Awen - Número XII: Bestiario

Page 1


awen

Número XII Junio 2021

revista literaria

#TeamAwen son:

Jorge Morales Corona editor en jefe

Verónica Vidal

editora adjunta traductora del italiano

John González

jefe de redacción

Jair Gauna Quiroz

curador de la galería awen traductor del portugués

Teresa Acosta

traductora del francés e inglés

Liwin Acosta

traductor del francés consultor creativo

Contacto Revista Awen @revistaawen revistaawen@gmail.com

Accede a todo el contenido escaneando el código QR

Diseño y Maquetación

Ediciones Palíndromus Pintura de Portada

Juan Castillo Obra: «Piedad II: Anubis nubil»

Los textos e imágenes que acompañan este número no pueden ser reproducidas bajo ningún motivo sin la autorización del propietario. El copyright pertenece a los creadores.


LA CREACIÓN INDÓMITA. BESTIARIO SENSIBLE Esther Seco

EN UNA ALBORADA UN CACHALOTE Mercis Martínez

Laura González Kaluzo

Artista invitado

BREVE CHARLA CON UN GATO SIAMÉS

Eduardo Honey

JUAN CASTILLO

48

56

60

62

SERIE FOTOGRÁFICA

Luis Fernando Castañeda Durán

Alejandro Benjamín Laurentti

Rafael Antonio Marín Rada

Escritor Invitado

BOCA ARRIBA/BOCA ABAJO

DESANIMALIDAD

EL OTRO

A LA HORA DEL CREPÚSCULO

52 TRINCHERA | METAMORFOSIS

46

Brajhant Sánchez

EL AHUÍZOTL Ronnie Camacho Barrón

BESTIA(RIO) Editorial

ÍNDICE

28

20 16 12 10 04


BESTIA(RIO) E D I TO R I A L

Jorge Morales Corona

Esta colección no se parece a ninguna otra. Hay algo en su esencia que le confiere esa virtud de ser única e irrepetible. Tal vez los rasgos comunes, los universos en los que se desarrolla o quién sabe. Lo que sí podríamos decir es que lo humano ha sido invadido por las bestias. En estas páginas hemos buscado y encontrado la garra que nos habita, esa cualidad de supervivencia y creatividad que nos ha llevado a evolucionar aunque los rasgos primitivos aún persistan. En este número hemos reunido a escritores y artistas que nos proveen miradas únicas sobre criaturas –imaginarias o reales– que conviven a diario con nosotros. El lector es entonces partícipe del arte que los congrega y, tal vez, pueda encontrar su nacimiento entre estas páginas. Como un río que vuelve al mar, los autores replantean el concepto de bestia, lo traen a nuestros días y exponen todas sus creaciones al mundo. Sé bienvenido al Bestiario de Awen.


C OL A B O R A D O R E S

Andrés Gamiochipi (Ciudad de México, 1988)

Desarrolla su obra en las disciplinas de Collage, Pintura y Diseño. Ha expuesto individual y colectivamente en México, Holanda, Italia, Bélgica y Estados Unidos. También es baterista de No Somos Marineros y co-fundador de Mexicollage, colectivo mexicano de artistas dedicados al collage análogo, y fundadores del Festival Internacional de Collage «Paste Up!»

Ronnie Camacho Barrón (México, 1994)

Lic. en comercio internacional y aduanas, Técnico analista programador bilingüe, ha publicado dos novelas Las Crónicas del Quinto Sol 1: El Campeón de Xólotl y Carlos Navarro y El Aprendiz del Diablo, también 10 libros infantiles que han sido traducidos en 6 idiomas y su más reciente obra, Entre nosotros, antología de terror, fantasía y ciencia ficción. Colaboró en 7 antologías y publicado cuentos y relatos, en más de 60 revistas nacionales e internacionales. https://www.facebook.com/Escritor-Ronnie-Camacho rock_20@rocketmail.com


COL AB OR A D O R ES Brajhant Sánchez (Colombia, 1998) Estudiante de Historia y editor adjunto de la Revista Goliardos. Hizo parte del programa Escrituras de Bogotá en el año 2017. Ha colaborado en publicaciones comunitarias como De Bosa voz (Editorial Trasnocho, 2018), lanzado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2018, y Fragmentos de purgatorio (Relámpago, 2021).

Mercis Martínez (Venezuela, 1978) Cursó estudios de Letras (ULA, Venezuela). Sus relatos y entrevistas a escritores han sido publicados en revistas digitales como «Lunes» de La Vaca Mariposa Editores (Argentina); «Enclave» de City University of New York (CUNY, EE.UU.) y la gaceta «Experiencia de la libertad» (México). Publicó Poiesis y otros relatos (Nueve Editores, Bogotá, 2020). Hoy trabaja en «El libro de los pájaros», su primera obra de poesía.

Esther Seco (España, 1960)

www.estherseco.es @esthersecoes

Artista, profesora de Estética, Historia del Arte y de la Música. Licenciada en Filología Hispánica (UAM), titulada en Piano (Real Conservatorio Superior de Música, Madrid). Cuenta con una dilatada experiencia docente en Conservatorios de Música, Real Escuela Superior de Arte Dramático (Madrid) y como ponente de cursos. Publicaciones en revistas especializadas, libros ilustrados ( El camaleón en el ojo, Premio Diputación Badajoz). Exposiciones de Pintura e Ilustración en España, Italia y Bélgica.

Laura González Kaluza (Argentina, 1988)

@lau.gonzalez.kaluza

Fotógrafa aficionada, aprendió en sus viajes buscando captar el instante para dejarlo grabado. Le apasiona la esencia que se expresa en el detalle de las cosas, especialmente en las formas de la naturaleza. Sus estudios y trabajo son un complemento a su mirada, desde allí encuentra una mejor comunicación con el medio. Estudia Ciencia Política y trabaja en un Laboratorio de Innovación Social en la Universidad Nacional de Cuyo. Su trabajo es íntimo, personal, realizando sus primeras publicaciones en revistas.


COL AB O R A D O R E S Eduardo Honey (México, 1969)

https://www.facebook.com/eohoneyewriter @eohoneye

Ing. en sistemas. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales en internet. Textos suyos fueron primer lugar (Teresa Magazine 2020, Nyctelios 6ª. Ed.) o finalistas (Novum 2021, XVIII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2020 entre otros). Ha sido seleccionado para participar en diversas antologías. Imparte talleres de escritura para la Tertulia de Ciencia Ficción de la CDMX. Pertenece a la generación 2020-2021 de Soconusco Emergente. Fotógrafo ocasional, embajador Lumix 2012-2015.

Luis Castañeda Durán (Caracas, 2000)

@josemar.ia

Es aspirante al título de Licenciado en Letras de la Universidad Católica Andrés Bello. Ha sido ponente en múltiples ocasiones en eventos como la UCAB-CON 2018, la JJCXVI 2019, el Círculo de Lectores del CEL UCAB, el I Congreso Académico de Historietas y Cultura Geek, entre otros. Sus cuentos y ensayos han sido publicados en las revistas Gris Líquido, Nefelismos y el portal del Centro Cultural UCAB.

Alejandro Benjamín Laurentti (Argentina, 1989)

www.facebook.com/laurentti alejandrolaurentti@gmail.com

Es profesor de artes en música y pianista. Actualmente estudia letras y ha resultado ganador de dos concursos en su país, uno de cuentos y uno de microrrelatos. Sus escritos han sido publicados en antologías y revistas literarias impresas y digitales de Argentina, Perú, Venezuela, México y Chile. Su primer libro publicado fue Misteriosa La Cumbre, un libro de cuentos, en el año 2020.

Rafael Antonio Marín Rada (Venezuela, 1976)

@rafaelescribe_rm marinradarafael@gmail.com

Licenciado en Administración de empresas (U.R.U. 1999) De 2015 a 2020: participó en ocho talleres con Carlos Ildemar Pérez, es invitado al Sexto y Séptimo Festival de Poesía de Maracaibo. Con LP5 Editora, presenta «Sumario» y obtiene mención honorífica en el I Concurso Internacional J. Bernavil. En 2021, +Poesía publica su poema «Conjuro». Su videopoema «Mudanza» se comparte a través de @poesiaenvideo y @concursojbernavil. Con la Editorial Urgente, comparte próximamente: Ídem, su nueva propuesta poética.


A RT ISTA INVITA D O

Juan Castillo Artista visual, curador y gestor cultural. Nació en Argentina

en 1979, y egresó de la Licenciatura en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Cuyo. Entre sus actividades más recientes podemos mencionar exposiciones colectivas como «Bióticos, mecánicos y fantásticos» en el Museo de Arte Moderno de Mendoza durante el 2019 y «Afrodita» junto a Marcos Mut en Piazza Casa de Arte en 2018. Su exposición individual más reciente se titula «La imagen devorada» en el Espacio arteH durante el 2019. Su trayectoria y dedicación son destacados con varios premios y menciones, tales como, el 1º premio de Intervenciones Urbanas en el paseo Alameda por el Colectivo Hada Rosa en 2010, mención en la 3ª edición del Concurso Nacional Jóvenes Grabadores en 2019 y seleccionado por el Premio Fundación Fortabat de la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat en Buenos Aires durante el 2019. Sus obras se encuentran en colecciones privadas y públicas de otras regiones del mundo, como Uruguay, México, EE.UU., Alemania, España y Nueva Zelanda.

www.jctll.com @juan_____castillo


AUTO R INVITAD O

Javier Perucho Doctor en Letras por la UNAM, Javier Perucho es editor,

ensayista e historiador literario de géneros menores, la causa chicana y los escritores extravagantes. Sobre los géneros menores, escribió Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México (UNAM, 2009), Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano (Fósforo, 2008), así como El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexicano (Ficticia, 2006). En «Escrituras privadas, lecturas públicas. El aforismo en México. Historia y antología» pretende dar noticia del aforismo, el otro género menor. De los chicanos y la diáspora mexicana han aparecido Los hijos del desastre (Verdehalago, 2000), Hijos de la patria perdida. Pachucos, chicanos e inmigrantes en la narrativa mexicana del siglo xx (Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas, 2001) y Estéticas de los confines (Verdehalago, 2003). La apología de los escritores raros la inició con «El bautizo de la noche: Pedro F. Miret» (inédito). Tiene en prensa «Ocaso de utopías. Ensayos» (Universidad Veracruzana, 2013) y «Esplendor de sirenas» (Cuadernos Negros, Bogotá, 2013). Además de desempeñarse como secretario de redacción del suplemento de libros Hoja por Hoja (Reforma), promotor cultural y ensayista, Perucho es autor de crónicas, cuentos y reseñas que han aparecido en suplementos revistas de México, EE.UU., España, Perú, Hungría, Argentina y Venezuela.


