiménez. 1981. Jujuy

Fotógrafo. Provincia de Jujuy, agosto, Reside en la ciudad de San Salvador de

Terminó la carrera de Diseño Industrial en Córdoba. A su regreso a San Salvador de Jujuy abrió un Café cultural, donde despertaría definitivamente su pasión por la fotografía. Se dedica a diversos géneros fotográficos, desde campañas de moda, publicidad, institucional, documental, arquitectura y espectáculos. Su género preferido es el retrato En los ciclos y presentaciones de música, plástica, literarias, teatrales, etc, realizados en su café cultural recopiló un importante archivo de fotografías en escena.

Sobre retratos produjo la serie “Aquí Amaranto”, trabajo que realizó a principios del año 2013 en la peluquería del entrañable maestro de músicos Amaranto Chañi. Actualmente se encuentra trabajando en conjunto con Juan Manuel Taritolay en un proyecto solidario que consiste en una “Subasta de Arte a beneficio del Hospital Pablo Soria”, y en una serie de personajes jujeños que pronto dará a conocer. Sus fotografías suelen ir acompañadas con la firma “Disegramas” (Diseño+Fotografía).

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