BuenaNueva nº 42

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kerigma

Solo el amor es digno de fe, solo el amor tiene la palabra de confirmación y afirmación. Un Dios que nos exigiera perfección nos haría temblar, tremar ante la duda de no ser de su agrado. Pero la confirmación no viene de nuestra valía sino de un amor que antecede a todo lo que existe. Solo un amor así, lleno de misericordia con nuestra condición, primero y gratuito, puede confirmarnos en la existencia, en la vida. Solo ese amor es orientador y no nos hace perdernos. Solo una misericordia amorosa puede abrazar nuestra pobreza y transformarla en don y gracia. Solo un Amor que nos comprenda puede atraernos a Él hasta sacarnos de todos los tugurios de la existencia. Pero tardamos en encontrar este Amor, y alejarse de Él es perderse. “Sí, los que se alejan de ti se pierden” (Salmo 72). El drama humano es entrar en el laberinto al ir buscando a Dios, la felicidad, el amor verdadero. Entonces solo queda el recurso más trágico, el grito del dolor más animal y humano al mismo tiempo, que reclama aquello para lo que está hecho y que se yergue tormentosamente hacia un Tú al que increpa: ¿Dónde estás, oh Tú que duermes? Ese grito religioso que se eleva en medio de una pavorosa soledad existencial: Oh, Dios, sácame del abismo. “Atráeme, Señor, para que vuelva” (Lam 5, 21, 1)1.

Los hombres necesitamos tener fe en un Dios que tenga fe en nosotros, que nos ame, que nos quiera, que nos confirme para no perdernos. “¡Este es mi Hijo amado!” Cuando en la vida hemos escuchado de la boca de Dios estas palabras, como cuando las escuchamos de otro tú, todo queda ordenado2, todo está en su sitio, todo tiene sentido, hasta el sufrimiento… Todo es superable. Solo entonces brota el sí del hombre a su Dios, el sí al amor recibido como confirmación3.

1 “Sí, Señor, atráenos hacia ti, atrae al mundo hacia ti y danos la paz, tu paz. SAN IRENEO, 3,16,6: Già e non ancora, CCCXX, Milano 1979, p. 268 2 SAN AGUSTÍN, Confesiones, XIII, 9, 10: El amor es mi peso, él me lleva dondequiera que voy». 3 Oseas 6, 1-6 “Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos resucitará; y viviremos delante de él”.

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