Acerca de Myrtha Chockler y los organizadores del desarrollo psicomotor.

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Acerca de Myrtha Chockler y los organizadores del desarrollo psicomotor. Javier Ulla

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l cuerpo está en constante dinamismo entre tensión y movimiento, con sistemas de alta complejidad que se articulan constantemente. El cuerpo que poseemos es y está, se presenta al mundo e interactúa con él, a través del tono y de la postura, actitud y movimiento. Es por eso que para el profesional de la psicología es importante tener en cuenta dichos comportamientos de los sujetos, puesto que son éstos muchas veces quienes comunican la situación del mundo interno de los mismos. El propio cuerpo del niño se distiende por la satisfacción o se crispa por el rechazo y se prepara a la insistencia con la fuerza del pataleo. No habrá podido organizar todavía los sistemas neurofisiológicos que le permitirán más tarde recurrir a la memoria el cuerpo y saltar ágilmente. Chockler nos recuerda que TODA actividad humana es esencialmente psicomotriz y que para su puesta en marcha se articulan diferentes sistemas anatomo-fisiológicos, psicológicos y sociales de gran complejidad que determinan una particular manera de ser y estar en el mundo, de relacionarse con la realidad y los otros para satisfacer las necesidades biológicas, culturales, espirituales y sociales. La psicomotricidad es la disciplina que estudia al hombre desde esa articulación, decodificando el campo de significaciones que el cuerpo y el movimiento en relación generan y que constituyen las señales de su salud, desarrollo, etc. El niño se integra socialmente y aprende, la educación especialmente durante los primeros años no puede ser sino psicomotriz, y la educación es entendida como el desarrollo de las potencialidades creadoras y productivas, más no el enchalecamiento represivo de un supuesto «orden» que fabrica sujetos sumisos, individualistas y competitivos, repetidores memoristas de informaciones que no se cuestionarán jamás y en muchos casos lo olvidarán inmediatamente. Todo aprendizaje supone un contacto con lo desconocido, un aumento de la vigilancia y la ansiedad, y por lo tanto el tono muscular, por lo que la mirada, gesto, distancia y velocidad se cargan de significados entrando en el interjuego de instrumentos biológicos, funcionales y emocionales que se influyen mutuamente.

Desarrollo. Chockler ve al desarrollo como una serie de sucesivas transformaciones que le permiten satisfacer progresivamente sus diferentes, múltiples y renovadas necesidades en un proceso de adaptación activa al medio. Es el camino de resolución progresiva de sus necesidades que parte de la dependencia absoluta hasta la autonomía relativa. Va construyendo paulatinamente su autonomía relativa, a medida que la maduración de su sistema nervioso y sus contactos con el medio le van permitiendo el dominio de su propio cuerpo, y del espacio circundante. Los adultos encargados de los primeros cuidados del bebé, también son producto de condiciones históricas y sociales, en la medida en que son ellos mismos portadores de una cantidad de conceptos acerca de cuál es y cómo debe llevarse a cabo ese cuidado, qué es lo principal y lo secundario, y quiénes son responsables de dicha tarea, de manera permanente o transitoria.

Bases teóricas de la psicología social. Dicho desarrollo, afirma la autora, se produce en un intercambio múltiple con el medio, que, según Wallon, es un medio físico y un medio humano, que juntos constituyen el medio natural del hombre. Dicho medio es transformado, y transforma al hombre, en una relación dialéctica, con un polo principal básico, que son las condiciones internas del sujeto. Todas estas condiciones, tanto el medio físico y el humano, así como las condiciones externas constituyen los elementos necesarios para las transformaciones y el desarrollo, condiciones que actúan sobre las internas y a través de ellas. Chockler le otorga gran importancia al medio social, que es el que modelará las particularidades y las posibilidades de desarrollo de estas condiciones internas. El cerebro humano está preparado para un lenguaje articulado, pero si el niño es colocado en situaciones de aislamiento, difícilmente desarrolle el habla. Lo que existe en el mundo interno es producto de la internalización y reconstrucción subjetiva que el sujeto realiza del mundo objetivo. La capacidad global de aprendizaje está condicionada por el contexto que opera sobre las posibilidades de crecimiento, maduración y adaptación del cerebro a los estímulos ambientales. Wallon dice que el niño es un ser social desde el nacimiento, y no sólo porque nace de otro ser, sino porque posee un sistema de comportamientos extremadamente rico a través del cual está abierto al mundo, del cual depende, dichos comportamientos objetivos solo van a poder concretarse en la medida en que encuentre otros sujetos en el mundo externo que generan ciertas conductas complementarias tendientes a satisfacerlas, construyendo con el adulto sistemas que operan recíprocamente, a los cuales Chockler denomina «organizadores».

Los cuatro organizadores del desarrollo psicomotor en los niños.

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) El apego. Consiste en un conjunto de conductas tónicoposturales tendientes a acercarlo al adulto, denominados por Bowlby como «apego», que se presenta entre los 6 u 8 meses, dependiendo del autor -Bowlby o Spitz-. A medida que la perceptual del niño crece, irá estructurando la conducta de apego para la búsqueda de la madre en forma más compleja. Allí se sugiere la existencia de un aprendizaje del apego, siendo claro su desarrollo hacia aquellas figuras con las que tiene más interacción o quienes proveen al niño la respuesta específica adecuada. Entre sus capacidades para «desarrollar el apego» está por ejemplo el reconocimiento del olor materno, lo cual desencadena reacciones de bienestar. Desde la madre, la relación se inicia desde antes del nacimiento, con el deseo y expectativas al respecto de la maternidad, que condicionan fuertemente la relación. Ajuriaguerra señala que hay un aprendizaje en la funcion materna, y niega la existencia del instinto materno, sosteniendo enfáticamente que en realidad el niño es el que crea y organiza el amor de la madre, que sostienen y modelan las conductas de apego de la madre. El contacto con el mundo exige una adaptación rápida a estímulos múltiples y fluctuantes que provocan una intensa actividad perceptivo-motora de exploración, activando el tono muscular y modificando la postura y el movimien-


to. a través del contacto con el adulto, dicho vínculo de apego hace descender al niño su ansiedad, y presenta el alerta, tono muscular y la actividad. Su presencia lo tranquiliza y le permite relajarse y disminuir su tensión, miedo y excitación, lo que le permite al niño explorar su medio, lo cual es a su vez la función principal del apego. El apego se da por: [a] La internalización progresiva de figuras primarias de apego que pasa por varias fases; y [b] el desplazamiento y distribución de la función de apego a otras figuras, como otros adultos o pares. Para Ainsworth, el apego es el lazo afectivo que una persona forma entre ella y una figura específica, cuya matriz afectiva que modelará los vínculos afectivos futuros se conforma por la calidad particular con que se estructura de manera primaria. También debe existir cierta distancia, fundamental para la comprensión del vínculo de apego, y la variabilidad de la distancia está en la base de la diferenciación Yo/No-Yo. Esto hará que el niño progresivamente soporte separaciones cada vez más largas (aunque inquietándose cuando éstas se tornan excesivas), del mismo modo en que el adulto se angustie al separarse del niño. El apego es permanente y dura toda la vida y las características propias que existen en el apego en la relación entre cada niño y adulto responsable del mismo, son extremadamente significativas en el futuro del sujeto, por lo que tanto el desapego, como el apego exagerado y asfixiante son capaces de anular la exploración y capacidad de conquista de autonomía del niño, quien no se abre al mundo y no hace, siente ni piensa, convirtiendose en lugar de un apego, en un «pegoteo». El apego subsiste toda la vida, y aunque suele ser considerado «regresivo», es distinto a medida que crece, y depende de la internalización de los vínculos con las figuras más significativas y la depositación de la función de sostén («holding», al decir de Winnicott) en las múltiples relaciones actuales. ) La exploración del mundo externo. En todo sujeto aparece, en mayor o menor medida la curiosidad y el interés por los seres y los objetos del espacio circundante. Dichas conductas exploratorias le permiten conectarse, conocer y aprehender las características del mundo externo, internalizándolas y operando con ellas. Aunque si bien, tanto apego como exploración son poseedores de objetivos contrarios, son al mismo tiempo complementarios. El niño se alejará para explorar, pero ante una tensión excesiva, buscará el apego nuevamente para disminuir dicha tensión y continuar con la exploración, y si no lo encuentra, la exploración se verá perturbada. En resumen, sólo explorará en tanto haya figuras de apego que neutralicen el exceso de emoción, ansiedad y temor. Así, ambos aspectos se unen y excluyen al mismo tiempo, conformando de ese modo, una unidad dialéctica que asegura la adaptación activa del sujeto al medio. ) La comunicación. Desde la gestación hay un lazo estrecho entre madre e hijo, lo que implica una relación de asimetría. Ella se configurará a partir de intercambios tónico-posturales y dinámicos, que a su vez desencadenarán otros en el feto, e inversamente. Las sensaciones de bienestar, satisfacción, dolor, etc., provocan contracciones, distensiones, sacudidas, cambios posturales que permiten al niño regular sus reacciones emotivas produciendo las descargas necesarias de las corrientes tónicas que se propagan sucesivamente por su cuerpo, que luego serán asociadas al placer, alegría, cólera, etcétera. Esto hace que la madre cargue de sentido la constelación de acciones e intente una hipótesis, como por ejemplo que «Le duele el vientre», lo que hará que ponga en marcha una serie de acciones tendientes a aliviar el dolor. La gratificación, cuando la necesidad es satisfecha a su tiempo, instaura una cálida corriente afectiva entre ambos; y la frustración, en el caso contrario, la llena de ansiedad, displacer y hasta hostili-

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dad. La acción del adulto no es independiente del comportamiento del niño, sino que se influyen mutuamente desde la más temprana edad. El nivel de comunicación contenido en los gestos opera tanto consciente como inconscientemente, y las actitudes del niño provocan en el adulto sensaciones, emociones, que evocan consecuentemente situaciones vividas por éste anteriormente, lo que puede provocar en algunos adultos, en el caso de que por ejemplo el niño muestre un movimiento incesante, sentimientos de angustia o ansiedad, en tanto que otros podrán vivirlo como signos de vitalidad y satisfacción. En definitiva, tanto adulto como niño adjudican significaciones a las señales corporales emitidas por el otro, y en tanto sean correctas, provocarán la respuesta esperada, presente en un diálogo tónico (tomando a Ajuriaguerra), caracterizado por ser previo a toda relación intelectual en forma de una comunión inmediata, que se configura el primer sistema de señales, único código disponible al niño durante mucho tiempo, antes de que pueda adquirir y manejar el lenguaje verbal, el cual surgirá luego a manera de producto de dicho diálogo tónico, el cual se configura como una matriz de comunicación, que lo alienta o interfiere. Esto depende también, de los tiempos de reacción del adulto: si es una respuesta a un estímulo inexistente, o si dicha respuesta dura mucho en aparecer, o no aparece, será perjuicioso para el desarrollo del posterior lenguaje del niño. El sujeto no crece linealmente partiendo de la dependencia a la autonomía, sino a partir de la acumulación de experiencias, datos y adaptaciones, que le permiten realizar dicho pasaje cualitativo al estadio de mayor desarrollo. Además, es de destacar que Chockler afirma la existencia de una gran interconexión dialéctica entre el apego, la exploración y la comunicación sobre todo, que solamente se pongran en juego si encuentran una pareja externa más o menos estable, y que vuelva posible esto, proporcionando en cada situación las respuestas específicas. ) El equilibrio. Chockler cita una vez más a Ajuriaguerra, quien sostuvo que muchos movimientos impulsivos e involuntarios del recién nacido no eran más que «intento de reequilibración», desencadenado con los instrumentos masivos e incoordinados que posee ante la sensación de caída, la cual es considerada como una de las más arcaicas y temidas, que determina la organización de respuestas defensivas como las de «paracaidismo» hacia fines del sexto mes y que perdurarían para toda la vida. Es importantísimo señalar que la sensación de seguridad en el equilibrio postural es totalmente individual e íntima. Depende de la manera particular en que se articularon en la propia historia y como los sistemas que aseguran las percepciones sobre las posiciones del cuerpo en el espacio, junto con las informaciones acerca de las características de su base de sustentación y del espacio circundante, en el acto proyectado, en el acto que le precede y en el pasaje de uno a otro. Dichas sensaciones despiertan en cada sujeto a diferentes alturas de acuerdo a cómo se estructuran sus funciones sensitivas y gnosopráxicas, lo que determina como se posicionará uno ante determinada operación que requiera determinado nivel de equilibrio. Se resalta además cómo la inestabilidad provoca tensiones exageradas, torpeza y bloqueo de los automatismos y desajuste práxico en el plano gestual, angustia, miedo, inseguridad, etc., con la gran necesidad de recuperar el equilibrio. Se define al equilibrio como «el producto de una síntesis en cada instante de una dialéctica de las fuerzas que operan entre el sujeto y el medio», cuyas cualidades expresan la calidad de la presencia del sujeto en el mundo. Otro punto importante es que si dicho equilibrio físico es esta-

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ble, permitirá acciones más eficientes y precisas, y una gestualidad más armónica es más claramente interpretada por su medio predisponiendo para una respuesta también más ajustada. Wallon sostiene que cada estadio configura un modo original de relación con el medio. Es funcional en la medida en que responde a una adaptación activa y apropiada a las condiciones de existencia del niño en cada período, en que él puede hacer frente a sus necesidades y a sus exigencias, con ayuda de recursos propios de sus potencialidades psico-orgánicas y de los que el medio puede procurarle. El desarrollo postural y dinámico fisiológico es así, el resultado de la evolución de sistemas neurológicos y de retroalimentación cada vez más complejos, asegurados por una parte por la maduración del sistema nervioso central, y por otra, por las múltiples informaciones que procesa del propio cuerpo y medio externo, de ese modo perfeccionando sistemas antigravitatorios, con características individuales, para acceder progresivamente a posturas de menor base de sustentación y con el centro de gravedad más elevado (posición ventral, cuadrupedia, sentado, parado, puntas de pie, etc.). El niño que es colocado por el adulto en una postura que no domina, no sabe como salir de ella cuando se siente incómodo. Frecuentemente lo hace con brusquedad poniéndose en peligro, mientras que por ejemplo el bebé que todavía no ha madurado suficiente el tono del tronco para sostenerse sentado por sí mismo y es colocado en esa posición, al sentirse incómodo no podrá cambiar de postura, dependiendo obligatoriamente del adulto que perciba su incomodidad y lo cambie de posición. Es por eso que se piensa que el equilibrio posee un fuerte impacto relacional, por lo que es notable que el niño siente en cuáles brazos está mejor sostenido y no aprisionado, cómo es colocado por el adulto en posiciones de comodidad o distensión o de inseguridad y tensión, y su relación afectiva con él estará condicionada y connotada por la gratificación o el disgusto que le provee. A lo largo del desarrollo, los movimientos se estructuran por el ejercicio cada vez más complejo de sistemas globales en los que interviene todo el cuerpo, transformando las posturas, desplazamientos y manipulaciones de acuerdo a las necesidades y significaciones del acto, de manera que existe una evolución biológica de los estadios definidos como una nueva organización antigravitatoria que responde a razones de adaptación y que se manifiesta por el dominio de medios diferentes de complejidad creciente. Es así que el equilibrio en el sentido físico del término se hace significativo en la práctica psicomotriz, porque tiene un rol fundamental en cada estadio evolutivo, desde nacimiento y en cada momento de la vida, para la elaboración de actitudes emocionales, afectivas y mentales, y constitución de un sentimiento de capacidad y eficiencia en las relaciones con el mundo, para el desarrollo intelectual de la comunicación y lenguaje.


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