








Emunah « אֱמוּנָה ». A menudo se traduce como fe o fidelidad, pero esta manifestación de Dios es aún más amplia. Esta palabra contiene el concepto de firmeza, apoyo o persistencia, que es activo y sin fin. Podríamos ilustrarlo como los brazos de los padres que sostienen firmemente a un bebe indefenso los cuales expresan total confiabilidad. Al igual que los brazos de un padre, el Eterno demuestra su firme amor y lealtad aun para aquellos que le han rechazado.
“El gran amor del SEÑOR nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!”
Lamentaciones 3:22-23 I NVI
Esta cita bíblica, por sí sola nos recuerda cosas hermosas; el gran amor, bondad y fidelidad de nuestro Señor. Como creyentes, afirmamos esto como verdad y decimos creerlo, pero qué pasa cuando nos enfrentamos a situaciones como enfermedad, problemas en el matrimonio, económicos o incluso depresión o ansiedad. Conocer la fidelidad de Dios nos debe impulsar a buscarle constantemente en los tiempos bueno y malos.
En esta edición de Revista Crece queremos animarte a seguir creyendo y a confiar en sus caminos y a ejar completamente tu vida en Sus manos.
Revista bimestral publicada por Ediciones Ariel. Info. 5132•5500 Ext.500 El material editorial que aparece en esta publicación es usado con autorización de los autores y/o editores correspondientes. Se autoriza la reproducción de los artículos, siempre que se cite la fuente y no con fines comerciales. Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad de los autores. La publicidad y promociones anunciadas en esta revista son responsabilidad exclusiva de los patrocinadores.
¿Alguna vez has sentido que la vida de fe es un luchar constante? Si la vida fuera fácil, créeme que no tendríamos lecciones que aprender ni de quién aferrarnos para salir adelante. El ejemplo Bíblico de lucha nos lo ofrece Jacob. Este varón constantemente se encontraba luchando, aún desde el vientre de su madre, y tanto fue así que al nacer le tomó a su hermano Esaú del talón para alcanzar la primogenitura (Gn. 25.19-26). A menudo se nos muestra a un Jacob, tramposo, que sacaba ventaja de los demás y de las situaciones, pero creo que su motivo de lucha no era terrenal, sino espiritual y te explicaré porqué. Ya de mayor, luchó con su hermano Esaú por la bendición (Gn. 25.27-34; 27.30-41); luchó con su padre Isaac por la bendición (Gn. 27.1-29), luchó con su suegro Labán por la bendición (Gn. 30.25-31.55), y en cada lucha finalmente prevaleció. Jacob siguió una vida de lucha e incluso luchó contra el mismo Dios porque reconoció que la bendición de Dios valía la pena (Gn. 32.22-32).
Menciona Génesis 32.24–28: “Jacob fue dejado solo, y un varón estuvo luchando con él hasta el alba. Pero viendo que no podía con él, le atacó el encaje de su muslo, y se le descoyuntó el muslo a Jacob al luchar con él. Y le dijo: ¡Déjame, que raya el alba! Y él dijo: ¡No te dejaré hasta que me bendigas! Y le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y dijo: Ya no se dirá tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Elohim y con los hombres, y has vencido.”
Jacob estaba dispuesto a luchar durante toda su vida. ¿Qué aprendemos de él? Aprendemos el valor de lo que es eterno. Aprendemos a aferrarnos a Dios, a su fidelidad, y negarnos a dejarlo ir. Jacob se aferró, a las bendiciones de Dios. Cuando Dios no responde a nuestra oración, cuando nos encontramos en tribulación o cuando pareciera que todo marcha a la perfección nos apresuramos a dejarlo ir. Jacob en ningún instante soltó a Dios, y Dios no quería que Jacob lo soltara. Tampoco quiere que nosotros lo dejemos ir; quiere un pueblo que se aferre a Él, que demuestre fidelidad con el corazón, que se aferre a Su talón en la noche oscura. ¿Cuál es tu obscuridad, y cuál es tu lucha? ¿Te aferraras a las bendiciones que Dios tiene para ti en esta vida, sea cuales sean los obstáculos? ¿o no puedes aferrarte a lo que no es tangible para ti? Una persona sale victoriosa solo imitando al patriarca Jacob, quien no soltó a Dios, ni estando herido, y ni siquiera en la densa oscuridad. Lucha por vivir, por dar más de ti aunque las personas no crean en tu potencial, o ni siquiera agradezcan lo que haces por ellas. Lucha por ser de bendición y alcanzar las bendiciones que el Eterno tiene para tu vida; no importa cual obscuro sea el camino, al final la luz prevalece y tu nombre no será olvidado en las huestes celestiales. Vive en Esperanza y entregándolo todo por y para la Gloria del Eterno.
Hay un libro que quiero recomendarte, se llama «Nuestra ayuda fiel» de Max Lucado, este libro te mostrará quién es el Espíritu Santo y cómo el Espíritu Santo puede ayudarte a superar cualquiera de las dificultades y desafíos de la vida.
