opinión
Convivir con alergia a alimentos: la escuela segura Fernando Jaime Presidente de Immunitas Vera, asociación de alérgicos a alimentos y látex de Cataluña
a llegada a la escuela del alumno con alergia a alimentos es uno de los primeros retos a que se enfrentan las familias y los profesionales de la educación. Es un desafío para las familias porque hasta ese momento controlaban en exclusiva qué comía, qué inhalaba o qué tocaba ese niño con alergia a alimentos y también vigilaban su entorno: qué comida se le ofrece, qué manchas hay sobre la mesa, qué vapores hay en la cocina, etc. Es un reto para los maestros y el personal no docente de los centros porque, generalizando, existe mucho desconocimiento sobre el tema, se confunde con intolerancias, existen falsas creencias, o a veces se minusvalora esta afección como algo no preocupante porque se ignoran los graves casos de reacciones y sus consecuencias. Aunque encontremos maestros comprometidos, proactivos y que honran a la profesión, quizá estos no cuenten con un apoyo o una colaboración institucional real y efectiva en su labor diaria en los centros escolares con alumnos necesitados de una atención específica por motivos de salud.
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Es en la escuela cuando la familia pierde por primera vez el control directo sobre el niño y su entorno y es ahí cuando su seguridad dependerá de otras personas durante mucho tiempo. La angustia de la familia se aminora si la escuela coopera en la prevención de reacciones (higiene, manipulación, almuerzos, celebraciones...) y en la actuación de primeros auxilios en caso de urgencia (aplicación del inyectable de adrenalina). La angustia de los maestros, que también existe, es menor si conocen la alergia, sus síntomas, las pautas de prevención y la actuación en caso de urgencia, y sobre todo si se crea un flujo de comunicación familia-escuela, en ambos sentidos, constante y de confianza mutua. No se trata de una sobreprotección del menor, sino de una protección necesaria hasta que el niño tenga un grado suficiente de autonomía y pueda discernir sobre qué producto es seguro para él o qué situaciones implican un riesgo (salidas, actividades extraescolares, celebraciones, etc.). Es básica la vigilancia sobre los almuerzos de los compañeros del aula para evitar ofrecimientos de comida, contactos físicos, manchas o restos sobre mesas y papeleras, etc. También sobre los materiales escolares: tizas que contienen derivados de leche de vaca (reacciones por inhalación), plastilinas con polvo de frutos secos, maquillajes con derivados de alimentos, barnices con látex... Merecen un capítulo aparte los comedores escolares, las celebraciones en la escuela donde la comida está presente o las actividades extraescolares. A priori, estableceremos un primer contacto con la escuela y explicaremos más de una vez qué nos pasa y qué necesitamos respecto a la prevención de reacciones. Para esta primera labor de romper el hielo del desconocimiento las asociaciones de pacientes editamos guías o folletos informativos que, con el complemento de la información que aportamos las familias convertidas ya en pacientes expertos, ayudarán a una escolarización segura del alumno alérgico a alimentos. Y para poder ofrecer al maestro una labor docente también segura no hay nada mejor que una correcta protocolización de la escolarización de estos alumnos. En este sentido, Cataluña fue pionera en la redacción de un documento que sitúa a maestros y alumnos en la seguridad jurídica de unos y en la física de otros, fruto de la presión de los afectados y del aumento de los diagnósticos durante los últimos diez años.
Más información: www.immunitasvera.org
revista trazas
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no 2 - 2011