7 minute read

Un caso de violencia doméstica en 1634

EN 1634 el capitán Juan de Reinaldos, alcalde mayor y capitán a guerra de la ciudad de Nuestra Señora de Monterrey, y su jurisdicción, por el Rey Nuestro Señor. Estando el susodicho capitán Reinaldos como juez en comisión por el gobernador y capitán general del Nuevo Reino de León, en la hacienda de beneficio de sacar plata, de la Magdalena, jurisdicción de la llamada hacienda de San Diego de las Salinas, hoy conocida como Salinas Victoria. Se integró toda una causa, cabeza de proceso contra el capitán Diego de Montemayor, digo Diego Fernández de Montemayor, por haber herido a su esposa, doña Juliana de las Casas. Prontamente, se presentó un mulato el cual dio noticia de cómo don Diego de Montemayor, esposo legítimo de doña Juliana de las Casas, al haber tenido palabras de no consentir un traspaso de unos indios de su dote, por haber dispuesto unos de más, tocantes a su mencionado dote, la sacó fuera de la casa y le infirió 10 o 12 heridas, dos de ellas penetrantes, una en la espalda y otra al lado del estómago, con la daga, dichas heridas la tuvieron en peligro de muerte, habiendo sido en la referida hacienda de la Madalena y casa de su morada, y no solamente sobre las heridas referidas, de las que tomó juramento (constancia) de dichas heridas, así como también a los testigos que se “hallaron” presentes, decía el dicho capitán Reinaldos, firmando con el susodicho, el secretario nombrado en este caso criminal, Simón de Olazarán.

Para tomar aquella averiguación el capitán Juan de Reinaldos tomó juramento por Dios Nuestro Señor y la Señal de la Santa Cruz a doña Juliana de las Casas, preguntándole por la causa de las heridas y el por qué la hirió su marido, ésta le dijo que al haber llegado su marido Diego Fernández de Montemayor de la estancia de su hermano Juan Alonso Lobo Guerrero, éste preguntó por ella y le respondieron que estaba en la ranchería de indios y, pasándola a buscar en el caballo, con “muy alegre semblante”, le preguntó qué hacía, y le respondió, estaba sacando los indios para la labor; y le preguntó que si había qué comer y esta respondió que sí, y le dijo que se viniera para la casa, y, viniendo con él en “buena conformidad”, antes de llegar a la casa Diego Fernández de Montemayor, ató a la bestia y se abajó con la dicha doña Juliana, y ella entendiendo “iba amorosamente sanamente”, sacó la daga y le dio una herida en la cabeza, de la que cayó y Diego de Montemayor “ejerciendo su mal intento”, porque la dicha doña Juliana de las Casas, no quería consentir los demás indios de su dote, que quería traspasar a don Diego de Montemayor, estando doña Juliana de las Casas caída en el suelo, le dio las demás heridas, y dijo este mulato confesante, que en otras ocasiones ya había hecho este herido a doña Juliana.

Advertisement

En la hacienda de San Diego de las Salinas, hoy Salinas Victoria, el 31 de octubre de 1634, ante el alcalde mayor y capitán de guerra de Monterrey, el capitán Juan de Reinaldos, ante quien pareció doña Juliana de las Casas, mujer legítima de don Diego Fernández de Montemayor, comentando estar “a peligro de que Dios se la lleve de este mundo”, de las heridas que el marido le propinó en la cabeza, por esta razón se dispuso disponer de sus bienes esenciales, y que de su espontánea y postrimera voluntad, dejaba por albacea y tenedor de todos sus bienes al alférez Diego de Villarreal, para que de ellos dispusiera alimentar por este medio a su hija doña Beatriz, hija legítima y de la reserva de todas las minas, que dejó a su hermana doña María de las Casas, para que de ellas dispusiera. Fue su voluntad que en ningún tiempo, se entregara título ni derecho, de sus bienes a don Diego Fernández de Montemayor, ni de ninguna persona, sino solamente al alférez Diego de Villarreal, hasta que su hija tuviera edad para “ponerla tener en estado” y dejaba por herencia “una cabezal” y de sus bienes para que el alférez Diego de Villarreal, las tres mandas forzosas y su hija las tuviera en su poder, en compañía de su hermana María de las Casas, siendo esta su voluntad, rogó al alférez Juan de Tarango Vallejo, lo tomara a su nombre, y el dicho alcalde mayor interpusiera su autoridad y judicial decreto, lo cual hizo en el año de 1634, siendo testigos el alférez Juan de Tarango Vallejo y el capitán Vicente de Saldívar, Diego Sánchez y Simón de Olazarán.