Hace algún tiempo conversé con una mujer que aseguraba no saber decir “no” a nadie. Ella se lamentaba porque en muchas ocasiones, por esa incapacidad de negarse, hacía o decía cosas que no quería, ni debía.
—¡No sé decir no!— me dijo. Las personas saben que no puedo negarme a sus peticiones y muchas veces creo que abusan de mi debilidad. Su tristeza era notoria, ella en verdad no sabía decir que no, a todo aquel que le pedía un favor o ayuda, no podía negarse, aunque tuviera que sacrificar su tiempo —o incluso su dinero—, para no quedar mal con ellos.
Lo increíble es que tampoco sabía decir sí, correctamente. ¿A qué me refiero con esto? Ella decía “sí” a todo, sin pensar en las consecuencias. Sin pensar en si acaso su decisión era lo mejor para aquellos que le solicitaban el favor o, incluso para ella misma. Solo decía “sí” y actuaba al instante dejando de lado lo que estaba haciendo.
Esto me lleva a reflexionar, ¿hacemos lo mismo con Dios? ¿Cómo respondemos a su voz? ¿Decimos “sí” a Dios cada vez que nos llama a hacer algo? Y, quizá pensemos que Dios no nos está pidiendo favores, lo cual es verdad; Dios no nos pide favores, Él nos ha dejado sus palabras escritas con mandatos que debemos obedecer. No obstante, a muchos de ellos le decimos “no”. Y si hiciéramos un recuento de las veces que respondemos con un sí o con un no a Dios, qué respuesta tendría más puntos? Seguramente no llevamos un conteo, pero es probable que muy dentro de nuestro corazón sepamos la respuesta y no nos guste del todo. Quizá a muchas de nosotras nos daría vergüenza compartir en lo que estamos fallando. Pero, te tengo una noticia, el Dios que envió a Su Hijo a salvarnos del pecado y de la muerte, también nos libró de vivir una vida de vergüenza lejos de Él. Hoy por hoy podemos decirle “Sí, Señor” a lo que Él nos pide en Su Palabra, no porque no sepamos decir que no, no porque nos obligue a hacerlo; sino porque en nosotras habita el Espíritu Santo que nos ayuda a seguir las ordenanzas de nuestro Dios, porque: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).
La diferencia es que todas las veces que le digamos “sí” a Dios, podremos estar seguras de que Él no estará abusando de nuestra bondad, no estará buscando su beneficio sino el nuestro. Le diremos que sí y las beneficiadas seremos nosotras. No dudemos nunca de que todo aquello que hacemos para Dios, Dios lo toma en cuenta y siempre ayuda a nuestro bien. Dios nos ayude a decir sí de manera sabia en nuestras relaciones cotidianas, pero mucho más a decirle “Sí, Señor” quiero hacer tu voluntad. Y, que así sea.
Lectura recomendada: Cuando las mujeres le dicen sí a Dios de Lysa TerKeurst
está creada para usarse con frecuencia y construida para perdurar a través de años de lectura fiel. Sus características artesanales incluyen cuero de grano natural con variaciones únicas en su grano y tono, costura smyth, papel de calidad y encuadernación con bordes forrados. Para garantizar la experiencia de lectura más fiel, la Biblia Deluxe incluye la letra más grande en el mercado (11 puntos) y el tipo de letra más legible llamado BibleSerif.
Como resultado, la Biblia brinda a todos la experiencia de lectura más hermosa en el mercado español. La Colección Biblia Holman Deluxe está construida para toda la vida.
Biblia artesanal de lujo Funda de piel de cabra de primera calidad Texto de una sola columna, BibleSerif de 11 puntos (la más grande en el mercado de biblias de lujo) Papel de la más alta calidad Encuadernación bordeada
www.bibliadeluxe.com
El Dios de Abraham, Isaac y Jacob es también el Dios de Sara, Rebeca y Raquel, es el Dios de cada hombre y cada mujer durante todas las generaciones hasta nuestros días.
Al día de hoy nos pareciera imposible que no se tuviera la participación de las mujeres en todos los ámbitos de nuestra vida, aun en actividades que se consideraban propias de los hombres, como la construcción, el chofer de un taxi o cualquier actividad que requiriera el uso de la fuerza, sin dejar de mencionar su participación en actividades deportivas, intelectuales, culturales, científicas, etc. Además que tienen un amplio desarrollo en la sociedad y se desempeñan como líderes de opinión, gobernadoras y directoras de empresas, tan solo por mencionar algunas ocupaciones. Así las mujeres trabajan y cuidan de sus hogares de manera cotidiana y muchas veces su desempeño es igual o superior a la de cualquier hombre haciendo una labor extraordinaria.
Pero ¿sabías que hubo una época de la historia de la humanidad en donde no era así? Fue una época larga donde la mujer valía algo más que un esclavo, se veía a la mujer como una propiedad de su esposo o de su padre, o como mobiliario doméstico cuyo único fin era la reproducción y el cuidado de la casa.
