9 minute read

Diversidad e inclusión en tiempos de pandemia

Diversidad e inclusión

en tiempos de pandemia

Advertisement

Rebeca Hernández Villalobos

Escuela Secundaria Técnica No. 23 “Dr. Mariano Vázquez Rodríguez” Alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México

El presente artículo es una reflexión crítica de la desigualdad educativa que se acentuó a partir de la pandemia por covid-19 en 2020. Pese a los esfuerzos de los gobiernos, en la materia de Educación Artística no se ha atendido la inclusión ni la diversidad, por lo que siguen siendo un tema pendiente para la construcción de mundos posibles para todos.

Sueño con un mundo en el que todos quepamos, en el que podamos expresarnos con libertad y desarrollar al máximo nuestras capacidades; un mundo compartido, en el que la igualdad y la justicia sean un derecho intrínseco y no un bien por el que se tenga que luchar. Sueño con escuelas que instauren la pedagogía de la risa, del amor y el respeto por el otro. Sueño con escuelas pintadas de colores, con danzas y cantos que revelen nuestros anhelos compartidos.

A finales de 2020 esperamos con ansia la vacuna contra el covid-19, por qué no también esperar una vacuna contra la indiferencia hacia quienes han quedado en el olvido, sin acceso a la comunicación y a la escuela, justo en un momento histórico en el que dependemos de la tecnología para mantener el contacto con el otro.

Vivimos una crisis profunda, no sólo sanitaria, sino económica, política, social y, por supuesto, educativa, derivada de la propagación a nivel global del covid-19. El virus vino a trastocar nuestras vidas y a acentuar las desigualdades. En materia educativa, la brecha preexistente se ha agudizado por el acceso a internet, a equipos de cómputo, así como al manejo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para dar continuidad a la educación a distancia.

Como parte de las medidas para enfrentar la pandemia por covid-19, estudiantes de todos los niveles, en todo el mundo, dejaron de tener clases presenciales de forma abrupta.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco, por su sigla en inglés), a mediados de mayo de 2020 más de mil 200 millones de estudiantes se vieron afectados por el cierre de escuelas; más de 160 millones eran estudiantes de América Latina y el Caribe:

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha planteado que, incluso antes de enfrentar la pandemia, la situación social en la región se estaba deteriorando, debido al aumento de los índices de pobreza y de pobreza extrema, la persistencia de las desigualdades y un creciente descontento social (Cepal-unesco, 2020, p. 1).

A nivel global, sólo la mitad de los países que cerraron sus escuelas cuentan con soluciones nacionales. De América Latina y el Caribe, 15 países pusieron en marcha estrategias, y cuatro países (Argentina, Colombia, Venezuela y México) utilizaron la televisión como recurso (Artopoulos, 2020). Para dar continuidad al Sistema Educativo Nacional (sen) y garantizar el derecho a la educación, el gobierno mexicano llevó a cabo —desde el cierre de escuelas en marzo de 2020— la estrategia de televisión educativa Aprende en Casa, apegada a los programas y contenidos de las asignaturas.

A pesar de estos esfuerzos ¿cuántos niños se quedaron al margen de continuar su educación? y, sobre todo, ¿qué calidad están recibiendo?, ¿qué relación se ha podido establecer a distancia entre los docentes y sus alumnos para evaluar los aprendizajes esperados? “Según el Informe de Seguimiento de la EPT (Educación para Todos) en el Mundo 2006, publicado por la unesco, aunque cada vez son más los niños que tienen acceso a la educación en la mayoría de países del mundo, la calidad de la misma sigue siendo más bien baja” (onu, 2006, p. 3).

El ideal de la educación para el siglo xxi que se ha planteado desde hace ya varios años en congresos internacionales de la Organización de las Naciones Unidas (onu) y la Cepal siempre va ligado a los términos “globalización” e “interculturalidad”. La pregunta es ¿cómo avanzar hacia nuevas formas de relación con el otro?

