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Las lenguas indígenas nacionales: importancia y relación con el español

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Esteban Bartolomé Segundo Romero

Centenaria y Benemérita Escuela Normal para Profesores

Introducción

La intención de este trabajo es compartir un breve discernimiento sobre la situación que guardan las lenguas indígenas nacionales dentro del mosaico social y lingüístico del México pluricultural, multilingüe y pluriétnico, y cómo se han relacionado con el idioma castellano desde el siglo xvi. Este momento histórico marcó el inicio de otro tipo de relaciones interculturales con el encuentro de dos pensamientos, dos culturas, dos lenguas y dos cosmovisiones. Asimismo, este escrito también centra la atención en una de las cinco lenguas nativas practicadas en el Estado de México: jñatjo o mazahua.

A continuación, se darán algunos datos para comprender la situación que priva sobre el enfoque paradigmático de la interculturalidad a nivel global. Actualmente, en el mundo se practican alrededor de siete mil lenguas por más o menos 7,600 millones de personas. En América existen por lo menos 30 millones de indígenas que hablan 1,700 lenguas con sus respectivas variantes dialectales.

Según autores como Evangelina Arana de Swadesh (1995), cuando los españoles llegaron a México en el siglo xvi existía un mosaico multiétnico, plurilingüe y pluricultural conformado por cerca de 12 a 25 millones de personas e integrados en 125 pueblos autóctonos, que practicaban un mismo número de lenguas y culturas diferenciadas. Estos datos ponen de manifiesto que en Mesoamérica ya existía el fenómeno de la interculturalidad, debido a las relaciones sociales, políticas, comerciales, culturales y lingüísticas. Todo ello se ha ido modificando en los diferentes periodos históricos del país.

Desarrollo

Hoy en día, de acuerdo con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), de las 125 lenguas indígenas, sólo se registran 68 con 364 variantes lingüísticas, habladas por 12 millones de hablantes indígenas, es decir, 12% de la población total del país (sep / Inali, 2013). De estas 68 lenguas, cinco son originarias del Estado de México: jñatjo/jñatrjo (mazahua), hñähñu (otomí), nahua (náhuatl), fot’una (matlatzinca) y pjie kjakjo (tlahuica/ocuilteca).

Este mapa étnico y lingüístico original se ha alterado por la presencia de otros grupos de hablantes de lenguas indígenas de diferentes entidades federativas del país. Hecho que fue producto de los flujos migratorios que se presentaron con más fuerza durante la segunda mitad del siglo xx, atraídos por el espejismo de la industrialización desarrollada en la zona conurbada del Valle de México y Ciudad de México.

En una visión retrospectiva, si se analiza un poco el encuentro entre los pueblos indígenas y los españoles es posible entender lo que sucedió en ambas lenguas, en concreto las indígenas.

A la llegada de los españoles predominaba el poderío del Imperio mexica, de lengua náhuatl, quien tenía sojuzgado a gran parte de los pueblos indígenas mesoamericanos, que abarcaban desde lo que fue Mesoamérica hasta Centroamérica.

El arribo de la corona española al territorio mesoamericano obedeció a la expansión de los pueblos europeos para invadir y colonizar territorios, recursos naturales y pobladores, con el fin de obtener plusvalía y consolidar el reino español. Para ello se usó la espada y la cruz, a lo que se llamó evangelización de la población indígena para hacerlos adoptar de forma coercitiva la fe católica.

Durante los primeros años de la colonización, los misioneros que llegaron junto con los militares para llevar a cabo su labor evangelizadora se encontraron con la limitante lingüística, ya que no podían comunicarse con los nativos. Ante tal situación se vieron en la necesidad de recurrir a la castellanización de los indígenas. De esta manera, los religiosos contribuirían a la legitimación y justificación política y económica de la colonización, la cual se prolongó durante 300 años.