En la Biblia podemos ver que se exalta a las mujeres en pasajes donde se ennoblece su papel en la sociedad y en la familia, por ejemplo, en el Sinaí, Dios mando honrar a su padre y a su madre (Ex. 20:12)
Esto era un concepto revolucionario, pues en esta época los pueblos alrededor de Israel, eran comunidades que estaban dominadas por los hombres, gobernadas con puño de hierro, y las mujeres eran vistas como criaturas menores, servidoras de los hombres. La frase hubiera podido quedar: “Honra a tu Padre” y nadie hubiera dicho nada, sin embargo, Dios incluyó a la mujer, a quien desde la creación Dios dispuso como “La joya de la corona” En Eva vemos el mismo encargo de la administración del paraíso, con diferente rol; y así otras muchas mujeres que a lo largo de la Biblia sus decisiones determinaron el curso de la historia de Israel, tan solo mencionar a Sara quien aprendió a esperar con toda esperanza; era una mujer estéril y Dios le dio un hijo en su vejez, o hablemos de Rahab una mujer que se dedicaba a la prostitución y que por un acto de generosidad al ayudar para que Israel pudiera tomar Jericó; formó parte del pueblo y no solo eso, también es parte en la genealogía de Jesús.
Muchas mujeres de la Biblia nos pueden servir de inspiración para conocer de manera particular al Dios en el que confiaron. Si te gustaría conocer más sobre ellas te recomiendo leer «Doce mujeres extraordinarias»de editorial Nelson.
Cada día (nuestro Señor Jesucristo) debe ser nuestro excelente espejo en el que contemplemos cuánto Dios nos ama y, en su infinita bondad, ha cuidado de nosotros al dar a su amado Hijo por nosotros.
Martín LuteroD esde que soy madre, me olvido de las cosas. Yo suelo decir que es tener “cerebro de mamá”. Me olvido de las citas médicas de mis hijos, y las recuerdo solo cuando recibo una llamada del consultorio médico y me preguntan por qué faltamos a la cita.
A menudo entro en una habitación y olvido por qué estoy allí. Pongo las cajas del cereal en el refrigerador y el jugo en la alacena. Y siempre me equivoco de nombre cuando llamo a mis hijos. Ellos me piden todo el tiempo que les recuerde que deben hacer algo, y yo pienso: “¿Me están tomando el pelo? Ni siquiera puedo recordar qué día es y qué estaba haciendo ¿Cómo puedo recordarles algo?”.
A lo largo de los años, he desarrollado hábitos para ayudarme a recordar las cosas. A veces dejo una nota en el espejo del baño para recordarme una reunión importante que tengo a la mañana siguiente. Programo alertas de recordatorios en mi teléfono y reviso mi agenda con regularidad. (¡Aunque todavía no he descubierto cómo hacer para no guardar la caja del cereal en el refrigerador!).
Los seres humanos somos propensos al olvido. Poner la ropa en la secadora y olvidarnos de encenderla puede resultar muy irritante. Hacer una compra en el supermercado y olvidarnos de lo único que necesitábamos puede incluso ser gracioso. Ninguna de las dos cosas es tan perjudicial como olvidarnos de las buenas del Evangelio o tan dañino como no vivir el Evangelio en nuestras vidas. Los olvidos de madres palidecen en comparación con el olvido del Evangelio.
Lectura recomendada: Esperanza para el corazón de una madre de Christina Fox
Supongo que, por eso, las Escrituras a menudo hablan de recordar lo que Dios hizo. Los israelitas debían conmemorar con regularidad las fiestas y celebraciones para recordar lo que Dios había hecho en el pasado. Nuestro Salvador implementó una comida especial, la Cena del Señor, como un momento especial para que recordemos lo que hizo por nosotros en el Evangelio. Y cada vez que la iglesia primitiva luchaba o de descarriaba de la fe o enfrentaba dificultades, los escritores del Nuevo Testamento recordaban las verdades de quien era Jesús y lo que había hecho.
RECORDEMOS EL EVANGELIO.
Como mujeres cuyo corazón es propenso al olvido, debemos recordarnos el Evangelio con regularidad. Necesitamos recordar las Buenas Nuevas hasta que saturen nuestro corazón y se conviertan en nuestro himno personal. Algunas personas llaman a esto “predicarse el Evangelio a uno mismo”. Significa simplemente repasar y recordar quién es Jesús y qué vino a hacer. Cuando luchamos contra el pecado en nuestra vida, recordamos que tenemos un gran Salvador que llevó la vida que nosotros no podíamos vivir. Nos gozamos por su justicia perfecta que se nos ha acreditado. Recordamos cómo murió para pagar por nuestros pecados. Oramos, nos arrepentimos de nuestros pecados y le pedimos a Dios que nos perdone mediante el sacrificio que Jesús hizo por nosotras. Tenemos una gran esperanza en el hecho de que, gracias a que Jesús ascendió al cielo, ahora está ante el Padre intercediendo por nosotras. Maneras de recordar el Evangelio:
• Lee y estudia las Escrituras.
• Concéntrate en el Evangelio.
• Lee libros que resalten el Evangelio.
• Escucha canciones de adoración que hablen sobre el Evangelio.
