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La distinción analítico/sintético: una crítica desde Quine

Gabriel Eduardo Vargas Duque

sintéticos a priori se refieren a hechos en el mundo al igual que los juicios sintéticos. No obstante, son verdaderos en una forma muy distinta de la que lo son los juicios sintéticos. En otras palabras, los juicios sintéticos a priori no son verdaderos en virtud de lo que dicta la experiencia, mientras que los juicios sintéticos a secas, sí. Por otro lado, comparten con los juicios analíticos el hecho de que son universales y necesarios. Universales porque no tienen excepciones y necesarios porque son un requisito para la experiencia. Decir que son un requisito para la experiencia significa que son anteriores a ésta. Todo esto implica, como Kant lo afirmó, que son necesariamente verdaderos y anteriores de toda experiencia (a priori)3 .

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CRÍTICA A LA DISTINCIÓN ANALÍTICO / SINTÉTICO

Como ya anoté, la distinción analítico/ sintético ha sido enunciada primero por Kant. Esta distinción es un punto central en su teoría epistemológica. Por ello, todas las críticas que se dirijan a ella son muy peligrosas para la teoría kantiana.

En líneas generales podemos enunciar dos tipos de críticas que tratan de socavar esta distinción kantiana. La primera se ocupa de mostrar que las definiciones que ofrece Kant, tal y como las ofrece, no son adecuadas. La

3 Kant muestra que hay juicios sintéticos a priori en la Introducción parte V y en B 15-B 16 p. 51-2. segunda, mucho más destructiva, intenta mostrar que la distinción analítico/sintético no tiene bases, es vacía.

El primer tipo de críticas consiste en acusar a Kant de ofrecer criterios psicologístas para distinguir entre analítico/sintético. A este tipo de objeción se puede responder formulando las definiciones kantianas en términos no-psicologístas. Este se podría considerar como un ataque lateral a la distinción4 .

El segundo grupo de crítica es mucho más insidioso. Se formula aceptando la distinción analítico/sintético en términos no-psicologístas5, para luego mostrar que tal distinción es espuria. Este tipo de crítica se dirige de manera frontal a la distinción. Veamos esta crítica:

En un artículo ya clásico, Dos Dogmas del Empirismo, Quine afirma que la distinción analítico/sintético es vacía. Según este filósofo la noción de analiticidad se explica mediante la relación de sinonimia que tienen las palabras. Así, la oración analítica ‘todos los solteros son no casados’ se funda en la suposición de que las palabras ‘soltero’

4 A estas críticas ya me referí en el trabajo titulado: ¿Hay juicios sintéticos a priori?, entonces, por razones de economía, no extenderé en explicaciones sobre este punto. 5 Realmente Quine critica la distinción clásica de Ayer sobre analítico/sintético, que no es susceptible de las mismas objeciones que se proponen a la distinción kantiana (entre ellas la acusación de psicologísmo).

La distinción analítico/sintético: una crítica desde Quine

y ‘no-casado’ significan lo mismo. Pero, ¿Cómo podemos saber que dos oraciones significan lo mismo?

Para explicar lo que es el significado podemos tratar de usar un ejemplo: sabemos que enunciados como ‘todas las mesas son mesas’ y ‘todos los solteros son no-casados’ son verdaderos. Pero, ¿Cómo sabemos que son verdaderos?

Una respuesta a esta pregunta la puede brindar Quine. En el primero de los casos diría que la oración es verdadera, porque corresponde a una estructura lógica. Este tipo de oraciones no tienen problema para Quine, pues sabe de antemano que son tautologías. Según Quine,

Si suponemos un inventario previo de partículas lógicas, con ‘no’ y otras formas de negación, ‘si’, ‘entonces’ (en sentido ilativo, no temporal), ‘y’, etc., puede decirse en general que una verdad lógica es un enunciado que es verdadero para cualquier interpretación de sus componentes que no sean partículas lógicas (Quine, 1984. P, 52-3).

Con esta definición Quine afirma que las tautologías pueden caracterizarse de manera que no haya que recurrir a nociones intencionales (como sinonimia y significado). La definición que propone para ellas es puramente extensional. De este modo, se pueden derivar verdades con sólo cambiar las partículas extra-lógicas.

De este modo, la primera oración es verdadera porque cuando sustituimos sus términos por cualquier otro término, sin cambiar las partículas lógicas, la oración continúa siendo verdadera. Así, la oración ‘todas las mesas son mesas’ corresponde a la estructura formal ‘todos los p son p’. Si remplazamos p por cualquier otro término la oración mantiene el mismo valor de verdad. En cuyo caso, si es verdad que ‘todas las mesas son mesas’, entonces la oración correspondiente ‘todas las sillas son sillas’ también es verdadera, debido a que corresponde a la misma forma lógica ‘todos los p son p’.