La educación y el arte en particular se plantean como el camino para alcanzar las metas de un mundo interconectado, donde se pueda convivir de forma armónica y se acepte la diversidad cultural. Se considera y espera que la educación artística en la escuela favorezca el autoconocimiento, que coadyuve a la convivencia pacífica de respeto e inclusión. Pero ¿qué tanto se ha avanzado en ese sentido?, ¿es un discurso políticamente correcto? o ¿es una aspiración de un ideal social?

La inclusión requiere del reconocimiento del otro, de un diálogo, un intercambio, más que establecer leyes para una convivencia armónica o intentar proteger los derechos de las poblaciones vulnerables. Por lo tanto, es necesario hacer una reflexión profunda, cambiar las pequeñas acciones cotidianas y, sobre todo, hacer cambios radicales en el sistema.

De acuerdo con Franco Bifo Berardi (2020), el virus del covid-19 está actuando como un decodificador universal, con una nueva forma de interpretar las relaciones, las acciones, las cosas; el gran reto es reconocer que no se trata del código del intercambio económico, sino de lo útil, del placer.

El arte en la escuela, más que un utensilio decorativo, herramienta didáctica o de formación ética de los individuos, debería ser un medio para abrir sensorial y reflexivamente mundos posibles (Greene, 2004).

La educación de calidad, según Maturana (2013), debe ayudarnos a comprender el mundo en el que vivimos. La labor del docente en estos tiempos no es dar contenidos, sino guiar la mirada reflexiva que nos permita recuperar el respeto a uno mismo, reconocer que detrás de las acciones y las razones hay emociones y que en la medida que podamos soltar prejuicios, expectativas, exigencias y miedos seremos capaces de amar y, entonces, de mirar al otro.

Vivir desde sí mismo es reconocer la propia identidad, paso necesario para la convivencia. Tenemos que unificar el movimiento físico, dice Bifo (2020), sentir el cuerpo para ser capaces de “reactivar el placer de estar juntos” y construir en conjunto nuestros mundos posibles, con espacio para todos.

La construcción armónica de la propia personalidad es condición esencial para

abrirse al otro y dar paso a la interculturalidad. Para Skilar (2007), la gran pregunta pedagógica no es quién es el alumno o quién soy yo (maestro), sino qué pasa entre nosotros. Es decir, hay que cambiar las pequeñas acciones cotidianas; abrir la escucha puede ser un principio para acercarnos a la práctica reflexiva que permita elevar la calidad de la educación, la cual lleva implícito el reconocimiento de la diversidad y la posibilidad de la convivencia pacífica.

En la actualidad, uno de los grandes problemas de la educación es la extinción del pensamiento crítico. La tarea no es proporcionar contenidos, pues la información existe, incluso en exceso, hasta el punto de que llega a rebasar la comprensión humana y aturdir los sentidos. Recupero una frase de Umberto Eco: “La velocidad, esa diosa de fauces enormes, no sólo sirve al hombre, también lo perturba” (citado en Ferrer, 1997). ¿Cómo se pueden incorporar estas ideas a la práctica? En principio, ofrecer las mismas oportunidades para todos, establecer relaciones más amorosas, donde las reglas se establezcan de forma colectiva y se ejerza el diálogo y respeto mutuo. ¿La escuela pública masiva favorece relaciones desde la norma o desde la ética? ¿Cómo mantener la relación con el otro a distancia?

Actualmente, soy docente de Artes en una secundaria técnica y atiendo 12 grupos: cuatro primeros, cuatro segundos y cuatro terceros, con un total de 480 alumnos registrados al finalizar el ciclo escolar 2019-2020 —según datos proporcionados por las autoridades del plantel—. Además de los alumnos con quienes he perdido contacto (alrededor de 25%), había otros que atendí los últimos dos años y que no fueron mencionados en el último Consejo Técnico: entre ocho o nueve estudiantes con hipoacusia. En la escuela le llaman grupo integrado, aunque tenían un salón propio, maestras que les enseñaban el lenguaje de señas y las materias académicas, compartían espacios en algunas clases como Educación Física o Artes.

