BuenaNueva nº 42

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si hoy escucháis su voz El pregón solemne, en la santa noche de la Vigilia pascual, concluye llamando a Cristo resucitado «el lucero que no conoce el ocaso»: por eso el Sabio de Israel cantaba que «la quise más (a la Sabiduría que es Cristo) que a la salud y a la belleza, y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso» (Sab 7,10), que es como reza la Iglesia en la oración de vísperas del lunes de la tercera semana: «Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu…».

quien ama a su hermano permanece en la luz ¿Qué luz, pues, se puede ver con la Luz de Dios? Los filósofos, tras estrujarse el cerebelo, concluyen que no se puede demostrar la existencia de Dios con la sola luz de la razón, a lo que los creyentes respondemos que, igualmente, tampoco se puede demostrar que no exista. Bien es verdad que San Pablo, en su Carta Magna, no se muerde la lengua y pone en tela de juicio la perversión moral e intelectual de los paganos que no han sabido ver en la creación la huella bellísima de la mano creadora de Dios (ver Rom 1,18-2,16), «mano» del Verbo por quien todo fue hecho y sin el que no se hizo nada (así Jn 1,3), e igualmente en el grandioso himno de su Epístola a los Colosenses (1,13ss). Nosotros identificamos la luz con el sol: el sol es Jesucristo, luz o sol del mundo, a quien Zacarías, cuando la Virgen María va a visitar a su prima Isabel, recobrando el habla, lo reconoce como el Sol que nos visitaría de lo alto, tal como estaba profetizado desde antiguo (ver Lc 1,68-79); y, de la misma manera que el mundo iniciaría la destrucción de la vida si el sol dejara de lucir, así nosotros no podemos vivir sin esta Luz meridiana que nos ha venido desde el seno del Padre, engendrado «antes de la aurora» (Sal 110,3).

¿qué luz, pues, se puede ver con la Luz de Dios? Jesucristo, luz del mundo, Hijo eterno del Padre, hecho hombre en «la plenitud del tiempo» Por lo demás, toda la creación —para el «oyente de la Palabra», hermosa definición del eximio teólogo del siglo pasado Karl Rahner— refleja trazos de Dios (sin caer en el panteísmo al estilo de Baruch Spinoza con su «Deus sive natura»): el cristiano no tiene dificultad alguna para ver «centellas» de Dios en el Universo. ¡Con qué bello lirismo lo expresó San Juan de la Cruz en su «Cantico espiritual», cuando pregunta a las criaturas

¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado. Y estas le responden:

Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, e, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura. Más de una vez hemos dicho y oído que nuestras almas son «chispas» de Dios (algo así parecido a un soldador eléctrico cuando aplica el soplete para unir dos piezas y saltan multitud de chispas incandescentes…, como la creación de los espíritu angélicos y humanos).

no dejaremos nunca de conocer más y más la inmensidad de Dios como Amor 41


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