3 minute read

3.Metodología

El trabajo se llevó adelante mediante una metodología exploratoria, cualitativa, basada en recabar información a través de revisión bibliográfica, y mediante entrevistas en profundidad a informantes claves conocedores de la temática.

Se realizó una extensa búsqueda en los buscadores Google, PubMed, legislaciones vigentes, trabajos de investigaciones similares. Se realizó la revisión bibliográfica en los temas: 1. Técnicas de Reproducción Asistida: su historia, las legislaciones vigentes que las regulan, y los conflictos éticos y morales que subyacen a las mismas; 2. El Interés Superior y bienestar del niño concebido mediante técnicas de reproducción asistida; 3. Evaluación de Idoneidad: Evaluación de idoneidad de requirentes de reproducción asistida y Evaluación de Idoneidad de pretensos adoptantes; 4. Adopción: leyes que la regulan y proceso de selección de pretensos adoptantes. 5. Responsabilidad del Estado en salvaguardar el Interés y bienestar superior del niño. 6. Regulación de las leyes de reproducción médicamente asistida en países donde se tienen en cuenta los derechos de los niños.

Advertisement

Las entrevistas en profundidad se realizaron a cuatro informantes claves, especialistas en tratamientos de fertilidad asistida y que actualmente prestan labor en la temática en centros públicos y privados en la Provincia de Buenos Aires, Argentina: una médica, una enfermera, una bióloga y una psicóloga. Todas ellas dieron su consentimiento informado para participar en este trabajo. Los datos obtenidos fueron identificados, codificados y analizados a través de técnicas cualitativas, en forma anónima.

Se indagó sobre la existencia de situaciones cotidianas que generen conflictos éticos en el momento de proponer las TRHA; sobre cómo las resuelven; que interrogantes les generan, cuáles creerían que serían las soluciones posibles, y su opinión sobre la necesidad o no, de una evaluación de idoneidad a los requirentes.

4.Concepto de infertilidad

La esterilidad y la infertilidad han estado, desde siempre, presentes en la historia de la humanidad. Previamente a la incorporación de las Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) una pareja con dificultades para procrear recurría a la adopción para cumplir con su anhelo de convertirse en padres. La rápida evolución y garantía al acceso de las TRHA en parejas con dificultades para procreación, por causas médicas y no médicas, suscitan nuevas realidades y escenarios sociales que exigen una rápida respuesta, apremiando la reflexión ética.

En 2001 el reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre Aspectos Médicos, Éticos y Sociales de la Reproducción Asistida no asume a la infertilidad como una enfermedad y considera que tampoco amenaza la vida ni pone en peligro la salud física, pero reconoce que el sufrimiento social y psicológico que genera es real y puede derivar en un matrimonio inestable, violencia doméstica, estigmatización e incluso ostracismo (Vayena y cols., 2001).

En el año 2016 la OMS modifica este informe y establece el concepto de infertilidad como “una enfermedad del sistema reproductivo definida por el fracaso para lograr un embarazo clínico, después de doce meses o más de mantener relaciones sexuales regulares sin un método anticonceptivo”.1 La consideración de la dificultad en la concepción como una enfermedad establece las bases para que las TRHA sean reconocidas como tratamientos médicos por los sistemas de salud. Más tarde la OMS amplía este concepto al reconocer la infertilidad como causa de discapacidad. Ello implica que los tratamientos deban ser garantizados por los Estados como atención integral de la salud, sujeto a la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (b 660 Funciones relacionadas con la procreación).2

Las TRHA son propuestas como respuesta a la dificultad para procrear por múltiples motivos, entre ellos: problemas de salud de los futuros padres; por edad materna avanzada; para satisfacer el deseo de un hijo sano en aquellas parejas con alta probabilidad de alteraciones genéticas en su descendencia; infertilidad sin explicación médica conocida; o bien por causas sociales, ya sea falta de una pareja masculina, en mujeres que encaran el proyecto de maternidad en forma individual, o parejas igualitarias. Sin embargo, la finalidad y consecuencia positiva de estas técnicas es el nacimiento de un niño, y la constitución de una familia, por lo que el estándar de seguridad de estos procedimientos debería centrarse no sólo en el cuidado de la salud física del niño por nacer, sino que, desde una mirada de salud integral debería contemplar la protección del completo bienestar del niño durante su infancia y adolescencia. Es decir, deberían tener como eje el respeto del interés superior del niño, quien es concebido como consecuencia de este proceso. Este interés superior, por su propia definición y nuestro marco normativo, debería exigir el mayor respeto y esfuerzo para su logro respecto a la respuesta al deseo de los pretensos padres a procrear.