RESPONDE A LA QUERELLA DON DIEGO FERNÁNDEZ DE MONTEMAYOR

Bajo el juramento que hacían los causantes de algún delito, dijo llamarse Diego Fernández de Montemayor, de 28 años de edad, es decir, nació en 1606, y por no saber firmar rogó a un testigo que lo hiciera por él, firmólo el juez de esta causa, Juan de Tarango Vallejo y el alférez Diego de Villarreal.

TESTIMONIO DE JUANA MULATA

En la referida hacienda de San Diego de las Salinas, para la dicha información el dicho juez, por mandamiento, hizo parecer ante sí a una mulata de nombre Juana, esclava de la hermana de doña Juliana, María de las Casas. Al preguntarle sobre el tenor cabeza de proceso dijo: fue verdad, que habiendo llegado el dicho don Diego Fernández de Montemayor; este dicho día al amanecer llegó de la Estancia de Arriba, se asomó a la puerta y sin haber palabras, pasó de largo y “visto” que estaba la dicha doña Juliana de las Casas su esposa acostada, y “volviendo de allí a dos horas”, “halló” a la dicha doña Juliana, que estaba en la ranchería “cejando”, dejando fuera los indios, para que fuesen a alzar; le dijo que se viniera a la casa “muy alegre”, delante, vinieron juntos hasta cerca de la casa, apeándose el dicho Fernández de Montemayor de la bestia en que venía, le echó los brazos a la dicha doña Juliana y sacando la dicha daga la hirió en la cabeza y caída en el suelo le dio las demás heridas y no la dejara de matar al salvar los indios, comparecida de la dicha doña Juliana; y así que “vido” al dicho don Diego Fernández de Montemayor, venían los indios a favor de ella, subió al caballo y se fue, y este testigo “hecha presente” a todo y sabía cómo en diversas ocasiones, “le ha quitado” a la dicha doña Juliana “su lamento” y las demás preseas que tenía y sobre que “retraíselo, tenía pesadumbres”, y sabe que “esta nacida, por no quitar consentir” la dicha doña Juliana de unos indios que quería enajenar. Esta fue la verdad, díjose de 20 años de edad, es decir, nació Juana, mulata en 1614, firmólo el dicho juez capitán Juan de Reinaldos y el secretario nombrado Simón de Olazarán.

TESTIGO ANA INDIA LADINA

Para la mencionada información, el juez de esta causa capitán Juan de Reinaldos, mandó que pareciera ante sí a Ana, india ladina en castellano, la que dijo fue verdad que don Diego Fernández de Montemayor, llegó en la mañana al amanecer, y le preguntó a esta testigo por su mujer doña Juliana respondiendo “que estaba durmiendo y pasó de largo y volviendo de allí, a dos horas, estaba la dicha doña Juliana en la ranchería sacando los indios; y que llegó el dicho don Diego Fernández de Montemayor, con alegre semblante a la dicha doña Juliana; y en el camino tuvieron debate, sobre no querer consentir la dicha doña Juliana, dispusiese de los indios, sin que hubiese palabra pesada y llegando ambos, cedió a un indio, más dicho don Diego Fernández de Montemayor bajó de la bestia en que venía y la amarró, se llevó a la dicha doña Juliana en los brazos y ‘vido’ este testigo que el dicho don Diego sacó la daga y le dio una herida en la cabeza, de la cual cayó al suelo y los dichos indios prosiguiéndolo con su mal intento y le dio otras muchas heridas. Sabía este testigo que en otras muchas ocasiones, ‘han tenido pesadumbres’, sobre que el dicho don Diego Fernández de Montemayor, despojó a la dicha doña Juliana de sus preseas y que sobre esto andaba el dicho don Diego y cada día enojado, de quererle quitar lo que tenía”. Esta fue la verdad, dijo ser de 24 años, es decir nació Ana, india ladina en 1610, no firmó, lo hizo el juez capitán Juan de Reinaldos y el secretario, Simón de Olazarán.

Notas

[1] El presente texto es un relato sobre la violencia doméstica en el siglo XVII, con base en el expediente 13 de 1634 del volumen 1 de Causas Criminales del Archivo Municipal de Monterrey.