EL

AHUÍZOTL Ronnie Camacho Barrón

©2021, Andrés Gamiochipi.


Mientras que los españoles conocieron al Ahuízotl gracias a las descripciones realizadas por el Fraile Bernandino de Sahagún, los Aztecas fueron testigos de sus horrendos actos desde la construcción de Tenochtitlán. Habitante del lago de Texcoco, el Ahuízotl, era una criatura de complexión pequeña, su cuerpo similar al de un perro estaba cubierto por un negro pelaje espinoso, tenia patas de mono araña, pero los dedos de estás estaban palmeadas para facilitarle el nado y su larga cola, culminaba en una mano humana. Se alimentaba de humanos y debido a su gusto por las partes crujientes, era fácil reconocer las señales dejadas en los cuerpos de sus víctimas. Pues se comía todos sus dedos con tal de hacerse con las uñas, desquebraja sus mandíbulas para sacarles los dientes y les perpetraba profundas mordidas en el cráneo que dejaban sus cerebros expuestos. El Ahuízotl poseía un método eficaz para atraer a sus presas, este consistía en imitar el llanto de un bebe, sonido que enardecía su corazón y les hacía correr al lago pensando que se encontrarían con un infante en peligro. Cuando se encontraban tan adentro que el agua le llegaba a la cintura, era el momento que la bestia aprovechaba para atacar y usando la mano que tenía en su cola, les sujetaba por los pies y los sumergía para ahogarlos. A pesar de ser tan letal, se dice que el fin de la creatura llegó cuando el lago fue drenado y aunque no ha habido otro avistamiento del Ahuízotl desde hace más quinientos años, el temor a lo que se oculta en las profundidades de los lagos en México sigue presente. ҉


BREVE CHARLA CON UN GATO

SIAMÉS Brajhant Sánchez

©2021, Andrés Gamiochipi.


Atrapado entre dos alargadas murallas de ventanas y balcones grises, un hombre caminaba por una callecita con la impaciencia en los ojos remirando sus propios pasos, yendo y viniendo por el andén sin encontrar lo buscado. Cuando por fin dejó de caminar, y en el rostro que resudaba el cansancio, el hombre se fue sentando en el mismo andén por el que había recogido sus pasos una y otra vez al atravesar la larga calleja de un lado a otro. Sentado, se quitó el sombrero para darse viento, lanzó un bos-tezo hambriento al aire y alzó los brazos estirándolos cuanto pudo mientras cerraba los ojos con un gesto exagerado. Pasó las manos por su cara y, al abrir los ojos, se encontró con un pequeño gato color marrón, con una franja de pelo blanca que le atravesaba el pecho, mirándole con unos grandes ojos que brillaban. Al verlo, el hombre se inclinó hacia adelante, puso sus manos sobre las rodillas del pantalón y le miró con algo de indiscreción, como si lo conociera de alguna parte, pero no se esforzara mucho por saber de dónde. El gato, sereno y despreocupado, se acercó mientras veía a los ojos del hombre, que le correspondió, además, como en un esfuerzo de ambos por no ceder ante la provocación del otro. Así, sumidos en un examen mutuo, se quedaron un rato, hasta que el gato evadió el juego, se sentó, rascó su ojo y dijo al fin: —Levante el brazo otra vez, señor. El hombre siguió mirándolo de cerca, a los ojos negros y brillantes del gato. —¿Por qué? —respondió. —Porque yo sé lo que busca. Levántelo, le digo. —¿Lo dice quién?, ¿un gato? Buff. —No soy un gato sin más —y los ojos brillantes ahora más brillantes por aquel dolor del orgullo—. Yo soy el gato siamés. El hombre echó a reír con una larga carcajada que, a veces, era interrumpida por una tosecita que parecía fingida. —¿Siamés?, ni con siete vidas veré un siamés tan feo. No eres eso, gato mentiroso. —Soy siamés —dijo el gato arrugando el ceño—, aunque usted no me crea que lo soy. Y bien se lo podría yo demostrar. —No hace falta. Así tan feo no es un gato siamés. —Se confunde usted, señor. Se confunde al pensar que mi falta de casta no me ha hecho merecedor de vivir siamés; pero no del siamés que usted cree, sino del que de verdad soy. El hombre siguió burlándose y la tos siguió interrumpiendo su mofa, que ahora solo era una risita burlona. —Muéstrame, pues —le dijo al gato. El gato le miró otro rato más con maña y luego levantó la patica izquierda para mostrarle al hombre: había en su axila una incipiente cabecita llena de pequeños pelos rubios como pelusa que se trataba de mover, se veía también una diminuta


oreja y lo que podía ser un ojo que parecía uno de esos granos que no se pueden extirpar por lo pequeños que son. El gato pasó su lengua por el bultico deforme y se relamió la pelusa rubia. Dio unas pasadas más y luego bajó la pata con cuidado. —Ya ve, yo soy siamés, ¿no buscaba usted un siamés? —dijo el gato altivo. El hombre dejó de reírse cuando reparó en el verdor de esa cosa que al gato le crecía en la axila y que parecía un ojo o una protuberancia muy dolorosa. Palideció y quedó en ese andén sembrado como una fría lápida. No dijo nada. Al bajar el gato la pata, el hombre empezó a romper en llanto como cuando un niño pierde a su mamá en alguna calle desconocida. El gato sacudió la cabeza con vanidad y se marchó. Ya estaba bien lejos cuando el hombre se levantó a caminar otra vez, presuroso, de un lado a otro por la misma calleja. Se detuvo al fin, lanzó el sombrero a cualquier parte, se quitó con cuidado corbata y camisa, alzó el brazo derecho y vio bajo su sobaco una cabecita con muchos pelitos marrones y blancos que se trataba de mover, y un ojo que le miraba renegrido y brillante del tamaño de un enorme grano que no se puede extirpar de lo grande y doloroso que es. ҉

B R E VE C HA RLA CON UN GATO SIA M É S B RAJ HA NT SÁNCHEZ

14—15


«El gato, sereno y despreocupado, se acercó mientras veía a los ojos del hombre, que le correspondió, además, como en un esfuerzo de ambos por no ceder ante la provocación del otro. Así, sumidos en un examen mutuo, se quedaron un rato, hasta que el gato evadió el juego, se sentó, rascó su ojo y dijo al fin: —Levante el brazo otra vez, señor.»


EN UNA ALBORADA,

UN CACHALOTE Mercis Martínez

©2021, Andrés Gamiochipi.


Y esto es lo que el marinero del navío les contó a Tashtego, y que él nos repitió. MOBY DICK

Amaneció varada en la margen derecha del río esa mañana. Día domingo y el alba de intenso color naranja arropaba al enorme animal de exactos doce metros. Lo habían medido los de Ambiente, se referían a él como un ejemplar de Physeter macrocephalu; Cachalote de mar rumoraban los pescadores. Aún respiraba. Abría y cerraba los ojos. Despacio. Sus ojos ovalados parecían espejos de agua, cualquiera diría que miraba a todas las gentes, pues todas se veían reflejadas en la acuosa retina. Que contrariedad a dónde viniste a parar, a este pueblo olvidado. Había entrado por el Delta, a contracorriente y con poco oxígeno, las horas de este ejemplar estaban contadas. Emitía un sonido agonizante. La gente del pueblo veía asombrada el mamífero perlado. No había trifulca por apreciarlo de cerca, pues su ojo izquierdo podía ser visto con detalle desde la plaza sin dificultad. Cuentan los pescadores que desde hace un mes el río parecía más turbio y en las redes ningún pez. No faltaron ceremonias y ofrendas. Ya luego cada quien a su dios y velas encendidas a sus difuntos padres también pescadores. El dios me libre y el dios nos salve. Alguna deidad tenía que devolver el alimento que estos mortales no alcanzaban ya con sus redes. A tantos oraron que no se sabe cuál de ellos devolvió los peces en la panza de este mamífero gigante. Al bestiario de estas personas se les sumaba un nuevo animal. Pero esta vez no era una serpiente jurásica, o una mujer cola de pez cuyos cantos arrastraban a los hombres al fondo del río. Esta vez la especie animal parecía salir de la novela de Herman Melville. Una pandilla de mineros venidos del sur en plan de huelga, se había apostado en las barandillas que dan al malecón. Miraban con hambre mineral los dientes del animal. Los mineros tenían semanas en huelga frente a uno de los bancos nacionales el gobierno les había prometido que del cierre de las minas de oro y diamante clandestinos en la frontera, se les iba a resarcir en una suerte de pensión única. Es imposible devolverla al mar. Se decían unos. Era imposible que llegara hasta acá y ya vemos, aclaraba tajante el arqueólogo de larga y encanada barba, con acento marcadamente lejano quizá del sur; su nombre, qué cosas, Ismael. Es una especie en extinción, es joven, puede resistir algunas horas más de viaje de vuelta, si no la sacamos lo más pronto los mineros arrancarán los dientes de la ballena para contrabandear. La matarán. Ismael sentía que se le estaba yendo la historia, la ballena comenzaba a azularse. Cerró el libro decepcionado. ¿Morirá? Le preguntó uno de los niños del pueblo. No. Esperemos que no. Ahora vamos, es tarde. Atardecer alucinante el que se da en estas tierras, pensó. Era de medianoche y la puerta de la habitación casi la tumban. Ismael abrió, era Andrés el niño que le acompañó esa tarde a la posada. Angustiado, sollozando, sucio y descalzo le mostraba desde bajo de su brazo un enorme diente. Los mineros,


