Libro proyectos sociales 1 (2006 2007)

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les se negaron y dieron aviso a la corporación Mumidavi. “Fue algo muy emocionante para nosotras darnos cuenta que estaban totalmente comprometidos con el bienestar de la Empresa y que sus vidas iban por el camino de la legalidad”, comentó Josefina. Mientras esto sucedía en Cartagena del Chairá, la hermana Susana ya en Florencia, le pedía al comprador del material reciclable que le diera unos minutos más mientras llegaba el transporte porque la hora de cierre era a las seis de la tarde y las manecillas del reloj ya habían pasado por esa hora. “Miraba en la esquina a cada momento esperando a que llegara el camión mientras entretenía al propietario, hasta que llegó. Bajaron toda la carga y felicitaron a los muchachos porque estaba muy bien clasificado, pesaron y la factura iba sumando. Yo me quedé de una sola pieza, nunca había sentido tanto respeto por la basura, vendimos dos millones de pesos”, relató la hermana Susana. La misma sorpresa que se llevó la hermana Susana, se la llevaron todos los integrantes de la empresa de Recuperadores. “La primera venta da mucha moral y con eso pagamos muchas deudas, el resto se repartió por partes iguales”, señaló Darío, Presidente de la Asociación. Los antiguos desplazados, que caminaban con los ojos mirando hacia el polvo que cubre las calles de un pueblo de calor infernal, ahora caminaban con la cabeza en alto, orgullosos de vestir el uniforme y arrastrar las carretas cada vez más llenas de plástico y cartón. “Al principio me daba mucha pena, yo me bajaba la gorra pero después estuve muy contenta porque nos respetaron desde el principio y por el contrario nos vieron como un ejemplo”, dice Luz Elena.

“Yo los empecé a ver no como los recicladores de Bogotá sino que vi unos trabajadores muy elegantes, pero entonces ya necesitábamos que se prepararan porque vimos que la escolaridad era muy baja, una gran mayoría no sabía leer y escribir. Creamos la primaria para adultos con la ayuda del vicariato y entonces si querían tener empresa, por obligación tenían que estudiar”, sentenció Josefina. Las hermanas relatan que todos iniciaron o continuaron la escuela, incluso uno de ellos se presentó como candidato al Consejo Municipal y ganó. “Ahora nos ve y nos da las gracias porque si no supiera leer y escribir no habría podido llegar a ese cargo”. Ahora, la bodega ubicada en la zona urbana mantiene abarrotada de material sin expedir ningún olor. Allí también se encuentran una máquina picadora de plástico, los elementos de seguridad industrial, el material para limpiar el material reciclado y sobre todas las cosas los sueños y esperanzas de estas familias que pasaron de ser desplazados a empresarios. “A mí me señalaban, me decían la desplazada y eso me daba el mal genio, pero ahora me llaman la Promotora Ambiental y eso me hace sentir muy orgullosa”, concluye Luz Elena mientras esboza una enorme sonrisa.

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