“Caracterización y signos de alerta en la detección de los Trastornos del Espectro del Autismo” MARÍA MERINO MARTÍNEZ. Psicóloga. Autismo Burgos 3/06/2014
La actualidad del autismo refleja la innumerable fascinación de los investigadores, familiares y prácticos por un universo tan cercano, y a la vez tan intangible que representa la diversidad de mundos que hoy se conoce como “autismos”. El autismo fue descrito de manera casi simultánea en 1943 el autismo en personas con discapacidad intelectual y en 1944 en aquellas que tenían una capacidad cognitiva en la normalidad. Estas descripciones fueron realizadas por Leo Kanner, la primera y un joven con dificultades sociales e intereses llamado Hans Asperger la segunda. Ambos autores describieron casos en los que se reflejaban algunas de las características conductuales nucleares del autismo como eran la dificultad para relacionarse normalmente, la presencia de alteraciones en la comunicación, y el interés desmedido y exigente por la realización de determinadas rutinas o la fijación por intereses concretos e intensos en su intensidad. La difusión del artículo de Hans Asperger, tuvo que esperar mucho tiempo hasta que Uta Frith tradujera del alemán el artículo del joven pediatra austriaco, y esta traducción llegó cuando la conceptualización del autismo clásico ya se había instaurado y comenzaba a extenderse y entenderse en países como el nuestro, en el que personas como Angel Riviêre o Angel Díez Cuervo se cuestionaban las teorías culpabilizadoras psicoanalíticas, del Bruno Bettleheim. Con la traducción al inglés del artículo de Hans Asperger Uta Frith y Lorna Wing se planteron que la caracterización de síntomas en ambas descripciones pertenecían a un mismo tipo de trastornos definidos por una tríada de alteraciones en la comunicación, la relación social y la flexibilidad y acuñaron el término Trastorno del Espectro del Autismo, que englobaba ambas descripciones iniciales. Ya en 1991 Frith define el autismo como un trastorno del desarrollo, orgánico y aventura la posibilidad de un origen genético. Diversos autores desde entonces han trabajado en esta definición que en la actualidad continua sin contar con marcadores orgánicos que ayuden a su detección, aunque cada vez más conocemos cómo funcionan y se activan determinadas áreas del cerebro y contamos con teorías que parecen arrojar luz sobre un funcionamiento neurológico diferenciado. Sin embargo la disparidad de datos, así como las dificultades para determinar la influencia genética en el autismo y la variabilidad de posibles genes implicados, hace que el porqué, el dónde, cuántos y cómo sean preguntas que aún necesiten precisar su respuesta. Conocemos que con el autismo se nace y que la expresión de los síntomas es más evidente en torno a los dieciocho meses y que si bien hay casos en los que las madres o la familia informan de conductas que anteriormente habían resultado significativas, estos son los menos. Las conductas o signos de alerta a los que