susurró casi sin aire. Decenas de linternas alumbraban el sitio, había mucha sangre, pero ella respiraba aún. Una luna llena, y revisaban palmo a palmo su kilométrica figura. Su piel era rugosa, algunas callosidades comenzaban a nacer sobre las aletas y lomo, Andrés disfrutaba rosar, subir y bajar los desniveles en la piel del animal. Algo detuvo y casi hiere dos de sus dedos en el paseo. Allí, justo bajo la aleta izquierda, a ras de suelo, lagrimeaba sangre desde la herida pulsante en cada respiro. Era espesa y estaba algo coagulada, no era reciente, pero aún bullía. Un viejo arpón engavetado bajo el ala del animal. A Ismael no le cabía duda, tomó el libro que traía bajo su camisa y buscó desenfrenadamente la última página. El dibujo de una ballena blanca con un arpón encajado, era la escena expelida del libro lo que frente a sí ahora enclavado en la arena. Hay que sacar el arpón sin halar, sino desgarrará en la salida. Debemos operar. ¿Operar? En cuál quirófano cabría esta cosa. Ismael miró fulminante al hombre, era uno de los guardias de selva que el gobernador había dispuesto para el resguardo del cetáceo. Con la misma diligencia con que esos mineros la desdentaron bajo tu mirada con esa diligencia sacaremos, sin herirla más, ese arpón. El guardia calló, cómplice antes y cómplice ahora. Ayúdame a traer a los biólogos del hotel y dos veterinarios. Por qué Ismael hablaba con tanto aplomo, por qué inspiraba temor. ¿Quién era este hombre que parecía exiliado de una película de George Lucas o bien de las páginas del Génesis, pero además rodeado de una historia tan redundante y fantástica? El último lamento de la ballena en ese pueblo se escuchó poco antes del amanecer. El guardia apenas entraba al hotel en busca de los biólogos, el sonar que parecía surgir de la garganta del monstruo hizo que el pueblo viniese en estampida a las orillas del río. La ballena no estaba en la playa, tampoco el viejo Ismael. Sólo un niño iba en dirección contraria a la multitud, con un enorme diente bajo su brazo; satisfechos sus oídos y satisfechos sus ojos. Curioso Andrés que empezó a leer lo que en el mango del arpón estaba grabado: Pequod. Antiguamente los marineros tallaban en los arpones el nombre de la embarcación. También en un mar lejano habita un fantasma ballenero en la caza eterna del monstruo blanco que había arrancado su pierna. El barco que, capitaneaba este hombre era resguardo de miles de arpones con ese nombre que ves encajado bajo su aleta. En la ciudad donde yo viva había invierno y nevaba. Las ballenas, la nieve y esto que te cuento era parte de mi cotidianidad; crecí escuchando y leyendo las aventuras del capitán Ahab. En mi ciudad dejó de nevar; los pantalones se acortaron y ahora comemos piña. No sólo los tiempos se escurren como en un reloj de Dalí, mi historia se ha escurrido hasta tu pueblo, en el que no es casual que la alta temperatura haya cedido al frío que ya empieza a exigir abrigos de ovejas de las que ustedes no comen ni su carne. Así, la historia de esos fantasmas, de ese barco, esta amiga y yo, nos escabullimos hasta tu río la mañana de hoy; como se deslizan las nubes, la luna, los icebergs, las ovejas y los ananás. ҉

EN UNA AL BORADA, UN CACH A LOTE M E RCIS MART ÍNEZ

18—19


«Allí, justo bajo la aleta izquierda, a ras de suelo, lagrimeaba sangre desde la herida pulsante en cada respiro. Era espesa y estaba algo coagulada, no era reciente, pero aún bullía. Un viejo arpón engavetado bajo el ala del animal. A Ismael no le cabía duda, tomó el libro que traía bajo su camisa y buscó desenfrenadamente la última página. El dibujo de una ballena blanca con un arpón encajado, era la escena expelida del libro lo que frente a sí ahora enclavado en la arena.»


LA CREACIÓN INDÓMITA.

BESTIARIO SENSIBLE ©2021, Andrés Gamiochipi.

Esther Seco


La sensibilidad, esa elemental afección del vivir, es el tejido primigenio, bestial, de la Creación artística.

GAVIOLA (AIRE)

Ráfagas de lo desconocido entran por su hocico curioso. Y es cuando apunta el pico hacia el objetivo: más alto que el aire, más libre que el ensueño. Todo es asombrOH y alada ilusión. Sí, gaviola, bestia de la imaginación.


SUBIRÚ (AGUA)

Con sus escamas mil rayas, se desliza en el agua flexible. Como si la plasticidad de sus tentáculos, hiciera nadar y desnadar el tiempo con su azar. Siempre en proceso, la creatividad, buceando, subirú subirú, la creatividad, aleteando.

LA C RE AC IÓN INDÓMITA. B E STIA RIO SE N S IBL E

22—23 E S THE R SECO


TAMBURÍN (FUEGO)

Es tan imperioso su apasionamiento por expresarse que el entusiasmo tiene mohín de dios. Y esa euforia electriza su mirada. En el lomo, púas; en las astas, chispazos. Quién baila ahí: el fulmíneo e impetuoso tamburín, fuera de sí.


MUMÚN (TIERRA)

Y qué de la observadora mumún, si le brotan racimos de ojos entre las antenas para, enredándose en el mundo-bosque, encontrar la lucidez. Al menos, con un caparazón descapotable puede acorazar su visión pura, tan enraizada e indómita que no renuncia a su originalidad, a ese intencionado coraje de ser. Y camina al revés.

LA C RE AC IÓN INDÓMITA. B E STIA RIO SE N S IBL E

24—25 E S THE R SECO


Serie de ilustraciones Autora: Esther Seco


Galería

awen P R E S E N T A


A R T I S TA I N V I TA D O

JUAN CASTILLO

por Jair Gauna Quiroz


Las criaturas de Juan Alejandro Castillo delatan la necesidad de nuevas fronteras sobre lo humano en un mundo donde reina la irracionalidad. El artista argentino manifiesta una dualidad. Él construye un bestiario con trazos realistas, apropiándose de antiguos mitos y elementos de la cultura de consumo. De tal manera, las bestias híbridas nos ofrecen acertijos en lugar de respuestas, ellas invierten el sentido de lo que por tanto tiempo pensamos humano. Bajo otra perspectiva, Juan Castillo también desarrolla un lenguaje abstracto donde aún son perceptibles algunos elementos de fauna y follaje, conformando un dibujo rupestre que incorpora técnicas del arte digital, a través de trazos ágiles que expresan todo un esquema de conflictos de poder.


Una de las primeras cosas que uno percibe cuando se observa tu trabajo por primera vez sin reparar en el trazo que construye texturas y sombras, es que los personajes en tu obra figurativa expresan una gestualidad sobresaliente. Por consiguiente, Omar Jury (2019) menciona que «el gesto se vuelve línea, el dibujo se vuelve imagen, el paisaje se vuelve materia y el trazo lo devora todo», ¿Por qué el gesto está presente? La pregunta aborda dos series diferentes. Por un lado mi obra figurativa o de seres antropomórficos tiene que ver con la gestualidad, el estado emocional que transmite el personaje. Entonces, me interesa mucho la expresividad del cuerpo, de las manos, del color, incluso poder percibir o captar el estado emocional de esos animales que yo uso como modelos. Por otro lado, el texto de Omar Jury fue escrito para una muestra puntual que se llamó «La imagen devorada» (2019), dedicada a mis últimos trabajos vinculados a la abstracción. Él habla un poco de la textura, las líneas, sobre cómo el medio se transforma en el motivo de la obra y comienza a prescindir de imagen figurativa, entonces va por ese lado, por el lado de encontrar una gestualidad en sí misma a través de la realización de estos dibujos más independientes o autónomos. En el aspecto técnico, tus obras van de la imitación, de la realidad a la abstracción, migras del papel a soportes más complejos, sin embargo, dentro de la abstracción aún pueden percibirse trazos de follaje y pieles de animales. ¿Consideras que estás en proceso de abandonar la figuración? En las imágenes abstractas se pueden percibir restos o vestigios de otras imágenes que remiten a cosas reconocibles. Esa serie nace a partir de un gran cuerpo de obras digitales. Había dibujado mucho en un iPad que tuve para dibujo vectorial y tenía toda una cantidad de material que empecé a recortar y pegar, a utilizar como parte de un collage y a volver a armar formas. Ese proceso fue conduciendo a la abstracción, a destruir la imagen y jugar con los restos, con la idea de que esa imagen sea más difícil de reconocer. Estoy en ese proceso: romper imágenes y volver a crear con esas partes. Por otro lado yo tengo un fuerte vínculo con lo más académico, con la figuración, el realismo. No creo abandonar la figuración, creo que puede ir mutando o generar algo nuevo, pero no es mi plan abandonar la figuración. De hecho, en este momento estoy trabajando fuertemente con mi obra figurativa, con mis pinturas, mis dibujos en tinta, y a la vez, estoy trabajando en la compu con imágenes que tienden a la abstracción, pero lo hago en paralelo.


La presente edición de la Revista Awen trata sobre los bestiarios, aquella literatura de criaturas en gran proporción ficcionales que fue predominante en la Edad Media. Los bestiarios de la clase monástica ilustraban a aquellas criaturas como elementos alegóricos, estimulando la imaginación de los lectores para establecer juicios morales. ¿De qué manera tu obra rompe con el concepto tradicional de bestiario? De algún modo mi obra es un gran bestiario. Me siento como un artista animalista. Es un tema omnipresente en mi obra. Incluso me interesa pensar al humano como un animal más. Digamos que el bestiario es algo que está, pero por momentos está más consciente, más intencional, y por momentos de una manera más —digamos— intuitiva. He trabajado con la idea de crear bestias vinculadas a temas mitológicos y especies en peligro de extinción. Abordo fuertemente esa temática de seres que están por extinguirse y la posibilidad de recrearlos con memorias, con fragmentos de otros seres, de algún modo como se hacía en el Medioevo, a partir de relatos o de otros dibujos, creando un bestiario con una problemática actual como lo es la ecología. Con respecto a lo antropomórfico, para mí son citas mitológicas de muchísimas culturas, en casi todas aparece el tema de lo antropomorfo. Me interesa el tema del antropomorfismo como símbolo de la hibridez, pero en un sentido muy amplio: la hibridez cultural, la hibridez sexual, la hibridez latinoamericana, la hibridez en el arte. Básicamente lo multicultural a partir de esta era que vivimos.. Dentro de tu producción artística, ¿qué lugar ocupa el ser humano en el reino animal? ¿Esas criaturas híbridas están más cerca del hombre o son simplemente animales?

