Revista Cazamoscas Año 4 - No. 6 |Febrero - Junio 2010

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Marcela Duque Ríos

determinación. Esa respuesta se está convirtiendo rápidamente en el canon de la “corrección política”; es más, se convierte en un axioma que ya no es necesario explicitar, en el prolegómeno a cualquier deliberación posterior, la piedra angular de la doxa: no en un conocimiento en sí mismo, sino en la asunción tácita, no pensada, de todo pensamiento que lleva al conocimiento (...)2 La identidad, entonces, pareciera ser el eje central del análisis en los discursos multiculturalistas, es decir, la identidad en esta época, en las peripecias de este tiempo, resulta ser una espada de doble filo que es, (...) un grito de guerra que se usa en una guerra defensiva: un individuo frente al ataque de un grupo, un grupo más pequeño y débil (y por este motivo amenazado) frente a una totalidad mayor y con más recursos (y por esa razón amenazadora) (...)3 Por lo que, cuando la espada de la identidad se empuña de un bando, el más fuerte, se desea, desde allí, que la presencia de 2 BAUMAN, Zygmunt. Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil, Madrid: Siglo XXI, 2003. p. 148. 3 Ibíd., p. 12.

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las diferencias sea aceptada como algo inevitable y duradero, mientras en el trasfondo subyace la obstinación por una premisa en la que éstas diferencias no son lo bastante relevantes como para impedir la lealtad y permanencia de una totalidad mayor, que abarcaría y alojaría en su regazo todas esas diferencias y a los hombres que las portan. En este orden de ideas, la identidad y las batallas que de ella se desprenden, “(...) no pueden llevar a cabo su labor de identificación sin dividir tanto, o más, de lo que unen. Sus intenciones inclusivas se entremezclan con (o más bien son complementadas por) las intenciones de segregar, eximir y excluir (...)” (Bauman, 2003, p. 12) de lo que se sigue que la concepción del multiculturalismo sugiere la cerrazón de las culturas en sí mismas y su solapamiento con poblaciones igualmente cerradas, así sólo sea por razones espirituales. El multiculturalismo, entonces, es el disfraz o excusa de la retirada de la élite culta, que desde la llegada del estado moderno se había considerado, para bien o para mal, en la vanguardia, lo avante de la nación, cuestión que cambia en la actualidad, en la que este sentido de misión colectiva del avance rápido de la nación, se ha abandonado casi totalmente, (...) como si y aplauden multiculturales somos libres

quienes alaban las divisiones quisieran decir: de convertirnos


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