La labor de castellanización implicó el desarrollo de ciertos procedimientos técnicos y metodológicos; por ejemplo, investigar y aprender las distintas lenguas indígenas y sus expresiones culturales de cada región donde se establecieron las órdenes religiosas. Primero escucharon, escribieron y leyeron; después hicieron el registro mediante el uso de los caracteres latinos, lo que les facilitó preparar artes o gramáticas, confesionarios, sermonarios, cartillas y diccionarios que apoyaron su labor de catequización. Destacados misioneros humanistas como Bernardino de Sahagún, Andrés de Olmos o Diego Durán iniciaron el registro de las expresiones culturales e historia de algunos pueblos, en especial del náhuatl. A partir de entonces, se ejerció la influencia de ambas lenguas, pero de forma asimétrica, es decir, prevaleció la castellana sobre las nativas. El castellano dejó de ser el idioma puro que se hablaba en España y se convirtió en un híbrido, ya que adoptó, recibió y adaptó palabras indígenas en su léxico, con las que creó neologismos y regionalismos.

La transferencia de vocablos indígenas al idioma español enriqueció el léxico de éste. Igual, los pueblos mesoamericanos aportaron —y aún aportan— al mundo muchos elementos socioculturales, entre ellos conocimientos de astronomía, herbolaria, matemáticas (uso del cero); el calendario mesoamericano (que no ha sido descifrado ni valorado); recursos naturales como el chocolate, chicle, chile, maíz, frijol, calabaza, papa, guajolote, aguacate, y riquezas minerales.

El náhuatl fue la lengua indígena que más afectó al castellano. Éste se enriqueció con palabras como: xóchitl, zapoteca, chocolate, chile, aguacate, xocoyo, jitomate, guajolote, coyote, zopilote, chayote, nana, tata; además de topónimos como: México, Chapultepec, Metepec, Toluca, Texcoco, Cuernavaca, Tepeyac, Jilotepec, Huejotzingo, y cientos de términos más.

En este contexto, la lengua jñatjo tiene una relación asimétrica con el castellano. El mazahua se ha hablado desde siempre en el centro, oeste y noroeste del Estado de México. De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda 2010 (Inegi, 2010), en la entidad mexiquense se reportan alrededor de 127,826 hablantes de lengua indígena, asentados en 14 de sus municipios y en cinco municipios al oriente del estado de Michoacán. Hoy en día se puede encontrar población mazahua no sólo en el territorio mexiquense, sino en el país e incluso en el extranjero, por causa de los procesos migratorios y la movilidad de la población.

El idioma castellano ha recibido muy pocos términos del jñatjo, entre ellos los topónimos, que han sido oficializados en las áreas de influencia de este grupo, a saber: Pareje (lugar de agua caliente), Endotejiare (en donde toca el sol), Mbaro (lugar de piedra colorada: Atlacomulco), Pameje (Valle de Bravo), Maró (en la piedra larga), Cuendo (lugar de piedra plana), Citendejé (lugar ubicado atrás del monte), Caro (en el pedregal), entre otros. Cabe aclarar que estos nombres propios fueron registrados por personas no hablantes de esta lengua, de ahí que presenten distorsiones fonéticas, semánticas y gramaticales.

Asimismo, los hablantes del jñatjo llevaron a cabo la mazahuización de palabras castellanas como Xanxua (san Juan), Maria (María), Chiko (Francisco), Fele (Félix), Sana (Susana), Terio (Eleuterio), Teba (Esteban), etcétera.

Conclusiones

Es posible afirmar que los vocablos mazahuas tienen un gran bagaje cultural, experiencial, histórico, conciencia identitaria, conocimientos cosmogónicos y sistema de conocimiento. Tienen una clara concepción ligada al pasado y presente, como puntos de encuentro y reencuentro en el espacio y tiempo, es decir, permiten comprender y explicar el presente a partir del pasado.

Desde la invasión española hasta nuestros días, los pueblos indígenas han presentado una fuerte resistencia ante la imposición de lo que consideran va en contra de sus expresiones culturales y lingüísticas y a su identidad como pueblos.