C ON VE RSACIÓN CON JUAN CASTIL LO

30—31 JA IR GAUNA QUIROZ

Me interesa la idea de poner al humano a la altura de los animales, en un mal sentido quizá (risas). Quiero decir que me interesa la idea de que el humano es un habitante más del planeta, un mamífero que no tiene más relevancia que otros seres. Entonces me interesa igualar esa jerarquía. Los personajes antropomórficos no sólo están humanizados como objetos, sino que también me gusta jugar con elementos culturales: la ropa, la idea que aparezca alguna marca reconocida. Me gusta que esos elementos cuenten parte de la historia, ellos son muy importantes. Además, mi producción es un híbrido académicotecnológico. Siento que en dibujos y pinturas se pueden percibir lo digital y quizá en lo digital se puede percibir la mirada más tradicional del arte, eso también es un híbrido. Mi obra es una especie de gran híbrido.


Por favor háblame sobre la obra «Teseo», a la cual diste especial atención durante la selección de las obras. Teseo es sinónimo de valentía y también sacrificio, al ofrecerse como voluntario para entrar al laberinto de Creta. En tu obra homónima hay un niño sosteniendo un revólver y un minotauro muerto sobre un manto de picnic en la grama. ¿Qué papeles juegan los personajes dentro de esa escena? Es una obra que me gusta mucho. Partí del mito del minotauro, me gustaba la idea de este ser tan particular y a la vez de ceder de la idea del héroe, de la valentía. Por otro lado, me interesaba como excusa para apropiarme de esa historia y dotarla de nuevos elementos simbólicos que pudieran permitir imaginar o crear relatos poderosos. Hay una situación de poder, de violencia contenida quizás, y a la vez hay una gran ficción. El mantel de hule tiene que ver con la ficción, con el juego, ese minotauro abatido sobre un mantel para no ensuciarse quizás (risas). Un juego de elementos para crear más incertidumbre, más preguntas. Con respecto al niño, él tiene una carga simbólica más fuerte desde lo racial, su ropa, el arma, el escudo, las Nike, el pantalón Adidas. Son todos elementos que me interesa que generen ideas o señalamientos en el espectador, pero en realidad no tengo tan claro el relato, me gusta que sea más abierto, aunque la gente haga una lectura más directa de la obra. Me interesa el tratamiento del fondo, la conexión emocional fuerte que está expresada en ese fondo cargado. También en el fondo hay simetrías espaciales que hablan sobre la digitalidad de la imagen, con un armado de esta historia ficcional. En tu producción hay híbridos con cabezas de animales domésticos y también criaturas exóticas. Me llamó la atención como «El nido» y la serie «Piedad» construyen una alegoría sobre la Pietà de Miguel Ángel, sustituyendo el cuerpo de Cristo por plantas o ramas secas. ¿Tus personajes denuncian una preocupación ambiental? ¿Estás interesado en el activismo social a través del arte? Siento que el arte tiene responsabilidad de ser comprometida con el momento histórico que vivimos, hay una necesidad de que el arte sea sensible frente a muchos problemas de la actualidad. No me siento un artista puntualmente combatiente, tampoco siento que mi obra esté centrada en eso, pero sí está cargada de muchos elementos de ese tipo. A veces tiene que ver con el activismo sobre las diferencias sociales como en el caso de Teseo. En la serie de las piedades, el nido es una piedad más, sí hay una cuestión más explícita de una preocupación ambiental y el deseo de generar un activismo. Tengo un colectivo de arte con


una amiga llamado Hada Rosa, trabajamos el arte textil, el tejido con cuentas de vidrio y también abordamos las problemáticas ecológicas. Tengo obras donde hay un tema subyacente vinculado a la extinción, pero a veces es más sutil, sugerido. Hablo sobre la obra abstracta donde está el animal presente y también lo violento. ҉

C ON VE RSACIÓN CON JUAN CASTIL LO

32—33 JA IR GAUNA QUIROZ


«Siento que el arte tiene responsabilidad de ser comprometida con el momento histórico que vivimos, hay una necesidad de que el arte sea sensible frente a muchos problemas de la actualidad. No me siento un artista puntualmente combatiente, tampoco siento que mi obra esté centrada en eso, pero sí está cargada de muchos elementos de ese tipo.»


T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN / T RA N S M U TACIÓN / T RANS M UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / TRANS M UTAC IÓN /

© Juan Castillo | Obra: Transmutación | Año: 2017 | Técnica: Tinta sobre papel | Medidas: 70x100 cm

T RANS M U TACIÓN / T RANSM UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RANS M UTAC IÓN / T RANS M U TACIÓN / T RANSM UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RANS M UTAC IÓN / T RANS M U TACIÓN / T RANSM UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RANS M UTAC IÓN / T RANS M U TACIÓN / T RANSM UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RANS M UTAC IÓN / T RANS M U TACIÓN / T RANSM UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RANS M UTAC IÓN / T RANS M U TACIÓN / T RANSM UTAC IÓN / TRA N SM UTAC IÓN / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RA N S MU TACI Ó N / T RANS M UTAC IÓN /


P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / P I E DA D I / PIEDAD I / PIE DA D I / © Juan Castillo | Obra: Piedad | Año: 2018 | Técnica: Tinta sobre papel | Medidas: 75x50 cm

PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / PIEDAD II: ANUBIS NUBIL / © Juan Castillo | Obra: Piedad II: Anubis nubil | Año: 2020 | Técnica: Tinta sobre papel | Medidas: 110x75 cm


© Juan Castillo | Obra: Memoria de Altamira | Año: 2019 | Técnica: mixta sobre papel | Medidas: 150x90 cm

M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / M E MORIA DE ALTAMIRA / M E MORIA DE A LTA M IRA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / MEMO R I A D E A LTA MI RA / CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ CHANCHO / CHANCHO/ © Juan Castillo | Obra: Chancho | Año: 2020 | Técnica: dibujo vectorial | Medidas: variables.


T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T E S EO / TESEO / T ESEO / TE SEO / TE SEO / TE SEO / TE S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / © Juan Castillo | Obra: Teseo | Año: 2018 | Técnica: Óleo sobre tela | Medidas: 200x160 cm

T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO / T ES EO / T ES EO / T ES EO / T E S EO /


EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO /

© Juan Castillo | Obra: El ansia del hipocampo | Año: 2021 | Técnica: tinta sobre papel | Medidas: 110x70 cm

EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO / EL ANSIA DEL H IPOCA M PO / E L A N SIA DE L H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CA MPO / EL A N S I A D EL H I PO CAM PO /


SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN /

© Juan Castillo | Obra: San Jorge y el dragón | Año: 2020 | Técnica: óleo sobre tela | Medidas: 150x150 cm

SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN / SAN J ORGE Y E L DRAG ÓN / SA N JORG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAG Ó N / SA N J O RG E Y EL D RAGÓN /


PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO © Juan Castillo | Obra: Perro | Año: 2020 | Técnica: óleo sobre tela | Medidas: 70x50 cm

PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO PER RO / PE R RO / PE R RO


© Juan Castillo | Obra: Acaríciame como a un perro o como a una escultura | Año: 2019 | Técnica: Tinta sobre papel | Medidas: 110x75 cm

ACAR I C IAME COMO A UN P E RRO O C OMO A UN A E SC ULT U RA / ACA R I CI A ME COMO A U N PER RO O COMO A U N A ES CULT URA / ACAR I C IAME COMO A UN P E RRO O C OMO A UN A E SC ULT U RA / ACA R I CI A ME COMO A U N PER RO O COMO A U N A ES CULT URA / ACAR I C IAME COMO A UN P E RRO O C OMO A UN A E SC ULT U RA / ACA R I CI A ME COMO A U N PER RO O COMO A U N A ES CULT URA / ACAR I C IAME COMO A UN P E RRO O C OMO A UN A E SC ULT U RA / ACA R I CI A ME COMO A U N PER RO O COMO A U N A ES CULT URA / ACAR I C IAME COMO A UN P E RRO O C OMO A UN A E SC ULT U RA / ACA R I CI A ME COMO A U N PER RO O COMO A U N A ES CULT URA / ACAR I C IAME COMO A UN P E RRO O C OMO A UN A E SC ULT U RA / ACA R I CI A ME COMO A U N PER RO O COMO A U N A ES CULT URA /


PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PASSION OR PATIE N C E / PASSION OR PATIE N C E / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N O R PAT I EN CE / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E / PAS S I O N OR PAT IE NC E /

© Juan Castillo | Obra: Passion or patience | Año: 2018 | Técnica: tinta sobre papel | Medidas: 40x30 cm


PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA / PEREZOSO O LA L UC H A / P E RE ZOSO O L A L UC H A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER EZO S O O L A L U CH A / PER E ZOS O O LA LUC HA /

© Juan Castillo | Obra: Perezoso o la lucha | Año: 2019 | Técnica: mixta sobre diversos soportes | Medidas: 200x200 cm


Galería

awen Laura González Kaluza Metamorfosis 46 Trincheras 47

Eduardo Honey Serie fotográfica 48—52



M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS /

© Laura González Kaluza | Obra: Metamorfosis | Técnica: fotografía | Locación: Bahía Esperanza, Villa La Angostura (Patagonia, Neuquén, Argentina)

M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS / M E TAMORFOSIS / META MORFOSIS / M E TA MORFOSIS / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / META MO R FO S I S / METAMOR FOS IS /


TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS /

© Laura González Kaluza | Obra: Trincheras | Técnica: fotografía | Locación: El Sosneado, comunidad Mapuche de la Provincia de Mendoza, Argentina.

TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS / TRINCHERAS / T RI N C H E RAS / TRIN C H E RAS / TRINCH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CH ERAS / T R I N CHE RAS /


S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) /

© Eduardo Honey | Obra: Serie (01) | Técnica: fotografía

S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) / S E RI E (0 1 ) / SERIE (01) / SE RIE ( 01) / SE RIE ( 01) / SER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S ER I E (0 1 ) / S E R IE (01 ) /


SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE R I E ( 03) / SERIE (0 3) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) /

© Eduardo Honey | Obra: Serie (03) | Técnica: fotografía

SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) / SE RI E ( 03) / SERIE (03) / SE RIE ( 03) / SE RIE ( 03) / SER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3 ) / S ER I E (0 3) / S E R IE (03) /


SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE ( 0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER IE (07)

© Eduardo Honey | Obra: Serie (07) | Técnica: fotografía

SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S E R IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S E R IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S E R IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S E R IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S E R IE (07) SERIE (07) / SERIE ( 07 ) / SE RIE ( 07 ) / SE RIE (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S ER I E (0 7) / S E R IE (07)


S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) /

© Eduardo Honey | Obra: Serie (12) | Técnica: fotografía

S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) / S E RI E (1 2 ) / SERIE (1 2 ) / SE RIE ( 12 ) / SE RIE ( 12 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S ER I E (1 2 ) / S E R IE (1 2) /


BOCA ABAJO /BOCA ARRIBA

Luis Fernando Castañeda Durán

©2021, Andrés Gamiochipi.


In the mist, dark figures move and twist Was all this for real or just some kind of hell? STEVE HARRIS

Nunca llegue a estrechar la mano de Andrés Camacho pero estoy seguro de que sí justo ahora se apersonara frente a mi puerta, percibiría el mismo aire gélido y mediocre que me atravesaba al oír su voz por la bocina del celular. Cuando me fue asignado como paciente —hace poco más de un año, no me pareció un tipo con demasiadas luces: llegó a la capital desde un pueblo en el interior (uno de esos que solo son reales el tiempo que dura el avistamiento al lado de la carretera), arrastrando un trastorno esquizoide y una severa depresión; en aquel entonces el anonimato de la gran ciudad no le ayudaba en lo absoluto y calculó que justo ahora, el aislamiento no le debe de caer muy bien tampoco. Andrés es cuando menos un tipo ansioso, fácilmente irritable y con desordenes de personalidad pero nunca me pareció psicótico, razón por la que me cuesta tanto creer que lo que ve, lo ha imaginado. Ocasionalmente me llamaba bien entrada la noche y, acometido de deseos incontenibles de hablar e incapaz de visitarme en medio de la pandemia, se extendía durante horas con su voz llorosa y molesta saliendo del teléfono: una y otra vez me explicaba la forma en que se quedaba dormido en el suelo de su residencia estudiantil, cómo empezaba a soñar y después, cómo todavía dormido, despertaba. En aquel trance, se levanta arrastrando sus huesudos pies por entre el cemento rugoso de la habitación, tropieza con los muebles y siente que un ardor maligno comienza a ascender desde su estómago hasta la garganta. Su apartamento, seco y estéril durante el día, se torna un pantano húmedo y de las paredes, escurre una esperma negra. De repente, enloquecido por un instinto prehistórico, comienza a recorrer la rocosa pendiente en la que han derivado los pasillos de su hogar. A su paso, las estrechas salientes se configuran en serpenteantes retazos de bestias y monstruos enloquecidos. No existe sonido alguno en la dimensión que ahora habita, tan solo le acompaña el quejido de su cuerpo, humillado al tener que encorvarse cada vez más ante el angosto pasillo de piedra. Sus codos y rodillas resienten el roce de las ásperas paredes conforme avanza, cada vez más idiotizado por la pulsión que le guía hasta el final del pasillo. «En el sueño sé que al llegar estaré en mi cuarto pero también sé… que no estaré solo». La extraordinaria profundidad del túnel no le confunde pero sí despierta en él un miedo terrible: presiente la emanación de una presencia oscura por entre las superficies, pero le es imposible verla en la obscuridad. Con un impulso final, logra arrastrarse hasta la boca de la caverna: esta debajo de su cama, pegado boca abajo al suelo justo como un lagarto; su habitación se ha convertido en una meseta de piedra, cubierta de cañas y juncos moribundos. La idea de continuar le enloquece, sabe que adelante encontrara el motivo de su siniestro delirio pero no será agradable. No puede resistirse por mucho más tiempo: lo que antes era un ardor, ahora es un dolor ácido que le carcome desde adentro, su propio aliento le empieza a resultar vomitivo y el sudor en su frente es una señal de la manera en que su temperatura se dispara. Escindido entre el miedo de encarar el origen de su pesadilla y el profundo dolor que le genera permanecer escondido, Andrés escucha como un siniestro siseo rompe con la quietud del yermo.


No se trata en lo absoluto de una voz humana pero sí que comunica emociones muy profundas. Andrés no me puede transcribir lo que escucha en sus sueños, pero me hace partícipe de lo espantoso que resulta oír aquella verborrea extraterrestre; confía en que se ha vuelto loco y que el tiempo transcurrido en su infierno onírico le ha permitido comprender el significado de los escalofriantes silbidos efectuados por encima de su cama: «Él me llama, doctora. Es… como la silueta de un lenguaje antiguo pero entiendo que me quiere a mí». Llegado a este punto de la sesión telefónica y sin excepción, se derrumba y comienza a lloriquear; me preguntaba sí estaba empeorando, sí tendrían que internarlo, a veces se le cruzaba por la mente que podría haberse contagiado y que el virus le hace alucinar y otras tantas, prefería la simple teoría de que un demonio lo cazaba en sueños. Una y otra vez le repetía: —Debes calmarte, Andrés. Nadie te persigue y nadie te quiere hacer daño. —¡Pero, doctora, yo lo he visto! Me cuenta que el alucinamiento se quiebra al oír el crujido del colchón sobre él. De entre las hendiduras de la piedra negra, comienzan a escapar despavoridas incontables abominaciones en dirección al oscuro pasillo. Escucha como la criatura comienza a olfatear con dureza al aire, casi como si aspirara la poca humanidad que existe en aquel reino; deja caer sus piernas blanquecinas y enfermas por un extremo de la cama y a Andrés Camacho le invade una sensación mórbida de pánico pero no grita enloquecido hasta ver caer desde arriba unos brazos anormales, cubiertos de venas palpitantes y que finalizan en dedos anormalmente largos, coronados por sendas garras pestilentes. Se defeca, llora, grita y se desvanece. Pronto, vuelve en sí. «Me doy cuenta que ha sido un sueño y aun así, no me siento despierto. Sigo atrapado con él y el desagradable sonido de su voz me persigue como un eco». Llora un poco más, gime como un niño enfermo y ruega por mi ayuda. Le explico que son sueños y que nada de eso puede lastimarlo. Al principio se resistía un poco, me rogaba aumentar la dosis del tratamiento, que lo visitara, pero le recordaba que no dispongo de los medios para ello, que la pandemia nos ha aislado a todos y que estas sesiones por teléfono son todo lo que tenemos; el pobre solía lamentarse un rato más y finalmente se despedía. Le recordaba que podía llamarme a cualquier hora (aunque prefería que no lo hiciera) y le insistía en que tomará sus pastillas. Se despedía de mí con una voz baja y entrecortada, casi como si siseara.

B OCA ABAJ O/B OCA ARRIBA

Es de madrugada y Andrés me llama, pero no le contesto. Me cuestiono por qué no lo hago: me digo que es porque sé que podrá manejarse él solo pero en el fondo creo que es porque no tengo real interés. A la mañana siguiente, me recibe un mensaje con su voz agonizante, llorando hasta el límite de la asfixia: me cuenta que hoy no ha soñado con el túnel ni con la cueva, sino que tan solo se ha despertado boca arriba, acostado en su cama. Al principio, se niega a despegar

54—55 LUIS FE R NANDO CASTAÑE DA D U RÁ N


la mirada del techo a sabiendas de que no esta solo. Cierra los ojos con fuerza e intenta refugiarse en la oscuridad de sus párpados, pero el escalofriante siseo del monstruo comienza a penetrar en sus oídos. No es capaz de procesar aquella lengua arcana, no obstante le comanda, tensando todos sus músculos y doblegando su voluntad. Rígido, Andrés Camacho se incorpora sobre el colchón para contemplar al otro extremo, el deforme cuerpo de la bestia: yace inmóvil, impalpable, apenas es notable el tamborileo de sus dedos animales sobre la madera astillada. Su espalda blanquecina, semejante a un despojo de piel y huesos amarillos, delata su descomunal tamaño. Andrés lo observa quieto, aunque no entiende sí le paraliza el miedo o la fascinación morbosa de tan demencial imagen. De repente, el ritmo se detiene; el cuello de la criatura se eleva varias veces su largo anterior, olfatea el aire de forma áspera y con lentitud, gira su cráneo protuberante en dirección a Camacho. Su rostro es una visión inhumana: de piel pálida y cuajada, no tiene ojos ni orejas visibles, tan solo dos diminutas fosas y un hocico desproporcional a su diminuta mandíbula. Aunque sus cuencas yazcan vacías, Andrés confía en que lo observa, que le sonríe, dejando escapar por entre sus puntiagudos dientes el repulsivo olor de la flema putrefacta, igual al de las reses muertas en sus recuerdos pueblerinos. No se observan durante mucho tiempo, pero la diabólica presencia de la criatura queda grabada en cada uno de los sentidos de Andrés. A velocidad de vértigo, el monstruo abandona la habitación, corriendo jorobado en dirección al pasillo y dejando tras de sí, el rumor de sus diabólicas palabras. Andrés entiende que debe seguirle y aunque se resiste, desconoce si en la soledad de su cuarto (y en la soledad de esta ciudad) podrá negarse al hechizo. Muerto de miedo, decide llamarme.

