Reseña

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Explanans, vol. 2, núm. 1, enero-junio 2013, pp. 103-108

Informe sobre competitividad social en México 2012 Marlén Castro Pérez Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2012), Informe sobre competitividad social en México 2012, PNUD, México, ISBN en trámite. Amartya Sen (2000) argumentó que cuando hay hambre no necesitamos mirar el panorama relativo para saber si hay pobreza o no. En el primer Informe sobre competitividad social en México 2012, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se describe el panorama relativo respecto a las condiciones del mercado de trabajo en este país y, en consecuencia, el desarrollo humano que hemos alcanzado. Pero el panorama relativo es uno y la realidad otra. Siguiendo a Sen diríamos que cuando no hay empleo no necesitamos ver el panorama relativo de la competitividad social; sin embargo, entraríamos de nuevo en el debate clásico entre las concepciones absoluta y relativa para medir la pobreza o el desarrollo. El documento de referencia se divide en tres grandes apartados. En el primero, competitividad social para el desarrollo humano, se fundamenta la razón por la que el empleo y las condiciones laborales son un catalizador para el bienestar de las personas en una sociedad; se define el concepto de competitividad social y se explica cómo se construye el Índice de Competitividad Social (ICS), cuya vinculación con el trabajo lo diferencia del Índice de Desarrollo Humano (IDH). En la segunda parte, la competitividad social en México, se desglosan los indicadores con que se construye el ICS y los valores obtenidos en el país. Finalmente, en la tercera parte se describe el Índice de Competitividad Social para hombres y mujeres y, además, se compara este indicador con respecto a las condiciones de trabajo de ambos géneros. De acuerdo con el PNUD, en una sociedad se genera desarrollo humano cuando el trabajo se convierte en un catalizador de las capacidades de los individuos, porque el empleo va acompañado de tres características inseparables: ingreso, producción y reconocimiento. La persecución de un mejor ingreso, de un toque distintivo en lo que se produce, genera reconocimiento y convierte a las personas en seres más competitivos en lo individual, pero esto trasciende a lo social porque los beneficios penetran directamente en la población que trabaja e indirectamente en la que no lo hace. El trabajo posee un valor intrínseco para el individuo al ser un factor para el crecimiento de la autoestima. Así, la falta de empleo para una persona que vive

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al día significa, más que ausencia de ingresos, una fuente de deshonra, y una persona puede aceptar, orillada por el desempleo, un trabajo que no guarde la debida proporción con sus habilidades, lo que podría hacerla sentir insatisfecha. En ambos casos el trabajo no funciona como un catalizador de las capacidades de los individuos: en el primero porque no se consigue, y en el segundo porque el empleo al que se tuvo acceso queda por debajo de las expectativas de la persona, y su insatisfacción permea a la sociedad. De este conjunto de condiciones surge el concepto de competitividad social, que debe entenderse como el potencial de una sociedad para generar bienestar a sus integrantes, identificando condiciones del mercado laboral que impactan en el desarrollo de los individuos. Por su parte, el desarrollo humano es un proceso mediante el cual se amplían las oportunidades de las personas. En su medición se contempla que los individuos disfruten de una vida prolongada y saludable, tengan acceso a la obtención de conocimientos individuales y socialmente valiosos, cuenten con la posibilidad de lograr un nivel de vida digno, mediante los recursos necesarios, y puedan participar activamente en la vida de la comunidad. El Índice de Desarrollo Humano es la herramienta estadística para medir estas circunstancias del entorno en que se desenvuelven los individuos, en tanto que el Índice de Competitividad Social retoma esas dimensiones capturadas por el IDH y las vincula con el mercado laboral. De esta forma, para el PNUD la competitividad social es una mirada anticipada al desarrollo humano, porque es un indicador sensible a los eventos de corto plazo que continuamente inciden en los mercados laborales. El ICS se construye con base en tres subíndices: el Índice de Acceso a Servicios de Salud (ISL), que contempla la proporción de la población ocupada que cuenta con algún tipo de atención médica, ya sea pública o privada; el Índice de Educación y Ausencia de Trabajo Infantil (IEL), que combina el promedio de años de educación de la población ocupada con la proporción de la población ocupada de entre 12 y 15 años; y el Índice de Ingresos y Prestaciones Laborales (IIL), que junta el ingreso laboral per cápita de la población ocupada, en términos de la paridad del poder de compra en dólares estadounidenses, y la proporción de la población ocupada que recibe alguna prestación laboral. El ICS es, pues, la suma ponderada de estos índices, donde el ISL representa un 35 por ciento, el IEL un 45 y el IIL un 20.

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La competitividad social en México Llegamos a este apartado en el que nos asomamos al panorama relativo de las condiciones del mercado laboral en México y al desarrollo humano alcanzado. De acuerdo con la medición, un valor de uno indica que en cierta área geográfica toda la población ocupada cuenta con acceso a servicios de salud, no hay trabajo infantil, existe el máximo grado de estudios, se cuenta con un ingreso laboral decoroso y prestaciones laborales; por el contrario, un valor de cero implica el extremo opuesto. El estudio da cuenta del comportamiento del ICS de 2005 a 2010 y de 2010 a 2011, y establece que para el primer periodo, en términos generales, el ICS ha mostrado un comportamiento creciente, que fija en 2.3 por ciento, al pasar del 0.6550 al 0.6750. El estudio también detalla varios valores, como el ICS nacional, estatal y por áreas metropolitanas, así como cada uno de los subíndices; empero, aquí analizaremos solamente los esenciales. El PNUD utiliza un método para medir el ICS en el periodo 2005-2010 y otro para el 2010-2011. El comportamiento creciente del ICS en el periodo 2005-2010 no es igual en los tres subíndices que lo integran, pues el componente de salud registró un retroceso de 1.35 por ciento y el de ingresos uno de 0.97 por ciento, pero el componente de educación creció 4.63 por ciento, diferencia que termina siendo positiva para todo el índice. De acuerdo con el mismo estudio, este incremento en el IEL se explica porque el trabajo infantil disminuyó y la fuerza laboral que se incorporó al mercado de trabajo en el periodo mencionado cuenta con un mayor nivel educativo, en tanto que el retroceso en el ISL y en el IEL obedece a las condiciones económicas no favorables que ha enfrentado la economía mexicana, que limitan no sólo el acceso a servicios de salud sino el crecimiento del nivel de ingresos. Un análisis rápido del supuesto crecimiento del ICS en México, basado únicamente en el IEL, nos acerca a un panorama relativo en el que se tiende a interpretar números sin anclarse a la realidad que día a día enfrentan los ciudadanos de a pie. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que al cierre de 2011 la tasa de desocupación en el país era de 4.8 por ciento; es decir, solamente dos millones 437,409 de los 111 millones de habitantes no tenían empleo. En contraste, de acuerdo con un estudio del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la tasa de desempleo (no de desocupación) en el país es de 15.4 por ciento; es decir, ocho millones 710,108 habitantes no gozan de ingreso, productividad y reconocimiento (Miranda, 2012).

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El crecimiento del ICS con base en el IEL en el país podría deberse a que la tasa de desempleo se contrajo de tal forma que trabajos que en un periodo anterior a 2005 realizaba solamente la fuerza laboral infantil, porque implicaban el pago de menor salario y la ausencia de prestaciones, en el periodo mencionado el segmento de más de 14 años y, en su mayoría, con estudios superiores, asumió esas labores al no encontrar un empleo a la medida de sus expectativas y acorde a su preparación. Hay otra explicación que la realidad nos ha mostrado con frecuencia. De 2005 a 2010 —periodo que coincide con el aumento de la violencia a consecuencia de la guerra contra el narcotráfico declarada por el ex presidente Felipe Calderón— los menores se convirtieron en la fuerza de trabajo del crimen organizado. Con absoluta seguridad, esa fuerza de trabajo que se mudó al crimen organizado dejó de ser considerada por el PNUD para construir el IEL. Competitividad social para hombres y mujeres Afirma el estudio mencionado que la información desagregada por sexo permite identificar aspectos en los que la desigualdad cobra fuerza y es útil para tomar decisiones enfocadas en la construcción de sociedades más igualitarias. Aunque la proporción de mujeres es más grande que la de hombres, la composición de la población ocupada es principalmente masculina: del 40.8 por ciento que representa, 25.5 por ciento son hombres y sólo 15.3 son mujeres. Un porcentaje importante de la población ocupada no recibe ingresos por su trabajo, y en este grupo el número de mujeres sin salario es de 4.6 por ciento y el de hombres de 3.6. A nivel de entidades federativas, Tabasco es la que registra mayores rezagos en la brecha entre hombres y mujeres, y Baja California es la que logró reducir más esta condición de desigualdad. El enfoque y el trabajo expuestos en este documento ofrecen una nueva perspectiva sobre la competitividad social, donde el análisis institucional se convierte en una herramienta para el estudio de políticas públicas. Este libro será, sin duda, un referente ineludible en los próximos años.

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Bibliografía Miranda, Juan Carlos (2012), “Oculta el gobierno las cifras reales del desempleo: estudio”, en La Jornada, sección: Economía, jueves 12 de abril. Sen, Amartya (2000), Desarrollo y libertad, Planeta, México, 435 p.

Recibido: 8 de julio de 2013 Aceptado: 10 de septiembre de 2013

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