• Declara el evangelio en oración.
Durante mucho tiempo creí la mentira de que nadie que no fuera de mi familia, me amaría. Sufrí rechazo desde muy pequeña, de hecho, las personas me rechazaban más de lo que puedo recordar o de lo que podría imaginar. Mucho tiempo busqué entender las razones por las que la gente me rechazaba y seguía sin entender por qué.
Pasé noches en vela pensando en la forma de cambiar, de ser una persona diferente a quien soy para que otros me amaran y dejaran de rechazarme. Repasaba en mi mente lo que yo creía que eran las razones por las que me rechazaban. Pensaba que era porque realmente no me amaban o no merecía que me amaran, creía mentiras como “No me aman porque soy mujer”, “Porque soy pobre”, “Porque soy gorda”, “No me aman y me rechazan porque soy muy tonta e ingenua”, “Porque no soy como mi mejor amiga”, “Porque soy introvertida”, “No me aman porque prefiero la soledad a estar rodeada de personas”.
Mentiras me llenaron de temores y de inseguridades porque no creía que las personas me amarían algún día. ¿Consecuencia? Comencé a cambiar mi comportamiento, a ser completamente diferente a lo que siempre fui, solo para que otros me amaran. Anhelaba ser amada, anhelaba que otros me amaran; no me importaba si debía ser alguien diferente y guardar mi verdadero yo con tal de ser digna del amor de las personas. Por supuesto que esa actitud, lejos de darme plenitud y una razón para vivir contenta y agradecida todos los días, como mencioné anteriormente, me llenó de temores e inseguridades, pero también de una profunda tristeza que a la menor demostración de rechazo lloraba desconsoladamente y buscaba hacer lo que estuviera en mis manos para remediar todo con tal de que no me dejaran de amar. Vez tras vez el rechazo a mi persona lo interpretaba como no ser digna del amor de nadie.
Sé que no soy la única que ha experimentado ese sentir. Sé que en el mundo hay un sin número de personas que sufren rechazo y que lo interpretan como no dignas del amor de nadie. El rechazo es real, pero hay buenas noticias para todos los que en algún momento nos sentimos no amadas: El Dios del universo aquel que es la definición del amor, nos ha amado más de lo que podemos imaginar. Por medio de Su Hijo Jesús hoy podemos gozar de ese amor que es inagotable. No necesitamos hacer, tener o ser alguien que no somos para ser merecedoras de su amor. El Dios que envió a Su Hijo a rescatarnos, no nos rechaza nunca. ¡¿Qué más podemos pedir?! No sé tú, pero yo quiero conocer más y más a ese grandioso Dios porque Él me ama con un amor que no soy capaz de imaginar. ¿Te gustaría conocerlo más de cerca de ti también?
Te recomiendo leer «Porque Él me ama» de Elyse de itzpatrick.
Existen tantos movimientos, ideales y presiones que nos distraen y nos presentan tantos caminos distintos, que no nos damos cuenta de que nos llevan a una dependencia de fuentes externas a Dios. Es triste decirlo, pero aun Sus hijas hemos quitado el enfoque de Su Palabra y hemos escuchado la voz milenaria de la serpiente llamándonos a dejar al Señor y creernos nuestros propios dioses. Por generaciones, hemos vivido de esta manera y ya no nos damos cuenta de que, muchas veces, aquello que deseamos es justamente la raíz de nuestra insatisfacción. Lo podemos ver en el ejemplo de mi oración por un esposo. Era esa expectativa incumplida la causante de mi decepción y amargura. Pero aun así, creía que esa expectativa sería la que sanaría lo que había causado y que al fin de cuentas lograría satisfacerme. Claramente, era un círculo vicioso sin fin.
Sin importar que tan cristianas creamos ser, no estamos exentas de las tentaciones que nos alejan cada vez más de Dios, ni del grave error de ignorar la Palabra de Dios para la dirección de nuestras vidas. Por eso es importante hablar de estos temas, darnos cuenta de lo que hemos estado haciendo mal y estar alertas, porque los ídolos de este mundo nos van llevando poco a poco a desviarnos del camino y, cuando menos lo pensamos, estamos perdidas. Esto es justamente lo que le pasaba al pueblo de Israel una y otra vez. Por eso, en una ocasión, Dios mandó un mensaje a Su pueblo a través de Moisés: «Habla con los hijos de Israel, y diles que ellos y sus descendientes deben ponerse franjas en los bordes de sus vestidos. En cada franja de los bordes deben poner un cordón de púrpura. Esa franja les servirá para que, cuando la vean, se acuerden de poner en práctica todos mis mandamientos, y para que no se fijen en lo que ven o en lo que piensan, para que no se prostituyan. Les servirá para que se acuerden de todos mis mandamientos y los pongan en práctica, y se consagren a mí, su Dios».