Hoy he intentado salir y visitar a Andrés pero me fue imposible. No porque la cuarentena me lo impidiera, sino porque temo encontrarme con lo que hay en su apartamento.

PARA MIS ESCRITORES FAVORITOS: MIS YAYOS, NORMA Y PABLO EMILIO.


DESANIMALIDAD Alejandro Benjamín Laurentti


1939 El escrito presentado a continuación es un fragmento de una carta traducida al español (la original era en alemán) que pertenece a un coleccionista privado que ha querido mantener su nombre en reserva. La carta original, actualmente perdida, fue presumiblemente enviada por Eduardo Roseberg a su prima Diana en Alemania — según el coleccionista—, el 15 de agosto de 1939. «...lo descubrí hace algunos días. Al principio pensé que solo se trataba de un reflejo, de alguna nube, de los árboles altos que están en frente de la casa. Incluso llegué a pensar que era la mucama, pero, después, comencé a notar que algo sucedía. Algo distinto que no podía explicar. Las apariciones se hicieron cada vez más notables, más evidentes y seguidas. Ahora, no tengo dudas. Está ahí, estoy seguro. Me ronda constantemente, Diana, como si fuera un acecho completamente premeditado. Estoy preocupado. Asustado también. Sería distinto si estuviera Elizabeth. Viajó a Córdoba para encargarse de un asunto familiar. Yo espero que regrese lo antes posible, pero, probablemente, deba dirigirse, al consulado alemán en Buenos Aires. Como te digo, deseo que venga pronto. Esta casa es demasiado inmensa para mí. A veces, de noche, las escaleras crujen o parecieran moverse las sillas. Sé que es solo sugestión —o eso quiero creer—, tiene que ver con la madera, con su antigüedad y esas cosas… realmente desearía estar con Elizabeth. La sola compañía de los libros es demasiado hastío para mí. No ayudan a mantener mi cabeza lo suficientemente concentrada, aunque sé que esto último puede que cueste creerlo. Me precio de ser un gran lector, pero no logro concentrarme, Diana. No puedo. La sombra me mantiene todo el día y toda la noche en vilo. En fin, no es eso a lo que quería referirme. Te contaré algunas de las experiencias: en la tarde salgo hasta el parque para encargarme de que el jardinero esté haciendo bien su trabajo o salgo a ayudar a la mucama que llega del negocio de ramos generales. Me doy vuelta unos instantes... y veo a la criatura, Diana. La veo en la ventana de la habitación de techo hexagonal. ¿La recuerdas? Está ahí, como una sombra, mirándome. No puedo distinguir con exactitud cuál es su cuerpo ni su rostro. Tampoco podría describirla con detalle: es como una sombra, una gran sombra amorfa y al mismo tiempo un reflejo, pero de algo que no puede ser reflejado... Ahí están los ojos, grandes y oscuros, más oscuros que el cuerpo, clavados en mí. ¡En mí! Es todo lo que sabría decirte sobre esa criatura, ese extraño ser. Estoy seguro de que es a mí a quien mira, solamente a mí, ya que, ninguna otra persona que frecuenta la casa lo ha visto. Elizabeth tampoco, porque las apariciones comenzaron cuando ella se fue. Es conmigo con quien intenta comunicarse, pero aún no logro descubrir qué, ni el porqué. Eso no impide que


mis compañeros me traten de loco o se rían de mí, porque ellos no lo ven. Dos veces que he estado con Leonardo la he visto, pero al darme vuelta, eufórico y a punto de sudar, me doy vuelta nuevamente hacia la ventana y ya ha desaparecido. Julián tampoco la ha visto, ni el jardinero, ni la mucama. Al principio la mucama subía a la habitación. Se encargaba de limpiarla o acondicionarla para algún invitado, pero después de escuchar mis comentarios, y ver mi cara de terror, creo que terminó sugestionándose y ya no quiere subir. Las pocas veces que responde a mis preguntas dice que en esa habitación se escuchan ruidos, que cuando limpia abajo siente como las cosas se mueven, pero no es cierto, lo dice por mi culpa. Le he hecho creer que allí habita un fantasma, pero no, Diana, no es un fantasma. Lo que hay allí es un animal. Lo sé por su silueta, por su forma de actuar, por la respiración que escucho durante las noches, cuando estoy en la habitación de abajo. El jardinero me ha dicho que debo ver a una tal Ethel. No sé si es una bruja o una curandera. Él le preguntó por mí y ella le dijo que en mi casa habita un alma en pena. El espíritu del primer propietario, un alemán del siglo XVII. Yo ni siquiera sé si esta construcción existía para aquella época. Para serte sincero Diana, creo que lo que me ha dicho el jardinero son estupideces. Ni hay fantasmas en mi casa ni existen las brujas, ni los curanderos. No es la solución. Le dije que no iré a verla y que no debe hablar de lo que sucede. Estoy seguro de que no es un fantasma, aunque también creo que no es común. Para serte sincero, no es algo que yo pueda manejar solo. No entiendo qué quiere. Por la noche me dirijo a la cocina, y escucho unos pequeños pasos que me siguen, no atrás de mí, sino encima, allá arriba, en la habitación de techo hexagonal. Susurran las almohadillas de dos pares de patas siguiéndome, rastreándome, oliéndome. Si no fuera valiente ya habría corrido despavorido de esta casa. ¿Para qué la compré? Es bella, sí, es inmensa, mucho más de lo que nosotros necesitamos. Te mentiría si dijera que no nos cautivó desde el primer momento que la vimos, pero me cuestiono sí estuvo bien comprarla y... Me pregunto si lo barato del terreno tenga que ver con algún detalle no mencionado por el anterior propietario, Luis Kuhn. ¿Te comenté que me costó cincuenta centavos el metro cuadrado? Los pensamientos se agolpan en mi cabeza. A veces quiero subir a esa habitación y destruir todo, tirar la casa. Eso me recuerda que debo comentarte lo sucedido ayer. Finalmente, después de muchos días, muchas burlas, de mis amigos que, seguramente, harán venir un médico o un cura cuando les pedí encarecidamente que no, decidí subir a esa habitación maldita, después de almorzar, que es cuando más la he visto. Tomé una de las hachas del jardinero, unos fósforos, un poco de alcohol y subí las escaleras. Iba completamente decidido a terminar con esto. Si tenía que darle con el hacha en la cabeza para matarlo lo haría, si tenía que rociarlo con alcohol y prenderlo fuego igual. Sentí valentía, que no iban a titubearme las manos si debía hacer lo correcto.

DE SA N IM ALIDAD

58—59 A LEJA NDRO BENJAMÍN LAU R EN T T I

Entré en la habitación, sigilosamente. Me sorprendió un espantoso olor a moho, cuando parecía todo impecable. La mucama hará más de una semana


que limpió la habitación por última vez. Nadie la ha ocupado. La pestilencia me persigue hasta ahora, Diana. No puedo explicar lo asqueroso que era. Revisé la habitación, hacha en mano, esperando encontrar alguna persona, alguien que estuviera viviendo allí escondido, un ocupa. No había nadie y, exceptuando el hedor, toda la habitación estaba pulcra. Aun así algo extraño sucedió. Voy a contártelo como si fuera algo común, porque estoy seguro de que no es cierto. Es producto de mi imaginación. Me acerqué a la ventana, la que da al patio, y miré afuera. En el parque, mirando hacia mí dirección, es decir, hacia la ventana por donde me asomaba, estaba yo. ¿Lo entiendes, Diana? Estaba yo mismo, mirándome, como todas las tardes en las que salí y vi aquella sombra en la misma ventana. Fue una pequeña milésima de segundo. Me saqué el sobretodo, lo dejé sobre uno de los sillones y al volver la cabeza ya no había nadie afuera. Pensarás que estoy loco, que necesito ver a alguien, como dicen todos mis amigos. Te lo aseguro, estoy bien. No sucede nada, solo necesito que venga Elizabeth. Bajé nuevamente las escaleras y seguí mi día, ocupándome de los quehaceres, sin volver a escuchar a… lo que sea que esté en el segundo piso. En la noche, mientras dormía, escuché como si prendieran los fósforos. ¿Sabes? Olvidé el sobretodo arriba, en el sillón, y en él estaban los fósforos y el alcohol. Toda la noche permanecí en vela, escuchando como aquel animal intentaba prenderlos, raspando y raspando, pero sin lograrlo. No sé si debería ir arriba o no preocuparme. La verdad ya no sé qué hacer, Diana. Intento no pensar, pero dudo si quiero volver a entrar a esa habitación. Estaba todo impecable, pero ese olor...» La veracidad de la carta, así como de la traducción, no han sido comprobadas.


©2021, Andrés Gamiochipi.

EL OTRO

Rafael Antonio Marín Rada


Pertenece a una raza devastada por la fiebre a un continente abandonado al espanto Por eso salta al abismo a la distancia imposible entre pecho y alma (tiniebla de la intemperie y su linaje voraz) Maldice escupe Es ironía y exceso

humilla reniega del agua que bebe criatura bípeda con pulso traidor

Sus dientes precisan someter desgarrar engullir de prisa Es una avanzada estrepitosa y suicida contra la multitud un fermento pateando el mundo con su impulso feroz Se desnuda Manosea sucumbe a las carnes jadea él es la tentación A veces se detiene y grita: «¡El que quiera romper que rompa el que quiera quemar Si he de ceder que sea con ganas Si he de morir que sea sin duelo ¡Me traiciono si al ver un gallo no sea yo quien cante primero!»

que queme!