No obstante, no ocurre lo mismo con la segunda oración. Al reducir esta oración a su estructura lógica queda así: ‘todo p es q’. En donde p representa el término soltero y q el término no-casado (obsérvese que no se puede decir que los dos términos corresponden a p porque eso sería asumir lo que se tiene que probar). De este modo, si remplazamos los términos p y q por cualesquiera otros términos, la oración resultante no será necesariamente verdadera. Para decir que la segunda oración es verdadera necesitamos afirmar que el

Gabriel Eduardo Vargas Duque

término ‘soltero’ significa lo mismo que el término ‘no-casado’. Es decir, convertir la forma lógica de la oración en ‘todo p es p’.

Para lograr este objetivo tenemos que valernos de la noción de sinonimia. Habrá que afirmar que los términos ‘soltero’ y ‘nocasado’ son sinónimos, para que la oración analítica sea necesariamente verdadera. Sin embargo, hay un problema. Al realizar este procedimiento se recurre a la noción de sinonimia que es intencional y Quine no acepta ninguna noción intencional como fundamento. Según Quine, las nociones intencionales no explican nada, porque no describen un estado de cosas, no se refieren a nada en el mundo.

Quine ataca el dualismo al igual que Carnap. Carnap, para superar el dualismo que presenta la palabra sinónimo, intentó explicar el concepto de analiticidad en términos de descripciones de estado. Según Carnap, o bien dos enunciados o bien dos términos son equivalentes si son ‘verdaderos de las mismas cosas’. No obstante, este proyecto fracasó, debido precisamente a que si se define la analiticidad de esa forma, termina convertida ella misma en una oración sintética. Esto se ve claramente con el ejemplo que trae Quine: los enunciados ‘criatura con riñones’ y ‘criatura con corazón’ son verdaderos de las mismas cosas (es decir, se aplican a las mismas entidades), pero no son sinónimos. De igual forma, se puede afirmar que aunque los términos ‘soltero’ y ‘no-casado’ se apliquen a las mismas entidades, eso no quiere decir que sean sinónimos. Así, no puede afirmarse mediante este recurso que la oración ‘todos los solteros son no-casados’ es analítica. En breve, la analiticidad no puede ser explicada por la noción de sinonimia. Del mismo modo, la analiticidad no puede explicarse por la noción de significado.

Según Quine, la explicación tradicional de analiticidad apela a la noción de significado, pero esta noción tiene que ser cosificada para que pueda servir como explicación. De inmediato este dualismo debe ser rechazado como un error craso. Pero, ¿Por qué es un error cosificar los significados? Porque eso sería aceptar que hay por ahí significados a la manera de mesas o sillas. Eso es una idea ininteligible y, por tanto, difícil de aceptar.

De otro lado, Quine intenta convertir la noción de analiticidad en una verdad lógica, mediante el recurso de caracterizar la sinonimia en términos de la definición. Sin embargo, este recurso falla, ya que la definición proporcionada por los diccionarios está presupuesta por el uso. Esto se explica porque las definiciones plasmadas en los diccionarios son transmitidas por investigadores que recogen las definiciones del uso, en cuyo caso la sinonimia se establece por el uso. Pero lo que se requiere es un análisis lógico

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que nos permita dar una explicación de la sinonimia y no información acerca del uso de las palabras. Quine también rechaza la idea de que se pueda decir que una afirmación es sinónima de otra por estar definida en términos estipulativos, pues la clase de sinónimos que se presentan en los enunciados analíticos no son estipulativos. De este modo, la definición requiere de la noción de sinonimia para ser explicada y, por tanto, se cae en un círculo vicioso.

Como último recurso Quine trata de caracterizar la sinonimia en términos de la intercambiabilidad. Trata de mostrar qué pasaría si se intercambian frases completas que mantengan el mismo valor de verdad de la frase original. Pero otra vez este recurso falla, porque si dos expresiones se intercambian tienen que recurrir a la noción de sinonimia para intercambiarse y mantener el valor de verdad de la frase original. De este modo, remplazar la frase ‘todo soltero es no-casado’ por ‘ningún hombre no casado es casado’ es recurrir la noción de analiticidad antes de explicarla. Nuevamente estamos en un círculo.

En conclusión, de acuerdo con el análisis de Quine, el concepto de significado es vacío y, por tanto, no funciona para hacer la distinción. Para defender esta posición, Quine muestra que la noción de significado es un vestigio cartesiano que expresa un dualismo inadecuado. El punto de Quine es que si apelamos a la noción de significado para explicar la analiticidad, entonces estamos apelando a una noción que es oscura. Por tanto, no podemos justificar la analiticidad en términos de significado, hasta que no expliquemos lo que es el significado. Pero, del mismo modo, el significado tiene que ser explicado en términos de analiticidad y esto genera un círculo. Lo mismo ocurre al apelar a las nociones de sinonimia, definición o intercambiabilidad. Así, según Quine, si la analiticidad tiene que ser explicada en términos de significado, sinonimia, o definición, entonces no hay nada que podamos llamar analítico. Por otra parte, la exigencia que pone Quine de explicar la identidad de significado o sinonimia en términos de la intercambiabilidad de los términos sinónimos, tampoco puede satisfacerse. Por tanto, la distinción analítico/sintético es vacía.

Por último, si la distinción analítico/ sintético es vacía, entonces la propuesta kantiana de juicios sintéticos a priori también lo es. Esto debido a que tales juicios son una mezcla que se funda precisamente en esa distinción.

Gabriel Eduardo Vargas Duque

Referencias

AYER, Julios Alfred. Lenguaje, Verdad y Lógica. S.l.: Ed. Martínez Roca S.A, 1916.

KANT, Immanuel. Crítica de la Razón Pura. Barcelon: Editorial Alfaguara, 1999.

QUINE, Willard Van Orman. Desde un Punto de Vista Lógico. S.l.: Editorial. Orbis S.A., 1984.

Primer seminario CIFCCA Conservación de las ideas filosóficas y culturales de Caldas

Jhon Alexander Isaza Echeverry

Dos obsesiones, dos olvidos, en el perdido “Meridiano cultural”: Revista Siglo 20 y Revista Literaria Manizales1

Jhon Alexander Isaza Echeverry2 Universidad de Caldas, Colombia.

E-mail: Jhon_isaza4321@hotmail.com

1 Salvo algunas ligeras modificaciones, este texto corresponde con el presentado en el PRIMER SEMINARIO CIFCCA. Dado que el lector de Cazamoscas sólo puede tener acceso a él y no a los demás trabajos presentados en el evento, bien vale advertir que el texto no es más que un fragmento de la investigación que desde hace aproximadamente un año el Equipo CIFCCA adelantada alrededor de la historia de la cultura caldense (Nota del editor). 2 Profesional en Filosofía y Letras, Universidad de Caldas. Estudiante de la Maestría en Filosofía: línea en estética y filosofía del arte, Universidad de Caldas. Estudiante de Administración de Empresas, Universidad Nacional de Colombia sede Manizales. “(...) Puesto que muchos en el curso de la historia han actuado creyendo en lo que algunos otros no creían, es forzoso admitir que para cada uno, en medida distinta, la Historia ha sido en gran parte el Teatro de una Ilusión.”

Umberto Eco. La fuerza de lo falso

Dos obsesiones, dos olvidos, en el perdido “meridiano cultural”: revista siglo 20 y revista literatura Manizales

Lo que cada cual leerá, no es más que un informe, un relato mal contado, de los hechos que me han parecido especialmente interesantes, que tienen algo que ver con una de las investigaciones que el equipo CIFCCA adelanta y que se presenta aquí en su primaria versión. Pues bien, en lo personal debo advertir que no estoy seguro de que los dos movimientos sobre los cuales deseo llamar la atención obedezcan cada uno a una particular obsesión, y tampoco lo estoy de que ambos hayan sufrido las inclemencias del olvido. Las obsesiones no son más que supuestas, pero del olvido, por más que aún permanezcan vestigios, soy prueba clara. Es más, para subir al escenario de una buena vez un elemento que nos ayudará a ambientar esta y las discusiones venideras, digamos pues que nuestra generación es el reflejo claro de un desprecio por la memoria, y lo que es peor, por cuanto genéticamente más vil, nuestra generación es la prueba clara de que es sobre la memoria propia que gira con mayor fuerza tal desprecio.

Una vez deje enunciados algunos de los movimientos editoriales que fueron centrales en la Colombia cultural de antaño, a los cuales haré alusión sólo para ofrecer una superficial imagen de la fuerte proliferación de ideas, producto quizá, de la envidiable cosecha de hombres cultos, de la cual hoy sólo se recogen bagazos, sólo después de esto, introduciré el tema sobre el cual quiero llamar la atención. Haciendo caso a la creencia de don Jorge Orlando Melo, entendamos pues que la revista cultural aparece en el siglo XVIII, y los primeros ejemplos son ingleses: Spectator, de Joseph Addison (1711-1712), Literary Magazine, de Samuel Johnson (1856), Biblioteca Americana (1823) y El Repertorio Americano (1826-1827) de Andrés Bello; ya a finales del siglo XIX algunas revistas, también internacionales, sirvieron de modelo, de inspiración, a algunas revistas nacionales. Así por ejemplo, la London Illustrated Review o L’Illustration sirvió como modelo al Papel Periódico Ilustrado y Colombia Ilustrada; la Revista de Occidente, de Ortega y Gasset, pudo ser la inspiración de la Revista de las Indias, (1938-1951) y Mito (1955-1962) puede aproximarse a Les Temps Moderns, de Jean Paul Sartre.

Tenemos pues que desde finales del siglo XIX e inicios del XX, el movimiento editorial en Colombia contó con propuestas como: la Revista el Mosaico (1859-1865: 1871-1872), con colaboraciones de Eugenio Díaz, Jorge Isaacs, José David Guarín y Ricardo Carrasquilla; la Revista Gris (1892-1896) dirigida por Salomón Ponce Aguilera y Maximiliano Grillo, con colaboraciones de Baldomero Sanín Cano, Clímaco Soto Borda, Rafael Pombo y Carlos Arturo Torres; todavía a finales del XIX el país contó con las revistas antioqueñas La Bohemia Alegre (1896-1897) dirigida

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