(Núm. 15:38-40)
Dios hablaba de prostituirse porque, cuando ellos iban tras los ídolos, el pueblo dejaba de serle fiel. Él había establecido un pacto que requería la obediencia de Israel, y el servicio a otros dioses era representado como una infidelidad matrimonial. Ellos ignoraban que eran un pueblo apartado y se comportaban de la misma manera que los demás. Dejaban de escuchar y obedecer a Dios para someterse a nuevas formas de vivir opuestas a lo que había establecido claramente a su Palabra.
Me llama muchísimo la atención cómo fijarse en lo que veían o pensaban los otros pueblos idólatras los llevaba a quitar la mirada de la Palabra de Dios. Si ponemos atención, eso es lo mismo que sucedió en el Edén y es lo mismo que nos sucede hoy. No podemos confiar en nuestros deseos ni en lo que nos parece agradable y beneficioso. Buscar independencia de Dios y tratar de seguir nuestro corazón como lo dice el mundo siempre nos llevará a ir en contra de Su voluntad y directo a la esclavitud.
Por eso, el mandamiento de ponerse esas franjas visibles era para que no solo pudieran recordar, sino también obedecer los mandamientos establecidos por Dios. De la misma manera, tú y yo debemos ser intencionales en procurar tener la Palabra de Dios cerca en todo momento, porque lo cierto es que podemos desviarnos con facilidad cuando quitamos nuestro enfoque del Señor. Debemos tener cuidado de no entregar nuestra devoción absoluta a ningún rey humano, mucho menos creernos las reinas soberanas de nuestras propias vidas. Ningún ídolo o supuesto rey humano podrá darnos la satisfacción, el gozo y la paz que solo el Señor puede brindarnos. Es verdad, queremos un rey, pero ese rey se llama Jesucristo y es el Rey de reyes y Señor de señores (Apoc. 17:14).
Evidentemente, el pecado siempre se nos presentará de una manera agradable, lo cual hace difícil resistirlo, aun teniendo algún conocimiento de la Palabra de Dios. Esto es especialmente difícil cuando no entendemos la profundidad del pecado y sus consecuencias.
Tener en claro la verdad de Dios y los efectos del pecado, nos ayudará a resistir e identificar cuando nos encontremos bajo peligro. Pero es necesario primero verlo por lo que es y profundizar en todas aquellas maneras en las cuales nos ha perjudicado.
de Edyah Barragán de Ramos.
En cierta ocasión, mientras esperaba en una cafetería a unos amigos que recibirían una sesión de consejería, me percaté que frente a mí estaban dos personas hablando de Dios, siendo sincero al principio era interesante lo que decían, por lo cual puse atención para escuchar a detalle sus opiniones, sin embargo, la conversación comenzó a tornarse acalorada pues ambos defendían su posición como la verdad absoluta. Para expresarme mejor y puedas entenderme, vamos a ponerle nombre a los dos sujetos; Juan y Jacobo.
Juan dio un golpe con el puño sobre la mesa y le increpó a Jacobo Te digo que el hombre está totalmente corrompido en cada aspecto de esta vida, está contaminado por el pecado, por lo que los seres humanos somos incapaces de venir a Dios por nuestra propia voluntad, por eso Dios nos elige para salvarlos basado enteramente en Su soberana voluntad, no en alguna otra cosa inherente a nosotros . Del otro lado de la mesa nuestro contendiente Jacobo, tomó aire, agarró el canto de la mesa con ambas manos y exclamó ¡Estoy de acuerdo que todo está contaminado por el pecado, pero no al extremo de que sea incapaz de tener la fe en Dios! de hecho, es posible por la gracia anticipada de Cristo que todos los que somos pecadores, estamos siendo atraídos a Cristo para poder elegir la salvación . Juan replicó de inmediato: ¡Entonces se malbarata la gracia de Dios! No puedo entender como piensas que Cristo murió por todos, Él es soberano y Él murió solo por sus elegidos, si Dios llama a una persona a la salvación, esta persona inevitablemente llegará a la salvación. A lo que Jacobo respondió - ¡Y a mí me sorprende que pienses que seamos como robots! que una persona elegida por Dios, perseverará en la fe y nunca negará a Cristo o se apartará de Él. Un creyente en Cristo puede desde su libre albedrío, alejarse de Cristo y, por lo tanto, perderse de las bendiciones de Dios, pero nunca su salvación.
Tú que me lees, quizá estás a favor de la opinión de Juan o quizá piensas similar a Jacobo y no es mi objetivo que tú y yo comencemos un debate similar al de nuestros contendientes, sin embargo, me gustaría compartir contigo unas preguntas que en su momento me hicieron reflexionar ¿Quién tiene la razón? ¿Quién ganará la discusión? ¿Quién tendrá los mejores argumentos? Si creo en una o en otra posición, ¿no me estaré perdiendo de las bondades de alguna? ¿Será bueno encontrar un punto medio? al final todos somos parte del cuerpo de Cristo.