Cuando despierta tiembla en la brisa en el latido de la llama que yergue Pero regresan sus ídolos de arena y tiene horas de tigre de incendio de muerte Alarga palabras las atrofia invoca verbos que no sabe conjugar se persigna en una lengua que él solo advierte gruñe de rabia y muerde El instinto es su dios La bestia que me ocupa no habla no se llama no se dice es un espasmo inconsciente una bala perdida


A LA HORA DEL CREPÚSCULO

A U T O R I N V I TA D O

Javier Perucho


Fauna en la República de las Letras, un caso de heráldica literaria. El manatí, el cocodrilo, el ajolote, el tigre, el dinosaurio, el vampiro, el tlacuache, las vacas, el pegaso y la sirena, son los animales emblemáticos de la literatura mexicana. Cada uno de estos animales fantásticos, domesticados o selváticos se encuentra representado en sendos libros publicados en México durante el transcurrir del último siglo. Los bestiarios sostienen un pálpito dominante en la narrativa mexicana. Con una variedad de sobrenombres, se conoce amistosa o familiarmente a muchos de nuestros escritores, alias que ellos mismos aceptan que se estampen en las carátulas de sus libros. Expongo dos ejemplos para ilustrar esta afición por la zoología de los literatos mexicanos. En el homenaje que en la Ciudad de México se le rindió al poeta Efraín Huerta, en el 2014, una escultura de cocodrilo abría la procesión que recorría las calles de la gran metrópoli; y en la más reciente recopilación de su narrativa periodística —El otro Efraín. Antología prosística (2014)— la cauda de este lagarto anida entre sus solapas. A don Efraín se le conocía con el alias de El Gran Cocodrilo. Otro caso llamativo es el de Eduardo Lizalde, asociado en la vidita literaria con el mote de El Tigre. El maestro Lizalde es un poeta que en su trato cotidiano acepta que se refieran a él con el apodo de sus batallas literarias, o lo interpelen por su nombre ciudadano. El Tigre, por cierto, también incursionó en el ámbito de los animales disconformes, pero en la modalidad de las plantas carnívoras, maléficas, soporíferas o venenosas. Su creación se recoge en el volumen Manual de flora fantástica. Asimismo, esta afición por la zoología se haya cultivada en los bestiarios, que abundan en la literatura mexicana tanto en formas métricas como prosísticas. Uno de ellos fue dedicado al manatí: Ocaso de sirenas, esplendor de manatíes (1983), de José Durand. Tal vez sea el más famoso de los bestiarios mexicanos, aunque fue pergeñado por el colonialista peruano José Durán al documentar —en una tesis doctoral para El Colegio de México, origen del libro posterior— las metamorfosis que sufrió el manatí al transformarse en sirena en el imaginario de los soldados y monjes ibéricos allegados a estas tierras durante el encuentro de los mundos, y cuyas apariciones dejaron estampadas en las crónicas y libros del conquistador. Quizás el libro de Durán compita en fama con el bestiario de Juan José Arreola, Punta de plata (1958), luego rebautizado como Bestiario (1972), de indudable gloria y fama duradera, piedra angular de la prosa breve en el país, engendro de animalias. Otro animal representado en el universo narrativo mexicano es el ajolote, cuya pesquisa estuvo a cargo de Roger Bartra y cuyos hallazgos se encuentran en Axolotiada. Vida y mito de un anfibio mexicano. Una especie de retrato idiosincrático del pueblo mexicano, pincelado a partir de este anfibio domiciliado en el lodo de los charcos. Ahí se recoge una diversidad de narrativas literarias y científicas allegadas de otras centurias hasta aparcar en las pergeñadas durante el último siglo que transcurrió. Tan apabullante muestrario de batracios no dejará de asombrarnos por la minuciosa arqueología cultural con que emprendió la búsqueda este ensayista y


antropólogo, pues lo mismo espigó entre acervos históricos, biológicos, plásticos y literarios para organizar una ontología del ser mexicano a partir de este residente de las aguas turbias. También pespuntado por literatos e historiadores ha sido el tlacuache, una zarigüeya mexicanista. En Mitos del tlacuache, Alfredo López Austin rastrea las configuraciones simbólicas de este animal entre los antiguos mexicanos. Los descubrimientos, asociaciones y comparaciones de este mamífero con el perdido mundo indígena no dejarán de asombrar al erudito ni al neófito por la minucia con que rastreó en la etnografía para entresacar el significado hermenéutico de este roedor en la cosmogonía mesoamericana. El pobre y feo tlacuache, tan apreciado por los pueblos aborígenes, único marsupial que habita la tierra florida mexicana. Y qué decir ahora de la vaca, ese apacible rumiante melancólico que nos observa postrado a la vera del camino. Por el momento, nada tengo que decirles sobre este animal sagrado en otras civilizaciones. En cambio, Jacobo Sefamí sí, quien le dedicó una parte de su tiempo vital para acarrearle su pasturita en la antología Vaquitas pintadas, que replica los mugidos de este rumiante en un hermosísimo florilegio dada la cantidad de poetas, narradores y demás plumíferos que le han dedicado siquiera un soneto, un relato o una sencilla viñeta a las dueñas de la leche y las costillas que se hierben y sirven en nuestras mesas, cuyas representaciones más antiguas se localizan en los textos sagrados de la India, la China de los emperadores, el Siglo de Oro y en las plumas más ilustres de las centurias recientes. Afirma uno de los poetas ahí congregados: Y las vacas mugirán con las ubres hinchadas, con la cola espantarán las moscas y tendrán la piel húmeda y palpitante, y ella pensará, pensará que se burlan de ella y de su recuerdo y de las manos del hombre oprimiendo sus pechos […]

En este recuento cómo podría pasar desapercibido el dinosaurio si desde Augusto Monterroso está presente en el cuadro de honor de la heráldica literaria que procuro bocetar. Monterroso abandonó el mundo mientras sus lectores contemplaban el retrato de este bicho extinguido en una página memorable de su ponderada obra literaria. Inspirado, por cierto, en una experiencia urbana y domiciliar del guatemalteco mientras tertuliaba con José Durán en su apartamento de la Ciudad de México. De esta paradigmática invención, un centenar de versiones, paráfrasis, juegos y adaptaciones fueron recogidas por Laura Zavala en Variaciones sobre «El dinosaurio» (Lima, Micrópolis, 2018). Y en Francia Caroline Lepage compila y traduce otras versiones en Le Livre d’Or de Monsieur Dinosaure. El Libro de Oro de Don Dinosaurio (Poitiers, Université de Poitiers, 20142020). En el centenario de su nacimiento (2021), amerita volver a recorrer el imaginario monterrosiano. Otro animal fantástico que recorre la imaginación narrativa es el pegaso, pero se preguntarán, ¿qué hace este equino alado en la literatura mexicana? Nada más les A LA HO RA DEL CREPÚSCU LO

64—65 JAVIE R P ERUCHO


cuento una estampa para ilustrar su preeminencia en nuestro imaginario. En el patio central de Palacio Nacional, sede del poder presidencial mexicano, en la cúspide de una fuente de agua, tiene su asiento una escultura del caballo con alas. Tal emblema lo persiguió afanosamente Guillermo Tovar de Teresa en El pegaso o el mundo barroco novohispano en el siglo XVII. Para ese mundo extinto representó un símbolo de autonomía, liberación y mestizaje en la Nueva España. El pegaso fue colocado, afirma Tovar de Teresa, en la fuente del palacio en los años en que transcurrían los Siglos de Oro. Y como todos estos animales pastan libremente por las calles, residencias y pasillos de la República Literaria, finalmente llega el turno de las sirenas, cuyas imágenes y siluetas hallamos representadas en México, colorida y jubilosamente, en pescaderías, malecones, llaveros, muñecas, abrecartas, portadas de libros o discos, anuncios publicitarios, canciones, murales, además de un sinfín de artesanías. Estos seres inutilizados por sus mitades, fueron espigados en su vertiente lírica por Alejandro García Neria para integrar Sirenas y toros en la poesía. Por sus fatigas conocemos los empeños de los poetas para entonar la canción de la sirena en el mar apasionado de las literaturas de Occidente. Por cierto, la Décima Musa dejó estampada su versión de este símbolo acuático y terrero, auténtico legado homérico. Su poema lleva por título «En que cultamente expresa menos aversión de la que afectaba un enojo». Presento un extracto para su conocimiento y deleite: No amarte tuve propuesto; ¿mas proponer de qué sirve, si a persuasiones Sirenas no hay propósitos Ulises, pues es, aunque se les prevenga, en las amorosas lides, el Griego, menos prudente,y más engañosa Circe?

El bestiario naturalista El libro de los seres no imaginarios (Minibichario), merece una explicación. Sigue la estela de los libros colectivos dedicados a la animalia que brota de la única realidad; fue coordinado por José Manuel Ortiz Soto, médico pediatra que en sus ratos libres impulsa blogs literarios y esculpe la piedra dura del cuento breve entre consulta y diagnóstico, entre niños con tos y pacientes alicaídos. En ese ínterin se asoció con los fotógrafos naturalistas Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta, exploradores de las realidades mínimas donde habitan los ácaros, esos animales no siempre microscópicos que residen igualmente en el mundo, huéspedes de nuestras casas y promotores de las pesadillas que irrumpen en nuestros sueños. José Manuel, en acuerdo con este trío de fotógrafos, seleccionó y repartió las imágenes fotográficas entre la grey microficcionista para que las consideraran un estímulo de su escritura. El medio centenar de cultivadores de micromundos convocado, terminada su encomienda, lo mandó al antólogo para su ponderación, quien consideró necesario un tallereo en ciertos casos, labor literaria por la que se desprendieron observaciones, enmiendas y hartas porras. El trabajo más arduo fue convencer al editor, quien después accedió a publicar el Minibichario. Y por ahí anda, deleitando a más de un lector, convenciendo a otros y, en su trayecto, legitimando al género de la minificció.


