Gaudete No. 45 - 13 octubre 2024

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12 Claves de la Bula

Spes Non Confundit

En el documento, basado en el significado de la esperanza cristiana y, también, como mensaje central del próximo Jubileo, incluye también las fechas del mismo. Y es que el Papa ha anunciado, “apoyado en esta larga tradición y con la certeza de que este Año jubilar será para toda la Iglesia una intensa experiencia de gracia y de esperanza”, que la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, se abrirá a partir del 24 de diciembre de 2024, dando inicio así al Jubileo. El domingo sucesivo, 29 de diciembre de 2024, abrirá la Puerta Santa de la Catedral de San Juan de Letrán; el 1 de enero de 2025, solemnidad de Santa María, Madre de Dios, se abrirá la Puerta Santa de la Basílica papal de Santa María la Mayor; y, por último, el domingo 5 de enero se abrirá la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pablo extramuros. Estas últimas tres Puertas Santas se cerrarán el domingo 28 de diciembre del mismo año.

Asimismo, Francisco ha establecido que el domingo 29 de diciembre de 2024, en todas las catedrales y co-catedrales, los obispos diocesanos celebren la Eucaristía como apertura solemne del Año jubilar, según el Ritual que se preparará para la ocasión. “Que en ella

se lean algunos pasajes del presente Documento y se anuncie al pueblo la indulgencia jubilar”, dice en el texto, subrayando que, durante el Año Santo, “ha de procurarse que el Pueblo de Dios acoja, con plena participación, tanto el anuncio de esperanza de la gracia de Dios como los signos que atestiguan su eficacia”.

El Jubileo ordinario se clausurará con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pedro en el Vaticano el 6 de enero de 2026, Epifanía del Señor. “Que la luz de la esperanza cristiana pueda llegar a todas las personas, como mensaje del amor de Dios que se dirige a todos. Y que la Iglesia sea testigo fiel de este anuncio en todas partes del mundo”, añade el Papa. “Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda”, subraya. “Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza. La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar sus razones”. A continuación, Vida Nueva reúne esos “mensajes de esperanza” lanzados por Francisco en ‘Spes non confundit’.

1. Una Palabra de esperanza

“Sabemos que la Carta a los Romanos marca un paso decisivo en su actividad de evangelización. Hasta ese momento la había realizado en el área oriental del Imperio y ahora lo espera Roma, con todo lo que esta representa a los ojos del mundo: un gran desafío, que debe afrontar en nombre del anuncio del Evangelio, el cual no conoce barreras ni confines”, recuerda Francisco. “En efecto, el Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la

mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”.

En este sentido, el Papa señala que “San Pablo es muy realista. Sabe que la vida está hecha de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento”. Y eso lleva a desarrollar una virtud “estrechamente relacionada con la esperanza: la paciencia”. Esto, “en la era del internet, donde el espacio y el tiempo son suplantados por el ‘aquí y ahora’, la paciencia resulta extraña”. Así, “si aun fuésemos capaces de contemplar la creación con asombro, comprenderíamos cuán esencial es la paciencia”. Por ello, “la paciencia, que también es fruto del Espíritu Santo, mantiene viva la esperanza y la consolida como virtud y estilo de vida. Por lo tanto, aprendamos a pedir con frecuencia la gracia de la paciencia, que es hija de la esperanza y al mismo tiempo la sostiene”.

Ante esto, “no es casual que la peregrinación exprese un elemento fundamental de todo acontecimiento jubilar”, ya que “ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial”. Por ello, hace un llamamiento a los fieles de las Iglesias orientales, “en especial a aquellos que ya están en plena comunión con el Sucesor de Pedro, quiero dirigir una invitación particular a esta peregrinación”. “Ellos, que han sufrido tanto por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia”, subraya, “muchas veces hasta la muerte, deben sentirse especialmente bienvenidos a esta Roma que es Madre también para ellos y que custodia tantas memorias de su presencia”.

Domingo 13 octubre 2024 • II Época, No. 45 • Editor P. Armando Flores

El Sínodo de los Obispos

El Sínodo, un ejercicio de arte sinfónico

En la inauguración de los trabajos de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, este miércoles 2 de octubre en el Aula Pablo VI, el Santo Padre expresó que “esta Asamblea, guiada por el Espíritu Santo, que «doma el espíritu indómito, infunde calor de vida en el hielo, guía al que tuerce el sendero» (Secuencia de Pentecostés), deberá ofrecer su contribución para que se conforme una Iglesia sinodal en misión, que sepa salir de sí misma y habitar las periferias geográficas y existenciales cuidando que se establezcan lazos con todos en Cristo nuestro Hermano y Señor”.

El Espíritu Santo, guía segura

Francisco consideró que la reflexión de este autor espiritual “nos ayuda a comprender que el Espíritu Santo es una guía segura, y nuestra primera tarea es aprender a distinguir su voz, porque Él habla en todos y en todas las cosas”.

“El Espíritu Santo nos acompaña siempre. Es consuelo en la tristeza y en el llanto, sobre todo, cuando

—precisamente por el amor que nutrimos por la humanidad— frente a lo que no va bien, a las injusticias que prevalecen, a la obstinación con la que nos oponemos a responder con el bien frente al mal, a la dificultad de perdonar, a la falta de valentía para buscar la paz, caemos en el desánimo, nos parece que no haya nada que hacer y nos entregamos a la desesperación. Así como la esperanza es la virtud más humilde pero más fuerte, la desesperación es la peor y más fuerte.”

Dios acoge a todos siempre

Francisco enfatizó que Dios acoge a todos siempre -"no lo olvidemos, todos, todos, todos"- y ofrece a todos “nuevas posibilidades de vida, hasta el último momento. Es por esto que nosotros debemos perdonar a todos siempre, conscientes que la disposición a perdonar nace de la experiencia de haber sido perdonados”. En este sentido, aludió a la experiencia de la vigilia penitencial, celebrada el 1 de octubre en la Basílica de San Pedro, en la que se pidió perdón por los pecados cometidos. “Nos hemos alejado de la presunción de sentirnos mejores que los demás. ¿Nos ha ayudado a ser más humildes?”, planteó el Santo Padre.

Enseguida, comentó que la humildad es un don del Espíritu Santo, y retomando un pasaje de "La vida nueva", de Dante Alighieri, acotó que hay una humildad solidaria y compasiva. Se trata de aquella que está presente en “quien se siente hermano y hermana de todos, padeciendo el mismo dolor, y reconociendo en las heridas y en las llagas de cada uno, las heridas y las llagas de nuestro Señor”.

Una Asamblea con laicos, consagrados, diáconos y presbíteros

Francisco calificó el proceso sinodal como un itinerario de

aprendizaje, "durante el cual la Iglesia aprende a conocerse mejor y a individuar las formas de acción pastoral más adecuadas para la misión que su Señor le confía. Este proceso de aprendizaje implica también las formas de ejercicio del ministerio de los pastores, en particular de los obispos".

A continuación, el Pontífice se centró en su decisión de convocar como miembros de pleno derecho de esta XVI Asamblea también a un número significativo de laicos y consagrados (hombres y mujeres), diáconos y presbíteros, desarrollando cuanto ya en parte estaba previsto para las precedentes asambleas. Aclaró que lo hizo "en coherencia con la comprensión del ejercicio del ministerio episcopal expresada por el Concilio Ecuménico Vaticano II: el obispo, principio y fundamento visible de unidad de la Iglesia particular, no puede vivir su servicio si no en el Pueblo de Dios, con el Pueblo de Dios, precediendo, estando en medio, y siguiendo la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada".

Esta comprensión inclusiva del ministerio episcopal exige ser puesta de manifiesto y reconocida, de acuerdo con el Pontífice, evitando dos peligros: la abstracción que olvida la fértil concreción de los lugares y de las relaciones y el de romper la comunión contraponiendo jerarquía a fieles laicos.

“No se trata cierto de sustituir la una con los otros, agitados con el grito: ahora nos toca a nosotros. Se nos pide más bien ejercitarnos juntos en un arte sinfónica, en una composición que nos acomuna a todos en el servicio al servicio de la misericordia de Dios, según los diferentes ministerios y carismas que el obispo tiene la tarea de reconocer y promover.” (Vatican News - Sebastián Sansón Ferrari)

¿Tienes problemas con el alcohol?

¿Alguna vez te has preguntado si tu relación con el alcohol está cruzando la línea de lo saludable? La lucha contra la adicción al alcohol puede ser un camino complicado, y el primer paso es reconocer si tienes un problema. La autocrítica sobre tu relación con el alcohol es crucial para quienes buscan recuperarse y tomar el control de sus vidas.

El alcoholismo, también conocido como dependencia del alcohol, es una enfermedad crónica y progresiva que afecta a millones de personas en todo el mundo. ¿Pero qué significa realmente ser alcohólico?

El alcoholismo se caracteriza por el consumo excesivo y descontrolado de alcohol, a pesar de sus consecuencias negativas en la vida de la persona. Aquellos que luchan con esta enfermedad a menudo experimentan una fuerte necesidad de beber y tienen dificultades para detenerse, incluso cuando intentan hacerlo. Reconocer el alcoholismo es fundamental para buscar ayuda y tratamiento. Algunos de los signos y síntomas comunes de como saber si soy alcoholico:

Aumento de la Tolerancia: Puede ser un indicio claro de un problema de adicción si necesitas consumir más alcohol para sentir los mismos efectos que antes. Esta creciente tolerancia es una señal

preocupante que no debes ignorar.

Síntomas de Abstinencia: Experimentar malestar físico o emocional cuando intentas dejar de beber puede ser un signo revelador de adicción al alcohol. Los síntomas de abstinencia pueden ser incómodos y peligrosos.

Pérdida de Control: Si te resulta difícil o imposible detener o reducir tu consumo de alcohol, a pesar de tus esfuerzos, es hora de tomar medidas. La pérdida de control es una característica común de la adicción.

Dedicación Excesiva: Pasar una gran cantidad de tiempo en la búsqueda, consumo y recuperación del alcohol puede afectar significativamente tu vida cotidiana y relaciones. Esta dedicación excesiva es un indicador clave de la adicción.

Negligencia de Responsabilidades: Descuidar tus obligaciones y actividades debido al consumo de alcohol puede tener graves repercusiones en tu vida laboral, familiar y social. Es importante reconocer cómo el alcohol afecta tus responsabilidades diarias.

Relaciones Interpersonales afectadas: Problemas en relaciones familiares, amistades o laborales debido al alcohol pueden ser una señal alarmante de una adicción en desarrollo.

Reconocer estas señales es un paso fundamental hacia la recuperación. Si te identificas con alguna de estas señales o tienes preocupaciones sobre tu relación con el alcohol, te instamos a buscar ayuda

Alcoholico de fin de semana

El término alcohólico de fin de semana describe a quienes mantienen un consumo de alcohol aparentemente controlado durante la semana, pero se entregan al exceso los fines de semana. Aunque pueda parecer menos preocupante que el consumo constante, este patrón de consumo puede ser igualmente perjudicial para la salud y la vida cotidiana.

El alcohólico de fin de semana a menudo experimenta síntomas de abstinencia durante la semana, como irritabilidad y ansiedad, esperando ansiosamente el próximo fin de semana para beber nuevamente. Este patrón puede dañar relaciones personales, afectar el rendimiento laboral y tener efectos negativos en la salud física y mental.

Factores de riesgo

Factores de riesgo comunes incluyen la genética, el ambiente, el estrés y el trauma, la edad de inicio y los problemas de salud mental. La predisposición genética juega un papel importante, al igual que un entorno en el que el alcohol es fácilmente accesible.

Experiencias traumáticas o altos niveles de estrés pueden llevar a las personas a recurrir al alcohol como una forma de escape. Comenzar a consumir alcohol a una edad temprana está asociado con un mayor riesgo de adicción. Además, las personas con trastornos de salud mental, como la depresión o la ansiedad, pueden ser más propensas a abusar del alcohol como autotratamiento.

La liturgia de hoy nos propone el encuentro entre Jesús y un hombre que «tenía muchos bienes» (Mc 10, 22) y que ha pasado a la historia como “el joven rico” (cf. Mt 19, 2022). No sabemos su nombre. En realidad, el Evangelio de Marcos habla de él como «uno», sin mencionar su edad ni nombre, para sugerir que todos podemos vernos en ese hombre, como en un espejo. Su encuentro con Jesús, de hecho, nos permite hacer un test sobre la fe. Leyendo esto me hago un test sobre mi fe.

Esta persona comienza con una pregunta: «¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» (v. 17). Fijémonos en los verbos que usa: he de hacer – para tener. Esta es su religiosidad: un deber, un hacer para tener; “hago algo para conseguir lo que necesito”. Pero esta es una relación comercial con Dios, un do ut des. La fe, en cambio, no es un rito frío y mecánico, un “debo-hago- obtengo”. Es una cuestión de libertad y amor. La fe es cuestión de libertad, es cuestión de amor. Y aquí tenemos la primera pregunta del test: ¿qué es la fe para mí? Si es principalmente un deber o una moneda de cambio, estamos muy mal encaminados, porque la

¿Qué

tengo Que hacer?

El Evangelio del Domingo

Marcos 10, 17-30

salvación es un don y no un deber, es gratuita y no se puede comprar. Lo primero que hay que hacer es deshacerse de una fe comercial y mecánica, que insinúa la falsa imagen de un Dios contable, un Dios controlador, no un padre. Y muchas veces en la vida podemos vivir esta relación de fe “comercial”: hago esto para que Dios me dé esto.

Jesús —segundo pasaje— ayuda a ese hombre ofreciéndole el verdadero rostro de Dios. Y así — dice el texto— «fijando en él su mirada, le amó» (v. 21): ¡esto es Dios! Aquí es donde nace y renace la fe: no de un deber, no de algo que hay que hacer o pagar, sino de una mirada de amor que ha de ser acogida. De este modo la vida cristiana resulta hermosa, si no se basa en nuestras capacidades y nuestros proyectos, sino que se basa en la mirada de Dios. Tu fe, mi fe ¿está cansada? ¿Quieres revitalizarla? Busca la mirada de Dios: ponte en adoración, déjate perdonar en la Confesión, párate ante el Crucifijo. En definitiva, déjate amar por Él. Este es el comienzo de la fe: dejarse amar por Él, que es padre.

Después de la pregunta y la mirada hay —tercer y último pasaje— una invitación de Jesús, que le dice: «Solo una cosa te falta». ¿Qué le faltaba a ese hombre rico? El don, la gratuidad: «Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres» (v. 21). Esto es lo que quizás también nos falta a nosotros. A menudo hacemos lo mínimo indispensable, mientras que Jesús nos invita a

hacer lo máximo posible. ¡Cuántas veces nos conformamos con los deberes —los preceptos, alguna oración y muchas cosas así—, mientras Dios, que nos da la vida, nos pide impulsos de vida! En el Evangelio de hoy se ve claramente este paso del deber al don; Jesús comienza recordando los mandamientos: «No mates, no cometas adulterio, no robes ...» etc. (v. 19), y llega a la propuesta positiva: “¡Ve, vende, da, sígueme! (cf. v. 21). La fe no puede limitarse a los noes, porque la vida cristiana es un sí, un sí de amor.

Queridos hermanos y hermanas, una fe sin don, una fe sin gratuidad es una fe incompleta, es una fe débil, una fe enferma. Podríamos compararla con un alimento rico y nutritivo que carece de sabor, o con un partido más o menos bien jugado pero sin goles: no, no va bien, falta “la sal”. Una fe sin don, sin gratuidad, sin obras de caridad al final nos entristece: como aquel hombre que, aunque mirado con amor por el mismo Jesús, volvió a casa «entristecido» y «apenado» (v. 22) . Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuál es la situación de mi fe? ¿La vivo como algo mecánico, como una relación de deber o de interés con Dios? ¿Me acuerdo de alimentarla dejando que Jesús me mire y me ame?”. Dejarse mirar y amar por Jesús; dejar que Jesús nos mire, nos ame. “Y, atraído por Él, ¿correspondo con gratuidad, con generosidad, con todo el corazón? (Papa Francisco, Ángelus, 10 octubre 2021)

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Gaudete No. 45 - 13 octubre 2024 by Parroquia de Santiago Apóstol Sahuayo - Issuu