En el contexto de la pandemia, en el esfuerzo nacional por llevar la educación a distancia a todos los niños del país, ¿dónde queda

este grupo? Seguro, y en la medida de los alcances de sus maestros y familia, estarán trabajando a distancia, pero sin acceso a los programas de televisión que no transmiten los contenidos en lenguaje de señas. Por supuesto, están quedando relegados de la clase de Artes que, junto con Educación Física, Educación Socioemocional y Tutoría, pertenece al área de desarrollo personal y social. El objetivo de esta área es alcanzar una educación integral, con aprendizajes que permitan acceder al autoconocimiento, manejo de emociones, así como valores para aprender a vivir en sociedad, ejerciendo el respeto a la diversidad cultural y la convivencia armónica (sep, 2017).

Será interesante valorar y conocer cómo se han desarrollado estos niños que se integraban muy alegres —como uno más— a las clases de Artes, donde no se hacía distinción alguna, pero sí se atendían sus necesidades especiales. Asimismo, será significativo reconocer en este peculiar momento histórico nuestra capacidad de adaptarnos al cambio y ser resilientes.

En conclusión, la pandemia es la oportunidad de analizar la ética que sustenta la educación. Para que ésta sea incluyente e intercultural debe tomar en cuenta una sociedad más justa, donde la educación sea un derecho para todos, no sólo de acceso, sino de construcción colectiva de nuevos mundos donde todos tengamos un espacio y podamos desarrollar nuestras potencialidades de manera creativa.

Referencias

Artopoulos, A. (2020), “COVID-19: ¿Qué hicieron los países para continuar con la educación a distancia?”, Argentina: Argentinos por la Educación, disponible en: https://bit.ly/3qZVra4 [fecha de consulta: 22 de septiembre de 2020]. Bifo, F. (2020), “¿Cómo reconstruir la subjetividad cuando hay miedo al acercamiento de los labios?”, en

Zur, 15 de septiembre de 2020, disponible en: https://bit.ly/3aOw7hX [fecha de consulta: 13 de octubre de 2020]. Cepal-unesco (Comisión Económica para América Latina y el Caribe-Organización de las Naciones

Unidas para la Educación, la

Ciencia y la Cultura) (2020), “La

educación en tiempos de la pandemia de COVID-19”, agosto de 2020, disponible en: https://bit. ly/3uqusH2 [fecha de consulta: 22 de septiembre de 2020]. Ferrer, E. (1997), Información y comunicación, México: fce. Greene, M. (2004), “Notas sobre educación estética”, en M. Greene,

Variación sobre una guitarra azul.

Conferencias de educación estética,

México: Edere, disponible en: https://bit.ly/3kihpCT [fecha de consulta: 2 de octubre de 2020]. Maturana, H. (2013), “Una belleza nueva”, en YouTube, disponible en: https://bit.ly/3ixHz5B [fecha de consulta: 13 de octubre de 2020]. onu (Organización de las Naciones

Unidas) (2006), Hoja de ruta para la Educación Artística.

Conferencia Mundial sobre la

Educación Artística: construir capacidades creativas para el siglo xxi, del 6 al 9 de marzo de 2006, Lisboa: onu, disponible en: https://bit.ly/2ZJsNhO [fecha de consulta: 24 de septiembre de 2020]. sep (Secretaría de Educación Pública) (2017), Aprendizajes clave para la

Educación integral. Artes en la educación básica, Ciudad de México: sep, disponible en: https://bit.ly/3smjm3S [fecha de consulta: 5 de octubre de 2020]. Skilar, C. (2007), “La pretensiosa diversidad”, disponible en: https://bit.ly/3keeDP4 [fecha de consulta: 1 de octubre de 2020].

This article is from: