buenanueva nº 15

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bn n k e r i g ma

Creo que mi

Redentor vive

Buenanueva

l a t u m b a va c í a

E

ste invierno nos sirve raciones diarias de cielo plomizo y opaco, que cada día parece tener menos de cielo y más de plomizo, como losa atosigante que nos aplasta y aplana. Parece que todo se vuelve frío y yerto —¡qué fríos y solos se quedan los muertos!—, que todo se desploma desde ese plomo celeste y todo se vuelve horizontal como un encefalograma plano. La banca mundial quiebra y muerde el polvo, los ricos se asustan porque no saben dónde están sus cuartos, los pobres siguen sin poder levantar cabeza porque no saben siquiera qué son los cuartos…, y la Señora de la Guadaña sigue impertérrita en su tarea segadora de vidas inocentes en el seno materno o de ancianos deshauciados, en las guerras inútiles, en los hospitales y en las catástrofes sin sentido. Abrimos los ojos y los párpados son ventanas de acero que no nos dejan ver más allá de las narices: oteo si acaso queda algo de esperanza en algún recoveco y en todas las puertas me responden:“Aquí no vive”. 30


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