Edición 1289 Hoy en la Javeriana julio 2013

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Fiesta de la fe en Río de Janeiro Carlos Cuartas Chacón*

El Papa Francisco visitó Río de Janeiro del 23 al 28 de julio con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.

Ahora bien, esta Jornada, la de Río, ha sido una oportunidad extraordinaria

actualidad

para apreciar una vez más pontificado que ha sorpren-

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que al papa Francisco TIME

los rasgos distintivos de un dido gratamente al mundo. No de otra forma se explica le haya dedicado, cuatro meses después, una segunda portada, calificándolo como “El papa del pueblo”, y que la edición italiana de Vanity Fair lo escogiera como Hombre del Año, con el apelativo de “Papa coraje”

julio 2013

Al hablar de Río de Janeiro llegan al pensamiento las imágenes de un entorno geográfico espectacular, ubicado a orillas del mar, de playas maravillosas que se abren para dar paso a la bahía de Guanabara, custodiada por cerros y peñascos, entre ellos el Corcovado, el más notorio. El sol y el mar refuerzan la exuberancia y la sensualidad que afloran especialmente en el famoso Carnaval de Río. En ese mismo lugar, que en ocasiones invita con fuerza a la mundanidad, del 23 al 28 de julio pasado, sucedió algo que no encaja exactamente en esas mismas coordenadas. Cientos de miles de jóvenes, venidos de diferentes lugares del mundo, se congregaron con la finalidad particular de celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, convocada por la Iglesia Católica, una “fiesta de la fe”, como lo señaló el papa Francisco en su primera intervención, la cual tuvo lugar en las afamadas playas de Copacabana. El mismo Pontífice hizo notar a la multitud de jóvenes que se reunieron para darle la bienvenida, que la bellísima ciudad brasileña, por esos días de julio, se había convertido en “el centro de la Iglesia, en su corazón vivo y joven”, y la razón consistía en que ellos habían “respondido con generosidad y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho a estar con él, a ser sus amigos”.

La historia de las jornadas se remonta al pontificado del inolvidable papa Juan Pablo II, quien realizó en Roma multitudinarios encuentros con los jóvenes, entre ellos el Encuentro Internacional de la Juventud, convocado en 1984, con ocasión del Año Santo de la Redención. Luego vino el Año Internacional de la Juventud, en 1985, declarado así por las Naciones Unidas. Fue entonces cuando el papa promovió un encuentro internacional de los jóvenes en el Vaticano e institucionalizó la Jornada Mundial de la Juventud. Cómo olvidar a un vigoroso Juan Pablo II en Buenos Aires (1987), o 13 años después, a un papa envejecido, que a pesar de hallarse muy impedido físicamente, contagiaba su alegría de vivir en Roma (2000). Cómo olvidar la serenidad y la sonrisa de Benedicto XVI, al llegar a Colonia (2005) o a Sidney (2008), ya siendo octogenario. Sin duda alguna, las jornadas se han convertido en momentos memorables de la historia personal de millones de personas. Ahora bien, esta Jornada, la de Río, ha sido una oportunidad extraordinaria para apreciar una vez más los rasgos distintivos de un pontificado que ha sorprendido gratamente al mundo. No de otra forma se explica que al papa Francisco TIME le haya dedicado, cuatro meses después, una segunda portada, calificándolo como “El papa del pueblo”, y que la edición italiana de Vanity Fair lo escogiera como Hombre del Año, con el apelativo de “Papa coraje”. Por supuesto, como en ocasiones anteriores, los mensajes del papa han llamado la atención, no sólo de los participantes, sino también de los medios de comunicación. En primer lugar, durante su saludo de bienvenida, Francisco advirtió sobre un gran riesgo que enfrentan los jóvenes hoy en día: “El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser fe-


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