Revista Contraluz #39

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s pretencioso escribir un artículo que generalice sobre la visión femenina a través del objetivo fotográfico. No tenemos todos los datos. No hay suficientes estudios. No tenemos el corpus completo. Aún hay que sacar de las sombras a mujeres fotógrafas, o ponerlas en valor frente a sus compañeros pertenecientes al mismo movimiento artístico, cultural o periodístico; quienes reconocieron su valía y trabajaron con ellas, incluso valorando la calidad de algunas de sus imágenes por encima de la propia. Es pretencioso, y hasta puede resultar ridículo intentar encontrar las claves que expliquen lo que diferencia en fotografía a las imágenes realizadas por mujeres de las realizadas por hombres, si es que existe. Por eso, voy a expresar únicamente mi mirada sobre su mirada, la visión de una mujer sobre otras; y espero que mi subjetividad pueda al menos suscitar alguna reflexión o un pequeño debate.

FOTÓGRAFAS: LA MIRADA FEMENINA CHUSA GARCÍA CAMÓN

«Hampton Institute, clase de geografía». Frances Benjamin Johston

En primer lugar, quiero recordar a las pioneras. A esas mujeres que, a mediados del siglo XIX y con la fotografía recién descubierta, se lanzan a los caminos, cámara en ristre, ¡y vaya con el peso de las cámaras y el instrumental necesario!. Van de ciudad en ciudad anunciándose en los periódicos, viviendo en pensiones y fotografiando en azoteas. Es curioso el sentido paternalista que nos hace pensar siempre en la mujer sujeta, dominada, incapaz de realizarse hasta hace poco tiempo. Y ellas van y se saltan todos esos obstáculos. Eso sí, son extranjeras o se hacen pasar por ello, colocando el título de “madame” o “madama” sobre apellidos tan españoles como Sanz. Pienso que estaban deseando saltarse los límites a la menor oportunidad. Así, por ejemplo, cuando en nuestra ciudad, Pamplona, se permite a las mujeres estudiar en la Escuela de Artes, allá por 1874, ellas se lanzan al estudio y tienen que ponerles un profesor especial, Mariano Sanz y Tarazona. Se guarda en el Archivo Municipal una fotografía de mosaico de todas las alumnas de ese primer curso, rodeando a su profesor, en la que aparecen desde mujeres hechas y derechas, a niñas que posan con sus muñecas. Era la oportunidad de hacer algo nuevo y no había que desaprovecharla. Tal vez pasó lo mismo en la fotografía: nuevos inventos, nuevos caminos, nuevas oportunidades. Porque, ¿dónde estaba escrito que una mujer no podía dedicarse a la fotografía? Me admira la valentía con la que algunas mujeres fotógrafas supieron enfrentarse al entorno hostil de los críticos de su época, como la archiconocida Julia Margaret Cameron. Ese pasar por encima y seguir adelante creando su obra, dejando visibles sus ideas sobre cómo mostrar la belleza del ser interior a través de sus rasgos exteriores. Ese desdén hacia la supuesta corrección técnica, esas huellas dactilares que no veía porque estaba pendiente de la expresión del modelo, apasionadamente creadora. O la desfachatez para la época de Frances Benjamin Johnston (1864-1952) retratándose vestida de hombre, o con la Derecha: «Colletia Cruciata 2, 1929». Imoghen Cunnigham

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