Apelando a la misma tradición literaria y al impulso de documentar el arraigo y florecimiento del microrrelato en Hispanoamérica, hace tres años apareció el sirenario de La música de las sirenas (2014), donde este amanuense procuró rastrear la figura y las visiones de la sirena en el microrrelato de lengua castellana. Dicha espiga implicó un par de años de argonauta entre la prosa breve en lengua española para encallar con este fantástico animal en las planicies de un libro. No estarán todas y cada una de sus apariciones, pero el propósito intentó ser inclusivo, pues documenta su traspaso, aparición y cultivo en las comarcas del microrrelato, ya que señala agrimensores principales, apuntala obras señeras, ecos y resonancias en el cosmos narrativo trasatlántico, además de sus respectivas transformaciones, aclimataciones y adaptaciones del mito. Luego sus lectores comentarán si estos trabajos del Ulises gustoso, bastó para que se aprendieran y luego tararearan las canciones que entonan las sirenas en los confines de la narrativa brevísima. Previo a este elogio de los bichos acuáticos y terrenales, bendición de Ulises el navegante, vio su luz de imprenta Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano (2008), en cuya primera edición se rastrea, acoge y comentan las apariciones de la sirena, símbolo de la Antigüedad clásica, en el cuerpo narrativo de la literatura mexicana de la centuria pasada. Este legado de Homero el Invidente fue aclimatado en la narrativa breve por las plumas más diestras de Julio Torri, Alfonso Reyes, Mariano Silva y Aceves, Edmundo Valadés, Augusto Monterroso, Salvador Elizondo, José de la Colina, Xorge del Campo, Felipe Garrido, Guillermo Samperio, Agustín Monsreal, entre otros narradores pertenecientes a las generaciones que han cultivado el microrrelato. En medio de este faunario selvático, fantástico y doméstico, la editorial peruana Micrópolis decidió publicar hace un quinquenio (2016) Yo no cuento, Ulises, canto. La sirena en el microrrelato mexicano en cuya confección antológica me adherí a los siguientes criterios para integrar los cuentos sirénidos que obtuve por la espiga de los libros; en adición simple, poco más de un centenar. En esta centena procuré que los motivos, conflictos y dilemas en que se regocijan las hijas del mediodía no se repitieran, donde habitualmente se solazaran en la historia, la desencadenan o la padecieran. Para la integración de este florilegio, evité que se duplicaran los autores en la muestra, pues cada uno debería estar presente con una sola variación del tema de la sirena. Decidí un cuento por autor por una circunstancia simple y preventiva: por el temor de que se desbordara y ningún editor se atreviera a publicarla dado sus elevados costos. Doscientas páginas dan consistencia a un volumen manejable y posible, pero no cuatrocientas o seiscientas si le hubiera integrado más textos por cada uno.

A LA HO RA DEL CREPÚSCU LO

En este punto señalo que, en el ámbito microprosístico mexicano René Avilés Fabila (De sirenas a sirenas, 2010), Agustín Monsreal (Sirenidades, 2011) y Felipe Garrido (Sirenas de fuego y mar, 2012) han dedicado sendos libros a la recreación de esta criatura del mar salado. En otras obras, donde encontré más de una representación, elegí aquélla que no repitiera el mismo suceso. En retrospectiva, cada libro espigado contenía a lo sumo un retrato de sirena, otras veces ninguno. En la elección final me incliné por el relato fuera novedoso en el conjunto o tensara una cuerda no tañida.

66—67 JAVIE R P ERUCHO


Javier Perucho. © Foto: Omar Meneses.

Como mis aficiones son estrictamente narrativas, elegí historias cuentísticas donde predominara la trama, el conflicto, el personaje, un escenario y una temporalidad unívocos. Por tal razón descarté chistes, adivinanzas, acertijos y demás expresiones de la oralidad; dejé fuera también las oraciones sin sustancia cuentística que las redes sociales salpican día con día, a pesar de que el sujeto recayera en una sirena. Las expresiones líricas quedaron fuera, pues ya mencioné sus acervos. Aunque se dispone de algunos ejemplos narrativos que se publican por primera vez en la antología, prioricé los asentados en libros, diarios, revistas, suplementos culturales y el ciberespacio. La necesidad de incluir algunos textos inéditos se explica por qué tal perfil o figura deberían estar presentes en esta muestra por sus contribuciones, conocimiento y divulgación literarias del género. Otro factor de decisión fue ponderar a un autor con, al menos, un libro publicado. Algunas excepciones encuentran su justificación, en el caso de los escritores noveles, por mi interés particular en apoyar su trayectoria e incentivar su trabajo creativo. No podría afirmar que esta antología sea representativa de la literatura mexicana —no es su propósito—, aunque sí me afané en presentar en las páginas del sirenario a los escritores domiciliados en el sur, norte y centro de la república mexicana o fuera de ella, considerando que Sergio Astorga vive en Oporto, Agustín Cadena, en República Checa, y Cristina Rivera Garza en Estados Unidos. Los más conspicuos pergeñadores del microrrelato mexicano de la última centuria tienen presencia, eco y voz en este archivo de la sirena.


Un objetivo colateral del inventario bibliográfico que acompaña esta antología, es un corpus detallado sobre la figura de la sirena y sus representaciones literarias en México, así como un censo sobre la invención microrrelatista y la narrativa mexicanas del siglo XX. Respecto al arco temporal, señalo que uno de sus vértices se sostiene con Julio Torri, figura tutelar de la microficción mexicana y quien acuñó el tratamiento de esta creatura anfibia, no precisamente con “Circe”, sino con un relato que permanece sin título en su parca narrativa: «Un día se hastiaron las sirenas de los crepúsculos marinos y de la agonía de los erráticos nautas. Y se convirtieron en mujeres las terribles enemigas de los hombres.» El otro vértice se cierra con David Baizabal, el escritor más joven incluido. En la segunda edición, la peruana, incorporé a una docena de escritoras más, entre ellas las narradoras Ethel Krauze, Mónica Lavín, Ana Clavel, Dina Grijalva, Laura Elisa Vizcaíno, Amaranta Caballero Prado y Cecilia Eudave, entre otras cuentistas. Yo no cuento, Ulises, canto… prácticamente atañe al siglo pasado: desde 1917, impresión de Ensayos y poemas por la Editorial Porrúa, al presente, 2017, año del centenario de su publicación. La centuria del microrrelato mexicano. A pesar de dicha sincronía, la sucesión de textos en el florilegio no se apega a tales encadenamientos, pues no busqué un seguimiento cronológico, ni generacional, sino el orden estocástico, que predeterminó la posición de cada historia en el cuerpo del libro. Mi mandato fue otro: buscar las modificaciones, alteraciones o transculturaciones del mito de la sirena en el cuento brevísimo. Una justificación antes de terminar: confieso que he faltado a las reglas no dichas que predican que el autor de una selección antológica no debería estar presente en la misma por el mandato de la honestidad intelectual. He pecado al integrarle unas ficciones de mi autoría, aunque encubiertas bajo el disfraz de un seudónimo, usurpando la figura de un personaje o de un autor afamado. Ahí se presentan como un apócrifo. No doy más detalles porque ustedes no los necesitan, o tal vez los requieran cuando se empeñen en ubicar tales infundios, identificar los apócrifos y desenmascarar al apóstata. Para concluir sólo me resta compartir una certeza: Esos animales anfibios encallados en sirenas no le cantaban a Ulises, nada más pulsaban la lira para salmodiar sus cuitas de amor a la hora del crepúsculo. Este argonauta les agradece que no se hayan tapiado el cuenco de sus orejas ni vendado sus pupilas para escuchar el canto sibilante y la música que cuentan las sirenas acompañadas por el coro de las bestias mexicanas.

A LA HO RA DEL CREPÚSCU LO

68—69 JAVIE R P ERUCHO


BIBLIOGRAFÍA Arreola, Juan José, Bestiario, en Narrativa completa, prólogo de Felipe Garrido, México, Alfaguara, 1997, pp. 75—104. Bartra, Roger, Axolotiada. Vida y mito de un anfibio mexicano, México, FCE, 2011, 415 pp. (Tezontle) Durand, José, Ocaso de sirenas, esplendor de manatíes, 2ª ed., México, FCE, 1983, 236 pp. (Tezontle) Lepage, Caroline (coordinadora), Le Livre d’Or de Monsieur Dinosaure. El Libro de Oro de Don Dinosaurio, Poitiers, Université de Poitiers, 2014-2020, 192 pp. Disponible en: https://es.calameo.com/read/0026177994dff822e4216 López Austin, Alfredo, Mitos del tlacuache, México, UNAM, 2006. Mata, Carlos Ulises (ed. y sel.), El otro Efraín. Antología prosística, Ciudad de México, FCE, 2014, 673 pp. Ortiz Soto, José Manuel (antólogo), El libro de los seres no imaginarios (Minibichario), fotografías de Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta, México, Ficticia, 2012, 93 pp. (Biblioteca de Cuento Contemporáneo) Perucho, Javier (estudio preliminar, selección y bibliografía), Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano, México, Ediciones Fósforo-Conarte, 2008, 76 pp. (Narrativa) , La música de las sirenas (prologuillo, espiga y documentación), Toluca, Fondo Editorial del Estado de México, 2013, 152 pp. Quirarte, Vicente, Sintaxis del vampiro. Una aproximación a su historia natural, Ciudad de México, Verdehalago, 1996, 141 pp. Sefamí, Jacobo, Vaquitas pintadas, México, UAM-Xochimilco, 2004, 281 pp. (Frecuentaciones) Tovar de Teresa, Guillermo, El pegaso o el mundo barroco novohispano en el siglo XVII, México, Grupo Pegaso, 1998, 92 pp.; 3ª ed., Sevilla, Renacimiento, 2006, 230 pp. Zavala, Lauro, Variaciones sobre «El dinosaurio», Lima, Micrópolis, 2018, 362 pp.


N U E ST R O S N Ú MERO S ■ I: Literatura internacional ■ II: Soledad

■ Ecos de la luz 2017 ■ III: Misterio

■ IV: Ciencia Ficción ■ V: Fronteras

■ Ecos de la luz 2018 ■ VI: Cuerpo

■ VII: Híbridos literarios ■ VIII: Cine y literatura ■ IX: Ciudad

■ X: Artes visuales y Literatura ■ XI: Festividad

R E VISTA AW E N Somos una publicación cuatrimestral fundada en Santa Ana de Coro, Venezuela en 2017 y publicada por primera vez en agosto de ese mismo año. Forma parte de la familia editorial Palíndromus, junto a sus dos proyectos asociados: Ediciones Awen y el Blog Awen.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.