A mi parecer, vale más la opinión de Dios, por ende, busquemos a Dios con todo nuestro corazón y que Él nos muestre en el lugar que nos quiere tener, mientras más conozcamos a Dios, conoceremos la verdad.También quiero recomendarte un libro llamado #NO HAY OTRO en este libro, #JOHN MACARTHUR nos muestra que la mejor manera de descubrir al único Dios verdadero es mediante el estudio cuidadoso de las Escrituras, en las que Dios ha elegido revelarse a sí mismo. Y por si te lo preguntas, sí, la charla de nuestros contendientes siguió, pero al final ambos terminaron su café, pidieron cuentas separadas, tomaron sus Biblias y se despidieron con un abrazo; mientras yo disfrutaba de un café con el sol de otoño sobre mi rostro.
Los latinoamericanos somos muy expresivos. Cuando estamos felices reímos a carcajadas. Cuando nos sentimos enojados seguramente alzaremos la voz; cuando estamos tristes, muchas veces lloramos con profundo pesar, pero en otras ocasiones solemos aislarnos y no expresamos nuestro dolor. La felicidad es una emoción muy bien recibida, no así la tristeza. ¿Por qué será? Quizá porque se nos ha enseñado que debemos buscar la felicidad en nuestra vida, quizá nos hemos centrado en ser felices siempre. Sin embargo, aunque parezca un deseo totalmente loable debemos estar conscientes de que no es realista y tampoco es algo que podamos alcanzar en esta tierra. Si por las noches hacemos remembranza de las emociones que predominaron en nuestro día, seguramente nos daremos cuenta de que no fuimos felices al 100%. Probablemente experimentamos más emociones, en diferentes momentos y más de dos veces en el día. Dios nos creó con emociones, son parte de nosotros. Las emociones no son malas, con ellas podemos darnos cuenta de lo que nos gusta o nos disgusta, lo que nos hace sentir cómodos o incómodos. Las emociones en muchas ocasiones apuntan a lo que hay dentro de nuestros corazones. Si alguna de ellas está predominando en nuestro diario vivir, quizá sea un buen tiempo para hacer una introspección a nuestro corazón y ver a fondo qué es lo que está presente en él.
Entonces, si las emociones son buenas porque Dios nos creó con ellas y porque con ellas podemos muchas veces conocer un poco más nuestro corazón, ¿Por qué no nos sentimos cómodos cuando estamos tristes? ¿Por qué nos aislamos y escondemos nuestras lágrimas de aquellos que nos rodean? Culturalmente es más aceptado estar felices que estar tristes, por eso es común que cuando alguien nos dice que está triste nosotros buscamos por todos los medios quitarles la tristeza de encima. Hacemos lo que está a nuestro alcance para que ellos dejen de sentirse como se sienten y entonces vuelvan a sonreír y a ser felices una vez más.
No obstante, aunque no debemos perpetuar la tristeza en los corazones de las personas, ni en el nuestro, si es importante escuchar el por qué de su pesar. ¿Por qué se están sintiendo tristes? ¿Dónde es que están poniendo su esperanza? ¿Qué es lo que abate su alma? Nosotros, que seguramente hemos experimentado la tristeza, podemos acercarnos a ellos y hacer buenas preguntas, pero sobretodo, recordarles las buenas noticias del Evangelio.
Hay un tiempo para todo, para reír y para llorar, y esos tiempos en los que las lágrimas brotan cual manantiales de otras personas, nosotras que estamos cerca de ellos, tenemos la oportunidad y la bendición de poder escucharlos, abrazarlos, limpiar sus lágrimas y acompañarlos en oración para que puedan entregar todo aquello que está lastimando sus corazones, delante de la cruz de Cristo.
Podemos llorar lágrimas valientes, que no se avergüenzan de salir y dejar saber al mundo que un corazón triste está, pero confiado en Dios en que su dolor algún día cesará.
Te recomendamos leer Lágrimas valientes de Aixa de López.
¿Te has preguntado quién es el Dios de Israel? Como cristianos es fundamental que sostengamos y mantengamos una comprensión precisa del Eterno para tener una sólida declaración de fe y de su Palabra, pero tristemente tenemos una imagen muy diminuta y superficial de Dios. Esto se debe a que constantemente pasamos por alto las palabras y enseñanzas de Dios en su contexto, o peor aún, decimos conocerlo, pero nuestro corazón es incapaz de percibir las realidades espirituales.
Las Escrituras afirman que Dios es Creador, Sustentador, Omnipotente, Omnisciente… pero antes de abordar estas verdades necesitamos conocer lo que Dios dice de sí mismo. En el cántico de Moisés, está escrito “Él es la Roca, sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Dios es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo.” (Deut. 32:4), Este es el cántico que habla de la grandeza del Eterno, pero ¿Qué quiso decir Moisés con que Dios es Fiel? El termino en hebreo es Emunah el cual a menudo se traduce como fe o fidelidad, pero esta manifestación de Dios es aún más amplia.
Esta palabra contiene el concepto de firmeza, apoyo o persistencia, que es activo y sin fin. Ilustrando lo anterior, podemos expresarlo como los brazos de los padres que sostienen firmemente a un bebe indefenso los cuales expresan total confiabilidad; Así mismo, este término es empleado para describir la firmeza de los brazos elevados de Moisés durante la batalla con Amalec.
Al igual que los brazos de un padre y los brazos de Moisés, el Eterno demuestra su firme amor y lealtad aun para aquellos que le han rechazado.
Esto no quiere decir que la fidelidad de Dios sea superior a su justicia, Dios obra en misericordia aun al ejecutar sus juicios, tal es el caso del exilio de Israel. El Eterno llevó a cabo su juicio exiliando a su pueblo a Babilonia por sus pecados, pero ello no implico un abandono o una suplantación, sino que Dios mismo se exilió junto con su pueblo con el fin de preservarlos, fue Fiel y mantuvo su Palabra firme, pues escrito está “El Señor va delante de ti; Él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te intimides” (Deut. 31.8). Ezequiel recuerda con seguridad, en medio de su aflicción, la misericordia de Dios, por ello con confianza declara “rabbah emunatekha” ¡Grande es tu Fidelidad!
Conocer la fidelidad de Dios nos debe impulsar a buscarle constantemente en los tiempos buenos y malos, por ello Tony Evans a través de su libro “Dios hará algo Grande” nos guiará de forma concisa a través de la voluntad del Eterno, a confiar en sus caminos y a dejar nuestra vida en sus manos.
¿Cuál es la importancia de un nombre? Para la sociedad de hoy, nombrar a un niño recién nacido es solo cuestión de moda o popularidad, buscando originalidad, pero sin esencia o sentido. Así, pues, uno se deja influenciar por su personaje o artista favorito, o por la simple razón de “suena bonito”. El mero ejercicio de dar nombre, ahora solo es para poder diferenciar a una persona de otra como a un objeto o tan efímero como clasificarlo con un número – Tu serás 00234 y tu 00236 –. Los nombres son importantes ya que intervienen dos factores: El que nombra ejerce autoridad y el nombrado recibe personalidad.
Como ejemplo, Adán es el encargado de nombrar a los animales en Génesis, pues Dios mismo le pidió que señoreara sobre ello, a uno de estos animales le nombró Hamor que traducido es Asno, y contario a lo que se le denomina al animal, este tenía por significado “materialismo”, pues era empleado como una bestia de carga y estaba asociado con la paz y la humildad, por ello su relación con Isaac y el Mesías, pues ambos montaron sobre un asno que los llevaría como sacrificio. Así pues también los nombres propios como Yehoshúa (Dios es Salvación) denotaban significado, ya sea en el papel o finalidad de la persona, o como profecía en la historia.
Por consiguiente, ¿Cuál sería la importancia de los nombres de Dios? Principalmente sus nombres nos reflejan varios aspectos de su carácter; del mismo modo revelan el vínculo íntimo que Dios tiene con su pueblo. De todos los nombres excelsos del Eterno, nos centraremos en uno de los más formidables y misteriosos. La principal premisa de la Teología es que Dios existe, y las Escrituras lo declaran. Así pues esta realidad afirma el monoteísmo, y el reconocimiento de ser el Dios Vivo.
El término en hebreo es Elohim Jai; en el periodo bíblico, era el distintivo por excelencia del verdadero Dios, pues la idolatría, y la competencia entre deidades, era lo que permeaba en la sociedad. Lo que es destacable es que este Nombre de Dios comúnmente va acompañado del atributo “Emet” (Verdad) como en Jeremías 10:10. Esta palabra, que comparte raíz con Emunah (fidelidad), tiene el sentido de confianza y dependencia, y a su vez armoniza con la realidad y lo existente. La verdad solo puede ser conocida a través de la revelación Divina. El Dios de Israel es un Dios Vivo, cercano a su creación, presto en el auxilio y defensa de su pueblo «por amor a Su Santo Nombre» (Salmo 31.3).
El Dios Vivo y Supremo, se revela a sí mismo a la humanidad a través de su Palabra y lo que aprendemos y manifestamos al internar su Verdad, nos encamina a amarlo, alabarlo y a Confiar en Él.
Sin duda, un recurso que te ayudará a meditar en su fidelidad, es el Devocional “En ti confiaré” el cual te ayudará a pensar bíblicamente acerca del Dios fiel, dándote esperanza y a motivarte a nunca dudar ni temer, pues Dios tiene el control y un propósito para Su Gloria.
La Biblia abunda en claras y, con frecuencia, severas advertencias; Dios advirtió a Adán y Eva acerca de lo que les costaría comer del fruto del árbol prohibido. Advirtió a sus hijos cuando iban a enfrentar nuevas tentaciones con su llegada a la tierra prometida. Jesús advierte seriamente a los fariseos que se creían justos y advierte a sus discípulos cuando les delega su misión. Y existen duras y temibles advertencias para los creyentes; algunas de las más fuertes se encuentran en una serie de pasajes en Hebreos (2:1-4; 3:7–4:13; 5:11–6:12; 10:19-39; 12:14-29).
Están ahí porque Dios es fiel y porque Él nos ama. Una advertencia no es juicio. Si lo único que Dios buscara fuera juzgarte, no te advertiría primero. Los padres advierten constantemente a sus hijos. Primero nos advierten acerca de no tocar la estufa caliente, de lo que es seguro comer y lo que es peligroso. Años después acerca de los peligros de la Internet, redes sociales e incluso sobre la tentación sexual. Cada una de esas advertencias están motivadas por el tierno amor de padres. Una de las formas en la que experimentamos la paternidad de Dios es mediante su compromiso incansable de advertirnos acerca de los diversos peligros de la vida en este mundo caído. Con cada advertencia, nuestro Padre celestial nos demuestra su amor por nosotros. Cada advertencia demuestra su paciencia, su fidelidad, su sabiduría, su gracia. Cada advertencia nos recuerda su cuidado. Cada advertencia nos enseña de nuevo que Él está listo y dispuesto a perdonar y a restaurar. Cada advertencia es un llamado a confiar en Él y a seguirlo por la fe. Cada advertencia nos recuerda que nuestro Padre es infinitamente más inteligente que nosotros. Él realmente sabe más que nosotros y nosotros haríamos bien en escucharlo y obedecerlo. En cada área de nuestra vida, Dios nos bendice con advertencias que sirven de protección y prevención. Lo hace porque nos ama y porque conoce la propensión de nuestro corazón. ¡No desearías ser como el niño pequeño que rehúsa escuchar las advertencias de mamá y se quema el dedo con la puerta del horno!
Dios nos ama y por ello ha incluido advertencias en su Palabra. Con un cuidado paternal dice: “No mires eso, no digas eso, no desees eso, no hagas eso, no elijas eso, no ames eso, cuidado con eso”.
Tomar la Biblia con seriedad en tu vida diaria significa vivir conforme a la protección que te ofrecen las advertencias de tu Padre celestial. Como estudiante, jefe, padre o madre, cónyuge, trabajador, vecino, ciudadano, hombre o mujer, joven o anciano, profesional u obrero, en la vida ministerial o cotidiana, en privado o en público, ¿en qué no has logrado someter tu corazón y tu vida a las advertencias amorosas de Dios?
A ti y a mí nos convendría resistir aquellas ideas de que en algunas áreas de nuestra vida somos más listos que Dios y que desatender sus advertencias sabias y amorosas no va a costarnos. Él no solo te advierte, sino que te equipa con la gracia que necesitas para vivir dentro del marco de sus advertencias.
Cuando escucho la palabra milagro lo primero que se me viene a la mente es cuando Jesús multiplicó los panes, cuando se abrió el Mar Rojo, ¡Cosas espectaculares o maravillosas! sin embargo, hay otro tipo de milagros que vienen del dolor mismo, que solo los que han vivido una enfermedad o la de un ser querido pueden entender la dimensión de este tipo de milagros.
Un matrimonio con tres hijos vivía una vida aparentemente normal. Su rutina era como la de muchas de nosotras, van a la iglesia los domingos, comen todos juntos, los hijos van bien en la escuela; quizá a nuestros ojos sería una familia perfecta, sin embargo, en la intimidad de su hogar sucedía algo que aún era desconocido para ellos. Una de sus hijas; la de en medio, comenzó a tener malestares físicos, se encontraba cansada, vomitaba todo lo que comía y tenía un fuerte dolor en el estómago, el dolor era constante e insoportable por lo cual sus padres la llevaron al hospital. La niña tuvo que ser hospitalizada de emergencia en donde detectaron una enfermedad muy grave e incurable. ¿Te imaginas atravesar por una situación similar? Si fuera tu caso seguramente te sentirías devastada e intentarías hacer todo lo que puedas para mejorar la calidad de vida de tu pequeña, sin embargo, te das cuenta de que nada de lo que los médicos hacen funciona, incluso puedes llegar a perder la fe en Dios; al que le oras todas las noches pidiendo por la sanidad de tu hija.
La decepción te inunda que olvidas el poder sobrenatural de Dios, haciendo que tu vista se nuble pensando que ese Dios se ha olvidado de ti y de tu familia, pero en realidad no es así.
No quisiera arruinarte el final de esta historia porque me gustaría que leyeras el testimonio de la familia, sin embargo, puedo adelantarte que hoy, al igual que la familia Beam, puedes dar gracias a Dios por tu vida y por toda situación en la que Él ha estado a tu lado.
Los milagros existen y crecen cuando actúa la esperanza, habrá ángeles vestidos de hombres que nos ayudarán a encontrar el camino, no se trata de seguir una religión, o arreglar nuestra vida para recibir el favor de Dios, sino que Dios actúa muchas veces sin darnos cuenta, y que en cada acción que hacen los demás por nosotros puede ser un milagro que nos está sucediendo, porque los milagros son mucho más simples de lo que pensamos.
¿Alguna vez has pensado que Dios se ha olvidado de ti? o ¿Has pensado en la razón por la cual Dios te permite atravesar por situaciones difíciles? Sin duda todas en algún momento nos hemos sentido así, sin embargo, Dios es fiel y a pesar de lo que nosotras podamos creer, Él con cada prueba tiene un plan maravilloso.
Te invito a leer “Milagros del cielo” este testimonio te animará a seguir confiando y creyendo en que los milagros pueden suceder.