México ha transitado en su propia unidad social, étnica, lingüística y cultural; no obstante, su encuentro con el sistema de pensamiento occidental le ha permitido expresar otras formas de ver y conocer, analizar e interpretar el mundo; lo que define el paradigma de lo intercultural.

Sin embargo, en el afán de integrar a los diversos pueblos indígenas al proyecto de nación en turno, se han diseñado y aplicado políticas públicas de homogeneización basadas en una lengua y cultura. Esto ha conducido al detrimento de la práctica lingüística y cultural de las comunidades indígenas. Rasgo que en el pasado caracterizaba al México

políglota y multicultural ante el mundo.

En respuesta a este proyecto se han hecho escuchar propuestas mesuradas que invitan a que sean escuchadas las voces indígenas, pues constituyen un sector importante de la sociedad nacional. Este sector de la población, además de aceptar los conocimientos universales y avances científicos y tecnológicos, sin medrar la cuestión humana, debería avanzar conforme a su conciencia, saberes culturales y lenguas propias.

Respecto a la educación, se han instrumentado políticas educativas, pero no con la población indígena. Desde la época colonial se instituyó la enseñanza del castellano con el método directo. Un sistema bilingüe no fue posible porque se consideraba a la lengua indígena un peligro para el sistema colonial. Posteriormente, no hubo interés por las lenguas y culturas indígenas. Durante la época de la Reforma, con liberales como Ignacio Ramírez “El Nigromante” hubo ciertos atisbos sobre una educación bilingüe para la población indígena. Después de la Revolución mexicana, en vías de la unidad nacional se pretendió la homogeneización nacional, en detrimento del uso de las lenguas y culturas indígenas.

Hasta mediados del siglo xx se puso en marcha la educación bilingüe y bicultural; a partir de entonces se empezó a tomar en cuenta al sector indígena, en cuyo proyecto participaron jóvenes profesionales de los mismos pueblos. Más adelante, con el Programa Nacional para la Modernización Educativa de 1990 y con la puesta en escena de la educación indígena, se instrumentó el nuevo enfoque de la educación intercultural bilingüe (EIB), cuyo propósito es el diálogo de saberes entre diferentes sectores de la sociedad (sep / dgei, 1999). De esta manera se combate la marginación, discriminación, racismo y exclusión que experimentan los pueblos indígenas, a través de principios de tolerancia, solidaridad, respeto, colaboración y un aprender a vivir y convivir dentro de la diversidad.

La situación en la que viven los grupos autóctonos es incierta y tiene grandes retos. De cierta forma, esta incertidumbre es provocada por la educación que han recibido desde tiempos ancestrales por la escuela y la iglesia, ya que no corresponde con sus formas de ser, pensar, actuar e interaccionar en sus proyectos de vida. En otras palabras, no se les aleccionaba desde su lengua y cultura, sino que se les enseñaba a negar, despreciar, olvidar y no valorar lo propio. Por añadidura, existe la falta de materiales didácticos y libros de textos elaborados en sus lenguas; y si los hay son limitados.

Hoy por hoy, algunos de los retos que se enfrentan implican reconocer a estos grupos diversos, así como valorar y recuperar los saberes ancestrales y las lenguas, sin hacer a un lado los avances de la ciencia y tecnología. Por supuesto, esto requiere de enormes esfuerzos no sólo de los hablantes nativos, sino de otros sectores e instituciones del país, para mitigar los riesgos de extinción y el vertiginoso desplazamiento lingüístico del que son objeto nuestros pueblos indígenas.

Pokji t’ejañ’omï texeji i dyaraji nuko ro mami (Mi agradecimiento atento a todos por el espacio dado a esta disertación).

Referencias

Arana de Swadesh, E. (1995),

Las lenguas indígenas, México: sep / Inali. Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) (2010), Censo de Población y Vivienda 2010,

México: Inegi. sep / dgei (1999), La educación primaria intercultural en México, México, sep / dgei. sep / Inali (2013), Catálogo de las lenguas indígenas nacionales, México: sep / Inali.

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