cantemos al Señor
S A L M O
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Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión. En los sauces de las orillas colgábamos nuestras cítaras. Cantadnos nos decían nuestros enemigos, cantadnos nos decían nuestros opresores. Ellos querían que nosotros los divirtiéramos Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extraña. ¡Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me seque la mano derecha! ¡Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías! Señor, toma cuenta de nuestros enemigos cuando decían de Jerusalén: ¡Arrasadla hasta sus cimientos! ¡Capital de Babilonia, criminal, quién pudiera pagarte los males que nos has hecho, quién pudiera estrellar tus hijos contra las piedras!
J e s ú s
Este es un salmo único, especialísimo, y controvertido para la recitación cristiana, si no se eleva a su nivel espiritual, al que tiende el espíritu del creyente por la experiencia de la misericordia divina. Así lo han hecho los Padres, meditando en la vivencia existencial y desgarradora de un pueblo sometido al destierro por sus enemigos,
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B a y a r r i
en el que se puede contemplar a la humanidad entera, sometida como consecuencia del pecado. Salmo de lamentación esperanzada; elegía en la que el salmista en nombre de la comunidad eleva los ojos a Jerusalén, al Templo y en definitiva al Señor, para mover su corazón misericordioso en favor de su pueblo humillado.