5 minute read

Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado y no lo estimamos. Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios y humillado.

En esta imagen profética del libro de Isaías, acerca del Mesías, se describe su padecimiento. Él era el “Varón de dolores”, quien cargó en la cruz los pecados e iniquidades de la humanidad. Asimismo, en el evangelio de Lucas, el Señor predice su muerte en tres oportunidades: Iban de camino subiendo a Jerusalén y Jesús se les adelantó. Los discípulos estaban asombrados y los otros que venían detrás tenían miedo. De nuevo tomó aparte a los doce y comenzó a decirles lo que sucedería. “Ahora vamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. Se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero al tercer día resucitará”. Lucas 18:31-33, (9:22 y 9:43-46).

Acerca de estas predicciones, en el libro Más que un Carpintero, Josh McDowell, cuenta que: “Cuando Jesús predijo sus sufrimientos y crucifixión, los doce apóstoles no pudieron ni siquiera imaginarse lo que quería decir.

Debido a sus tradiciones y formación religiosa, creían haber dado con la solución de sus problemas. Luego llegó el calvario. Se diluyeron todas las esperanzas de que Jesús fuera su Mesías”.

Como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Lucas 22:44.

Tan grande fue su agonía, que los pequeños vasos en su piel se reventaron, por la terrible tensión sudaba gotas de sangre. Al respecto, el doctor August Corominas, profesor de Fisiolo gía Humana de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su obra: Estudio fisiopatológico de la muerte de Cristo, destaca como: “Jesús, un hombre joven de 33 años, atlético, sufre tensión psicosomática, emocional, impacto por la traición de Judas, angustia intensa, sufrimiento moral y hematidrosis”.

La parte de mayor sufrimiento, y dolor fue la crucifixión, agrega Corominas:

“Es una autentica y dramática destrucción de un cuerpo.

de todas las épocas

Luego de ser arrestado y enjuiciado por los dirigentes judíos (Lucas 23:54-55), fue llevado ante el gobernador romano Pilato (Juan 8:28), quién después de interrogarlo y lavarse las manos, lo envió para ser azotado y crucificado (Mateo 27:24-26). Acerca de este hecho, el mismo doctor Corominas describe como estaba: “Atado a una columna de piedra, con la espalda desnuda, es azotado con un látigo con puntas de hierro lacerantes (que arrancan epidermis, dermis y tejido muscular, produciendo hemorragia abundante), sufrimiento intensísimo y la colocación de la corona de espinas.

Los clavos empleados sobre metatarso y metacarpo de 18 centímetros martilleando, fracturando, destruyen completamente las manos y pies, dejando ulceras postraumáticas. Además de la estructura ósea, se lesionaban paquetes vasculonerviosos con polineuritis dolorosísima.

La posición en la cruz era antianatómica y por ello la respiración era bradipnea con verbalización entrecortada (las siete palabras), con asfixia pulmonar. Su agonía de siete horas, burlas por parte de los soldados, sufrimiento tanto psicológico por su madre y apóstoles, como los dolores estremecedores, sequedad bucal, negación de agua, desnudez vergonzante.

“Ningún período histórico fue tan terrible como aquellas horas tan tenebrosas entre el atardecer de un viernes, cuando el Señor Jesús, expiró y la madrugada de un domingo. Parecía que Satanás había asumido el control; el Mesías estaba muerto, dispersaron a sus discípulos, se esfumo todo aquello por lo que ellos arriesgaron su vida y reputación. Todo parecía enterrado con Cristo.

Sin embargo, el domingo, al rayar el alba, cuando las dos Marías fueron avisitar la tumba de Jesús, la tierra tembló. El ángel del Señor aparecióy quitó la piedra que había sellado la entrada. ¡La tumba estabavacía! (Mateo 28:1-6)”, NVI de Estudio Misionera.

Base de la fe cristiana

Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefasy luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles, y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. 1 Corintios 15:3-8.

Sobre esto, el pastor Darío Silva-Silva afirma: “El apóstol Pablo considera la certeza de la resurrección como el meollo de la fe cristiana: Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Aún más, resultamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido, si en verdad los muertos no resucitan”. En su libro Creo en la resurrección de Jesús: George Eldon Lad concluye, “La única explicación racional de estos hechos históricos es que Dios levantó a Jesús en forma corporal”.

“El que cree en el Señor Jesucristo hoy puede confiar definitivamente como los primeros cristianos, de que su fe no se basa en mitos y leyendas, sino en un sólido hecho histórico del Cristo resucitado y de la tumba vacía”. Josh McDowell.

This article is from: